capítulo treinta y tres
El golpe del sable láser de Nelani fue rápido como el relámpago, pero para cuando aterrizó la mujer más mayor se había girado hacia un lado, posicionándose tras un busto. La brillante espada cortó la parte superior de la cabeza de mármol de algún erudito rodiano muerto hacía mucho.
Nelani avanzó. Lumiya retirándose, se dio unos golpecitos en su muslo… metiendo sus dedos a través de la ropa y dentro de su muslo. Tiró hacia atrás y de repente en sus manos había un látigo.
Ella lo hizo crujir hacia atrás, preparándose para golpear con él.
Sus puntitas, porque había varias en lugar de sólo una, se esparcieron en algo que se movió como una nube convertida en arma, con algunas de ellas brillando como el acero y afiladas y algunas brillando como la hoja de un sable láser. Lumiya hizo chasquear el arma hacia delante. Nelani, con su lenguaje corporal sugiriendo confusión mientras se enfrentaba a este arma inusual, giró hacia un lado, pero una de las puntas, una de metal, rozó su cara, haciendo brotar sangre a lo largo de su mejilla izquierda.
Nelani dio un paso atrás, sacudiendo la cabeza.
—Yo no solo hablo, chica Jedi —dijo Lumiya—. Y, te darás cuenta, que a diferencia de ti, yo no golpeo a un objetivo que no tiene un arma a mano.
—Deja hablar a Lumiya —dijo Jacen.
—¿No puedes sentirte a ti mismo vacilando? —Había un tono chillón de desesperación en la voz de Nelani—. Está retorciendo tu mente, retorciendo tu voluntad.
Jacen negó la cabeza.
—No, no lo está haciendo. Si estoy vacilando, es ante la presentación de hechos, no de trucos mentales. Vamos, Nelani. Si hubiera trucos envueltos en esto, ¿no crees que tú los sentirías?
—Aquí está la auténtica diferencia entre los Jedi y los Sith —dijo Lumiya.
—Cállate.
Nelani lanzó otra vez una estocada hacia delante, girando su sable láser en un escudo defensivo.
El látigo láser de Lumiya centelleó alrededor de los bordes del escudo. Los finales de varias puntitas alcanzaron el pecho y el bíceps derecho de Nelani, creando pequeños puntos de sangre y quemaduras. Nelani gritó y bailó de vuelta hacia atrás, desconcertada por la técnica superior de la mujer más mayor.
—Los Jedi y los Sith gravitan hacia el gobernar —Lumiya continuó—. Pero los Jedi creen que es contrario a su naturaleza, de manera que crean líneas de guía que se supone que sólo gobiernan sus propias acciones… hasta el día inevitable en que los gobiernos seculares están tan cortos de ideales Jedi que sienten que tienen que imponer sus propias reglas sobre los otros, para salvarles. Eso fue lo que ocurrió al final de la Antigua República. Pero las reglas que reúnen son extrañas, ascéticas, no están diseñadas para la gente ordinaria y no se pueden sustentar como una forma de gobierno.
»Los Sith reconocen desde el principio que pueden elegir imponer su gobierno sobre otros… o no hacerlo. Si la sociedad está funcionando bien, un Sith no tiene que actuar. Vectivus no lo hizo. Si no está funcionando bien, él debe actuar. Y dado que sabe que arreglar un gobierno roto es su misión, puede diseñar un sistema de gobierno que funciona, que es justo, ordenadamente.
Nelani hizo un gesto con su mano libre. El busto de la madre de Darth Vectivus voló hacia delante, lanzado hacia Lumiya como un misil de mármol. Lumiya chasqueó su látigo en dirección a él y nueve o diez puntas convergieron en él. El busto explotó en incontables fragmentos de mármol, que cayeron sobre el suelo.
