9
Una noche para recordar

El juego continuó mientras la risa se fue apagando tras la salida de Griffin. Pestañeé y observé que en el asiento vacío ocupado por Kellan se había sentado un chico nuevo, que parecía demasiado joven como para estar allí. Kellan vino donde yo estaba sentada, dando sorbos alegremente a mi bebida afrutada, y me tendió la mano.

—¿Bailas conmigo, preciosa?

Arqueó una ceja tras preguntarme, y juraría que oí a alguien suspirar… o quizá fui yo misma quien lo hizo. Mi confuso cerebro ya no podía distinguirlo con claridad.

Asentí, le tomé la mano y dejé que me levantase. El alcohol de mi organismo pareció viajar con rapidez a mi cabeza una vez que cambié de postura y me puse de pie. Sentada a la mesa me había sentido algo achispada, pero, al ponerme de pie de repente, me di cuenta de que estaba como una cuba.

Me reí y tropecé un poco mientras Kellan me rodeaba con sus brazos. Él mismo también dio un traspiés.

—¿Estás bien? —me preguntó.

Asentí de nuevo y volví a reírme al mismo tiempo que él me ayudaba a alejarme de la bulliciosa mesa. El pobre chico nuevo había sacado una pareja de unos y se encogió al observar la cantidad de bebida que todavía quedaba en su vaso de plástico. Sentí compasión, porque precisamente esa tirada era la que me había dejado en mi estado actual. Aunque sonara raro, quería darle un gran abrazo y decirle que todo saldría bien. Incluso di un paso hacia él antes de que Kellan tirara de mi brazo en otra dirección.

—Por aquí, cielo.

Dejé que aquel chico se enfrentase a su destino y me giré hacia Kellan. Entre risas, le rodeé la cintura con los brazos. Tropezamos y anduvimos a trompicones hasta llegar al centro del abarrotado salón. Al pasar, la gente le iba deseando suerte, pero los ojos de él en ningún momento se apartaron de los míos mientras daba las gracias. Era como si estuviésemos solos en una casa rebosante de extraños.

Sonaba una melodía sugerente con un ritmo intenso, y Kellan primero me subió las manos por la espalda y, después, volvió a bajarlas hasta mi cintura. Me excitaba con cada centímetro del cuerpo que me tocaba, parecía que después de que me pasara los dedos por encima de la piel fuera dejando una leve brisa. Jadeé cuando introdujo una de sus piernas entre las mías de manera que nuestros cuerpos se montaron el uno sobre el otro. En ese momento, la leve brisa se prendió fuego.

Movíamos las caderas al compás del ritmo de forma tan íntima que debería haberme sentido avergonzada… Debería. Una de las maravillas de las sustancias como el alcohol es que las pequeñas cosas como las inhibiciones dejan de importar. Kellan apoyó la frente contra la mía mientras seguía con sus caricias y pasándome la palma por encima de la camiseta roja del uniforme de Pete. Más que bailar, nos rozábamos uno contra el otro, hasta el punto de compartir el aliento. Empecé a delirar y el resto del mundo se desdibujó.

Gemí cuando detuvo la mano sobre mi seno y jugueteó con ese punto sensible subiendo y bajando el pulgar. Sonrió al escuchar mis gemidos, que se oían incluso por encima de la música. Me sentía insensible a lo que me rodeaba y a la vez extremadamente excitada, así que enterré los dedos en su cabello y atraje su cabeza hacia la mía.

Me daban igual las tonterías que Griffin hubiera soltado por su bocaza, Kellan sabía cómo mover la lengua. Me recorrió los labios con los suyos, y nuestras respiraciones se convirtieron en jadeos ahogados. Apretó mi pezón entre sus dedos pulgar e índice, y yo gemí en voz alta. Con un siseo, introdujo la otra mano bajo mis pantalones y la dejó abierta sobre mi trasero, cubierto por algodón.

Quería que moviera la mano a la parte delantera, quería todo su cuerpo sobre mí. Le obligué a bajar la cabeza para gemirle en el oído y susurrarle… bueno, creo que susurré:

—Te deseo… ahora.

Kellan se separó levemente y clavó los ojos en mí. El fuego que trasmitía con la mirada era increíble. Aquellos ojos que gritaban sexo hacían que me derritiese y me sintiese de goma. Me recorría con las pupilas el cuerpo mientras ajustaba la posición de nuestras caderas. No necesitaba decir palabra, notaba el bulto en el interior de sus vaqueros que me permitía saber que él también me deseaba, en ese mismo instante.

Se lamió los labios y levantó la mirada, como si acabara de darse cuenta de que estábamos en un lugar lleno de gente emborrachándose y bailando, en el centro del salón de Matt. Volviendo a fijar su mirada en mí, desenredó mis dedos de su pelo. Entrelazó los suyos con los míos y señaló el vestíbulo con la cabeza.

Se inclinó hacia mí y me gimió al oído:

—Ven conmigo, corre.

Dios, casi lo hice.

Aprisionando su mano entre las mías, me mordí el labio y asentí fervientemente. No tenía ni idea de adónde pensaba llevarme o qué haríamos una vez que llegáramos, pero tampoco es que me importase. Únicamente quería estar con él, los dos solos.

Me pegué a su espalda riéndome mientras él trataba de abrirse paso entre todo el gentío. La mayoría le daba palmadas en la espalda mientras caminaba y algunas de las chicas se atrevían incluso a acariciarle el brazo de forma sugerente. Yo las fulminé con la mirada pero Kellan no les hizo caso, centrado en el objetivo de conseguir que estuviésemos a solas. Un trío de mujeres le miró fijamente el trasero y yo casi grité: «Mirad todo lo que queráis, es a mí a quien está a punto de tirarse».

