Capítulo 22

 

El Alguacil Luder está sentado junto a mí en nuestro vuelo al exterior. No he dormido bien en las noches pasadas y lo único que ha hecho el café es ponerme más nervioso. El estrés de la preparación para el viaje, la ansiedad de pensar si me voy a enfermar en el recorrido, y la presión de lo que me espera a mi regreso a casa, me están poniendo tenso.

Antes de partir, el Padre Bernard, aunque comprensivo con mi compromiso con la peregrinación, me recordó todo el trabajo que queda a la espera de mi regreso. El más importante, y que requerirá  la mayor parte de mi tiempo y energía, será la Campaña de Contribución de Capital para ayudar con la financiación de la construcción de la nueva iglesia.

Durante mis días de empresario, agarraba un proyecto de este tipo con ambas manos y no lo dejaba ir hasta que estuviera completo de manera apropiada. Ahora estoy indeciso, porque sé que cuando me sumerja pondré todo de mí. Y eso, de seguro, desatará un mar de ansiedad, alta presión arterial, y una gama de emociones negativas que no estoy seguro si estoy preparado para experimentar nuevamente en un futuro cercano.

“Lo dejo todo en tus manos, Señor,” rezo al relajarme en mi silla, y miro por la ventana.

Pasamos por entre las nubes que cubren la mayor parte de Carolina del Norte, y nuestro avión se nivela tan pronto alcanza la altitud de crucero. Volamos hacia el sol acogedor y me relajo instintivamente tan pronto veo esta hermosa escena. Las distracciones son normalmente algo bueno, especialmente cuando estoy preocupado.

Traje conmigo una copia de “Paideia” escrita por Thomas Victor, el libro que Cameron Gambke mencionó en su carta a la Detective Renae, el que según él tuvo un gran impacto en su vida. Planeo leer parte o todo el libro durante el viaje. Tengo la esperanza de que aclarará lo que pasó con Gambke, y quizá entonces pueda ayudar mejor a su hija. El alguacil le echa un vistazo al libro, pero tiene otras cosas en su mente. “Necesito sacar algo de mi pecho antes de que nos metamos en esta travesía circense.”

“¿Travesía circense?”

“Sí, ya sabe, viajar por todos lados e ir a diferentes lugares donde las personas probablemente estén todas rezando e intentando salvar mi alma.”

“Ah, sí,” digo. Aquí vamos. Uno pensaría que luego de su ECM tendría muchas ganas de ir. ¿Qué tan fuertes son las cadenas mentales en su corazón? “Lamento informarle, Alguacil, pero imagino que aunque las personas que va a conocer son amables y cariñosas, y quieren lo mejor para usted, es muy probable que estén pensando en sí mismos y en sus familias y amigos. Claro que rezan por usted en general como pecador, pero también rezan por todos los demás. Qué pena decepcionarlo, pero no todos pasan su día entero pensando solamente en usted.”

“Eso no fue lo que dije.”

Estoy totalmente seguro de que lo está pensando. No voy a discutir, pero puedo ver una vez más que no se siente cómodo cuando se le pone en su lugar.

“Bueno, mire, sinceramente creo que hay algo ahí afuera, simplemente no sé lo que es, y la ECM me lo hizo comprender. Pero… maldición; simplemente voy a decirlo, sin importar lo estúpido que suene. Mi problema con todo esto es que no creo para nada en la religión organizada. Ni lo más mínimo. Hombres y mujeres diciéndole a otros hombres y mujeres cómo vivir sus vidas.”

“Pero usted dijo que había hablado con Jesús,” señalo.

“Sí, sé que lo dije en la grabación, pero tal vez solo fue una imagen proveniente de la educación religiosa en mi infancia, que estaba grabada en mis bancos de memoria. A lo que me refiero es a que yo sé que pasé por algo, algo muy real. Pero todo el mundo quiere decir simplemente que es ‘Dios’ o ‘Jesús’, y no creo que la respuesta sea tan sencilla. Mi punto es que he visto demasiadas cosas en mi vida como para pensar lo contrario. No entiendo a los fanáticos religiosos, por ejemplo. Ya sabe, todo lo se hace ‘en el nombre de Dios.’ Todo lo que a mí me parece es que son personas intentando controlar a otras personas. Y todo el dolor, el sufrimiento y la maldad. ¿Qué hay de todo eso?” Sacude su cabeza; las cadenas de sus antiguas convicciones no tienen la intención de liberar su cabeza y su corazón.

