capítulo cuatro

Jacen, Leia y Mara se relajaron en los muebles del salón. En la cocina, Han, manteniendo su auto impuesto exilio, se estaba metiendo con C-3PO muy duramente mientras lavaba los platos de la cena. Luke estaba solo en la sala de comunicaciones, usando los equipos de comunicación de los Solo para alguna clase de asunto oficial de los Jedi. Ben y R2-D2 estaban en el balcón, jugando a un holojuego muy musicalmente ruidoso pero nada sanguinario. Jaina y Zekk, también estaban fuera, pero los ocasionales momentos en que se les veía sugerían que estaban en el lado de la baranda del balcón, mirando los ríos infinitos de tráfico de colores múltiples fluir en el cielo nocturno.

—Ben —dijo Mara— es más abierto. Más confiado.

Sus palabras, dirigidas a Jacen, eran tanto una pregunta como una afirmación.

Jacen asintió pensativo, y tomó un sorbo de su vaso de vino.

—Creo que sí. Está empezando a entender a la Fuerza… y a la gente. El hecho de que inherentemente sospeche un poco de ambos está trabajando a su favor. Está progresando despacio y con cuidado. No parece que vaya a entregarse a las tentaciones del lado oscuro de la Fuerza… incluso para ser un adolescente con las hormonas desbocadas.

Cuando era un niño pequeño durante la trágica Guerra Yuuzhan Vong, Ben había llegado a temer y sospechar de la Fuerza, retrayéndose de ella a pesar de su propia facilidad heredada con ella. Únicamente como el aprendiz no oficial de Jacen había empezado a superar el daño emocional de aquel tiempo.

Mara se encogió de hombros.

—No saques a relucir el espectro de las hormonas desbocadas.

Leia resopló.

—¿Todavía no estás lista para convertirte en abuela?

—Creo que me empalaría con mi propio sable láser primero.

Leia sonrió.

—Creo que yo estoy lista. Planeo ser la clase de abuela llena de energía y que da mal ejemplo, que les enseña a sus nietos hábitos deplorables. —Ella volvió su atención a Jacen—. ¿Cuánto voy a tener que esperar?

Él le dirigió una mirada reprobadora.

—Si estás intentando avergonzarme, le estás hablando a un comunicador averiado.

—Nada de avergonzarte. Sólo estoy intentando conseguir un calendario.

—Pregúntale a Jaina.

La expresión de Leia se agrió cómicamente.

—Ella dijo que te preguntara a ti.

—Entonces pregúntale a Zekk. Estoy seguro de que lo ha planeado todo. Con probabilidad simplemente no ha informado a Jaina todavía.

Leia negó con la cabeza por encima de su vaso de vino.

—Tengo que encontrar alguna clase de castigo apropiado para Han. Por darle a nuestros hijos bocas inteligentes y modales que ayudan poco.

—Bromas aparte —dijo Mara—, Jacen, gracias. Ben lo está llevando mucho mejor. Me pasé años temiendo que nunca se sentiría a gusto consigo mismo, con su legado Jedi y con cosas de las que nunca podría escapar. Me has dado razones para creer que puedo dejar de preocuparme.

—No hay de qué. Aunque, como mamá ha dicho, tengo que encontrar alguna clase de castigo apropiado para ti.

Mara pareció sorprendida.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, si, como mamá asegura, las bocas inteligentes y los modales que no ayudan de los chicos Solo únicamente vienen de papá, eso significa que para nada vienen de la familia Skywalker.

¿Correcto? Así que la boca inteligente y los modales que no ayudan de Ben tienen que venir de ti. Voy a tener que imaginarme alguna clase de venganza apropiada, algún día.

Mara sonrió, con su buen humor restaurado. Le dio unas palmaditas al sable láser que colgaba de su cinturón.

—¿Tienes un fabricante favorito de prótesis? Puedo encargarte una.

