Capítulo 36
“¿Padre?”
El alguacil se encuentra de pie a mi lado.
Se inclina hacia mi oreja, y habla tan bajo como puede. “¿Puedo… puedo aceptar su oferta de confesión?” Lo sigo de vuelta a los mismos asientos donde hablamos anteriormente.
“Puede que necesite ayudarme con esto. Ha pasado mucho tiempo,” me dice mientras se acomoda en su asiento.
“No hay de qué preocuparse,” digo increíblemente complacido de que me haya pedido escuchar su confesión.
“Bueno. Entonces, eh… perdóneme Padre, pero ha pasado, eh… diablos, ni siquiera lo recuerdo. Digamos simplemente que fue cuando estaba en la secundaria que tuve mi última confesión.”
Asiento con la cabeza en silencio, pero alentándolo a que continúe.
“Y desde entonces, ¡vaya!... ” Tiene en sus manos un cuadernillo que tiene por título ‘Examen de Conciencia’ y lo mira fijamente. “No sé cuántas de estas cosas he hecho desde ese entonces, así que deseo confesar cada vez que he pecado en las maneras que menciona este libro.”
Espero un momento y luego digo, “Bien.” Antes de que pueda continuar hablando, me dice:
“Pero en verdad debo confesar también…” descuelga su cabeza; el peso del remordimiento hace que le sea difícil mantenerla erguida.
“Tómese su tiempo,” le digo. “Recuerde que le está hablando directamente a Dios. Él lo conoce, lo ama, y quiere que confiese sus pecados. Yo estoy aquí en Su lugar, pero Él está aquí, en verdad. Y lo que sea que diga permanecerá entre usted y Dios. Enfrento consecuencias bastante graves si alguna vez llego a repetir lo que confiese. Así que, desahóguese.”
Veo un destello de esperanza, por ligero que sea, comenzando a aparecer en sus ojos. Algunos desordenados, y otros mezclados, pero todos sinceros y dolorosos, sus recuerdos comienzan a resurgir.
“Está bien. Michele Jerpun ha sido mi amante durante años, más de una década, por lo menos. No estoy seguro de si soy un adicto al sexo, pero lo que sí sé es que soy adicto al sexo con ella. A lo que me refiero es a que soy adicto a tenerla a ella en mi vida, y el sexo con ella hace gran parte de la mía. Me vuelve loco, sí, pero nunca he tenido sexo con la esposa como con ella. Jamás.”
“¿Sabe más o menos cuántas veces?” pregunto.
Su cabeza se levanta de repente, y sus ojos miran arriba y a la derecha mientras intenta hacer el cálculo.
“Yo, ¡mierda!, eh… maldición, no lo sé. ¿Desde mi última confesión en la secundaria? Tal vez cien. Sí,” hace una pausa y calcula, “al menos cien. Pero desde que me casé, solamente como 13 o 14 veces con diferentes mujeres, puede que más, a este momento ya no estoy seguro. Mi vida con la esposa era mala, muy mala. El sexo era inexistente. Y cuando hacíamos el amor, me hacía sentir como si me estuviera haciendo un favor gigantesco.
“Cuando me casé con ella no tenía en absoluto la intención de acostarme con ninguna otra mujer, nunca. Y así lo hice por mucho tiempo. Pero cuando tuvimos nuestra hija, algo en ella cambió. Ya no le interesaba el sexo. Luego volvió a trabajar y algo más cambió, se volvió aún más distante. Después le dio cáncer de seno, y, pues bien, todo terminó después de eso. Nuestro romance acabó, dejamos de tener diversión juntos, y el hecho de tener que vivir la vida, pagar las cuentas, y hacer todo lo necesario para ganarnos la vida simplemente nos agobio por completo. Pero cuando comenzó a hacerme sentir inferior a todo hombre, y a compararme con otros tipos – bueno, simplemente digamos que no solamente me hizo sentir como que no me amaba, también sentí que ni siquiera me respetaba o le atraía. Y eso me dolió hasta lo más profundo.