Gracias a Dios Kellan me arrastró hacia delante cuando estaba a punto de decirlo. Tropecé y me olvidé de ello. Sonriéndome al tiempo que me levantaba, se echó a reír cuando consiguió que nos adentráramos en el vestíbulo. Se giró para quedarse de cara a mí y me acarició la mejilla con la mano que tenía libre. Hizo que me inclinase hacia él y encontró mis labios de nuevo. Gemí, sintiendo la dulzura de su respiración contra la mía. Normalmente no me inmutaba por el olor a cerveza, pero él podía convertir todo en algo sexy.

Kellan me llevó por el pasillo caminando hacia atrás mientras nos besábamos, tropezando en ocasiones contra las personas que no se quitaban del medio con la suficiente rapidez. Se detuvo junto a una puerta cerrada. No sabía a quién pertenecía o adónde llevaba, pero mientras me acariciaba la lengua con la suya, admití que no me importaba: sólo quería que la abriese pronto.

No consiguió encontrar la manilla en el primer intento, por lo que tuvo que intentarlo una segunda vez. Finalmente, a la tercera fue la vencida y la puerta se abrió, haciendo que nos apresuráramos a entrar. La cerró sin mirar y, a continuación, dio la luz. Mientras se aseguraba de que la puerta no se pudiera abrir, miré la habitación en la que nos encontrábamos. La poca parte del cerebro que me quedaba operativa tenía la esperanza de que ésa no fuera la habitación de Griffin. Afortunadamente, no lo era: estábamos en el baño.

Miré a Kellan frunciendo el ceño.

—Esto es un baño.

Asintió y abrió la boca mientras me miraba fijamente los labios.

—Sí, lo sé.

Quise oponerme, pero su boca regresó a la mía y el único sonido que pude articular fue un gemido de placer. Lo deseaba tanto que me dolía; le pasé las manos por el pelo y presioné mi cuerpo contra el suyo. Nuestros labios se buscaron con urgencia mientras la pasión nos desbordaba.

Gemí, loca de deseo.

—Siempre me haces sentir tan bien… Voy a hacer que tú también te sientas bien, Kellan. Te deseo con toda mi alma.

Casi jadeó al sentir mis labios en su cuello. Kellan cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás.

—Oh, Dios, adoro cuando te pones así.

Lo miré respirando con la misma intensidad.

—¿Así cómo? ¿Borracha?

Me empecé a reír pero su piel me llamaba a gritos, así que empecé a lamerle el cuello con la punta de la lengua.

Respiraba de forma entrecortada y después tragó saliva.

—No —respondió—. Segura… como si por fin te quedase claro.

Me separé para mirarlo y él bajó su cabeza para observarme.

—¿Cómo? ¿Qué es lo que por fin me queda claro? —susurré, mientras le lamía el contorno de sus labios al pegar mi cuerpo al suyo, claramente en tensión.

Sus ojos se nublaron durante un segundo y volvieron a centrarse en mí.

—Adoro que estés segura de que soy tuyo y que puedes hacer conmigo lo que quieras, dónde quieras, cuándo quieras y de la forma que quieras. Que cada parte de mí te pertenece.

El deseo y el calor se apoderaron de mi cuerpo.

—Si me perteneces, entonces quiero tomarte, aquí y ahora. Quiero hacer que te corras —murmuré, sorprendiéndome a mí misma.

En cuanto esbozó una media sonrisa, lo empujé contra el lavamanos, y froté las caderas contra las suyas al mismo tiempo que tiraba de su cabeza hacia abajo. Lo deseaba tanto que ya no me importaba que estuviésemos en un baño minúsculo, liándonos en medio de una ruidosa fiesta. Gemí junto a su boca, sin dejar de jadear mientras me acariciaba la lengua con la suya. Kellan respiraba de forma cada vez más agitada, mientras me atraía hacia su cuerpo que también presentaba signos de excitación.

—Dios, sí, te necesito, Kiera —murmuró contra mi boca—. ¿Sientes lo mucho que te necesito?

Sólo pude responderle con un gemido, mientras recorría con los dedos su pecho marcando un camino hasta llegar a la tela vaquera y el botón que mantenía cerrados sus pantalones.

La gente llamó y aporreó la puerta, pero no les hicimos caso y finalmente terminaron por irse, mascullando algo que mi obnubilada mente no podía distinguir entre el atronador sonido de la música que provenía del salón. La respiración y el corazón nos latía más apresuradamente, casi desbocados, mientras nuestras bocas luchaban la una contra la otra. A tientas, me esforcé por desabrocharle con los dedos el botón de los pantalones, al mismo tiempo que me subía la camiseta con los suyos. Me olvidé del botón, porque carecía de suficiente coordinación en los dedos, y le ayudé a quitarme la camiseta por la cabeza.

Bajé las manos hasta la camisa mientras el ritmo de la música se colaba a través de la puerta. En escasos segundos, estaba desnudo de cintura para arriba y me pegué a él para deleitarme con el calor que emanaba de su cuerpo. Enredé los dedos entre su pelo de nuevo y lo obligué a que volviera a besarme en los labios. Me rozó el colgante, y noté el objeto que lo representaba sobre mi piel. Entonces, me metió los dedos bajo el sujetador y me pellizcó un pezón. Grité y el sonido resonó en el pequeño espacio.

