17
Boise
Después de un mes, mi vida apenas había cambiado, ni siquiera con Denny alrededor. Iba a la escuela, a trabajar y a tomar café con Cheyenne, mientras intentaba hacerme entender un poco mejor la poesía. Hablaba con Kellan tres o cuatro veces al día, más si ese día estaba de viaje, y el día de San Valentín hablamos durante horas. Denny venía al bar a cenar la mayoría de las noches, y pasábamos el rato poniéndonos al día después del año que habíamos pasado lejos el uno del otro.
Incluso acepté ir a una clase más avanzada de arte con Jenny y Kate los sábados por la mañana… aunque se me daba fatal y la profesora se burlaba de mí en cada comentario que yo hacía. Procuré tomar nota de no repetir el curso de seis semanas con ella. Mis habilidades, simplemente, no estaban a la altura de su talento.
Sin embargo, del mismo modo que las cosas buenas permanecían igual, mis preocupaciones tampoco variaban. Evitaba los ordenadores, porque la tentación de poner en Google el nombre de mi novio era demasiado grande y tenía miedo de qué podía encontrar. Y definitivamente, no quería ver más vídeos de Halle 2. Simplemente no podría aguantarlo de nuevo.
Ahora bien, no le pregunté sobre el tema cuando hablábamos, ni tampoco le dije que Denny había vuelto a Seattle. Se me cerraba la boca cuando lo intentaba. La mera idea de que Kellan pudiera engañarme me aterraba hasta tal punto… que no quería que él pudiera llegar a tener el mismo miedo. No cuando no tenía justificación alguna. Denny y yo éramos sólo amigos, de verdad, sólo amigos.
Así, esa duda irritante permanecía entre Kellan y yo, y lo permitía, pues no estaba preparada para confesar lo que yo sabía, y a mí, además, me asustaba lo que él sabía…
Tras llegar a casa de clase una ventosa tarde de un jueves, me dejé caer junto a mi hermana en el sofá, agradecida por tener unas horas de respiro. No me tocaba trabajar esa noche, y no tenía que volver a clase hasta el lunes. Hasta la noche siguiente que tuviera que ir a trabajar, podía quedarme tumbada en el sofá.
Anna suspiró y empezó a golpear con irritación el suelo con los pies, mientras cambiaba un canal tras otro en el televisor. Intenté ignorar su impaciencia. Desde las vacaciones, cada vez estaba más nerviosa. Sospechaba que estaba más molesta porque Griffin no le hubiera pedido que se vieran de lo que dejaba traslucir. Como no habían tenido ninguna cita romántica, no había estado con él, desde, bueno, la noche de la fiesta de despedida. Y a Anna, por la razón que fuera, le gustaba estar con él.
Tiró el mando a distancia al suelo y apoyó la cabeza en la monstruosidad naranja en la que estábamos sentadas.
—Por Dios, estoy tremendamente aburrida. —Levantó la cabeza, y se inclinó emocionada hacia delante—. Vamos a Boise.
Cerré los ojos sorprendida.
—¿Cómo?
Asintió y se inclinó hacia delante todavía más, de manera que su jersey ajustado dejaba a la vista un escote que yo nunca había tenido.
—Sí, vamos a Boise. Los chicos dan allí un concierto esta noche, no van a estar más cerca hasta el final de la gira. ¡Vamos al concierto!
Me puso ojos de cachorrito, y sacó el labio inferior. Yo sacudí la cabeza.
—¿A Idaho? ¿Esta noche? Son casi las cinco… No nos da tiempo de viajar tan lejos, Anna.
Se sentó sobre las rodillas, realmente emocionada.
—Pues subámonos a un avión. Debe de haber una hora de vuelo más o menos.
Levanté una ceja.
—No podemos «subirnos a un avión», sin más, para ir a ver un concierto, Anna.
Se volvió para mirarme con una ceja enarcada.
—Podemos hacer lo que queramos, Kiera. Venga, aprende a vivir un poco.
Solté un suspiro, pero cuando me di cuenta ya estaba tirando de mí para levantarme del sofá.
—Llevas una vida demasiado centrada, demasiado estructurada. Necesitas dejarte llevar de vez en cuando. Además, ¿no quieres ver a Kellan?
Me mordí el labio y ahogué otro suspiro. Por supuesto que quería verlo, más que cualquier otra cosa, pero había conversaciones que necesitábamos tener, aunque no sabía si estaba lista para tenerlas justo en ese momento. Aunque, sin duda, lo echaba de menos… y hacía tiempo que no encontraba ninguna nota bromista que pudiera mantener a raya la soledad…
Al darse cuenta de que empezaba a convencerme la idea, Anna me arrastró a mi habitación y empezó a prepararme una maletita. Me quejé cuando encontró el regalo de Navidad de encaje que había comprado para Kellan y volví a quejarme cuando lo metió en mi bolsa. Como si fuera a ponérmelo en el autocar de la gira. Sentada en la cama mientras Anna cerraba la cremallera de la bolsa, murmuré:
—No quiero que crea que lo controlo.
Ella se detuvo. Anna sabía que todavía tenía preguntas sobre el vídeo.
—Piénsalo, por fin podrías preguntarle sobre la chica.
Dije que no y ella torció el gesto, y después se encogió de hombros.
—Bueno, estará demasiado ocupado follándote para preocuparse de otra cosa. —Di un respingo ofendida, le lancé una almohada y se rió. Entonces se puso seria—. Quiero ver a Griffin, Kiera. Creo… Me parece que lo echo de menos.
Puso una mueca como si la idea le resultara demasiado extraña. Para mí era también un poco raro, pero bueno, la relación en sí misma lo era.
