Notas del capítulo 22

[1] Véase la página 221 de esta obra. <<

[2] Véase, por ejemplo, Mundo Obrero, 17 de septiembre de 1936. <<

[3] Véase Gaceta de Madrid, 29 y 30 de septiembre, 16 y 30 de octubre de1936. «Largo Caballero —escribe LOUIS FISCHER (Men and Politics, p. 354), cuyo contacto personal con la mayoría de los dirigentes rusos en España da su testimonio una autoridad particular— se resistió por mucho tiempo a la idea, del ejército regular, y sólo con dificultad sus consejeros militares soviéticos le persuadieron a abandonar la forma popular e ineficiente de las milicias de los partidos». <<

[4] Véanse los editoriales y discursos publicados en Mundo Obrero, Verdad y Milicia Popular, durante este período. <<

[5] Véase Milicia Popular, 17, 19 y 28 de diciembre de 1936; también The Volunteer for Liberty, 1 de junio de 1937, que relata la disolución del Quinto Regimiento. <<

[6] Llamadas así porque estarían compuestas de todas las armas (véase MARTÍN BLÁZQUEZ en I Helped to Bulid an Army, p. 293; coronel Segismundo Casado, en The National Review, julio de 1939, quien, según su libro The last Days of Madrid, p. 52, ayudó a organizar las Brigadas). La palabra «mixtas» se adoptó también porque además de las primitivas milicias de voluntarios, las Brigadas constaban de reclutas, oficiales profesionales de ejército, miembros de los Cuerpos de Policía y Carabineros. <<

[7] Véase Milicia Popular, 17 de octubre de 1936. <<

[8] LOUIS FISCHER, en Men and Politics, p. 383, dice que este oficial se llamaba Fritz. <<

[9] Según la información facilitada al autor por Carlos Contreras, comisario político del Quinto Regimiento, sus comandantes respectivos y la mayoría de sus miembros habían servido en el Regimiento. Enrique Castro, comandante en jefe del Regimiento durante las primeras semanas de la guerra, informó al autor que además de Enrique Lister, de la Primera Brigada, eran miembros del Partido Comunista José María Galán, comandante de la Tercera, y Gallo, comandante de la Sexta. No hay que confundir a este Gallo con Luigi Gallo, o Longo, de las Brigadas Internacionales. <<

[10] Unas semanas después, Cordón fue nombrado Secretario general técnico de la Subsecretaría de Guerra, que controlaba el personal, material, pagos del ejército, intervención, coordinación, consejos de guerra, ingenieros y departarnento de suministros, así como el Comité de prácticas de guerra. Véase MARTÍN BLÁZQUEZ (uno de los dos secretarios técnicos que asistieron a Cordón) en I Helped to Build an Army, p. 279; también el Diario Oficial del Ministerio de La Guerra, 2 de noviembre de 1936. <<

[11] Este departamento examinó los antecedentes de todos los hombres antes de su ingreso en el Ejército. Véase MARTÍN BLÁZQUEZ en I Helped to Build an Army, p. 121; CASADO en The Last Days of Madrid, pp. 49 y 50. <<

[12] Fue designado para este puesto cuando Largo Caballero fue nombrado ministro de la Guerra (Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, 5 de septiembre de 1936). Su ayudante fue Alejandro García Val, miembro del Partido Comunista, quien de acuerdo con el procedimiento reglamentario fue nombrado por Caballero a propuesta del Jefe del Estado Mayor Central. <<

[13] Esta información la debe el autor a comunistas así como a no comunistas. Para más detalles sobre estos oficiales, véanse las páginas 251 y 252; 295 y 296 de este libro. <<

[14] Véase la Orden circular firmada por Largo Caballero, en la Gaceta de Madrid, 16 de octubre de 1936. Los comunistas dijeron después haber sido ellos quienes en repetidas ocasiones instaron al ministro de la Guerra a establecer el Comisariado. Vease, por ejemplo, Francisco Antón en Nuestra Bandera, enero-febrero de 1938. <<

[15] «Muchos de los batallones de milicias… fueron dirigidos por jefes que estando en connivencia con el enemigo se pasaron a él en la primera ocasión. Esto originó una natural desconfianza entre la tropa y el mando, y de ahí surgió la necesidad de que el pueblo tuviese un delegado suyo cerca del mando militar para que la garantizasen la leal actuación de los jefes. Estos delegados fueron los primeros comisarios políticos». Teniente coronel Rovira, jefe de la 42 brigada, en Mundo Obrero, 26 de abril de 1937. Véase también Informaciones, 8 de agosto de 1936; Claridad, 15 de octubre de 1936. <<