—Eh, Kellan, ¿estás ahí?

Una voz tras la puerta interrumpió nuestros gemidos, pero estaba tan borracha que no me importó. Hice caso omiso de aquella irritante intromisión, igual que él. Separó la boca de la mía y tiró a un lado mi sujetador para poder besarme el pezón y trazar círculos con la lengua sobre la punta dura. Jadeé y le sujeté la cabeza contra mi cuerpo mientras me frotaba contra su cintura, anhelando sentir aquel bulto duro tan maravilloso y la conexión llena de íntimas promesas.

—Kellan, sé que Kiera y tú estáis ahí, la gente os ha visto entrar. Abre la puerta.

Kellan se separó de mí, maldiciendo por lo bajo. Yo me lancé de inmediato en busca de su boca, pero él me echó un poco hacia atrás y quitó el pestillo de la puerta. Abrió una rendija.

—¿Qué quieres, Matt? —refunfuñó.

Apoyé la cabeza en el pecho de Kellan y observé distraídamente a Matt, que nos miraba por el pequeño resquicio que había abierto. No parecía muy contento.

—¿Estabais a punto de hacerlo en mi baño?

—Sí —respondió Kellan inmediatamente, antes de volver a cerrar la puerta de inmediato. A mi cerebro debió de parecerle un gesto divertido, porque me eché a reír.

Matt detuvo la puerta con la mano.

—Kell, sólo tenemos un baño. No quiero que la gente mee en el fregadero.

Kellan suspiró irritado y abrió la puerta fulminando a Matt con la mirada. Matt miró el torso desnudo de Kellan, después, mi pecho desnudo, e inmediatamente volvió a mirar a Kellan, que sacudió la cabeza y se limitó a encogerse de hombros.

—Habitación o baño —fue lo único que dijo.

Matt frunció el ceño y Kellan repitió su oferta, con una ceja enarcada.

—¿Habitación o baño? Tú eliges, Matt.

Con un suspiro, Matt puso cara de exasperación.

—Está bien, pero que sea rápido.

Con una sonrisa, Kellan cerró la puerta y volvió a echar el pestillo. Me reí mientras dejaba la mente a la deriva. Al otro lado de la puerta oí a Matt mascullar.

—¡Limpiad cuando terminéis, maldita sea!

Dejamos de prestarle atención antes de que terminara la frase y nos concentramos en besarnos y lanzarnos el uno sobre el otro. Estaba tan excitada que mi cuerpo reaccionaba inmediatamente allá donde él me acariciara. Me sentía arder por dentro mientras él movía hábilmente los dedos para desabrocharme el sujetador.

—¡Sí! —gemí con fuerza mientras usaba la boca para adueñarse de mí.

Me incliné sobre él y volví a tratar de desabrocharle los pantalones, pero él se echó a reír porque el cierre todavía se me resistía.

—Nunca has podido desvestirme borracha —murmuró, mientras se desabrochaba el botón y se bajaba los pantalones.

Sin contestarle, le metí la mano en los calzoncillos. Acaricié la erección que deseaba más que nada y apreté la base de su miembro. Gimió y me empujó contra la pared. Al chocarme levemente contra la superficie dura, me quedé un poco atontada. Me escuché a mí misma murmurar «sí» de nuevo, pero parecía que lo había dicho otra persona. Seguí oyendo sus gemidos y trató de quitarme el resto de la ropa. Mientras le acariciaba el miembro moviendo la mano arriba y abajo, él casi me rasgó los vaqueros y me los bajó abruptamente de la cintura.

Se alejó de mí, me apartó la mano para poder quitarme las zapatillas y tirar mis pantalones y ropa interior por el pequeño cuarto. Me había dejado completamente desnuda frente a él, borracha y excitada, y no me importaba lo más mínimo mientras acariciaba mi propio cuerpo. Maldiciendo por lo bajo, se quitó los zapatos y el resto de la ropa. Me lamí los labios al verlo, entre gemidos le dije que lo quería dentro de mí. Mis palabras resonaron por todo el cuarto y sonreí.

Él me devolvió la sonrisa con picardía, pero con la mirada nublada dijo que no con la cabeza.

—Aún no.

Fruncí el ceño mientras me apoyaba contra la pared y vi que se ponía delante, pero demasiado lejos para lo que le pedía. Entonces, se puso de rodillas. Aturdida no fui capaz de entender lo que se proponía, ni siquiera cuando me agarró una pierna y me la puso sobre el hombro. En ese instante, cuando me di cuenta de la posición en la que tenía la cabeza, posó la boca sobre mi sexo palpitante.

Grité y volví a golpear la cabeza contra la pared. Me sentí increíblemente bien, y mientras él lamía, acariciaba y mimaba la parte más sensible de mi cuerpo, se me escaparon ruidos que cualquier otro día me habría hecho esconder la cara por la vergüenza.

Justo cuando estaba gimiendo su nombre, frotando mis caderas contra él, se separó de mí. Dando un paso hacia atrás, su boca volvió a la mía y me metió la lengua. Enredé mis dedos en su pelo, y lo acerqué a mí tanto como pude.

Parecía que la casa se había quedado en completo silencio. Ya no sentía ni tan siquiera las vibraciones de la música, pero no me importó lo más mínimo, lo ansiaba demasiado. Solté un gemido, agarré su miembro erecto y traté de llevarlo hacia donde lo necesitaba más. Obstinado, me apartó la mano, provocándome.

