capítulo veintinueve
SISTEMA ESTELAR MZX32905, CERCA DE BIMMIEL
En la pantalla a máxima magnificación, el hogar de Brisha era una protuberancia hemisférica gris claro, una mancha en una superficie irregular gris oscuro. Cuando Jacen bajó la pantalla a una magnificación media, pudo ver la totalidad del asteroide como una sombra oscura en medio de un mar de estrellas y, más allá de él, el pequeño brillo sucio anaranjado del sol del sistema estelar, no lejos del sistema Bimmiel, cuyo quinto planeta era notorio por su población de slahrats y por ser el lugar en una antigua expedición de reconocimiento yuuzhan vong.
Nelani, revoloteando alrededor del hombro de Jacen, miró al asteroide de Brisha.
—Encantador —dijo. Se volvió de nuevo hacia Brisha, que se reclinaba en el asiento detrás de la posición del copiloto. Ben era el copiloto en este viaje—. Puedo imaginarte disfrutando día tras día aquí, sentada en la orilla del lago, viendo los gloriosos amaneceres y puestas de sol…
La cara de Brisha estaba reflejada en el transpariacero del ventanal delantero y Jacen la vio ofrecerle a Nelani una sonrisa que estaba sólo un paso por debajo de la condescendencia.
—Es privado —dijo ella—. Me gusta la privacidad.
Jacen las ignoró e ignoró las lecturas del sensor ante él. En su lugar, se concentró en sentir la Fuerza.
En ese planetoide, había algo activo dentro de la Fuerza, algo fuerte y vibrante… pero no vivo. Jacen había sentido una vez algo como eso cuando, en una hora de descanso en una visita a un arrecife de coral muerto, había intentado sentir la Fuerza y había tenido éxito. Ese arrecife había contenido débiles sentimientos, como recuerdos débiles y borrosos de la acumulación de vida que lo había creado. Lo que ahora estaba ante él era más fuerte, más complicado, con más personalidad… y había mucha energía del lado oscuro en su vigor.
—Es un gran asteroide de acero —anunció Ben—. Tiene una pequeña gravedad, pero no lo suficiente para una atmósfera.
Vamos a estar flotando mucho por ahí.
Brisha negó con la cabeza.
—El hábitat tiene gravedad artificial. Los generadores se conectarán una vez que tu lanzadera esté atracada.
—Auug.
El de Ben era un ruido de exasperación. Jacen sonrió.
Imaginaba que el chico había estado esperando con impaciencia un medio de baja gravedad.
La bahía de atraque era lo bastante grande para contener cuatro lanzaderas, o el Halcón Milenario y una o dos naves más pequeñas. La entrada estaba en la base de un hábitat de diez pisos de altura. Dentro, la bahía era diáfana, con la pared exterior curvada y las paredes interiores angulosas, dándole una forma casi trapezoidal. Las paredes estaban ribeteadas de metal pintado de un tranquilizante azul cielo y todo estaba remarcablemente limpio.
Mientras la lanzadera de Jacen se posaba en su lugar en el amarradero más cercano a las puertas del hábitat propiamente dicho, las grandes puertas de la bahía se deslizaron lateralmente hasta su lugar tras ellos. Jacen se sintió a sí mismo hundirse más en su asiento mientras la gravedad artificial se ajustaba. Sin que se lo pidieran, Ben ajustó la propia gravedad correspondiente de la lanzadera, como un ejercicio, e hizo un buen trabajo al mantener la gravedad cerca del estándar de Coruscant. Jacen le dirigió un asentimiento de cabeza aprobador.
Pero la mente de Jacen estaba en otro lugar, con parte de él todavía buscando la fuente de la energía de la Fuerza que sentía.
Él vio a Brisha sonreírle en la reflexión del ventanal.
—Todas las respuestas que estáis buscando están dentro —dijo ella.
Jacen asintió.
—Lo que no es lo mismo que decir que todo lo que queremos está dentro… o que nosotros estamos a salvo dentro.