“Y entonces comencé a buscar otras mujeres. Padre, existen tantas mujeres infelices en sus matrimonios ahí afuera que fue fácil, muy fácil. La mayoría de ellas fue cosa de una noche que era justo lo que ambos queríamos. Tenían razones de todo tipo para hacerlo. Una de ellas simplemente quería ser una chica mala. Otra quería vengarse de su esposo por sus amoríos. Algunas no tenían intimidad en sus vidas y se sentían descuidadas o poco valoradas; solamente bastó con unas pocas palabras bien dichas de mi parte para que ambos nos derritiéramos en nuestros brazos en algún hotel donde nadie nos conocía – solamente buscaban ser abrazadas, deseadas, cuidadas, así fuera por una noche. Déjeme decirle, hubo ocasiones en las que por un pelo me escapé de esposos sospechosos, y algunas mujeres medio locas con las que nunca debí haberme metido en primer lugar. Yo mismo me había enredado en una telaraña gigante con todas mis mentiras. ¡Pero yo soy un santo comparado con muchos otros tipos que conozco!
“Luego conocí a Michele y… ¡vaya!, ni siquiera puedo explicar lo mucho que me enamoré de ella. Fue intenso desde el principio. Ella era soltera y estaba muy metida en el estilo de vida de intercambio de parejas. Me dijo que dejaría de hacerlo y prometió enfocarse solo en mí, en nosotros, y así lo hizo. Pero cuando a la esposa le dio cáncer de seno, yo sabía que debíamos ponerle fin. Y lo hice.”
Me pregunto si Michele Jerpun es la persona que la Detective Renae dijo que yo conocía que estaba involucrada en el intercambio de parejas. Si es así, el alguacil parece pensar que ella dejó de hacerlo.
“Fue ahí cuando se casó con Cameron Gambke, por ella y por Gina. Durante años nos veíamos ocasionalmente. Luego se divorciaron y nosotros nos juntamos nuevamente. Como ve, Michele se convirtió en mi razón de vivir. No quería divorciarme y lastimar a la esposa o a nuestra hija, y tampoco quería botar mi vida a la basura ni todo por lo que había trabajado en mi carrera. Estaba cansado de ir de aquí para allá intentando encontrar la persona correcta. Solo quería ser amado y apreciado. Así de simple.
“Vivir esa doble vida fue bastante fácil una vez creamos una rutina. Cuando volvimos a estar juntos simplemente nos entendimos perfectamente y pronto parecía que éramos nosotros los casados; la esposa era solamente alguien con quien yo compartía una casa. Detesto decirlo, Padre, pero he tenido sexo con Michele muchas más veces de las que he estado con la esposa. Y en muchas ocasiones era simplemente sexo loco; algo erótico que sucedía en cualquier lugar y a cualquier hora. Hace apenas unas semanas fui a visitarla a ella y a Gina al hospital e hicimos el amor ahí mismo. Ella insistió. Me dijo que la excitaba mucho ya que había oportunidad de que nos pescaran.”
“¿En la misma habitación de Gina?” digo abruptamente.
“Pues, sí… es decir, me aseguré de cerrar la cortina en caso de que despertara de su coma, para que no viera. Pero por supuesto que hubiera podido escucharnos. A Michele no parecía importarle lo que sucediera. Debió haber tenido dos o tres orgasmos, ¡y ella es bastante ruidosa! Y todo en lo que me podía enfocar era en ese maldito tatuaje que se hizo cuando comenzamos nuestra aventura. En serio, todo lo que quería era terminar. Parecía tan incorrecto hacerlo con Gina al otro lado de la cortina.”
No sonríe. De hecho luce horrorizado al recordar lo que seguramente le dio mucha satisfacción antes.
“Ese maldito tatuaje. Tiene tatuado ‘EBYT’ en su espalda baja; un regalo para mí luego de que nos conocimos. Me dijo que eran las iniciales de su canción favorita, ‘Every Breath You Take’ de Sting. Me dijo que significaba que si moría primero que yo, siempre me cuidaría desde el Cielo. Pero durante los momentos difíciles entre nosotros, como cuando decidí que no iba a dejar a la esposa luego de que mi hija estaba teniendo muchos problemas…”
Se detiene y me mira atentamente.
“Nuestra hija fue violada, Padre, y eso me desconcertó por completo. Y bueno, después de eso, el verdadero significado del título de la canción me cayó como un baldado de agua fría cuando le dije que debíamos terminar la relación. Cortó con una navaja las llantas de mi camioneta nueva y con una llave marcó las mismas iniciales ‘EBYT’ por todos lados, de lado a lado, atrás y adelante. La llamé de inmediato. Me dijo ‘Nunca jamás te alejes de mí. Seré tu peor pesadilla y te acosaré hasta que te mueras ¡Malnacido!’ poco después me enteré que esa canción podía ser para acosadores, cuando un amante deja al otro.”