—Te quiero dentro de mí ya —le supliqué jadeando.

Me apartó de la pared y retrocedió con paso vacilante. Me rozó con el dedo la piel húmeda y sensible de mi sexo y grité.

—Oh, Dios, por favor, fóllame, Kellan.

Murmuró una afirmación para sí mismo, me besó en el cuello y siguió bajando por la clavícula hasta llegar a mi pecho. Me froté contra él, desesperada, queriendo más. Estaba tan excitada que creía que iba a llegar al orgasmo.

Caminó hacia atrás, se tropezó contra algo y se sentó. Miró a su alrededor, sorprendido, y se echó a reír al darse cuenta de que estaba sentado en la taza del retrete. Sonrió, con los ojos fijos en mí, pero yo no pude devolverle la sonrisa. Necesitaba que terminase de satisfacerme.

Me senté sobre él a horcajadas y, cuando me penetró, se le borró la sonrisa de la cara. Cerró los ojos, respiró apresuradamente entre dientes y echó la cabeza hacia atrás contra una pila de toallas.

—Oh, Dios, Kiera… sí.

Lo observé atentamente y moví las caderas. Pensé que sentirlo en mi interior era lo más satisfactorio que mi ebrio cuerpo había experimentado jamás; tembló de placer mientras se mordía el labio. Sonreí al ver el poder que tenía sobre Kellan, y el que él tenía sobre mí. Me moví de nuevo contra él, arqueé la espalda y grité su nombre. Abrió los ojos y me miró.

—Eres preciosa —murmuró acariciándome el pecho y la cintura.

Me mordí el labio ante sus palabras y me lancé de nuevo contra él. La sensación fue desbordante y sentí rápidamente que el deseo escalaba hasta un nivel casi doloroso. Echando la cabeza hacia atrás, grité una y otra vez, cada vez más alto. No podía contenerme, sentía que deliraba y que estaba a punto de explotar.

—Joder —murmuró, y volvió a inclinarse para chuparme el pecho.

Gemí por lo deliciosa que sonaba esa palabra pero también arqueé una ceja.

—No digas palabrotas —murmuré apretándome más contra él y conseguí que se introdujese más profundamente en mí. Apenas inclinada, utilicé el peso de mi cuerpo para moverme contra él. Era intenso, profundo, delicioso.

Kellan se encogió y jadeó al mismo tiempo que agarraba las caderas para ayudarme.

—Lo siento… joder, lo siento… Por favor, no pares.

Tiró de mis caderas cada vez con mayor rapidez, y yo igualé el ritmo al que iba.

Me sentía desinhibida, salvaje y sin ataduras, algo poco común en mí, mientras me movía contra él. Kellan gemía con tanta fuerza como yo, y sentí que se acercaba el final. Por sus ojos sabía que él estaba igual que yo y le supliqué que terminásemos a la vez.

Abrió la boca, su respiración se interrumpió y sentí cómo comenzaba su orgasmo. Jadeó en voz baja intensamente, pero el sonido se perdió entre mis gritos. Alcancé el éxtasis con su cabeza agarrada contra mí. Juraría que mi visión se nubló, pero no por los efectos del alcohol. Sentí un hormigueo de placer en cada centímetro de mi cuerpo, empezó en el ombligo y se extendió al resto de mi cuerpo. Incluso los dedos de mis pies se retorcieron mientras remataba mi euforia gritando: «Sí, sí, Kellan, Dios, sí».

Mientras jadeábamos el uno contra el otro, y nos abrazábamos con fuerza, me pareció escuchar una especie de aplauso y que nos coreaban desde el vestíbulo, pero estaba tan ida que no me importó lo más mínimo.

—Te quiero —murmuré, escondiendo la cabeza en su hombro.

Kellan suspiró satisfecho bajo mi cuerpo y apoyó la cabeza en el hueco de mi cuello.

—Yo también te quiero.

Permanecimos así durante un minuto más hasta que empecé a tiritar y la gente comenzó a aporrear la puerta de nuevo. Logramos vestirnos tropezando y dando trompicones, con toda la ropa que habíamos traído al cuarto. O, al menos, eso esperé. Odiaría el hecho de que Griffin encontrase algo mío que se me hubiese olvidado.

Cuando Kellan abrió la puerta y salimos, todos los ojos se centraron en nosotros. Parpadeé mientras mi cabeza estaba en otra parte y me pregunté por qué todo el mundo me miraba. Entonces, los silbidos comenzaron y la gente que estaba más cerca daba palmaditas a Kellan en la espalda. Pensando que seguían felicitándolo por su próximo viaje, me encogí de hombros y sonreí. La gente se rió aún más ante mi reacción.

Kellan me llevó al salón evitando sonreír. Una vez que estuvimos en el centro, Griffin se acercó a nosotros. Naturalmente yo me eché hacia atrás, pero con una sonrisa de oreja a oreja se acercó a mí, y me dio una botella de cerveza.

—Kiera, creo que te quiero —comentó.

Me encogí un poco, tomé la cerveza y bebí sólo para que se echase hacia atrás.

Griffin golpeó a Kellan en el pecho entre risotadas.

—Eres el maldito cabrón más afortunado de la historia —declaró dándole a Kellan la cerveza que tenía en la otra mano, y frunció el ceño burlón—. Es decir, ya te odiaba antes, pero es que ahora no puedo soportarte.

