capítulo treinta
SISTEMA CORELLIANO, SOBRE TRALUS
Los escuadrones de cazas que lideraban los bordes de los corellianos alcanzaron la pantalla defensiva de cazas de la Alianza Galáctica y entablaron combate. Subsecuentes oleadas de corellianos surcaron rápidamente los escuadrones de cazas de la AG que llegaban.
El Grupo Pantera, Han y Wedge, acompañados por dos escuadrones de cazas de ataque corellianos, simplemente rodearon la zona de enfrentamiento y bajaron gritando hacia la atmósfera.
—El viaje es demasiado tranquilo —dijo Han.
—¿Has perdido la cabeza? —preguntó Wedge—. ¿El viaje es demasiado tranquilo?
—Exacto. Debería haber algunas vibraciones, algunas advertencias de calor de apariencia peligrosa para indicar que estás entrando en la atmósfera. Estos Gritos, ellos no le ofrecen a la atmósfera ningún respeto.
—Lo que estás diciendo es que, a menos que un transporte esté dejando un fino río de piezas detrás, como un rastro de migas de pan, durante la entrada atmosférica, no alcanza los estándares del Halcón Milenario.
—Bueno… exacto.
—Podrías dispararle unos cuantos disparos láser a tu panel de control y tratar con los fallos de funcionamiento resultantes si simplemente quisieras sentirte como en casa.
—Oh, ¿sí? Bueno, podría emborracharme durante un permiso y causar un enorme incidente interplanetario y luego pedirte que lo arregles, dado que eres mi oficial al mando.
—Podrías hacer eso. O yo podría hacer que los mecánicos saboteasen tu hipermotor de manera que cuando se caiga puedas decirle a todo el mundo que no es culpa tuya.
—Ouuug. Yo podría arreglarlo para que recibieras órdenes de conquistar Coruscant, pero tus únicos recursos serían doce ewoks borrachos, cuatro deslizadores que funcionan mal y cuarenta kilos de arena de playa.
—Eso llevará al menos dos semanas, señor.
Han sonrió.
RELLIDIR, TRALUS
—Se acercan cazas —advirtió Gris Uno—. Viniendo desde la órbita, norte-noroeste.
Syal pudo verlos en sus sensores, grandes puntos borrosos que se resolvían en dos o tres escuadrones de cazas y al menos dos objetivos más grandes.
—Haremos esto como un simple bombardeo —continuó Gris Uno—. Esperen hasta que ejecuten un curso y luego síganme.
Abran un gran agujero en todo lo que vean.
En la pantalla del sensor de Syal aparecieron líneas naranjas, extrapolaciones del curso de los intrusos transmitidas por Gris Uno, apuntando hacia el este de la ciudad, bien lejos de los escudos por capas que protegían la cabeza de puente de la AG.
Tan pronto como llegó la transmisión, Gris Uno rodó hacia un descenso vertical, un curso que iba paralelo al de los escuadrones corellianos pero que estaba por delante. Los otros Alephs le siguieron.
SISTEMA ESTELAR MZX32905, CERCA DE BIMMIEL
El vagón se zambulló a través de la negrura y Ben sintió su estómago subir hasta su garganta y luego liberarse y flotar, como un fantasma, lejos de su cuerpo. Casi envió su almuerzo tras él en una escolta, pero se las arregló, a través de su fuerza de voluntad, para evitarse esa vergüenza. Una mera caída vertical no era suficiente para hacerle vomitar. El vagón debía haber dejado también la región de la gravedad artificial.
En los primeros momentos casi no hubo viento contra su cara y luego de repente las corrientes de aire crecieron y se volvieron frías. Imaginó que ahora estaban fuera del tubo y lanzados hacia abajo a través de las cavernas de las que había hablado Brisha.
