capítulo veintiséis
CORUSCANT
Era como una repetición de su primera conferencia días antes, con Cal Omas, el almirante Pellaeon y la almirante Niathal ocupando los mismos asientos en la mesa de conferencias cuando Luke fue escoltado hasta el interior de la sala. Ellos y sus ayudantes levantaron la vista mientras el Maestro Jedi entraba e incluso antes de que él se sentara, Omas habló.
—Así que parece que tiene buenas noticias para nosotros.
Luke pareció sorprendido.
—¿Qué le hace pensar eso? Si puedo preguntar.
—Su expresión —dijo Omas—. Estaba sonriendo. En estos tiempos, una sonrisa de un Jedi es un signo esperanzador.
—Oh. —Luke dejó que su expresión cambiara hacia unas líneas más serias—. Lo siento. No pretendía darles una impresión equivocada. Simplemente he recibido algunas buenas noticias de mi hijo, Ben. Se las ha arreglado para salvar un número de vidas en Lorrd hace sólo unas cuantas horas.
Niathal asintió, con los ojos saltones sorprendentemente adeptos a proyectar un desagrado frío.
—Admirable. Estoy segura de que crecerá hasta convertirse en un buen Jedi… dentro de años y años, cuando esta nueva crisis corelliana haya quedado atrás. Por ahora, sin embargo…
—Por ahora —interrumpió Pellaeon—, podríamos utilizar algunos signos más universalmente esperanzadores de los Jedi.
—No estoy seguro de que sean esperanzadores —dijo Luke—. Útiles, quizás. Como probablemente vio en el informe que envié, hay pocas dudas de que Thrackan Sal-Solo saboteara la conferencia de la Estación Toryaz. O, al menos, a través de su inactividad permitiera que fuera saboteada.
La boca de Omas se curvó hacia abajo.
—Desafortunadamente, la diferencia entre esos dos comportamientos es la diferencia entre la clase de crímenes más seria y algo que no es un crimen.
—Algo que no es un crimen. —Luke pareció derrotado—. Está bromeando.
—No. —Omas, por un momento, pareció como un hombre insensible al humor. Desde luego no un generador de sorpresas—. Asumiendo que no pagó por la información ofrecida en el mensaje que recibió, ¿puede probar que se tomó el mensaje en serio? ¿Qué fue creíble para él? Porque él puede clamar que no lo consideró una oferta creíble, que era una comunicación de un chalado y que por lo tanto no se necesitaba actuar contra ello con ninguna capacidad.
Luke negó con la cabeza, infeliz de estar frustrado por un obstáculo tan insignificante.
—Sin embargo, si un grupo de ataque fuera capaz de capturarle y traerle a Coruscant, un juicio criminal basado en la asunción de que compró la información podría durar meses. O más. Manteniendo a Sal-Solo fuera del puesto durante todo ese tiempo. Y eso sería una ventaja para el proceso de paz.
Los otros intercambiaron miradas.
—Eso —dijo Niathal— es de lejos una sugerencia más pragmática que la que esperaba de un Jedi. Me gusta.
Luke se inclinó hacia atrás.
—Los Jedi están entre los seres más pragmáticos de la galaxia. Tendemos a operar bajo la asunción de que es mejor hacer las cosas que observar todas las bellezas. Consideramos que la justicia es de más consecuencia que la ley, por ejemplo. Incluso aunque la justicia está a veces sobrevalorada. A veces la imposición de justicia evita la redención.
—Consideraremos esa recomendación —dijo Omas—. Pero tenemos que considerarla contra el precedente que sienta. Si secuestramos a un gobernante planetario, incluso a un subgobernante que teóricamente todavía pertenece a nuestra propia estructura de gobierno, a pesar de nuestro derecho evidente a traer a un criminal sospechoso en custodia para el juicio, abre un precedente pragmático para el secuestro de gobernantes dentro de la Alianza Galáctica. Yo podría, en efecto, estar fijando el escenario para mi propio secuestro eventual.
—Podríamos tener el beneplácito, incluso el beneplácito extraoficial, del jefe rival de Sal-Solo en esto —dijo Luke—. Mi hermana informa de un encuentro subrepticio con el Primer Ministro Denjax Teppler y un subtexto del encuentro era aparentemente la preocupación de Teppler de que sobrevivirá, políticamente y como ser vivo, sólo mientras Sal-Solo le vea como una ventaja.
Pellaeon resopló, con su expresión divertida pero burlona.