Kellan empezó a asentir y empujó a Griffin hacia atrás, mirándome una y otra vez como si estuviese preocupado porque fuera a montar un escándalo. Sin embargo, tenía la mente demasiado nublada como para entender nada. Sacudí la cabeza ante los comentarios tan raros de Griffin, y volví a beber de la botella. El alcohol estaba justo tocando mis labios cuando éste habló de nuevo.

—Vuestro numerito ha sido alucinante, se sale de lo normal. Deberíais hacer una porno, ¡la compraría sin dudarlo!

La gente que nos rodeaba se echó a reír ante su comentario y yo me atraganté con el sorbo que acababa de dar a la cerveza. Un momento, ¿a qué se refería Griffin? ¿Qué numerito alucinante? Un segundo… ¿había dicho porno? Sólo de pensarlo se me ruborizaron las mejillas.

Justo cuando los comentarios y las miradas de la gente comenzaron a cobrar sentido, Kellan echó a Griffin de nuestro lado y se dirigió al aparato de música. Volvió a ponerlo a todo volumen y se subió a una mesilla cercana. Con Kellan bailando allí como si estuviera en una discoteca, dejé de recomponer las piezas del misterio de Griffin. Realmente no quería pensar ni en él, ni en sus burdos comentarios.

Kellan tendió la mano hacia mí, mientras un grupo de chicas empezaba a hacer un círculo alrededor de él inmediatamente. Riéndose, me uní a él en uno de los muebles de Matt y Griffin. Terminamos nuestras bebidas mientras bailábamos. Kellan cantaba las canciones más famosas a todos los presentes para animar la fiesta, pero las dulces sólo a mí, mientras nos movíamos el uno contra el otro siguiendo un ritmo tan dulce como erótico. Finalmente me sentí igual que todas las chicas guapas de la habitación gracias a cómo me miraba, a cómo se movía conmigo y cómo me cantaba. Durante algunas maravillosas y confusas horas, fuimos capaces de dejar de lado todos los dolorosos momentos que llegarían con el amanecer, cuando los chicos se fueran, y bailamos el resto de la noche, o más bien, el resto de la madrugada.

Me sentía como si alguien estuviese tocando un gong dentro de mi cabeza cuando me desperté al día siguiente. También tenía la boca seca. Tanto, que me dolía. Quería agua, pero tenía miedo de moverme. No quería que al repiqueteo en mi cabeza se uniese un estómago revuelto.

Abrí un ojo y me arriesgué a mirar a mi alrededor. Realmente no vi otra cosa que el cuerpo contra el que estaba echada. Todo lo que podía apreciar era una camiseta y me quedé quieta, tratando de recordar cómo y cuándo me había quedado dormida, porque tenía borrosos los recuerdos de la noche anterior.

Con la esperanza de que el cuerpo echado a mi lado fuese el de Kellan, traté de levantar la cabeza. El volumen del gong aumentó y se me nubló la vista. Finalmente, fui capaz de concentrar la mirada en un par de labios carnosos. Respiré aliviada al observar la cara familiar de Kellan y me centré en el resto de mi cuerpo.

Estaba algo tensa y dolorida, echada encima de Kellan casi de pies a cabeza. Ambos estábamos echados en un largo y estrecho sofá, Kellan apenas a unos centímetros del borde. No era mi llamativo sofá, ni tampoco el sofá lleno de bultos de Kellan. Me pesaban los brazos que tenía apoyados sobre su pecho. Mis piernas, enredadas con las suyas, parecían hechas de plomo. Sentía las partes íntimas irritadas, aunque no estaba segura del motivo.

La única certeza que tenía era que las consecuencias de esa noche me pasarían factura durante los siguientes tres días. Emití un suave sonido gutural, y noté que Kellan me apretaba levemente la cintura con los brazos.

—Buenos días.

Me encogí un poco con sus suaves palabras y cerré los ojos. Abrí uno y lo miré.

—Estoy aquí mismo, no tienes que decirlo tan alto —murmuré.

Se rió mientras se estiraba debajo de mí, abriendo los ojos para mirarme. Levantó la mano para pasarme los dedos por el pelo y me susurró.

—¿Cómo te sientes?

Me encogí y me apoyé contra su mano mientras él me sujetaba la cabeza. Me sentí agradecida inmediatamente, ya que no tenía la fuerza suficiente como para mantenerme así durante más tiempo.

—Como si una banda de música se hubiese instalado en mi cabeza.

Sonrió, parecía cansado pero en mejor estado que yo. Sus ojos vagaron por mi cuerpo.

—¿Qué tal está tu estómago?

Sin querer darle a mi estómago la oportunidad de revolverse por la atención, me encogí de hombros.

—Por ahora está bien. —Hice una mueca de dolor al tratar de tragar con la garganta completamente seca—. Sobre todo estoy sedienta.

Kellan asintió, como si esperase mi respuesta.

—Matt todavía no se ha despertado, pero estoy seguro de que no le importará que cojamos agua de su nevera. —Sonrió pícaramente—. A menos que prefieras el agua del cuarto de baño.

Me quedé boquiabierta al oír que todavía estábamos en casa de Matt, pero supuse que debía de haber sido lo mejor, pues la noche previa ninguno de los dos estaba en condiciones de conducir. Por lo visto bailamos hasta caer literalmente rendidos. Recordé estar vagamente cansada y sentarme junto a él, después debimos de tumbarnos y acabamos dormidos.

Levanté la cabeza y observé su expresión mientras él me miraba. Sacudiendo la cabeza con cuidado debido al dolor, fruncí el ceño.