—La galaxia se está disolviendo en el caos —dijo Lumiya—. Sus líderes no pueden salvarla. Ellos son los restos de lo que falló hace quince años durante la Guerra Yuuzhan Vong. Los Jedi no pueden dar un paso al frente y arreglar las cosas. Tú conoces sus métodos, el modo en el que piensan. ¿Qué te ha dicho Luke Skywalker? ¿Han arreglado algo sus tácticas, sus recomendaciones? No. Siendo tan buen hombre como es, él y su orden son sólo herramientas para la Alianza Galáctica.
Nelani lo intentó otra vez, esta vez con el busto del bothan.
Este alcanzó el punto medio entre Lumiya y ella, pero la mujer más mayor alargó su propia mano libre y el busto se detuvo en mitad del aire. Ahora fue directo hacia ella. Un momento después, se arrastró de vuelta a través del aire hacia Nelani. Era una pieza en un juego de empujar entre las mujeres y ninguna estaba ganando.
La tensión se mostró en la voz de Lumiya, causando que se enronqueciera.
—Vergere se sacrificó para que tú pudieras asumir la posición de Sith que ella quería para ti. Esa es la clase de autosacrificio que ningún Jedi admitiría que es posible para un Sith, pero es la verdad. Acepta lo que tengo que enseñarte, Jacen. Acepta este lugar y el poder del lado oscuro que contiene. Acepta el conocimiento que descansa en sus tumbas en el mundo de Ziost.
Y utilízalos contra las fuerzas que están intentando hacer pedazos esta galaxia. Restaura el orden. Dale a tu primo, dale a los niños de tu familia y a tu vida la oportunidad de crecer en una galaxia sin guerra.
—Todavía estás ocultando la verdad —dijo Jacen. Su voz era ahora dura, con sus maneras sin comprometerse y sin confusión—. Tú mataste al jefe de seguridad de la Estación Toryaz, ¿verdad?
—Sí —dijo ella—. Desde luego. Le alcancé demasiado tarde para evitar el ataque contra vosotros. Ya estaba en marcha. Pero pude forzarle a que confesara para quién estaba trabajando, y vengué la muerte.
—¿Para quién estaba trabajando?
—Thrackan Sal-Solo. ¿Quién más?
—Y todas esas situaciones en Lorrd… tú no las «soñaste», ¿verdad? Tuviste acceso directo a los perpetradores.
Lumiya lanzó una mirada de lado al busto colgando entre ella y Nelani. Estaba empezando a arrastrarse de vuelta hacia ella y la tensión de mantenerlo bajo control estaba mostrándose en su cara.
—Sí. Mis visiones eran visiones de cuando estaba despierta.
Pude haber interferido directamente con sus planes… probablemente con exactamente el mismo resultado que tú experimentaste.
—¿Por qué no lo hiciste?
—Los utilicé como una prueba para ti. —Lumiya cerró sus ojos y se tensó, pero el busto todavía se movía hacia ella—. Los Sith, como los Jedi, tienen que determinar los destinos de otros. A diferencia de los Jedi, ellos saben que a veces esto significa sacrificar uno para que veinte pueda vivir. Tenía que descubrir si entendías esto. Y tú lo entiendes.
—¿Qué hay de tu confederado? —preguntó Jacen—. ¿El hombre del que el Maestro Skywalker sigue viendo destellos pero que no puede ver bien? ¿El hombre que él dice que no existe?
Lumiya se las arregló para soltar una risa que era un jadeo medio exhausto.
—Jacen, ese eres tú, visiones de ti. El Sith en el que te convertirás. Luke no puede ver sus rasgos porque no está dispuesto a aceptar lo que ve a través de la Fuerza: tu cara donde está el siguiente Señor de los Sith.
Sus últimas palabras eran poco más que un jadeo y su control se le escapó en ese momento. El busto del bothan se lanzó hacia ella. Ella hizo crujir su látigo, un golpe reducido que podría haber fallado de todas maneras, pero la trayectoria del busto cambió, enviando a la estatua bajo las puntitas. En lugar de golpear la cabeza o el pecho de Lumiya, el busto chocó contra su mano derecha, enviando al látigo girando lejos de su mano. Sus puntitas giraron a través del suelo como cosas vivas, arañándolo mientras pasaban.
