22
No mientas

Anna pareció animarse más después de la cita con el doctor. La pillé mirando ropa de bebé cuando la llevé de compras una tarde, y mirando de reojo a los bebés en los cochecitos que pasaban a nuestro lado. Incluso encontré un ejemplar de Qué esperar cuando estás esperando en la cocina. Por supuesto, lo había encontrado en el congelador, así que imaginé que algo la había asustado. Solía esconder los libros que le daban miedo cuando éramos niñas. De hecho, a los nueve años, había encontrado un ejemplar de It, de Stephen King, en el cajón de mis calcetines.

Aún no había llegado al nivel de aceptación, pero ahora que cumplía a la novena semana, empezaba a acercarse a ese punto. Y yo seguía siendo la única que lo sabía. Tenía el presentimiento de que lo mantendría oculto tanto tiempo como le fuera posible. No me sorprendería si decidiera contárselo a nuestros padres presentándose la mañana de Navidad, con el bebé en brazos. Eso si se lo quedaba, claro…

No me gustaba pensar en la posibilidad de que no fuera así, pero reflexionar sobre su dilema me ayudaba a no pensar en el mío. Últimamente mis conversaciones con Kellan habían sido bastante tranquilas. Desde que Jenny me había confesado que estaba teniendo conversaciones con alguien más por teléfono, no sabía qué pensar. Por supuesto, podía estar hablando básicamente con cualquiera, desde alguien de la discográfica hasta con un amigo de Seattle, pero tenía la corazonada de que no se trataba de eso, sino de una chica.

Sin embargo, cuando hablábamos, no actuaba como si me quisiera menos. No parecía ni frío ni distante. Al contrario, se comportaba como si siguiera completamente enamorado en mí. Con voz sugerente me repetía lo mucho que me amaba. Incluso habíamos vuelto a hacer el amor, por teléfono, claro. No era lo mismo que estar con él, pero me ayudaba a sentirlo cerca, aunque siguiera teniendo mis dudas.

No hace falta decir que no le había contado nada sobre Denny. A esas alturas, parecía ya innecesario, puesto que éste hacía mucho que había vuelto. No estaba segura de qué ocurriría cuando la gira de Kellan acabara y se marchara a Los Ángeles a trabajar en su álbum, pero tenía la total certeza de qué iba a pasar entre Denny y yo: nada, absolutamente nada.

Aunque Kellan y yo rompiéramos ese mismo día, y santo cielo, esperaba que no fuera así, nada pasaría entre Denny y yo. Los sentimientos habían desaparecido. Sólo quedaba la amistad y los buenos recuerdos. Incluso la ligera amargura que Denny seguía teniendo por nuestra ruptura había disminuido.

Simplemente volvíamos a sentirnos cómodos de nuevo.

Por tanto, cuando llegó el miércoles por la tarde al bar de Pete, al borde de las lágrimas, naturalmente me preocupé por mi amigo. Dejé de lado mis obligaciones como camarera durante un momento, me senté con él a su mesa, le serví una cerveza y le pregunté en voz baja:

—¿Estás bien?

Mientras agarraba la cerveza, negó con la cabeza.

—No, no lo estoy.

Fruncí el ceño al ver sus oscuros ojos normalmente de mirada jovial llenos de tristeza y preocupación. Le puse con ternura la mano en el brazo y me giré para mirarlo a la cara.

—¿Quieres hablar del tema?

Resoplando, me devolvió la mirada. Sus ojos buscaron los míos durante un momento. Mientras se rascaba el pelo de la mandíbula, suspiró.

—Sí, en realidad, creo que sí. ¿Puedo pasar a verte después de tu turno?

Sonreí mientras le daba una palmadita en el hombro.

—Por supuesto. Nos vemos luego.

Asintió, aunque su sonrisa seguía siendo de tristeza, así que me agaché sin pensarlo y le di un beso en la mejilla. Me miró con gesto más relajado y sonreí, feliz por haber podido aliviarle, aunque sólo fuera un poco. Le revolví un poco el pelo, que llevaba más largo de lo habitual, y lo dejé con su bebida.

Jenny me miraba con desaprobación cuando me acerqué a ella.

—He visto eso. —Enarcó una ceja—. ¿Hay algo que deba saber?

