HISTORIAS PERDIDAS
Marek Aznar echó un nuevo vistazo a la computadora y suspiró una vez más sintiendo la misma mezcla de cansancio e impotencia que venía acompañándole desde la última materialización.
Habían acudido todos salvo Ferrer, pero eso no era suficiente; no después de saber que habían sucedido cosas importantes que iban a quedar en el olvido.
Sonrió con amargura… ¡Qué ironía! ¡Qué cruel podía llegar a ser el destino a veces!
Recordó su infancia y adolescencia unidas sin remedio a esos miles de palabras… palabras que formaban frases… frases que formaban capítulos… capítulos que terminaban por desfilar uno tras otro hasta convertirse en una historia completa.
Viajes de los Aznar…
Sus dedos recorrieron con nostalgia la suave piel de los tomos de la edición anterior, la de cincuenta y seis capítulos, divididos en dos volúmenes.
Amor, aventura, desastres, guerras, conquistas, victorias, derrotas… Pero, sobre todo, una lección de supervivencia; la de los descendientes de aquel puñado de hombres que partieron en busca de un nuevo mundo guiados por el primero de su estirpe y terminaron por vencer la barrera del tiempo, sobreviviendo al ocaso de civilizaciones y siendo testigos de acontecimientos que parecían ser un privilegio de antiguos y míticos héroes de leyenda.
Y el último de aquellos grandes almirantes, a veces aclamados y otras denostados y perseguidos, le había concedido el inconmensurable honor de ser él, Marek Aznar, quien completase la historia que tantas veces le sirvió de estímulo y le reconfortó en el lejano Atolón…
¡Maldito hiperplaneta! ¿Por qué se empeñaba en ocultar sus secretos?
Le sobresaltó el sonido de alguien golpeando la puerta.
—Adelante.
Se volvió a tiempo de ver al capitán Quintana atravesando el umbral. Su habitual sonrisa no le acompañaba aquella vez.
—Hemos terminado.
—¿Alguna novedad?
—Ninguna, Marek. El crucero ha sido casi desguazado por completo buscando alguna pista o indicio que completase el diario de Fidel Aznar.
No había albergado esperanzas, pero enfrentarse a la verdad le hizo sentir más desesperado de lo que ya estaba.
—Gracias de todas formas. Agradece a tus hombres el trabajo.
—Lo haré —pareció dudar. Aquello era un signo inequívoco de que lo que iba a decir a continuación tampoco le iba a gustar—. El Senado ha decidido hace unos minutos rechazar la propuesta del almirante Aznar; partimos…
—Al menos lo intentamos, ¿no?
—Por supuesto, pero no pudo ser y el hiperplaneta será dentro de unos días tan solo un recuerdo.
—Gracias de nuevo.
Se quedó otra vez solo…
Miró el reloj; faltaban únicamente unos minutos para la hora a la que había quedado con el vicealmirante García Bilbao para entregarle los nuevos capítulos de Viajes de los Aznar. Después, el vicealmirante volvería a recuperar las ancestrales técnicas terrestres para confeccionar dos nuevos volúmenes actualizados que, merced a la magia de las máquinas Karendon, bastarían para ser reproducidos cuantas veces fuera necesario.
¿Por qué?… no era la primera vez que se lo preguntaba.
¿Por qué había regresado solo uno de los Stelar que se enviaron a rescatarles del hiperplaneta? ¿Por qué no estaban sus fórmulas actualizadas dentro de él?
Tan solo un puñado de hojas escritas con la impecable y cuidada caligrafía de su bisabuelo, Adler Ban Aldrik. En ellas, relatadas con todo lujo de detalles, las aventuras en Katum, y más adelante, el rescate de los que allí quedaron y el encuentro con los gandúes y los supuestos dioses del Olimpo.
Del relato escrito de Fidel Aznar, surgieron dos nuevos capítulos que Marek tituló Horizontes sin fin y El refugio de los dioses, y se unieron al anterior: La civilización perdida…
Sin embargo, tras la narración pormenorizada de aquellos episodios, tan solo frases sin sentido aparente, pero que parecían esconder una inquietante historia.
Con rasgos apresurados, el bundo había escrito:
«Una sociedad desquiciada sometida al poder omnímodo que rige implacablemente el destino de millones de seres con el rigor del más aborrecible absolutismo».
Tras esto, en la última hoja, dos palabras que no supo interpretar, aunque parecían hacer referencia a algún tipo de batalla o intervención de cazas valeranos: «Escuadrón Delta».
¿Era lícito terminar por el momento Viajes de los Aznar en el capítulo cincuenta y nueve? No, a pesar de que nunca se supiese qué era lo que había ocurrido en el hiperplaneta, era necesario que las futuras generaciones supieran que, aunque irremisiblemente perdidas, habían ocurrido allí más aventuras del pueblo valerano.
—Capítulo sesenta —le dictó a la computadora—. Título: El gran miedo.
Se sintió satisfecho con el título que se le había ocurrido. A continuación dicto la frase que había escrito Fidel.
—Nuevo capítulo. Sesenta y uno. Título: Escuadrón Delta —tras pensárselo, añadió—: Escribe a continuación: A fecha de hoy, al igual que ocurre con el capítulo sesenta, no se tienen datos sobre los sucesos acaecidos, pero se ha considerado oportuno incluir esta referencia a dos episodios que permanecerán en el olvido, a pesar de que es probable que se traten de apasionantes historias de las que nunca tendremos conocimiento…
F I N