VÉSPERUS
La puerta de cristal del edificio se abrió y tres personas salieron a la amplia avenida por la que circulaba bastante gente.
Hacía buen tiempo, cielo despejado con alguna escasa nube. La Avenida formaba un amplio círculo rodeando una enorme plaza, de un kilómetro de diámetro con tres grandes surtidores colocados formando un triángulo, cada uno de ellos mediante una serie de luces ofrecía el agua con un color distinto.
Cargados con su equipo las tres personas llegaron al centro de la plaza y el que dirigía el grupo dijo:
—Este es un buen lugar para empezar.
Los demás sacaron de sus fundas las cámaras para grabar y tras comprobar la luz y la vista del fondo, la joven que manejaba la cámara principal dijo:
—Hazte un poco a la derecha, se te ve media cara en sombra. Vale, ahí está bien. ¿Preparado?
—Cuando queráis.
—¿Te has aprendido lo que tienes que decir? —preguntó el otro miembro.
—Si ¡Demonios! Llevo todo el día repitiéndolo[1].
—Pues empecemos cuando quieras.
El que se había colocado delante de las cámaras empezó:
—«Aquí el Canal 7 Interplanetario de la Televisión de Nahum[2], el canal que les lleva desde la comodidad de sus hogares a recorrer todos los mundos de nuestro Sistema y a conocer sus peculiaridades. Estamos justo en el centro de la Gran Plaza de Nahum, con una preciosa vista del Palacio Imperial detrás de mí. Esperamos a nuestro anfitrión el Almirante Arse que nos acompañará en este documental. Mientras disfruten de las magníficas vistas que les ofrecemos desde la Gran Plaza». ¡Corta! ¿Qué tal ha salido la toma?
—Bien, las vistas son preciosas.
—¿Solo las vistas? ¿Y mi presentación qué?
—¡Pss! Las he visto mejores. —Contestó su compañero con guasa.
—Bueno, creo que aquel es nuestro anfitrión. Toma unas imágenes en círculo desde aquí, que se vean los grandes edificios, mientras le saludo.
Un almirante nahumita se acercó al grupo, tras los saludos de cortesía les dijo:
—Vamos al lugar y les contaré lo sucedido allí mismo, así podrán acompañar la explicación con las imágenes. —Les indicó cortésmente.
Media hora después descendían en un descampado, hierbajos y matorrales lo cubrían todo en varios kilómetros de extensión. En medio se veía una gran pista de cemento que presentaba innumerables pequeñas grietas de las que brotaban toda clase de hierbajos. Mientras las cámaras tomaban imágenes el almirante empezó a relatar.
—Como verán no queda apenas señal de nada, sin embargo, hace 90 años aquí mismo, donde estamos ahora estaba la gran pista de despegue. Como verán está completamente abandonada. Después de aquello nunca más volvió a utilizarse y ahora aves e insectos son los únicos que despegan de aquí.
Las cámaras tomaron imágenes de la abandonada pista, los numerosos hierbajos acentuaban su sensación de abandono. Un pequeño lagarto aprovechaba el buen tiempo para calentarse. Miró desconfiadamente al grupo hasta asegurarse que no corría peligro. Cada grieta en el cemento había sido aprovechada por algún matorral. Todo aquello daba una lastimosa sensación de abandono. Las inclemencias del tiempo habían hecho su aportación aumentando la desolación del lugar.
El almirante Arse siguió explicando:
—Ahí a nuestra izquierda estaba el palco para las máximas autoridades y sus familias y las delegaciones de los otros sistemas planetarios. Ustedes son de ese canal que se dedica a remover cosas de la Historia ¿no?
—Sí, del Canal 7 Interplanetario. Los mejores documentales de todos los planetas del Sistema.
—Ya recuerdo, ustedes también presentan la serie esa sobre las costumbres y tradiciones de cada uno de los planetas de nuestro Sistema.
—Nos alegra que conozca nuestro trabajo.
—La Delegación de Redención estaba más o menos por ahí. Señaló el almirante, a su lado estaba la Delegación Thorbod, la del sistema estelar terrestre y no recuerdo… ah sí, los valeranos estaban a la izquierda. Un centenar de voluntarios nahumitas iban sirviendo refrescos y comida a los delegados y las autoridades. En el centro del palco estaba la familia imperial con el Emperador[3] en el centro. A la derecha había otro palco para las autoridades menores nahumitas. Precisamente cuando yo llegué el Emperador estaba saludando a los miembros de la Delegación Thorbod. Habían invitado a los Embajadores y Delegaciones de todos los mundos con los que se tenían relaciones diplomáticas. Desde luego querían que aquello fuese algo grande. Aún podrían distinguir si escarbaran entre los matorrales algunas señales.