“Estoy de acuerdo con usted. Me irrita más de lo que puede llegarse a imaginar. Soy atacado a todo momento por personas que simplemente malentienden o que tienen serias confusiones, especialmente cuando llevo puesto mis hábitos clericales.”

Se ve sorprendido de que no lo hubiera criticado a él.

“Mire, Padre, usted parece ser una persona razonable, y tenemos un vuelo relativamente largo por delante. ¿Puedo preguntarle por qué cree?”

“Sí, claro. No hay problema.” Hago una pausa intentando formular mis palabras de la mejor manera posible antes de continuar.

“Durante mi crianza fui bautizado, asistí a clases de Catecismo, recibí mi Primera Comunión, fui a Confesión, fui monaguillo, y asistí a la Misa la mayoría de los domingos. Pero me di cuenta de que no mucho en el mundo real parecía concordar con lo que se me estaba enseñando. Así que puse atención. Observé.

“Mis padres me hacían ir al Catecismo, pero lo que me enseñaban no coincidía con la manera como mis padres u otros adultos vivían sus vidas. Incluso los sacerdotes – ¡vaya, habían momentos en los que me sorprendía las cosas que decían sobre sus propios feligreses! No fue sino hasta mucho tiempo después, luego de que crecí, que me di cuenta de que todos pecan, de que todos caemos. Sencillamente veo todas las veces que he caído en mi vida, especialmente ahora que soy sacerdote, y aun así sé que Dios todavía me ama y que quiere que me ponga de pie y lo intente de nuevo.”

Siento que me estoy desviando del tema, pero parece que él continúa escuchando atentamente.

“A medida que pasaban los años muchas cosas comenzaron a suceder a mi alrededor. Durante la secundaria y la preparatoria las drogas se volvieron muy populares. El sexo también era muy importante. Nadie nunca mencionaba a Dios, jamás, especialmente los compañeros de la Confraternidad de la Doctrina Cristiana que conocí personalmente en mi adolescencia. Así noté la hipocresía de todo esto. Me sentí cansado, y un poco insensible con todo el tema de ‘Dios y religión’.

“Afortunadamente, resultó que los esfuerzos de mis padres por inculcarme la comprensión de Dios, el Cielo, el Purgatorio y el Infierno se quedaron conmigo levemente, así que durante mis días en la preparatoria y la universidad mantuve un pie en la iglesia como ‘buen muchacho católico’ y el otro en el mundo – fiestas, drogas, novias, diversión – jugándome la suerte. Como todos los demás a esa edad, quería simple y llanamente ser aceptado por mis compañeros, y eso era mucho más importante que lo que Dios pensara de mí. Además, yo sabía que él me perdonaría, y ese era un pensamiento peligroso porque vivía mi vida pensando que sin importar lo que hiciera o dejara de hacer, iría al Cielo. ¿Arrepentimiento? ¿Penitencia? ¿Vivir de la manera que Él deseaba? ¡Por favor! No era necesario en mi opinión.”

Sacudo mi cabeza y digo una oración en silencio y agradezco a Dios por salvarme antes de que Él decidiera que mi tiempo en la tierra había terminado.

“¿Y qué sucedió?” pregunta, obviamente todavía interesado en lo que estoy diciendo.

“Algunos amigos comenzaron a caer, ya sabe… a morir. No los amigos de mi familia o personas mayores que conocía, sino mis amigos. De mi edad. Sobredosis. Accidentes automovilísticos. SIDA. Y todo comenzó a tocarme el alma. Volví mi mirada nuevamente al Catolicismo porque imaginé que todo lo malo que sucedía no podía ser todo lo que había en la vida. El lado bueno y sano del miedo comenzó a hacer efecto; el respeto al Señor.”