—Correcto —dijo Brisha.
Ella se levantó.
Un corredor flexible se unió a la escotilla exterior. Dentro, el aire estaba frío, pero pequeños remolinos de aire cálido se movían a través de él, una evidencia de que los calentadores del hábitat comenzaban su trabajo.
El pasillo, de un blanco crema y sin rasgos en el interior, les llevó hasta un corredor del mismo azul cielo que el interior de la bahía. Jacen sospechaba por la curvatura del corredor que era un círculo completo alrededor del hábitat, dando acceso a las habitaciones por encima que daban a la pared exterior.
Ben miró a su alrededor, parpadeando.
—Está realmente limpio. Pensé que esto era un puesto minero.
Brisha negó con la cabeza.
—No, era el hábitat de administración para la compañía minera. Los administradores y sus familias vivían aquí, como lo hacían las familias de varios de los oficiales más importantes de la compañía. Y cuando los representantes de los dueños de la compañía venían de visita, había grandes salas donde podían tener fastuosas cenas y entretenimientos. Este lugar era más como un hotel que un campamento minero.
—En términos de diseño, es como un antiguo modelo de Puesto de Mando Móvil Sienar —dijo Jacen—, pero más antiguo. Tal vez siglos más viejo. —Ante el asentimiento de Brisha, él continuó—: Habría sido montado en el espacio, cerca de dónde iba a ser instalado originariamente. Los remolcadores lo habrían colocado sobre columnas de los cimientos construidos en su zona de aterrizaje. Pero era una pieza valiosa de equipamiento. Cuando la operación terminase, sus agarres de los cimientos habrían sido liberados y habría sido arrastrado hasta su próximo puesto. No dejado aquí.
Brisha le lanzó una sonrisa de ánimos y luego se volvió y abrió el camino a lo largo del corredor.
—Es muy cierto. No, el último administrador aquí lo arregló para que el hábitat fuera abandonado cuando la operación de minería dejó este campo de asteroides. Para que fuera dejado atrás… y olvidado.
En el primer corredor que atravesaba, ella giró a la izquierda, hacia el centro del hábitat, y los otros la siguieron. Las paredes azules continuaron, interrumpidas por puertas adecuadas para habitaciones privadas o pequeñas oficinas. Las puertas eran curvadas en la parte alta, un elemento de diseño anticuado.
Jacen aligeró su paso para alcanzar a Brisha.
—Eso es mucho que arreglar. Esto habría sido mucho dinero para que una compañía simplemente lo olvidara.
—Sí, lo es. —Brisha parecía estar de acuerdo—. Pero el administrador que lo arregló fue capaza de dar con los sobornos adecuados y de persuadir a la gente para que mirase a otro lado. Era, después de todo, un Sith.
Brisha ignoró cualquier otra pregunta hasta que llegaron a un turboascensor cerca del centro del hábitat y subieron cuatro pisos.
Este se abrió a una sala circular de veinte metros de diámetro. El techo estaba a quince metros por encima, una superficie curva hecha de una ancha capa de transpariacero. Arañada a lo largo de los siglos por los impactos menores de meteoritos que parecían congelados en su lugar, todavía estaba lo bastante clara para mostrar un glorioso campo de estrellas más allá.
La propia sala podría haber sido una extensión de las habitaciones de la doctora Rotham. Sus paredes estaba llenas de estanterías y había pequeñas pasarelas a lo lardo de las estanterías a intervalos de tres metros de altura, con escaleras de metal negro que proveían acceso entre las pasarelas. Las estanterías estaban llenas de libros, rollos de plastifino, hologramas parpadeantes, estatuas, arte cinético, e incluso, según vio Jacen, la cabeza de un rodiano metida en un bote, con su hocico parecido a un embudo apuntando directo hacia las puertas del turboascensor por las que habían entrado. Había muebles en el nivel del suelo, principalmente largos sofás oscuros. Parecían duros y poco acogedores, pero Jacen los reconoció como nuevos de esos cuyas superficies se inflaban y desinflaban de acuerdo con los movimientos y posturas de aquellos que se sentaban en ellos.