Nelani saltó hacia delante, para cortar a su enemiga. Su hoja bajó…
Sobre la de Jacen. La espada de él sostuvo la de ella y los ojos de él sostuvieron la mirada de los de ella.
—No he terminado aquí —dijo él.
Había desesperación en la voz de Nelani.
—No sé cómo, pero ella te está volviendo. ¿No puedes verlo?
—Deja de escuchar sólo con tus oídos —dijo Jacen—. Mira en la Fuerza. ¿Realmente ves algún flujo de ella hasta mí, de mí hasta ella, algo que pudiera alterar mi mente o mis percepciones?
Nelani le sostuvo la mirada durante un momento más y luego cerró los ojos.
Durante ese momento, ella fue vulnerable a un contraataque.
Pero Jacen meramente mantuvo su hoja ante la de ella. Lumiya no atacó, ni siquiera invocó su látigo de vuelta hacia ella.
Meramente sostuvo su antebrazo y su mano donde el busto la había alcanzado. Finalmente los ojos de Nelani se abrieron de nuevo y ella pareció más calmada.
—No —admitió ella—. Lumiya no está utilizando ninguna técnica de la Fuerza contra ti. No estás siendo influenciado por las energías del lado oscuro de aquí. No entiendo lo que está pasando.
—Apaga tu sable láser —dijo Jacen.
Ella lo hizo.
Él apagó el suyo propio. Ahora el único sonido amenazante venía del látigo láser de Lumiya. La mujer más mayor miró el arma y las puntitas brillantes se desvanecieron hasta la oscuridad, hasta amenazas casi invisibles.
—Ahí está —dijo Jacen—. Ahora podemos arreglar las cosas.
—Sí. —Nelani se volvió hacia Lumiya—. Shira Brie, te arresto en nombre de la Alianza Galáctica. Serás juzgada por…
—No —dijo Jacen—. He decidido aprender lo que ella tiene que enseñarme. Eso significa que ella necesita permanecer libre.
Permanecer aquí.
Nelani le miró incrédula.
—Jacen, la ley…
—La ley es lo que nosotros hagamos de ella. —Él se encogió de hombros—. Ella ha dicho que es Lumiya, Nelani, pero no lo ha demostrado. Todo lo que tenemos que hacer es no creerla, dejar esa afirmación fuera de nuestros informes, y habremos seguido la ley al pie de la letra.
Nelani se movió ligeramente, dando un paso atrás, levantando la empuñadura de su sable láser unos cuantos centímetros.
—La voy a arrestar.
Lumiya les interrumpió.
—Consentiré en ser arrestada.
Ambos Jedi la miraron.
—¿Lo harás? —preguntó Jacen.
—Desde luego. —Lumiya parecía sobria, descontenta—. Sé que mi destino ya no es mío. Quiero ver a los Sith elevarse de nuevo contigo como cabeza de la orden, Jacen, y por esa razón prometo estar a tu servicio. —Ella se arrodilló mientras hablaba, bajando la cabeza: una invitación a una bendición o a un golpe mortal—. Pero cualquiera de vosotros que esté ahora al cargo aquí escogerá mi destino, mi futuro.
—Pon las manos detrás de la espalda —dijo Nelani en voz baja.
Mientras Lumiya obedecía, Nelani sacó un par de esposas aturdidoras del bolsillo de su cinturón.
Jacen frunció el ceño. Había algo equivocado acerca de esta situación y durante un momento él sospechó de una traición por parte de Lumiya, pero una ojeada al posible futuro inmediato disipó esa idea. Vio a Lumiya obediente, sin resistirse, siendo conducida de vuelta a la lanzadera.