[16] Véase, por ejemplo, el discurso de José Díaz de 22 de octubre de 1936, publicado en Tres años de lucha, pp. 215 y 221. <<

[17] Véanse las órdenes circulares firmadas por Largo Caballero en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, 16 de octubre de 1937; también las normas dictadas por el Comisariado General de Guerra, publicadas en Claridad, 5 de noviembre de 1936. <<

[18] «El delegado político debe saber hacer comprender a sus hombres la necesidad de una disciplina de hierro y consciente —decía una de las normas dictadas por el Comisariado General de Guerra—. [Debe] asegurar por medio de un trabajo constante la observancia de esta disciplina y la obediencia a los mandos Publicado en Claridad, 5 de noviembre de 1936. <<

[19] «El Comisario Político —decía el órgano del Comité de Defensa de la CNT de Madrid— ha de analizar en todo momento el estado psicológico de las tropas, para arengarlas en los momentos de depresión moral». Frente Libertario, 20 de febrero de 1937. <<

[20] Verdad, 27 de enero de 1937. <<

[21] Ibíd. <<

[22] «El Comisario… debe en su trabajo de ayuda a todo el ejército interesarse igualmente del trabajo político cerca del mando, hacer que el mando en este aspecto vibre al unísono de todos los soldados». Antonio Mije, miembro del Politburó del Partido Comunista, en Frente Rojo, 17 de abril de 1937. <<

[23] Los otros tres Sub-Comisariados estaban regentados por Crescenciano Bilbao socialista moderado o «prietista», Ángel Pestaña, líder del Partido Sindicalista, y Ángel G. Gil Roldán, miembro de la CNT. Véase el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, 16 de octubre de 1936. <<

[24] Véase CARLOS DE BARABAR (líder socialista del ala izquierda) en Timón, Buenos Aires, junio de 1940; ENRIQUE CASTRO, Hombres made in Moscú, p. 659. Sobre otras referencias a Álvarez del Vayo y sus actividades procomunistas como Comisario General, véase WENCESLAO CARRILLO, ibíd., noviembre de 1939; ARAQUISTÁIN, El comunismo y la guerra de España, p. 8; LARGO CABALLERO, Mis recuerdos, p. 212; La UGT y la guerra, pp. 10 y 11; INDALECIO PRIETO en Correo de Asturias, 10 de julio de 1943; CASADO, The Last Days of Madrid, p. 57; también sobre el elogio comunista de su obra en el Comisariado, véase Frente Rojo, 16 de abril y 19 de mayo de 1937; y Pasaremos, 8 de mayo de 1937. <<

[25] Véase Nuestra lucha por la unidad, p. 35. Sobre su entrada en el Partido Comunista, véase la nota 50 del capítulo 9; también CHECA en A un gran partido, una gran organización, p. 23. <<

[26] Este era un partido pequeño formado por miembros disidentes de la CNT, y no tenía influencia en el curso de los acontecimientos. <<

[27] Véanse las páginas 308 y 309 de esta obra. <<

[28] Esta materia se tratará con mayor amplitud en otro capítulo. Mientras tanto es suficiente decir que Gabriel García Maroto, que ocupó uno de los cuatro Subcomisaríados, dijo al autor después de la guerra que a principios de 1937, en el frente central, los batallones socialistas se lamentaban ante él con frecuencia de que habían sido nombrados comisarios comunistas para ellos, y manifestó que esto era intolerable. También dijo al autor que hacia el mismo tiempo, Alberto F. Ballesteros, socialista de Largo Caballero, desempeñando el cargo de Inspector-Comisario en el frente del sur, había protestado de que Antonio Mije, al nombrar treinta comisarios para ese frente, hubiese seleccionado sólo comunistas. <<

[29] Véase CARLOS DE BARAIBAR en Timón, Buenos Aires, junio de 1940. <<

[30] CLAVEGO, Algunas normas para el trabajo de los comisarios políticos (folleto del Partido Comunista sobre las funciones del comisario). p. 24. Aun antes de la creación del Comisariado General de Guerra, los comunistas no descuidaron la actividad del partido en los frentes. «Hay crear tropillas de agitadores que informen a los milicianos de la posición del Partido ante los diversos problemas… Los comunistas deben plantearse la tarea de reclutar a los mejores luchadores en el frente para el Partido». De un discurso de Antonio Mije, miembro del Politburó, citado en Mundo Obrero, 9 de septiembre de 1936. <<

[31] Indalecio Prieto, líder socialista moderado, afirma que los comunistas asesinaron, en efecto, en el frente a socialistas que se negaron a alistarse en su partido. Correo de Asturias, 10 de julio de 1943. Véase también PRIETO en Inauguración del circulo «Pablo Iglesias», de México, p. 22. <<