La habitación simplemente apestaba a energía de la Fuerza, energía del lado oscuro. Pero tan fuerte como era, esta no era la fuente de todo el poder, toda la influencia oscura que Jacen había estado detectando desde que llegaron. Esa descansaba bajo ellos, a una gran distancia.
¿Por qué el poder del lado oscuro siempre parece provenir de las profundidades? , se preguntó. ¿Hay algo intrínseco que lo asocia con los lugares profundos, los barrancos y las rendijas?
Incluso después de décadas de estudio, nunca lo había descubierto.
Mientras Jacen estaba en pie en la puerta del turboascensor, recogiendo las sensaciones del poder de la Fuerza como un hombre hambriento catalogando los olores de un restaurante, Nelani se movió hasta el centro de la habitación, con su mano en la empuñadura de su sable láser en su cinturón. Ella habló con voz artificial y burlescamente ligera.
—Así que eres alguna clase de Sith.
Brisha negó con la cabeza y se movió para dejarse caer en el cercano sofá, con su espalda apoyada en un lado. El sofá gruñó bajo su peso. Ella se inclinó hacia atrás, con una postura negligente, y estiró los brazos por encima de su cabeza.
—No. Si prestas atención a lo que estás sintiendo, puedes detectar el lado luminoso aquí, al igual que el lado oscuro. En esas reliquias y en mí.
Jacen no podía estar seguro de si la última aseveración era verdad. Brisha no había manifestado ninguna clase de energía de la Fuerza más allá de la energía con la que todos los seres vivos, aparte de los yuuzhan vong, resonaban. Pero él podía detectar pequeñas olas de energía del lado luminoso aquí, entremezcladas con el lado oscuro.
—¿Entonces cómo te defines a ti misma? —preguntó él.
Él se movió hacia delante, dividido entre la curiosidad, parte de él quería correr entre las estanterías mirando cada objeto por turnos, y la precaución.
—Una estudiante —dijo Brisha—. Una estudiante de la Fuerza en todos sus aspectos. Y sí, me he concentrado en el conocimiento de los Sith… en utilizar sus técnicas sin avaricia, sin autointerés, para hacer que las cosas sean mejores, del mismo modo que los mejores Jedi utilizan las técnicas del lado luminoso.
—Entonces has sido corrompida —dijo Nelani.
Brisha le dirigió una mirada compasiva.
—Eres tan joven. Nelani, de los que empuñan la Fuerza todos se enfrentan a una posible corrupción y muchos de ellos se entregan a ella. Es sólo la forma que toma la corrupción del lado oscuro y la del lado luminoso lo que difiere. El seguidor del lado luminoso corrupto se vuelve inflexible, tan gobernado por las reglas y las costumbres que ya no pueden pensar, ya no puede sentir, ya no puede adaptarse. Fue eso lo que destruyó a los Jedi al final de la Antigua República.
—Hay algo de eso —admitió Jacen—. No eres la primera persona a la que he oído sugerir esa clase de osificación. Pero eso no prueba que el uso prolongado del lado oscuro no lleve inevitablemente a la corrupción.
Brisha suspiró, exasperada, y cruzó sus brazos ante ella.
—¿Qué es la corrupción, Jacen? Un seguidor de la línea dura del lado luminoso dirá que cualquier uso de la Fuerza para obtener algo personal es «corrupto». Pero alguien que mezcla el altruismo con el autointerés en una medida muy humana, a lo largo de un periodo de décadas, no es corrupto. Él o ella sólo se está comportando de acuerdo con la naturaleza de la especie.
Ahora ella, más que los objetos en las estanterías, tenía la atención de Jacen. Él se movió para colocarse ante ella.
—Explica eso.
—Me encantaría. Pero primero, algo de contexto.