—Eso es lo que me encanta de la política —dijo—. Un gobernante marioneta corelliano y nosotros podríamos tener que conspirar para eliminar a un político que es un impedimento para ambos antes de que podamos dirigirnos al proceso de paz. ¿Qué sentido tiene eso?
Luke separó sus manos, con las palmas hacia arriba.
—No siempre puedo encontrarle sentido a las mesas de la política. Veamos… he terminado de sacar a los aprendices Jedi menores de edad de Corellia, eliminándoles como objetivos potenciales para la venganza. Mara volvió de Coronita con información sobre oficiales del gobierno de nivel medio que ustedes podrían utilizar como influencia sobre ellos. Un asunto de Inteligencia. Mi informe incluye evaluaciones de muchos de los Jedi en otros lugares de la galaxia, todos apuntando a un alza en el apoyo a la posición de Corellia en sistemas planetarios específicos. Y eso es la mayor parte de lo que tenía que informar.
Pellaeon asintió, con sus modales enérgicos.
—¿Estaba planeando permanecer en Coruscant o volver a Corellia y reasumir el control de su escuadrón?
—Estaba planeando volver a Tralus.
—Apreciaríamos que se quedara aquí durante unos cuantos días más, hasta que tengamos una mejor idea de cómo colocar mejor a los Jedi durante esta crisis.
Luke asintió.
—Como deseen.
—Y siento lo de su hijo.
Las cejas de Luke se elevaron.
—¿Perdone?
—No me refería a lo que consiguió. Me refiero a su intervención. —Pellaeon le dirigió a Luke una sonrisa seca—. Los jóvenes pasan por las guerras y creen que la experiencia es suficiente para enseñarles a temer tales conflictos. Y entonces, años después, sus hijos van a la guerra y de repente los padres aprenden lo que realmente significa el miedo.
—Es bastante cierto —dijo Luke y, tomando las palabras de Pellaeon como el principio de que le permitieran retirarse, se levantó—. Y me alegro de que todavía sea capaz de comprender ese miedo.
SISTEMA CORELLIANO, SOBRE TRALUS
—¡Está en nuestra cola! ¡Está en nuestra cola!
Syal Antilles no respondió al grito musical y con gorjeos del artillero sullustano. Simplemente giró la palanca de control hacia la izquierda.
El caza clase Aleph no se escoró a babor. En su lugar, hubo un empujón en el lado del caza mientras los puertos de los impulsores a lo largo del estribor del casco soltaron energía. El caza se deslizó hasta babor, sin cambiar notablemente su orientación y su velocidad hacia delante. Syal volvió a mover la palanca hacia arriba y el Aleph se sacudió de nuevo, esta vez cayendo varios metros con una rapidez que hacia retorcerse el estómago mientras los puertos de la parte superior del casco dejaron escapar la energía.
Fuego láser desde atrás arrasó el espacio vacío al lado de estribor del Aleph y luego giró a babor pero falló de nuevo mientras el caza caía.
Zueb Zan, el sullustano en el asiento a mano derecha de la cabina, finalmente hizo girar la torreta del lado de estribor del Aleph y apuntó hacia atrás. Una imagen gráfica del Ala-X que perseguía al Aleph tembló brevemente en la cuadrícula de objetivos de Zueb. El sullustano disparó y una versión de imagen roja delineada de disparos láser convergió en el Ala-X. En el monitor que les mostraba a Syal y a Zueb una imagen de la holocámara de la popa del Aleph, pudieron ver la imagen del disparo láser real alcanzando al Ala-X real, pero los disparos eran pálidos, muy por debajo de la fortaleza que tendrían en combate, y los escudos del caza los absorbieron sin dificultad.
—Eso es una muerte confirmada —informó el piloto del Ala-X—. Buen trabajo, Antilles. Zan.
—Gracias, señor —respondió mecánicamente Syal.
Ella comenzó una rápida comprobación de sus paneles de diagnósticos, completamente ignorados durante su batalla falsa y no vio daños en las habilidades de combate del Aleph aparte de un ligero descenso de energía causado por los escudos y la utilización de los láseres.
El Ala-X aceleró de un modo en que el Aleph nunca podría, causando que Syal se mordiera el labio de envidia, y se colocó por encima del lado de estribor del Aleph.
—¿Opiniones? —transmitió el piloto.
—Todavía no estoy acostumbrada a los impulsores laterales —dijo Syal. Trabajó duro para evitar que un tono de queja se arrastrara en su voz, aunque quejarse era precisamente lo que quería hacer—. No es lo mismo que los movimientos evasivos a alta velocidad.