“¿Pero todavía están juntos?” pregunto.
“Bueno,” mueve sus manos nerviosamente, “sí. Estamos atados el uno al otro. Además, estoy enamorado. Parece que no puedo separarme de ella.”
“¿No puede o no quiere?” pregunto con insistencia.
No me responde y decide en cambio desviarse del tema.
“Pero podría jurar que la esposa también tenía un amante, tal vez hasta unos cuantos, ni lo sé. Es decir, comenzó a comentar que su trabajo y luego sus estudios para convertirse en una consejera sobre el abuso de sustancias eran muy importantes, y también que quería su independencia, así que literalmente dejamos de hacer cosas juntos. Estábamos juntos por Sheri, así de sencillo.
Todo era bastante claro. Ella quería pasar mucho tiempo alejada de mí. Literalmente dejó de necesitarme. Dejó de sermonearme, y luego de un tiempo ya ni siquiera se ponía brava conmigo. Siempre era exageradamente reservada, con nuestro dinero o cuando estaba en internet. Cada vez que le hacía una pregunta, ella evadía hasta la más sencilla. Y cuando salía con sus amigas, se vestía sexy. Pero nunca se vestía así para mí cuando teníamos alguna cita ocasional. En este momento, soy tan irrelevante para ella como lo puede llegar a ser un hombre para su esposa. No lo ha dicho, ¡pero puedo sentirlo perfectamente!”
“¿Entonces está seguro de que ella tiene un amante? Digo, ¿la ha seguido o ha hecho que alguien la siga?” tengo que preguntarle; después de todo, él es el alguacil.
“No, no he podido probar nada. Es decir, sí, he hecho que la sigan cuando sale con sus amigas, pero hasta ahora no ha resultado nada. También he rastreado sus llamadas. Parece que frecuenta el parque muy seguido, o que conduce por horas pero no va a ningún lugar.”
Su razonamiento lo ha llevado de vuelta al punto de partida. Como él tiene un amante, desea convencerse a sí mismo que ella también. Le permite liberarse de toda culpa, de racionalizar su propio comportamiento adúltero. Lo he visto antes, pero en la mayoría de los casos, la esposa simplemente está buscando cosas para mantenerse ocupada, o desea encontrar un poco de felicidad en su vida dado que su matrimonio es tan doloroso, inexistente y mentalmente dañino. Lo más probable es que la Sra. Luder esté simplemente intentando sobrevivir y traer un poco de normalidad de vuelta en su vida. ¿Será posible que tenga un amante? Sí. Solamente Dios y la Sra. Luder conocen la respuesta a esa pregunta.
“Eso sí, una vez la atrapé masturbándose. Después me enteré que había ido a una fiesta de juguetes sexuales. Encontré un poco de consoladores y otras cosas en su cómoda.”
“Sabe, hay una posibilidad de que en realidad no haya ningún otro hombre. Algunas mujeres me han dicho que con todos los juguetes sexuales que existen ahora, ya ni siquiera necesitan un hombre lo que hace de la masturbación un gran problema. Por supuesto, eso no la justifica,” enfatizo.
Me mira sorprendido de que yo tan siquiera sepa de este tipo de cosas.
“En confesión, Alguacil, ahí es que me han contado todo eso. No estoy rompiendo el sigilo de la confesión al contarle esto.
“Las relaciones extramatrimoniales son demasiado comunes en nuestro mundo hoy en día, así que es algo de lo que escucho un montón. Pero el hecho de escucharlo durante el Sacramento de la Reconciliación es algo muy bueno, cuando lo vemos a los ojos de éste sacramento de curación. Pero tenga presente que quizás ella esté bien sin tener un orgasmo en absoluto. Eso también es muy común. No para todas las personas el mundo gira alrededor del sexo.”
Asiente con la cabeza, y continúa nuevamente animado.
“De verdad pienso que la razón más grande por la que comencé a engañar a la esposa fue debido a ella. Me refiero a que sin importar lo que hiciera, sin importar lo mucho que me esforzara, nada parecía importar. Estaba convencida de que yo no era lo suficientemente bueno para ella. En ese momento supe que no podría ganar. Así que dije, ‘a la mierda todo’ y comencé con los amoríos. Fue así de sencillo, y no miré atrás hasta... hasta que esa maldita mujer me chocó. Y eso, por supuesto, ocurrió mientras yo hablaba con Michele por celular.”
