6
El tiempo vuela
Desde que empiezas el colegio, te dicen que el tiempo es permanente. Que nunca cambia. Es una de esas cosas de la vida en la que siempre puedes confiar… mucho más que en la muerte o en los impuestos. Un minuto siempre tendrá sesenta segundos. Una hora siempre tendrá sesenta minutos. Y un día siempre tendrá veinticuatro horas. El tiempo no cambiaba. Se movía al mismo y constante ritmo en cualquier momento de tu vida.
Y ésa fue la mayor gilipollez que aprendí en el colegio.
La verdad era que el tiempo sí cambiaba. Resultaba bastante fácil que las horas e incluso los días se pasasen en un abrir y cerrar de ojos. Otras veces, costaba que pasase una simple hora. Iba y venía tan incesantemente como las mareas, y tan poderosamente también. Los momentos que querías que durasen eternamente eran los que pasaban demasiado rápido. Los momentos que querías que pasasen rápido, iban a paso de tortuga.
Ésa era la verdad. Y mi vida… avanzaba rápidamente, sin que yo pudiera hacer nada.
Parecía que fue ayer cuando Kellan aceptó de mala gana marcharse a recorrer el continente, pero, de repente, sólo faltaban unos cuantos días para su partida. Era lunes por la mañana… él se marchaba a primera hora del sábado. Y por más que las semanas anteriores hubieran pasado rápidamente, yo sabía que el universo cruelmente haría que los próximos seis meses se hicieran eternos. Sabía que sentiría cada segundo que estuviésemos separados y que eso me iba a doler…pero tenía que dejar que sucediera. No podía ser egoísta y permitir que otro hombre se sintiese culpable y lo abandonase todo por mí. Nunca volvería a hacerle eso a nadie… no importaba lo mucho que me doliese.
Al oír la llamada en la puerta de mi apartamento, abandoné todos mis pensamientos y sonreí. Kellan también lo estaba pasando mal con la separación. No quería ponérselo más difícil mostrándome decaída todo el tiempo. Durante las semanas anteriores había perfeccionado el arte de la emoción fingida. No es que no estuviese emocionada por él, e infinitamente orgullosa, sólo era que no quería que se marchase. Si él de alguna forma hubiera podido tenerlo todo, y quedarse a mi lado, bueno, entonces mi sonrisa hubiera sido natural.
Sonreí al ver el regalo colocado sobre de la mesa de juego plegable al pasar por delante de ella. Era un artilugio tambaleante al que mi hermana y yo llamábamos mesa de comedor de lujo; incluso fuimos más allá y le colocamos un mantel de una tienda de segunda mano. Cuando abrí la puerta, Kellan estaba apoyado contra el marco. Me dedicó una media sonrisa. Me mordí el labio mientras observaba los rasgos de su cara, luego di un paso hacia atrás para que dejarle entrar.
Al hacerlo, murmuró «buenos días».
Me besó en el cuello, me dio una vuelta y unió sus caderas a las mías. Cerré la puerta suavemente y le hablé riendo pero en voz baja.
—Mi hermana está aún dormida. Buenos días.
Suspiró y retiró los brazos de mi cintura.
—Voy a echar de menos llevarte a clase todas las mañanas —susurró. Sacudió la cabeza y añadió—: Cuando regrese estarás a punto de graduarte.
Aunque mi corazón estaba destrozado, le sonreí con fuerza, incliné la cabeza y le acaricié el pecho.
—Al menos llegarás a tiempo para la ceremonia. Podrás verme desfilar por el pasillo.
Sonrió levemente y me agarró un poco más fuerte.
—Me encantaría verte desfilar por el pasillo.
Mi corazón comenzó a acelerarse un poco y, de repente, me pregunté a qué pasillo se está refiriendo. Abrí la boca, sin estar segura de qué decir, pero Kellan vio por encima de su hombro la bolsa de regalo de color rojo brillante. Me miró con expresión de auténtico júbilo.
—¿Qué es eso?
Le solté y sonreí de nuevo.
—Es para ti. Una especie de regalo de despedida.
Frunció el ceño y me hizo un gesto con la cabeza.
—Pero si no te sobra el dinero; no tendrías que haberme comprado nada.
Me apoyé en su espalda y lo empujé por los hombros hacia la mesa.
—Era una oferta, no me costó mucho, y de hecho es una especie de regalo para los dos.
Caminó lentamente hacia el regalo, giró la cabeza y me sonrió con malicia.
—¿Son unas esposas? ¿Compraste las forradas? Porque creo que te quedarían muy bien con…
Le di un golpecito en la espalda y alejé la cabeza para que no pudiera ver cómo se me sonrojaban las mejillas.
—¡No!
Le oí reír mientras cogía el regalo, pero mi mente estaba ocupada imaginándolo atado a mi cama… desnudo. Supongo que ésa hubiera sido una forma de mantenerlo a mi lado. Puse los ojos en blanco y contuve un suspiro. Y por supuesto él tendría ya bastante experiencia con las esposas como para tener un estilo preferido.
Aún con una sonrisa, sacó los papeles de la bolsa. Cuando cogió el regalo de verdad, lo sacó y me miró, confundido.
—¿Qué es esto?
Sonreí mientras me acercaba a él.
—Bueno, sé que estás un poco anticuado, pero a eso lo llaman teléfono móvil. Funciona igual que el fijo… pero puedes caminar con él. —Me incliné hacia él para susurrarle—. Incluso puedes usarlo cuando estés fuera de casa.
Me miró con seriedad y sacudió la cabeza.
—Ya sé qué es, pero… ¿para qué es?
