capítulo treinta y uno

CORUSCANT

Luke sintió la presencia, la llegada de alguien fuerte en la Fuerza.

Abrió sus ojos.

Colgando sobre el suelo delante de él, a metros de él, estaba su sobrino y una vez su pupilo predilecto, Jacen, con el sable láser encendido en su mano. Excepto que no era el auténtico Jacen. Quien quiera que fuera apestaba a energía del lado oscuro y su mirada prometía sólo malevolencia.

—Esto no es agradable —dijo el falso Jacen.

Luke se levantó.

—¿Quién eres tú en realidad?

El no-Jacen resopló.

—Tú apenas existes. No necesitas saberlo.

Él dio un paso extraño y planeó hacia delante. Fue sólo el más ligero de los esfuerzos, pero flotó durante metros hacia Luke.

Luke encendió su sable láser.

El no-Jacen golpeó, un golpe rápido y poderoso que Luke interceptó con poco esfuerzo, sin un pensamiento consciente. La espada de no-Jacen estaba inmediatamente en posición de guardia para un contraataque anticipado, pero Luke retrocedió.

Extrañamente, la fuerza del impacto envió a su oponente flotando hacia atrás. No-Jacen se movió hasta que golpeó la pared del corredor, que detuvo su movimiento, y flotó suavemente hasta el suelo.

Entonces Luke oyó el siseo y el cuchicheo de los sables láser en conflicto. El ruido acallado venía de su propia habitación.

 

Mara se levantó, lanzando hacia fuera sus mantas en un movimiento diseñado para lanzarlas sobre los atacantes y que le diera un momento para prepararse. Mientras se ponía en pie, alargó la mano y tiró a través de la Fuerza, y fue recompensada con el consolador peso de la empuñadura de su sable láser al llegar a su mano.

La habitación estaba encendida con matices rojos por la hoja del sable láser que colgaba en mitad de la habitación. Este estaba sostenido por una forma pequeña y deforme cuyos pies estaban bien separados del suelo. La figura estaba vuelta de espaldas a ella mientras ella se levantaba, pero ahora, impulsada por un pequeño empujón en la Fuerza que Mara pudo detectar, se volvió en mitad del aire y le presentó unos brillantes ojos rojos.

Era un chico, de tal vez unos trece años de edad. Sus rasgos resemblaban los de Ben pero estaban retorcidos por la furia, una furia que parecía como si tuviera años de abuso, celos y rabia tras ella. El pelo del chico, a diferencia del de Ben, era rubio, cortado en un estilo a capa con flequillo y Mara se dio cuenta con sorpresa de que era el estilo del corte de Luke Skywalker en su juventud. Había visto los holos de él en su adolescencia. Peor, porque también había visto aquellos holos, era el peinado del juvenil Anakin Skywalker.

El chico se movió suavemente hasta el suelo.

—Tú no eres mi madre —dijo él.

Su voz era un siseo de serpiente, lleno de odio.

—Bien —respondió Mara—. Entonces no será un crimen familiar hacerte pedazos.

Ella encendió su sable láser y su brillo azul chocó con el rojo que ya llenaba la sala.

El chico rubio saltó hacia ella, con el sable láser extendido en un impulso como una lanza, pero mientras entraba en el radio de alcance él giró la hoja alrededor y hacia abajo en un corte de barrido.

Mara bailó hacia atrás y hacia un lado, fuera del alcance del ataque y negligentemente movió una mano en dirección al chico.

Los ojos de él se abrieron mucho como si el empujón de energía de la Fuerza de ella le cogiera y le lanzara contra la pared.

Contra… y a través de la pared. Él desapareció y el brillo de su sable láser se desvaneció con él.

Mara todavía pudo sentir su presencia, su proximidad, incluso si ella ya no pudo decir en qué dirección se encontraba él. Ella levantó su sable láser en una postura defensiva y esperó.

Entonces oyó el entrechocar de las hojas de sables láser que venía de fuera de su habitación, en el corredor.

SISTEMA ESTELAR MZX32905, CERCA DE BIMMIEL

Nelani alargó la mano y golpeó, con su hoja blanco amarillenta cortando a través de los densos músculos y otros tejidos. Hubo un chillido de dolor y su captor, un mynock, pero uno con manos prensiles y flexibles al final de sus alas, la soltó y se movió en dos direcciones diferentes, con sus mitades cortadas por el golpe de ella.