Como entendí que se refería a si había algo más que amistad entre nosotros, le dije tajantemente:

—No, nada, porque no está pasando nada. —Puse mala cara y me volví a mirar a Denny—. Está triste, e intentaba animarlo.

Echó una mirada hacia donde se encontraba él, que no apartaba los ojos de su botella.

—Pues sí, realmente parece triste. —Mientras se giraba para ir a verlo, se detuvo y añadió en voz baja—: Sé que las cosas entre tú y Kellan… están algo tensas, pero no hagas nada… imprudente… para «animar» demasiado a Denny.

Le sonreí con ironía.

—No iba a hacerlo, Jenny, pero gracias por avisarme.

Sonrió mientras lamía una piruleta de manzana.

—De nada.

Agité la cabeza cuando saltó sobre Denny y lo envolvió con sus brazos. Él sonrió brevemente. Se animó un poco cuando Jenny le puso una piruleta en la mano. Me pasé el turno absorta preguntándome qué pasaba con mi ex y con mi actual novio.

El apartamento estaba vacío cuando volví. Había una nota de Anna en la que decía que se quedaría a pasar la noche en casa de alguien. Sonreí al verla. Era otra señal de que estaba recuperando la personalidad alegre que conocía y tanto me gustaba. También esperé que con «alguien» se refiriera a una chica. Lo último que Anna necesitaba en ese momento era meter a otro chico en el lío. Su vida ya era suficientemente complicada.

Justo estaba dejando el bolso cuando llamaron a la puerta. Respiré hondo y fui a abrir. Ante mí me encontré a Denny con gesto apesadumbrado. Las ojeras de cansancio que le rodeaban los ojos les daban un tono más oscuro de lo normal. Parecía exhausto.

Con gesto de preocupación, le hice un gesto para que entrara. Todavía llevaba la ropa de trabajo, pero se deshizo el nudo de la corbata y colgó la chaqueta en el respaldo de la silla de la cocina. Mientras se pasaba una mano por el pelo, se volvió hacia mí.

—Gracias por invitarme a venir, Kiera… No sabía con quién más podía hablar.

Su acento se volvía más marcado conforme hablaba y yo me acerqué a él, con la cabeza ladeada.

—¿Qué ocurre, Denny?

Mientras hacía un gesto de negación, cerró los ojos.

—En realidad, no pasa nada… nada que debiera preocuparme.

Poniéndole las manos en las mejillas, lo obligué a mirarme.

—Hay algo que te inquieta, así que cuéntamelo. Soy tu amiga, Denny. A pesar de todo, soy tu amiga.

Suspiró y esbozó una media sonrisa.

—Sí… Lo sé. —Mirando de soslayo mi horrible sofá naranja, hizo un gesto con la cabeza—. ¿Podemos sentarnos?

Solté el aire lentamente y asentí.

—¿Quieres algo para beber?

Sacudió la cabeza y empezó a caminar hacia el sofá, y lo seguí.

Cuando se sentó, se inclinó sobre las rodillas. Noté un pinchazo en el corazón, pues su postura y gestos me recordaban a otra conversación que habíamos tenido en un sofá; una conversación que había sido muy dura, tanto para él como para mí.

Procurando librarme del horrible recuerdo de Denny preguntándome si era feliz con él, le puse la mano en su rodilla.

—Bueno… ¿qué ocurre?

Alzó la mirada hacia mí con tristeza.

—Es Abby.

Empecé a sentirme apesadumbrada al considerar todas las cosas que podían haber pasado entre ellos y que lo habían puesto tan triste. ¿Lo habría dejado? ¿Lo habría engañado? ¿Lo habría traicionado otra mujer? ¿A él, el hombre más cariñoso y maravilloso que había conocido? Me pareció ridículo e inmediatamente odié a la mujer que le causaba tanto dolor.

Y no, no se me escapaba la ironía de sentirme así, pues al fin y al cabo, yo le había hecho más daño que nadie.

—Oh, ¿habéis roto?

Me miró incrédulo y dijo que no con la cabeza.

—No, sólo es que… ha tenido un problema con su permiso de trabajo. Todavía no puede trasladarse. Va a tardar unas semanas más en poder hacerlo. —Suspiró mientras se miraba las manos—. Llevamos separados tanto tiempo que, bueno, sólo quería… —Cuando se volvió a mirarme tenía los ojos vidriosos—. Sólo quería verla.