—Jacen. —Luke entró en el área principal desde el pasillo que llevaba desde la cámara de comunicación—. ¿Te importaría dar un paseo conmigo?

—Desde luego.

Jacen se levantó. Todos ellos sabían que una petición tan simple como era ¿Te importaría dar un paseo conmigo? , bajo aquellas circunstancias significaban Hora de hablar de asuntos Jedi.

Se fueron por la puerta que no hacía tanto Han y Leia habían hablado de defender con fuego láser. Un oscuro corredor les llevó lejos del corredor de acceso principal hacia una puerta enorme que ocasionalmente vibraba. Más allá de ella, aunque silencioso, estaba el zumbido y el rugido del tráfico nocturno de Coruscant.

La puerta se apartó de su camino mientras se aproximaban, revelando fuera un remolino de colores, las luces de posición de los vehículos voladores, desde los deslizadores de dos plazas a los pequeños cargueros pesados, pasando por fuera a toda velocidad, había una alta línea de tráfico aéreo que pasaba a meros metros de la pasarela peatonal fuera de la puerta.

Mientras la puerta se cerraba tras ellos, hicieron una pausa durante un momento en la barandilla de la pasarela mirando hacia abajo unos doscientos pisos hacia el nivel del suelo de Coruscant.

Por la noche, a pesar del hecho de que cada ventana en cada piso entre su posición y el suelo estaba iluminada, que anunciaban señales y banderas brillantes, el nivel del suelo estaba demasiado oscuro y lejano para poder verlo.

Cuando era niño, Jacen se había perdido una vez en el nivel de roca de Coruscant junto con Jaina. Las profundidades no le provocaron terror. Incluso ahora, más de veinte años después, parecían ser un lugar de misterio y exploración.

Pero no era en realidad el mismo Coruscant de su niñez. La vongformación había reformado gran parte del planeta a la imagen de los yuuzhan vong. Ahora, años después, grandes extensiones que lo que una vez habían sido continuos rascacielos de polo a polo todavía permanecían oscuros por la noche, cubiertos por la fauna, y lugares como los niveles de roca del planeta y la infraestructura inferior todavía eran el hogar de formas de vida que se arrastraban y se deslizaban que habían sido introducidas por los yuuzhan vong, algunas de ellas mortales.

Sin embargo, esos recordatorios de la derrota que Coruscant y la vieja Nueva República habían sufrido no eran visibles desde este punto de vista. Aquí, se parecía al Coruscant de antes, con arremolinadas corrientes de tráfico aéreo, con las viviendas que se alzaban hasta lo alto alineadas e iluminadas por millones de ventanas.

Esta pasarela corría a lo largo del edificio de Han y Leia junto a una caída como el borde de un cañón. Los puentes, algunos de ellos cubiertos y algunos abiertos al cielo o a los rascacielos que colgaban encima, cruzaban los huecos entre los edificios. Este camino peatonal cambiaba la apariencia, la textura de la superficie y la luz cada pocos cientos de metros, cruzando con otras pasarelas. Si alguien no tuviese que trabajar, si tuviese una tarjeta de crédito infinita y unos pies tan duros como el duracreto, probablemente podría caminar alrededor de la circunferencia de Coruscant a esta altitud.

La mayoría de los hombres, mujeres y quién sabe qué que iban por este camino (Jacen contó sólo unos treinta o así en el centenar de pasos en cada dirección), eran probablemente caminantes menos ambiciosos. Jacen vio seres de negocios ricos, muchos de ellos acompañados por guardaespaldas tanto que se veían a simple vista como otros más discretos, paseando; había jóvenes amantes y familias, principalmente pertenecientes a clases con ingresos más altos, caminando aparentemente sin protección. Algunos de ellos probablemente no se preocupaban de los peligros a los que se podían enfrentar caminando tan lejos de la protección. Algunos estaban probablemente mejor defendidos de lo que parecían.