Cedí y solté un suspiro exagerado.
—Vale, ¿a qué hora sale el vuelo?
Anna soltó un gritito y empezó a aplaudir antes de correr a su habitación.
—¡Ya verás como no te arrepientes, Kiera! ¡Nos lo vamos a pasar de miedo!
Con la esperanza de que tuviera razón, agarré mi bolsa.
Se tardaba ocho horas en ir en coche de Washington a la otra punta de Idaho, pero, en avión, menos de una hora. Conseguimos llegar a un avión de primera hora de la tarde, así que aterrizaríamos en Boise con tiempo de sobra. Me había fastidiado tener que gastarme todo el dinero de mis propinas, ganado con tanto esfuerzo, en el billete, pero cuando salí del aeropuerto y olí el aire, un aire que sabía que era el mismo que Kellan estaba respirando, me pareció que hasta el último centavo estaba bien gastado.
Como queríamos dar una sorpresa a los chicos, no les llamamos mientras íbamos para allí. En realidad, no habíamos llamado a nadie. Era lo más impulsivo que había hecho jamás, bueno, si no se contaba mantener relaciones sexuales por el impulso del momento en una barra de café. Solía pensar en diferentes adjetivos para describir esa noche.
Ahora bien, salir corriendo tras Kellan cuando él no sabía que iba a ir era emocionante, y el corazón me latía de forma desbocada cuando llamamos a un taxi. Después de llamar a Rachel para comprobar dónde tocaban los chicos, de golpe me sentí mal por no habernos detenido el tiempo suficiente para incluirla a ella y a Jenny en nuestros planes. Probablemente querrían ver también a sus amigos, aunque bastante problema habíamos tenido para llegar a tiempo al vuelo, sólo nosotras dos, y con las estrictas medidas de seguridad del aeropuerto que habían instaurado. Además, la interesante colección de «juguetes» que Anna había metido en su maleta tampoco había ayudado.
Cuando llegamos al sitio y nos ubicamos, el espectáculo ya estaba a punto de empezar. No tenía ni idea de cómo íbamos a arreglárnoslas para entrar, puesto que ir a la taquilla sólo había servido para que nos dijeran que todo estaba vendido y para malgastar el tiempo. Aunque estaba encantada de que la gira fuera bien, de algún modo complicaba las cosas. Nunca había necesitado una entrada para ir a verlo antes. Estaba acostumbrada a ir a trabajar y a que él estuviera allí, cantando sólo para mí. O al menos eso me parecía en ocasiones.
Con la esperanza de que pudiéramos encontrar entradas en la reventa, salimos del taxi y nos encontramos ante lo que parecía un viejo teatro. Aun así, era enorme, y la gente se amontonaba en el exterior, fumando o hablando por teléfono. Había cajas iluminadas donde se mostraban los pósteres de las bandas, y el nombre de nuestra banda favorita era el último de la lista de los mejores grupos que tocaban esa noche.
En la marquesina, no obstante, los D-Bags estaban justo debajo de la principal atracción. Era lo más cerca que una banda pequeña, y relativamente desconocida, podía llegar a estar de ser cabeza de cartel. Al alzar la cabeza ante el póster sentí el corazón henchido de orgullo por él. Lo estaba haciendo de verdad. Se estaba convirtiendo en una auténtica estrella del rock, justo ante mis ojos. Estaba alucinando.
Mientras me dirigía hacia un grupo de gente que estaba por allí, sintiéndome una idiota por tener que cargar con la bolsa con las cosas para pasar la noche, Anna me cogió del brazo y tiró de mí hacia un callejón. Solté un gritito ante la sorpresa, y ella miró a su alrededor del área oscura a la que nos dirigíamos. Como no quería que me asaltaran, le tiré del brazo.
—¿Adónde vamos?
Se había recogido el pelo en una cola de caballo no demasiado tirante, y señaló con la cabeza hacia el callejón donde Jack el Destripador debía de estar escondido con toda seguridad.
—La entrada trasera debe de estar por allí, así que, venga, vamos.
La miré con aspereza.
—Nos nos van a dejar entrar por detrás, Anna. Tendremos que comprar entradas como cualquier otra persona.
Puso los ojos en blanco y se recolocó la camiseta ajustada que se había puesto antes de salir de casa.
—Kiera, nunca he comprado la entrada para un concierto en mi vida, y no voy a empezar a hacerlo ahora.
Con la sonrisa seductora que ella y Kellan habían convertido en una ciencia, me sonrió con suficiencia y volvió hacia el callejón de nuevo, con el bolso colgado elegantemente del hombro, que parecía más uno de esos elegantes extragrandes, no como el mío, que era una bolsa de lona.
Con la esperanza de sobrevivir a la situación, solté un rápido suspiró y me apresuré a alcanzarla. Si teníamos que morir, prefería que lo hiciéramos juntas.
Anna bajó con confianza por la calle oscura, sin preocuparse por la situación. Deseando tener sus mismas narices, intenté al menos seguirla. Como ella esperaba, nos topamos con una puerta bloqueada por el que podría haber sido el hermano perdido de Sam. Era todo músculo, brusco de maneras y aguzó la mirada conforme nos acercábamos.
—Seguid adelante —susurró cuando estábamos lo suficientemente cerca para que nos oyera. Anna asintió con la cabeza, mientras se pasaba un dedo por el pronunciado escote en uve.
—Pero queremos hablar contigo.
La miró primero a ella con el ceño fruncido, y luego a mí.