Cuando comienzo a recordar esos primeros años, las dendritas en mi cerebro empiezan a disparar en todos los axones. “Sabe, permítame explicarlo un poco más. Lo que en realidad recuerdo, y lo que se me acaba de ocurrir, es que necesitaba a Dios. Me refiero a que tenía miedo. Así que comencé a rezar como loco y a hacer tratos con Dios. ‘Si haces esto por mí, yo haré esto por ti’ o algo por el estilo. Sin embargo, desgraciadamente, siempre que todo iba bien, yo regresaba a mis viejas costumbres. De hecho, hasta tuve el descaro de pedirle a Dios que bendijera mis actividades pecaminosas, ya sabe, de que me mantuviera a salvo mientras hacía lo que se me daba la gana en la vida. Y cuando todo cambiaba y se ponía mal, por mí culpa, no la Suya, yo rezaba todavía más. Necesitaba a Dios, pero solo a mi manera. Era casi como una máquina tragamonedas. Inserte la moneda, y espere ganar el premio mayor. Inserte una oración, y espere a que sea respondida. Tenía una vida de oración, claro, pero era muy inmadura. ¿Una relación personal con Dios en la que Él era mi mejor amigo porque me amaba mucho y quería lo mejor para mí si tan solo yo escuchara y viera el camino que Él claramente ponía frente a mí? Ni pensarlo.

“Para esa época me ‘gradué’ en el mundo de los negocios, trabajé a un ritmo de mil por hora, y me convertí en profesional en el juego político de la traición, viajando por el camino dorado que de acuerdo a las enseñanzas de mis profesores universitarios era la meta definitiva. Y luego todo cambió.

“Me contagié con un virus bastante serio que me envió al hospital por semanas, y todo el mundo pensó que quedaría paralizado de por vida. Nunca recé tanto ni tan fuerte en mi vida. Personas que yo ni siquiera conocía rezaban por mí. Eventualmente recuperé mi salud y salí ileso, pero aquello fue mi llamado de atención. Mi salud era muy, muy importante para mí y esa era la única manera que Dios sabía de seguro obtendría mi atención. A este día aún creo que es así.”

Miro al alguacil con la esperanza de que vea tal vez que su ECM fue su llamado de atención. Captó un mensaje – estoy seguro – pero, ¿lo interpretará correctamente? ¿O quizá su mente analítica y cansada continúa gobernando todo su ser? Está callado pero sus ojos se clavan en los míos.

“Y entonces en ese momento de mi vida me encontré en una encrucijada. Sabía que tenía dos opciones; el seminario o el matrimonio. Escogí el sacerdocio o, más específicamente, él me escogió a mí.”

Lo veo mirando su reloj. Tal vez no voy al punto lo suficientemente rápido. O quizá no le guste lo que está escuchando, como sí por lo que pasé en mi vida no tuviera nada que ver con lo que le ha pasado en la suya. De ser así, ¿Por qué se molestó en preguntar?

“Como lo dije antes, sencillamente sabía que había ‘algo’ ahí afuera; podía sentirlo. Y aunque seguía completamente inmerso en las costumbres mundanas, continuaba buscando. Leí la Summa Theologiae de Santo Tomás de Aquino, en la cual postuló cinco pruebas de la existencia de Dios. Por ejemplo, argumentó que existe la necesidad de una ‘causa suprema’ en el universo. Existe la necesidad de una ‘primera causa’ – nada comienza a existir sin una causa. Existe la necesidad de un ‘Ser Necesario’ que haya puesto todo en marcha. Existe la necesidad de un ‘Ser Supremamente Perfecto’ que sea omnipotente para haber creado nuestro mundo de manera tan perfecta como lo fue hecho. Y, por último, existe la necesidad de un ‘Diseñador Inteligente.’ Esto me pareció totalmente lógico.”

Asiente con su cabeza; tal vez su investigación reciente sobre las ECM le parezca más relevante ahora.

“Tenga un poco de paciencia conmigo, pero debo decirle, comencé a mirar seriamente dichas pruebas. Por alguna razón, eso se quedó conmigo. Más específicamente, recuerdo de mis días de Catecismo que Dios se reveló a nosotros; Desde ese entonces, Él nunca nos ha dejado. Por ejemplo, de mis clases de astronomía y geografía en la escuela y la universidad pude ver en el ámbito material todas las cosas hermosas, en la tierra y en el universo, que fueron hechas por Dios.

