Cómo sobrevivir a una noche con la diosa
SEGÚN Charlie, la historia que contó Sigerson acerca de lo que había sucedido con la diosa Kho era un tanto confusa. Quizá se debiera a que el falso noruego ya no podía levantar los pies del suelo, sino que los arrastraba y Charlie tenía que ir cargando con él. Sigerson apenas podía respirar y de vez en cuando se detenía para vomitar, aunque no tenía absolutamente nada en el estómago.
Charlie ni siquiera quería plantearse la posibilidad de que él hubiera contraído la fiebre Tapanuli. Tenía muchas opciones de que así fuera. Había estado en un campamento donde se respiraba la enfermedad, en el nido del animal que la transmitía, y ahora llevaba encima a un moribundo que le estaba echando el aliento y las babas encima todo el tiempo. Al mismo Charlie empezaba a costarle mucho trabajo respirar.
El capitán Marlow sintió cómo Sigerson iba perdiendo la consciencia conforme avanzaban en la selva. Le preguntó por su verdadero nombre, pero Sigerson no se dejó engañar. Y después le preguntó por la diosa Kho.
—Los nativos me entregaron a la diosa para aplacar sus iras —dijo—. Según ellos, yo sería el nuevo novio de Kho. O eso creí entender. ¿Sabe usted que me desnudaron y me cubrieron de flores y aceites?
—Sí —dijo Charlie, que le había contado todo lo sucedido desde que dejó a Sigerson en compañía de la vieja bruja desdentada. Pero Sigerson ya no era el mismo de antes, no prestaba la misma atención ni lo interrumpía en mitad de un pensamiento. Estaba agotado y muy, muy enfermo. No había hecho ningún comentario ante el relato de Marlow, pero soltó un par de gruñidos significativos cuando Charlie le habló del coronel bigotudo y los dos hombres que lo acompañaban. Marlow sabía que Sigerson los conocía, o debía tener noticia de su existencia pues andaban tras él. El falso noruego farfulló algo acerca de una roca arrojada desde una montaña, mencionó un nombre (“Moran”), y Charlie creyó entender que dijo “rifles de aire comprimido”.
¿Qué habría sido de ese trío de criminales?, se preguntó Marlow, y deseó que alguno de los habitantes de la isla —cualquiera de los de la serie MGN, preferiblemente— se los hubiera zampado.
—Fue delicada conmigo, esa criatura —dijo Sigerson—. Más que la mayoría de las mujeres a las que he conocido. Me llevó con mucho cuidado en las palmas de sus manos, amigo mío. En las palmas de sus manos…
—¿Y no pensaba comérselo a usted? —dijo Charlie.
—Eso pensé yo al principio, capitán, pero… Ya ve que no fue así.
—¿Entonces?
—Usted es un marino curtido y un hombre de Diógenes —dijo—. Pero tiene un estómago sensible, por lo que he podido observar.
Charlie gruñó. Le hubiera gustado ver a Sigerson comiendo gusanos gigantes.
—No importa —dijo Charlie.
—Ya. Bien, le diré que esa criatura, esa reina, me quería realmente como novio —dijo Sigerson, y justo entonces se desmayó. Charlie se detuvo para darle unos cachetes en el rostro y logró que el falso noruego regresara al mundo de los vivos.
—Tiene que aguantar, Sigerson…
—Tengo que escribirle a Watson —dijo—. Necesito papel y pluma. Watson tiene derecho a saber que aún estoy vivo, ¿comprende, capitán? Le debo una disculpa…
Charlie no entendía nada, salvo que Sigerson estaba delirando. ¿Por qué iba a escribirle al simio gigante para contarle que aún estaba vivo?
—Hábleme de la diosa Kho —dijo Charlie—. ¿Qué es eso de que lo quería a usted cómo novio?
—Pues eso mismo, amigo mío… Nunca he sido muy aficionado a contarle a nadie detalle alguno de mi vida íntima y mucho menos he hecho gala de mis conquistas. Pero esa giganta quedó prendada de mí, ¿sabe usted, capitán?
—¿Quiere usted decir que esa mona quería…?
—Sí, mi querido amigo, así es.
Charlie no sabía si Sigerson había querido decir lo que había dicho. No podía creerlo. Y tampoco quería creerlo.
—¿Y entonces? —dijo Charlie.
Sigerson se echó a reír.
—Estoy aquí con usted, ¿verdad?
—Claro… Pero, escuche, Sigerson, la diferencia de tamaño…
—Hice lo que pude, capitán. Como cualquier otro hombre.
—Pero es imposible que…
—Piense que los caballeros no disponemos de un solo recurso para… galantear con las damas.
Y dicho esto, Sigerson volvió a desvanecerse.
Charlie logró que despertara de nuevo, pero el falso noruego no terminó de volver en sí. Seguía delirando, le pidió de nuevo papel y pluma y le dijo a Watson que lo sentía, que tendría que haber confiado en él… Marlow se alegró de no conocer más detalles acerca del modo en que había logrado sobrevivir a su encuentro con la diosa Kho. Tenía suficiente con los detalles que le proporcionó su febril imaginación.