Jacen oyó suspirar a Ben. Jacen sonrió y la sonrisa de Brisha igualó la suya. Ben se comportaba tan bien como cualquiera podía esperar, pero su impaciencia con las preocupaciones de los adultos tales como proveer un contexto para un asunto complicado igualaba la de cualquier adolescente.
—Este planetoide —dijo Brisha— fue poblado mucho antes de que vinieran los mineros. Una especie de criaturas se instaló aquí. Los cuerpos disecados que he encontrado en las profundidades y señales que he visto a través de la Fuerza, indican que eran semejantes a los mynocks: basados en el silicio, invertebrados, subsistiendo de la radiación estelar y de los materiales de silicatos. Los de aquí evolucionaron o mutaron a una especie inteligente, durante cuántos milenios no puedo especularlo, y desarrollaron una sociedad que involucraba herencias culturales y estratificación como la que vemos en las culturas humanas.
Jacen asintió.
—¿Y los restos de energía de la Fuerza que estoy sintiendo se originó con ellos?
—Sí. Sus grabaciones, porque inventaron una forma de mantener las grabaciones, una clase de escultura con información imbuida, algunas formas de las cuales he aprendido a traducir…
—¿Una de las borlas?
—Sí, una que tus expertos probablemente no pudieron leer.
Las grabaciones de estas criaturas indican que en un punto una clase gobernante exilió a toda una subsociedad, encerrándoles dentro de las cuevas y las cavernas de este asteroide, cortándoles el acceso a las energías estelares que les mantenían. Ellos vivieron aquí, muriendo lentamente de hambre, manteniéndose a sí mismos pobremente con el mineral contenido en las piedras dentro del asteroide. Y fue entonces cuando uno de ellos aprendió a detectar, y luego a manipular, la Fuerza. Ese eventualmente se convirtió en el líder de los otros exiliados, y luego les guió para liberarse del interior del asteroide y conquistar a los otros.
—¿Entonces por qué no son todos los mynocks ahora seres que empuñan la Fuerza y viajeros espaciales que gobiernan la galaxia? —preguntó Nelani.
Brisha se encogió de hombros.
—Sólo puedo adivinarlo. En sus escritos, hay una referencia al Hogar, este asteroide, más menciones del Regreso, sugiriendo que no pudieron engendrar, o dividirse como hacen los mynocks, en ningún lugar excepto aquí. Si eso es verdad, entonces no pudieron alejarse demasiado a través de la galaxia, y un contagio fatal o un desastre similar aquí pudo exterminar con la especie entera en cuestión de años. Sin embargo, el caso es que durante un tiempo fueron una especie liderada por una casta de usuarios de la Fuerza, que eventualmente se convirtieron en una casta de usuarios del lado oscuro de la Fuerza. Aprendieron técnicas relacionadas con su naturaleza de mynocks, tales como la habilidad de proyectar energía de los seres vivos, incluyendo los de su propia clase, a grandes distancias y habilidades asociadas con comunicarse instantáneamente a esas distancias, un fenómeno que los Jedi a veces experimentan. Manejaban tremendas cantidades de energía del lado oscuro y montones de energía fueron radiados eventualmente al sistema de cavernas que había sido su hogar durante el exilio y que subsecuentemente se convirtió en un lugar sagrado para ellos.
»Así que murieron —continuó ella— y siglos o milenios más tarde, una operación se instaló aquí para extraer los minerales de este cinturón de asteroides. Y no habrían empezado a extraer mineral de debajo del hábitat del director, excepto que alguien descubrió las cavernas y todas las vetas que llevaban menas metálicas que habían sido desnudadas al comerse los mynocks todas las piedras basadas en el silicio a su alrededor.
—Puedo adivinar parte del resto —dijo Jacen.
—Adelante.
—La prolongada exposición de los mineros a un pozo de energía del lado oscuro dio lugar a extraños incidentes. La gente veía cosas, los sensibles a la Fuerza manifestaban extrañas habilidades. Quizás canalizando tus mynocks, comportándose como ellos y siendo considerados locos.