Su mente parpadeó hacia delante a través de las posibles corrientes del tiempo. El futuro, como Yoda había dicho tan frecuente y famosamente que la frase llenaba los archivos Jedi, siempre estaba en movimiento y muchos futuros potenciales salían de este evento.
Pero empezaron a congregarse en ciertas áreas. Nelani testificando contra Shira Brie, también conocida como Lumiya, también conocida como Lumiya Syo. Lumiya convicta, siendo ejecutada, siendo encerrada en soledad, siendo encerrada en una prisión de masas y siendo asesinada por alguien a cuyo padre ella había matado hacía décadas. Todo lo que ella sabía se desvanecía, muriendo con ella.
A lo largo de esos caminos, la galaxia continuaba volviéndose desquiciada, la rebelión encendiéndose en todas sus esquinas y la Alianza Galáctica derrumbándose, como un cuerpo en el que el cáncer había hecho estragos, comiéndose a sí mismo de dentro a fuera, con poblaciones enteras muriendo.
Detonadores destruyendo este lugar, haciendo estallar el asteroide en millones de pedazos, esparciendo el conocimiento oculto aquí. Un antiguo destructor estelar descargando destrucción de turboláser sobre la superficie de Ziost, purgando el conocimiento que había perdurado allí.
Las líneas del tiempo se congregaron en Jacen Solo y Luke Skywalker, reuniéndolos. Los dos se enfrentaron el uno al otro, con sus alrededores cambiando a cada segundo mientras la escena se deslizaba de una línea del tiempo a otra, y sin embargo sus poses y los sables láser encendidos en sus manos permanecían iguales, como permanecían la furia y la pérdida trágica girando en sus caras.
Giraron, golpearon, con los impactos de sus sables láser causando centelleos de luz que eran lanzados contra las paredes y suelos tras ellos hacia una mayor oscuridad. Una y otra vez ellos luchaban, con sus pérdidas dándoles fortaleza, hasta…
Jacen hacía pedazos a Luke. A veces era un golpe a través de los hombros, bajando hasta el pecho. A veces un corte, demasiado rápido para verlo, a través de la garganta que separaba la cabeza del hombre más mayor de sus hombros. A veces era una cuchillada en el estómago, seguida por minutos de agonía, Luke retorciéndose en una lucha fútil por su vida mientras Jacen, con las lágrimas rodándole por las mejillas, se arrodillaba a su lado.
Luke moría.
Luke moría.
—No —susurró Jacen.
Se invocó a sí mismo de vuelta al aquí y el ahora.
Nelani y Lumiya se alejaban caminando. La mujer más joven sostenía a la más mayor por los hombros, guiándola.
Jacen encendió su sable láser y golpeó. Nelani saltó para apartarse, pero la brillante hoja meramente separó las esposas que mantenían unidas las manos de Lumiya tras su espalda.
Ambas mujeres le miraron.
—Ella permanece libre —le dijo Jacen a Nelani—. Si la coges…
No pudo decir el resto de las palabras. Luke muere. Y yo le mato.
Había más en ello que eso. Durante un momento, fue arrastrado de vuelta hacia las corrientes de probabilidades que le llevaban hacia el futuro.
Nelani podía irse sin su prisionera. Volvería a su casa a Lorrd y se lo diría todo a sus superiores. A Luke.
Jacen hacía pedazos a Luke. Luke moría.
Nelani podía ser persuadida de que no lo dijera. Se volvería a pensar su promesa más tarde y la rompería, diciéndoselo todo a Luke.
Jacen hacía pedazos a Luke. Luke moría.
Sólo en las corrientes del tiempo en las que Nelani caía, para no levantarse jamás, Luke permanecía en pie, al mando, vivo.
Otras tragedias, oscurecidas e indistintivas, giraban a su alrededor, pero él vivía.
Jacen volvió de nuevo al presente. La verdad de lo que acababa de experimentar a través de la Fuerza le entumecía.
Pero era la verdad y él tenía que ser lo bastante fuerte para enfrentarse a ella.
