Notas del capítulo 7

[1] XIII Plenum IKKI. Stenografichesicti otchet (Decimotercer Pleno del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista: Informe taquigráfico), p. 531. Véase también The Comunist International, 5 de diciembre de 1934 («La lucha contra el fascismo, la lucha por el poder, por la República de Obreros y Campesinos en España»). <<

[2] La sangrienta represión llevada a cabo por Hitler de toda oposición en su propio país y sus persecuciones raciales, afectaron tan poco a las relaciones diplomáticas rutinarias entre Moscú y Berlín, como afectaron a las que se desarrollaban entre París o Londres y Berlín. Indudablemente, Stalin contaba con la fuerza de la tradición bismarckiana entre los diplomáticos germanos, tradición que exigía que el Reich evitara todo conflicto con Rusia. En el primer año de la Cancillería de Hitler, no pronunció en público una sola palabra acerca de los acontecimientos que se desarrollaban en Alemania, aunque su silencio resultara insoportable para los perplejos seguidores del Comintern.

«Rompió dicho silencio tan sólo en el séptimo congreso del partido, celebrado en enero de 1934. Pero aun allí, se contuvo de extraer conclusiones de hechos que hablan terminado tan desastrosamente para la Izquierda europea y sólo vagamente dejó entrever la ilusión de que el fascismo, «síntoma de la debilidad capitalista», resultara de corta vigencia. Pero también describió el torbellino nazi como el «triunfo de la idea de venganza en Europa» y subrayó que la tendencia antirrusa en la política alemana, había prevalecido sobre la tradición de Bismarck. Pero aun así, se apresuró a aclarar que Rusia deseaba permanecer con el III Reich bajo las mismas condiciones que existieron con la Alemania de Weimar». ISAAC DEUTSCHER, Stalin, :p. 415. <<

[3] 4 de marzo de 1933. <<

[4] Discurso en la Cuarta Sesión del Comité Ejecutivo de la Unión Soviética, como figura en Izvestiia, 29 de diciembre de 1933. <<

[5] 12 de octubre de 1934. <<

[6] Discurso en el Séptimo Congreso de la URSS, reproducido en 1zvesttia, 29 de enero de 1935. <<

[7] ANDRÉ GÉRAUD (Pertinax), The Gravediggers of France, pp. 244, 245, 342 y 343; GENEVIÈVE TABOUIS, Blackmail or War, p. 90. <<

[8] TABOUIS, Blackmail or War, pp. 91 a 93; HENRI DE KERILIS, Français! Voici la guerre, pp. 111 y 112; WINSTON CHURCHILL, The Gathering Storm, pp. 134 y 135. Si se desea un informe bien documentado de la oposición del Partido Comunista francés al programa de defensa antes de la firma del pacto franco-soviético, véase MAURICE CEYRAT, La trahison permanente. Parti communiste et politique russe, pp. 26 a 41. Después de concluirse el tratado, Stalin dio su aprobación pública al programa (véase comunicado oficial publicado en Le Temps, 17 de mayo de 1935), y algún tiempo después, el Partido Comunista francés llevó a cabo un cambio total de orientación. <<

[9] MAX BELOFF, The Foreign Policy of Soviet Russia 1929-1941, I, p. 157; CHURCHILL, The Gathering Storm, p. 135; PAUL REYNAUD, La France a sauvé l’Europe, I, p. 115 y ss. En su libro De la place de la Concorde au cours de l’Intendance, FABRY, ministro de la Guerra en la época de la firma del pacto franco-soviético, revela que tanto él como el Primer Ministro Laval, se oponían a la idea de una convención militar. Citado por Paul Reynaud en su testimonio ante la Comisión Parlamentaria de Investigación formada en 1947 para investigar los acontecimientos ocurridos en Francia entre 1933 y 1945 (Les évéments survenus en France de 1933 à 1945. Vol. I, pp. 89 y 90). <<