—Muy bien —Brisha asintió—. El director de esa época acalló los informes, cerró esa mina (el resto de la operación en estos asteroides no fue afectado) y mantuvo las cosas firmemente en secreto. Él también era un sensible a la Fuerza y había estado experimentando cosas, teniendo experiencias, consiguiendo y probando nuevos poderes. Cuando este cinturón de asteroides eventualmente se volvió menos rentable como operación minera, lo cerró, gestionando las cosas cuidadosamente mal de manera que el hábitat se quedara aquí y fuera olvidado… y entonces, dejándolo atrás, salió a la galaxia, encontrando a los Sith, aprendiendo por sí mismo y convirtiéndose eventualmente en el Maestro Sith Darth Vectivus.
—Nunca oí hablar de él —dijo Jacen.
La expresión de Brisha mostró una pequeña impaciencia.
—Eso es porque no hizo maldades. No intentó conquistar la galaxia, no intentó exterminar la población de un sistema estelar ni empezó una guerra a gran escala contra los Jedi. Él simplemente existió, aprendió. Murió de viejo, rodeado por su familia y amigos.
Nelani le lanzó una mirada escéptica.
—Un mecenas de las artes, benefactor de causas caritativas e inventor del whiskey con agua ciclónico, bebida alcohólica favorita de los turistas de las islas de todas partes.
—Te burlas —dijo Brisha—, lo que está bien, pero te burlas por ignorancia, lo que no lo está. No sabes nada de Darth Vectivus.
Nelani le dirigió una sonrisa helada.
—Incluyendo si él jamás existió o si era el hombre bueno y alegre que tú describes.
—Y sólo puedes descubrir la verdad aprendiendo.
—¿Cómo evitó ser gobernado, y arruinarse, por la avaricia? —preguntó Jacen.
—Ah. Eso es fácil. Desarrolló un fuerte código ético antes incluso de sentir ningún impulso hacia el lado oscuro. Era un adulto, un hombre de negocios testarudo con un sentido muy equilibrado de la ganancia y lo que era justo, y cuando la tentación le susurraba al oído él podía ignorarla tan fácilmente como podía ignorar las importunas igualmente destructivas de la blandura de corazón. —Miró a Nelani mientras decía estas últimas palabras y luego devolvió su atención a Jacen—. Los Sith que son famosos por ser malos, Jacen, eran como eran porque eran hombres y mujeres muy dañados desde el principio. No porque fueran Sith. Normalmente, eran débiles, o se engañaban, o eran avariciosos desde el principio. Como tu abuelo. Yo le conocí, ¿sabes?
Jacen negó con la cabeza.
—¿Cómo podría saberlo? No sé nada de ti.
—Concedido. No he estado utilizando mi auténtico nombre.
Es inconveniente.
—Así que estás diciendo que no nos atrajiste hasta aquí para matarnos.
—Correcto.
—Y no era porque estuvieras sola o sólo porque quisieras mostrar el lugar.
La sonrisa de Brisha se volvió genuina otra vez.
—No.
—¿Entonces por qué?
—Porque, abajo en las cavernas, donde el poder del lado oscuro es más grande, hay un Lord Sith y no creía que debiera enfrentarme a él sola.
ESPACIO CORELLIANO, SOBRE TRALUS
Leia estaba sentada en el comedor de oficiales con la almirante Limpan, con tazas de caf humeante sobre la brillante mesa entre ellas.
—La AG tiende a caer en la vieja trampa de pensar en los corellianos como en niños traviesos —dijo ella—. No lo son. Son gente que nunca ha perdido su espíritu pionero, incluso aunque su sistema ha estado bien establecido durante milenios. El espíritu pionero, el desprecio pionero por la autoridad y el desdén pionero por las complicaciones o por analizar las cosas demasiado. Piense en ellos como niños e inevitablemente olvidará lo peligrosos que pueden ser.
—Eso es sorprendentemente cándido viniendo de alguien que está casada con un corelliano.