Sonreí y saqué uno igual del bolsillo de mi chaqueta que estaba colgada sobre una silla al lado.
—Es para que podamos hablar mientras estés fuera. Así siempre podrás estar en contacto conmigo y yo, contigo. —Me encogí de hombros, y sentí cómo la garganta comenzaba a cerrárseme—. Para que podamos tratar de mantenernos cerca… aunque en realidad estemos muy lejos el uno del otro.
Noté que sus ojos buscaban los míos mientras tragaba saliva un par de veces, como si también se le estuviera cerrando un poco la garganta. Asintió, se inclinó y me besó.
—Me encanta, gracias.
Cerré los ojos mientras nos besamos unas cuantas veces, saboreando cada segundo que su piel estaba en contacto con la mía. Me aparté, sentí su respiración agitada, vi sus ojos entreabiertos y su mirada clavada en mi boca. Tenía la clara impresión de que si no hubiera tenido que llevarme a clase dentro de un rato, me habría arrastrado hasta mi habitación. Y aunque yo sabía que las clases eran muy importantes y que tenía que concentrarme en mi último año, deseaba que lo hiciese.
Me sonrió con los ojos brillantes.
—¿Puedo mandarte mensajes picantes con él?
Parpadeé ante su pregunta, y entonces mis mejillas se volvieron a poner coloradas de nuevo. Sin contestarle, le di un golpe en el hombro y cogí mi chaqueta. Mientras él se reía a la vez que se guardaba el teléfono nuevo en el bolsillo de la chaqueta de cuero, oí abrirse la puerta de una habitación. Kellan se giró hacia el ruido para saludar a Anna, pero quien salió por la puerta no fue mi hermana. Y, además, no estaba vestido.
Griffin bostezó y nos miró mientras se rascaba sus partes que colgaban libremente.
—Oye, ¿qué haces aquí tan temprano?
Aparté inmediatamente la mirada de aquel tipo desnudo. Kellan sonrió y sacudió la cabeza.
—Griffin, son las diez y media.
Oí a Griffin resoplar, pero no lo miré.
—Ya lo sé, es temprano de cojones.
Kellan miró hacia mí. Cualquier hora antes de las once era prácticamente como el amanecer para Griffin. Yo también quería volver la mirada, pero oí a Griffin acercarse a nosotros. Me quedé petrificada. Lo único que quería era gritarle y pedirle que se pusiera algo de ropa.
Bostezó de nuevo y habló con un tono de pereza.
—Oye, Matt quería que te dijera que si faltas a otro ensayo te echará del grupo.
Kellan miró a Griffin y enarcó una ceja.
—¿De verdad? —Con una ligera sonrisa, meneó la cabeza—. Dile que allí estaré. —Kellan me miró de nuevo y se encogió de hombros—. Supongo que he tenido la cabeza en otro sitio últimamente.
Vi aparecer la mano de Griffin para empujar a Kellan por el hombro, pero me negué a mirar al nudista.
—Entonces, ciérrate la bragueta y vuelve al barco. Te necesitamos a bordo.
Kellan suspiró y lo miró.
—Estoy a bordo, Griff. Estaré allí, está bien.
—Mejor.
Justo cuando parecía que Griffin se giraba para marcharse, vi a Kellan sacudir la cabeza, con gesto de desagrado.
—Oye, Griff. ¿Te importaría no pasearte desnudo cerca de mi novia? Si no te importa, prefiero que las únicas bolas que vea sean las mías.
Abrí los ojos de par en par y, sin darme cuenta, miré a Griffin. Me sonrió y se tapó con la mano.
—Oye, si ella le mira la polla a otro hombre, eso es asunto vuestro —respondió a Kellan con las cejas enarcadas y se sacudió el pelo rubio—. Hulk necesita respirar.
Kellan se mordió el labio y trató de no echarse a reír. Yo no tuve la misma suerte con mi autocontrol y tuve que ponerme la mano en la boca. Griffin nos miró y regresó a la habitación de Anna. Cuando la puerta se cerró de nuevo, Kellan se echó a reír. Me uní a él, las lágrimas que brotaban de mis ojos afortunadamente oscurecían la imagen de su maltrecha hombría.
Entre risas conseguí murmurar algo:
—¿Hulk? ¿Es que se vuelve de color verde cuando crece?
Kellan sacudió la cabeza y se agarró el estómago.
—Oh, por Dios, espero que no. Vamos, larguémonos de aquí antes de que lo averigüemos.
Cogí mi mochila y escapamos a toda prisa para no oír a Griffin despertar a Anna. Cuando pudimos respirar sin reírnos, miré a Kellan con una sonrisa.
—Gracias por intentarlo. Ver a Griffin en toda su gloria… sería una de esas cosas que definitivamente no me querría perder.
Kellan me pasó el brazo por los hombros y sacudió la cabeza. Aún se reía del culo de su compañero de grupo.
—Ojalá pudiera decir lo mismo, pero el mutante verde vendrá conmigo.
Me reí un poco y enarqué una ceja.
—¿El tuyo tiene algún… nombre?
Kellan me ofreció una encantadora sonrisa de medio lado.
—Yo no le he puesto ninguno, pero según he oído decir en mi habitación, probablemente sería algo así como: «La máquina del Oh-Dios-sí-más-fuerte-más-rápido-no-pares-fóllame-eres-impresionante». —Se encogió de hombros—. Pero eso es una especie de trabalenguas.
Fruncí el ceño, le di un codazo en el estómago y le aparté el brazo. Algunas veces podía ser tan imbécil como Griffin… bueno, casi. Sin dejar de reír, se colocó detrás de mí y me giró. Mientras yo gritaba para protestar, me levantó por encima de su hombro y me golpeó el trasero.
