Prólogo
«El oro de Man» no es un relato policíaco corriente; incluso puede que sea único en su especie. Los detectives son bastante convencionales; pero si bien se enfrentan con un asesinato especialmente brutal, la identidad del asesino no es su principal preocupación. Están mucho más interesados en desentrañar una serie de pistas sobre el paradero de un tesoro escondido, un tesoro cuya existencia no se haya confinada a la página impresa. Esto obviamente requiere alguna explicación…
El invierno de 1929, Alderman Arthur B. Crookall concibió una original idea. Crookall presidía el «Esfuerzo de Junio», un comité creado para promocionar el turismo en la isla de Man, y su idea, inspirada en las numerosas leyendas sobre los contrabandistas maneses y sus olvidados tesoros ocultos, consistía en organizar la búsqueda de un tesoro. Habría un tesoro auténtico, escondido en algún lugar de la isla, y pistas para localizarlo introducidas veladamente en el argumento de un relato policíaco. Al principio algunos miembros del comité expresaron sus reservas respecto a la propuesta de Crookall, pero finalmente fue aprobada. El comité acordó que el «Proyecto Búsqueda del Tesoro de la Isla de Man» se desarrollaría al comienzo de la temporada turística, coincidiendo con las pruebas de motociclismo del International Tourist Trophy, por entonces en su vigésimo cuarta edición, y con otros eventos anuales tales como «la coronación de la Reina de las Rosas» y la regata de medianoche.
Pero Crookall debía encontrar a alguien que escribiese el relato en que se basaría la búsqueda, ¿y quién mejor que Agatha Christie? Quizá para sorpresa de todos, y por sólo 60 libras, Agatha Christie aceptó el encargo, sin duda el más insólito de su vida. Viajó a la isla de Man a finales de abril de 1930 y se alojó en casa del vicegobernador, hasta que se vio obligada a volver a Devon para atender a su hija enferma. Agatha Christie y Crookall deliberaron sobre la búsqueda del tesoro durante varios días y visitaron algunos lugares a fin de decidir dónde esconder el tesoro y cómo presentar las pistas.
El relato resultante, «El oro de Man», se publicó en el Daily Dispatch a finales de mayo en cinco entregas. Cabe suponer que el comité eligió el Daily Dispatch, un periódico de Manchester, considerando que era el medio idóneo para hacer llegar el relato a un mayor número de posibles visitantes ingleses. «El oro de Man» se reimprimió luego en forma de folleto y se distribuyeron 250 000 ejemplares por los hoteles y pensiones de la isla. Se incluyeron cinco pistas, cada una en una entrega (su ubicación en el texto aparece marcada con una ), y cuando se aproximaba la fecha de la primera entrega, el comité «Esfuerzo de Junio» solicitó a todos los maneses la máxima «cooperación a fin de obtener la mayor publicidad posible» para la búsqueda. A más turistas, mayores ingresos, y la búsqueda se anunció también a varios centenares de maneses que habían emigrado a Estados Unidos y regresarían en junio a la isla como invitados de honor. Citando literalmente el texto publicitario de la época, era «una oportunidad para que todos los detectives aficionados pusiesen a prueba su pericia». Para competir con Juan y Fenella, se aconsejaba proveerse —al igual que ellos— de «varios buenos mapas… unas cuantas guías de la isla… un libro sobre el folklore [y] un libro sobre la historia de la isla». Las soluciones a las pistas se encuentran en el epílogo de este relato.