De todos los animales de la tierra, muy pocos sienten la compasión; de entre ellos, el hombre, por su capacidad intelectual, comprende a otros seres vivos y se compadece de ellos. Nos hemos educado en el deseo de ayudar al que sufre y somos muy severos con los que no se atienen a ese sentimiento.
Pero ¿es éste un rasgo universal de la inteligencia? Probablemente, no. Aun entre los de nuestra raza, los antiguos espartanos dejaban morir en las laderas de las montañas a los niños débiles. Es una cuestión de principios. Nuestra sociedad contemporánea valora las vidas de los individuos que la componen, a veces con detrimento de toda la sociedad. Estaría más justificado obrar de otra forma: que el bienestar de las especies ocupase un lugar preferente al de los individuos.
Tal sistema de valores sería más natural que el nuestro; más en consonancia con las leyes de la selección humana.