Lumiya lo sabía o tenía alguna sensación de ello. Había lágrimas en sus mejillas que igualaban las que él sentía en las suyas propias.
—Esto es lo que es ser un Sith —le dijo ella a él—. Nos fortalecemos a nosotros mismos a través del sacrificio.
Jacen asintió, con reticente aceptación del hecho.
—Sí.
Nelani le miró a él y más allá de él, al interior de su intención.
Con un ruido que era un medio gemido, ella se volvió y huyó.
Jacen corrió tras ella.
RELLIDIR, TRALUS
Más misiles llovieron sobre el área del centro de la ciudad que había rodeado al Centro de Artes Escénicas. Los droides marcadores en el suelo no los dirigían hacia el cráter que había sido la cabeza de puente de la Alianza Galáctica. En su lugar, enviaban los misiles hacia los enemigos en los cielos: los cazas de la Alianza Galáctica.
Han se elevó hacia uno de ellos, el Ala-X cuyo transpondedor señalaba FOTTRA1103, Fuerzas de Ocupación Terrestre de Tralus Número 1103, en la frecuencia 22NF07.
Su progreso no era fácil, rápido o seguro. Los cielos todavía estaban llenos con los cazas de la Alianza Galáctica y un sorprendente número de ellos parecían intentar derribarlo. Se hundían hacia él y se elevaban hacia él, disparando los láseres.
Un piloto de interceptor vengativo incluso intentó embestirle, una táctica que se habría constituido en suicida si Han no se hubiese echado a un lado y permitido que el pequeño caza de alta velocidad pasara rugiendo por el espacio que él acababa de ocupar.
El intento de Han era simple: acercarse lo suficiente a su hija para que los misiles que la perseguían abortaran y se volvieran a buscar nuevos objetivos.
En los pocos momentos que tuvo para mirarla, momentos en los que no estaba eludiendo el fuego láser que se acercaba, vio que ella lo estaba haciendo bastante bien por sí sola. Su Ala-X, moviéndose más y más alto en el cielo, se dejaba caer y revoloteaba, disparando sus propios láseres a los cazas de ataque corellianos y los Interceptores de Vigilancia. Aquellos cazas tendían a alejarse, humeantes, o a detonar, dejando extrañas nubes pacíficas y llenas de color en el cielo.
Los misiles rugieron hacia ella desde el frente. Ella se movió de un lado a otro y ellos fallaron, o disparó sus láseres y ellos detonaron, eliminando los misiles alrededor en un explosivo acto fratricida. Los misiles rugieron hacia ella desde el lado y la parte de atrás. Ella los eludió, ahora elevándose, ahora dejándose caer, como una hoja indestructible atrapada en un viento a la velocidad del sonido, y los misiles pasaron de largo.
A veces otro Ala-X volaba a su lado, apoyando sus tácticas con movimientos que eran escalofriantes en sus ajustes instantáneamente, en sus complementariedades perfectas.
Una vez un trío de misiles rugió hacia ella desde el lado de estribor y detonaron a doscientos metros de su Ala-X sin ninguna razón que Han pudiera ver. ¿Habían chocado con metralla? ¿Los había destruido Jaina con un golpecito de su mano y una técnica de la Fuerza? Han no lo sabía.
Se dio cuenta de dos cosas. La primera era que tan rápido como él escalaba, tan rápido como podía permitirse escalar mientras era acosado por pilotos enemigos, ella se estaba elevando más rápido. La segunda era una comprensión más dolorosa, que se había posado en su interior como una pesada red envolviéndose a sí misma alrededor de un nadador cansado:
Ella no le necesitaba.
Era una piloto brillante con un compañero de ala brillante.
Era mayor de lo que había sido Han cuando había enfrentado al Halcón Milenario contra los pilotos de la primera Estrella de la Muerte y tenía más experiencia. Parte Han, parte Leia y toda ella misma, dominaba el aire a su alrededor.