[32] «Los comisarios comunistas, que eran la mayoría —escribe un militar profesional— siguiendo su táctica habitual y en cumplimiento de las consignas que recibían, trataban de aumentar los efectivos de su partido, mediante una continua propaganda entre los soldados de sus unidades que no compartían sus ideas, en la que empleaban cuantos medios tenían a su alcance, desde la promesa de futuros ascensos, hasta la amenaza de fusilamientos alegando delitos no cometidos. Esto no podía ser bien visto por los demás partidos, que observaban una constante disminución en el número de sus afiliados, obligados a cambiar su carnet para no llegar a ser víctima de su lealtad política. Consecuencia de todo ello, fue la lucha entre comisarios de distinta ideología, con el consiguiente perjuicio para las unidades armadas». PÉREZ SALAS, Guerra en España, p. 144. Véase también a CASADO en The Last Days of Madrid, p. 57. La atmósfera creada por la conducta de los comisarios políticos comunistas fue ciertamente la opuesta a la que Largo Caballero había esperado cuando creó el Comisariado de Guerra. «Cuando en los frentes de lucha o en los cuarteles y lugares de alojamiento de la tropa —decía una Orden circular firmada por él (Gaceta de Madrid, 7 de octubre de 1936)— se planteen divergencias o pugnas entre soldados o milicianos de distinta procedencia sindical, los Comisarios delegados actuarán con toda ecuanimidad, de tal manera, que los actos de fraternidad borren entre los combatientes toda diferencia de puntos de vista y cualquier posible afán personalista o de grupo». <<

[33] Acción socialista, 15 de marzo de 1952. <<

[34] El comunismo y la guerra de España, p. 24. <<

[35] The National Review, julio de 1939. Véase también CASADO, The Last Days of Madrid, pp. 52 y 53. <<

[36] Citado por LUIS ARAQUISTÁIN en El comunismo y la guerra de España, p. 25. Este pasaje está tomado de las memorias inéditas de Largo Caballero. <<

[37] El comportamiento del personal civil ruso fue no menos imperioso a juzgar por la conducta de Michael Koltzov, destacado periodista ruso, influyente en el Kremlin, quien hacia finales de 1936 se estableció en el Comisariado de Guerra, donde, según Arturo Barea, que tenía a su cargo entonces la censura de los informes de prensa extranjera —función que Koltzov colocó bajo el control del Comisariado— «intervino en la mayor parte de las discusiones basándose en la autoridad de su vitalidad y voluntad arrogante». The Forging of a Rebel,p. 585. Véase también ibíd., p. 604. <<

[38] Véanse las páginas 121 a 127 de esta obra. <<

[39] Milicia popular, 6 de septiembre de 1936. <<

[40] ENRIQUE CASTRO (comandante en jefe del Quinto Regimiento) en Mundo Obrero, 10 de septiembre de 1936; véase también ibíd., 8 de septiembre de 1936. <<

[41] Ibíd. Véase también la carta de Alejandro García Val al General Asensio a nombre del Quinto Regimiento, notificándole su decisión de nombrarle Comandante de Honor, publicada en la obra de ASENSIO, El general Asensio. Su lealtad a la República, p. 105. García Val informó al autor, después de la guerra, que la razón de las atenciones de su: partido para con Asensio era la esperanza de separarle de la influencia de Largo Caballero. <<

[42] Véase FALCÓN en Madrid, p. 177. «Puedo también señalar aquí —escribe el coronel SEGISMUNDO CASANO (The Last Days of Madrid, pp. 75 y 76)— las tácticas que seguía usualmente el Partido Comunista en sus relaciones con los mandos del Ejército Popular. Trataban como subordinados a aquellos mandos que estaban afiliados a su partido, pidiendo que se cumplieran sus órdenes en la forma que mejor sirviera los fines de éste, en contradicción a menudo con su deber de soldados. Estos oficiales obedecían por lo general ciegamente, prestando más atención a las órdenes del partido que a las del Alto Mando militar. Otros comandantes se opusieron en muchas ocasiones a sus planes y rechazaron sugerencias que sonaban a órdenes o rehusaron tomar parte en actividades que no les hubieran dejado la conciencia tranquila. Ellos [los comunistas] pretendían demostrar las mayores consideraciones a éstos, pero sólo por un corto tiempo y en forma totalmente superficial. Les organizaban convites, les hablaban de la gran admiración que sentían hacia ellos por su inteligencia y valentía. En una palabra; trataban de mover sus ambiciones particulares, pero cuando se convencieron de que era imposible atraerlos por estos medios, iniciaron una campaña insidiosa contra ellos, de modo que el Alto Mando se vio obligado a relevarles. Más de un comandante perdió su vida o su libertad por cumplir su deber».