Me relajé cuando me di cuenta de que no le había hecho daño, al menos no intencionadamente. Sólo la añoraba. No, yo era la única que le había hecho daño. Abby era todo lo que se merecía. Le puse la mano en la pierna y le agarré la mano. Él bajó la mirada para mirar nuestros dedos, pero no hizo ningún ademán para separarlos.

—Lo siento, Denny. Sé la ilusión que te hacía enseñarle tu casa nueva.

Cerró los ojos y asintió.

—Sí, se suponía que iba a estar aquí este fin de semana. Ya había pensado en todos los preparativos para esos días. Iba a tenerlo todo listo… me aseguraría de hacerle una buena cena, llenaría la casa con sus flores favoritas, luz de velas…

Me miró con un gesto de disculpa por describirme todas sus ideas románticas. Noté un nudo en el estómago, pero se me pasó enseguida, y le sonreí con dulzura para animarlo. Volvió a sumirse en la tristeza y añadió en voz baja:

—Sólo quiero tenerla a mi lado. —Acariciándome la mano con el pulgar, se quedó mirándome durante un buen rato. Cuando finalmente habló, su voz era tranquila, su acento marcado—. Creo que llegué a odiarte después de que me engañaras… y fue así durante mucho tiempo en realidad. —Esas palabras fueron como un puñetazo en el estómago y se me humedecieron los ojos mientras seguía mirándome. Moviendo la cabeza, dijo—: Pero ahora creo que debería darte las gracias.

Me quedé boquiabierta.

—¿Darme las gracias? Dios, Denny… ¿Por qué? Me comporté de forma horrible contigo.

Sonrió sin apartar la mirada de las manos.

—Sí, sí, eso no te lo voy a negar. —Levantando la mirada hacia mí, me sonrió sin malicia—. Pero nunca habría vuelto a casa si no me hubieras hecho tanto daño. Y si no hubiera vuelto a casa, nunca habría conocido a Abby. —Mirando más allá de mí, su sonrisa se hizo más grande cuando pensó en su amante, dondequiera que estuviera—. Y ella… es un milagro para mí.

Aunque suene extraño, esa frase no me dolió tanto como lo habría hecho unos meses antes. Al contrario, me hizo sonreír, y los dos nos quedamos mirándonos sin rencor.

—Me alegro de que seas feliz, Denny, eso es todo lo que yo quería para ti.

Asintió y luego volvió a fruncir el ceño.

—Bueno, sería feliz si pudiera traerla aquí…

Me acerqué y me sentí lo suficientemente cómoda para darle un abrazo a mi amigo, ahora que sabía que ninguno de los dos saldría herido. Con un risa, me devolvió el abrazo. Me soltó la mano para así poder rodearme con ambas y me estrechó con fuerza. Me reí por lo bajo mientras lo abrazaba, me confortaba ser capaz aún de reconfortarlo. Me aparté, ladeé la cabeza y le dije:

—Si te hace sentir mejor, una chica me besó hace un par de semanas.

Con una sonrisa juguetona y traviesa, apoyó la cabeza contra la mía.

—Tienes toda mi atención. Hablemos del beso.

Me reí cuando oí que se abría la puerta. Preguntándome por qué Anna habría decidido volver, solté los brazos y miré hacia la puerta. Dejé de reírme inmediatamente cuando vi quién estaba allí de pie También dejé de respirar. Denny inmediatamente se apartó de mí, mientras una voz fría llenaba la habitación.

—Me sentía mal por no haber estado aquí en nuestro aniversario. Teníamos un pequeño hueco en el horario y, aunque Matt se ha enfadado conmigo porque me he ido, tenía que venir aquí, a verte.

Miraba perpleja a Kellan, que estaba de pie justo en la entrada de mi apartamento. Con sus penetrantes ojos azules, nos lanzó una mirada fulminante a Denny y a mí, como si quisiera prendernos fuego.

—Quería sorprenderte. —Apretando los dientes, soltó—. ¿Te has llevado una sorpresa? Porque te aseguro que yo sí.