—Acabo de librarme de la última tanda de tías como vosotras. ¿No tenéis nada más que hacer que intentar ligaros a estrellas del rock?
Me enfurecí con sus palabras, no tanto porque no se ajustaran a la realidad, sino porque constantemente debía haber un grupo de chicas que intentaban hacer exactamente lo que él decía. Levanté el mentón y dije desafiante:
—Sólo queremos ver a nuestros novios, y resulta que tocan en uno de los grupos. Si pudieras dejarnos entrar, te lo agradeceríamos de verdad.
Sarcástico, me respondió:
—Vaya, nunca había oído un discursito así. —Puso los ojos en blanco y añadió—: Cuando aprenderéis que las novias de verdad tienen pases para el espectáculo. No vienen por la puerta de atrás a verme —y con una mueca, añadió—: Aunque las novias reales no suelen venir por aquí… ya me entiendes.
Nos miró a mi hermana y a mí de arriba abajo; era evidente que nos desvestía con la mirada, y torcí el gesto, frunciendo los ojos por lo que nos llamaba ímplicitamente: putas, chicas que fingían ser la novia de alguien, como mucho. Intentando ignorar la rabia que sentía en el estómago, sacudí la cabeza.
—Nuestros novios no saben que estamos aquí… Es una sorpresa.
Sonrió de lado, pero sus abultados bíceps no se movieron de delante de su pecho.
—Sí, cuando os vean justo aquí fuera después del espectáculo, seguro que se llevarán una sorpresa.
Abrí la boca indignada, pero Anna me lanzó una mirada para mantenerme callada. Se puso al lado del hombre y recorrió uno de sus largos brazos con un dedo. Mientras se lamía el labio tan lenta y seductoramente como pudo, murmuró con voz sensual:
—Tiene que haber alguna manera de que nos dejes pasar… —Le apretó el brazo y después dejó caer la mano a su lado—. Y de que apartes ese impresionante cuerpo que tienes a un lado.
Con una mueca sarcástica, miró a Anna, bajó los ojos hasta sus pechos y no apartó la mirada de ahí. Ella sutilmente separó los hombros para darle la mejor visión que pudo. Él descruzó uno de los brazos y descaradamente le tocó uno de los pechos, mientras yo sentía unas ansias incontrolables de abofetearle esa cara de baboso, pero Anna mantenía un dedo levantado en señal de aviso a su espalda, para decirme que no hiciera nada.
Como no llevaba sujetador, el hombre consiguió tocarle incluso el pezón. Estaba asqueada, pero Anna sólo le sonreía como si le hubieran hecho un cumplido al pelo. Al ver que no lo rechazaba, sonrió, dejó caer la mano y le señaló la camiseta.
—Enséñamelas, y os dejaré entrar.
Solté un bufido y murmuré una protesta, pero Anna sólo se encogió de hombros y se levantó la camiseta ante él. Cuando volvió a bajarse la prenda, no cabía duda de que el gorila estaba… complacido. Si la sonrisa de asombro de su cara no era pista suficiente, el bulto de sus pantalones no dejaba lugar a dudas.
Torcí el gesto y aparté la mirada.
—Cerdo —susurré.
Estaba casi segura de que Sam nunca habría aguantado una mierda como ésa.
Me centré en mi hermana y la vi acariciar la mejilla del hombre con los dedos.
—¿Satisfecho? —susurró ella, mordiéndose el labio y bajando la mirada hacia el efecto evidente de su excitación.
—Desde luego —gruñó él—. El tipo al que pilléis ahí dentro es un bastardo con suerte.
Anna sonrió juguetona mientras él se apartaba de la puerta. Con gesto de exasperación, fui tras ella, pero el imbécil me bloqueó el paso.
—No, lo siento, cariño. —Mirándome lascivo el pecho, sacudió la cabeza—. Tú no has pagado entrada.
Dejando caer la bolsa, inmediatamente me crucé de brazos para cubrirme, aunque ya iba tapada.
—¡No pienso enseñarte nada!
Él se encogió de hombros, imperturbable.
—Pues no entras.
Me quedé boquiabierta y le golpeé en el pecho. Me echó una mirada fulminante y me detuve en el momento, al recordar que no me estaba metiendo con uno de los gorilas del bar de Pete. Levanté la barbilla y solté:
—Eres un cerdo.
Con una sonrisita, me guiñó un ojo.
—Sí, y no pienses que vas a entrar ahí hasta que te vea las tetas.
Se me escapó un gruñido de rabia al mirar a Anna, que me estaba esperando con una palma apoyada en la puerta. Se limitó a encogerse de hombros y me indicó con la mano que me desnudara. Me encogí y me eché hacia atrás, porque no quería hacerlo, pero necesitaba ver a Kellan.
Tenía las mejillas tan sonrojadas que me ardían, dije que no con la cabeza con indignación.
—¡Ve a buscar a Kellan Kyle! ¡Es el cantante de los D-Bags! Él te confirmará que soy su novia… y entonces tendrás que dejarme entrar.
El hombre bostezó aburrido.
—Escucha, monada, los músicos y yo tenemos un trato. Yo no los molesto y ellos me dejan disfrutar de una o dos groupies. Nos va genial y no voy a hacer nada que pueda poner nuestro arreglo en peligro. —El tipo volvió a sonreír, pero de una manera tan espeluznante que se me puso la piel de gallina—. Así que o te quitas la ropa… o te vas a casa.
Los ojos me escocían por las lágrimas, mientras lanzaba una mirada de odio a mi hermana.
—Te mataré por esto, Anna. —Antes de poder responder, me giré hacia el hombre y rugí—: ¡No me voy a quitar el sujetador!