“Y la ley moral natural que puso en nuestros corazones, nuestra ‘voz de la conciencia’ también se volvió más clara para mí. Supe que sin importar lo mucho que le mintiera a todos a mi alrededor, no podía evadir el hecho de que en verdad sabía que era lo correcto y lo incorrecto.

“Luego, ahondé en las Sagradas Escrituras para ver cómo Nuestro Señor nos dio el ejemplo definitivo a seguir – Él.

“Finalmente, miré la Tradición Sagrada, la sabiduría que dejaron como legado los Apóstoles que estuvieron con Nuestro Señor mientras Él estuvo aquí en la Tierra, los Padres de la Iglesia, y sus sucesores. Estaba sorprendido de lo mucho que sabían en ese entonces, y cómo todo aplica actualmente.

“Básicamente comencé a ver que a medida que aumentaba nuestro conocimiento y comprensión del mundo que nos rodea, y a medida que nuevos descubrimientos abrían nuestras mentes a nuevas ideas – por ejemplo temas como los embriones humanos o la eutanasia - las enseñanzas de la Iglesia también evolucionaban naturalmente con el fin de abordarlas. Así que cualquier persona sensata, especialmente alguien como yo que no soy la persona más inteligente por ahí, podía ver que lo que sucedía era mucho más que una ‘casualidad’.

“En el seminario, descubrí la armonía que existe entre la fe y la ciencia. Leí obras importantes de ganadores del Premio Nobel, de ganadores del Premio Templeton, de físicos de Harvard y de otros biólogos, científicos y cosmólogos eruditos – todos ellos ilustrados – que se inclinaban hacia el diseñador inteligente porque todo lo que veían apuntaba no en la dirección contraria, sino hacia él. Muchas personas llegaban a la conclusión de que éste mundo había sido diseñado de manera meticulosa para poder sustentar la vida como la conocemos. Llegaron a convencerse de que nuestra existencia, en este planeta capaz de sustentar vida como la nuestra, de entre todos los demás planetas en el universo, era en realidad milagrosa.

“Al final, estaba profundamente conmovido por la manera como éstas personas admiten que simplemente no tienen las herramientas – y probablemente nunca las tendrán – para dar respuestas solidas a todas aquellas preguntas. Han comenzado a reconocer que existe algo que es mucho más grande, e infinitamente más inteligente, que el hombre.”

“¿Y qué hay de la teoría del Big Bang?” pregunta. “¿Cómo puede debatirla?” su rostro permanece pasivo, pero su tono es acusatorio.

“La Iglesia no tiene inconveniente con la teoría del Big Bang porque dicho suceso fue dirigido por el Diseñador Inteligente – Dios. Me refiero a que la ciencia ha descubierto orden en el universo y ha identificado el balance complejo y necesario que debe existir para que nuestro mundo, nuestro universo, y la vida misma se sustenten. Incluso la metafísica muestra que el universo no pudo haber sido creado de la nada. Digo, ¡la nada es la nada!”

Su rostro no muestra expresión alguna, así que termino mi respuesta excesivamente larga a su pregunta.

“En conclusión, finalmente vi que volvía directamente a donde Él me había estado guiando todo el tiempo – de vuelta a Él. Me volví humilde y me di cuenta de que Dios es Dios, y yo no lo soy.”

Está pensativo y le cuesta entender lo que acabo de decirle.

“No lo sé, Padre, todo me suena mucho a ciencia ficción y mentira. Demasiado controlador.”

“Mire, usted me pidió tener la mente abierta sobre lo mal que se ha puesto el pecado sexual en este mundo. No, retiro lo dicho, usted me retó. Tenía razón. Yo tenía cierta noción, pero no tenía ni idea del alcance de aquella porquería. Pero de igual forma, ahora le reitero mi reto para que haga lo mismo durante éste viaje. Para que tenga una visión más amplia del mundo. Dios dijo que habría oscuridad, pero también hay luz en todas partes que Él hace brillar para darle al mundo esperanza, guía, y consuelo.”

“Lo sé, Padre, y aquí estoy. Pero dígame una cosa, ¿Qué hay de la necesidad de sufrimiento y maldad, eh? Éste ‘Gran Dios’ del que tanto habla que ha cambiado todo su mundo se debe estar enfocando solamente en usted, pues yo no lo veo.”