Luke hizo un gesto hacia la izquierda, donde la pasarela se elevaba en una serie de pequeños escalones de unos cinco metros a una distancia de cincuenta, y empezaron a caminar en esa dirección.

—Tu padre me sorprendió —dijo Luke—. Por su mención de los Jedi paseando por los vestíbulos del gobierno de Corellia.

—¿Te sorprendió? —Jacen lo pensó—. No porque estuviera siendo paranoico. Porque no estaba siendo paranoico. Porque hay planes para llevarlo a cabo.

Luke asintió con expresión sombría. Entonces se subió la capucha y se cerró la capa sobre sí mismo. Era lo mejor para esconder la presencia de su sable láser.

Jacen hizo lo mismo. Una joven pareja humana empujando un carrito de bebé con repulsores, seguidos por dos hombres de seguridad vestidos de negro, uno humano y otro rodiano, venían caminando en su dirección. Luke y Jacen aún parecían un poco sospechosos en sus capas, que tenían la apariencia anónima de los ropajes de los viajeros pero la clase de gentes que vivían en estas alturas no los llevaban casi nunca… por otra parte, los residentes de estas alturas a menudo iban a los suburbios con ropa inapropiada, así que tampoco se les veía como algo demasiado inusual. Con sus facciones ensombrecidas por sus capuchas, los Jedi pasaron sin ser reconocidos por la distraída pareja y sus guardias alerta.

Una vez que pasaron, Jacen continuó.

—Parece una acción extrema. ¿Ha abandonado la AG las negociaciones con Corellia?

—La AG es consciente de algunos hechos que no han sido publicados en las noticias de los holocomunicadores —dijo Luke—. Tales como que, los corellianos no están realmente negociando de buena fe. Simplemente liando a los negociadores de la AG mientras no hacen ningún esfuerzo interno para tener un acercamiento lento hacia el cumplimiento de las nuevas regulaciones. Tales como, que los corelliano están alentado en secreto a otros sistemas a seguir la misma clase de resistencia.

Tales como…

Luke parecía preocupado.

—Lo que voy a decirte es sólo para ti.

—Entendido.

—El gobierno corelliano, o alguien dentro de él, parece estar construyendo una flota de asalto planetario. En secreto.

Jacen frunció el ceño. Históricamente, sólo había una razón para construir una flota de asalto planetario, y para hacerlo en secreto: lanzar un ataque sorpresa contra otro sistema.

—¿Para usar contra quién?

—Esa es una buena pregunta. Y es una pregunta a la que la inteligencia militar no ha sido capaz de responder todavía. —Luke se encogió de hombros—. Pero hay docenas de posibilidades. La mayoría de los préstamos de recuperación que Corellia concedió tras la Guerra Yuuzhan Vong están en falta de pago, y los corellianos no han tenido una escasez de disputas comerciales. Podrían incluso estar considerando hacerse con algunos recursos. Hay demasiadas posibilidades en este punto para adivinar.

—¿Por qué dijiste el gobierno corelliano o «alguien dentro de él»? ¿No sabemos quién es el responsable?

Luke negó con la cabeza.

—La verdad es que este informe de inteligencia está basado principalmente en los análisis de pautas de adquisición, más una larga historia de asignaciones sospechosas de personal.

—Espera. ¿La existencia de esa flota está basada en los informes de los contables?

Luke sonrió.

—¿Qué tienes contra los contables?

—Nada, creo.

—El problema con los datos que tenemos, sin embargo, es que no nos da una idea de dónde están construyendo la flota… sólo que se ha estado construyendo durante casi una década, y nuestra gente de logística piensa que está casi completada.

Jacen se volvió más pensativo durante un momento, luego preguntó:

—¿Y quieres que yo encuentre los astilleros y confirme el informe de inteligencia?

Luke negó con la cabeza.

—Ojalá fuera tan fácil. El almirante Pellaeon confía en que la inteligencia militar pronto descubrirá la base. Necesitamos encargarnos de asuntos más apremiantes.

—¿Más apremiantes que un asalto planetario?

