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Son casi las once de la noche cuando llego a casa, después de vagar por las calles de San Francisco como un gilipollas. De hecho, eso es lo único que siento, que soy un auténtico gilipollas. ¿Cómo se explica, si no, que me sienta tan mal, tan horriblemente mal, cuando soy yo quien no quiere tener una relación con Luke? Porque no quiero. Creo. Yo qué sé.
—¿Tan mal ha ido el reencuentro? —Cam me intercepta cuando estoy alcanzando una botella de whisky del frigorífico porque… sí, en este momento, lo único que se me ocurre hacer para mejorar mi estado anímico es emborracharme.
—¿Dónde están todos?
—Lucy se quedó dormida en cuanto acabó de contarnos cada uno de los detalles de vuestro viaje. Y Jake y Amanda no tardaron demasiado en caer. Estaba acabando unos diseños para el fin de semana. ¿Quieres verlos?
—Yep. ¿Quieres tú de esto? —Señalo la botella con la cabeza, y a él se le escapa una sonrisa resignada. Cojo dos vasos y lo sigo a la mesa del comedor, donde hay esparcido un caos de bocetos, lápices, rotuladores y todas las cosas que Cam suele utilizar cuando se pone creativo.
—Mira… Este diseño es una pasada, ¿verdad? Lo tatuaré pasado mañana en la pierna de una chica, desde la parte superior del muslo hasta el pie. —Extiende ante mí un boceto largo y estrecho, lleno de líneas rectas, entramados geométricos y grandes zonas negras. Asiento, porque nunca dejará de fascinarme la capacidad de Cam para crear obras de arte sobre la piel de otros, por muchos años que lleve viéndolo trabajar. Se me queda mirando cuando ve que no tengo nada que añadir—. ¿Me lo vas a contar?
—Se acabó. —Las palabras me salen solas porque no me aguanto ya más la angustia que tengo desde lo ocurrido esta tarde—. Con Luke.
—Vaya. Lo siento. ¿Cómo estás?
—Jodido. —Doy un trago a mi vaso y Cam me imita—. Se me pasará, supongo.
—¿Vamos fuera? —Señala la puerta del jardín y me da un poco la risa.
—Sí que debe de estar dormida Amanda —me burlo, lanzándole mi paquete de tabaco después de rescatar un pitillo para mí.
—Déjame en paz. Un día es un día.
—Ya, seguro que no fumas a escondidas de… —Me interrumpo, porque justo en ese momento recibo un whatsapp de Luke y se me corta hasta la respiración.
—¿Es él?
—Es igual. —Tiro el móvil sobre una de las sillas del jardín y me paso la mano por la cara con una frustración que no tengo ni idea de cómo solucionar—. Solo me pide que actuemos como si no hubiera pasado nada cuando volvamos al restaurante.
—¿Te apetece pasear?
—¿Pasear?
—Sí, demos una vuelta por el barrio. Hace una buena noche, no hay nadie por la calle, mañana no trabajamos ninguno de los dos… y creo que necesitas una buena charla de hermano mayor, ¿me equivoco?
—Puede ser… —Le respondo, mientras vuelvo a ponerme la cazadora y cojo una bufanda del perchero de la entrada. Camden garabatea una nota para Amanda, por si se despertara y no nos encontrara en casa, se pone un gorro gris de lana y salimos a la calle sin hacer ruido.
—¿Has cogido la botella?
—La duda ofende, Cam —le contesto, mostrándole cómo la he escondido burdamente en la cinturilla de mi pantalón.
—¿Te ha dejado él o lo has dejado tú? —Mi hermano no es muy fan de la conversación intrascendente, así que va al grano sin pensarlo.
—Me ha dejado él porque yo he querido que me dejara.
—Joder, a veces se me olvida lo complicada que era la soltería. ¿Me lo explicas?
—Luke quiere una relación seria, y yo no. No hay mucho más que explicar.
—Pero a ti te gusta Luke, ¿no? Quiero decir… ¿estabas a gusto con él? Nunca te habíamos visto así con otro tío. Vamos, es que nunca hemos conocido siquiera el nombre de otro tío con el que hayas estado.
—Es que no ha habido otros tíos. Nadie con quien haya pasado más que un buen rato. Claro que estaba a gusto con Luke. Eso es lo que más me jode de todo esto. Estábamos bien, de maravilla… No nos pedíamos nada ni nos exigíamos. Pasábamos tiempo juntos y todo parecía ir bien.