«El jefe que aceptaba sin rechistar el carnet del Partido Comunista —escribía el órgano de los socialistas moderados a finales de la guerra— adquiría de pronto, en la Prensa comunista, cualidades militares superiores a las de Napoleón y Alejandro, en tanto eran sinuosa o francamente criticados los que se atrevían a rechazar una filiación que no había sido solicitada». El Socialista, 12 de marzo de 1939. Véase también, La flota republicana y la guerra civil de España, pp. 89 y 90. <<

[43] Véase, por ejemplo, a MARTÍN BLÁZQUEZ en I Helped to Build an Army, pp. 264, 280 y 291. Hasta Álvarez del Vayo, que leyó y aprobó el borrador de una carta escrita por Louis Fischer a Largo Caballero el 11 de octubre, en la que se ponía en duda la lealtad de Asensio (véase FISCHER, Men and Politics, pp. 372 a 374), y posteriormente votó en el Gabinete su destitución de la Subsecretaría de Guerra (véase página 277 de esta Obra), sostiene que él era «incuestionablemente uno de los oficiales más capaces e inteligentes del ejército republicano» y que pudo «haberse convertido en el mayor genio militar. ÁLVAREZ DEL VAYO en Freedom’s Battle, p. 126. Merece notarse también que el día anterior al que aprobó la carta de Fischer para Largo Caballero, Alvarez del Vayo había escrito las siguientes lineas en una nota a Asensio: «Conozco la operación tan importante de esta madrugada. Saberle a usted allí personalmente dirigiéndola, añadiría muchísimo a mis esperanzas. Experiencias amargas recientes hacen que sólo fiemos en su pericia. De ahí el que me decida a enviarle estas líneas íntimas, y que en todo caso deben quedar entre nosotros». Reproducida en libro de ASENSIO, El general Asensio. Su lealtad a la República, p. 107. <<

[44] Véase, por ejemplo, ZUGAZAGOITIA, Historia de la guerra en España, pp. 141, 143, 152 y 153; MARTÍN BLÁZQUEZ, I Helped to Build an Army, p. 263. <<

[45] Véase la nota 9 del capítulo 8 de esta obra. <<

[46] En su libro The Last Days of Madrid, p. 51, CASADO afirma que había sido destituido por culpa de una campaña emprendida contra él por el Partido Comunista, después que hubo informado al alto mando de que la marcada preferencia con que las armas rusas estaban siendo asignadas al Quinto Regimiento provocaría inevitablemente suspicacias y recelos entre los soldados, y lo que era más grave, traería pronto la subida al Poder del Partido Comunista. «Este partido —añade— al darse cuenta de mi actitud, con la forma taimada que le caracterizaba, comenzó una campaña de descrédito contra mi y convenció al ministro de la Guerra de que yo no era la persona idónea para desempeñar el cargo de Jefe de Operaciones, porque tenía los defectos de la violencia y el pesimismo». Sobre su restablecimiento por Largo Caballero, véase ibíd., p. 63. <<

[47] Según información facultada por Enrique Castro, miembro del Comité Central, en una carta al autor. <<

[48] La documentada obra publicada por el Gobierno del general Franco, titulada Datos complementarios para la historia de España. Guerra de liberación 1936-1939, dice lo siguiente (pp. 291 y 292) con relación a José Miaja y Vicente Rojo, jefe del estado mayor del primero durante la defensa de Madrid: «Para apreciar la falta de sinceridad en la actitud de estos dos jefes, a quienes el Movimiento [insurgente] sorprende en zona dominada por el Gobierno rojo, bastará tener en cuenta el hecho de que ambos militares figuraban inscritos en la organización Unión Militar Española (U.M.E.), que había sido formada frente al empuje demagógico de la República con el fin patriótico de oponer en el momento oportuno un dique capaz de salvar a España del embate comunista. Llegado este momento y fracasado el Alzamiento Nacional en Madrid, el general Miaja y el comandante Rojo, que ven la suerte corrida por tantos jefes y oficiales del Ejército —muchísimos de los cuales son asesinados por el solo hecho de pertenecer a dicha U.M.E.—, lejos de solidarizarse con sus compañeros, se apresuran a brindar sus servicios al Frente Popular. Pero como su conciencia no está tranquila, y creen que con hacer desaparecer la ficha de pertenencia a la mencionada organización, desaparecerá el rastro de su actuación anterior, el día 18 de julio de 1937, el general Miaja, acompañado del que era Comisario General de Policía de Madrid, David Vázquez Baldominos, y del Comisario-Jefe del fichero político a cargo de la policía roja, se presentó en dicho departamento y ordenó se le mostrara su ficha y la del entonces coronel Vicente Rojo, y, una vez en su posesión ambas fichas, se las guardó en el bolsillo». Una copia fotostática de un documento firmado por Funcionarios del Departamento, testificando este suceso, va publicada en el Apéndice X de la misma obra. La autenticidad de este documento ha sido confirmada al autor por un seguidor del campo antifranquista. La filiación de Miaja y Rojo en la U.M.E. está atestiguada por Largo Caballero, que vio la lista oficial de miembros de la organización. Mis recuerdos, pp. 213 y 214. <<