—Sí. —Luke tomó aire profundamente—. El gobierno corelliano está a punto de volver a hacer operacional la Estación Centralia.

Esto detuvo a Jacen en el sitio. Miró a Luke, con su sorpresa arrancándole a su tío un asentimiento con la cabeza.

La Estación Centralia era una reliquia, un artefacto de una antigua civilización que había, en cierto sentido, construido el sistema estelar corelliano, arrastrando varios planetas inhabitados hasta el sistema y enviándolos a órbitas beneficiosas. Con varios cientos de kilómetros de diámetro, mayor incluso que las Estrellas de la Muerte que el Imperio había empuñado contra los planetas rebeldes décadas antes, había sido, a lo largo de los siglos, objeto de intentos internos y externos de control por fuerzas políticas y militares que nunca habían aprendido a utilizarla.

En el corazón de la Estación Centralia estaba un aparato que podía enfocar la gravedad y mover planetas o incluso afectar la órbita de las estrellas. Podía moverlos, podía afectarlos, y usada más agresivamente, podía destruirlos. En algunos momentos, los corellianos y otros habían estado cerca de ser capaces de utilizar a ésta como un arma fiable y devastadora. Pero durante años había estado restringida por los datos biométricos para ser utilizada sólo por una persona: Anakin Solo.

La última vez que fue utilizada fue durante la Guerra Yuuzhan Vong. Después de años estar esencialmente no funcional, la habían vuelto operacional cuando comprendieron que tenía la impronta de Anakin Solo y que podía ser activada solamente por él. Jacen había argumentado que no debía ser utilizada contra los Yuuzhan Vong o contra nadie, era un arma demasiado terrible, demasiado impredecible. Anakin Solo había estado a favor de utilizarla, con su razonamiento apoyándose que usarla evitaría que los Yuuzhan Vong destruyeran millones de vidas.

Anakin la había activado. Thrackan Sal-Solo la había disparado. Su utilización no había ido bien. Había destruido una gran parte de la poderosa flota de guerra del Clúster de Hapes, uno de los aliados de la Nueva República. Más tarde en la guerra, por supuesto, Anakin había muerto, aparentemente eliminando la posibilidad de volver a ser utilizada otra vez.

Jacen sintió un momento de disensión. Su joven yo se negaba a utilizar la Estación Centralia. Su yo actual, en las mismas circunstancias, la utilizaría. Sus escrúpulos se habían evaporado desde entonces. El reconocimiento de los cambios producidos en él le sorprendió. Se habían ido produciendo poco a poco cuando no estaba prestando atención.

El Jacen de hacía más de una década había desaparecido, tan muerto como lo estaba el Anakin de aquella época. Tomó aire profunda y lentamente y se preguntó porqué no le apenaban ninguna de esas pérdidas.

—¿Cómo la han vuelto operacional otra vez? —preguntó.

Luke se encogió de hombros.

—La información que tenemos sugiere que se han figurado cómo duplicar elementos cruciales de la biometría de Anakin, probablemente las huellas dactilares, el diseño retinal y las ondas cerebrales, en ausencia de tejidos supervivientes, para conseguirlo.

Jacen sintió la ira arremolinarse en su interior. Utilizar la identidad de su hermano para tal propósito rayaba la falta de respeto por el muerto. Había una cualidad de morbo en ello que él no apreciaba. Sin embargo, reconocía que su reacción era ilógica e irrelevante, así que la desechó.

—¿Y la AG teme que los corellianos realmente la utilizarán como arma contra ellos?

—No directamente… no al principio. Pero si los corellianos utilizan su nueva flota para lanzar un ataque contra algún sistema, podrían mantener alejada a la AG con la amenaza que supone la Estación Centralia. E incluso si este teórico ataque sorpresa resulta no ser su plan, el Jefe Omas teme que si la AG continúa reforzando sus actuales mandatos, los corellianos podrían utilizar la estación para preservar su independencia, su autonomía.