—Quizá no —dijo el piloto del Ala-X—, pero lo está manejando muy bien. Me hizo fallar. ¿Zan?
El sullustano lo consideró.
—La torreta de estribor se atranca —dijo él—. Si sigue haciendo eso, vamos a hacer que nos disparen en el trasero.
—Bueno, hable con su jefe mecánico.
Los labios del sullustano se retorcieron, una expresión de descontento.
—Querría saber si las torretas de los otros Alephs se atrancan.
Si es así, mala señal.
—Lo preguntaré. De acuerdo, este ejercicio ha terminado.
Llévenlo a casa.
El Ala-X abruptamente giró para alejarse, escorándose de vuelta hacia Tralus y las naves que lo orbitaban, incluyendo el transporte mon cal Buzo Azul, el nuevo hogar de Syal.
Celosa, Syal vio la ágil maniobra del caza. Ella empezó a girar tras él lentamente. Su caza Aleph era capaz de alcanzar tremendas velocidades, las velocidades de los interceptores Eta-5, en la atmósfera, pero era mucho más pesado que la clase de naves que estaba acostumbrada a pilotar y las maniobras para escorarse requerían mucho más tiempo. Los impulsores laterales con los que había estado eludiendo el fuego que le llegaba no eran lo mismo que la agilidad innata. Cambió su panel de comunicaciones para que sólo recibiera.
—Todavía lo odio —dijo.
—Yo también.
Zueb asintió vigorosamente, causando que los pliegues carnosos de su cara se mecieran.
—Es como pilotar un deslizador de carga. Lo cual he hecho.
—¿En Corellia?
Syal asintió.
—Sólo era un trabajo. Para conseguir unos créditos para mi educación.
—¿Tu padre es un famoso general retirado y tú tienes que pagarte tu propia educación?
—No exactamente. Por cada crédito que yo ponía en mi fondo para mi educación, él ponía cuatro. Pero yo tenía que ganar algo. Esa es la manera de la familia Antilles: no hay un camino fácil. —Orientada en un curso para interceptar la órbita del Buzo Azul, ella entregó el control al astromecánico R2 negro y amarillo situado en el pozo detrás y entre los asientos del piloto y el artillero—. A propósito, gracias.
—¿Por?
—Por no meterte conmigo por ser corelliana. O por ser la hija de un famoso general.
Zueb hizo un gesto para quitarle importancia a sus comentarios.
—Lo estoy viendo a largo plazo. No eres la hija corelliana de un famoso general. Él es el padre de una famosa piloto de pruebas de Twee. Sólo espera y verás.
Syal sonrió.
—Me gusta tu actitud.
Piloto de pruebas. Su padre también había hecho algo de eso a lo largo de los años, pero probablemente no lo había hecho en un vehículo como el Aleph. En comparación con los Alas-X que su padre tanto amaba, los cazas clase Aleph eran tanques voladores. Naves pesadamente blindadas para dos personas con generadores demasiado grandes, los Alephs habían sido diseñados en los últimos meses de la Guerra Yuuzhan Vong, más de una década antes, como iguales para los coralitas yuuzhan vong, unos enormes cazas estelares orgánicos para un piloto protegidos por gruesas conchas y vacíos, singularidades móviles que podían deslizarse delante de los láseres o misiles que le llegaban y tragárselos completamente.
Los Alephs no tenían ninguna defensa tan esotérica. En su lugar, dependían de sus gruesos cascos y de escudos alimentados por esos generadores demasiado grandes. Las armas incluían dos torretas, una en cada lado de la cabina con forma de bola y cada una equipadas con láseres cuádruples conectados, láseres que podían ser desconectados, permitiendo un patrón de ráfagas de fuego impredecible, una opción para confundir a esos vacíos de los coralitas. Delante estaban los tubos de explosivos, uno para misiles de impacto y uno para torpedos de protones. Con todo, los Alephs guardaban un golpe pesado, siendo pesado la palabra operativa para gran parte del funcionamiento del vehículo.
Pero, y Syal hizo una mueca de dolor, era una vergüenza que los Alephs parecieran tan malditamente estúpidos. Con sus cabinas con forma de bola, reminiscente de las cabinas de los TIE pero más grandes y sus ventanales de transpariacero circular delante de los asientos del piloto y el artillero, con las suaves líneas de la cabina bola graduándose hacia dos vainas de impulsores que se alargaban hacia atrás y se estrechaban mientras más se alejaban de la cabina, y con torretas a cada lado de la cabina, el Aleph parecía nada más que la cabeza de un gigantesco twi’leko, con sus colas cerebrales siguiéndola detrás y llevando unas torpes orejeras. No era de extrañar que los pilotos de pruebas de los Alephs y simplemente cualquier otro que lo viera se refirieran a las naves como Twees.