[49] El autor está muy agradecido al propio Giral por esta información. Miaja, cuando se entrevistó con el autor después de la guerra, afirmó que se negó a unirse al Gobierno porque no tenía ni un ejército ni una fuerza de policía con que combatir la rebelión. Merece notarse que unas horas antes había formado parte del malafortunado Gobierno de conciliación de Martínez Barrio. Véase la nota 49 del capítulo 2 de esta obra. <<

[50] El general Sebastián Pozas, que sucedió a Asensio en el mando del frente central, dijo al autor después de la guerra que estaba presente cuando Miaja conoció su designación, y que este último casi lloró de rabia por lo que consideraba un intento deliberado de sacrificarle al general Franco. <<

[51] «Gracias a su gran prestigio como consecuencia de sus éxitos —escribía MARTÍNEZ CARTÓN, miembro del Comité Central del Partido Comunista (International Press Correspondence, 17 de mayo de 1938)— el general Miaja se convirtió en el general más querido de España». El hecho de que Miaja estaba intoxicado por la fuerte propaganda de los comunistas y por su popularidad queda atestiguado en las siguientes citas: «Cuando voy en mi coche —dijo a Julián Zugazagoitia, director de El Socialista (Historia de la guerra en España, p. 197)— las mujeres se gritan entre ellas: ¡Ahí va Miaja! ¡Ahí va Miaja!… Las saludo y me saludan. Ellas quedan contentas y yo también».

El coronel SEGISMUNDO CASADO escribe en The Last Days of Madrid, pp. 64-65: «Me las arreglé para echarle una ducha fría y rebajar la fiebre que había cogido del pueblo, la Prensa y sobre todo de la camarilla que le había llevado a un estado de verdadero peligro. Más de una vez me dijo que el entusiasmo popular había llegado a tal extremo que hasta las mujeres le besaban en las calles». Véase también a CASTRO, Hombres made in Moscú, pp. 452 y 453.

Merece recordarse que después de la guerra, tras la colaboración de Miaja en la Junta de Defensa que se rebeló contra los comunistas y el Gobierno de Negrín en marzo de 1939, ANTONIO MIJE, miembro del Politburó del Partido Comunista escribía: «Para desnaturalizar la verdadera defensa de Madrid, hubo y hay gente interesada en vincularla al traidor Miaja. Quienes semejante propaganda han hecho y hacen no conocen nada de lo que allí pasó, ni de los “frutos” militares que Miaja puede dar. Él no llegó a saber lo que pasó en Madrid, en su tremenda y difícil situación, más que por lo que le contaron. No la vivió en su intensidad. La tragedia de aquellos días en Madrid no podía penetrar en un militarote obtuso, carente de toda visión popular». España Popular, 9 de noviembre de 1940. <<

[52] Véase a MARTÍNEZ CARTÓN, miembro del Comité Central del partido Comunista en International Press Correspondence, 17 de mayo de 1938; también a EDMUNDO DOMÍNGUEZ Los vencedores de Negrín, p. 203, que igualmente confirma el papel directivo de Antón Domínguez, socialista del ala izquierda y secretario de la Federación Nacional de la Edificación (UGT) en julio de 1936, siguió la política comunista durante la guerra y, finalmente, fue nombrado Inspector-Comisario del Frente del Centro. <<

[53] El órgano del Comintern, International Press Correspondence, 6 de febrero de 1937 (artículo de Hugh Slater, fechado en Madrid el 28 de enero de 1937), afirmaba que era entonces miembro del partido. Véase también el discurso de Jesús Hernández, ministro comunista de Educación (28. de mayo de 1937) referente a la hostilidad de Largo Caballero hacia Miaja porque estaba «compenetrado con la política del Partido Comunista». Hernández, El Partido Comunista antes, durante y después de la crisis del Gobierno Largo Caballero, p. 24. «El general Miaja —escribe LOUIS FISCHER en Men and Politics, p. 593— estaba bajo la influencia comunista y llevaba un carnet del partido, aunque probablemente conocía del comunismo tanto como Francisco Franco. La propaganda comunista le había inflado y convertido en un mito». <<