—Estoy bromeando. Venga, vamos a llevarte a clase. —Me retorcí para librarme de él—. Tal vez consiga una de esas esposas mientras estás aprendiendo… Entonces podrás ponerle un nombre mejor.
Me quedé petrificada en sus brazos, y me pregunté si lo decía en serio; su única respuesta fue echarse a reír.
Tras dejarme en mi lugar de enseñanza superior, Kellan se marchó a hacer… lo que fuera que hiciese mientras yo estaba en clase. Quizá pensar en nuevas formas de mortificarme. Esperaba que en realidad estuviera bromeando con eso de las esposas.
Durante las últimas semanas había conocido a otros estudiantes de lengua inglesa y me encontré con unos cuantos antes de mi clase de crítica práctica. Era una clase bastante dura, así que decidimos reunirnos con antelación y estudiar durante una hora antes de entrar. Allí sentada, en grupos de seis o siete personas de ideas similares, reflexionando sobre la importancia de las prácticas interpretativas cuando se estudia literatura y cultura, me sentía yo misma, con mis propias esperanzas y sueños, y menos como una seguidora más de Kellan. Estudiar me hacía sentir plena, completa, y hacía que su partida fuera menos estresante. Ligeramente, porque todavía no estaba preparada para que llegara ese día.
Las casi dos horas de clase fueron agotadoras y, cuando acabaron, agradecí las sencillas clases de ética, aunque en ésas tenía que aguantar a Candy, que no era precisamente una piruleta de sabor a manzana. Apretaba los dientes y seguía la misma táctica de todos los días al entrar en la clase: ignorarla tanto a ella como a sus amigas. Se había vuelto muy sencillo desde que ella también dejó de prestarme atención. Tras su intento fallido de darme celos para que rompiese con Kellan, parecía haberse dado por vencida, o bien estaba ocupada trazando y maquinando un plan magistral que fuera más allá del cotilleo. En todo caso, preferí pensar que la chica tendría cosas más importantes que hacer con su vida.
Me sumergí rápidamente en la lectura y olvidé por completo que Candy estaba sentada con sus amigas unas cuantas filas delante de mí. Cuando acabó la clase recogí todas mis cosas y repasé el artículo que iba a escribir esa noche a ratos durante mi turno. El profesor nos había pedido que hiciéramos un escrito sobre la responsabilidad ética de varias páginas de internet. Estaba pensando en redactar el mío sobre una página de asesoramiento médico muy popular, para demostrar la importancia de dar una correcta información a los posibles pacientes.
Ya estaba esbozando el debate en mi mente cuando me tropecé con Kellan en el pasillo. Me agarró por los hombros y me puso delante de él. Perdida en mis pensamientos, pestañeé perpleja durante un segundo, le sonreí y lo abracé.
—Eh, has venido hasta aquí a recogerme.
Se rió de mi comentario obvio y se pasó la mano por el pelo.
—Sí, fuera está lloviendo mucho. Decidí que sería mejor ir a dar una vuelta en lugar de esperar en el coche.
Me sacudí las gotas de agua que me había salpicado y su sonrisa se hizo más grande. Pasé el brazo por debajo del suyo, sonreí y me apoyé en él.
—Bien, me alegro de que lo hayas hecho, así puedo contarte mi idea para el artículo. Aunque probablemente no tengas ni idea de lo que te voy a explicar.
Sonreí; sabía que Kellan rara vez se acercaba a un ordenador, y mucho menos buscaba algo en internet.
Sonrió mientras empezábamos a caminar.
—Dispara.
Justo cuando comenzaba mi discurso, alguien me empujó con tanta fuerza que me apartó de él. Con el ceño fruncido, me volví para mirar al bruto que se creía dueño del pasillo. Me tropecé con unos mechones de rizos de color rojo cuando Candy me devolvió la mirada con gesto sarcástico. Suspiré, dejé de mirarla y volví junto a Kellan. Aunque él no lo dejó estar. Y la fulminó con la mirada.
—Quédate aquí un momento —me susurró, y se acercó hasta donde estaba ella con una sonrisa de satisfacción en los labios.
Irritada, pero también intrigada, me quedé donde me había dicho y lo vi aproximarse a ella y a sus amigas. Tina y Genevieve parecían a punto de desmayarse cuando se acercó a ellas. Me imaginé que en realidad nunca habían estado tan cerca de él. Sin embargo, Kellan parecía estar a punto de arrancarle la cabeza a alguien. Miró al trío de chicas y finalmente detuvo la mirada en Candy, que dio un paso atrás cuando observó la furibunda expresión que le dedicaba.
La agarró del brazo, se la acercó a la cara y le susurró algo acaloradamente. No sé qué le dijo, pero los ojos de Candy se abrieron de par en par. Dijo que no con la cabeza, comenzó a murmurar algo y señaló a Tina. Ésta levantó las manos en el aire y también comenzó a farfullar algo cuando Kellan la miró. Entonces soltó el brazo de Candy y le dijo algo a las tres que enseguida hizo que asintieran y salieran corriendo.
Kellan se irguió mientras se marchaban, se dio media vuelta y me miró con una sonrisa perfectamente normal, como si nada hubiese sucedido. Regresó a mi lado y me agarró de la mano. Comenzó a arrastrarme hasta las puertas, sin dejar de silbar mientras lo hacía. Arqueé una ceja y esperé a que me diera una explicación. Cuando no me la dio, tragué saliva. Me miró y se encogió de hombros.
—¿Qué?
Señalé las puertas a las que nos estábamos acercando, la ventana estaba mojada por la lluvia que él había mencionado antes, el lugar por donde Candy había salido.
