Dieciseis
Ella parecía muy tranquila cuando la sacó del profundo sueño. Estaba acurrucada contra él cuando se bajó del camastro de un salto y la arrastró consigo.
—Viene alguien —le dijo él en voz baja—. Métete en la caja.
—No pienso hacerlo.
El estaba tirándole la ropa mientras se ponía los pantalones.
—No me obligues a hacerte daño.
—No oigo nada.
—Yo, sí.
La agarró de un brazo y la arrastró hasta un montón de cajas. Levantó una. Era suficientemente grande y estaba vacía. Jilly se puso los pantalones y empezó a abrocharse la camisa cuando Reno la cubrió con la caja.
—No hagas ni un ruido.
Por una vez, hizo lo que le dijo que hiciera. Él se acercó silenciosamente a la puerta y se escondió detrás. Sólo contaba con el factor sorpresa y, seguramente, ni siquiera con eso. Ellos se imaginarían que intentaría algo. La mayoría de los hombres que trabajaban para su abuelo eran listos, aunque seguir a un hombre como Hitomi y traicionar al anciano era estúpido e indigno.
Al otro lado de la puerta había alguien que intentaba no hacer ruido. La tenue luz de la bombilla proyectaba sombras por la tenebrosa habitación y le daba alguna posibilidad. Oyó que se abría el cerrojo. Fuera quien fuese, lo había abierto con una ganzúa, lo que significaba que no tenía la llave. Eso podía ser bueno o malo. Se pegó todo lo que pudo contra la pared mientras se abría la puerta y esperó hasta el último segundo para volver a cerrarla con todas sus fuerzas contra el intruso. La puerta chocó contra una roca y rebotó lanzándolo otra vez contra la pared. Un instante después, se encontró con la mirada furiosa de su primo, Takashi O'Brien, que había cerrado la puerta.
—Me imaginé que podías ser tú el que estuviera encerrado aquí —dijo Taka en un tono gélido—. ¿Se puede saber qué está pasando? ¿Por qué estás encerrado y el tío abuelo recluido?
Reno se relajó un poco.
—Encantado de verte, primo. ¿Has venido de libertador? Todo ha estado desmoronándose mientras tú estabas escondido.
—¿Me acusas de cobardía, primito?
Reno sabía el peligro que se escondía tras ese tono de voz, pero no era el momento de discutir.
—No pudiste hacer otra cosa —dijo con reticencia—. Los rusos que te perseguían estaban pagados por Hitomi–san, el nuevo lugarteniente de Ojiisan. Su familia es codiciosa y no les gustan las normas del abuelo. Además, nosotros no estábamos aquí para detenerlo.
—¿Y? —preguntó Taka, que estaba casi vibrando por la furia y eso no era buena señal.
—Y tienen planeado deshacerse de él y de cualquiera que pueda heredar el liderazgo. Es decir, tú y yo. Que hayas entrado aquí significa que estamos perdidos.
—Tú estás perdido —replicó Taka—. Ellos no saben que estoy aquí y no voy a decírselo. ¿Cuántos son?
—No lo sé. No creo que la generación más antigua se haya rebelado contra Ojiisan, pero no sé en quién podemos confiar. ¿Tienes alguna idea?
—Claro. Saldré por donde he entrado y conseguiré apoyo. Tú, entretanto, quédate donde estás para que no sospechen.
—¿Y si me matan?
—Ya iba siendo hora, pero tengo que pedirte algo más importante.
Él conocía esa voz y esa expresión mortífera de su primo.
—¿Qué?
Taka lanzó un puño y Reno, gracias a sus reflejos, consiguió que no lo alcanzara en la cara, pero al girarse fue a parar a una costilla muy castigada por las patadas del día anterior.
—Taka, espera un segundo —Reno sabía qué estaba pasando—. Ella…
Él se abalanzó sobre Reno, pero sabía que Taka solía atacar por la derecha y se agachó para voltearlo. Taka cayó de espaldas con una mirada asesina.