El hospital. Michele saliendo del ascensor. Probablemente ella era quien lo estaba visitando y a la que se refirió la enfermera; y no la Sra. Luder.
Levanto mi mano.
“Enfoquémonos en usted. Su mundo. Sus decisiones. Sus pecados. Su confesión. No la de ella o lo que cree que ella ha hecho, incluso si tiene la razón en parte o en todo lo que me ha dicho. Parte de su sanación será el aceptar que la Sra. Luder es una persona real, creada por Dios, quién la ama completamente. Así que quiero que comience a referirse a ella por su nombre. Jean, o Jean Luder, o la Sra. Jean Luder, o quizá ‘mi’ esposa, o algo mucho más personal. Decir ‘La esposa,’ ya no le va a funcionar más, ¿de acuerdo?”
Asiente con su cabeza nuevamente, y absorbe mis comentarios.
“¿Lamenta lo que ha hecho? ¿En verdad se arrepiente sinceramente lo que ha hecho? Porque si es así, en su corazón, tenga por seguro que Dios responderá inmediatamente a su arrepentimiento.”
“Sí, sí, Padre,” Su cabeza se mueve de arriba abajo lentamente y sus ojos se tornan vidriosos, “en verdad me arrepiento de todo. De cada cosa. Sé que debo cambiar. Tengo tanto odio dentro de mí, tanta ira hacia mi esposa, hacia las cosas que han sucedido en mi vida, hacia Gambke, y hacia el mundo que creí era real. Pero principalmente estoy harto de mí mismo. He sido tan orgulloso, tan arrogante; pensé que tenía la razón en todo lo que hacía. Que estaba justificado. Lo veía como ‘¡pobre de mí!’ y sentía lástima por mí mismo.”
“Pues bueno, el remordimiento y la humildad son sus primeros grandes pasos. Darse cuenta de que Dios es Dios y nosotros no. Pero… ¿qué va a hacer al respecto?” Él debe tomar ciertos pasos, y yo estoy aquí para señalárselo.
“¿Qué voy a hacer al respecto?” Lo tomé por sorpresa. Ha olvidado que hay diferentes elementos en una confesión profunda.
“Déjeme contarle una historia breve para ayudarle a entenderlo mejor. Una vez en mi antigua parroquia una muchacha joven y agradable vino a confesarse conmigo. Me contó que al día siguiente sus padres renovarían sus votos matrimoniales y ella quería poder recibir la Sagrada Comunión durante la celebración de la misa. Al menos sabía que si se encontraba en un estado de pecado mortal, no podría hacerlo. Sin embargo, tenía miedo de decepcionar a sus padres si no la veían recibiendo la Comunión. Cuando le pregunté lo mismo que le acabo de preguntar a usted, me dijo, ‘Pues… nada.’ Ella había estado viviendo con su novio por seis meses, y constantemente tenían sexo premarital. A eso se le llama ‘fornicación,’ que básicamente son las relaciones sexuales entre un hombre soltero y una mujer sotera. También es una seria violación al Sexto Mandamiento. Sabiendo eso, no podía darle la absolución porque en realidad no estaba arrepentida de sus pecados; simplemente cumplía con las formalidades y no había contrición real en su corazón.
“Para que alguien haga una buena confesión, el penitente debe estar arrepentido de sus pecados, odiar o detestar sinceramente los que ha cometido, y estar decidido a no pecar de nuevo. Ése es el acto más importante del penitente. Bueno, puede que caiga y vuelva a pecar después de su confesión; esa es la naturaleza humana. Pero lo importante es que cuando confiese sus pecados en verdad los odie y no pretenda repetirlos, y – este es un componente crítico en una confesión profunda – planee hacer un esfuerzo sincero para no pecar nuevamente.
“El Sacramento de la Reconciliación es un gran regalo que nos ha dado Dios. Nadie nunca debe burlarse de él, o pensar que están engañando a Dios cuando se confiesan frente a un sacerdote ordenado.”
El alguacil se considera esto por un momento.
“Bueno, ya sé que debo tomar algunas clases sobre la adicción al sexo. Para ser honesto, me complace que la Detective Gambke sea nuestra Detective de Crímenes Sexuales porque no quiero estar expuesto a todas esas fotografías. Me refiero al porno. No a las violentas, porque esas me repugnan. Pero cuando veo el porno común y corriente, simplemente me dan ganas de tener sexo con Michele. No quiere poner mis ojos en nada de eso.”