El entrechocar de las ruedas de metal contra los raíles se volvió más alto, más resonante, un signo de que se estaban moviendo a través de un agujero estrecho y de pronto estaban bajo la luz otra vez: una caverna ancha iluminada a intervalos por barras luminosas fijadas a las superficies del techo y las paredes.
No es que estuviera bien iluminada o con efectividad. La caverna, en el breve destello que Ben tuvo de ella, era enorme, con sus paredes desiguales y llenas de hoyos, y a través del vasto espacio vacío se alargaban curiosas columnas de material marrón rojizo. Parecían tan pesadas y masivas como la piedra, y sin embargo fluían y se alargaban como ríos de agua oxidada congelada de pronto en la quietud. Las barras luminosas que iluminaban el terreno estaban situadas a intervalos, a veces en la superficie de la roca, a veces en los agujeros de las paredes, a veces tras las columnas de material fluido para siluetearlas. El efecto era más artístico que útil.
Como si sintiera su pregunta, Brisha apuntó hacia una de las columnas, que fluía lateralmente en una ola curva y lo explicó.
—Mena férrica. Desnudado por los mynocks al comer a su alrededor.
Entonces el vagón, continuando su descenso, cayó hacia otra grieta estrecha y oscura y se hundió de nuevo en la oscuridad.
Ahora Ben pudo sentir la energía del lado oscuro concentrada que esperaba más abajo. No se sentía tan maliciosa como meramente siniestra. Menos un enemigo que le amenazaba con la muerte que un realismo sombrío que le recordaba que la muerte era a lo que ultimadamente se enfrentaría.
El ruido de los raíles, repentinamente cerca y retumbante y luego distante y más bajo, le dijo a Ben que habían pasado a través de una región estrecha y salido a otra caverna, esta sin iluminar.
Fue agarrado por el cuello de su traje desde atrás y sacado de su asiento con un tirón. Se encontró a sí mismo flotando, girando a través de la oscuridad, quizás lanzándose a velocidades peligrosas hacia formaciones de rocas afiladas, y se sobresaltó tanto por la repentina transición que ni siquiera gritó.
RELLIDIR, TRALUS
—Se acercan cazas. —La voz del líder de uno de los dos escuadrones que escoltaban ahora a los bombarderos Grito crujió en los oídos de Han—. Ustedes dos quédense ahí, nosotros trataremos con ellos.
Uno de los escuadrones de cazas se separó de la formación.
El otro se quedó colocado alrededor de los bombarderos Grito.
Han no replicó. Su panel de comunicaciones estaba fijado para emitir en una frecuencia y código de encriptación que sólo permitiría que le oyeran Wedge y el control de la misión. No haría que alguien conociera su voz demasiado distintiva. Pero Wedge dijo lo que Han estaba pensando con tono irónico.
—Gracias, hijito. Estaba bastante asustado hasta que hablaste.
En la pantalla del sensor, Han pudo ver la docena de cazas de ataque dirigirse hacia el sudeste contra la media docena de cazas, de clase desconocida, que se acercaban.
La parte exterior de la formación de cazas de ataque se acercó a la formación enemiga y sus líneas se emborronaron durante un momento y entonces de repente había nueve cazas en lugar de doce, volviéndose frenéticamente hacia las colas de los enemigos desconocidos. Los enemigos todavía eran seis.
—Esto no es bueno —dijo Han.
—Energía a los láseres —dijo Wedge.
Han comprobó su panel de armas. Los láseres de su torreta superior estaban cargados y listos para ponerse en marcha.
La mitad del resto de la escolta de cazas de ataque se separó de los Gritos y se volvió hacia los cazas que se acercaban, formando una pantalla defensiva. Centelleos de láseres rojos, disparos fallados por el enemigo que se acercaba, pasaron centelleando lateralmente por delante del ventanal de Han.