—Pero, Matt… Las relaciones evolucionan, ¿no? No podíais pasaros la vida teniendo solo sexo.
—¿Por qué no? Trabajamos juntos, nos llevamos bien y lo pasamos bien en la cama. ¿Qué más necesitamos?
—Puede que tú nada, pero parece que Luke sí necesitaba algo más.
—Pues ese es el asunto. —Nos sentamos en un banco desde el que hay unas vistas increíbles de la bahía. Nos pasamos la botella de whisky y bebemos en silencio, con Camden dándome tiempo para digerir lo que está siendo la primera ruptura de mi vida—. Él me buscó, Cam. Yo solo sé que un día estaba tomándome unas cervezas con él, mientras me contaba su vida, y al momento siguiente estaba en su piso empotrado contra una pared.
—Muchas gracias por esa imagen tan gráfica de mi hermano pequeño teniendo sexo descontrolado, Matt. —Me roba la botella y le da un trago—. ¿Qué quieres decir con eso? ¿Que porque la cosa empezó así no podía evolucionar hacia algo más?
—No lo sé. Pero no pensé jamás que él querría ir más en serio. Sé que le hicieron daño en el pasado y que no quiere una relación basada solo en el sexo, pero joder… ¿Qué pasa con lo que quiero yo?
—Pues que es algo diferente y por eso habéis roto —sentencia Cam, poniéndome delante de la cara la auténtica realidad de lo ocurrido. Puede doler, puede ser difícil de entender, pero es inevitable. Queremos cosas diferentes en la vida y ninguno de los dos va a renunciar a sus ideas para meterse en una relación en la que ya entraría con un resquemor.
—Supongo que sí.
—¿Puedo hacerte una pregunta seria?
—Claro.
—¿Por qué tienes tan claro que no quieres una relación? —Me enciendo un cigarrillo mientras tomo nota mental de no volver a comprar tabaco y pienso en la respuesta que no quiero, en realidad, compartir en voz alta.
—No la quiero y punto.
—Matt…
—¿Qué, joder? —Me revuelvo un poco porque, salvo durante un periodo de tiempo en el que prefiero ni pensar, jamás he sido capaz de ocultarle nada a mi hermano.
—¿Qué ocurre? ¿Por qué no quieres ir más en serio con Luke? No es porque no te guste lo suficiente, ¿verdad?
—No. Claro que no. Luke me gusta mucho, muchísimo; más de lo que me atrevo a decir con palabras. Y sé que lo voy a echar de menos.
—¿Entonces?
—Es que hay cosas que echaría mucho más de menos si fuera en serio con él y acabáramos viviendo juntos.
—¿A qué te refieres, Matt?
—Joder, Cam… Dame más whisky. No me salen estas cosas si no estoy un poco borracho. —Se me escapa una media sonrisa avergonzada, pero mi hermano me pasa la botella y me da un pequeño apretón en el hombro—. Hace tres o cuatro años que las cosas nos van bien. Joder, nos van muy bien. La rubia lo cambió todo, ¿no?
—Supongo. —A Cam se le escapa una carcajada, supongo que al recordar aquellos comienzos con Amanda en los que todo era un caos desastroso, pero lleno de ternura al mismo tiempo.
—Pero, ¿recuerdas cómo era antes? Joder, echo la vista atrás y me cuesta encontrar buenos momentos antes de cumplir los diecisiete.
—Los hubo, Matt. Pocos, pero los hubo.
—Ya lo sé. Y todos mis buenos recuerdos, absolutamente todos, tienen que ver con dos personas. Ya sabes… —Se me corta un poco la voz por culpa del whisky y la emotividad de los recuerdos. Me aclaro la garganta para no dar el espectáculo—. Me acuerdo de cuando íbamos a entrenar con tus amigos, cuando me enseñaste a montar en bici, cuando me llevabas a tus citas con Pam, con aquellas dos tetas enormes que tenía…
—¡Matt! —Camden se parte de risa, y sé que el alcohol tiene algo que ver en ello.
—Y luego llegó Lucy y no sé qué me pasó, pero tuve muy claro desde el primer momento que tendría que cuidar de ella, porque nuestra madre no iba a hacer nada por nosotros. Pero siempre era todo tan difícil…
—Has tenido que enfrentarte a cosas que gente que te dobla la edad ni siquiera sabe que existen.