Sin embargo, pilotarlos era mejor que pilotar gabarras de desperdicios, lanzaderas de rescate o remolcadores.
Piloto de pruebas. Syal lo consideró. Tanto como había llegado a desagradarle los Twees en los pocos días que los había estado volando, se dio cuenta de que no sería justo para esta clase de cazas si ella no demostraba cada una de sus cualidades positivas a sus evaluadores de la AG. Tampoco sería justo para el nombre de la familia Antilles. Ahora que había reclamado su nombre, le debía a su familia el sacarle un poco más de brillo.
Necesitaba poder dirigir esta nave a través de maniobras tan exactas que los pilotos que la miraran no tuvieran idea de cómo lo hacía.
Cambió su panel de comunicaciones otra vez a transmitir.
—Gris Uno, aquí Cuatro. Cambio.
—Adelante, Cuatro. Cambio.
—¿Estaría bien si me dejo caer en la atmósfera de Tralus antes de volver al Buzo? Me gustaría llevar a esta unidad a través de algunos pasos. Pruebas de velocidad atmosférica y calor, algunas acrobacias aéreas. Cambio.
—Eso es mostrar cierta iniciativa, Cuatro. Está autorizada.
Cambio.
—Gracias y corto.
Syal devolvió el panel de comunicaciones a su estado previo.
Zueb le dirigió una mirada llena de pena.
—Vas a llevarme volando hasta que me maree, ¿verdad?
Syal asintió, con una expresión comprensiva.
—Sólo hasta que vomites.
—De acuerdo.
CIUDAD LORRD, LORRD
Ben volvió a las oficinas de la doctora Rotham justo cuando la anciana erudita iba a comenzar su evaluación inicial. Entró caminando, viendo las borlas auténticas colocadas en la mesa principal y un holograma de ellas flotando por encima, con cada borla etiquetada.
Rotham estaba hablando.
—… arriba abajo, como parece, de evidencia interna, para estar en el orden en que van que ser leídas. Hola, Ben.
—Hola.
Ben se movió hacia delante para quedarse en pie al lado de la silla de Jacen. Levantó la vista hacia el holograma.
—Así que —continuó la doctora Rotham—, la número uno, la de arriba, es de Firrere, un mundo muerto, con su población dispersada. La técnica de los nudos era originariamente para grabar y, en algunas culturas supersticiosas, influenciar mágicamente los nombres. Su mensaje es «Él se rehará a sí mismo». O quizás «renombrará», con los dos conceptos siendo idénticos en este contexto.
»La siguiente la traduje para usted antes, de la especie bith, de la raza aalagar: «Él arruinará a aquellos que deniegan justicia».
»La escarlata y negra fue fácil, dado que fue el segundo sistema de escritura táctil que aprendí: una técnica de grabación utilizada por los prisioneros en Kessel. «Él elegirá el destino del débil».
Aunque Jacen no se movió, Ben sintió una subida de emoción procedente de él. Nelani también debía haberla sentido. Ella le dirigió a Jacen una mirada curiosa, pero él no se dio por aludido, manteniendo su atención en la doctora Rotham. La erudita pareció no darse cuenta del intercambio.
—No puedo determinar el significado de la siguiente en la secuencia, la de apariencia venenosa amarilla y verde. Después de esa viene una muy difícil. La borla roja, amarilla y verde pálido es en realidad una representación de un arreglo floral, del viejo lenguaje de las flores alderaaniano. Imagínelo como un bouquet en un jarrón, donde las manchas rojas y amarillas constituyen los pétalos y las verdes los tallos, y tendrá una imagen de ella. Su significado es «Él elegirá cómo será amado». En realidad, en lugar de «él» debería ser «yo», pero me estoy tomando la libertad de asumir que la tercera persona tiene que utilizarse aquí, como lo es en todas las demás.
—Hablando de lo cual —la interrumpió Nelani—, ¿es definitivamente «él» o podría también leerse como «ella» en todas?
La doctora Rotham negó con la cabeza.