[54] La composición de la Junta de Defensa y la afiliación de sus miembros, dada en Mundo Obrero del 10 de noviembre de 1936, era la siguiente:

General José Miaja, presidente; Fernando Frade (socialista), secretario; Antonio Mije (comunista), Guerra; Santiago Carrillo (JSU), Orden Público (miembro del Partido Comunista); Amor Nuño (CNT), Industrias de Guerra; Pablo Yagüe (UGT), Abastecimientos (miembro del Partido Comunista); José Carreño (Izquierda Republicana), Comunicaciones y transportes; Francisco caminero (sindicalista), Evacuación civil; Enrique Jiménez (Unión Republicana), Finanzas; Mariano García (Juventudes libertarias), Información y enlace.

Aunque Fernando Frade figura en la lista como socialista, era, en efecto, comunista. Esto fue confirmado al autor por vatios socialistas. Véase también a BAREA, The Forging of a Rebel, p. 579. <<

[55] Véase a FISCHER, Men and Politics, pp. 395 y 398. Lo que dice del papel de Goriev está corroborado por la información dada al autor por Carlos Contreras, comisario político del Quinto Regimiento. Para la mejor descripción del general Goriev, véase a BAREA, The Forging of a Rebel, pp. 828 a 830. <<

[56] Por esta información quedo agradecido a Carlos Contreras, comisario político del Quinto Regimiento, así como a Ludwig Renn, oficial de la 11.ª Internacional, y Manuel Schwartzmann, oficial de la DECA (Defensa Antiaérea). <<

[57] Esto fue confirmado al autor por Ignacio Hidalgo de Cisneros, de las Fuerzas Aéreas, cuyo consejero era el general ruso Shmouskievitch (conocido en España por Duglas), y que se hizo miembro del Partido en enero de 1937. Según Luis Araquistáin, colaborador político íntimo de Largo Caballero, la fuerza aérea «dirigida por los rusos, operaba cuando y donde éstos querían, sin ninguna coordinación con las fuerzas de tierra y mar. El ministro de Marina y Aire, Indalecio Prieto, cínico y humilde, se burlaba de su cargo ante cuantos iban a visitarle diciendo que él no era ministro ni nada, porque la aviación no le obedecía absolutamente. El verdadero ministro del Aire era el general Duglas». El comunismo y la guerra de España, pp. 24 y 25. «Puedo afirmar con toda claridad que durante la guerra ni las fuerzas aéreas ni los cuerpos de tanques estaban controlados por el ministro de Defensa Nacional, ni por consiguiente, por el Estado Mayor Central. El ministro y su Estado Mayor ni siquiera tenian conocimiento de la cantidad y tipos de sus armas y sólo conocían la situación de los que se estaban utilizando en las operaciones del momento. Del mismo modo, el ministro y su Estado Mayor no conocían la situación ni siquiera la existencia de un gran número de “campos de vuelo” (aeródromos) mantenidos en secreto por los “consejeros amigos” y algunos de los jefes de aviación que gozaban de su entera confianza». CASADO, The Last Days of Madrid, p. 54. Véase también ibíd., pp. 55 a 57, y LARGO CABALLERO, Mis recuerdos, p. 206.

Alguna idea de la fricción que pronto surgió entre Largo Caballero y Miaja como consecuencia de la dependencia del último de los rusos, puede obtenerse de un telegrama enviado por el ministro de la Guerra al general el 17 de noviembre de 1936, recordándole que las únicas órdenes que debía acatar eran las dictadas por el Gobierno, y de la contestación de Miaja, en la que después de reconocer el hecho de que Largo Caballero hubiese encontrado necesario recordarle el más elemental principio de disciplina y subordinación, que en su larga carrera militar no había olvidado nunca, pide ser relevado por alguien merecedor de la confianza de Largo Caballero. Actas de la Junta de Defensa de Madrid, pp. 422 y 423. Debido al prestigio que había adquirido, Miaja calculó sin duda que Largo Caballero no accedería a su petición. <<

[58] Véase la página 239 de esta obra. Alejandro García Val, miembro del Partido Comunista, nombrado jefe de la Sección de transportes del Estado Mayor Central en noviembre de 1936, dijo al autor después de la guerra que, cuando los camiones rusos llegaron a España organizó, con la ayuda de los miembros del partido y simpatizantes de la UGT, los tres primeros batallones de transporte motorizado, compuestos de seiscientos vehículos y tres mil hombres. <<