—¿Por qué parece que has…? —Ignoré todo lo demás al recordar su comentario. El cuarto de baño… En mi cerebro se unieron imágenes de un espacio reducido y gemidos que resonaban en él.

Me senté derecha en su regazo, intentando olvidarme de mi cabeza y la resaca. Él gruñó al sentir mi peso en sus partes íntimas. Tenía los ojos abiertos al máximo cuando le pregunté con voz normal:

—¿Mantuvimos relaciones sexuales en el cuarto de baño?

Los dos nos estremecimos con el volumen de mi voz, y me replanteé la afirmación de que Kellan se encontrara bien. Me miró guiñándome un ojo y se rió. Me puse colorada al tiempo que deseaba desesperadamente que nadie me hubiese escuchado decir eso. En voz baja y con un tono seductor, Kellan murmuró un: «Oh… sí».

Abrí más los ojos: sólo tenía la esperanza de que nadie de la fiesta se hubiera enterado de ese momento. Mientras Kellan me sonreía satisfecho, al margen de su malestar momentáneo, varios recuerdos se afanaban por resurgir en mi memoria. Recuerdos de gente que aplaudía…, que silbaba…, que vitoreaba…, Griffin…

Me llevé rápidamente las manos a la boca y empecé a sacudir la cabeza.

—Oh, Dios mío.

Bajé las manos despacio; en comparación con el temor que me corría por las venas, el dolor de cabeza era una nadería.

—¿Nos oyó todo el mundo? —susurré.

Kellan miró a mi alrededor, evitando posar sus ojos en mí.

—Bueno, no es que fuésemos precisamente silenciosos, y es un cuarto de baño muy pequeño, así que…

Gemí de nuevo y dejé caer la cabeza sobre su pecho.

—Dios mío —murmuré, mortificada.

Kellan se rió de mí y me acarició la espalda.

—No te preocupes, Kiera. Todo el mundo me dijo que les había parecido increíblemente excitante.

Levanté la cabeza rápidamente y, al minuto, me arrepentí del movimiento, pero tenía la necesidad de mirarlo.

—¿Todo el mundo?

Se encogió de hombros frunciendo el labio.

—Que yo sepa, sólo con los que hablé después de que te durmieses.

Volví a apoyar la cabeza sobre su pecho y gemí de nuevo. Dios, todos los que habían estado en la fiesta me habían escuchado teniendo sexo. E iba recordando cada vez más cosas conforme hablábamos. Había estado bien. Había estado increíblemente bien. ¡Habíamos sido ruidosos! Ahora no podría ir a ningún sitio ni volver al local de Pete.

—Dios mío…

Todavía con la sonrisa en la boca, Kellan me besó en la cabeza.

—Te dejaste llevar, Kiera, y me gustó. —La vergüenza se apoderaba de mí y rivalizaba con el dolor de mi cuerpo, cuando él susurró—: ¿Fue tu primera vez en un baño en medio de una fiesta?

Incliné la cabeza hacia él y, con una ceja enarcada, fruncí los labios.

—Sí, claro que ha sido la primera vez.

Sonrió ampliamente y cruzó sus brazos sobre mi espalda, atrayendo mi cuerpo hacia él.

—Bien —replicó descaradamente. Cuando fruncí el ceño, él se encogió de hombros y añadió—: Me gusta ser el primero con quien haces cosas nuevas.

Fui incapaz de contenerme, por lo que sacudí la cabeza y le sonreí. Entonces recordé algo más y fruncí el ceño de nuevo.

—¿En serio dijo Griffin que necesitábamos hacer una peli porno? —Kellan asintió torciendo los labios. Solté un lamento y volví a apoyar la cabeza en su pecho—. Oh, porque nos oyó… me oyó. Joder.

Kellan se echó a reír, porque yo apenas decía tacos, y me acarició la espalda para tratar de calmarme.

—No pasa nada, Kiera. Míralo por el lado positivo: probablemente será una noche que no olvides nunca. —Tardé un segundo en mirarlo y sonreírle con picardía, antes de volver a poner la cabeza donde estaba antes, sobre su pecho. Definitivamente tenía razón en eso, nunca olvidaría a Griffin diciendo que él compraría encantado el vídeo—. Y no te avergüences, yo no lo estoy.

Levanté la cabeza y vi que él sacudía la suya alegremente.

—Fuiste puro fuego, todos los tíos desearon estar en ese cuarto de baño y ser yo. Y me da igual que se pusieran celosos —dijo antes de agarrarme por las caderas y acercarme hacia él aún más—, mientras seas sólo mía.

Sonreí e hice un gesto con la cabeza.

—Lo soy.

Levantó la cabeza para darme un beso suave y sonrió.

—Bien.

Me acurruqué junto a él y traté de no pensar en aquella noche para poder concentrarme en el presente. Tenía una eternidad para martirizarme por la escena que había protagonizado en esa gran fiesta de despedida, pero sólo me quedaban unas pocas horas para estar con el hombre que poseía mi corazón y que me quitaba la respiración.

Suspiré, con la cabeza apoyada en su pecho y traté de no pensar en que se iba a ir. Todavía no podía, era demasiado duro. En lugar de eso, me centré en lo que me pedía el cuerpo: aspirinas y agua. Mientras él seguía acariciándome la espalda, murmuré:

—¿Quieres un poco de agua? Podría traértela.

Se estiró y respiró profundamente.

—No, pero me tomaría un café, voy contigo.