—¿De qué ha ido todo eso?
Sonrió de una forma encantadora y se encogió de hombros.
—Sólo les he dicho que sería mejor para ellas no contar más mentiras sobre mí, y les he sugerido que te dejen en paz.
Sonrió, abrió la puerta y se echó a un lado para dejarme pasar. Le puse los ojos en blanco y me preparé para pasar por delante de él bajo el aguacero. Ellas parecían bastante sorprendidas por lo que les había dicho, y se me cruzó por la cabeza una lista de amenazas que podría haber usado. Había visto a Kellan enfadado antes y sabía cómo intimidar a alguien. Me di cuenta de que realmente me dejarían en paz durante el resto del curso.
Sonreí, me incliné y lo besé.
—¿Por casualidad mencionaron cómo vieron tu tatuaje?
Mientras sostenía la puerta abierta puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.
—Tina me vio trabajando en el parque cerca de aquí. Tenía calor y me quité la camiseta.
Me mordí el labio y lo miré de arriba abajo. Sí, la verdad era que estaba muy bueno. Supuse que eso explicaba la historia. Me quedé observando las facciones de su cara durante un minuto escrutando sus ojos para ver si me decía la verdad, mientras él me sostenía la mirada con firmeza. No vi ni rastro de engaño en ella y sonreí. Levantó una esquina del labio y señaló hacia afuera.
—¿Vas a salir? Porque esta puerta se está volviendo pesada.
Entre risas, lo besé, luego respiré rápidamente y me preparé para salir corriendo. A mitad de las escaleras, me sentía como una rata empapada. Protesté y salí corriendo hacia el aparcamiento y me arrepentí de no llevar paraguas.
Detrás de mí, Kellan me dio un golpecito en el trasero.
—Date prisa, tortuguita, te estás empapando.
Se echó a reír y se pasó los dedos por el cabello. La maraña de pelo peinada hacia atrás de alguna forma me recordó un momento menos agradable bajo la lluvia con Kellan. Aparté aquel recuerdo de mi mente y me concentré en su cuerpo girando hacia mí y corriendo rápidamente.
Agarré mi mochila y le grité.
—¡No es justo! Tú no llevas nada.
Miró hacia atrás y sonrió. Cuando llegué al aparcamiento, él ya estaba en el coche, con los pies colocados sobre mi asiento y recostado sobre la puerta del lado del asiento del conductor con los ojos cerrados, como si se hubiera quedado dormido esperándome. Golpeé sus zapatos mientras me quedaba allí de pie bajo la lluvia, pero me ignoró, y continuó en mi sitio. Juré que aún estaba empapándome y me subí sobre sus piernas para colocarme sobre él. Esto sí llamó su atención.
Sus ojos se abrieron de par en par y me sonrió. Retorcí el cuerpo para poder cerrar la puerta, agarré la mochila y la tiré al asiento de atrás. Sus brazos vinieron por mí y tiró de mi cuerpo empapado hacia su cuerpo empapado. Se acomodó en el asiento y apoyó la espalda contra el cojín. Colocó mis piernas de tal forma que me quedé sentada a horcajadas sobre él.
—Así está mejor —susurró, y levantó la cabeza para besarme.
Me asaltaron más recuerdos húmedos de él, y me aparté. Me miraba con ojos de lujuria y la respiración entrecortada, y no sólo por el esfuerzo de haber corrido hasta el coche. Los largos mechones de cabello mojado me colgaban junto a la cara y le goteaban sobre la ropa. Su olor debajo de mí se mezclaba con la fragancia del agua limpia, ambos agitaban algo dentro de mí.
Coloqué la mano en su mejilla y acaricié la piel suavizada por la lluvia con el pulgar. Miré sus ojos de color azul como el cielo de medianoche, las gotas de agua que brillaban en su pelo, sus carnosos labios entreabiertos, la fuerte mandíbula, y suspiré.
—Eres tan atractivo —murmuré, y mis palabras extrañamente parecieron acompasar el sonido de la lluvia de fondo—. Eres el hombre más sexy que haya visto jamás.
Me sentía completamente a solas con él allí, a pesar de que era media tarde, y me agaché para besarlo. Sus suaves labios se fundieron con los míos, saboreándose, buscándose. Tras un breve momento, frunció el ceño y sacudió la cabeza.
—No siempre lo seré. —Se encogió de hombros, y con una mano me apretó y soltó mi cadera mientras que con la otra se señalaba la cara—. Ya sabes que esto se podría desvanecer de la noche a la mañana. Mañana podría atacarme un oso mientras camino por la calle. —Alzó una ceja—. ¿Me seguirías queriendo entonces?
Sonreí ante su comentario y ladeé la cara.
—Por supuesto, Kellan. Tu cara no es lo único que te hace atractivo. No te quiero por tu apariencia. —Sonrió, y sus manos me recorrieron la espalda y me acercaron a él. Antes de que nuestros labios se unieran de nuevo, lo miré fijamente—. Así que un oso, ¿no?
Sonrió y me acercó a él. Nuestras caderas se unieron meciéndose suavemente la una sobre la otra y el parabrisas comenzó a empañarse rápidamente. Sentía los cuerpos de la gente que pasaba corriendo al lado del coche, pero con el ruido de la lluvia y los cristales empañados por el vapor, me parecía que éramos las únicas dos personas que estaban allí. Nuestra respiración y nuestros besos se hicieron cada vez más ardientes, y Kellan murmuró algo.
—Dios, ahora voy a tener que hacer algo que nunca pensé que podría hacer.
Subí para besarle la mejilla y hundí mis caderas en las suyas.