—¿Voy a tener que decirle a mi mujer que mi familia le ha fallado? No volveré a verla hasta que te haya dado tu merecido.
—¿No crees que es más importante resolver el problema de Ojiisan? —preguntó Reno con la respiración entrecortada.
Esa vez, el puñetazo de Taka lo alcanzó en la barbilla. Reno trastabilló y retrocedió hasta quedarse apoyado en la pared mirando a su primo.
—Si te dejo hecho papilla, a lo mejor te dejan en paz mientras voy a buscar refuerzos. Tómalo como un regalo —dijo Taka mientras le daba otro puñetazo en el abdomen.
Reno se dobló de dolor. Taka había aprendido otra técnica de lucha durante los últimos años y no era tan previsible.
—No lo… —intentó decir Reno antes de atragantarse.
—¡Basta!
La exclamación salió amortiguada de una caja de cartón que daba vueltas mientras Jilly intentaba salir. Taka se quedó petrificado y Jilly consiguió quitarse la caja de encima.
—Estoy bien, Taka. Reno me ha salvado muchas veces. No haría nada que me hiciera daño.
Taka se quedó inmóvil mientras intentaba asimilarlo. Entonces, se agachó para recoger un trozo de tela del suelo. Había que ser un monje para no saber que era un tanga y Taka no era un monje. Además, Jilly llevaba la camisa mal abotonada, tenía la señal de un mordisco a un lado del cuello y ese aspecto de satisfecha sexualmente imposible de disimular.
—Voy a asesinarte.
Taka se lanzó sobre él rojo de ira. Los dos cayeron al suelo y rodaron sobre el polvo de cemento. Taka era un poco más alto y fuerte, pero Reno sabía más argucias callejeras. Además, Jilly estaba mirándolo. En otras circunstancias, Reno habría aguantado el castigo como un hombre, pero esa vez no iba a hacerlo. Pegó un puñetazo en el estómago a Taka, que dejó escapar un gruñido sordo antes de golpear a su primo con mucha más fuerza que cuando eran niños.
Reno levantó las piernas, Taka salió volando y cayó de espaldas. Reno lo agarró de la camisa dispuesto a estrellarlo contra el suelo. Sin embargo, había cosas más importantes. Como el despiadado plan de Hitomi o Jilly, que estaba dándoles una paliza con un bolso falso de Chanel lleno de cadenas.
Reno se tumbó de espaldas en el suelo con la respiración entrecortada y Taka se quedó inmóvil.
Reno tuvo la tentación de patearlo, pero ya resolverían eso en privado.
Taka se sentó con un aspecto lamentable. Uno de los puños de Reno lo había alcanzado en el pómulo y enseguida tendría un ojo morado, algo más fácil de ver que la costilla que Taka le había roto a él. Reno también se sentó y disimuló la mueca de dolor.
—¿Cuántas veces te hemos dicho que no tocaras a Jilly? —preguntó Taka en un tono aterrador—. Summer te dijo que estaba encaprichada de ti… y te has aprovechado…
Oyó que Jilly tomaba aliento y no cometió el error de mirarla.
—Las cosas no siempre salen como las has planeado, Taka–san. Fue un accidente que no volverá a ocurrir.
—¿Cómo es posible que acostarte con mi cuñada, la chica que te advertimos que no tocaras, sea un accidente? ¿Te tropezaste con ella y la penetraste sin querer?
Taka oyó el lamento involuntario de Jilly y se volvió para mirarla. Reno hizo lo mismo. Estaba pálida, conmocionada y desesperada.
—Lo siento, Jilly —se disculpó Taka—. No es culpa tuya. Reno echa las garras a quien puede. Sabía que eras vulnerable y tenía órdenes de mantenerse alejado de ti.
—Alguien tenía que salvarle la vida —replicó Reno—. Tú no estabas a mano y el Comité está desorientado.
—Ese alguien no tenía por qué acostarse con ella —insistió Taka.