[10] Véase BELOFF, The Foreign Policy of Soviet Russia, 1929-1941, I, p. 180; KERILLIS, Français! Voici la guerre, p. 117; CHARLES A. MICAUD, The French Right and Nazi Germany, 1933-1939, p. 68; TABOUIS, Il l’ont appelé Cassandre, pp. 244 y 245. Una idea de lo que el Ministerio de Asuntos Exteriores francés pensaba incluso en la época del Frente Popular acerca del pacto franco-soviético puede ser obtenida leyendo el siguiente extracto, tomado de un memorándum por el Secretario de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, luego de una conversación celebrada el 1 de septiembre de 1936 con el Embajador francés, François-Poncet. Refiriéndose a la propuesta reunión de las cinco potencias de Locarno (Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Italia y Alemania) para negociar un nuevo pacto occidental que sustituyera al convenio de Locarno, el memorándum dice: «M. François-Poncet se sentía particularmente interesado en saber si deseábamos ir a la conferencia y negociar sobre los primeros puntos del orden del día sin discutir el quinto punto, o si preferiríamos forzar al Gobierno francés a que renunciara de manera expresa por adelantado a dicho quinto punto, es decir, a los lazos de unión en el Este. En otras palabras, ¿el Gobierno alemán adoptaba la actitud de que seria posible empezar negociando sobre un pacto occidental y dejando pendientes las cuestiones del Este? ¿O solicitaba desde el principio que Francia renunciara a sus lazos de unión con el Este antes de que Alemania iniciara una discusión concerniente al Pacto Occidental? Si Alemania se decidía por lo primero, él creía poder decir que las relaciones franco-rusas se enfriarían gradualmente, en especial teniendo en cuenta que nunca hablan sido muy populares dentro de un gran sector del pueblo francés; alcanzaríamos entonces nuestro objetivo lentamente, pero con seguridad. Si por el contrario, hacíamos presión al Gobierno francés y ahora pedíamos que abandonara la alianza rusa, el Gobierno francés sólo podía rehusar. En un largo discurso, M. François-Poncet trató de convencerme de la rectitud de una alternativa y de lo erróneo de la otra, poniendo de relieve solemnemente durante el curso de su declaración que no existían compromisos militares especiales entre Francia y la Unión Soviética». Documents on German Foreign Policy 1918-1945. III. Germany and the Spanish. Civil War 1936-1939, p. 67. <<

[11] L’Humanité, 17 de mayo de 1935. La cursiva está en el texto. Véase también, ibíd., 18 de mayo de 1935, articulo por M. Magnien. <<

[12] The Time for Decision, p. 321. El 6 de mayo de 1935, William Dodd, embajador norteamericano en Berlín, anotó en su diario las siguientes lineas relativas a una carta recibida de Lord Lothian: «Él (Lothian) me indicó claramente que favorece una coalición de las democracias para bloquear cualquier movimiento alemán en su dirección, e impulsar a Alemania hacia el este». Embajador DODD, Ambassador Dodd’s Diary, p. 241. En un articulo titulado «¿Por qué no una alianza franco-británica?» (Daily Mail, 28 de noviembre de 1933), el vizconde Rothermere escribió: «Este nuevo lazo entre Francia y Gran Bretaña ejercerá otro efecto de inestimable importancia. Encarrilará las ambiciones territoriales alemanas en la dirección en que puedan ocasionar el menor daño y el mayor provecho —es decir, hacia el este de Europa». Véase también, MICAUD, The French Right and Nazi Germany, 1933-1939, pp. 71-74. <<

[13] «Creo que, si el régimen nazi es destruido en Alemania, el país se volverá comunista y nos encontraremos ante una unión de Francia, Alemania y Rusia y la amenaza del comunismo como la más poderosa política del mundo». Marqués de Londonderry en una carta a Winston Churchill, 9 de mayo de 1936, citada por LONDONDERRY en Wings of Destiny, p. 171. El marqués de Londonderry fue secretario de Estado para la Aviación desde 1931 a 1935. «… Estos partidos (de la derecha francesa) —escribió THIERRY MAULNIER en Combat (noviembre de 1938)— consideran que, en caso de guerra, el desastre seria tremendo; no sólo quedaría dentro de lo posible la derrota y devastación de Francia sino que la derrota alemana significaría el colapso de los sistemas autoritarios que forman el baluarte principal contra la revolución comunista, y llevaría quizás a la inmediata bolchevización de Europa. En otras palabras, una derrota francesa sería una derrota de Francia, mientras que una victoria francesa seria menos victoria para Francia que para los principios considerados con justeza como los que llevarían directamente a la ruina a Francia y a la civilización. Es lástima que los hombres y los partidos de Francia que compartían dicha creencia no la admitieran en general, porque no existía en ella nada que no pudiera declararse abiertamente. En mi opinión, era una de las principales y bien fundamentadas razones, si no la mejor, para no ir a la guerra en septiembre de 1938». Véase también extracto de un articulo por León Bailby, citado en la nota 4 del capitulo 8 de esta obra. <<