—¿Qué?
Respiré hondo, y con la punta de mi lengua acaricié el borde de su oreja.
Inhaló con fuerza, sus caderas se separaron del asiento.
—Voy a tener que poseerte en este coche —susurró en voz baja y ronca.
De repente comenzó a moverse debajo de mí, trataba de darse la vuelta para colocarse encima. Me senté rápidamente antes de que lo consiguiera. Aunque me parecía que estábamos solos, sabía que no era así, y no estaba dispuesta a que la gente se diera cuenta de lo que hacíamos por el balanceo del coche. Se incorporó y se apoyó sobre los codos, con el ceño fruncido.
—¿Por qué has parado?
Me mordí el labio y me aparté de sus caderas con cuidado, aparté sus pies del asiento para poder sentarme cómodamente. Le señalé con el dedo tan amenazadoramente como pude y le hablé con seriedad.
—Porque tienes un ensayo al que ir y, si faltas de nuevo, Matt te va a echar del grupo.
Se sentó y me abrazó.
—Es mi grupo, no pueden echarme.
Comenzó a besarme el cuello y yo traté de no caer, traté de no comenzar a jadear de deseo y a quitarle la ropa. Le empujé hacia atrás y hundí un dedo en su pecho.
—No voy a acostarme contigo en el aparcamiento de mi facultad.
Miró alrededor, con ojos juguetones.
—Nadie se dará cuenta. —Me miró de nuevo y volvió a enarcar una ceja—. ¿Alguna vez te has acostado con alguien en un coche?
Me ruboricé terriblemente y me coloqué el pelo tras las orejas.
—Sí, Denny y yo…
No terminé la frase y la sonrisa juguetona de Kellan desapareció. Me soltó, regresó a su asiento y sacudió la cabeza.
—Oh, sí… Vuestro viaje por carretera.
Suspiró, metió la mano en el bolsillo y sacó las llaves.
Incliné la cabeza para poder ver mejor su cara, y comprobar si estaba molesto o no, pero no lo pude ver bien desde aquel ángulo.
—Oye, ¿estás bien?
Sonrió y me miró mientras arrancaba el coche.
—Sí. —Se encogió de hombros, luego sonrió maliciosamente y siguió hablando con una sonrisa de superioridad—. Sólo esperaba poderte dar otra primera vez. —Vi su sonrisa vacilante mientras se apartaba de mí—. Aunque creo que perdí mi oportunidad.
Le puse una mano en su muslo y le susurré:
—Kellan, habrá otras primeras veces que puedas darme.
Asintió, mientras se giraba para mirar y daba marcha atrás con el coche.
—Lo sé, Kiera.
Deseaba poder retroceder en el tiempo y no haber recordado aquel momento íntimo con mi antiguo novio. Miré por la ventanilla del lado del conductor mientras nos dirigíamos hacia el ensayo de Kellan. Normalmente los chicos se reunían una vez al día para crear nuevos temas o para mejorar los antiguos. Desde que lo habían convertido en su forma de ganarse la vida, estaban sorprendentemente dedicados a ello. Bueno, excepto últimamente. Kellan había faltado a muchos ensayos para pasar más tiempo conmigo y Matt estaba muy irritado por eso. Aunque técnicamente Kellan tenía razón, y era su grupo porque él lo creó, Matt era el líder: organizaba los espectáculos, trabajaba en el marketing, preparaba los ensayos, y exigía profesionalidad a ese cuarteto que se distraía fácilmente con cosas de veinteañeros. El grupo era la niña de los ojos de Matt.
Nos dirigíamos al puente que conecta el distrito U con el corazón de Seattle y vi el imponente edificio de la Space Needle por la ventanilla. Era precioso, icónico, y yo sentía debilidad por él. Kellan me había abierto su corazón en el interior de esa construcción, como nunca se lo había abierto a nadie. Me ponía profundamente triste pensar que la vida de Kellan podría haber sido tan diferente, si hubiera podido contar a alguien los abusos que había sufrido de pequeño. Podrían haberlo sacado de allí y llevado a un hogar de acogida afectuoso. Cualquier cosa hubiera sido preferible a aquella pesadilla.
Lo miré y le puse la mano sobre la rodilla. Sonrió al notarla ahí, me miró rápidamente y volvió a clavar los ojos en la carretera. Una pequeña y oscura parte de mi interior se preguntaba si Kellan sólo se había sentido atraído por mí, estaba conmigo, se había enamorado de mí, porque su mente desordenada ansiaba el dolor que yo le había causado. Tal vez tenía un lado masoquista. Si era así, sin duda yo se lo había avivado… una y otra vez. Era realmente un milagro que me hubiera aceptado de nuevo a su lado.
Suspiré y apoyé la cabeza en su hombro. Él posó su cabeza en la mía y me puso la mano sobre el muslo. A medida que perdía de vista la Space Needle, junto a los altos rascacielos repletos de hombres y mujeres de negocios, nos acercamos al distrito industrial. Allí tenía Evan su loft. Era el lugar perfecto para ensayar, ya que no vivía en un área residencial como Kellan y los demás miembros del grupo. A los pocos vecinos que tenía no parecía importarles el ruido, siempre y cuando los chicos no tocaran muy tarde por la noche.
Pasamos los dos estadios deportivos y Kellan llegó a casa de Evan. Detuvo el coche y abrió la puerta. Cogió la guitarra del asiento de atrás mientras yo salía y lo esperaba cerca de la parte delantera del vehículo. Afortunadamente, ya había pasado el chaparrón, y sólo unas gotas ligeras caían sobre nuestros cuerpos todavía húmedos. Cuando se puso a mi lado, con el pelo aún atractivamente peinado hacia atrás por la lluvia, sonrió y señaló con un gesto las escaleras que conducían hasta el loft.