Reno se levantó con una ligera mueca de dolor.
—Creo que podemos dejar esta discusión para más tarde. No lleva a ninguna parte. Ya he decidido que no voy a volver a tocarla. Tenemos que concentrarnos en sacar a Ojiisan de aquí. Con nosotros.
—Ya te lo dije, no he podido acercarme a él. Todos los accesos están muy vigilados. ¿Dónde está Kobayashi? ¿Está metido en todo esto? Siempre ha sido incondicional del abuelo.
—Es espía de Ojiisan. No sé cuánto confía Hitomi en él; todo el mundo sabe que moriría por Ojiisan.
Reno recogió la camisa.
—¿De dónde ha salido Hitomi–san? —preguntó Taka con el ceño fruncido—. ¿Lleva mucho tiempo en la familia? No lo recuerdo.
Taka también se levantó y se llevó la mano al pómulo.
—Es de una familia gurentai; aunque no sé de cuál, creo que es de Kuromaku. Siempre han sido muy violentos, pero los Yamaguchi–gumi han matado a casi todos sus integrantes. Necesitan kobun nuevos y hacerse con la familia Ojiisan sería una jugada perfecta.
Reno miró furtivamente a Jilly. Se había abotonado bien la camisa y se había sentado con las piernas cruzadas en un rincón. Estaba distante, silenciosa e impasible. Sólo podía esperar y rezar para que siguiera así hasta que Taka la sacara de allí.
—Tienes que llevarte a Jilly a algún sitio seguro —siguió Reno—. Yo me quedaré para intentar llegar hasta Ojiisan.
Supuso que Jilly discutiría, pero ella no dijo nada. Taka sacudió la cabeza.
—No podemos arreglar esto solos. Sobre todo, si el anciano está prisionero. Además, no conozco ningún sitio donde llevarla para que no la encuentren. Tiene que quedarse contigo mientras voy a buscar ayuda. Al parecer, le has salvado la vida más de una vez; puedo contar contigo para que no le pase nada, pero ni se te ocurra tocarla.
—No voy a tocarla nunca más. Ya te lo he dicho —Reno lo dijo inexpresivamente—. Me conoces. No creo en el compromiso ni en las relaciones estables. Me gusta la novedad. Ya he disfrutado de ella, no tengo necesidad de volver a terrenos conocidos.
Reno no sabía a quién intentaba engañar; si a Taka o a Jilly… o a él mismo.
Taka entrecerró los ojos y Reno se preparó para otro ataque, pero su primo acabó asintiendo con la cabeza.
—Dejaré que Summer se ocupe de ti. Hasta entonces, estaréis más seguros si os quedáis quietos. He reunido toda la información que he podido y no tienen pensado haceros nada hasta que me capturen. Así que deberíais estar a salvo. Si no, espero que mueras intentando salvarla.
—Es una pesadilla demasiado grande para morir.
Reno la miró, pero ella no reaccionó. Se quedó donde estaba, en silencio, esperando.
Taka, sin hacer caso a Reno, fue hasta ella, se agachó y la tomó de las manos. Eso molestó a Reno; Taka no tenía por qué tomarla de las manos. Aquello no era asunto suyo. Daba igual que no quisiera saber nada más de ella; tampoco quería que nadie la tocara, ni siquiera su cuñado. Más tarde se ocuparía de encontrar sentido a eso, pero, entretanto, tendría que rabiar un rato.
—¿Te parece bien, Ji–chan? Detesto tener que dejarte con este canalla malnacido, pero no tengo otro remedio. Te protegerá; de eso estoy seguro.
Le habló con delicadeza y eso también le molestó. A Taka no le correspondía ser delicado con Jilly, eso le correspondía a él. Cuando le apetecía, se recordó a sí mismo.
—Claro, Taka —ella lo dijo con tanta serenidad que Taka supo que era mentira—. Reno protege muy bien a la gente y sé que harás todo lo posible para ayudarnos. No me gustaría ser una demora para ti.