—Han es una de las personas más peligrosas de la galaxia. —Leia no parecía para nada avergonzada por esta admisión—. Y he estado orgullosa durante más de treinta años del modo en el que usa su peligrosidad…
Una alarma chillona cortó sus palabras. Oficiales uniformados en las mesas de alrededor se pusieron en pie, como hicieron Limpan y Leia.
—Alerta de intrusión —dijo la almirante—. Se me necesita…
—Me quedaré con usted, si puedo —dijo Leia.
El puente estaba sólo a unas docenas de metros de distancia y cuando Limpan y Leia cargaron a través de las puertas blindadas hasta la pasarela elevada, este estaba zumbando de actividad. Los oficiales se gritaban informes unos a otros y un holograma del espacio cercano colgaba sobre la pasarela. Mostraba la línea de la órbita curvada de las naves de la Alianza Galáctica distantemente espaciadas y una formación de naves que se acercaban en tres grupos, con la imprecisión y la naturaleza parecida a una burbuja de la formación informando a Leia de que su composición exacta no había sido todavía determinada por los sensores.
—Todas la naves y control de tierra, vayan a sus puestos de combate, lance todos los escuadrones que estén listos —gritó Limpan—. Despliegue todos los escuadrones. Recoja a todos los vehículos de reconocimiento que puedan llegar aquí antes o durante tres minutos después de la llegada de esa formación.
Todos los otros de reconocimiento, que inicien los patrones de reconocimiento de la red de pesca en un lento cruce de vuelta hacia Tralus. Navegación, ¿cuál es su curso?
Un oficial hombre, también un duros, en uno de los agujeros de abajo, habló hacia arriba.
—Sesenta y cuatro por ciento de posibilidades de que sea Rellidir o el Buzo Azul.
—Control de cazas, envíe un escuadrón en cuatro hacia Rellidir, dos en cuatro hacia el Buzo Azul y uno en cuatro que permanezca con cada nave lanzada.
La cabeza de la almirante se movió a su alrededor como si estudiara cada puesto bajo la pasarela.
—Almirante —dijo Leia—, tengo algo de experiencia con la coordinación de cazas, si puedo ser de ayuda…
Limpan asintió ausentemente.
—Vuelva por las puertas blindadas por las que vinimos e inmediatamente a la derecha, esto es, a babor de la nave, en la primera puerta, dígale al coronel Moyan que confirme su participación con mi ayudante. Y gracias.
—No hay de qué.
Leia se volvió para ir corriendo hacia la salida del puente. Sus palabras se atascaron un poco en su garganta. La almirante acababa de darle las gracias por ofrecerse voluntaria para cometer lo que podría terminar siendo un acto de traición. Porque si Leia podía ayudar a Han a sobrevivir en la batalla que se aproximaba, lo haría, incluso si tenía que actuar directamente contra los intereses de la Alianza Galáctica.
Syal maldijo mientras su Twee atravesaba las puertas de salida del hangar del Buzo Azul y lentamente empezaba a acelerar.
Todavía parecía tan lento… Ella y sus compañeros de escuadrón, cinco de ellos, se alinearon en una formación de V. Su comandante, quien había sido el piloto del Ala-X que la asediaba durante sus pases de prueba, estaba en la punta.
Gris Uno giró para liderar al resto del escuadrón hacia la atmósfera. Syal comprobó su panel de navegación y vio que su destino era un punto al sur de la ciudad de Rellidir. Asintió. Los corellianos estaban viniendo para recuperar su ciudad. Ella no sabía si, en su corazón, desearles suerte o no.
El Grupo Pantera, Han y Wedge, se quedaron muy hacia la parte trasera de la formación corelliana.
Han se exasperó. No estaba bien estar en la parte trasera de ninguna formación. Cuando estabas atrás, los rencorosos artilleros enemigos concentraban su fuego en ti y tú tenías el trasero lleno de disparos. Cuando estabas atrás, tu localización te marcaba como un piloto lento o indiferente. Incluso las naves de lanzamientos de misiles estaban delante de ellos. Tenían que estar en un lugar de los cielos al este de Rellidir antes de que Han y Wedge hicieran su aproximación.