Mezclado en su corazón estaba el orgullo y el dolor de descubrir que ella le había rebasado.
Fuego láser verde centelleó desde la cercanía de su casco de estribor y un Mensajero de Aullidos que se acercaba explotó.
Traído de vuelta al aquí y el ahora, Han miró a estribor y a babor, dándose cuenta de que estaba flanqueado por dos cazas de ataque a cada lado, y casi saltó fuera de su silla.
Pero eran verdes en su panel sensor: amistosos.
La voz de Wedge estaba en sus oídos y Han se dio cuenta de que había estado allí desde hacía algún tiempo.
—¿Qué fue eso, uh, Uno?
—Tenemos escoltas para salir de la zona de combate —dijo Wedge—. Deberías estar alcanzando a la tuya ahora.
—Están aquí.
—Tenemos que dejar la zona, Dos. El enemigo todavía tiene superioridad numérica y no estamos en unos cazas. También piensa que el Ala-X realmente ágil de encima es tu hija. Sería una karking vergüenza ser derribado por tu propia hija, ¿verdad?
Han se rió. Era un sonido frágil.
—Seguro que lo sería. De acuerdo, sácame de aquí. Hablando de hijas, necesito hablar contigo.
—Adelante.
—Después, de vuelta en la base.
—Lo que tú digas.
Durante largos minutos, la batalla sobre Rellidir se alejó más y más del centro de la ciudad. Los misiles que llegaban se gastaban contra el Centro de Artes Escénicas, contra los cazas demasiado lentos o sin suerte para eludirlos y unos contra otros cuando una detonación aleatoria reclamara todo un grupo de ellos.
Syal mantuvo su atención en los cielos más allá de su ventanal. Estaba completamente dolorida y podía saborear la sangre en su boca.
—¿Qué pinta tiene? —preguntó ella.
Zueb, arrodillado en su silla, mirando hacia atrás, sacó sus manos y su cara del lío de circuitos y cables sueltos con los que había estado trabajando. Le dirigió una mirada sin comentarios.
—No es bueno.
—¿Alcanzaremos la órbita?
—La órbita, sí. —El sullustano se encogió de hombros—. Pero no tenemos integridad del casco. ¿Has pinchado un balón y has dejado que se vaya volando, perdiendo aire? Eso somos nosotros.
—Conecta nuestros trajes para la atmósfera directa y a la energía para el calor. Soportaremos unos cuantos minutos de frío.
—Sí, jefa. —Zueb estaba remoloneado tras sus asientos, conectando sus dos trajes a las fuentes de energía y aire y luego se volvió y se sentó en su silla. Profirió un alarido de dolor—. Augg. Creo que no me queda espina dorsal.
—¿Tenías una para empezar?
—No tiene gracia.
Zueb se abrochó el cinturón.
Syal conectó los motores. Ellos lloriquearon, innaturalmente en alto, con el ruido deformado y malo, pero el panel de diagnósticos indicaba que estaban proveyendo de energía a los impulsores. Suave y lentamente, Syal despegó, apuntó el morro apaleado del Aleph lejos de las partes del cielo donde el combate todavía era grueso, y aceleró.
—Perdimos este —dijo ella.
—Lo hiciste genial.
—Soy una gran perdedora.
—Vuelo con una perdedora cualquier día. También el teniente Baradis cree que eres realmente bonita.
—¿Qué?
—Lo dijo ayer en el comedor.
—Estás intentando apartar mi mente de todo esto.
—Sí. ¿Estoy haciendo un buen trabajo?
—No. —Ella frunció el ceño—. ¿Baradis, huh?
—Yo mismo no lo veo. Las cabezas humanas son demasiado diminutas para ser bonitas.
Ella sonrió.
—Cállate.
