Escenas segunda y vigésimo quinta
de la pieza de teatro chino llamada
«La dama que engañada por un demonio
elegante quiso comprarle al viento la perdiz que hablaba
o
la verdadera historia de un mandarín
que por no gastar quedó cornudo»
(Anónimo cantonés del siglo XI)
ESCENA SEGUNDA
El Demonio Elegante, Dama Flor de Durazno
La escena se desarrolla en el patio de las esposas, en la casa del mandarín Tu Fu. Hay un jardín de trampa con rocas y bambúes, y un naranjo enano con tres naranjas.
DEMONIO
¡Ya me tardaba quitarme las ropas de mujer!
DAMA
¡Te sentaba muy bien la camisa verde! ¡Creí que venías en cueros debajo!
DEMONIO
¡Eso sería propasarme! Ya sabía que me tenía que mudar delante de ti.
DAMA
Un demonio no es un hombre.
DEMONIO
¡Piensa que yo soy un demonio enamorado! ¡Sueño contigo!
DAMA
¿Soñáis los demonios?
DEMONIO
¡Ay, si te lo dijese!
DAMA
¡No me calles nada!
DEMONIO
Mira, si sólo soñamos siete veces con algo, esto nunca se cumple; pero si pasamos de siete y llegamos a doce, entonces todo pasa como fue soñado.
DAMA
¡Yo soy la casta esposa de Tu Fu! Una conversación o un baile, eso no corona a un marido.
DEMONIO
Si sueño doce veces que me meto en tu cama, caíste.
DAMA
Pon una vela encendida entre ti y tu sueño. Es lo que hace la gente educada.
DEMONIO
Con nosotros no rige.
DAMA
Por mucho que sueñes, yo no te dejo levantarme el faldellín.
DEMONIO
¡Ay, las caricias de un demonio son parecidas a pasar volando por entre ramas de cerezos en flor! ¡Aún me has de pedir un segundo repaso!
DAMA
¡Quiero ser fiel a Tu Fu!
DEMONIO
¡Como sueñe yo doce veces, no hay quien te libre!
DAMA
¿No hay?
DEMONIO
¡Como no haber! Para eso tenía que comprarle al viento tu marido la perdiz que habla.
DAMA
La compro yo.
DEMONIO
No vale. Tiene que ser tu marido, con dineros suyos. Amén de librarlo de los cuernos, es una distracción muy grande, que la perdiz es letrada. Pones la perdiz en la cama, y yo no puedo entrar, que me denuncia a gritos. Y yo aburrido me voy y paso a otra casa, y allí me pongo a soñar con otra.
DAMA
Pero yo pierdo estas conversaciones contigo.
DEMONIO
Mis conversaciones ya sabes en lo que acaban.
DAMA
¡Ay, matrimonial castidad, qué cara me cuestas!
DEMONIO
¡Ya podías apearte de tanta virtud!
DAMA
¡Ay, quiero mortificarme! Mi temperamento agradece las espinas.
DEMONIO
Yo soy muy blando para los dolores. Y para todo. No duermo bien si se me arruga la sábana de abajo. Soy un delicado crisantemo del final del verano. ¿Podré ponerme en tu boca a esperar el rocío de la mañana?
DAMA
¡Qué bien hablas!
DEMONIO
Perfumaré con palabras de amor tus desmayos. ¡No le digas a Tu Fu que compre la perdiz! ¡Déjame ser tu gallito cantonés!
DAMA
¡No y mil veces no! Quiero llegar a ser una viuda meritísima, con título escrito. ¡La parlanchina perdiz guardará mi lecho nupcial! ¡Vete, encantador! Ya que no sabes ser continente, me apartaré de ti. ¡Ay, ay!, ¿dónde encontraré un amor cortés que se contente con ver que lloro?
Se va, tapándose la cara con la punta del mantón. El demonio seviste con ropas de mujer.
DEMONIO
¡Cien pesos cuesta la perdiz del viento! ¡O perdiz o cuernos, sabio Tu Fu!
TELÓN
ESCENA VIGÉSIMOQUINTA
>El sabio Tu Fu, solo
La escena pasa en la cámara de té del mandarín. El sabio erudito habla con los doscientos volúmenes de moral de su biblioteca.
TU FU
Porque, amigos míos, ¿qué es un rico? La riqueza es una calidad del espíritu, un estado de ánimo. ¿Rico yo? ¿Puedo gastar cien pesos en una perdiz? Para comerla, aunque fuese frita y rellena de semilla de melón, sería un inmenso despilfarro. Habla, dicen. Tripas incultas, que vienen del monte, ¿de qué podrían hablar con un letrado que aprobó los exámenes? Grita si la mujer te va a poner los cuernos. ¡Ah, qué guardián que dice a todos tu deshonra! Si yo compro la perdiz, teniendo dos mujeres jóvenes y siendo yo viejo, todos dirán que la compré por quitarme de cornamentas. ¿Y ya eso no son cuernos, ilustres compañeros? ¡Humana fragilidad, que se hace cristal en la mujer! ¡Quedo sin cien pesos y paso igual por cornudo! ¡Cien pesos! Al veinte por ciento son doscientos pesos en cinco años. ¡Cuatrocientos pesos en diez años! Y en diez años ya envejecieron las esposas, ya nadie viene a turbar los ocios de un hombre sabio. ¡Así suelta uno cien pesos! ¿Y qué es un cornudo? ¿Hay una definición legal? Y van viejas las esposas, y ya canco el demonio, y ya no hay temor de deshonra, ¿y qué se hace con la perdiz? ¿Se la vendo a un amigo? ¿No será tanto como llamarle lo que yo no quise ser? ¿Comerla? ¡Correosa perdiz de diez años, que no cuece ni toma las finas hierbas!
[Abre una caja y saca de ella un saquito, y cuenta cien pesos, que pone en una pila].
¡Cien pesos! ¡Cien redondos pesos contantes! ¡Tirarlos en una perdiz por un escrúpulo de mujer!
TELÓN