A todo su alrededor, volaban más mynocks. Ellos se lanzaban hacia ella, alargando aquellas manos demasiado fuertes y azotándola con sus apéndices parecidos a colas. Ella daba mandobles a cualquier cosa que se acercara, cortando miembros y utilizando la Fuerza para girarse en el aire.

También estaba cayendo, pero el suelo rocoso de la caverna estaba bien lejos de la vista bajo ella. Eso era un dilema. La gravedad aquí no era fuerte, pero si empezaba a caer desde una altura suficiente, todavía podía coger una velocidad considerable, una velocidad mortal, para cuando alcanzase el suelo de piedra más abajo.

¿Por qué no había reaccionado Ben cuando la agarraron y la arrastraron lejos de él? ¿Por qué no había respondido él a su repentino grito?

La parte de su cerebro que todavía funcionaba con los problemas y la logística llegó a la respuesta del problema de la caída. Un factor que la ponía en peligro también sería su salvación.

La siguiente vez que un mynock se movió hacia ella e intentó agarrarla con sus garras, ella agarró su muñeca carnosa y tiró, lo que le permitió rodar por encima de la espalda de la criatura. Esta se escoró, intentando librarse de ella, pero ella saltó alejándose de él, lo que la envió lejos del suelo una vez más.

Ahora ella podía moverse hacia donde elegía. Se impulsó hacia un mynock, eludió su asquerosa boca central y le dio una patada en la parte inferior, lanzándose casi horizontalmente. El siguiente que se encontró lo utilizó para impulsarse hacia abajo, hacia la espalda de uno a docenas de metros más abajo. Cada uno intentó cogerla, darle un latigazo con la cola o golpearla mientras se aproximaba, pero ella siempre era más ágil.

En uno de sus descensos vio el suelo de piedra de la caverna.

Calculó que la velocidad no era demasiado grande para un impacto seguro. En lugar de rebotar contra el siguiente mynock de la línea, ella rodó por encima de su espalda y se permitió caer.

Alcanzó el suelo sobre sus pies, bajando hasta agacharse para absolver el impacto, rebotando hacia arriba una docena de metros justo por la flexión de sus músculos. Pero flotó hacia abajo otra vez y ahora los mynocks giraron sobre su cabeza, sin atacar.

—Bien hecho.

Esta era una suave voz masculina que venía de detrás de ella.

Ella se volvió, con el movimiento levantándola un metro en el aire.

Tras ella un hombre humano estaba de pie, de porte digno, con su barba oscura cortada corta en un estilo elegante. Era alto y un poco pasado de peso, pero sus ropajes negros y ajustados sugerían que tenía tanto músculo como grasa. La empuñadura plateada de un sable láser, incrustada con piedras negras pulidas en forma de diamantes, colgaba de su cinturón.

Nelani se desplazó hacia el suelo otra vez y mantuvo su propia hoja encendida entre ellos.

—¿Quién eres tú?

Él se encogió de hombros.

—Dudo que conocieras mi nombre de nacimiento, pero el otro puedes reconocerlo. Soy Darth Vectivus.

Nelani hizo un gesto con una mano hacia las cavernas alrededor de ellos y le dirigió una sonrisa afectada.

—El Señor de todo esto.

—Una vez, quizás. Ahora soy meramente un fantasma. O tal vez menos.

—¿Qué sería menos?

—Un remanente. Un trocito de un fantasma. —Él pareció sólo un poco alterado—. Incluso mientras hablo, no soy consciente de mí mismo. De pensar, de tomar decisiones. ¿Podría, de hecho, no ser nada?

—No, puedo sentirte. Brillando en la Fuerza. Brillando con el lado oscuro.

Él negó con la cabeza.

—Ese no soy yo. Es quién quiera a quién estoy conectado.

—¿Conectado?

Ahora era el turno de él de hacer un gesto a su alrededor.

—Cada fantasma que ves aquí, cada uno con el que te encuentres, está conectado a algo que es distintivamente real, distintivamente vivo, aunque posiblemente muy, muy lejos. Cada vez que golpeaste a un mynock, un ser vivo en algún lugar sufrió el dolor y la herida que tú infligiste.

