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Josi Olive: el Dentista
A Josi Olive le gusta pasear con su gato Gato por Viebury Grove. Gato es como su sombra, un animalito de pelaje oscuro que camina junto a sus botas como si estuviera pegado a ellas. Hoy flota un aire otoñal templado y el cielo es de un azul intenso, ese azul por el que se vuelven locos los amantes de la playa, excepto que los árboles no acompañan en absoluto a toda esa estampa, pues presentan el mismo aspecto que la bolsita de caramelos masticables que tiene él en su laboratorio, con todos esos mismos colores.
Hoy hace un día para pasear, y para aspirar el humo de los incendios forestales, y para observar qué casa de Viebury está mejor decorada para los que van a pedir golosinas en Halloween. Solo hay dos que están ocupadas, y las que están vacías son de lo más lóbrego, así que seguramente no hay competencia. Quizá se le aparezca el fantasma de una abuela en un porche para ofrecerle una porción de tarta de manzana.
Sale de su casita con la mente distraída en esta fantasía, y Gato se frota contra sus botas.
—Gato, vas a hacerme tropezar —le dice a la vez que cierra la puerta.
Mientras se mete la mano en el bolsillo para sacar la llave y cerrar, se vuelve un momento para mirar un camión rojo de gallinas, cargado con unos extraños cajones en la cabina trasera, entrando en el enorme granero de la mansión de piedra. Frunce el ceño acordándose de la guerra que tiene entablada con la gente de esa colosal montaña de piedra, y acordándose también de su episodio con el puñetero juez Rasper, del cual, en realidad, se había olvidado solo un minuto, cuando se le ocurrió salir a dar un paseo. Se acuerda de que ya no se le permite tener ni un breve instante de paz. Se acuerda de que ha sido un necio al creer que iba a poder darse un paseo con su gato como si nada. Como si no hubieran asesinado a su mujer en una ciénaga. Como si su asesinato no hubiera sido encubierto por aquellos hijos de puta.
«Otra vez ese puto camión de gallinas, —dice para sí. Sabe que ese es el método que emplean para traer a las chicas—. Tiene que ser».
—Vamos, Gato. Nos volvemos a casa. Tengo cosas que hacer.