[59] Aunque algunos españoles del ala Izquierda han menospreciado la importancia de la eficiencia de las Brigadas Internacionales, como un modelo para las unidades españolas (véase, por ejemplo, a ABAD DE SANTILLÁN en La revolución y la guerra en España, pp. 131 y 132), no obstante recibieron amplio reconocimiento popular. Claridad afirmaba el 11 de noviembre de 1936: «Nuestras masas obreras y campesinas, que llevan encima siglos de opresión y de Ignorancia —obra de unas castas sociales que han demostrado su incapacidad definitiva para la organización—, tienen que hacer esfuerzos sobrehumanos para igualar a esos camaradas de otras nacionalidades. La inteligencia se aguza en la escuela. Los milicianos de la Columna Internacional han tenido durante su infancia y su mocedad ocasiones de cultivar la suya. Nuestras masas obreras y campesinas no las han tenido. Pero las tendrán cuando triunfemos, y más todavía sus hijos. Para eso luchamos y para eso morimos». Véase también a PÉREZ SALAS, Guerra en España, p. 128; ZUGAZAGOITIA, Historia de la guerra en España, p. 195, y EDUARDO DE GUZMÁN (director del órgano de la FAI en Madrid, Castilla Libre), Madrid, rojo y negro, pp. 164 y 200, que elogia el valor, la inteligencia, la disciplina y la eficiencia militar de las Brigadas Internacionales y da pleno crédito al ejemplo que dieron a las milicias anarcosindicalistas en el frente de Madrid. Nuestros hombres —comentaba el último— les ven y «con ese poder de adaptación maravillosa del pueblo español, les imitan sin pérdida de tiempo». Sobre el elogio no comunista de las unidades comunistas españolas, véase, por ejemplo, Política, órgano del partido de Izquierda republicana, del 11 de noviembre de 1936, y al coronel Segismundo Casado (a quien nadie puede acusar de ser partidario de los comunistas) en The Last Days of Madrid, p. 96, que dice que había «abundancia de unidades comunistas que se distinguieron por su bravura en la lucha». <<

[60] «Una indicación muy importante de la efectividad de la labor en la guerra del Partido Comunista —escribía el corresponsal en España de Daily Worker—, la ofrece el hecho de que actualmente la mayoría de los generales leales, para no mencionar a los jóvenes oficiales leales, han solicitado y han recibido entrada en el Partido Comunista». Daily Worker de 25 de noviembre de 1936. Véase también a RAMÓN OLIVEIRA en Politics, Economics and Men ot Modern Spain, 1808-1946, p. 599. <<

[61] Su consejero militar ruso era el general Koulik, conocido en España por Kupper. Véase CASTRO (antiguo miembro del Comité Central del Partido Comunista), J’ai perdu la foi à Moscou, p. 124, y PENCHIENATI (comandante de la Brigada Garibaldi), en Brigate Internazionali in Spagna, p. 34. Antes de la guerra, Pozas había sido Inspector General de la Guardia Civil y se había ganado la hostilidad de los Jefes del Ejército por las medidas que había tomado en diversos lugares del país —de ninguna manera con completo éxito—, para asegurar la lealtad de este Cuerpo a la República. Véase, por ejemplo, la historia oficial (franquista) de la guerra civil, Historia de la Cruzada española, IV, pp, 381 y 391; Política, 23 de octubre de 1936. Al ser entrevistado por el autor después de la guerra, el capitán Aniceto Carbajal, yerno de Pozas, declaró que el general Franco, unos días después de las elecciones de febrero de 1936, cuando este último era aún Jefe del Estado Mayor Central, trató a través de él como Intermediario de conseguir el apoyo de Pozas a un «Gobierno nacional» ofreciéndole una suma de dinero depositado en un Banco suizo. Al estallar la guerra, Pozas fue nombrado ministro de Gobernación en el Gobierno de Giral, e instó a que se armara el pueblo (véase el discurso de Jerónimo Bujeda en El Socialista, 19 de julio de 1937). Después de su destino al frente del centro en octubre de 1936 cayó bajo la influencia comunista, y poco más tarde, en mayo de 1937, se unió al PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña) controlado por los comunistas. Véase a PÉREZ SALAS en Guerra en España, pp. 141 y 142; ZUGAZAGOITIA, Historia de la guerra en España, p. 406; también FISCHER, Why Spain Fights On, p. 39, que dice que era miembro del Partido Comunista español. <<

[62] Antes de la guerra fue miembro de la UME (véase la nota 48 de este capítulo) y habla sido altamente estimado por los jefes insurgentes del ejército, según información dada al autor por José Giral. Para otros detalles sobre Rojo, véase a AZNAR en su Historia militar de la guerra en España, pp. 200, 203 y 428; FRANCISCO CASARES, Azaña y ellos, p. 256; Datos complementarios para la Historia de España, pp. 327 a 329; MARTÍN BLÁZQUEZ, I Helped to Build an Army, pp. 282 y 283. <<