—Ya lo sé. Y tú también. ¿Sabes? Durante años he tenido la sensación de que cualquier cosa que me importara en este mundo… acabaría perdiéndola. A pesar de haber vivido un infierno con mi padre y de toda la mierda que pasamos de niños, siempre te tuve a ti. Sabía que me protegerías, que me cuidarías, que nunca dejarías que volviera a pasarme nada… Y, entonces, te marchaste, y me sentí más solo de lo que jamás pensé que podría estar.
—Joder, Matt… —Miro a Camden a los ojos y los veo brillantes. Me destroza saber que le hace daño el propio hecho de haberme herido a mí en el pasado.
—No, no, Cam, por favor… Necesito poder hablar contigo de aquello sin que te sientas culpable.
—Jamás dejaré de sentirme culpable por haberte abandonado. Fue el mayor error de mi vida y no creo que llegue a perdonármelo nunca —me confiesa entre susurros.
—Pues eres gilipollas. —Los dos sonreímos—. Yo hace mucho tiempo que entendí tus razones y te perdoné. Pero seguí perdiendo cosas. Tú regresaste a casa y, entonces, ¡zas!, se llevaron a Lucy. Me rompió a la mitad verla marchar, Cam. Recuerdo el día que se la llevaron y todavía se me pone la piel de gallina, joder. Y luego apareció Amanda, y ella también se marchó y…
—Matt… ¿Qué tiene todo esto que ver con Luke? ¿Tienes miedo a perderlo a él también? ¿No es eso justo lo que ha pasado por no atreverte a dar el paso?
—No, no. No es eso. Luke me gusta… joder, me gusta muchísimo más de lo que te imaginas. Pero no lo necesito. Si algo aprendí de mamá y de todas sus relaciones autodestructivas es que no quiero que mi felicidad dependa de una pareja. Pero tengo en casa a las dos personas de las que sí depende mi felicidad. —Aparto la vista de mi hermano, porque nunca he sido un genio en eso de confesar mis sentimientos en voz alta—. No quiero vivir en un lugar en el que no estéis Lucy y tú. Y Amanda y el enano, claro. El tiempo que pasé separado de vosotros, por un motivo o por otro, fue horrible.
—Pero, Matt… Con tu edad, deberías estar deseando volar del nido.
—Puede que te parezca irracional o que no sea lo que sueña un tío de veintiún años normal. Pero es que yo no soy normal. Mi padre intentó matarme cuando tenía ocho años, mi hermano desapareció de mi vida entre los diez y los quince, mi madre montó un laboratorio de drogas en casa y acabó muriendo en un incendio y los servicios sociales me separaron de mi hermana cuando ella no tenía edad ni para saber decir mi nombre. Mis amigos soñarán con recorrer Europa con una mochila a la espalda, pero yo lo único que quiero es llegar a casa y saber que estáis ahí.
—Aunque en el pasado hiciera promesas que no cumplí, espero que ahora sepas que sí, que siempre nos vas a tener ahí.
—Sí que lo sé. Por eso no estoy preparado para marcharme todavía. Necesito recuperar los años que perdí. Necesito ver crecer a Lucy a diario, no con una visita de vez en cuando.
—No sé si te lo he dicho alguna vez, pero haces un trabajo increíble con ella. Yo soy su padre, pero tú eres el referente al que busca para todo.
—Supongo que… —Me levanto del banco en el que hemos pasado la última hora y le hago un gesto a Camden para que vayamos regresando a casa—. Supongo que tuve un buen maestro en lo de ser hermano mayor.
Cam se me queda mirando un segundo y luego me pasa el brazo por el hombro y me aprieta contra él. No es que seamos muy dados a las muestras de afecto; hemos pasado por demasiadas cosas juntos como para que sea necesario demostrar nada con gestos. Nos quisimos con locura cuando éramos niños, nos abandonamos cuando más nos necesitábamos, peleamos hasta la extenuación cuando yo vivía a medio camino entre el rencor y la incomprensión de haber descubierto mi sexualidad, nos unimos para luchar por nuestra hermana, perdimos a la chica que nos había devuelto la esperanza y trabajamos juntos para que él la recuperara, para recuperarla ambos. Entre Camden y yo está todo dicho desde hace años, pero sentir su agarre sobre mi hombro me recuerda que ni siquiera la ruptura con Luke, aunque aún escuece como una herida abierta, hará que caiga. Tengo una buena red de seguridad en casa.