—¿Y el Vésperus?
—El Vésperus estaba aquí, justo donde estamos nosotros, en la pista. Más adelante había dos kilómetros a cada lado de toldos con asientos para la gente, estaba todo abarrotado. Las mejores orquestas y bandas de música amenizaban a los asistentes. Yo tenía entonces 12 o 13 años, como mi padre era uno de los 25 tripulantes del Vésperus me permitieron estar en el palco de Autoridades de la derecha. Por lo visto «hijo de» no es suficiente mérito para ir al palco de las máximas autoridades y las Delegaciones. Se pretendía hacer coincidir el lanzamiento de Vésperus con la celebración de los 500 años de paz.
—Háblenos del Vésperus ¿Cómo era?
—Tenía la forma de un calamar, la nave en sí era el cuerpo y de ese cuerpo salían ocho cilindros, como los tentáculos del calamar, formaban un círculo y eran paralelos unos de otros.
—¿Y las dimensiones del Vésperus?
—El cuerpo principal era un óvalo de 75 metros de longitud y 40 de anchura, y 15 de altura, todo entero de dedona que relucía en medio de la pista.
—Espere un momento. Oye corta la grabación.
—Ya está. ¿Qué pasa?
—Toma nota y que en los estudios un equipo de imagen recree todo, la pista, los palcos y sobre todo el Vésperus. Quiero que se vea aquí la reproducción virtual de cómo debía ser ese día.
—Anotado. Cuando quieras seguimos.
—Seguimos. Almirante ¿podría definir tecnológicamente al Vésperus?
—Sí, claro. Fue un intento[4] de viajar más rápido que la luz, los ocho cilindros, si los numeramos empezando por el que estaba arriba del todo, los números 2, 4, 6 y 8 eran motores de luz sólida, el 1 y 5 eran proyectores de taquiones[5], las partículas que viajan a velocidades muy superiores a la luz y el 3 y 7 contenían plutonio.
—¿Y cómo funcionaba eso?
—Se suponía que los motores de luz sólida, en realidad proyectores de impulso colocarían al Vésperus al borde de la velocidad de la luz, entonces se activarían a la vez los proyectores taquiónicos y se detonaría el plutonio dentro de los tubos, todo lo cual, se suponía propulsaría al Vésperus a velocidades superiores a la luz. Todo el viaje estaba programado en la computadora central, era un viaje totalmente automatizado.
—Pero almirante, si la computadora podía hacer todo el viaje sola ¿para que una tripulación humana?
—Para poder conocer que posibles efectos causaría superar la barrera la luz, un animal no puede contar con todo detalle su experiencia, la tripulación humana, en cambio, podría relatar con la máxima exactitud tanto los efectos físicos como psíquicos. Al mismo tiempo y en previsión de que la tripulación pudiera sufrir algún tipo de indisposición, la nave disponía no solo de la Computadora Central, sino también otras cada una con su propio cometido, y también de varios ordenadores.
—Ah, ya lo comprendemos, querían disponer de varios relatos de todo el viaje además de las pruebas médicas que sin duda les harían. Pero acaba de decirnos que el Vésperus llevaba computadoras y ordenadores. ¿No es lo mismo?
—No exactamente, nosotros denominamos «computadoras[6]» a los sistemas de gran potencia que controlan funciones complejas de la nave, mucho más potentes que un simple ordenador como los que usan ustedes en su vida diaria, en realidad cuando hablamos de «la computadora de la nave» nos referimos a todo un sistema informatizado e interconectado que controla el rumbo, los motores, la temperatura, etc. Por supuesto que esto es una definición personal, otros lo llaman «Red informatizada de Control» y algunos simplemente «El Trasto».
—Muy curioso, yo nunca había encontrado ninguna diferencia. Almirante, continuemos con el Vésperus.
—Los 25 tripulantes, mi padre incluido fueron tratados como héroes, no había elogio suficientemente bueno para ellos, finalmente embarcaron, fue un momento muy emotivo, muchos lloramos. Mientras se dirigían a la escotilla todas las orquestas empezaron a interpretar a la vez el Himno Nahumita, toda la gente, cerca de cincuenta mil personas se pusieron de pie cantándolo y las delegaciones estaban también de pie mientras los tripulantes iban entrando.
—Ya lo imagino. ¡Corta!