De repente los seis cazas de ataques que acababan de alejarse se convirtieron en cuatro en los sensores y la alarma de objetivos fijados de Han chilló con las noticias de que un enemigo le tenía fijado en el punto de mira de sus armas. Han aumentó la potencia de sus impulsores y luego disparó sus repulsores, como tácticas para variar su velocidad y salir de la mira de sus enemigos. Giró de manera que su Grito presentara sólo un borde al enemigo, y disparó. El panel del sensor demasiado informativo respondió casi con un cómico ding indicando que había alcanzado a su objetivo.
Seis cazas enemigos, enormes bolas plateadas seguidas por dos vainas gemelas de impulsores que se estrechaban, pasaron centelleando de derecha a izquierda, perseguidos por un grupo de cazas de ataque corellianos. En la distancia hacia la izquierda, las naves enemigas comenzaron un lento giro de vuelta hacia la lucha.
Han parpadeó.
—¿Qué fierfek son esos?
—Cazas Sienar clase Aleph —dijo Wedge—. Originalmente llamados con el apodo de Coricharcas porque iban a ser las contramedidas para los coralitas. El apodo actual es Twees.
Acaban de superar la fase de prototipos y están en una producción limitada.
—Genial. Le di un buen puñetazo cuádruple unido y ni siquiera se estremeció.
—Sí, se suponen que son como soportes de bolas de metal sólido disparado. —Wedge cambió a la frecuencia del escuadrón—. Grupo Nébula, los Panteras nos vamos a separar.
Buena suerte.
—Pantera Uno, aquí Líder Nébula. Haced estallar algo por nosotros.
Han se anticipó a Wedge y se separó primero de la formación, un giro que le llevó hacia abajo, todavía hacia el este, hacia el comienzo de su aproximación al distrito del centro de Rellidir.
Wedge se deslizó pulcramente tras su cola.
TRANSPORTE DE BATALLA, DODONNA, SOBRE TRALUS
La sala de control de cazas era un ejercicio en el caos controlado, una vista familiar para Leia, que había ayudado a coordinar muchas escaramuzas de cazas, empezando con la Batalla de Yavin.
A bordo del Dodonna, tenían campanas y pitidos que ella nunca había disfrutado en la sala de control de Yavin. Toda la batalla estaba siendo reproducida vía hologramas sobre sus cabezas, con las escaramuzas no exactamente a escala pero con cada caza o nave individual mostrados en una forma delineada con el código de colores del lado al que representaba el vehículo que luchaba. Las fuerzas de la AG eran azules. Las fuerzas corellianas, rojas. Los desconocidos, incluyendo varios vehículos, probablemente civiles, sobre Rellidir y que se alejaban de aquella ciudad en peligro, amarillos. Mientras se movían, disparando, soportando el daño, desapareciendo, con la desconcertante combinación de iconos de colores y los ruidosos eventos hicieron que toda la representación pareciera como una enorme consola de juegos experimentando un delírium trémens.
Equipada con un cuaderno de datos especializado que le había dado el coordinador de la sala, un coronel bothan de pelo negro llamado Moyan, Leia pudo reunir toda clase de datos de las diferentes fuerzas. Al apuntar el cuaderno de datos hacia cualquier nave o vehículo y marcándolo con un rayo de luz proveniente del aparato, podía desplegar la informaciones sobre el objetivo en la pantalla del cuaderno de datos.
Por ejemplo, el caza que acababa de desaparecer parpadeando de la lucha sobre Rellidir estaba designado como Nébula Once, y su piloto era Gorvan Pell. Las naves corellianas estaban equipadas con eyectores y un momento después de que el caza desapareciera, la pantalla de Leia se actualizó: EYECCIÓN EXITOSA, SIGNOS VITALES ÓPTIMOS, RESCATE EN COLA #37.
Como estaban haciendo varios de los coordinadores de la sala, ella apuntó a uno de los «misteriosos bombarderos» que descendían sobre Rellidir y probó su información:
A/E: ENEMIGO
CLASE: CEC VARIANTE YT (DESCONOCIDO), EST. BOMBARDERO
PILOTO: DESCONOCIDO
La información del otro Grito era idéntica.