Para hacer las cosas más irritantes, Han todavía no había oído noticias de Leia. Había que reconocerlo, las comunicaciones entre ellos iban a ser arriesgadas y ocasionales. Él miró al cuaderno de datos equipado con comunicaciones que había conectado cuidadosamente al panel de control del Grito una vez que había estado sellado dentro del vehículo. Su pantalla encendida permanecía irritantemente en blanco.
Todavía peor, Wedge parecía estar leyendo su mente.
—No te vuelvas impaciente —dijo, con voz tan clara en los oídos de Han que podía haber estado sentado en el asiento del copiloto ahora vacío—. Llegaremos allí bastante pronto.
—¿Impaciente? —Han añadió un poco de incredulidad a su voz—. Hijito, sólo estoy sentado aquí jugando al sabacc con los cerebros droides.
—Bien. Estar pelado te hará tener un propósito.
Han sonrió. Aumentó un poco los impulsores, colocándose ligeramente delante del Grito de Wedge.
—Y hacer que alguien te explote las escotillas te hará tener un propósito a ti.
La voz de Wedge se volvió menos cordial, más militar.
—Los cazas delanteros de los bordes encontrando unidades enemigas ahora.
—Qué suerte la suya —dijo Han.
RELLIDIR, TRALUS
Esta vez, Jaina pronunció cada palabra con una claridad brillante e individual, haciendo imposible que la malinterpretaran.
—He. Dicho. Que. Bajen. Los. Escudos. Cambio.
—Negativo a eso, negativo. —La voz del oficial de tierra sonó joven y un poco llena de pánico—. El enemigo está a menos de tres minutos de aquí y descendiendo rápidamente.
—Caray —dijo Jaina—. Con dos segundos para bajar los escudos y dos para levantarlos de nuevo después de que estemos fuera, eso le deja, ¿qué? ¿Más de dos minutos y medio para dudar y todavía estar a salvo? ¡Baje los karking escudos y déjenos salir!
Ella golpeó una porción de sus paneles de control, que no estaba ocupada por botones o lecturas, con su puño.
Su escuadrón daba vueltas sobre el centro de la ciudad de Rellidir, confinado por los escudos de energía que defendían esa parte de la ciudad. Otros cazas estaban zumbando cerca de ella, pero ninguno de los otros escuadrones parecía tan ansioso por dejar el área del escudo.
—Las órdenes son que todos los escuadrones se queden cerca y disponibles y defiendan en centro —dijo el anónimo oficial—. Así que se queda ahí.
—Este es el Escuadrón Punto de Carga, la unidad Jedi. —La voz de Jaina era un siseo de furia—. No somos parte de su estructura de mando inmediata. Déjenos salir y haremos un trabajo mucho mejor defendiéndoles.
—Eso es una negativa, Punto de Carga. Mis órdenes son específicas y no voy a preocupar al comandante justo ahora con su petición. Corto.
—Idiota cobarde, llorón y chillón —dijo Jaina—. He visto a droides ratón con más agallas y a insectos chasqueadores con más cerebro.
—Dudo que pueda oírte, Uno. —Esa era la voz de Zekk.
—Lo sé. —Jaina suspiró—. Creo que estamos atrapados aquí.
Puntos de Carga, mantened vuestros patrones de vuelos y avisad cuando las oportunidades empiecen a caer sobre nosotros.
Ella recibió un coro de afirmaciones pero estaba demasiado desanimada para prestarle mucha atención.
SISTEMA ESTELAR MZX32905, CERCA DE BIMMIEL
Los tres Jedi y Brisha montaron en el turboascensor para bajar hasta el nivel inferior del hábitat.
—Eso es algo que podrías haber mencionado desde el principio —dijo Nelani—. Hay un Sith en los cimientos. De haber sido este cualquier otro hogar en la galaxia, eso sería la primera cosa en salir de la boca de alguien.