“Es una pregunta muy común, pero permítame decir algunas cosas que puede que quiera meditar. Esto se remonta al libre albedrío del hombre. Es un regalo fabuloso que Dios nos ha dado, pero cuando los seres humanos lo utilizan mal, todos sufrimos. ¿Pero es eso culpa de Dios?”

“¿Y entonces por qué Dios no protege a todo el mundo todo el tiempo? ¿A todos los creyentes?” Da una palmada con sus manos en sus rodillas.

“No sé la respuesta a esa pregunta, Alguacil, pero quizá algún día, durante el Juicio Final.”

Una sonrisa de superioridad cruza su cara. Piensa que me tiene acorralado. Prosigo.

“Solo porque no tengo la respuesta completa respecto al misterioso plan de Dios, no significa usted tenga razón en no creer en Él o en Su existencia. Ya le he compartido todas las razones para creer en Él. Y mire todo el bien a su alrededor, sí que hay mucho bien.

“Pero volvamos a lo del sufrimiento. Mire el valor que le ha traído a mi propia vida. El sufrimiento por el que pasé de hecho me hizo más fuerte, más sabio, y más empático con los que me rodean. Probablemente también haya tenido tal impacto en usted.”

Rápidamente sacude su cabeza, en señal vehemente de desacuerdo. “¿Y todo el sufrimiento innecesario en el mundo? ¿Se supone que de alguna manera debe moldear el carácter de todas esas pobres personas?”

“Alguacil, no voy a discutir con usted porque, como ya lo dije, no puedo explicarlo completamente, pero definitivamente siento el dolor de todos a mi alrededor, igual que usted. Y hasta cierto punto estoy de acuerdo con usted – ambos hemos visto cosas en nuestra vida que simplemente no podemos explicar. No se imagina las tantas veces que he tornado mis ojos a Dios, esperando una explicación, pero sin poder encontrar ninguna. Sin embargo rezo para nunca perder la esperanza de que esté ahí aunque mi mente finita no la pueda comprender. No pretendo sonar trillado, pero sufrir es de humanos. Al menos los creyentes tenemos esperanza y respuestas para el sufrimiento por medio de la Biblia y la Sagrada Tradición que nos ayudan a entender su propósito, así sea sutilmente.

“Mire, estamos destinados a ser el cuerpo de Cristo – Sus brazos, Sus pies, Sus piernas, Su boca, Sus oídos – con la gracia de Dios, cada uno de nosotros puede hacer mucho para aliviar el sufrimiento de los demás. Eso, también, es parte del plan de Dios. Él quiere que amemos a los demás igual que nos amamos a nosotros mismos. El sufrimiento puede tener un propósito positivo cuando aprendemos a extendernos más allá de nuestra vida y aprendemos a ayudar a los demás. Dios nos dio la habilidad de ser compasivos y empáticos por una razón, para poder preocuparnos y ayudar a aquellos que lo necesitan.”

La tripulación de vuelo inicia los procedimientos de aterrizaje, y todos obedientemente regresan sus asientos y bandejas a la posición vertical, y guardan los objetos que sacaron durante el vuelo.

Miro por la ventana y veo la silueta de la ciudad de Nueva York, y recuerdo aquel día infame del 11 de septiembre, hace ya un poco más de una década, cuando el horizonte de la ciudad se veía muy diferente – oscuro, lleno de humo y hostil. Me recuerdo nuevamente a mí mismo - confía en Dios, porque Él estuvo aquí en ese horrible día, Y está aquí en este momento y por toda la eternidad.

Mirando hacia la misma silueta, el Alguacil Luder da su última palabra. “Apuesto que para ustedes los sacerdotes y sus compañeros de trabajo religiosos fue un gran reto hablar con su rebaño aterrorizado después del 9/11.”

Mi mirada se clava en la suya. “Nos movemos por la fe, Alguacil, no por la visión, y la fe es un regalo de Dios si así lo pedimos.”

Da un gruñido y reclina su cabeza hacia atrás. Le pido a Dios que le de dicho regalo, porque mi palabra no parece hacer ninguna diferencia.

 

Sexo sagrado, lagrimas del cielo
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