Leia habló tranquilamente a su cuaderno de datos, permitiendo que su traductor de discurso a texto añadiera una notación a los datos de bombarderos.
—Se cree dañado, dado que se está alejando de los objetivos de la AG. Se recomienda concentrarse en la escolta de cazas.
Le dio un golpecito a la pantalla para que enviara ese dato a la base de datos del Dodonna.
Un centelleo de culpabilidad la atravesó. Estaba pretendiendo ayudar a las fuerzas de la AG y en su lugar estaba protegiendo a su marido mientras él las bombardeaba. Ella negó con la cabeza, intentando forzar a la emoción a que desapareciera. No importaba lo que ella hiciera durante esta lucha, estaría lidiando con la culpabilidad, y no echarle un ojo a la espalda de Han sería lo peor de todo… especialmente si le herían.
Ella volvió su atención a los Alephs que estaban en la escaramuza con la escolta de cazas de Han.
CORUSCANT
Con su cabeza llena con una desconcertante mezcla de emociones e imágenes, Luke se sentó en la cama. Le dirigió una mirada a Mara, vio que ella todavía estaba dormida y se levantó.
Estaba tan apaleado por las sensaciones que le llegaban a través de la Fuerza que realmente era difícil pensar. Cuidadosamente, se abrió a ellas, intentando comprenderlas.
traicionar la confianza, actuar es traicionar, no actuar es traicionar
Un mynock, con ojos brillantes con una inteligencia poco usual, le miraba desde la distancia de los siglos.
los Sith no son lo que crees
Leia, con sus rasgos alisados por una pena tan grande que no podía ser expresada, cayó hacia delante, cruzando sus brazos mientras lo hacía.
oscuridad oscuridad no tendré miedo de la oscuridad
Han, con el arrepentimiento en su cara y una vibroespada en su mano, se lanzó hacia delante y clavó la hoja entre las costillas de una guapa mujer joven de pelo negro.
te quise a mi propio modo, te habría pagado el daño que te hice
Instintivamente, Luke se abrió a la Fuerza para ofrecer apoyo y fortaleza a Leia. No estaba seguro de los otros, si eran realmente los individuos que las visiones representaban, pero pudo sentir a la auténtica Leia dentro de la visión de ella.
Simplemente no estaba seguro de si estaba extendiendo su gesto hacia la Leia del aquí y el ahora, la Leia de algún tiempo futuro o la Leia de un futuro que realmente nunca ocurriría.
Su atención fue arrastrada de vuelta hacia Mara. Ahora sus ojos estaban abiertos, mirando sin ver nada hacia arriba, con su cuerpo cortado y asesinado, con los bordes todavía negros y humeantes, por la hoja de un sable láser.
Luke negó la cabeza y se esforzó a través de la Fuerza, apartando las visiones y las voces. Estas se desvanecieron, dejándole en la oscuridad con su esposa dormida e ilesa.
Él cogió el sable láser de la mesilla de noche y salió al pasillo. No quería que su perturbación despertara a Mara.
Algo estaba ocurriendo. Eventos en puntos distantes de la galaxia e incluso del tiempo se estaban concentrando hacia él y aquellos a quienes amaba. La confusión, la turbulencia de aquellos pensamientos y emociones le presionaban y le agriaba el estómago.
En el frío suelo de piedra fuera de su habitación, se sentó con las piernas cruzadas e intentó hundirse en un estado meditativo, un estado que le diera un conocimiento real, un estado que le garantizara paz.
SISTEMA ESTELAR MZX32905, CERCA DE BIMMIEL
Ben cogió su sable láser en su mano y lo conectó. Su chasquido-siseo fue menos bienvenido que la luz que emitió. De repente podía ver a su alrededor, incluso aunque fuera débilmente.