Inmediatamente me aparté a toda prisa de Denny y me levanté. Consciente de la mala pinta que tenía esa situación, tendí las manos a Kellan.

—Puedo explicártelo.

Entró en la habitación y Kellan cerró la puerta de un golpe tras él. Nos señaló con una mano en la que llevaba un ramo de flores que vibraban con cada sacudida que daba.

—¿Puedes explicarlo? —gritó—. ¿Explicar qué exactamente? ¿Que él esté sentado en tu sala de estar y no a miles de kilómetros, o que estuvierais abrazándoos?

Tiró las flores al suelo y entró a grandes pasos en la sala de estar. Inmediatamente puse mis manos sobre el pecho de Kellan, temerosa de que se acercara demasiado a Denny. Con una mirada de furia, Kellan apretó su cuerpo contra mis manos y dijo rabioso.

—Te escucho… ¡Empieza a explicarte!

La garganta se me cerró completamente mientras Denny lentamente se levantaba del sofá.

—Kiera… Te dije que debías avisarlo… —murmuró Denny.

Kellan desvió rápidamente la mirada hacia él.

—¿Avisarme de qué? ¿De lo del beso? ¿No era eso de lo que hablabas? —Volvió a mirarme con una furia más controlada—. ¿Eso es lo que necesitabas decirme, Kiera… o hay algo más?

Sacudí la cabeza mientras las lágrimas me nublaban la visión.

—No, Kellan, él no me besó.

Kellan frunció los ojos y me apartó de él.

—Entonces, ¿lo besaste tú?

Tragué saliva mientras deseaba para mis adentros que aquello no fuera más que una horrible pesadilla. Debería habérselo dicho, debería habérselo dicho el primer día que me encontré con Denny.

—No, Kellan, yo no he besado a nadie…

Kellan vino junto a mí, y pegó su cuerpo a mi espalda hasta que las piernas se doblaron contra el sofá. Aun sabiendo que estaba extremadamente enfadado, llena de culpa y miedo por nuestra relación, su cercanía me excitaba. Mi respiración agitada iba pareja a la suya, y tuve que esforzarme por resistir el ansia de tocarlo mientras se inclinaba y decía:

—Pero ¿alguien te besó? ¿Quién?

Denny se acercó a Kellan, y le puso una mano en el hombro.

—Kellan… relájate, amigo.

Kellan se giró hacia Denny y lo empujó con fuerza hacia atrás.

—¡Ni se te ocurra llamarme amigo, capullo! ¿Por qué demonios estás con mi chica?

El sentimiento de posesión de sus palabras era evidente, parecía flotar en el aire. Posé una mano en el pecho de Kellan para intentar calmarlo, pero me ignoró, y se centró en Denny. Tambaléandose hacia atrás, Denny consiguió recomponerse antes de caer. Irguiéndose lentamente, miró con rabia a Kellan.

—Claro… Tu chica.

Kellan resopló, tenía la mandíbula tan apretada como el puño. Al ver que uno de los dos iba a salir herido, agarré a Kellan por la cara y lo obligué a mirarme.

—¡Fue una chica de la escuela! ¿Vale? Me besó una chica.

Kellan parpadeó y la expresión de su cara se relajó.

—¿Una chica? —Con las cejas arqueadas, me miró a la cara—. ¿De verdad?

Se me escapó un suspiro y me encogí de hombros.

—Sí, una chica. Denny y yo no hemos hecho nada malo. Simplemente has aparecido en una situación fácil de malinterpretar. —Mientras le acariciaba el rostro, noté que empezaba a relajarse, y murmuré—: Pero no le devolví el beso. No he besado a nadie más que a ti…

Me miró con sus ojos azul oscuro durante lo que pareció una eternidad, después sonrió de medio lado.

—¿Te besó una chica y yo me lo perdí?

Meneando la cabeza, le di una palmada en el pecho. Denny carraspeó y aprovechó ese momento de tregua para marcharse.

—Os dejaré solos para que podáis aclarar esto.

Quizás al recordar que Denny estaba allí, Kellan volvió a centrar su atención en él.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, ligeramente más tranquilo que antes.

Denny no pudo contener un suspiro y movió de un lado a otro la cabeza.