[63] Véase el artículo laudatorio de Michael Koltzov, en Pravda, 13 de diciembre de 1936. Para información sobre la labor procomunista de Rojo, más tarde en la guerra, véase lo dicho por un colega suyo cuyo testimonio no admite discusión: PÉREZ SALAS, Guerra en España, pp. 147, 152, 169, 170 y 185. Largo Caballero confirma también el apoyo de Rojo a los comunistas. Mis recuerdos, p. 214. <<

[64] «No se puede negar —escribe un oficial profesional de genuinas simpatías republicanas— que los comunistas fueron maestros en el arte de la propaganda, con la que consiguieron engañar a todo el mundo. Consistía principalmente ésta en afirmar que ellos solamente pretendían derrotar a Franco, para restablecer la legalidad republicana, Todos sus dirigentes, especialmente la “Pasionaria”, hacían grandes protestas de lealtad al régimen y a la Constitución, a la que trataban, según ellos, de poner en vigor nuevamente. Para alcanzar este fin, era preciso organizar un ejército eficiente y disciplinado que sustituyera a las indisciplinadas milicias de la C.N.T. Supieron cumplir aquella consigna recibida tan acertadamente, que consiguieron engañar a todos. Algunos militares profesionales cayeron en la trampa y no pocos llegaron, en su entusiasmo por la propaganda comunista, a inscribirse irreflexivamente en el partido.

«Yo, que no tenía otro deseo que ganar la guerra, creí que los “aparentes” buenos propósitos de los comunistas, habrían de ser un paso para ello. Desgraciadamente no fue así. Aquéllos en su propaganda sólo pretendían obtener una supremacía en el Ejército, para emplearla en provecho propio, supeditando a esto la guerra que sosteníamos contra los franquistas. Este motivo fue el que me indujo a ponerme enfrente de los comunistas». PÉREZ SALAS, Guerra en España, pp. 146 y 147. <<

[65] Según Alejandro García Val, miembro comunista del Estado Mayor Central, entrevistado por el autor después de la guerra. <<

[66] La flota republicana y la guerra civil de España, p. 38. Martín Blázquez, oficial republicano del Ministerio de la Guerra, afirma que el comunista Antonio Cordón, miembro del Estado Mayor Central, le dijo una vez: «… Permíteme recordarte que estamos viviendo en tiempos muy extraños, en los que se mata a la gente por nada. Yo te aconsejo seriamente que te alistes en el Partido Comunista. Él te necesita y tú le necesitas». I Helped to Build an Army, p. 241. <<

[67] GORKIN en Caníbales políticos, p. 217. En un artículo en Francisco Largo Caballero, 1869-1946, Federica Montseny, colega de Gabinete, se refiere (p. 74) a «su concepción unipersonal del Poder». <<

[68] Un empleado del Ministerio de la Guerra que estaba en contacto íntimo con José María Aguirre, secretario político y militar de Caballero, informó al autor que las relaciones entre los oficiales rusos y Largo Caballero se hicieron muy tirantes después de diciembre de 1936, y que los rusos estaban particularmente interesados en la orientación política del ejército. <<

[69] «Más que como un embajador —testifica Luis Araquistáin, íntimo de Largo Caballero— [Rosenberg] actuaba como un virrey de Rusia en España. Diariamente visitaba a Largo Caballero, a veces acompañado de altos personajes rusos, militares o civiles. Las visitas duraban horas y en ellas Rosenberg trataba de dar instrucciones al Jefe del gobierno español sobre lo que tenía que hacer para dirigir con éxito la política de la guerra. Los consejos, en rigor casi órdenes, versaban principalmente acerca de los mandos en el ejército. Tales generales y coroneles debían ser destituidos, tales otros nombrados, no según su competencia, sino según su filiación política y su mayor o menor inflexibilidad a la captación comunista». El comunismo y la guerra de España, p. 10. «Solía traer este señor [Rosenberg] en su bolsillo —escribe Ginés Ganga, socialista del ala izquierda, diputado a Cortes— una colección de papelitos concebidos en estos o parecidos términos: “A X, jefe de tal división, será conveniente destituirle y nombrar como sustituto a Z”; “fulano, empleado del ministerio A, no cumple como es debido, seria oportuno sustituirle por B”; “será preciso encarcelar y procesar a M por desafecto”, y así constantemente». Hoy, 5 de diciembre de 1942. <<

[70] Discurso en el Centro Republicano Español, México, D. F., 19 de marzo de 1946, publicado en Adelante, México, 1 de abril de 1946. <<