Él puso los ojos en blanco y yo cerré los míos. Deseando poder desaparecer, luché contra cada célula de mi cuerpo y me levanté la camiseta delante del hombre asqueroso que estaba delante de mí. Lo oí reírse mientras murmuraba:
—Ah, de algodón blanco con una bonita florecita en el medio. Eres una auténtica dulzura.
Cuando acercaba los dedos para tocarme, le aparté la mano de un manotazo y la sujeté con fuerza. Con aspecto de estar satisfecho por haberme convencido de hacerlo, señaló la puerta donde estaba Anna. Lo miré. Cogí la bolsa y pasé rígida a su lado.
Me cogió el brazo, y se frotó contra él mientras se inclinaba hacia mí.
—Me encantan las mosquitas muertas… Siempre son las más salvajes. —Señaló la puerta cerrada—. Cuando hayas acabado con ese tal Kellan, estaré aquí, por si te apetece probar cómo es estar con un hombre de verdad.
Apoyó su entrepierna todavía erecta en mi pierna y me contuve para no darle una bofetada.
Me aparté, me puse derecha y susurré:
—No, gracias. —Entonces di un toque a Anna en la espalda para que abriera la puerta y pudiéramos salir de aquel maldito callejón—. Ya te puedes dar por muerta, Anna. —Volví a susurrar, mientras el sonido de las risas del gorila desaparecía ahogado por los sonidos del interior del recinto cuando, por fin, mi hermana abrió la pesada puerta de acero.
Anna estaba muy interesada por todo lo que veía. Mientras caminábamos por el pasillo, me pasó el brazo por los hombros y se rió.
—Oh, Dios mío. ¡Pensaba que ibas a tumbar a ese tío de un golpe! —Mientras me mordía el labio, la fulminé con la mirada, pero sólo conseguí que se riera más alto y me abrazara con más fuerza. Apoyó su cabeza contra la mía, y exclamó feliz—: Ah, relájate, Kiera, no hemos hecho daño a nadie, y estás un paso más cerca de Kellan.
Me hizo un guiño, pero yo la aparté.
—Te voy a convertir en una putita, hermana —dijo bromeando.
Puse los ojos en blanco, pero acabé sonriéndole de medio lado. Bueno, Kellan quería que pudiera contarle alguna buena historia. Supongo que ahora ya la tenía.
La música del grupo que estaba en ese momento en el escenario se filtraba a nuestro alrededor mientras caminábamos por pasillos y zonas abiertas, sin rumbo. Había mucha gente a nuestro alrededor, algunos que parecían trabajar en el lugar, y que se paseaban con auriculares y carpetas, otros parecía que pertenecían a seguridad, y los evitábamos a propósito, puesto que técnicamente no debíamos estar allí. Algunos de los que si lo estaban parecían pertenecer a una emisora de radio local, y otros eran claramente músicos. Sin embargo, la mayoría eran chicas, parecidas a nosotras, cosa que nos ayudó a mezclarnos, aunque a mí no me emocionaba la proporción chica-chico que estaba viendo.
Como no sabíamos si nuestros chicos estaban en el escenario, o simplemente paseándose hasta que llegara su turno, seguimos buscando. Anna se puso como loca cuando vio a Justin y su grupo, pues le gustaba su música tanto como a mí. Empezó a seguirlo y la cogí del brazo.
—¡Anna, no!
Se volvió a mirarme.
—¿No sabes quién es ése?
Puse los ojos en blanco y asentí.
—Sí, claro, nos conocimos cuando los chicos se fueron.
Anna me rodeó con el brazo y me empujó hacia delante.
—Perfecto, entonces, él nos dirá dónde está Kellan.
Noté que me ardían las mejillas hasta casi dolerme. Nuestra presentación no había sido precisamente agradable, y era uno de los que estaba en el bar mientras yo había hecho aquella pequeña actuación erótica por teléfono para Kellan. Oh Dios, no podía mirarlo a los ojos después de eso.
—No se acordará de mí, Anna.
Aunque, sí, probablemente me recordaría…
Anna se rió junto a mi oído, mientras nos acercábamos a Justin; tenía una amplia sonrisa mientras hablaba con un par de chicas que estaban cerca.
—¿Quién podría olvidarte, Kiera?
La miré con sarcasmo y quise protestar con más fuerza, pero Justin se había vuelto hacia donde estábamos y se había fijado en nosotras. Me miró con los ojos azules muy abiertos, mientras me señalaba con un dedo; vi una chispa de reconocimiento en sus ojos pálidos. Por supuesto que se acordaba de mí, lo que significaba que, probablemente, también recordaba lo del sexo telefónico. Maldita sea. «Ahora mismo te odio, Kellan Kyle».
Mientras asentía y movía el pelo rubio, sonrió malicioso y soltó una risita.
—Oye, ¿no eres… la chica de Kellan?
Sin dejar de morderme el labio, fui hasta él. Me temblaban las rodillas, pero me obligué a decir.
—Sí, mi hermana y yo hemos venido a verlo… para sorprenderlo.
Como no era capaz de mirarlo a los ojos, fijé la mirada en la tinta garabateada sobre su pecho; no sabía qué decía, pero las líneas eran una buena distracción para mi embarazo.
Anna se hizo cargo de mi ineptitud. Le tendió la mano tan cerca de él como se lo permitían las buenas maneras, y dijo en un tono sugerente:
—Anna Allen, soy una gran fan. Kick Me When I’m Down es con toda seguridad mi canción favorita.