Flotó a través del espacio abierto, pero delante de él, a treinta o cuarenta metros, había una pared de roca rota y flotó hacia ella a una velocidad de varios metros por segundo. También estaba perdiendo altitud, frenando. Aunque la gravedad aquí era débil, no estaba enteramente ausente.
—Una forma a dos manos —dijo Nelani tras él— hace más difícil sujetarse a las paredes de piedra.
Ben se volvió para mirar detrás de él. Nelani flotaba allí, siguiendo su camino aéreo y al menos tan cómoda en la gravedad mínima como lo estaba Ben.
Él se volvió para mirar a la pared que se acercaba.
—¿Me sacaste tú del vagón?
—No seas estúpido.
—No soy estúpido. No me trates con desprecio.
—Perdona, estoy enfadada. —Su tono cambió—. Nelani a Jacen, vamos.
Mientras la pared de piedra se acercaba, Ben vio un rasgo en ella que él pensó que podía agarrar, una proyección rocosa que se estrechaba en un punto como una aguja. Mantuvo su sable láser hacia atrás y hacia un lado con su mano derecha, extendió su izquierda y, mientras alcanzaba la proyección la cogió, girando sus pies delante de él para sufrir el mínimo choque del impacto.
Un momento después Nelani tocó la pared unos cuantos metros más abajo, con sus dedos deslizándose hasta una grieta en la piedra, con sus caderas y hombros recibiendo el impacto.
—¿Entonces quién lo hizo? —persistió Ben—. ¿El Sith?
—Tenemos compañía.
Ben miró hacia abajo en dirección a ella, luego a su alrededor y luego hacia arriba.
Por encima, diez metros más arriba, un par de ojos miraron hacia abajo en dirección a él. Brillaban azules en el reflejo de la luz de la hoja del sable láser de él. No eran ojos humanos, sino rajados y triangulares.
Más allá de ellos había más, cientos de pares de ojos, fríos y sin parpadear.
Ben negó con la cabeza. Había tenido esa porción de la pared de piedra a la vista mientras se había aproximado a la pared. No había habido criaturas allí en aquel momento. Se abrió hacia ellos con la Fuerza y pudo sentirlos allí, cientos de ellos, fuertes en la energía del lado oscuro.
—Esto no es bueno —dijo él.
—Déjate caer —dijo Nelani.
—Sí.
Ben soltó su asidero de la proyección y se lanzó hacia abajo.
Le dio a la superficie de la roca un pequeño empujón para conseguirse unos cuantos centímetros de sitio entre él y la superficie rocosa.
Por encima, los ojos empezaron a descender, quedándose a una distancia relativa del brillo de su sable láser, pero definitivamente siguiéndole.
El vagón frenó hasta detenerse, curvándose en un círculo. Brisha y Jacen estaban en una sala bien iluminada, lo bastante grande para albergar un transporte de buen tamaño, pero la única cosa presente era el final de la línea de los raíles. La pista aquí se curvaba alrededor en la forma de una lágrima y se volvía a unir a sí misma hacia arriba, permitiendo que el vagón se dirigiera de nuevo hacia arriba por la pista por la que acababa de descender.
Jacen no se preocupó con el escenario. Miró a Brisha.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó él.
Ella le dirigió una mirada inocente.
—¿Hacer qué?
—Lanzar a Ben y a Nelani fuera del vagón. ¿Creías que no podría sentir tu pulso en la energía de la Fuerza?
—Sospecho que podrías. —Ella se puso en pie y salió del vagón. Flotó durante un momento al lado de él y entonces bajó hacia la superficie rocosa del suelo—. Les separé de nosotros por su propio bien. Aquello a lo que se enfrentarán será peligroso, pero no tan peligroso como lo que nos vamos a encontrar. Si nos acompañaran aquí, probablemente morirían.
—Tu Sith. —Jacen se empujó fuera de su asiento y subió una docena de metros. Desde esta altitud pudo ver las esquinas de esta sala, con sus paredes de piedra natural y sus barras luminosas por todas ellas—. ¿Qué puedes decirme de él?