Evan vivía sobre un taller de reparaciones de coches. A los mecánicos les encantaba que los chicos ensayaran durante sus turnos. Algunas veces incluso les pedían que dejasen la puerta abierta para poder oírlos mejor. Yen ocasiones lo hacían, sobre todo si llegaban juntos lo suficientemente temprano por la tarde. Uno de los empleados del taller me dijo una vez que escuchar al grupo a través de las paredes hacía que ir a trabajar fuese igual que ir a un concierto de rock. Comprendía esa sensación; ellos constantemente me hacían sentir así en mi trabajo.
Una de las puertas del garaje estaba abierta cuando entramos. Un hombre guiaba a otra persona que sacaba un coche marcha atrás por la puerta, para que el conductor no cayera accidentalmente en el enorme agujero del suelo donde los mecánicos revisaban los bajos de los coches. Cuando acabó con el coche sonrió y saludó a Kellan.
—¿Dónde has estado, tío? Matt te va a echar.
Kellan puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.
—Sí, eso he oído.
El hombre se echó a reír mientras una mujer manchada de grasa se bajaba del coche que acababa de aparcar junto a la acera. Se acercó a Kellan y le dio un golpe en el hombro con el puño.
—Ve a por todas en la gira, Kell.
Suspiró de forma dramática mientras yo miraba la lluvia que seguía cayendo sobre nosotros. Quizá la mujer podría tontear con mi hombre dentro… una vez que estuviéramos a cubierto. Se sacudió la maraña de pelo negro y frunció el ceño.
—Os vamos a echar de menos. Esto no va a ser lo mismo con la casa de Evan vacía.
Kellan le sonrió y yo mentalmente fruncí el ceño por el afecto que vi en su rostro. Sabía que Kellan tenía amigas, Jenny era una de ellas, pero instantáneamente me pregunté el grado de amistad que esa chica-mecánico había tenido con mi novio. Le estreché la mano con fuerza e inconscientemente me coloqué a su lado mientras él le contestaba.
—Lo dudo, Rox. Probablemente ni te des cuenta de que nos hemos ido. —Levantó una ceja y se acercó a ella—. Además, por fin tendrás tranquilidad suficiente para trabajar en aquel libro.
Ella se echó a reír, su cara brillaba y yo odié aún más el hecho de que no sólo fuesen amigos, sino que además supiesen cosas el uno del otro. Si hasta se llamaban por diminutivos. Esa familiaridad me fastidió, y una oleada de celos amenazó con apoderarse por completo de mí. Ya me estaba esforzando por no darle un empujón a la mujer, ponerme delante de Kellan y comenzar a gruñir posesivamente. En realidad nunca hubiera sido capaz de hacerlo, pero lo pensé.
Por fin, alguien de dentro silbó a los dos mecánicos que estaban charlando con nosotros para que regresaran al trabajo. Lo hicieron de mala gana, y Kellan se despidió de ellos. Rox, Roxie o Roxanne, cualquiera que fuera su nombre completo, se volvió a mirar a Kellan antes de desaparecer. Tenía una expresión interesada que ya había visto con demasiada frecuencia. Y ni siquiera me había mirado a mí, como si fuera invisible. Tuve ganas de burlarme de ella, tal vez de sacar la lengua y decirle «na-na, nananaaa», pero no podía rebajarme y comportarme como una niña de cinco años. Todavía.
Dejé de lado la idea de que otra mujer quería a Kellan y lo seguí por las escaleras hasta la casa de Evan. Cuando llegamos a la puerta, él entró de golpe, porque allí se sentía como si estuviese en su propia casa. En cuanto cruzamos el umbral, los ojos de Matt se clavaron en nosotros.
—¡Ya era hora, joder!
Matt miró a Kellan, y Rachel se inclinó y le susurró algo al oído. La expresión de su cara se relajó y se calmó un poco, y sonrió hacia donde ella estaba a su lado.
Saludé a Rachel, la tímida y exótica belleza, luego saludé a Jenny, que estaba detrás de ella sentada sobre el regazo de Evan y ante su batería. Los dos la golpeaban, y Jenny se reía mientras Evan le acariciaba el cuello.
Kellan cerró la puerta y cuando Matt lo miró le hizo una mueca.
—Lo siento… las cosas se han liado un poco.
Kellan y yo entramos en la habitación. Estar en el loft de Evan era casi como estar en una versión pequeña del bar de Pete. Había una cocina diminuta, una sala de estar con un sofá frente a un televisor, y en la esquina una cama revuelta, una cómoda y una mesita de noche al lado. El resto del espacio era un escenario. Los chicos guardaban allí todo el equipo entre concierto y concierto. Menos el que guardaban en el local de Pete, por supuesto. Aparte de la guitarra de Kellan, que cargaba de un lado a otro, el grupo tenía un segundo equipo de instrumentos en el local de Pete a diario. Era bien sabido en el bar que comenzar a tocar sus temas en el escenario tenía como consecuencia el desalojo inmediato del local.
En casa de Evan tenían el equipo de sonido, la batería de Evan, el bajo de Griffin y la guitarra de Matt. Con todos los instrumentos preparados esperando junto a los micrófonos enchufados, los chicos sólo necesitarían algunos focos y un par de gorilas, y podrían hacer un concierto profesional desde allí. Incluso estaban pensando en insonorizar las paredes, para poder grabar y lanzar su álbum ellos mismos. Tenían unas paredes construidas, pero no montadas; estaban apoyadas inútilmente contra una pared detrás de la batería de Evan. Yo sabía que Matt de verdad quería acabar el proyecto, pero Bumbershoot y después la gira habían hecho que se pospusiera. Estaba segura de que cuando regresaran, sería una de sus prioridades.