La miré y fruncí el ceño. Por supuesto, era capaz de recordar el título de una canción. A Justin pareció gustarle que fuera así y, también, que no llevara sujetador. Rápidamente echó una ojeada a sus pechos, no con tanto descaro como el gorila, pero no se ahorró la miradita mientras le daba la mano.
—Encantado de conocerte, Anna.
Desde luego, tenía la mirada ardiente y me dio la impresión de que mi hermana realmente podía tener posibilidades con él, cosa que no me sorprendía porque siempre había podido ligarse a quien se había propuesto. Excepto a Kellan. Nunca había tenido una oportunidad con él.
Anna, sin embargo, no parecía demasiado interesada en Justin. En lugar de eso, señaló la enorme zona de bastidores.
—Buscamos a los D-Bags. ¿Has visto a Kellan y a Griffin?
Justin torció el gesto. Parecía disgustado porque Anna no quisiera quedarse con él.
—¿Griffin? —Torció el gesto todavía más, y pensé que quizá Justin también había conocido a Hulk. Se encogió de hombros e hizo un gesto con el pulgar—: La última vez que los vi estaban tomando una copa con algunas chicas ahí detrás.
Se me hizo un nudo en el estómago al oír sus palabras. ¿Tomando algo con unas chicas? Intenté detener la ansiedad que se hacía cada vez más intensa. Beber con chicas no implicaba que se acostara con ellas. Al menos, no en el caso de Kellan.
Anna sonrió y le dio las gracias. Nos despedimos, aunque Justin parecía un poco triste mientras mi hermana desaparecía de su vista. Me volví a mirar antes de doblar la esquina hacia otro pasillo, y accidentalmente crucé la mirada con él.
De repente, parecía estar bromeando, se reía y hablaba al oído a un amigo suyo, mientras me señalaba. El amigo se me quedó mirando, y se rió del mismo modo. Como sabía que estaban hablando de cuando Kellan fingió masturbarse en su mesa, cerré los puños y corrí tras Anna, que se abría camino entre un grupo de gente. No era ésa la forma en que quería que me recordara un famoso. De hecho, preferiría que no lo hiciera en absoluto.
Cuando entramos en una sala llena de gente, me sentí como si estuviéramos entrando en el bar de Pete. Era más pequeño, pero el alcohol fluía, las chicas se reían y la música del escenario salía por los altavoces, llenando la habitación de ruido. De repente, sentí que debería estar llevando una bandeja con una bolsa llena de piruletas.
Miré a mi alrededor inspeccionando los grupos de personas que hablaban allí, pero no vi a mi D-Bag por ninguna parte. Había sillas y sofás por la sala, al parecer colocadas al azar, con mesitas donde se amontonaban vasos vacíos. No estaba segura de cuánto tiempo hacía que había empezado el espectáculo, pero la fiesta estaba ya muy animada.
Las chicas gritaban por chicos cuyas caras no me sonaban; supuse que eran miembros de otras bandas. Cuando vi a una chica ponerse de puntillas y tirar del lóbulo de la oreja a un chico, me pregunté si alguno de esos tipos tenían a chicas que los esperaban en casa. Pensar en ello casi me dio náuseas. Anna me agarró de la mano, y me guió entre la muchedumbre, mientras se me encogía el estómago con cada paso.
Tal vez haber ido hasta allí había sido una mala idea. Si pillaba a Kellan en el acto con otra chica… me explotaría el corazón allí mismo. No podría asumirlo. Aunque siempre me había sentido mal porque Denny hubiera visto nuestro momento, me había dado cuenta de que ahora entendía de otro modo su dolor; y también que hubiera perdido el control. A mí estaba a punto de pasarme al ver a chicos flirteando abiertamente con aquellas busconas, y ni siquiera había encontrado a Kellan todavía.
Por fin, logré encontrarlo momentos después. Estaba de pie justo detrás de mí, y por suerte no tenía a ninguna chica colgada de él, ni estaba flirteando con nadie. Había unas mujeres a mi lado, que fingían pellizcarle el culo y se reían por lo bajo. Otras chicas que estaban a su alrededor parecían dispuestas a echarle sus zarpas borrachas encima y besarlo. Ignorándolas, me concentré en el pelo castaño claro despeinado que tanto había echado de menos. Cuando se inclinó hacia delante para susurrar al hombre que estaba su lado, que vi que era Griffin, me quedé cautivada por su marcada mandíbula y por los gruesos labios que formaban palabras sin dejar de sonreír. Era increíblemente atractivo. Casi de forma injusta. Sin embargo, era mucho más, y mi corazón estaba henchido por el amor que sentía por él, un amor que no había hecho más que crecer desde que nos habíamos visto obligados a separarnos.
Entonces, vi qué mantenía a Griffin y a Kellan entretenidos.
Cuando Anna esquivó a unas chicas a las que no podía adelantar, obtuve una panorámica perfecta de qué miraban ellos, y del motivo de sus carcajadas. Encima de la barra improvisada que alguien había montado allí atrás, había una tía buena rubia de tetas enormes tumbada. Llevaba unos pantaloncitos increíblemente cortos, y en la parte de arriba, sólo un sujetador. Le echaban chupitos de licor por encima, mientras otra mujer, igual de vulgar que la anterior, chupaba el líquido. Una chica incluso vertió un poco de alcohol en la boca de la rubia para bebérselo de sus labios inmediatamente.
Me quedé mirándolos durante unos segundos, asqueada por el jueguecito obvio para atraer la atención de las estrellas del rock, después volví la cabeza para mirar a Kellan. Seguía observándolas, mordiéndose el labio inferior mientras giraba una botella de cerveza entre las manos. Tras fruncir el ceño, me quedé mirando fijamente sus vaqueros. Sabía que estaba mal, un tipo no podía evitar excitarse al ver una actuación abiertamente sexual de unas chicas preciosas, pero tenía que saber si aquello le ponía. No pude ver ninguna señal evidente, todavía.