—Su conocimiento es del linaje de Palpatine, pero es más amplio que el del emperador. Es joven. Todavía no había nacido cuando el emperador murió.
—¿Cómo le fue transmitido el conocimiento Sith? —Jacen comenzó a flotar de nuevo hacia el vagón—. ¿A través de un Holocrón Sith? ¿A través de criados leales?
—A través de criados desleales. A través de aspirantes Sith que nunca se convirtieron en Maestros por sí mismos… y que rechazaron a Palpatine y sus enseñanzas como demasiado egoístas, demasiado controladoras y demasiado destructivas.
Jacen le lanzó una mirada curiosa.
—Haces que suenen benignos. Si es que eran benignos, ¿verdad?
Ella se encogió de hombros. Mantuvo una mano en el vagón de manera que los movimientos casuales no la impulsaran a través de la sala.
—Da igual, debe ser encontrado y controlado. Ah.
Ella se volvió hacia una esquina oscura de la sala, un lugar donde un afloramiento enorme y redondo salía hasta unos metros de la sección curvada de los raíles.
De alrededor de ese afloramiento caminó un hombre. Era alto, esbelto, vestido con una capa de viajero negra y dorada oscuro.
Tenía el estilo de la de un Jedi pero hecha de sedas caras. Un sable láser, con su empuñadura también negra y dorada, colgaba de su cinturón. Sus manos estaban enguantadas y su cara estaba en las profundas sombras que proyectaban la capucha de su capa, aunque sus ojos, de un naranja dorado líquido y luminoso, brillaban dentro de esa oscuridad.
Se detuvo justo al borde de aquel afloramiento, a varios metros de Jacen y Brisha.
—Así que tú eres el Sith —dijo Jacen.
La figura oscura inclinó la cabeza.
Jacen le dirigió una mirada desdeñosa.
—¿Cómo se supone que te tome en serio? Ni siquiera estás aquí.
La voz del hombre con la capucha volvió como un susurro.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que tú caminaste. Como si estuvieras en la gravedad estándar de Coruscant en lugar de en una pequeña fracción de ella. Eres una ilusión.
—Sí, soy una ilusión. Pero también estoy aquí. Justo aquí.
—¿Te importaría explicar eso?
—No.
—Ah. —Jacen encendió su sable láser a la vida—. Bueno, se supone que debería estar cortándote en dos justo ahora.
—Yo soy un Maestro. Tú eres un Caballero Jedi. ¿Sabes qué significa eso?
—¿Qué no puedo ganar? —Jacen puntuó su pregunta con una risa burlona.
—No. Que debes pasar a través de mis subordinados para llegar hasta mí. Permíteme probarte, evaluarte. Eso es una tradición, ya sabes.
—Si tú lo dices.
Entonces la reflexión de los ojos naranja dorado del Sith desapareció… y entonces el propio Sith se desvaneció, como un fantasma.
Pero hubo un sonido desde más allá de donde él había estado, un ligero roce, y otra figura se movió hacia delante hasta colocarse a la vista. Este caminó, como había hecho el Sith, de un modo apropiado para un medio de gravedad estándar y salió para quedarse en pie donde había estado el Sith.
No era alto, pero estaba bien musculado y era ágil. Llevaba unos pantalones, una túnica, botas y guantes negros y sostenía un sable láser apagado.
Sus rasgos eran los de Luke Skywalker, pero con una barba elegante y retorcidos con una sonrisa que era toda malicia y desdén.
—Esto no es agradable —dijo Jacen.
Nelani llegó al fondo de la caverna primero, recibiendo el impacto menor con las piernas flexionadas y siendo impulsada unos cuantos metros de vuelta hacia el aire. En su camino hacia abajo, Ben se cruzó con ella en su rebote hacia arriba, pero él sólo tenía ojos para las criaturas reunidas en la pared de piedra por encima. Golpeó el suelo rocoso, rebotó unos cuantos metros y volvió a cruzarse con Nelani otra vez mientras ella descendía.