—Mira, no quiero tener nada que ver con esto. Estoy aquí por trabajo, nada más, le dije que te contara en febrero que había vuelto, pero ella tenía miedo… —Suspiró, con aire incómodo—. Pero eso tenéis que hablarlo vosotros dos, y yo no quiero estar aquí para verlo.

Kellan se irguió después y le hizo un gesto con la cabeza a Denny, como para decirle que respetaba su honestidad. Se acercó mucho a él, sin perder en ningún momento el contacto visual. Una vez que se libró de Kellan, Denny volvió a mirarme.

—Gracias por escucharme, Kiera. Mañana te llamo.

Se volvió a mirar a Kellan, se volvió a coger la chaqueta y salió del apartamento en silencio. Solté un suspiró para liberar la tensión, agradecida porque no se hubieran enzarzado en otra pelea, y esperé a que Kellan se diera media vuelta para mirarme. Cuando lo hizo, su expresión volvía a ser tensa.

—¿Te va a llamar mañana? ¿Qué pasa? ¿Ahora sois amigos?

Sacudiendo la cabeza y consciente de que había metido la pata, una vez más, bajé mi mano por el pecho. Se le tensó el estómago conforme pasaba con mis dedos sobre sus abdominales, pero la expresión de su rostro era de irritación.

—Sí, lo somos… Siento mucho no haberte dicho que estaba aquí. —Me encogí—. No sabía cómo reaccionarías.

Se llevó las manos a las caderas y apretó la mandíbula.

—¿Temías cómo reaccionaría yo o cómo lo harías tú?

Ladeando la cabeza, me tocó el pecho con el dedo.

—Quizá pensaste que podíais volver a empezar de nuevo.

Se inclinó hacia mí con la cara furiosa otra vez, y con los labios tan cerca de mí que resultaba tentador.

Intenté apartarlo de mí, pero sólo conseguí que me empujara contra el sofá. Kellan se puso de pie delante de mí, mirándome furioso y con rabia. Aunque esa situación no me gustaba, cuando lo miré, como llevaba fuera tanto tiempo, me quedé abrumada por lo atractivo que era.

Mojándome los labios, murmuré:

—No pasó nada, Kellan, y no quería que pasara nada. Denny y yo sólo somos amigos… Lo prometo.

Estudió mi reacción, después se agachó y volvió a ponerme en pie. Entonces, todas y cada una de las partes de mi cuerpo estaban pegadas a él. Después de tantos meses separados, ansiaba tocarlo de nuevo, estar con él y sólo pensaba en hacer el amor. Sabía que era extraño pensar eso cuando él estaba tan enfadado conmigo, pero no podía evitarlo. La mano con la que me sujetaba la espalda tampoco ayudaba. Prácticamente jadeaba mientras él me miraba fijamente.

—No me mientas, Kiera —pronunció lentamente, mientras movía los labios justo delante de mí.

Con el corazón desbocado, sacudí la cabeza.

—No lo hago, Kellan… Te lo juro. Nunca lo había tocado así. Simplemente le di un abrazo porque estaba triste: su novia está atrapada en Australia, pero nunca ha habido más que amistad entre nosotros mientras estabas fuera… Te lo prometo.

Me incliné hacia él mientras hablaba, presionando inconscientemente su cuerpo. Le puse los manos sobre el pecho y noté que también se le aceleraba el corazón. Agachó la cabeza sobre la mía.

—Kiera… no, por favor, no me mientas.

Se me escapó un gemido mientras me ponía la otra mano en la cintura, y me clavaba los dedos en el culo

—No te miento, Kellan… —Le pasé los dedos por el pelo, y gemí contra sus labios ligeramente separados—. Por favor… Tienes que creerme…

Abrió más los labios mientras respiraba sobre mí. Subió la mano lentamente por mi torso, cerró los ojos, y gimió cuando me acarició el pecho con la palma de la mano. En un suspiro, aferrándome a él con fuerza, murmuré:

—Kellan, por favor… Tómame…

Soltó un gemido y se lanzó sobre mis labios eliminando la corta distancia que nos separaba. Yo también gemí, sin que nuestras bocas se separaran y mientras su lengua acariciaba la mía, como si me reclamara como su posesión. Estaba encantada, y le agarré el pelo con más fuerza. Bajó las manos para agarrarme por los muslos, y me levantó del suelo. Le rodeé la cintura con las piernas. El ritmo de nuestra respiración era frenético, nuestras bocas se movían furiosas, él se giró sin soltarme y empezó a caminar hacia mi dormitorio.