Seguía con la mirada clavada en sus pantalones cuando Anna finalmente consiguió llevarnos lo suficientemente cerca para que Kellan y Griffin nos vieran. En cuanto dejé de mirarle las caderas de lado para hacerlo de frente, el corazón empezó a latirme diez veces más rápido y levanté la mirada hacia su cara. Avergonzada porque me hubiera pillado mirándole la entrepierna, me sonrojé.
No parecía avergonzado, aunque tampoco había tenido jamás problemas con que le mirara el cuerpo. No, en lugar de eso, parecía completamente pasmado. Boquiabierto, me miraba como si acabara de hacerse realidad el deseo de tenerme allí. Griffin, a su lado, pareció igual de sorprendido al ver a Anna.
Sorprendentemente, él fue el primero en hablar.
—¡Joder! ¡Sí! —exclamó, mientras apartaba a Kellan para ver bien a Anna, que se reía nerviosa. A los pocos segundos, le había metido la lengua hasta la garganta. Después, ella le rodeó con las piernas la cintura y se abrieron paso para salir de allí, empujando a cualquiera que no se apartara lo suficientemente rápido.
Me quedé perpleja por lo rápidamente que se habían puesto a lo suyo, después me volví a mirar a Kellan, que se recuperaba lentamente de la impresión. Sacudía la cabeza, pero una sonrisa había sustituido a su cara de sorpresa.
—¿Estás aquí de verdad? —dijo él, dando un paso hacia mí.
Asentí sonriendo yo también. Accidentalmente eché una mirada a las chicas que se lo estaban montando, y Kellan me siguió. Frunciendo el ceño, volvió a mirarme y se encogió de hombros. Con un gesto de vergüenza, me agarró de la mano y tiró de mí hacia él.
—Disculpa el espectáculo —dijo, mientras me pasaba la otra mano por el pelo, y miraba cada rasgo de mi cara—. Algunas chicas harían cualquier cosa por hacerse notar —murmuró él.
Mientras sentía que el nudo de mi estómago desaparecía conforme me sumergía en sus ojos azules, asentí. No señalé que habían conseguido captar su atención. Definitivamente había estado absorto en el espectáculo hasta que yo lo había despertado. Pero los hombres son hombres… era imposible que no se fijaran en algo así. Incluso Denny habría mirado.
Me sonrió con cariño y me cogió la cara con ambas manos: su calor me recorrió todo el cuerpo.
—No puedo creer que estés aquí. —Miró a nuestro alrededor—. ¿Cómo has conseguido entrar?
Suspiré resignada.
—Si te digo lo que he tenido que hacer, no me creerás. —Enarqué una ceja—. Asegúrate de despedirte de Anna, porque la mataré cuando volvamos a casa.
Me miró burlón, con una sonrisa de triunfo.
—Vaya, no sé si podré esperar a que me cuentes esa historia.
Mordiéndome el labio, me acerqué más a su cuerpo.
—¿Podríamos esperar un poco? —susurré, clavando la mirada en su boca.
De inmediato comprendió qué necesitaba, y de inmediato sus labios estuvieron sobre los míos. Quería gemir y agarrarme a él. Estábamos a primeros de marzo. Habían pasado más de dos meses desde nuestro último beso, en diciembre… y ahora me daba cuenta de lo mucho que lo había echado de menos. Me envolvió en sus brazos, y bajó la mano que descansaba en mi mejilla para acariciarme el cuello. Subí los brazos hasta su pecho, y extendí más uno de ellos para entrelazar mis dedos en su pelo. Su lengua acariciaba la mía, saboreándola, incitándome. El caos del mundo desapareció mientras nosotros nos fundimos en uno, y durante unos cuantos segundos, en aquella sala abarrotada, sólo estábamos nosotros dos.
Sin embargo, entonces, alguien dio unos golpecitos a Kellan en el hombro y se apartó de mí a regañadientes. Ahogando un grito, miré por encima de su hombro a ver quién no podía esperar ni unos segundos para obtener su atención. Pensé que sería la rubia explosiva del mostrador, así que me preparé para intentar una estrategia más agresiva. No obstante, cuando fueron los ojos de Halle 2 los que se cruzaron con los míos, deseé que hubiera sido la rubia.
El doble de la actriz me echó una mirada y después se centró en Kellan.
—Kellan, estoy lista para ti.
Me quedé tan patidifusa como cuando Kellan se había dado cuenta por primera vez de mi presencia allí. ¿De verdad acababa de insinuársele en mis propias narices? ¿Quién demonios era esa chica?
Dado que esperaba que Kellan tartamudeara sin saber qué decir, y empezara a dar rodeos en busca de una mentira que tuviera sentido, me quedé algo sorprendida cuando se limitó a asentir y dijo:
—Vale, pero dame un minuto.
La mujer escultural me miró de arriba abajo, sacudió ligeramente la cabeza, y después le devolvió la sonrisa. Le puso una mano en el hombro, y se acercó a su oído para que pudiera oírla sobre la música y las risas que llenaban la habitación.
—En la sala de reuniones de arriba… cuando estés listo.
Kellan asintió, y volvió a sonreírle con amabilidad. Sentí el impulso de darle un puñetazo en toda la cara. Ella me sonrió con una mueca, y entonces se dio media vuelta y se fue. Me limité a quedarme allí, después de soltar a Kellan y dejar caer los brazos a los lados. Eso no podía estar pasando, ¿no? Me clavé las uñas en las palmas de la mano, como si intentará despertarme. Aquello era sólo otra pesadilla sobre ella… nada más.