—Ya sé que vas a decir, pondremos el Himno aquí, de fondo sonoro. ¿Seguimos?
—Vale, sigamos. Continúe almirante, por favor.
—Finalmente el Vésperus encendió sus motores y salió disparado como un rayo amarillo. Estaba previsto que se dirigiera al asteroide exterior del sistema nahumita, es un simple pedrusco sin el menor interés, pero como es lo más exterior de todo el sistema se considera nuestra frontera natural.
—Claro. ¿A qué distancia-luz está?
—Varía según su posición respecto al planeta, entre 31 y 45 horas-luz, aquel día estaba a 41. Se trataba de ir hasta allí y volver. Un viaje de dos días de duración.
—Bueno, ahora viene el final. Almirante ¿Quiere seguir? Quizás prefiera no recordar…
—Debo seguir… Mi padre hubiera deseado que se conociera toda la historia. Debo hacerlo por él. Por él y por sus otros 24 compañeros y compañeras.
—Gracias almirante, siga.
—El Vésperus llegó al asteriode, la base militar de allí lo vio llegar, como giraba lentamente en su trayectoria parabólica y tomaba rumbo de regreso, y regresó. ¡Ojalá no lo hubiera hecho! Añadió el almirante nahumita con un tono emotivo en su voz.
—¿Quiere que paremos? Podemos tomarnos un pequeño descanso.
—No, no. Debemos seguir hasta el final. Retrasarlo no haría más que aumentar el dolor del recuerdo.
El Vésperus regresó y cuando se posó en la pista había tardado 3 horas MENOS que la luz, ¡¡¡había superado la barrera de la luz!!! Todos esperaban que se abriera la escotilla, todos querían recibir como dioses a los 25 héroes. Pero la escotilla permanecía cerrada. Esperaron minutos, horas y finalmente la abrieron desde fuera y un equipo entró al interior.
Al ver que todos escuchaban con la máxima atención el anciano almirante continuó.
—En el puente de mando encontraron a los 25 tripulantes.
El almirante calló un momento mientras unas lágrimas salían de sus ojos.
—Lo siento almirante. ¡Corta! Nos tomamos un descanso.
El anciano almirante se sentó y le dejaron respetuosamente con sus recuerdos. Pasado un rato el almirante se levantó y se unió al grupo.
—Gracias hijo, ya estoy mejor, como ya habréis supuesto todos estaban muertos, pero eso no era lo peor.
—Nos lo habíamos imaginado. Permítanos en nombre de nuestro Canal y en el nuestro propio expresarle nuestras condolencias. ¿Ha dicho que no fue lo peor? ¿Es que pasó algo más?
—Gracias hijos. En el puente de mando encontraron los restos de la tripulación, no había señales de que pudo sucederles, ni la más mínima herida ni golpe. Solo una infinita mirada de terror en sus caras. Aquellos infelices murieron de miedo. Sus últimas anotaciones en sus ordenadores no aclaraban nada, todas coincidían en un gran optimismo, estaban convencidos que iban a conseguirlo. La anotación más reciente decía algo así como que faltaba menos de un minuto, ya no había nada más.
—Suponemos que nunca se descubrió lo sucedido.
—Nunca se ha sabido, nunca se volvió a intentar tampoco. Aún recuerdo la expresión del rostro de mi padre. Es algo que aun después de 90 años no he podido borrar de mi mente.
—¿Se encuentra bien? Esto debe ser muy duro para usted.
—Sí, estoy bien, es solo que los recuerdos, aunque hayan pasado 90 años aún duelen. Pero estoy convencido de que debe saberse, ustedes tienen que darlo a conocer.
—Lo haremos, se lo aseguro. ¿Desea añadir algo más?
—Luego colocaron los cuerpos en lujosos féretros, con la Gran Medalla de Nahum y les tributaron honores y entierro de héroes, cuando vuelvan a la Gran Plaza de Nahum, entre el surtidor verde y el azul verán losas de dedona en el suelo, ahí están grabados los nombres de aquellos infelices. Aquel fue el primer y último intento por cruzar la barrera de la luz.
La tensión emocional acabó venciendo al almirante y sus ojos se llenaron de lágrimas.
Sin necesidad de decirse nada dejaron de grabar, una muestra de respeto al viejo almirante y a la intimidad de sus lágrimas.
Cuando se emitió el documental un mes después al final una voz en off decía:
«Algún día lograremos superar la barrera de la luz, dentro de cien, mil o un millón de años, o incluso diez millones, cuando eso suceda, ¡¡¡recordaremos al Vésperus!!!».
F I N