—Eso…

Jacen se detuvo antes de decir más. Había estado a punto de decir Eso no sería tan malo. Pero no, la perspectiva de los corellianos, una cultura planetaria notoriamente independiente, poseyendo el arma más potente de la galaxia, y no siendo obligados a utilizarla para el mayor bien de la civilización, de hecho, pudiendo ser utilizada para asegurar sus propios planes, sería malo. Muy malo. Dejó que su mente se desviara hacia el futuro, hacia un futuro, el más posible como resultado de las acciones que Luke estaba describiendo, y tuvo una visión de vastas flotas de guerra, de superficies planetarias sufriendo bombardeos, de hermano y hermana disparándose el uno al otro.

La breve visión le revolvió el estómago.

—Así que la Alianza Galáctica está llamando a la Orden Jedi.

Luke asintió.

—Más específicamente, el almirante Pellaeon ve una rebelión absoluta en muchos sistemas estelares como consecuencia directa de la inactividad de la AG. Varios de sus modelos de resultados asistidos por ordenador apuntan en esa dirección, como aparentemente lo apunta su instinto. Otros almirantes con los que ha consultado están de acuerdo, y Cal Omas ha aceptado este plan.

Jacen tomó aire profundamente, considerándolo. El almirante Pellaeon, durante décadas el líder que había mantenido el Remanente Imperial orgulloso, independiente y ético, había sido elegido Comandante Supremo de la Alianza Galáctica unos cuantos años antes, un signo inequívoco del creciente estatus e importancia del Remanente Imperial dentro de la AG. Si él veía la continuada reticencia corelliana como un camino seguro hacia una guerra civil, sería muy difícil para Jacen discutir esa conclusión.

—Así que, ¿cuál es el plan?

Luke le dio vueltas a su respuesta.

—Entre los científicos y el personal de apoyo que han estado estudiando la Estación Centralia para Corellia allí hay espías de la AG, por supuesto. Les resultaría muy difícil meter a escondidas escuadrones de soldados de élite para dañar o neutralizar la instalación. Podrían arreglárselas con uno o dos infiltrados. Y concentrar la eficiencia de escuadrones en una o dos personas…

—Lo que significa Jedi.

—Sí.

—¿Qué quieres que haga?

—Que viajes a la Estación Centralia y la neutralices o la destruyas.

Jacen le dio unas palmaditas a la empuñadura de su sable láser.

—¿Neutralizar o destruir una instalación del tamaño de una luna sólo con lo que pueda meter a escondidas?

—Otras han sido destruidas con sólo un torpedo de protones y el conocimiento adecuado. Intentaremos darte el conocimiento adecuado. Y la AG estará empezando una operación en otro lugar del sistema que debería atraer la atención de los defensores. ¿Lo harás?

—Sí, desde luego. Pero ¿por qué yo?

—Por varias razones. Primero, a diferencia de otros Jedi, has estado allí. Segundo, a causa de quien te crió, puedes poner un acento corelliano autentico cuando quieres… eso y el hecho de que has heredado una pizca de apariencia corelliana de tu padre, harán que te sea más fácil moverte por la instalación sin que te molesten. Tercero, tu entrenamiento especializado en filosofías alternativas de la Fuerza te hace más versátil que muchos otros Jedi, que muchos Maestros, de hecho, haciendo que sea más difícil detenerte.

—¿Y qué pasa con Ben?

Luke guardó silencio durante un largo momento. Él y Jacen habían girado hacia un puente que cruzaba el abismo entre dos largas hileras de rascacielos. Estaba hecho de transpariacero incrustado con arena y gravilla brillantemente coloreadas, con una barandilla alta de manera que las ocasionales ráfagas furiosas de viento que recorrían los cañones de duracreto de Coruscant no lanzaran a los peatones por encima del borde. Los peatones podían mirar hacia abajo a través de la superficie transparente bajo sus pies a las profundidades de dos kilómetros bajo ellos, y podían sentir el ligero tambaleo del puente mientras lo empujaban las ráfagas de viento. Una docena de metros más abajo, la corriente de tráfico lo cruzaba como un río hecho de luces multicolores.