Con esta aseveración, un nudo de nausea se formó en el estómago de Nelani.

—Estás mintiendo.

—No, no lo estoy haciendo. Tú golpeaste y en algún lugar, alguna criatura, tal vez un bebé bantha, chilló de dolor y fue cortado, asesinado ante los incrédulos ojos de su madre…

—Para.

—¿Por qué? Es la verdad. Los bebés banthas son bastante bonitos, ya sabes. Sería una pena terrible ver a uno cortado por la mitad.

—Estás enfermo.

—Pero quizá no era un bonito bebé bantha. Quizá era un escarabajo-piraña. No te importaría partir por la mitad a un escarabajo-piraña, ¿verdad? O tal vez a un mono-lagarto kowakiano. —Él negó con la cabeza—. Dicen que cada criatura es bonita cuando es un bebé. Un mecanismo de la naturaleza para ayudar a las criaturas a alcanzar la edad de reproducción. Pero no es verdad para todas las especies. ¿Has visto a los monos-lagartos inmaduros? Las larvas pequeñas más feas de la galaxia.

Él se estremeció.

—¿Qué tengo que hacer para que te calles?

—Oh, eso es simple. Mátame. —Él dio un paso que le hizo botar y planear hacia delante—. Haz un barrido con la hoja de tu sable láser a través de mi cuello, haz caer mi cabeza de mis hombros. Los mynocks se irán y podrás encontrar tu camino de vuelta hasta tus amigos. —Él aterrizó sólo a dos metros de distancia y se arrodilló ante ella—. Adelante.

—No puedes estar tan ansioso por morir.

—Yo morí hace siglos. —Darth Vectivus inclinó su cabeza—. Así que no sentiré nada. Sigue adelante y golpéame.

—¿Y qué hay de la vida a la que dices que estás conectado?

Vectivus levantó la vista de nuevo y le sonrió.

—Él o ella se convertirá en una cabeza flotando libre, me temo, ante la sorpresa de todos los que estén en las cercanías.

“Vaya, mira, padre, madre está haciendo un nuevo truco. ¿Mami?

¿Mami?”

Nelani bajó la mirada hacia él.

—¿Esta burla es necesaria?

—Sí, lo es. Para incitarte a la acción que necesitas representar. —Vectivus desnudó de nuevo su cuello para ella—. Al matar a uno, a quien quiera que yo esté unido en este momento, salvarás a otros. Cientos. Miles. Aquello en lo que tú piensas como las maldades de mis enseñanzas del lado oscuro no se esparcirán mucho. Así que mátame.

—No.

—¿Ayudaría si asumo una forma más odiosa? ¿Un escarabajo-piraña con un traje humano?

Las ropas de Vectivus brillaron y flotaron. De repente llevaba una capa que lo cubría todo y una capucha, con su cara oculta en profundas sombras. Alargó las manos repentinamente blancas y arrugadas para quitarse la capucha y revelar los rasgos pálidos y casi reptilianos del emperador Palpatine, Darth Sidious, muerto hacía ahora más de treinta y cinco años.

Su voz también era la de Palpatine, malintencionada y nauseabunda.

—¿Qué hay de este? ¿Podrías golpear a este?

—No mientras estés conectado a una vida inocente.

Palpatine se levantó y, brillando mientras lo hacía, volvió a ser Vectivus para cuando se puso en pie. Su expresión era comprensiva, pero un poco compasiva.

—Niña Jedi, no eres lo bastante fuerte para salvar vidas. No eres lo bastante fuerte para sacrificar a uno para salvar a muchos.

—Podría sacrificarme a mí misma para salvar a muchos.

—Sí. Pero entonces no tendrías que enfrentarte a los acusadores ojos de los supervivientes de aquellos que sacrificaste.

No tienes esa clase de fortaleza.

—Eso es crueldad. No fortaleza.

Vectivus se rió de ella.

—La fortaleza que jamás es afectada por la crueldad es conmovedoramente irresponsable. Tal vez serás afortunada y nunca tendrás que decidir el destino de una vida inocente.

Él hizo un gesto hacia Nelani… no, más allá de ella, y ella sintió un pulso en la energía de la Fuerza en la distancia más allá de ella.

