ESPERANDO EN LA OSCURIDAD

Yaces, rodeado de oscuridad, flotando en la nada. ¿Cuánto hace de ello? No lo sabes, no puedes saberlo. Llevas dormido mucho tiempo, ahorrando energía, esperando en hibernación. Tenías una misión, ¿recuerdas? Una misión de muerte. De aniquilación. Pero fallaste, y así te encuentras tú ahora, flotando perdido a la espera de… ¿de qué? No, no lo recuerdas, claro.

Ante ti, las luces de las estrellas, girando lentamente. No las reconoces. ¿Por qué deberías? No es tu misión. Tampoco aprecias su gélida belleza, pues sigues dormido, convertido en un satélite más de aquel lejano sol amarillo, que apenas brilla algo más que las otras estrellas…

Pero algo pasa. Una alarma te arranca de tu sueño milenario, te trae de nuevo a la consciencia. Algo se mueve allí fuera. ¿Será posible? Notas una especie de alegría que te recorre hasta lo más profundo de tu ser. Son sin duda naves espaciales. Introduces sus parámetros orbitales… ¡Sí! ¡Pasarán cerca, muy cerca de tu posición! ¿Quiénes serán?, te preguntas, mientras esperas, ansioso, que entren en tu radio y captes su identificación electrónica…

Mientras esperas, analizas tu situación. Tu reserva energética está a un nivel adecuado. Pero el combustible que te permite desplazarte es escaso, muy escaso. Haces un rápido cálculo. Va a ir muy justo, pero puedes alcanzar las naves…

No puedes esperar a conocer su identificación. Debes partir ya, establecer la órbita de interceptación que te lleve hacia el punto de máxima cercanía. Con cautela, pones en marcha el dispositivo de eyección que te dará el impulso que necesitas… ¿Funcionará? ¡Sí!… Notas el familiar tirón de la aceleración, la potencia de los gases ionizados empujándote en la nueva trayectoria que has programado… Calculas el momento justo, y apagas entonces el motor. Todavía tienes una reserva, que esperas sea suficiente si llega la oportunidad…

Pasa una hora, dos… la distancia entre las naves y tú se ha reducido. Ya estás al alcance de la identificación electrónica… compruebas la firma… No puedes acabar de creértelo ¡Son efectivamente ellos! De nuevo la felicidad recorre tu cuerpo. ¡Por fin! Solo esperas que todo vaya bien y el combustible de reserva alcance…

Tu reloj va marcando los segundos, los minutos, las horas… se te hace interminable. Pero ya estás cerca, muy cerca. Puedes hasta contar su número. Son pocos, apenas una escuadrilla de unos mil navíos, de un modelo completamente desconocido para ti. De nuevo te preguntas cuanto tiempo ha pasado… aunque te da igual. Lo importante es que están allí, y que para ti va a finalizar este tiempo de espera en la oscuridad…

Los minutos finales los realizas en una cuenta atrás, mientras te preguntas si te detectarán o no. Si supieras como rezar, rezarías, ¿verdad? Pero nadie te enseñó…

Cinco, cuatro, tres, dos, uno… ¡Es el momento! Enciendes de nuevo los motores, esta vez a toda potencia para aceleración máxima. Escoges la nave más cercana y saltas hacia ella, mientras emites tu propia identificación a toda potencia…

Conectas todos los sistemas. La nave a la que te aproximas no da muestras de que te haya localizado… Tendrás que jugarte el todo por el todo… ¡Estás tan cerca!

Corriges tu trayectoria… buscas un punto adecuado… te acercas más… más…

Si pudieras, gritarías al mundo en tu éxtasis final. Estás a punto de cumplir con tu misión, aquella que te programaron hace tantos y tantos años, que era el mismo objeto de tu existencia… Conectas tu espoleta, te precipitas sobre el motor de la desprevenida nave thorbod… y mueres en una apocalíptica explosión verde azulada…

* * *

—¡Señor, impacto de torpedo! —Suena la desagradable voz del serviola—. ¡Daños menores en el motor de babor!

—¡Estamos bajo ataque! ¡Zafarrancho de combate! ¡Alerte a la flotilla! —ordena el Jed de la nave, aún sin salir de su asombro—. ¿Cómo puede ser? No hay naves terrícolas cerca, y aún no saben que venimos…

—Quizás sean minas, o algo así… —se atreve a sugerir el primer oficial.

—Magnífico Jed, tenemos imágenes captadas por las cámaras exteriores momentos antes del impacto —les interrumpe uno de los controladores.

En la pantalla ven, magnificada y en color falso, el torpedo autómata de más de veinte metros mientras se precipita, suicida, hacia ellos…

—¡No puede ser! Un torpedo autómata de los odiados valeranos…

—Y muy antiguo, señor. Es un modelo de cuando el maldito por siempre Valera casi acaba con nuestra especie, mi Jed.

—Es increíble… ¿Qué probabilidades existen de que ocurra algo así? Un torpedo de hace muchos miles de años, todavía operativo… En fin, menos mal que nuestros blindajes son ahora mejores que antes. ¡Cancelen la alerta! Sigamos rumbo a Bolina…

Las naves prosiguen su ruta. De nuevo el sector del espacio queda vacío, excepto por unos pocos restos de dedona de tu casco. Has cumplido tu misión. Más adelante, al crucero thorbod que atacaste le fallará el motor en un momento crítico y será destruido por su presunta presa, un crucero de la flota venusina… Puedes estar orgulloso. Tu sacrificio no ha sido en vano.

F I N