El tono de Luke era impasivo, así como artificial.

—Eso es algo que, como su maestro, tendrás que decidir tú.

Incluso en las misiones peligrosas, los Maestros Jedi llevaban con ellos a sus aprendices, así era como esos aprendices aprendían. A veces los aprendices morían con sus maestros. Y Luke había considerado si Jacen debía llevar con él al propio hijo de Luke y había colocado la decisión enteramente sobre los hombros de Jacen.

Luke había respondido como debía hacerlo un Maestro Jedi, sin dejar que su relación con el aprendiz en cuestión nublara su juicio. Jacen tendría que hacer lo mismo.

Ben era brillante, con mucha inventiva, y muy obediente. En un instante podía actuar como cualquier treceañero, tan poco Jedi como era posible ser. Sería una ventaja en una misión como esta.

—Vendrá conmigo.

Luke asintió, aparentemente sereno en su aceptación de la decisión de Jacen.

—La cosa se va a poner fea cuando esto ocurra —continuó Jacen—. Los corellianos… esto va a enfurecerlos.

—Sí. Pero la otra parte de la operación, que es en parte una distracción para tu misión, es un despliegue de fuerza. De repente, una flota entera de AG se materializará dentro del espacio corelliano. Entre eso y la pérdida de Centralia, Inteligencia Militar piensa que los corellianos se darán cuenta de que no pueden continuar adoptando una postura de hacemos lo que queremos.

Jacen negó con la cabeza.

—¿De quién es esa brillante idea?

—No lo sé. Me la presentaron Cal Omas y la almirante Niathal, una de las consejeras de Pellaeon.

—Ella es mon cal, no corelliana.

—Bueno, ella indicó que los expertos en guerra psicológica habían evaluado la mentalidad planetaria corelliana y estaban seguros de que esta operación tendría el efecto deseado, asumiendo que la destrucción de la Estación Centralia fuera efectiva.

Jacen resopló.

—¿Qué te apuestas a que basaron sus evaluaciones en viejos datos? ¿Datos preguerra Vong? Quizá incluso de la época de la dictadura. No creo que hayan tenido en cuenta lo que sobrevivir a la guerra le hizo a los corellianos. Endureció su orgullo.

—Estoy seguro de que están usando datos actualizados. A pesar de todo, no tengo ninguna influencia sobre esa parte de la operación. Va a continuar sin tener en cuenta la opinión de la Orden Jedi. —La expresión de Luke todavía era serena, pero Jacen detectó una nota de pesar—. Volvamos.

—Creo que voy a pasear un poco más. A aclarar mis pensamientos. Figurarme que voy a decirle a mi padre cuando llegue el momento.

—No hagas demasiados planes. —Luke le dio unas palmaditas a Jacen en el hombro y se volvió hacia el edificio de Han y Leia—. El futuro es para ser vivido, no preparado de antemano.

 

Mientras llegaba a la puerta que daba acceso al edificio de los Solo, Luke sintió unas pequeñas cosquillas de comprensión, como si alguien se hubiese materializado justo detrás de él y le rozara con una pluma. Se volvió para mirar.

En realidad no había nadie tras él. Pero a través de la avenida, quizás a treinta metros de distancia, de pie en la principal calle peatonal de alrededor de la misma altura, alguien lo estaba mirando.

El que lo miraba estaba a unos cuantos metros de la fuente de luz más cercana, envuelto en una capa de viajero no muy diferente de los ropajes exteriores que él y otros Jedi llevaban. Su capucha estaba subida y la capa enmascaraba la constitución de quien la llevaba. Luke podía decir poco más que el que la llevaba era poco más o menos de su altura o más alto y parecía delgado.