Sólo me importaba sentir la dureza de su miembro que apretaba contra mi abdomen. Intenté frotarme contra él, mientras caminaba, y Kellan gimió, hasta el punto de tener que apoyarse contra la pared al tropezarse.

—Dios mío, te deseo tanto…

Murmuré algo como respuesta en el mismo sentido, y después volví a buscar su boca. Hacía semanas que la añoraba y no podía esperar ni un segundo más.

Me dejó en el suelo y cerró de un golpe la puerta del dormitorio casi en el mismo movimiento. Entonces pasamos de besarnos frenéticamente a desnudarnos sin miramientos. Le arranqué la chaqueta, él me quitó la camiseta. Cuando me arrancó el sujetador prácticamente me lo rasgó por la mitad, y empezó inmediatamente a lamerme los pechos. Me provocó una sacudida directa en todo mi cuerpo y grité, mientras intentaba quitarme los pantalones. Hizo una pausa para arrancármelos, después se ocupó del resto de su ropa.

Cuando me empujó sobre la cama, estaba ya húmeda por la necesidad de poseerlo. Nuestras bocas seguían atacándose la una a la otra, hasta que él se puso encima de mí. Respirando agitadamente, se detuvo justo antes de penetrarme. Retorciéndome debajo de él, le grité que no esperara más, que me hiciera suya. Apretó la mandíbula y se introdujo en mí, tomándome con fuerza, como si realmente quisiera reclamarme.

Empujábamos con fuerza y rapidez el uno contra el otro, así que llegamos ambos al orgasmo en poco tiempo. Lo agarraba rodeándolo con las piernas, y temblé cuando sentí la explosión en mí. Él se estremeció cuando su cuerpo se derramó en mi interior. Algo sudorosos, sentimos cómo disminuía la intensidad, y gemimos conforme volvíamos a la normalidad.

Cuando acabó, se derrumbó sobre mi cuerpo. Entre jadeos, me cubrí los ojos mientras me recuperaba. Después de salir de mí lentamente, Kellan se tumbó a mi lado.

—Lo siento, no quería que nuestra primera vez después de tanto tiempo fuera…

Me volví a mirarlo mientras él se tumbaba boca arriba y miraba fijamente al techo. Tras un largo momento de silencio, pregunté:

—Entonces, ¿me crees? ¿En lo de Denny?

Respiró hondo sin mirarme, pero, con un suspiro de resignación, finalmente me miró a los ojos y me respondió:

—Sí, te creo.

No parecía contento, pero al menos confiaba en mí. Asentí y me incliné para besarlo.

Nos besamos con dulzura y cuando nos separamos, susurré:

—Me alegro de que estés aquí. Te he echado de menos…

Sonrió, por primera vez con cariño desde su aparición sorpresa.

—Yo también te he echado de menos… supongo que se ha notado.

Se rió, y señaló su cuerpo desnudo con la mano.

Me mordí el labio al examinar el cuerpo que tenía ante mí, y después le di otro beso rápido. Me voy a lavar los dientes y a prepararme para irme a la cama. Ahora mismo vuelvo. —Me senté y me volví a mirarlo—. No pensarás irte, ¿no?

Él dijo que no con la cabeza.

—No me moveré de aquí, Kiera.

Sonreí, me levanté rápidamente y rebusqué en mi cajón para ponerme un pijama, y salí a toda prisa de la habitación. Sentí el peso de la mirada de Kellan sobre mí mientras dejaba la estancia. Me sentía aturdida, nerviosa, eufórica y culpable, así que me di prisa por acabar en el baño.

Después de lavarme los dientes, me apoyé en la pila y respiré profunda y lentamente. Habíamos estado muy cerca de acabar muy mal. Y aunque Kellan decía que estaba bien y que me creía, realmente no lo parecía. Más bien diría que estaba… herido. Y no quería volver a hacerle daño de nuevo. Esa promesa había sido una de mis resoluciones de Año Nuevo.