Taka no pareció muy convencido. Ese tono tranquilo y sensato de Jilly era una señal evidente de que iba a estallar, se dijo Reno.
—A lo mejor puedo llevarte a la embajada de Estados Unidos antes de…
—No hace falta —le interrumpió ella—. Llevo cuatro días aguantándolo, creo. He perdido la noción del tiempo. Puedo sobrevivir otro día o más. Sobre todo, ahora que no va a tocarme —lo miró con unos ojos inexpresivos y luego sonrió a Taka con una dulzura que nunca le había mostrado a él—. Estaremos bien.
—Te prometo, Ji–chan, que Summer se ocupará de que se arrepienta de haber nacido —aseguró Taka mientras se levantaba.
Ella se rió. Fue una sonrisa falsa, pero Taka no se dio cuenta. No la conocía tan bien como él, se dijo Reno con desaliento.
—Estoy segura de que lo hará —dijo ella—. Me gustaría poder presenciarlo, pero en cuanto salgamos de aquí, será mejor que me largue a Los Ángeles. Tengo que volver a mis clases. Esperaré a que los dos podáis ir a visitarme con mi hermana.
Era la mejor noticia que Reno había oído en mucho tiempo. Se alejaba voluntariamente. Viviría en el otro extremo del mundo y dejaría de ser un problema. No parecía su primer revolcón de una noche. No obstante, debería serlo si era virgen. Aunque nunca le había explicado qué era ser medio virgen. Seguramente, todo menos la penetración. Tenía que dejar de pensar en esas cosas cuando estaba mirándola.
—Volveré lo antes que pueda. No tardaré más de veinticuatro horas —le prometió Taka.
—¿Qué pasará si te atrapan mientras intentas salir de aquí? —preguntó Reno—. No podrás ser un héroe y apuntarte una victoria si te cuelgan.
No le gustó la mirada de Taka. En vez de irritado, pareció divertido.
—Nunca me han atrapado, Reno. Deberías saberlo. Sólo cuando me ha convenido y, en este momento, tengo que estar libre para ir de un lado a otro. Mantenla sana y salva o te cortaré el cuello.
Le dio un abrazo brusco, que dejó atónito a Reno, y desapareció.
—Maldito canalla —dijo Reno—. Cree que vamos a morir. Taka no me abraza si no cree que va a pasar algo grave.
Jilly no dijo nada. Seguía sentada en el suelo con las rodillas contra el pecho y la mirada perdida en el infinito. Por un instante, se quedó aterrado al pensar que había vuelto al estado de shock que se adueñó de ella después de volarle la cabeza a aquel hombre. Aunque… quizá no fuera tan espantoso si tenía que volver a despertarla como lo hizo la otra vez. No, no estaba en estado de shock, había estado hablando con Taka. Además, decirle que no tenía interés por ella era mucho más suave que liquidar a alguien.
—¿Vas a quedarte ahí sentada sin hacerme caso? —preguntó él sin parecer enfadado.
Las mujeres que se habían molestado con él siempre habían intentado castigarlo con el silencio y era inmune a ese castigo.
Ella ni siquiera lo miró.
—Muy bien, eso facilita mucho las cosas —Reno se tumbó en el camastro e intentó no pensar en lo que habían hecho allí hacía unas horas—. Taka volverá con ayuda o no. Hasta entonces, no pienso quedarme de brazos cruzados esperando la ejecución.
Ella ni siquiera parpadeó.
—Si Taka puede salir de aquí, yo también puedo —siguió Reno—. Incluso se me da mejor abrir cerraduras.
Naturalmente, el silencio sepulcral era muy desesperante y él conseguía a duras penas no enojarse tanto como para mostrar algún sentimiento. De entrada, los sentimientos lo habían llevado a esa situación con ella, quisiera reconocerlo o no.
—Le concederé un par de horas. Si Taka no consigue salir, vendrán a por nosotros; no tiene sentido retenernos aquí cuando han conseguido lo que buscaban —miró a la bombilla que colgaba del techo—. Dormiré un rato. Si pasa algo, puedes despertarme.
