V

Trepé penosamente hasta lo alto de las rocas.

—¿Ariel?

Estaba allí, arrodillada en el suelo, con la cabeza inclinada. De cuando en cuando, sus hombros se estremecían de un modo espasmódico.

Me acerqué más a ella.

—¿Ariel?

Ella levantó la cabeza y contempló fijamente el océano.

Los afectos de los jóvenes son muy importantes y muy frágiles.

—¿Cuánto tiempo hace que estás aquí?

Ariel me miró ahora, pero en sus ojos había una expresión ausente. Y su rostro estaba agotado. Sacudió la cabeza.

¿Dieciséis años? ¿Quién fue el psicólogo que hace un centenar de años afirmó que los «adolescentes» no eran más que adultos físicos y mentales sin ninguna tarea útil?

—¿Quieres venir a casa?

Ariel continuó sacudiendo la cabeza.

Al cabo de un rato dije:

—Supongo que enviarán el cadáver de Tork a Manila.

—Tork no tenía familia —me explicó Ariel—. Le enterrarán aquí, en el mar.

—¡Oh! —dije.

Y el tosco vidrio volcánico, arrastrado a través de las arenas del océano, cambiando de forma...

—Tú eras... Tork te gustaba mucho, ¿verdad? Parecíais estar muy encariñados el uno con el otro.

—Sí. Era un muchacho muy agradable... —Entonces captó el significado de mis palabras—. No —dijo—. ¡Oh, no! Yo estaba... yo estaba comprometida con Jonni... aquel muchacho de California. ¿No le viste anoche en la reunión? Los dos éramos de Los Angeles, pero nos conocimos aquí. Y ahora... Esta tarde enviarán su cadáver a California.

—Lo siento. De veras que lo siento, Ariel.

Ariel empezó a mirar a su alrededor.

—¿No te apetece una taza de té, Ariel?

Suspiró profundamente.

—Gracias —dijo, tratando de sonreír—. Pero no podré quedarme mucho rato.

Echamos a andar hacia la casa, dejando el mar a nuestra izquierda. En el preciso instante en que llegábamos al patio, Ariel volvió la cabeza.

—¿Cal?

—¿Sí? ¿Qué pasa?

—Aquellas nubes. Allí, a través del agua. Son las únicas que hay en el cielo. ¿Proceden de la erupción del Slash?

Parpadeé.

—Creo que sí. Vamos dentro.