—No está definido en todas las borlas, pero en todas las partes en que aparece es distintivamente «él». ¿Dónde estaba? Oh, sí. Después de esa, una muy simple. La gris y marrón es de una subcultura coruscanti todavía existente de indigentes y transeúntes que se vanaglorian de no tener trabajo y vivir del robo y la mendicidad. Dejan mensajes para otros de su clase, símbolos en las paredes de las tiendas para decir, por ejemplo, que un restaurante es fácil de alcanzar. Esta representación tridimensional de su lenguaje dice «Él ganará y romperá sus cadenas».
Ella continuó. Ben, crecientemente aburrido, comenzó a perder su concentración, tomando sólo distraída nota de sus traducciones.
—«Él se despojará de su piel y escogerá una piel nueva», «Él se fortalecerá a sí mismo a través del sacrificio», «Él se arrastrará a través de su capa», «Él conocerá la hermandad», «Él hará una mascota», por lo que no pretendo decir que domesticará alguna criatura, sino que de algún modo fabricará una mascota…
Principalmente Ben mantuvo su atención en Jacen, porque en una o dos ocasiones más la revelación del significado de la borla causó de nuevo que sus emociones alcanzaran un punto en el que Ben pudo detectarlas.
Finalmente las traducciones de la doctora Rotham llegaron a su fin.
—Esta ya la conoce. Ryloth, cultura Tahu’ip: «Él se fortalecerá a sí mismo a través del dolor». Para ser honestos, no sé si el orden de presentación es significativo. Podría ser aleatorio o podría añadirse a un pensamiento específico. Simplemente no tengo forma de saberlo.
Jacen asintió.
—Todo eso es muy útil, doctora. Um, se saltó una.
Él se puso en pie y alargó la mano hacia el holograma, con su dedo tocando una borla tostada que mostraba unas líneas negras y angulosas.
—Sí… No pude traducir esa. Aunque he visto ese método de grabación antes, los patrones en zigzag, el orden de garras y dientes que sobresalen. —La doctora Rotham parecía insegura—. En estatuillas y figurillas del mundo de Ziost.
Esta vez fue Nelani la que pareció sorprendida.
Jacen aceptó la información con un simple asentimiento de cabeza.
—Significa algo como «Él será arrastrado de la paz al conflicto» o quizás «Su vida se equilibrará entre la paz y el conflicto».
La erudita le dirigió una mirada curiosa.
—¿Cómo lo sabe?
—Lo crea o no, sólo lo siento. El significado de la borla está imbuido en su interior en un modo que sólo alguien que maneja la Fuerza puede leerla.
—Yo no puedo leerla —dijo Nelani.
Jacen se encogió de hombros.
—Tal vez cuando hayas ensanchado un poco tu conocimiento relacionado con la Fuerza.
—¿Qué es Ziost? —preguntó Ben.
—Uno de los mundos centrales en los orígenes de los Sith —dijo Nelani, con tono bajo, como si quisiera evitar que alguien más la oyese.
—Hay en realidad una influencia Sith sustancial en esta colección de aseveraciones. —Jacen hizo un gesto al holograma—. Varias de ellas parecen parafrasear porciones del credo Sith. La de la victoria y las cadenas, por ejemplo. Lo que tenemos aquí es un artículo fabricado por alguien que al menos está tan familiarizado con los asuntos Sith como lo estaría un historiador Jedi.
—Espero que sea sólo un historiador —dijo la doctora Rotham—. Una última cosa pudo decirle de esto: traje un fabricante de abalorios para que viera estos artículos y está seguro de que fueron hechas por manos diferentes. Así que no está tratando con un único individuo que es experto en todas esas técnicas de grabación. Está tratando con alguien que las ha coleccionado y se las ha arreglado para ensamblarlas, más que alguien que las ha fabricado todas. Lo que es un considerable alivio para mí, porque la alternativa sería que tengo un rival erudito del que no he sido consciente en todas estas décadas.
Ella se pasó una mano sobre la frente, remedando un gesto de alivio.
Jacen le dirigió una sonrisa.
—Doctora, su ayuda ha sido inestimable. Y le hemos pedido que haga demasiado trabajo en una cantidad de tiempo demasiado pequeña. Lo aprecio.
Ella le dirigió una mirada intensa.
—Lo considero mi oportunidad, tan tarde en mi vida, de ofrecer algo de agradecimiento a los Jedi por todo lo que han hecho.
—Ahora le dejamos. Pero si se le ocurre algo sobre una de las borlas o alguna de las traducciones, no dude en enviarnos un mensaje.