Pero algo en la postura del ser le recordó a Luke la imagen de su sueño y le hizo preguntarse si quien le miraba tenía unas facciones similares al difunto Anakin Skywalker, con los ojos volviéndose amarillo líquido por la ira y las técnicas Sith.

Mientras Luke le miraba, quien le miraba a él se volvió, caminó unos cuantos pasos hasta la puerta más cercana del edificio, y entró, desvaneciéndose en la oscuridad.

Luke negó con la cabeza. Podía ir hasta allí, desde luego.

Pero llevaría tiempo, y no encontraría nada. O quien lo miraba no tenía nada que ver con el sueño de Luke, o era alguien estableciendo contacto deliberadamente como una advertencia o un saludo. En cualquier caso, no quedaría ninguna evidencia.

Luke entró en el edificio de los Solo.

 

Después de que los invitados se fueran, la mayoría de ellos volviendo a sus habitaciones en el Templo Jedi, y las habitaciones de los Solo estuvieran a oscuras, Han y Leia estaban tendidos, envueltos el uno en los brazos del otro en su dormitorio.

La habitación daba a la pared exterior del edificio, justo debajo de la pasarela peatonal de fuera, y decorada con una gran ventana de transpariacero que les permitían ver una vista de las líneas de tráfico de fuera, o, si Han y Leia estaban lo bastante cerca y se agachaban lo suficiente, del cielo. Era un panel de transpariacero mucho más grueso que la mayoría de las ventanas que decoraban el edificio, como era apropiado para una antigua Jefa de Estado y su igualmente famoso marido, cualquiera de los cuales podía convertirse en el objetivo de asesinos o secuestradores. Era una armadura apropiada para un vehículo naval y uno de los elementos decorativos más caros de estas habitaciones. Pero era tan claro como las ventanas más ordinarias y, con las cortinas abiertas, podían ver a través de ella el fluir infinito y brillantemente coloreado del tráfico.

—Fuiste bastante duro con Zekk —le regañó Leia—. Toda la noche.

—¿Eso crees? —Han lo consideró—. No lo desafié a ningún juego de bebida o le pregunté por sus relaciones fallidas.

—Bien. —Leia asintió contra el pecho de él—. Pero podrías haber sido… más amable.

—¿Más amable con el hombre que está persiguiendo a mi hija? ¿Qué clase de ejemplo estaría dando? Además, él se está aprovechando de ella.

—Eso es ridículo.

—No, escucha. Dado que ella no cree que él vaya tras ella, dado que ella está manteniendo su autoilusión de sólo somos buenos amigos a pesar de todo lo que pudiera haber pasado antes, él puede estar cerca y operar sin que ella se dé cuenta.

—Es un buen chico.

—Cuando se trata de mi hija, nadie es un «buen chico».

Además, a nadie que sea tan alto se le debe llamar chico.

—Bueno, si a ella le gustan los hombres altos, es probablemente una preferencia que escogió desde que nació.

—¿Oh? —Han lo consideró—. ¿Tú piensas que se siente más cómoda con los hombres altos por mi culpa?

—No, por culpa de Chewbacca.

Han la miró. Una luz azul cruzó sobre la cama e iluminó los ojos de ella, que estaban abiertos, y su expresión era a la vez alegre y artificialmente inocente.

Chewbacca, el copiloto wookiee de Han y su mejor amigo, había muerto hacía más de una década, al comienzo de la Guerra Yuuzhan Vong. Después de eso, habían pasado años antes de que Han pudiera oír o decir su nombre sin sentir una puñalada de dolor en su corazón. Ahora, por supuesto, todavía quedaba la tristeza de su pérdida, pero junto a ella estaban años de recuerdos más alegres.

—Tú —dijo Han— no deberías mofarte de Han Solo, el héroe de la galaxia.

—Nunca lo haría. Me estaba mofando de Han Solo, papá entrometido y egoísta supremo.

—Ahora te has metido en problemas.

Ella se rió de él.