APUNTES DE LA LECCIÓN 1[1]

8/5/1958

El concepto de dialéctica que habrán de conocer aquí no tiene nada que ver con ese extendido concepto de un pensar alejado de las cosas, que se explaya en meras artes conceptuales. Ya en ese punto de la filosofía donde surge el concepto de la dialéctica, en Platón, quiere decir lo opuesto, esto es, una disciplina del pensar que debe cuidarlo de no caer víctima de las manipulaciones sofísticas. Platón sostenía que solo se puede decir algo razonable sobre los objetos cuando sabemos alguna cosa sobre el tema (Gorgias, Fedro).[2] En su origen, la dialéctica significa la tentativa, precisamente a través de una estricta organización del pensar conceptual, de superar los meros espejismos conceptuales. En Platón se intenta ganar a los adversarios, los sofistas, a través de sus propios medios.

Sin embargo, el concepto de dialéctica, tal como nos ha sido transmitido de la Antigüedad, es muy distinto de aquello a lo que yo me refiero. Pues el concepto de dialéctica de la Antigüedad es el concepto de un método filosófico. Y hasta cierto punto, eso fue lo que siguió siendo siempre. La dialéctica es las dos cosas, un método del pensar, pero también algo más, esto es, una determinada estructura de la cosa que, ciertamente, debe ser convertida en medida guía de las reflexiones filosóficas a partir de consideraciones filosóficas muy básicas.

En Platón, dialéctica quiere decir: el pensamiento filosófico sigue vivo no en cuanto se queda en un mismo lugar, sino que sigue viviendo en la medida en que conforma nuestra conciencia sin que nos demos cuenta de esto. La dialéctica platónica es la doctrina de ordenar correctamente los conceptos, de ascender de lo concreto a lo más alto y universal. En principio, las ideas no son otra cosa que los conceptos universales mayores, hacia los que el pensar se eleva.[3] Por otro lado, dialéctica quiere decir, a su vez, subdividir desde arriba y de manera correcta los conceptos.[4] En la cuestión de la subdivisión correcta de los conceptos, Platón se ve ante el problema de distribuir los conceptos de forma tal que queden ajustados a las cosas que ellos comprenden bajo sí. Por un lado ha de requerirse una formación lógica de conceptos, pero no debe ser realizada a la fuerza, según un esquema, sino que los conceptos deben ser formados de tal manera que sean adecuados a la cosa. Comparar con el sistema de botánica de Linneo y con el sistema natural según la estructura de las plantas.[5] El viejo, tradicional concepto de la dialéctica no era más que el método de ordenar los conceptos.

Por otro lado, ya Platón se había dado cuenta de que no sabemos así simplemente si el orden conceptual que estampamos sobre las cosas es también el orden que tienen los objetos mismos. Platón y Aristóteles dieron importancia a modelar los conceptos según la naturaleza, para que ayudaran a formular la cosa allí comprendida. ¿De dónde sabremos algo del ser no conceptual, que yace más allá de los conceptos? Notamos que los conceptos singulares se enredan en dificultades; entonces debemos, en razón de estas deficiencias, pasar a una mejor formación de conceptos. Esta es la experiencia fundamental de la dialéctica, ese seguir empujando a los conceptos al confrontarlos con eso que debe ser expresado por ellos. Hay que plantear la comparación: si los datos coinciden o no con los conceptos.

La dialéctica es entonces un método que se refiere a la manera del pensar, pero se diferencia al mismo tiempo de otros métodos en la medida en que intenta una y otra vez no quedarse detenida, en que una y otra vez se corrige según los datos de las cosas mismas. Tentativa de una definición: la dialéctica es un pensar que no se conforma con el orden conceptual, sino que lleva a cabo el arte de corregir el orden conceptual a través del ser de los objetos. Aquí está el nervio vital del pensar dialéctico, el momento de la contraposición. La dialéctica es lo opuesto de eso que uno se imagina como tal: no es un mero arte de la operación, sino la tentativa de superar la manipulación meramente conceptual, de lidiar en cada nivel con la tensión entre el pensamiento y eso que le es subyacente. La dialéctica es el método del pensar que no es tan solo método, sino la tentativa de superar la mera arbitrariedad del método y la de hacer ingresar también en el concepto eso que no es concepto.

La cuestión de ‘lo exagerado’:[6] se afirma que la verdad siempre debe ser lo más simple, primitivo; lo que se aparte de esto es solo un agregado arbitrario. Esta representación presupone que el mundo es tal como se ofrece en su fachada. En este punto la filosofía ha de desconcertar a fondo. Un pensar que no asuma todo esfuerzo para superar las representaciones inculcadas no es otra cosa que la mera reproducción de aquello que simplemente se dice y se piensa. La filosofía debe enseñar a que no permitamos que nada nos atonte. Hegel en diálogo con Goethe: «La filosofía es el espíritu de contradicción organizado».[7] Todo pensamiento que atraviese la fachada, la apariencia necesaria, la ideología siempre es exagerado. La tendencia de la dialéctica de ir hacia los extremos tiene hoy la exacta función de resistir la inmensa presión externa.

La dialéctica es consciente de que por un lado está el pensamiento y por el otro eso por lo que el pensamiento se empeña. El pensar dialéctico no es tan solo intelectualista, sino precisamente el intento de la autorrestricción del pensar a través de la cosa. ¿Cómo llega el pensar a hacer valer la cosa dentro de la propia determinación del pensar? Hegel, Fenomenología:[8] la inmediatez vuelve en cada nivel de movimiento que el pensamiento recorre. Una y otra vez el pensamiento se ve confrontado con su opuesto, eso que puede llamarse naturaleza. Una introducción a la dialéctica debe llevarse adelante en continua confrontación con el problema del positivismo. No debe hacer como si los criterios del positivismo no existieran, sino tratar de medirlos consigo misma y así sobrepasar el propio concepto del positivismo. El positivismo es un elemento de la dialéctica y no una visión de mundo.