Sin embargo, lo había hecho al no decirle la verdad desde el principio, y al ocultarle un hecho que sabía que le molestaría, había vuelto a hacerle daño. Y justo cuando empezaba a creer que podía hacer las cosas bien.

Al cerrar los ojos, procuré olvidar la visión de su cara al pillarnos. Se había enfadado tanto… Y aunque dijera que estaba sorprendido no tenía aspecto de estarlo en absoluto, como si pensara que acabaría engañándolo en algún momento.

Abrí los ojos de golpe cuando oí un portazo. Me volví y comprobé que habían cerrado de malas maneras la puerta de mi dormitorio. Abrí de par en par la puerta del baño y salí al pasillo. Vi a Kellan, de espaldas… Se alejaba a toda prisa de mí, enfurecido.

—¿Kellan? ¿Qué estás haciendo?

Me ignoró. La única reacción que conseguí fue que cerrara los puños con fuerza. Se había vestido de nuevo, agarró mi bolso y empezó a rebuscar en él. Cuando sacó la mano, vi el destello de las llaves del coche. Se las metió en el bolsillo de la chaqueta y se largó hacia la puerta delantera. ¿Se iba de verdad? Simplemente con pensarlo, mis pies se pusieron en marcha y corrí por el pasillo.

Conseguí llegar antes a la puerta, y me puse delante de él para que no pudiera rehuirme, no sin una explicación.

—¿Te vas?

Él estaba delante de mí, mirándome directamente y con las mandíbulas apretadas. Creo que si yo hubiera sido otra persona, me habría agarrado y me habría tirado al suelo, apartándome físicamente de su camino. Tenía los ojos fruncidos y la respiración agitada. Estaba cabreado… otra vez.

Me apoyé contra la puerta y volví a sacudir la cabeza ante su absoluta falta de respuestas a mi pregunta.

—¿Por qué? ¿Por Denny? Ya te he dicho que nada…

Desvió la mirada rápidamente hacia mí, y me cortó con la misma efectividad que si me hubiera gritado. Con voz fría y tensa, respondió con desdén:

—¿Nada? Debes de pensar que soy un idiota. —Frunciendo los ojos todavía más—. Quizá no sea tan «brillante» como Denny, pero no soy estúpido, Kiera.

Me puso la mano en el brazo y me empujó con dureza.

—¡Ahora, apártate! —Me resistí y dije que no con la cabeza otra vez—. No hasta que hables conmigo. ¿Por qué estás tan cabreado?

Boquiabierto, dio un paso atrás.

—Joder, ¡estás de broma!

Frustrado, dio otro paso atrás, levantó las manos y se las pasó por el pelo.

Confiando en que sólo me gritara en lugar de salir simplemente huyendo, me aparté ligeramente de la puerta.

—¡Tienes razón, debería haberte contado lo de Denny, eso lo sé, pero no hemos hecho nada malo!

Kellan cerró los ojos con fuerza y temblaba por la rabia pura que lo inundaba. Lentamente dijo:

—Necesito alejarme de ti. Por favor, muévete para que no tenga que hacer algo realmente estúpido.

Entonces fui yo quien hizo algo realmente estúpido. Le agarré la cara, y lo obligué a mirarme. Al tocarlo, los endebles mecanismos que lo estaban manteniendo bajo control se vinieron abajo. Me apartó las manos bruscamente y me empujó por los hombros, hasta que me di contra la puerta. Presa de la ira, intentó controlar su temperamento mientras me miraba.

Ignorando que me estaba clavando los dedos en los brazos, sacudí la cabeza.

—No, ¡habla conmigo!

Apretando con fuerza la mandíbula, sacudió la cabeza y dio un paso atrás. Finalmente, me obligó a sacar mi carácter y di un paso atrás. Me estaba ocultando algo. Tenía secretos. ¡Cómo se atrevía a estar enfadado conmigo por no mencionar a Denny cuando él me mentía a la cara! Al menos mi secreto no tenía nada que ver con serle infiel, mientras que estaba segura que el de Kellan sí.

La rabia explotó en mi pecho, y lo empujé lejos de mí.