Ella se movió, un bote flotante que le permitió girar para mantener a Vectivus en su visión periférica. En la distancia, hacia donde Vectivus hizo un gesto, los raíles que habían sostenido el vagón de Brisha hasta estas profundidades se iluminó brevemente. Incluso cuando la luz se desvaneció, ella todavía pudo sentirlos, podía marcar su presencia en la Fuerza como si fueran cosas vivas.

—Ve hacia allí —dijo Vectivus—. Y escala por aquellos raíles hasta un lugar seguro. Espera a que los otros se reúnan contigo una vez que hayan tomado sus decisiones sobre sus propios destinos. —Su voz tenía un tono amable—. No quiero que mueras innecesariamente… y tan débil como eres, si te entrometes en los asuntos de otros, eso es precisamente lo que te ocurrirá.

—Vete al infierno —dijo Nelani.

Vectivus se encogió de hombros.

—Quizás lo hice. No sabría decir.

Entonces se desvaneció de la vista, y mientras desaparecía, el ruido susurrante de los mynocks girando por encima de su cabeza también se desvaneció.

Nelani lanzó una mirada hacia arriba. Se habían ido, sin dejar ni siquiera un rastro en la Fuerza.

La ansiedad creció dentro de ella, un miedo concerniente al destino de sus amigos, y comenzó a rebotar hacia el lugar distante e invisible donde los raíles alcanzaban el suelo de esta caverna.

Ellos eran su camino hacia la superficie, era verdad, pero también era su camino hacia los límites inferiores donde Jacen y Brisha esperaban.

RELLIDIR, TRALUS

Han hizo una mueca de dolor mientras los láseres de su perseguidora golpeaban su popa. Él redirigió energía extra del escudo de su morro para reforzar el de popa, una jugada peligrosa. Si el fuego láser de los Alas-E que se acercaban fallaba en alcanzar a Wedge, podría accidentalmente estrellarse en el morro de Han y arruinarle el día. Arruinar el resto de su vida, de hecho.

Pero Wedge se las había arreglado para vaporizar por sí solo a uno de los Alas-E con fuego láser y el otro se había alejado.

Ahora estaba dando la vuelta para colocarse tras el Aleph y reforzarlo.

No es que el Aleph necesitara muchos refuerzos. La niña pequeña de Wedge era buena en su trabajo. Había caído tan bajo y se había acercado tanto al Grito que la torreta láser de Han no podía girar lo suficiente para atacarla y, mientras tanto, ella podía morderle los impulsores con impunidad. Si él tan sólo tuviera un arma montada en su popa…

Espera un minuto, él la tenía. Tenía un tubo de bombas lleno de droides marcadores.

Sus dedos volaron sobre su consola de armas, pulsando un grupo de órdenes inusuales. Pulsó el botón EJECUTAR. Dos de sus droides marcadores se estarían deslizando ahora hacia los tubos de lanzamiento de las bombas…

—Control informa del lanzamiento de misiles —dijo Wedge—. Aparecerán en nuestros sensores en cualquier momento.

—Bien —dijo Han.

Apretó sus dientes para evitar continuar: Espero que tu niñita, a la que he mecido en mis rodillas, no me arranque la cola antes de verles. Espero que ella corra de ellos cuando les vea. Espero no tener que matarla.

La luz de LISTO brilló en verde en su consola de armas.

Pulsó el botón de ejecución de la orden temporal que acababa de programar.

 

—Le tengo, le tengo, le tengo —dijo Zueb, regocijándose con malicia, mientras sus láseres mordían la cola del misterioso bombardero hasta hacerla pedazos.

—Algo está pasando en la parte de abajo —dijo Syal. Ella quería dejarse caer otro metro, pero sospechaba que chocaría con el fondo de la calle. Incluso así, ya podía ver algo cambiando en la parte inferior del bombardero, paneles deslizándose hacia los lados, algo moviéndose hasta su posición a cada lado de la línea central del bombardero—. Eso parece como… ¿a ti te parecen pies?

Zueb agachó su enorme cabeza de sullustano hasta donde pudo.

—Sí. Pies. Pies plateados. Un par a cada lado.

—¿Qué diablos…?

