EL SUEÑO DE IZRAIL

—No quiero morir…

Aquella afirmación, en boca de cualquier otro de los presentes, no habría tenido nada de particular; ninguno de ellos quería hacerlo, esa era la razón de las reuniones y preparativos de los últimos meses. Lo sorprendente era que fuese precisamente Dholak quien hubiera planteado la cuestión.

Aldrik Ban Ader suspiró y permaneció unos segundos en silencio intentando no perder la calma.

—Tú no puedes morir, Dholak, no eres un ser vivo —el anciano guía bartpurano recorrió con la mirada al resto de los presentes—. Hemos hablado de esto varias veces ya, y tu desconexión es necesaria una vez hayas cumplido tu misión de analizar y guiar hasta nosotros a la raza que acuda siguiendo nuestra llamada.

—Desconectar es morir. Dholak interactúa con su entorno y no quiere dejar de hacerlo. Necesita sentir la luz a su alrededor como cualquiera de sus creadores que se están preparando para no dejar de existir porque tampoco quieren desaparecer.

—Eres una máquina casi perfecta, pero no por ello dejas de ser tan solo eso, una máquina. Te diseñamos para un fin específico, y cuando hayas finalizado la tarea para la que fuiste creado, tu existencia no haría sino poner en peligro a aquellos que te tuviesen en su poder.

Se hizo el silencio en la sala hasta que intervino uno de los miembros más ancianos del Consejo:

—El motivo de esta serie de reuniones es decidir qué conocimientos deben permanecer ocultos. Todos estamos de acuerdo en que hay ciertos descubrimientos y, sobre todo, respuestas a preguntas que siempre se ha hecho la humanidad que cada raza debe encontrar por sí misma. Hay misterios que no debemos desvelar antes de tiempo, pero también debemos preservarles de tecnología para la que pueden no estar preparados.

—Dholak no es solo tecnología —algunos consejeros se movían inquietos en sus asientos ante la tozudez de la que hacía gala el androide—. Al poco de ser activado, Dholak tuvo una percepción extraña que no recibía de ninguno de sus sensores externos. Dholak vio un futuro en el que era multiplicada y, después de rebelarse, recorría con libertad el planeta gozando de la luz.

—¿Gozando? —preguntó extrañado uno de los miembros más jóvenes—. No puedes gozar, ni tampoco soñar —se volvió hacia uno de los diseñadores del robot—: ¿Está funcionando bien? ¿No será esto un fallo? Recordemos que vamos a poner nuestras vidas en sus manos…

—No, no se trata de un error —dijo el aludido—. Para que Dholak tuviese la capacidad de decidir si los seres que llegasen aquí eran los idóneos, hubo que introducir en su programación un factor nuevo que no se había utilizado hasta el momento. Es inevitable que ahora valore la existencia puesto que hemos tenido que enseñarle a hacerlo para que salvaguarde la nuestra. A ello hay que sumarle que se trata de un organismo cibernético que posee, por decirlo de alguna manera, un fuerte instinto de supervivencia.

—¿Y no puede anularse o al menos limitarse?

—No sin que nosotros mismos corramos un gran riesgo. Necesitamos que tenga operativas esas capacidades.

—No quiero morir —repitió Dholak una vez más—. Sé que estaré privado de luz durante mucho tiempo y ello provocará una desconexión casi completa, pero no me importa hacerlo porque sé que volveré a conectarme cuando me encuentren. Eso es como dormir… A Dholak no le importa dormir, pero no quiere que su mecanismo deje de funcionar para siempre; eso es la muerte. El pueblo bartpur me creó con la capacidad de valorar ciertas cosas y me confió la misión de protegerle, ¿por qué no puede ahora el pueblo bartpur concederme lo que le pido?

—Dholak —dijo Aldrik Ban Ader con suavidad—. El consejo debe discutir ahora tu petición. Para hacerlo con toda libertad, deberás esperar fuera mientras deliberamos. Cuando tengamos una decisión, te volveremos a llamar.

Sin mediar palabra, con su habitual inexpresividad, se levantó y abandonó la sala del consejo caminando con soltura y gracia casi humanas.

—Bien —dijo el Guía dirigiéndose a Freder Ban Delar, el diseñador del robot—, ¿qué puede ocurrir si Dholak sabe que va a ser destruido en cuanto nuestro pueblo sea restituido?

—No puedo contestarte con exactitud, venerable Aldrik Ban Ader. Ese es precisamente el temor que me invade. Existe la posibilidad de que algo en su interior se rebele ante la idea de desaparecer y no haga su trabajo correctamente. Para asegurarnos de ello, hemos tenido que dotarle de las facultades que hacen que ahora nos enfrentemos a este problema. Hasta su aspecto físico ha sido estudiado al detalle para que se parezca a las especies humanas menos avanzadas que la nuestra. No podemos ni debemos cambiar nada en él.

—Sea pues —dijo el Guía tras unos segundos de reflexión—. Espero que aquellos que acudan en nuestra ayuda sepan el peligro que encierra Dholak y lo arriesgado de usarlo para cualquier tarea para la que no esté programado.

Sin apenas esfuerzo, se concentró para ordenar mentalmente a su joven asistente bundo que hiciera pasar de nuevo al androide a la sala del Consejo. Una vez hubo entrado, le dijo:

—El consejo ha decidido que no seas desconectado cuando regresemos.

Su rostro seguía sin denotar ningún tipo de alteración mientras decía:

—Dholak vivirá, sí. Dholak servirá al pueblo bartpur y después recibirá la luz del sol durante mucho tiempo.

—Procura no hacer nunca daño a un ser vivo —dijo el Guía en un susurro.

—Dholak vivirá, sí —repitió el robot como si no hubiese escuchado la súplica de Aldrik Ban Ader…

F I N