Segunda Parte: él
Los dos, el mismo árbol
Atrápame en tu raíz de árbol poderoso y fuerte.
Permíteme que suba, como savia nueva
por tu tronco leñoso, por tus ramas aún desnudas,
y que me convierta en la hoja ondulante,
en el fruto obsceno del paraíso,
en la guarida y casa del pájaro cantor.
Quiero ser parte de ti, seguir creciendo a tu sombra,
multiplicar mi presencia y llenarte de hojas,
de frutos, de ramas, y saciarte con mi savia;
convertirme yo también en árbol,
que los poetas sueñen bajo la copa,
y que el viento y la lluvia me azoten,
que el calor me doblegue, que la brisa me acoja
y morir contigo cuando llegue el momento,
como si fuéramos los dos
el mismo árbol anciano, pardo y viejo.