Bastante pronto, los dos tenían sus pies no demasiado firmemente en la superficie bajo ellos.
Ahora Ben podía oír susurros y siseos que sonaban como discursos acallados y sibilantes desde por encima, desde cientos de orígenes por encima.
—Van a rodearnos —dijo Nelani. Sonaba afectada.
Como si sus palabras fueran una pista, una forma de permiso, los ojos de por encima descendieron repentinamente en masa, se vertieron hacia abajo como si fueran llevados por una cascada. El sable láser de Nelani se encendió a la vida, añadiendo un brillo blanco amarillento al proceso. Ben levantó su propia espada en una pose defensiva alta.
La primera oleada de criaturas que descendían se separó antes de alcanzar a los Jedi, separándose en dos corrientes, cada una dirigiéndose en una dirección diferente y paralela a la pared de la piedra. Pero dos de las criaturas no se apartaron. Uno vino hacia Ben y uno hacia Nelani.
Ben se lanzó hacia un lado… o lo intentó. A pesar de tener alguna experiencia en medios de baja gravedad, no estaba lo bastante acostumbrado a ellos para que las tácticas y los movimientos apropiados fueran instintivos. Él se impulsó pero flotó principalmente hacia arriba, directo hacia su atacante.
No importó. La criatura, que se revelaba a la luz del sable láser de Ben como unas alas carnosas abiertas con ojos en un lado, una cola en el otro y una boca húmeda hacia el centro de su parte inferior, algo parecido a un mynock, voló directo hacia él.
Ben giró, sintió su espada cortar a través de la piel y la carne y fue impulsado hacia abajo por el impacto mientras las dos mitades de la bestia cayeron sin vida más allá de él, una a cada lado.
Las puntas de sus pies volvieron a tocar el suelo. Absorbió el impacto como podía con sus rodillas y esta vez no rebotó hasta muy lejos.
Las dos mitades del mynock fueron parcialmente embebidas en la piedra y, mientras él las miraba, se deslizaron bajo la superficie de piedra como dos mitades de una barca hundiéndose.
No dejaron nada detrás. Ni sangre, ni nada.
—No son reales —dijo Ben.
—Proyecciones de la Fuerza —respondió Nelani desde detrás.
—Entonces realmente no pueden herirnos, ¿correcto?
—Equivocado. —Su tono hizo que él se estremeciera—. Tú lo sabes bien. Es como decir Un disparo láser no puede herirme… sólo es energía, ¿correcto?
—Sólo lo esperaba.
—Uuf.
Nelani sonó como si hubiese recibido un disparo en el vientre y su sable láser se apagó instantáneamente.
Sin prestar atención a los enjambres de mynocks sobre su cabeza, Ben giró, con el movimiento impulsándole hacia arriba un par de metros.
Nelani había desaparecido. En su lugar estaba Mara Skywalker. Sus ojos brillaban con furia y su lenguaje corporal sugería el castigo que estaba por venir. Su sable láser, en su mano, estaba apagado.
Ben flotó de vuelta hacia el suelo.
—Tú no eres mi madre —dijo él.
—Bien —dijo ella—. Entonces no será un crimen familiar hacerte pedazos.
Ella encendió el sable láser y su hoja brilló roja.
RELLIDIR, TRALUS
Han y Wedge se alinearon con el bulevar que les llevaría directos al Complejo de Apartamentos Terkury. Muy adelante, Han pudo ver las formas pequeñas e indistintas de los bombarderos volando sobre el escudo de la cúpula por encima de la cabeza de puente, dejando caer sus cargas explosivas. Otras naves estaban en pleno enfrentamiento con los cazas mejores y más nuevos de la Alianza Galáctica.