—¡Hijo de puta! No, no vas a huir de mí. ¡Siempre estás intentando huir de mí! —Volví a darle un empujón en el pecho y dio un paso atrás—. Pero esta vez no te voy a dejar. ¡Esta vez… tendrás que hablar conmigo! ¡Llegamos al acuerdo de que tú y yo resolveríamos las cosas hablando!, ¿recuerdas?

Me apartó las manos y consiguió agarrar el pomo que tenía detrás de mí. Lo giró y consiguió abrir un poco la puerta. Con el hombro, volví a cerrarla de un golpe. Mirándome con rabia, se negó a quitar la mano del pomo.

—No tengo nada que decirte. ¡Apártate!

La rabia y el dolor se mezclaban en mi corazón, y se convirtieron en lágrimas en mis ojos, que me nublaban la vista. Me las tragué negándome a llorar.

—¿No tienes nada que decir? ¿Después de todo lo que me has hecho?

Se quedó perplejo ante lo que oía. Santo cielo, qué buen actor era.

—¿Yo? ¿Qué te he hecho yo a ti? —Su gesto volvió a endurecerse y se pegó a mi cuerpo—. ¿Te estás tirando a tu maldito ex y yo soy el malo? ¿De eso va tu jueguecito, Kiera?

Le di un fuerte empujón para apartarlo. Tuvo que soltar el pomo y me puse delante de él. Ahora era yo la que apretaba con fuerza las manos, y volví a negar con la cabeza.

—¡No… No me estoy acostando con Denny! Y sí, tú…

Justo cuando estaba a punto de acusarlo de todo lo que temía, se agachó y me apartó de la puerta. Me agarró por la cintura, se dio media vuelta y me dejó en el otro lado. Después de librarse de mí, volvió a abrir la puerta.

Al ver que se marchaba de verdad, le cogí el brazo con las dos manos y tiré de él con toda la fuerza que tenía. Se volvió hacia mí y me miró furioso.

—Suéltame, Kiera. Estoy harto. No quiero estar aquí ni un minuto más.

Sentía que las lágrimas me pesaban más que antes, a punto de caer.

—¡No estabas tan harto de mí hace diez minutos, mientras me echabas un polvo!

El dolor por mis palabras se reflejó en su rostro y se le humedecieron los ojos.

—Eso… ha sido un error.

Tuve que tragar saliva varias veces, porque no podía creerme lo que me estaba pasando.

—Me has dicho que me creías —susurré.

Resoplando, sacudió la cabeza.

—Y tú me has dicho que no me mentirías. Adiós, Kiera.

Sus palabras me dejaron tan perpleja que le solté el brazo. Sin poder contener más las lágrimas que me salpicaban las mejillas, susurré:

—Dijiste que nunca nos diríamos adiós…

Con los ojos cerrados, agachó la cabeza y al volver a levantarla, una lágrima le rodaba por la mejilla.

—Dije muchas cosas que no eran verdad…

Con un nudo en el estómago, que me hacía respirar con dificultad, le pregunté algo para lo que no había dado permiso a mi cuerpo.

—¿Estás rompiendo conmigo?

Ladeó la cabeza, y me escudriñó el gesto con los ojos brillantes. Otra lágrima cayó por su piel y quise secársela. Quería acariciarle la cara y decirle que no tenía razón para estar enfadado, que no había pasado nada con Denny, que le había sido fiel… que lo amaba, más que a nada. Sin embargo, no pude. Me había quedado de piedra.

Me miró de los pies a la cabeza, y después volvió a fijarse en mi cara. Respiró hondo y susurró:

—Sí, estoy rompiendo contigo.

Oí que se me escapaba un sollozo, aunque tampoco me había dado permiso para ello. A continuación, Kellan me abandonó a mi suerte con mi dolor y desapareció por la puerta principal. Mientras me deshacía en sollozos, me quedé de pie, congelada en aquel mismo sitio. Después oí el rugido del motor de su coche encenderse a lo lejos y me dejé caer sobre las rodillas, enterrando la cara entre mis manos.

No podía ser verdad, ¿no? No era posible que se hubiera presentado en casa sin avisar, me hubiera hecho el amor y después me hubiera dejado… ¿o sí? Conforme el ruido de su coche se hacía cada vez más tenue, mis sollozos se volvían más fuertes. Santo cielo… sí, había pasado.

Lo había perdido… Al final, lo había perdido.