Aquellos pies, y los cuerpos humanoides a los que estaban unidos, de repente se desplomaron desde el bombardero. Syal vio un destello de dos cuerpos que caían, como droides de protocolo de un plateado apagado con rifles de forma extraña, mientras caían en su camino y se lanzaban hacia su morro.

Syal no pudo evitarlo. Su mano tembló en la palanca de control, un intento instintivo de evitar la colisión. Entonces llegó el impacto, con un droide golpeando cada uno de los ventanales delanteros del Aleph.

El que golpeó el ventanal de estribor se rompió. En su visión periférica, Syal tuvo la impresión momentánea de brazos y piernas volando en todas direcciones.

El que golpeó el ventanal de babor, directamente en frente de ella, no se rompió. Aguantó, con su cara justo allí en el centro del transpariacero y le ofreció a Syal lo que le pareció como una expresión reprobadora. En ese momento ella lo reconoció como un tipo de droide fijador.

Entonces el deslizamiento lateral involuntario de Syal llevó al Aleph lo bastante lejos para que su torreta láser de estribor comenzara a arañar el frontal del edificio, arrancando marquesinas y señales del edificio. Ella tiró de la palanca de control hacia babor, intentando liberarse de la fricción mortal antes de que la hiciera girar directa hacia el edificio y sintió aquella parte estremecerse mientras se liberaba.

No había tiempo para pensar, ahora ella estaba cruzando hacia el edificio a babor y el droide todavía le estaba mirando.

Corrigió suavemente su curso, notando ausentemente que el bombardero había ganado algunos metros sobre ella.

—Gran vuelo, Gris Cuatro.

La voz era masculina, desconocida para ella y con el acento coruscanti.

Syal no podía arriesgarse a apartar su atención de la avenida delante lo suficiente para consultar su panel de comunicación.

—¿Quién es?

—Tiene a Hacha Tres como su ala.

—Hacha, hágale pedazos mientras yo pongo mi vida en orden aquí.

—Lo haré. Tenga cuidado, estoy recibiendo un enorme escuadrón perseguidor en nuestra cola, y no es de los nuestros.

Zueb se desabrochó el cinturón y se inclinó hacia delante.

Con su puño, le dio un golpe al interior del ventanal de Syal. El droide de fuera volvió la cabeza para mirarle y este cambio en su aerodinámica fue aparentemente suficiente. El Aleph se sacudió y el droide se había ido repentinamente, arrancado por la corriente de aire alterada a través de su superficie.

—Gracias —dijo Syal.

—No hay problema. —El sullustano se inclinó hacia atrás en su asiento del artillero y se volvió a abrochar el cinturón—. La torreta derecha está fijada. Hacha Tres tiene razón, hay una enorme nube de vehículos que se acercan en nuestra cola.

Syal le dio a la palanca de control un intento de ajuste. El Aleph se movió de nuevo hacia el centro de la avenida, respondiendo correctamente. Sólo entonces ella comprobó su pantalla sensora.

Mostraba el Ala-E por encima y en su visión periférica, pudo ver los láseres rojos del caza que se movía rápidamente golpeando al bombardero delante de ella. Mucho más atrás había una inmensa nube de naves moviéndose hacia arriba a una velocidad tremenda. Estarían sobre ella en treinta segundos o menos y la pantalla del sensor todavía no podía decirle qué eran los vehículos individuales en ella.

Y delante y por encima, más allá de primer bombardero pero demasiado cerca, estaba el final de la avenida, un enorme edificio de apartamentos de nueva construcción.

Syal levantó la vista y sus ojos se abrieron desmesuradamente. Si ella comenzaba a subir justo ahora podría, podría, ser capaz de superar los edificios que la rodeaban. Pero el bombardero que iba delante estaba tan cerca del edificio que no había manera de que pudiera evitar la colisión…

Vio a ese bombardero disparar los misiles hacia delante y hacia abajo. La calle, justo delante del gran edificio, estalló en humo y polvo. En la décima de segundo antes de que fuera tragado por la nube de polvo, ella habría jurado que vio al bombardero lanzarse hacia la calle.

El segundo bombardero, el que ella había estado hostigando, perdió altitud. Su piloto no tenía distracciones. Hacha Tres estaba subiendo para alejarse del enfrentamiento, ascendiendo hasta la seguridad.