Asentí y obligué a mi cuerpo a moverse. Estaba a gusto apoyada en Kellan, mi cuerpo no quería cooperar, quería quedarse precisamente donde estaba. Él se echó a reír al ver que varios segundos después yo seguía sin moverme.

—¿Necesitas ayuda? —susurró.

Sonreí cuando me di cuenta de que tenía la cabeza justo encima del tatuaje con mi nombre. Cuando se sentó, siguió estrechándome entre sus brazos. Noté que flexionaba los músculos bajo la ropa y no pude evitar imaginarme su cuerpo en estado natural, completamente desnudo.

Al principio me reí mientras él nos ponía de pie, después me quejé porque en la nueva posición volvió a dolerme la cabeza. Hubiese preferido seguir echada. Me mordí el labio y me balanceé ligeramente. Las manos de Kellan se encargaron de masajearme las sienes, por lo que le sonreí agradecida. Tuvo un efecto increíble en el dolor punzante que me taladraba la cabeza. Signos de agotamiento se percibían en su rostro, aunque seguía perfecto. Sin duda, no parecía un hombre que había estado bebiendo cantidades ingentes de alcohol durante la noche. Tenía el pelo desordenado por dormir en el sofá, y signos de barba incipiente en la mandíbula… Todo él parecía delicioso.

Alejé la vista de su perfección ya que sabía muy bien que yo no me veía tan apetitosa. Sus tibios labios se posaron en mi frente durante un segundo y después me llevó a la cocina. Tuvimos que pasar junto a varias personas que estaban echadas en el suelo. Al parecer no habíamos sido los únicos que nos habíamos quedado a dormir. Incluso en la cocina quedaba gente de fiesta. Había un par de personas jugando a las cartas, al póquer, según pude adivinar. Gracias a Dios no era strip póquer, ya que tanto el chico como la chica iban vestidos.

Kellan les saludó con un gesto de cabeza mientras ellos parpadeaban y miraban a su alrededor, como si se diesen cuenta ahora de que había luz natural y de que la fiesta se había acabado. Aunque la persona que estaba roncando al borde de la mesa también podría haberles dado una pista.

Mientras me apoyaba en su espalda, Kellan fue a hacer café. Ya sabía exactamente dónde estaba todo, probablemente porque no era la primera vez que se había quedado a dormir allí. Cuando empezaron a escucharse los sonidos de la cafetera, sacó un vaso del armario y lo llenó de agua. Me lo bebí de un trago de lo sedienta que estaba.

Me sonrió y me besó la cabeza mientras yo tosía por haberme atragantado. Mientras trataba de ser lo más silenciosa posible al toser, algo prácticamente imposible, Matt entró en la cocina. Estaba bostezando y rascándose el pecho cuando nos saludó con la cabeza. Recordé que me había visto medio desnuda el día anterior y empezó a arderme la cara, señal de que me había ruborizado.

—Hola, buenos días —murmuró.

Lo miré con cautela. Matt también iba bastante borracho ayer por la noche, quizá no se acordara. Apoyado en la encimera y aprisionándome entre sus brazos, Kellan asintió:

—Buenos días, ¿qué tal estás?

Matt se pasó una mano por el pelo enmarañado y, después, se masajeó las sienes, por lo que supuse que también le dolería la cabeza.

—Estupendamente —dijo irónicamente, mientras abría un armario para coger un vaso.

Kellan emitió una carcajada mientras me sujetaba pasando los dedos por las correas de mi cinturón. Matt lo miró mientras echaba agua en el vaso; sólo con el simple ruido del agua al salir del grifo sentí que me iba a explotar la cabeza, y deseé poder acelerar el proceso de recuperación.

—Dios, me irrita ver lo alegre que estás por la mañana —murmuró Matt, antes de beber un gran sorbo de agua. Kellan sonrió aún más, mientras me balanceaba ligeramente. Cuando Matt se detuvo, añadió—: Espero que no seas así en la carretera, conseguirás sacarme realmente de quicio.

Kellan se rió y yo fruncí el ceño. No quería pensar en aquello todavía. Matt lo empeoró al añadir más leña al fuego.

—El bus se marcha en unas horas, así que deberíamos ir despertando a la gente, especialmente a Griffin.

Kellan suspiró y asintió. Me mordí el labio, no quería pensar en eso por nada del mundo. Matt dejó el vaso vacío y me miró con el ceño fruncido.

—¿Estás bien, Kiera? —Procuré suavizar mi gesto y asentí. Él me sonrió con afecto y se le curvaron los bordes de la boca—. ¿Te… te lo pasaste bien anoche?

Lo preguntó de forma inocente, pero su cara se sonrojó levemente al decirlo, y supe entonces que sí que lo recordaba. Sólo quería enterrar la cabeza en el suelo y no volver a salir nunca; le sonreí tenuemente y conseguí responder:

—Sí, gracias por… dejar que viniésemos a…

Mi voz se fue apagando al darme cuenta de que no sabía cómo acabar la frase. El leve sonrojo de Matt se convirtió en un rubor más intenso, parecido al mío.

—Que viniésemos a tu casa, gracias por dejar que viniésemos a tu casa —añadí rápidamente. Sin embargo, ya era tarde. Los dos estábamos avergonzados; Matt murmuró algo acerca de prepararse y salió de la habitación como una bala.

Kellan intentó no reírse por todos los medios, pero tan pronto como los jugadores de póquer empezaron con las carcajadas dejó de intentarlo. Me giré y le di varios golpes en el pecho, y sólo conseguí que se riese aún más. Se limpió los ojos y sacudió la cabeza.