Sin embargo, no me desperté y Kellan se volvió para mirarme cara a cara. No parecía disgustado en absoluto porque lo hubieran pillado. Por supuesto, no sabía que yo estaba al tanto de que esa mujer lo acosaba. No sabía que había visto los vídeos, que la había visto junto a él, que sabía que yo la conocía.
Al ver mi cara inexpresiva, se mordió el labio, y por fin pareció ponerse nervioso.
—Tengo que contarte algo… ¿Podemos hablar?
Cerré brevemente los ojos al oír esas odiosas palabras, asentí y me alejé de él. Caminé desconcertada hacia el pasillo por el que Anna y Griffin habían desaparecido, sin saber adónde iba, con la única esperanza de que hubiera suficiente privacidad para poder asesinarlo sin llamar demasiado la atención.
Cuando llegamos a un lugar donde había menos gente, Kellan me agarró del codo para hacerme parar. Quise apartarlo. Quería seguir caminando. Si seguía caminando, no tendría que oír que se había enamorado de otra persona… y de que estaba a punto de acostarse con ella en la sala de reuniones. Santo cielo, qué asco.
Al notar la rigidez de mis brazos, frunció el ceño y me preguntó:
—Oye, ¿estás… estás enfadada conmigo?
Enfurecida, levanté la barbilla y dejé caer mi bolsa en el suelo.
—No, ¿por qué iba a estar enfadada? —Él se limitó a sacudir la cabeza y estaba a punto de responder, pero, fuera de mí, lo hice por él—. ¡Simplemente estás a punto de dejarme por una doble guapísima de una famosa que lleva siguiéndote durante semanas. Sólo estás a punto de tirártela encima de una mesa de oficina. Sólo vas a destrozarme en mil pedazos, y justo después de tener que haberle enseñado mis pechos a un capullo para poder verte!
Parpadeó perplejo, y me miró con la boca abierta, mientras se le aceleraba la respiración. En realidad no pretendía decir nada de todo eso. Había planeado dejar que se colgara él solo.
—Espera… ¿crees que…? —Se detuvo y sacudió la cabeza—. ¿Que has hecho qué para verme?
Enfadada, lo empujé y empecé a marcharme furiosa a… alguna parte. Suspirando, me cogió de los hombros, me dio la vuelta y me empujó contra una pared para decir:
—No voy a dejarte. No voy a tirármela. Y no pienso hacerte daño jamás.
Me dio un minuto para que me tranquilizara. Cuando recuperé el aliento, intenté que me mirase a la cara.
—Entonces…, ¿qué pasa?
Me soltó los hombros y sacudió la cabeza.
—Bueno, lo que estaba intentando explicarte antes de que llegaras a esa locura de conclusión es… —Apretó la boca, pero se notaba su felicidad bajo el gesto serio—. Que hemos conseguido un contrato. —Señaló con la cabeza el piso de arriba—. Ésa es Lana. Una representante de la compañía de discos. Ha estado siguiendo la gira, examinando a las bandas… y quiere que firmemos con su discográfica. —Se le escapó una risita, mientras meneaba incrédulo la cabeza—. Vamos a tener un disco, Kiera, un disco profesional de verdad… ¿No es increíble?
Volví a quedarme boquiabierta, mientras se me humedecían los ojos. Esa posibilidad ni se me había cruzado por la cabeza. Automáticamente había supuesto lo peor. Lo aparté de un empujón en los hombros.
—¿Por qué no me dijiste que había ojeadores en la gira, capullo?
Retrocedió avergonzado, mientras yo le daba golpes en el pecho.
—Porque no esperaba nada. Ni se me pasó por la cabeza que nos eligieran a nosotros… —Arrastró las últimas palabras y yo dejé de darle golpes. Después de respirar hondo, me cogió de las manos y me miró sin apenas levantar la cabeza—. Además, no quería decepcionarte… si, al final, no conseguíamos nada… Sé que confías en que vamos a triunfar… Y no quería defraudarte.
Bajó la mirada y de inmediato me sentí como una idiota. Lo rodeé con los brazos y apreté con fuerza.
—Por Dios, Kellan, tú jamás podrías decepcionarme… nunca.
Retrocedí y le agarré las mejillas con ambas manos con la visión nublada por las lágrimas.
—Estoy tan orgullosa de ti, de todo lo que haces, y aunque todo hubiera acabado aquí, jamás habría sentido ni la menor leve decepción.
Soltó el aire que estaba conteniendo, con aspecto de estar aliviado. Resopló y miró a su alrededor.
—Bueno, aún no se lo he dicho a los chicos… No quería gafarlo, así que tenemos que encontrarlos y llevarlos a todos arriba para firmar todo ese papeleo legal. —Volvió a mirarme con una ceja levantada—. Eso es lo que iba a pasar en la mesa de la sala de reuniones… nada de sexo. —Me agarró de las caderas, y me apretó contra él—. Pero si quieres, cuando todo el mundo se marché… Estaré dispuesto a lo que quieras.
Soltó una risa juguetona, le agarré la cara y le besé con fuerza. Tal vez aceptara su oferta. Tal era el alivio que sentía de que no se estuviera acostando con ella. Y también me sentía muy orgullosa de lo que había conseguido.
Apartándose de mí, se agachó y recogió la bolsa que yo ya había olvidado.
