XIV
Si no tuviéramos miedo a ser felices, lo seriamos
El color de su cara parecía más lozano, unos rosas más vivos, empezaba a recuperarse. Carla estaba despierta cuando vio entrar a su hermano, ligeramente erguida sobre la almohada, mirando la televisión.
–Hola –ella se adelantó.
–Hola. ¿Te encuentras mejor?
–Creo que sí.
–Estupendo –él la beso en la frente.
–¿Cuánto tiempo llevo ingresada?
–Hoy hace cuatro días. Ingresaste el viernes.
–¿Por qué tanto tiempo?
–Has estado inconsciente casi desde que llegaste. además, esto es un hospital privado, no tienen prisa por darte el alta.
–Tengo que contarte varias cosas.
–Lo primero que quiero saber es por qué has hecho esto, ¿por qué has intentado quitarte la vida? –preguntó sentándose en la cama, junto a ella.
Carla apartó la mirada, desviándola hacia la ventana, hacia la luz natural.
–Nunca te lo dije, pero desde que todo esto empezó, me sentí extraña. He entrado en un mundo, o mejor dicho en un submundo, que me ha proporcionado las mismas emociones que desazones. Tú lo sabes bien.
–Pensaba que habías llegado a sentirte bien, que no te importaba.
–Y así es. Pero han habido algunas cosas que no te he contado.
–¿Qué cosas?
–He llegado a sentirme humillada. Yo nunca había sido así, nunca había hecho ese tipo de cosas. Y lo de aquella tarde…
–Vamos Carla… no seas exagerada. Yo te he visto muy en tu “salsa.”
–¿Cómo te atreves? –Carla se enfadó–. ¡Eres un egoísta de mierda!
–Pero Carla…
Ella lo interrumpió.
–El viejo me ha obligado a hacer cosas muy desagradables ¿o es qué ya no te acuerdas? –Carla lo miraba con gesto de reproche–. Lo último fue el viernes por la mañana, después de una de esas “reuniones” que él organiza, fui a verle a su casa. Quería hablar con él, decirle que no quería volver a participar en sus juegos.
–¿Y qué pasó?
–Me insultó. Me dijo que no eras más que una “puta”, que me limitara a seguir sus instrucciones. Se mofó de mí. Parecía muy alterado, más que de costumbre.
–¿Y cómo se te ocurre presentarte en su casa para decirle semejante cosa? ¿Acaso no sabes lo que él representa?
–Definitivamente eres un egoísta, no se como me he dejado engañar… ¿Desde cuándo no tomas tú medicación?
–¿Qué? –parecía alterado– No tengo porque aguantar esto, tú eres la que ha intentado quitarse la vida.
–¡Vete de aquí! –le gritó Carla.
–Claro que me voy.
Y añadió mientras abandonaba la habitación con el rostro totalmente desencajado:
–¡Lo qué sucedió aquella tarde es lo que habías deseado durante toda tú vida!
–¡Fuera de aquí! –la voz de Carla sonó ahogada por las lágrimas.