SISTEMA ESTELAR MZX32905, CERCA DE BIMMIEL
Nelani corrió con la velocidad de una atleta entrenada, pero tan pronto como ella pasó más allá de la caverna donde estaba la casa de Darth Vectivus y donde los generadores de gravedad artificial operaban, sus andares se volvieron ineficientes, sus saltos demasiado largos. No tenía la experiencia de Jacen con la baja gravedad.
Él empezó a alcanzarla.
Ella saltó hacia arriba a lo largo de los raíles, hacia el hábitat de la superficie, con su sable láser dándole suficiente luz para ver los peldaños que atravesaban donde necesitaba colocar sus pies.
Jacen vio puntos de sangre en algunos de aquellos peldaños, evidencia de la herida que el látigo de Lumiya le había infligido.
Los raíles se elevaban a través de un agujero en el techo de la caverna y más allá de ese punto Jacen ya no pudo ver a Nelani. Él dejó su propio sable láser encendido pero cerró sus ojos, buscándola con sus sentidos de la Fuerza…
Y allí estaba ella, lanzándose hacia él en la postura de las piernas por delante de una viciosa patada lateral.
Sin mirar en dirección a ella, giró hacia un lado y le dio un golpe con su sable láser. No puso ninguna fuerza tras su golpe.
No necesitaba hacerlo. La hoja la alcanzó en el interior del muslo, cortando a través de la ropa y la piel y el músculo. Ella gritó, voló más allá de él, golpeó la pétrea superficie de esta caverna y rodó, en el modo curioso en que mandaba la baja gravedad, hasta detenerse.
Él saltó hacia ella, lento, seguro y como un depredador.
Cuando la alcanzó, ella estaba sentada, incapaz de mantenerse en pie, con su sable láser ahora encendido en su mano derecha y su pierna derecha, ahora inútil, bajo ella. Él pudo ver parte de la herida, negra con carne y sangre cauterizada. Ella levantó la vista, con el dolor de su cara siendo más lúgubre por el centelleante brillo de las dos espadas.
—Jacen, no hagas esto —dijo ella.
—No entiendes lo que está en juego.
—No me preocupa vivir o morir —le dijo ella—. Rendí mi destino a la Fuerza cuando me uní a la orden. Eres tú. Si haces esto, te convertirás en algo malo. Algo destructivo.
—Un Sith.
—No. Llámalo como quieras. ¿Cómo llamas a alguien que mata sin necesitarlo? ¿Alguien que se une a la maldad porque es un argumento bien razonado?
Él se quedó allí y la miró y se sintió abatido por las emociones: las suyas, las de ella, las energías del lado oscuro que perduraban desde miles de años antes. La salud de ella y su belleza, que habían sido dañadas y que él las dañaría más. Su desesperación y desilusión, que eran casi energías palpables, arañando los nervios de él como superficies arenosas.
Una profunda tristeza se instaló en él, una tristeza por la tragedia que estaba siendo perpetrada. En la miríada de futuros que él podía vislumbrar débilmente había actos buenos y amables, amor, tal vez una familia y niños. Él estaba a punto de cortar los tejidos que conectaban a Nelani con esos futuros y podía sentir el dolor de ese corte. En cierto modo, la sensación era casi tranquilizadora, recordándole que todavía poseía emociones humanas, valores humanos.
—Nelani —dijo él—, lo siento. Eres… un deflector que enviaría el futuro girando hacia la tragedia. Y eres demasiado joven, demasiado débil para entenderlo, para corregirlo.
—Jacen…
Él golpeó, un corté que se convirtió en un giro que ligó su espada. La maniobra la desarmó, dejando su brazo sin tocar pero enviando su sable láser girando hacia la oscuridad.
Él golpeó de nuevo, un golpe quirúrgico que entró en el centro preciso de su esternón y salió por su espina dorsal.
Jacen liberó su sable láser. Nelani se derrumbó hacia un lado y él la sintió empezar a desvanecerse en la Fuerza.
Hasta que ella terminó su lenta caída y su cabeza descansó sobre la piedra, sus ojos no dejaron los de él.