Syal fue consciente de que Zueb estaba gritándole, algo sobre escalar, sobre continuar viviendo. Ella le ignoró y miró a sus sensores. La zona donde los misiles habían impactado estaba quieta sólo parcialmente materializada en la pantalla, pero era un gran agujero, y el primer bombardero había desaparecido. No estaba golpeando el edificio, no estaba girando a derecha o izquierda en un intento fútil de liberarse de la construcción que le rodeaba… simplemente se había ido.

A través del agujero.

Syal apuntó su Aleph a lo largo del paso del segundo bombardero.

Zueb estaba gritando algo sobre la locura y la destrucción.

Ella le ignoró. Cogió la palanca de control con ambas manos.

El segundo bombardero desapareció en la nube de humo. En la pantalla del sensor, este cayó a través del agujero en la calle.

Cuando Syal alcanzó ese punto, empujó hacia abajo la palanca de control, comprimiéndola durante una fracción de segundo. Sus válvulas montadas en la parte alta se conectaron, lanzando al Aleph hacia abajo.

No golpeó nada. A través de los ventanales sólo había humo y oscuridad. En la pantalla del sensor estaba la cola de ese bombardero mordido lanzado hacia delante entre grupos de columnas de apariencia pesada. Había escombros, polvo pesado y partículas de materia delante de él. Este se elevó hacia los escombros.

Mientras su Aleph alcanzó el punto en el que el bombardero comenzó a elevarse, ella empujó hacia delante su palanca de control y las válvulas montadas en la parte inferior se conectaron.

Añadió un poco de impulso de los repulsores. El Aleph saltó hacia arriba, comprimiendo su columna vertebral y cortando los gritos de Zueb, y de repente estaban de nuevo bajo la luz del sol.

Líneas de aparcamiento verdes y la brillante cúpula de un escudo de energía militar estaban delante. El primer bombardero estaba circulando hacia babor alrededor del escudo, el segundo bombardero iba hacia estribor. Ambos estaban dejando caer sus cargas de bombas: droides marcadores que flotaban hacia el suelo, con sus descensos ralentizados por la clase de placas repulsoras utilizadas para un uso corto por tropas de comandos aerodesplegadas. Por encima circulaban escuadrones de Alas-X, interceptores Eta-5, Alas-E… el complemento completo de tierra de la guarnición de Rellidir.

Zueb estaba gritando algo sobre un vuelo genial y tener niños y holodramas. Syal le ignoró. Algo se estaba sumando en su cabeza, números fríos y hechos.

Ella conectó los impulsores inversos para frenar al Aleph, lanzando a Zueb hacia delante en su asiento, y cambió su panel de comunicaciones a la frecuencia general de la flota.

—Aquí Gris Cuatro a todas las fuerzas de la AG —dijo ella. Se sentía curiosamente sin emoción, pero sabía que meramente contenía su emoción, que no la había eliminado—. Escuadrones enemigos acercándose viajan hacia el oeste, hacia el área central de misiles de Rellidir y tienen un camino sin obstrucción hacia el interior del escudo. Preparaos. —Volvió a cambiar hacia la frecuencia del escuadrón. Mientras la parte frontal del Aleph giraba y el edificio bajo el que acababan de volar llenó sus ventanales, ella detuvo el Aleph completamente en el aire—. Zueb, dispara los misiles. Haz caer ese edificio. Golpea primero la base.

—¿Qué?

—Eso es una orden. Haz caer ese edificio, desde el suelo para arriba.

Las manos de Zueb se alargaron hacia los controles de armas.

CORUSCANT

No-Jacen vino de nuevo hacia Luke una y otra vez, haciendo saltos prodigiosos, rebotando de pared a pared, del techo al suelo, como si fuera inmune a la gravedad. Con cada pasada lanzaba uno, dos, tres golpes con el sable láser en dirección a Luke, golpeando una y otra vez hasta que, alejado por los impactos, estaba demasiado lejos para luchar.

Luke contrarrestó cada impacto y cada golpe lanzado. Sintió la piel de su antebrazo izquierdo fruncirse un poco por del calor de un golpe cercano y vio las ropas de no-Jacen prenderse fuego justo debajo de la axila derecha por un impulso especialmente cercano de los de Luke… pero no-Jacen se apagó las llamas con palmaditas y meramente le sonrió.