—¿Cuál es su nombre? —preguntó Ben.
Brisha se encogió de hombros.
—No se ha revelado a mí y por lo tanto seguro que no me ha dicho su nombre. —Entonces ella sonrió, repentinamente juguetona—. Darth algo, espero.
—No ha habido ningún Sith en la galaxia desde… ¿qué? ¿La muerte del último clon del emperador? —preguntó Jacen.
—Es verdad y no lo es —dijo Brisha—. En términos de la estructura clásica de los Sith de Maestro y aprendiz, «sólo puede haber dos», tienes razón. No estoy segura de incluso contar los clones del emperador como Sith. Después de todo, ellos no se ganaron su conocimiento Sith, no lo adquirieron a través del sudor y el sacrificio. Ellos lo heredaron como un paquete de programación descargada de un ordenador. Creo que los último Sith desaparecieron cuando el emperador y tu abuelo murieron en el mismo día.
»Pero —continuó ella— mucho legado Sith sobrevivió.
Individuos que eran candidatos a convertirse en Sith y fallaron por alguna razón en conseguir completamente su estatus como aprendices. Sabían lo suficiente para sobrevivir y sabían lo suficiente para continuar aprendiendo. Uno podía haber aprendido lo suficiente para convertirse en un Maestro.
El turboascensor hizo un ruido seco al detenerse en el nivel inferior del hábitat, el nivel en el que habían entrado originariamente en la estructura. Brisha les llevó desde allí a través de una puerta lateral hasta una habitación hexagonal dominada por un tubo. Inclinado en un ángulo de cuarenta y cinco grados, había un cilindro de transpariacero marcado por un par de raíles de metal. El tubo estaba por debajo de los dos metros de diámetro y suspendido por encima sobre él en un brazo de metal había una especie de vagoneta de ruedas de metal. La vagoneta tenía seis asientos al frente y un área de carga copiosa en el medio y un grupo de seis asientos que miraban hacia atrás en la parte trasera. Su morro estaba parcialmente dentro del cilindro, apuntando hacia abajo, con el grupo de ruedas delanteras sobre los raíles.
Ben se inclinó sobre el tubo. Llevaba hacia abajo más allá del suelo hasta la oscuridad, pero mientras miraba, la superficie inferior del tubo comenzó a brillar. Metros más abajo, pudo ver la superficie rocosa del asteroide y el tubo continuaba adentrándose en el suelo.
—Esto va a ser divertido —dijo él como algo cierto.
—El chico no debería ir —dijo Brisha—. Todavía no es lo bastante fuerte para enfrentarse a un Sith.
Ben sintió un centelleo de resentimiento pero lo mantuvo lejos de su cara.
—Te diré qué, simplemente resistiré la tentación —dijo él.
Brisha le lanzó una mirada severa.
—La última vez que me encontré con tu padre, nuestra separación no fue muy agradable. Puede que él haya tenido tiempo para perdonarme… pero con toda certeza no me perdonaría una segunda vez si me las arreglo para hacer que maten a su único hijo.
—Entonces tampoco haré eso.
Jacen subió las escaleras de la estructura de metal hacia el vagón minero y saltó hacia el asiento delantero.
—Él viene con nosotros. De ese modo nadie puede asaltarlo mientras se queda atrás.
—Si tú lo dices.
Brisha le siguió y se colocó en el asiento al lado de él.
En unos momentos Nelani y Ben estaban en el asiento trasero.
Brisha pulsó un botón. Palancas y controles se encendieron de repente en el panel de control del vagón minero.
—La presión atmosférica en las cavernas está a punto nueve cinco del estándar del hábitat —dijo ella—. Vuestros oídos pueden taponarse.
Ella pulsó un botón. La vagoneta rodó dentro del tubo, alcanzando cierta velocidad y se zambulló hacia la superficie del asteroide.
Y a través del él, en la negrura.