—Santo cielo, Kiera, eres adorable.

Crucé los brazos sobre el pecho y traté de irme, pero él me agarró y me acercó el cuerpo al suyo. Me giró y me abrazó por la cintura, para que no pudiese moverme del sitio. Suspiró al verme tan avergonzada y volvió a sacudir la cabeza.

—Voy a echar de menos ese adorable sentido de la vergüenza tuyo. —Suspiró de nuevo, en esa ocasión con más tristeza aún—. Muchísimo —susurró.

Me mordí el labio y me quedé mirándole la cara: sentía la despedida en el aire. No estaba preparada para ello. No quería decirle adiós. Le eché los brazos al cuello y lo acerqué a mí tanto como pude. Si fuera posible no me separaría de él en ningún momento, pero no lo era. Tenía que dejarlo marchar. Tenía que dejar que cumpliese su sueño, no importaba lo mucho que me doliese.

Poco a poco las personas de la fiesta se empezaron a despertar y se fueron yendo, no sin desear a Kellan y Matt que se lo pasasen bien en su nueva aventura. Mientras los jugadores de póquer entrecerraban los ojos por la luz que se filtraba por la puerta, Evan y Jenny pasaron por ella. Me sentí cansada y algo sucia cuando saludé a Jenny, que tenía mucho mejor aspecto que yo. Era evidente que Evan y ella no habían estado de fiesta tanto como Kellan y yo.

Jenny se fijó en mi rostro cansado y vino hacia mí para darme un abrazo, mientras Evan daba una palmada a Kellan en la espalda.

—¿Estás bien, Kiera? —preguntó riéndose.

Solté una quejido, apoyando la cabeza en los cojines.

—Sí. —La miré y fruncí el ceño—. No recuerdo haberos visto a Evan y a ti marcharos ayer por la noche.

—Sí, bueno, estabas un poco distraída en ese momento. —Se le pusieron las mejillas coloradas, mientras observaba a los chicos, situados de pie cerca de nosotras—. Me alegro de que te lo pasases bien, Kiera. —Sacudió la cabeza—. Evan y yo estábamos preocupados de que estuvieras todo el tiempo deprimida.

Sonreí y miré a Evan, la estrella del rock llena de tatuajes y el pelo rapado, que tenía un corazón tan grande como el de Jenny. Él captó mi mirada, me hizo un gesto cariñoso con la cabeza, y sentí que la incomodidad desaparecía. Aquella gente me quería, no harían que me avergonzase por dejarme llevar durante un momento con mi novio. Especialmente, por lo necesaria que era esa liberación con la emotiva despedida que iba a producirse ese día.

Rachel se unió a nosotras en silencio, mientras Matt se iba a duchar. Escuché sonar el agua con anhelo, y me pregunté si podría ser la siguiente. Sentirme limpia de nuevo tal vez me aliviara el dolor de cabeza. Entonces, por supuesto, oír a Matt en el baño me recordó la experiencia que había vivido allí. Mientras me sonrojaba, Kellan interrumpió su conversación para sonreírme, como si supiese lo que me rondaba la cabeza. Me mordí el labio y esquivé su mirada.

—Kiera, cuando Matt termine, ¿te apetece que vayamos a enjabonarnos?

Fruncí el ceño al ver que el último miembro de la banda entraba en el salón. Griffin me sonreía como si me imaginase en una fantasía con la que había soñado. Me lanzó un beso.

—Quiero oírte gemir mi nombre como hacías ayer con Kell.

Estaba a punto de acercarme a él y darle una paliza cuando cuatro personas diferentes le golpearon. Mi hermana iba adormilada detrás de él y le dio un golpe en la nuca. A mi lado, Jenny le tiró un cojín dándole de lleno en la cara. Incluso Rachel se unió y le lanzó un mando al estómago. En cualquier caso, Kellan tuvo la peor reacción.

Fue hacia él, lo cogió por parte del pelo, que le llegaba a la barbilla, y acercó la cara a la suya.

—Deja de tocar las narices, Griffin, o te partiré las tuyas.

Los ojos azules se le oscurecieron aún más y miró a Griffin con enorme frialdad. Por su tono de voz, supe que Kellan no bromeaba. Se había cansado de las pullas subidas de tono que aquél me lanzaba.

La tensión en el salón aumentó, pero Evan puso una mano en el hombro de Kellan para tratar de calmarlo. Incluso Anna trató de que Kellan, con cara inescrutable, diese un paso atrás, pero lo único que consiguieron fue separarlo algunos centímetros de Griffin. En la mirada de éste se vio un destello de miedo durante un breve momento, pero enseguida se echó a reír.

—¿Quieres otro beso? Sólo tienes que pedirlo.

Kellan puso los ojos en blanco y finalmente soltó a ese idiota. La tensión de la habitación se disipó mientras Griffin se partía de risa.

—Deberías haberte visto la cara. ¡Ha estado genial! Pensaba que me ibas a pegar de verdad. —Kellan gruñó y se alejó mientras Griffin se erguía y pasaba un brazo sobre Anna. Señaló entonces la espalda de Kellan mientras éste se dirigía a la cocina y se echó a reír.

—«Dilo otra vez, Kellan». —Se burló y trató de imitar su voz—. «Deja de tocar las narices, Griffin, o te las partiré».

Anna le pegó en el pecho, pero también se rió por un momento. Griffin suspiró y sacudió la cabeza.

—Ah, un clásico.