Para su sorpresa, oyó un ruido donde estaba ella. No era tan testaruda como se había imaginado; había supuesto que aguantaría más tiempo. Aunque tampoco había dicho nada, sólo había sido un gruñido despectivo. Él levantó la cabeza, pero ella no lo miró.
—Tú tienes la culpa de que estemos aquí. Si no hubieras salido corriendo, yo no habría tenido que perseguirte y los dos estaríamos sanos y salvos en la habitación de ese hotel. Al menos, tú lo estarías; yo estaría intentando adivinar qué estaba pasando.
Silencio.
—Para variar, es maravilloso poder oírme sin interrupciones. Lo que me gustaría saber es qué han hecho con mi abuelo y si él sabe o no hasta dónde han llegado las cosas. Si está vivo o no… Pero sé que está vivo. Aparte de Taka, ha sido la única familia que he tenido durante casi toda mi vida. Si le hubiera pasado algo, lo sabría.
Eso le pareció un poco sentimental, pero daba igual ya que ella no lo escuchaba.
—Si tuviera que elegir entre salvar tu vida o la de mi abuelo, elegiría la de mi abuelo. Te quedarás sola. Si Hitomi decide torturarte, puedes hablar hasta matarlo. A no ser que Azuki salga del hospital y decida vengarse. Sabe que no puede matarme, pero no vacilará en volarte la tapa de los sesos. Perdona, no quería recordártelo.
Era exactamente lo que había querido hacer, pero ella no había reaccionado. Jilly se inclinó hacia delante hasta apoyar la cara en las rodillas. Pareció muy joven y muy sexy. Tenía que dejarse de tonterías, se dijo Reno. Había conseguido que ella se olvidara de muchas ideas románticas. No podía estropearlo por pensar con la entrepierna. Lo curioso era que los problemas no le llegaban de la entrepierna. Naturalmente, por algún motivo disparatado seguía queriendo follar con ella cuando debería estar pensando en otras cosas, pero, más aún, quería que estuviera tumbada a su lado en el camastro, que le rodeara el cuerpo con los brazos, que apoyara su cara en su hombro, que su corazón latiera contra el de él. Podía intentarlo…
—Hay sitio en el camastro; por si quieres estar más cómoda…
Recibió otro gruñido despectivo de ella, pero le pareció un pequeño triunfo. Si ella se resistía, significaba que estaba haciéndolo bien. Ya sólo le quedaba pensar una manera de salir de allí y encontrar a su abuelo antes de que Hitomi cayera en la cuenta de que lo más fácil e inteligente era librarse de ellos.
Sabía lo que paraba los pies a Hitomi–san. Había bastantes integrantes de la familia que si bien no le eran fieles del todo, al menos respetaban y admiraban a su abuelo y no permitirían que Hitomi lo deshonrara. Eso, sin embargo, sólo frenaría un tiempo la mano de Hitomi. Además, el respeto mostrado hacia Ojiisan no tenía por qué aplicarse a su impetuoso nieto y a una gaijin intrusa.
Podía esperar a que volviera Taka. Nada había detenido nunca a Taka cuando se le había metido algo en la cabeza y Reno estaba seguro de que acabaría apareciendo y saliendo victorioso. Sería lo más inteligente que podía hacer; intentar hacer algo solo podría ser un peligro para Jilly y podría obligarlo a relacionarse con ella. Si se quedaba tumbado en el camastro, sin pensar en lo que había pasado hacía unas horas, acabaría libre como un pájaro. La miró preguntándose si estaría llorando. No estaba llorando. Su cara expresaba una serenidad que lo desasosegaba. No era tan tonto como para pensar que ella había asimilado bien que la hubiera repudiado. Sólo esperaba que ese silencio fuera su forma de vengarse. Sin embargo, tenía la espantosa sensación de que tramaba algo muchísimo peor.