Kellan dejó la funda de la guitarra sobre un mueble de la cocina, y la abrió. Sonreí al ver una foto de nosotros dos escondida en el interior del forro. Cuando sacó la más preciada de sus posesiones, aparte de su coche, Griffin se acercó a él y le dio un golpe en la espalda.
—Sí, Ya sé lo que ha pasado…
Griffin me miró con una sonrisa de medio lado y clavó los ojos en mis caderas. Me desagradaba mucho que me mirara de esa manera, sabiendo que en su mente se estaría imaginando acostándose conmigo. Con las manos, escondí tanto de mi cuerpo como pude; su sonrisa se hizo más grande.
Por fin, Kellan se dio cuenta de que Griffin me asaltaba mentalmente, frunció el ceño y le dio un golpe en la parte posterior de la cabeza.
—No te folles a mi novia con la mirada, Griffin.
Éste levantó la nariz indignado y se encogió de hombros.
—¿Qué? ¿Es que uno ya no puede ni soñar despierto?
Kellan puso los ojos en blanco y se alejó. Griffin se volvió hacia mí, se burló diabólicamente mientras señalaba a su cabeza y susurró: «Más tarde».
Sentí que necesitaba darme una ducha.
Le di rápidamente la espalda a Griffin y me fui con Rachel y Jenny. Formábamos una especie de club de esposas del grupo; nos pusimos de rodillas en el sofá y nos apoyamos en el respaldo para animar a nuestros hombres desde la primera fila de nuestro propio concierto privado. Vi a Kellan hablar con Matt y Evan, mientras Griffin cogía la guitarra de Matt y comenzaba a tocar como si fuera Slash; suspiré en voz baja. Echaría de menos todo aquello cuando se hubieran ido.
Rachel y Jenny suspiraron justo después de mí. Las miré a ambas, y vi cómo observaban a sus parejas, sus amores. Jenny había estado llorando cuando me encontré con ella después de que el grupo anunciara que se marchaba de gira. Estaba emocionada porque Evan se marchaba, pero no quería estar lejos de él, no más de lo que yo quería apartarme de Kellan, aunque no parecía preocupada por apartarse de Evan. Su confianza y su fidelidad resultaban inspiradoras. Ojalá yo tuviera la misma confianza. Eso era algo que había tenido con Denny: una fe casi inquebrantable en que él nunca, nunca me engañaría. Era un consuelo que de alguna forma se esfumó cuando yo le engañé a él. Ahora, en cierto modo, sentía que cualquier persona podía hacerle cualquier cosa a otra. Era una sensación horrible.
Rachel me miró, su piel bronceada parecía un poco pálida.
—No puedo creer que se vayan el sábado. —Sacudió la cabeza y se encogió de hombros—. ¿Cómo ha pasado el tiempo tan rápido?
Suspiré de nuevo, sabía que yo había pensado exactamente lo mismo poco antes.
—Lo sé… —Miré a los chicos. Kellan se había colgado la guitarra en el pecho y asentía con la cabeza a Matt mientras que éste hacía gestos de acordes de guitarra en el aire. Evan los miraba a los dos, y asentía de vez en cuando. Griffin estaba desconectado de todos ellos y saludaba a su público imaginario. Sacudí la cabeza y susurré—: Parece que fue ayer cuando los vimos tocar en el Bumbershoot.
Jenny suspiró, sentada sobre los talones.
—Vamos a dar una fiesta de despedida a Matt en su casa después de su actuación del viernes por la noche. —Suspiró de nuevo, desolada—. La última actuación de los chicos.
Tragué saliva y la miré de reojo. Tenía los ojos tan vidriosos como los míos. Resultaba muy duro dejar que alguien viviese sus sueños, especialmente cuando esos sueños se lo llevaban a miles de kilómetros de distancia. Asentí, me incliné y abracé a Jenny. Ella me abrazó, sorbiendo un poco por la nariz. Los brazos de Rachel nos rodearon a las dos y tuvimos un momento de pena por ser unas novias abandonadas. Pero se vio interrumpido por una leve risilla frente a nosotras.
Cuando nos apartamos, las tres miramos a Kellan, que nos observaba con una sonrisa de satisfacción.
—Abrazo de grupo… ¿y no he sido invitado? —preguntó, y alzó una ceja sugerente.
Jenny y Rachel se echaron a reír y yo le di un golpe en el estómago. Sonrió más ampliamente, me tomó de la mano y me tiró sobre el sofá contra su cuerpo. Chillé, pero sus labios se posaron sobre los míos y me detuve de inmediato. Olvidé a todos los que estaban a nuestro alrededor, cerré los ojos y enredé los dedos en su pelo seco.
Me perdí en el momento, y gemí un poco cuando su lengua rozó la mía. Unas risitas nerviosas llegaron hasta mi oído, pero, por alguna razón, no me importó. Sólo reaccioné cuando oí a alguien gritar.
—¡Oye! ¿Tocamos…o follamos con las chicas?
Kellan y yo nos separamos y miramos a Griffin, que sonreía con malicia. Se agarró los pantalones y sacudió la cabeza.
—Me da igual lo que hagamos, sólo necesito saber qué instrumento sacar.