“Pues bien, ese es un buen comienzo y una buena táctica que puede utilizar en el trabajo. ¿Qué más?” insisto.
“Supongo que necesito terminar la relación con Michele, pero lo he intentado tantas veces.” Baja su mirada y mueve su cabeza de lado a lado a modo de derrota.
“Sí, por supuesto,” digo. “Está cometiendo adulterio y ese es un pecado contra el Sexto Mandamiento. Debe orar por la gracia para poder terminar las cosas con ella y también por la sabiduría para saber cómo hacerlo. Además, debe asegurarse de que suceda.”
Una mirada de desespero se ve plasmada en sus ojos, y permanecemos en silencio por algunos minutos.
“Éstas son algunas prácticas que le recomiendo bastante que realice. Ya hemos hablado de algunas con anterioridad, pero considero que son muy importantes. No es exhaustivo, pero es un gran comienzo. Consiga una buena Biblia Católica y una guía de estudio. Luego, lea el Catecismo de la Iglesia Católica; existen incluso guías de estudio para eso también si así lo quiere. Además, rece el Rosario. Todos los días. Esto es de gran importancia para que pueda salir de la oscuridad en la que ha estado viviendo. Y recuerde que rezarlo no es una carrera; las oraciones deben ser un mantra reconfortante de fondo mientras usted medita sobre los misterios específicos de ese día.”
Hace un gesto de aprobación.
“Bien. También estudie las vidas de tantos santos y místicos como le sea posible. Se sorprenderá al conocer los retos que debieron enfrentar; muchos debieron luchar contra las tentaciones sexuales como San Agustín, San Benito, San Jerónimo, Santa Margarita de Cortona, San Felipe Neri, San Carlos de Sezze, o San Clemente María Hofbauer. Ore a ellos, y pídales su ayuda y guía.
“Y, la semana después de la Pascua el próximo año, considere aprovechar plenamente el Domingo de la Divina Misericordia. Tal vez pueda leer sobre la vida de Santa María Faustina Kowalska a quien Nuestro Señor visitó en un convento en Polonia en 1931 para hablarle sobre este regalo grandioso y misericordioso para la humanidad.”
Asiente con su cabeza nuevamente y se ve alegre de tener algo concreto que hacer.
“Y, como lo dije anteriormente, en el momento que vea alguna tentación, no solo apártese de ella, huya rápido. Haga estas cosas y no tendrá que preocuparse por Satán. Y, más importante aún, cuando caiga – no si cae, sino cuando lo haga – levántese e inténtelo nuevamente, cada vez que suceda. Le tomo años llegar a donde está ahora, así que no se desanime, ¿está bien? Pero no ceda, jamás. ¡No se rinda! Su alma inmortal cuenta con eso. Siempre confié en Dios, porque Nuestro Señor dice, ‘Venid a mí, porque mi yugo es suave y mi carga ligera.’”
Su cabeza está ahora más arriba y su respiración se ha relajado un poco.
“¿Le gustaría confesar algo más? Si no, puede decir su acto de contrición y le daré su absolución y su penitencia.”
Pasa nuevamente su mano derecha por su cabello, hace una pausa, y luego sacude su cabeza.
Le ayudo con su acto de contrición y luego digo la oración de absolución.
Logra con vacilación una sonrisa luego de darse cuenta de que después de muchos años finalmente se ha confesado. Sin embargo, aún parece que algo le molesta. Tal vez no crea que Dios lo ha perdonado.
“Es extremadamente importante que entienda lo que acaba de suceder,” le digo. “Dios lo ha perdonado. De verdad. Y debido a que Él lo perdonó, usted debe perdonarse a sí mismo. Ya sucedió. Punto.
“Y para su penitencia, quiero que inmediatamente termine cualquier comunicación con Michele. Vuélvase a comprometer a su esposa. Recuerde los votos matrimoniales que hizo, las promesas que le hizo a ella en presencia de Nuestro Señor y los testigos que estuvieron en su boda. Tome junto a Jean algunas clases sobre el matrimonio, o vayan a un retiro. Hay uno muy bueno llamado Retrouvaille.”
Aún se le ve muy desolado, y dice: “Definitivamente haré eso con mi esposa. Pero, eh… no creo que pueda sacar a Michele completamente de mi vida nunca.”
“¿Por qué?” digo, mientras me pregunto la razón por la cual luego de esta discusión tan profunda y su maravillosa confesión, en combinación con lo que ha visto en este viaje, aún esta reacio.
“Gina es nuestra hija.”