Han, al frente por un puñado de metros, bajó su Grito casi hasta el suelo. Dejó sitio suficiente para que los deslizadores que volaban a altitudes legales pasaran por debajo de él e ignoró el hecho de que muchos corellianos, como él mismo, hacían caso omiso de lo que era legal cuando pasaban a toda velocidad en sus vehículos personales.
El panel sensor de Han pitó inseguramente unas cuantas veces, diciéndole que estaba siendo fijado durante fracciones de segundos cada vez por el radar de objetivos de alguien. No le prestó atención. Sólo cuando la señal se fortaleciera y se volviera constante constituiría…
Se fortaleció y se volvió constante. Arriba y por delante, un par de cazas subieron por la parte superior de los rascacielos y empezaron a caer en picado hacia el nivel del suelo, volviéndose hacia los Gritos. Aunque eran puntos pequeños en la distancia, Han adivinó por el modo en el que se movían que eran Alas-E.
Naves duras, rápidas y con las alas fijas con un morro similar al del Ala-X, los Alas-E tenía sólo tres láseres unidos pero llevaban una carga tremenda de dieciséis torpedos de protones, uno de los cuales podía incapacitar o destruir una nave capital bajo las circunstancias adecuadas.
Todavía peor, un nuevo trino en la alarma de sensor indicaba la presencia de un enemigo o enemigos viniendo desde atrás. Han miró al panel de nuevo. El nuevo oponente era uno de los Alephs, volando, como los Gritos, casi a nivel de calle y rugiendo en sus colas.
Han llevó su torreta láser para apuntarla contra los Alas-E. Un buen disparo láser podría dañarlos o eliminarlos, mientras que un misil de impacto podría causar que los escombros de los edificios que les rodeaban cayeran en el camino de los Gritos. Su cuadrícula de objetivos tembló alrededor del Ala-E más adelantado y él disparó. El disparo falló. A kilómetros de distancia, el disparo láser verde alcanzó la cara de un edificio adyacente al complejo Terkury. El fuego láser que llegaba, lanzas rojas, centellearon bajo el morro de Han.
Entonces el cuaderno de datos conectado a su panel de control pitó. Han se mordió la lengua para no soltar una maldición por el momento de esta distracción y miró a la pantalla.
EL ALEPH PERSEGUIDOR ES LA HIJA DE WEDGE
Una corriente fría pareció cortar a través del estómago de Han mientras leía las palabras.
Ellos no tenían manera de comunicarse con la chica, para advertirle que se fuera. Bueno, tal vez Wedge lo tenía. ¿Pero tenía tiempo suficiente para sacarlo, conectarlo y ponerse en contacto con ella antes de que estuvieran sobre su objetivo? Han pensaba que no.
Han no quería matar a la hija de Wedge o incluso disparar sobre ella. Pero sería peor si Wedge lo hacía. Peor todavía si ella mataba a Wedge, peor para Corellia y su misión.
Casi tan pronto como registró las palabras de Leia, Han conectó sus repulsores, haciendo rebotar su Grito hasta varios metros más arriba y encendió sus impulsores inversos. El Grito de Wedge centelleó al pasar bajo él y de repente estaba al frente.
—Tú tienes más experiencia con los cazas diminutos —dijo Han—. Trata tú con ellos. Yo me encargaré del remolcador de nuestra cola.
—Gracias, abuelito.
El panel sensor de Han aulló mientras las armas del perseguidor se fijaban en él. Él añadió un pequeño tambaleo a su camino de vuelo y los láseres fallaron, disparando inofensivamente al aire sobre los rascacielos de delante.
Han le dio la vuelta a su torreta láser y devolvió el fuego.
Mientras apretaba el gatillo, el Aleph de apariencia desgarbada se sacudió hacia babor, evitando sus disparos, y se acercó arrastrándose, cayendo hasta más abajo, haciendo que el siguiente disparo de Han fuera incluso más difícil.
Maldita sea. Ella tenía que ser una buena piloto.