No-Jacen agarró una barra luminosa del techo y se quedó colgando allí como si su peso no fuera nada.

—Eres más o menos tan bueno como mi auténtico Maestro —dijo no-Jacen.

Luke le dirigió una mirada burlona.

—¿Y quién es ese?

lo sabes —dijo no-Jacen—. A propósito, tienes buen aspecto con la barba.

—¿Eso crees? —Luke se pasó su mano libre por su barbilla limpiamente afeitada—. Bueno, no estoy seguro de cuál es nuestro desacuerdo, pero quizás podamos resolverlo hablando.

—Intento no negociar con fantasmas, con cosas que no existen. Es mejor simplemente cortarlos por la mitad y verlos desaparecer.

No-Jacen se impulsó en la pared y voló hacia delante otra vez.

SISTEMA ESTELAR MZX32905, CERCA DE BIMMIEL

Mientras el ataque de la Fuerza de Mara la Sith le apartó de ella, Ben apagó su sable láser. Girando dentro del poder del ataque de ella, en lugar de luchar contra el impulso, él añadió algo de energía de la Fuerza por sí mismo, empujándose lateralmente a lo largo de la dirección del ataque de ella, y de repente estaba siendo empujado casi en un ángulo recto de la dirección en la que ella le había enviado. Durante la mitad de la duración de cada giro que hacía, podía verla, iluminada por su sable láser, y ahora ella estaba mirando en la dirección equivocada. La maniobra de él había funcionado.

Se estrelló contra una pared de piedra y se las arregló para no gruñir de dolor. Rebotó contra la superficie y comenzó a caer hacia el suelo más abajo. Calculó que estaba sólo a diez metros más abajo, una caída fácil con esta gravedad. Cuando golpeó el suelo, lo hizo con un silencio que probablemente complacería a su auténtica madre.

En la distancia, Mara la Sith estaba en pie preparada, con su cabeza volviéndose hacia este lado y aquel, buscándole con sus sentidos de la Fuerza al igual que con sus ojos. Ben intentó dejar su mente en blanco, borrar sus pensamientos, para no darle a ella nada que buscar. Y no estaba utilizando la Fuerza. Eso ayudaría.

Pero él era la única persona en cientos de metros a la redonda de Mara la Sith. Eso debía convertir el encontrarlo en un juego de niños… y sin embargo, no lo fue y ella siguió buscándolo.

Ben hizo un largo salto lateral, circulando la posición de Mara la Sith. En ese tiempo, Mara la Sith dejó de moverse. Se quedó completamente inmóvil, con su sable láser bajado en un ángulo que servía para levantarlo en un golpe o en una postura defensiva de paraguas, y Ben sospechaba que sus ojos estaban cerrados.

Silenciosamente, él se lanzó hacia delante. Llevó su sable láser apagado de nuevo hasta una posición de ángulo listo para golpear y mantuvo su pulgar sobre el botón de encendido.

Su salto fue preciso. No necesitó corregirlo con pequeños ajustes de la Fuerza. Voló directamente hacia ella, cruzando el espacio entre ellos como un pase de bolazona.

Entonces estuvo lo bastante cerca para ver la cara de ella, sus rasgos. Ella estaba descansando, con los ojos cerrados.

En paz. Esta no era su madre, pero era la cara de su madre y no había maldad en ella, ninguna malevolencia Sith.

Él no pudo encender su sable láser y matarla. Simplemente no podía.

Ella se volvió hacia él y sus ojos se abrieron, de un rojo brillante igual que antes. Ella continuó su giro hasta convertirlo en una vuelta. Un estremecimiento de miedo pasó por la zona media de él y supo que la hoja del sable láser de ella seguiría por donde había estado el estremecimiento.

Pero fue su pie lo que subió, golpeando sus entrañas con el poder del brazo de pistón de un droide de combate.

En un lento movimiento, él sintió el aire dejar sus pulmones, se sintió envolverse sobre el pie de ella y sintió sus órganos internos comprimirse y amoratarse. Entonces estaba volando de nuevo, con la negrura pasando ante sus ojos donde la imagen de su madre había estado.