[14] Es conveniente incluir aquí el parecer de uno de los más encarnizados oponentes de derechas a cualquier política que involucrase el sacrificio a la Alemania nazi de los pequeños Estados de la Europa Central y Suboriental. «Todos deseamos vivir en términos amistosos con Alemania —escribió Winston Churchill al marqués de Londonderry—. Sabemos que los mejores alemanes se avergüenzan de los excesos nazis y se horrorizan ante el paganismo sobre el que están basados. Ciertamente, no deseamos llevar a cabo una política de enemistad hacia los intereses legítimos de Alemania, pero sin duda alguna usted se dará cuenta de que cuando el Gobierno alemán habla de amistad con Inglaterra, lo que quiere decir es que le devolvamos sus antiguas colonias y que estemos de acuerdo en dejarle manos libres, por lo que a nosotros concierne, en la Europa Central y Suboriental.

»Ello significa devorar Austria y Checoslovaquia, como preliminares para la formación de un gigantesco bloque en la Europa Central. No representaría beneficio alguno para nosotros acceder a semejante política de agresión. Resultaría equivocado y cínico hasta el último grado comprar la inmunidad para nosotros, a expensas de los pequeños Estados de la Europa Central.

»Seria contrario a la opinión inglesa y estadounidense que facilitáramos la expansión de la tiranía nazi sobre países que ahora disfrutan de un nivel considerable de libertad democrática. A mi modo de ver, deberíamos formar una federación de convenios regionales bajo la Sociedad de Naciones, tan fuerte que Alemania se contentara con vivir dentro de sus fronteras, respetando las leyes, en vez de buscar la invasión de sus vecinos más pequeños, acabar con ellos y quedarse con sus campos y casas». Citado por LONDONDERRY en Wings of Destiny, p. 187. <<

[15] P. 55. <<

[16] Debe advertirse que, de acuerdo con la nueva directriz de la política extranjera soviética, algunas de las secciones dela Comintern habían estado buscando la cooperación con otros partidos antes de dicha fecha. Esta tentativa tuvo un éxito especial en Francia. Véase BELOFF, The Foreign Policy of Soviet Russia, 1929-1941, I, pp. 188 y 189. <<

[17] EL 6 de febrero de 1935, Sir John Simon, por entonces secretario de Estado para Asuntos Exteriores, había declarado en la Cámara de los Comunes: «La reclamación alemana de igualdad de derechos respecto a armamentos, no puede ser contrariada y no debe serlo». The Times, Londres, 7 de febrero de 1934. Y el 18 de junio de 1935 se había firmado el acuerdo naval anglo germano que concedía a la marina alemana un treinta y cinco por ciento sobre el tonelaje naval inglés. Refiriéndose al convenio en la Cámara de los Comunes, el 11 de julio de 1935, Winston Churchill declaró: «Hemos perdonado e incluso alabado el quebrantamiento del tratado por parte de Alemania respecto a la construcción de buques». Citado en Arms and the Covenant, de CHURCHILL, p. 249. Véase también The Gathering Storm, de CHURCHILL, pp. 137 a 141. «En Rusia —escribe MAX BELOFF (The Foreign Policy of Soviet Russia, 1929-1941, I, .pp. 133 y 134)— el pacto quedó interpretado como señal de la debilidad inglesa y de su deseo de distraer la atención alemana de los preparativos aéreos, encaminándola hacia la construcción naval, donde la Gran Bretaña se sentía más fuerte. También podía servir para dirigir la atención alemana hacia el este y permitir a Inglaterra zafarse de los asuntos europeos, a fin de salvar su posición amenazada en el Lejano Oriente. Un nuevo campo de actividad quedaría abierto a los abogados ingleses de una entente con Alemania. Los rusos argüían que los alemanes no observarían el acuerdo y sólo lo acogieron como una contravención de los tratados. Era claro que la posición dominante alemana en el Báltico (la puerta de entrada a Rusia) seria inexpugnable. Tampoco parece existir motivo de duda alguno acerca de que la situación en el Báltico era la que Herr Hitler tenía presente de modo muy especial». En el verano de 1935 Alemania volvió a implantar el servicio militar obligatorio violando el Tratado de Versalles. También esto fue aceptado por Inglaterra. Véase CHURCHILL, The Gathering Storm, p. 189. <<

[18] International Press Correspondence, 19 de septiembre de 1935. <<

[19] Ibíd. <<

[20] Ibíd. <<