—Venga, tenemos que ocuparnos de esto antes de que llegue nuestro turno de actuar. —Mientras me llevaba la bolsa, sonreía como un niño pequeño—. Nos han subido en el cartel; ahora tocamos justo antes que la banda de Justin. Bastante bien, ¿no?
Apoyada en un lado, me reí y asentí.
—Es genial, Kellan.
Ahora que me sentía mejor en muchos aspectos, mientras caminábamos por los pasillos, buscando a los demás D-Bags, pensé en los vídeos en los que la había visto. Por eso los rondaba: había estado examinando a la banda. Y por eso parecían mantener una relación amistosa. En cierto modo, lo estaba cortejando. ¿Lana? Parecía un nombre bastante respetable; no es que los nombres tuvieran significado alguno, pero aun así…
Mientras procesaba toda esa nueva información, Kellan me miró.
—Oye, ¿a qué te referías con que llevaba acosándome semanas? ¿Cómo lo sabías?
Mordiéndome el labio, lo miré brevemente, de soslayo.
—Bueno…, Rachel puso en marcha vuestra página web, y algunos fans habían colgado vídeos de vuestros espectáculos. He estado observándote… —Arrastré las últimas palabras y en ese momento me di cuenta de qué yo había sido la acosadora y no al revés.
—Así que consiguió ponerla en marcha. A Matt le encantará oírlo. —Después de soltarme la mano, Kellan me pasó el brazo sobre el hombro—. Entonces…, ¿has estado controlándome?
Lo miré fijamente a la cara, parecía de buen humor, mientras buscaba a sus amigos.
—No… —Me clavó sus profundos ojos azules en los míos, y me miró como si el tema lo divirtiera—. Tal vez… un poco.
Sacudiendo la cabeza, me abrazó con más fuerza.
—¿Y he sido bueno?
Sin saber muy bien cómo responder a eso, pues, al fin y al cabo, había llegado a creer que tenía un rollo con la representante de la discográfica, titubeé un segundo. Por suerte, Griffin y Anna aparecieron por una esquina. Sonreí al verlos, una reacción que con Griffin no solía ocurrirme. Anna tenía una mirada de aturdimiento y satisfacción en la cara, mientras se arreglaba el pelo y la ropa. Me imaginé que habrían disfrutado ya de una ronda, o incluso de dos.
Kellan dio unas palmaditas a Griffin en el hombro, y le explicó lo que habían conseguido. Naturalmente, éste recibió exultante la noticia y salió corriendo a avisar a su primo, quien, al parecer, estaba trabajando una parte de la música con Evan en un espacio más tranquilo. Sonreí cuando me los imaginé ensayando antes de salir a tocar, en lugar de flirtear con la multitud de mujeres ansiosas que parecían rodearles. Rachel tenía razón, a Matt sólo le importaba la música, y a Evan también, en cierto modo.
Kellan se encogió de hombros y nos llevó a un ascensor que un guardia de seguridad vigilaba. El pase a bastidores no te permitía subir al piso de arriba. Anna se rió, cogida de mi brazo, cuando los tres pasamos de largo ante el guardia después de que Kellan le dijera unas palabras. Echó a Kellan una mirada de aprobación cuando las puertas de los ascensores se cerraron detrás de nosotros, como si pensara que Kellan estaba a punto de montarse un trío conmigo y mi hermana. Puaj.
Mientras Anna rebuscaba en su bolso una piruleta —ni le pregunté ni quise saber por qué—, Kellan soltó mi bolsa y me rodeó con sus brazos. Después de besarme quizá con demasiada pasión, teniendo en cuenta que mi hermana estaba mirando, murmuró:
—Siento no haberte contado nada de todo esto antes…, pero me encanta que estés aquí.
Respiré hondo mientras le pasaba los dedos por el pelo.
—Yo también me alegro.
Todo el estrés de las últimas semanas se había desvanecido cuando su boca exploró la mía. Sólo habría deseado tener algo más de privacidad cuando el ascensor se detuviera y las puertas se abrieran. Anna nos sonrió, sin quitarse la piruleta de la boca, antes de salir.
Kellan volvió a cogerme la bolsa, a la vez que la mano.
—Bueno —me preguntó feliz cuando salimos—, ¿hay algo que no me hayáis dicho?
Se rió cuando lo dijo, así que me quedó claro que en realidad no sabía nada. Anna frunció el ceño mientras me lanzaba una mirada mordaz. Era obvio que quería que se lo contara. Y lo haría… debería hacerlo. Tenía que saber que Denny había reaparecido mientras él estaba fuera. Ahora bien, igual que yo tenía que aguantarme con las hordas de mujeres del piso de abajo, Kellan tendría que confiar en mí.
Tras respirar hondo, estaba a punto de contárselo cuando le vibró el teléfono en la cadera. Frunciendo ligeramente el ceño, echó la mano a su bolsillo trasero. Lo puso en silencio sin mirar el número y volvió a guardarlo. Mirando al frente, siguió andando por el pasillo, como si no pasara nada. Mientras hacía un recuento mental de las personas a las que conocía Kellan, me pregunté quién lo habría llamado. Lana estaba esperando en la sala a la que nos dirigíamos, y los chicos venían todos de camino. En aquella ocasión, no podía ser Griffin. Por supuesto, estaba casi segura de que no podía haber sido Griffin la vez anterior.
Los breves sentimientos optimistas que tenía sobre nosotros se desvanecieron cuando noté que evitaba a propósito mirarme directamente. Seguía escondiendo algo, y no tenía ni idea de qué… o quién podía ser. Me escocían los ojos por las ganas de llorar, pero apreté los labios y no mencioné en absoluto que Denny estuviera en la ciudad.