Jacen envolvió la colección de borlas en una tela y la devolvió al bolsillo de su cinturón.
—Buena suerte con su investigación, Jedi Solo.
Una vez que los Jedi estuvieron en el corredor fuera de las habitaciones de la doctora Rotham y se dirigieron hacia el deslizador de Nelani, Jacen preguntó.
—Entonces ¿cómo fue el resto de tu día, Ben?
—Oh, bastante bien, creo. —Ben lucho por parecer, y sentirse, imperturbable—. Encontré la lanzadera.
Jacen sonrió.
—Bueno, eso no pudo haber sido muy difícil. Empezaste en el espaciopuerto.
—No tu lanzadera.
Jacen frunció el ceño.
—¿La de quién?
—La lanzadera que escapó de la Estación Toryaz.
Jacen casi se tropezó y Ben suprimió la urgencia de reírse.
—Espera —dijo Jacen—. ¿Estás seguro?
Ben asintió.
—El código del transpondedor coincide, al igual que lo hace el diseño. Es una aterrizadora clase Centinela despojada del sistema de armas.
Las lanzaderas de la clase Centinela, primas ligeramente por encima en la escala y con un blindaje más pesado que la lanzadera clase Lambda que pilotaba Jacen, eran una vista familiar a lo largo de las rutas espaciales galácticas.
—¿Cómo la encontraste? —preguntó Nelani.
Ella había estado impresionada por los esfuerzos de Ben durante y después del espectacular suicidio de Huarr, y volvía a sonar impresionada. Ben tuvo que trabajar duro para no jactarse.
Ben hizo una mueca de dolor. Esto iba a ser difícil de explicar, de expresarlo con palabras. Por otra parte Nelani era una Jedi.
—Esperé por ahí durante un rato, intentando figurarme qué quería hacer. Creo que no estaba pensando. Más como si estuviera sintiendo. Y seguí dándome cuenta de cuándo aterrizaban las lanzaderas. Ellas de alguna manera atraían mi atención, incluso cuando los transportes y las naves de carga no lo hacían. Lo que me pareció extraño en aquél momento.
Nelani asintió.
—La Fuerza te estaba guiando. Estabas abierto a ella.
—Eso creo. Y entonces recordé algo que mi madre dice mucho. Dice que cualquier detalle, no importa lo pequeño que sea, podría resultar ser importante. Y me acordé de la lanzadera de la Estación Toryaz. Mamá es una espía, ya sabes.
Nelani sonrió.
—Lo sé.
—Así que repasé mi cuaderno de datos, y todas la notas de Jacen en detalle que no habíamos tenido tiempo de repasar, y decidí ver si los registros del puerto espacial mostraban algo acerca de esa lanzadera. Y ahí estaba, aparcada a medio kilómetro del donde estalló el Ala-Y.
—¿A nombre de quién está registrada? —preguntó Jacen.
Ben sacó su cuaderno de datos y lo abrió. Dejó toda esa información en la pantalla.
—Una mujer humana llamada Brisha Syo. Es de Commenor.
No estaba en la lanzadera. Sólo pagó por una semana de espacio en el hangar. No dejó información de contacto. La autoridad del espaciopuerto pensaba que ella se estaba quedando a bordo, pero los sistemas de la nave estaban todos apagados. Se lo dije al teniente Samran. Tiene a alguien vigilándola ahora.
—Muy bien —dijo Jacen—. ¿Pero qué pasa si esta Brisha Syo se cuela a bordo y despega cuando el guardia de Samran está roncando?
—Entonces el transmisor que plantamos en la parte superior de su casco nos dirá adónde va.
Ben se encogió de hombros como si el asunto no tuviera importancia.
Jacen se rió.
—Buen trabajo. ¿Y qué hiciste con el resto de tu tiempo?
Ben le frunció el ceño.
—Ahora te estás riendo de mí.
Jacen asintió.
—Te estás volviendo tan bueno en lo que haces, que si no nos reímos de ti, tendrán un ego colosal del tamaño del de Lando Calrissian.
—Eso sería divertido. —Ben moduló su voz hasta algo parecido a los tonos suaves e insinuantes del viejo amigo de la familia Solo. Se volvió hacia Nelani—. Hola. Soy Ben Skywalker.
—Oh, eso es espantoso —dijo ella.
—Y estoy intentando figurarme si soy más fino o más cortés.
Quizás tú puedas ayudarme.
—Para —dijo ella.
—Serviré el vino y me dirás lo que más te gusta de mí.
—Jacen, ahora habla demasiado…