Kellan frunció el ceño y se puso en pie. Me sonrojé y apoyé la cabeza en el sofá. Jenny y Rachel se echaron a reír, Jenny me acarició la espalda con compasión. Por encima, oí cómo golpeaban a Griffin. Sonreí y levanté la cabeza a tiempo para ver a éste empujar a Kellan con una mano mientras se masajeaba el brazo con la otra. Kellan reprimió una sonrisa y se colocó detrás del micrófono. Me miró y esperó a que Evan tocara una intro.
Matt y Evan comenzaron a tocar la canción de forma perfecta, y sus instrumentos llenaban el espacio que nos rodeaba. La habitación vibró con potencia y energía y yo sonreí encantada. Kellan sonrió al verme disfrutar de algo con lo que él también disfrutaba. Griffin se unió con unos cuantos acordes después y Kellan al final. Con todos sus sonidos mezclados a la perfección, Kellan comenzó a cantar.
Él era perfecto. Alargaba las palabras y las frases sin esfuerzo. Respiraba en rápidos suspiros muy sugerentemente. Su voz era clara, fuerte, con un tono perfecto… sorprendente. Podría estar todo el día escuchándolo cantar. Si tuviera un iPod con su música, no dejaría de repetirla nunca. El tema que estaban tocando era una nueva canción en cuyos arreglos estaban trabajando. La tenían casi acabada, y Matt quería incluirla en la gira. El viernes por la noche sería la primera vez que la interpretarían en público, como una especie de agradecimiento a los fans incondicionales que los habían seguido desde el principio.
Matt planificaba los ensayos de acuerdo a los horarios de todos, así que algunas veces tocaban por las noches, cuando yo estaba trabajando, aunque siempre trataba de verlos si ensayaban antes de mi turno. Me encantaba ver todo el proceso creativo. Veía a Kellan escribir las letras en su cocina tomando un café. Lo veía a él, a Evan y a Matt unidos a través de la melodía del bar. Me resultaba increíble ver nacer una idea en la cabeza de alguien y que se convirtiera en una poderosa canción que hablaba de encontrarse en una encrucijada y salir reforzado de ella. Era una pieza muy bonita. Me gustaba pensar que, en cierto modo, la canción hablaba de nosotros.
Cuando llegaron al estribillo, Kellan frunció el ceño y dejó de cantar a mitad de una frase. Miró a Matt y finalmente los demás instrumentos también dejaron de sonar; Griffin fue el último en parar. Matt frunció el ceño y sacudió la cabeza, Kellan señaló su guitarra.
—¿Qué estás haciendo? Ésta es la parte del puente, no el estribillo.
Matt suspiró y levantó la mano en el aire.
—Kellan, eso es lo que te he intentado decir. Has estado demasiado tiempo perdido últimamente. —Señaló de nuevo a Evan—. Como no has venido a los ensayos y nos has dejado sin cantante, Evan y yo hemos retocado la música. Hemos intercambiado las dos secciones y suena un millón de veces mejor. —Se puso la mano en la cadera y sacudió la cabeza—. Y lo sabrías si hubieras venido más a menudo.
Kellan levantó las manos sumisamente y se retractó.
—Está bien, joder, sólo preguntaba. —Kellan miró a Evan y a Matt y suspiró. Me miró a mí rápidamente antes de volver a mirar a Matt—. Lo siento, está bien, pero ahora estoy aquí y estoy concentrado en esto, así que… ponedme al día, ¿vale?
Matt frunció los labios, pero asintió.
—¿Algún otro cambio que debería saber? —preguntó Kellan, y se encogió de hombros.
Matt comenzó a negar con la cabeza y luego la inclinó hacia un lado.
—Ah, sí, añadimos un solo mío antes del último estribillo.
Sonrió, sólo un poco, y levantó una ceja rubia hacia Kellan.
Éste miró a otro lado, también con una pequeña sonrisa en los labios. Se rió un poco y meneó otra vez la cabeza.
—Supongo que esto es lo que me pasa por ser poco fiable. —Me miró y sonrió un poco más—. Aunque mereció la pena —me susurró, y luego habló en voz baja a los chicos—. Está bien, empecemos desde donde lo dejamos.
Acabaron la canción sin más interrupciones por parte de Kellan, y Matt los deleitó con su nuevo pequeño solo mientras Kellan sacudía la cabeza, sorprendido. Al final de la canción tuve que estar de acuerdo con Matt: los cambios eran pequeños, y quien no lo supiera probablemente no se daría cuenta, pero, en general, la canción sonaba mejor. Iban a arrasar con ella el viernes.
Cuando los chicos acabaron, Jenny y yo teníamos que empezar nuestros turnos. Vinieron con nosotras, ansiosos por relajarse tomando una cerveza tras un duro día de trabajo. No oculté la expresión de fastidio cuando les serví las bebidas. Alguna veces sentía envidia de lo fáciles que eran sus vidas: beber, ir a fiestas y tocar toda la noche, trasnochar, ser acosados por admiradoras, pero veía la seriedad con la que se lo tomaban, y sabía lo duro que habían trabajado tras los escenarios para mantener su éxito.
En realidad, su trabajo era probablemente tan agotador como el mío. Al menos yo tenía un horario concreto, el de ellos, en cambio, era de veinticuatro horas al día, siete horas a la semana. Un hecho que pude comprobar cuando esa misma noche un par de estudiantes universitarias consiguieron reunir el valor suficiente para acercarse a la mesa de los chicos. Charlaron con ellas amigablemente. Kellan rechazó de forma cortés las muestras de afecto de la chica rubia y negó con la cabeza cuando ella señaló las puertas delanteras y enarcó las cejas en actitud claramente sexual.
Fruncí el ceño y observé el espectáculo con ganas de volcar accidentalmente mi bandeja sobre ella. No, desafortunadamente, algunos aspectos de su trabajo nunca cesaban.