8
La primera despedida
Desconectar del ruido y del caos que había en el bar me tranquilizó un poco. No era culpa de mis amigos. No debería estar enfadada ni molesta con ellos. Ni con Kellan tampoco. Él había estado buscando algo; sin darse cuenta de que lo que deseaba era tener una conexión auténtica y amorosa. El problema es que se había equivocado al saltar directamente al aspecto físico de una relación sin cimentar primero la parte emocional de la misma. No me extrañaba que el sentimiento nunca le hubiera durado mucho más después del sexo, y tampoco me extrañaba que hubiera ido de flor en flor, desesperado e infeliz.
Y, además, su pasado era eso, su pasado, y tal y como habíamos hablado ese mismo día, todo aquello quedaba a sus espaldas. Había encontrado lo que le faltaba. La única persona con la que estaba siendo abiertamente sexual era yo… y así debía ser.
Intenté imaginarme las historias más graciosas que las chicas me habían contado sobre el grupo mientras ordenaba estanterías que no necesitaban más organización y me reí ligeramente. Podía verlos a todos en mi cabeza bebiendo café rancio en algún restaurante de carretera en medio de ninguna parte y quejándose del asqueroso coche de Griffin.
Sonreí mientras doblaba por tercera vez un montón de camisas de uniforme del bar de Pete al pensar en la imagen de Kellan con un bañador de bermudas mojado en un parque acuático. Tarde o temprano tendría que volver a salir; a lo mejor después de rellenar los saleros de reserva. Escuché vagamente el sonido de la puerta al abrirse y seguidamente cerrarse; el ruido del ajetreo del bar aumentó y luego descendió. Suspiré y lamenté que algún empleado estuviera entorpeciendo mi energía vital, probablemente a punto de arrancarme la cabeza por esconderme durante la noche más movida que habíamos tenido jamás. Me quedé de espaldas intentando parecer estar horriblemente atareada buscando… algo.
Pero entonces sentí un cuerpo justo a mi espalda, invadiendo claramente mi espacio vital. La señal de alarma se me encendió y empecé a girarme. Unas manos fuertes se posaron en la estantería a cada lado de mi cuerpo y un cuerpo firme y fuerte se pegó contra mi espalda. Mientras mi corazón se desbocaba, una boca se acercó a mi oreja.
—No te gires.
El corazón se me salió por la boca; latía con fuerza y se hacía eco en mis oídos. Una lista de sucesos horribles y traumáticos me pasó por la cabeza. ¿Me estaban atacando? ¿Me iban a violar? ¿Me escucharía alguien gritar aquí atrás? ¿Vendría alguien corriendo a rescatarme? ¿Dónde estaba Kellan?
Asustada y alarmada a más no poder, me giré al instante. O lo intenté, más bien. Las fuertes manos me agarraron la cabeza y me obligaron a quedarme de espaldas. El cuerpo del hombre me empujaba contra las estanterías y noté su erección evidente en la zona lumbar de mi espalda. Ay, Dios… ¿así que me iban a violar, entonces? Empecé a temblar al oír la voz gruñir en mi oído.
—He dicho que no te gires.
Justo cuando estaba debatiendo con qué parte del cuerpo golpearlo primero, mi asaltante comenzó a reírse. La frialdad y el miedo me abandonaron cuando al instante reconocí la risa divertida. Puse los ojos en blanco mientras el enfado ocupaba el lugar del miedo y me giré para quedarme cara a cara con él.
—¡Kellan! ¡Me has dado un susto de muerte!
Lo golpeé en el pecho y luego otra vez porque se lo merecía.
Él retrocedió un paso y seguidamente tiró de mi cuerpo hacia el suyo. Sacudió la cabeza todavía riéndose.
—Me estás desobedeciendo… —Sonriendo pícaramente, apoyó su cara contra la mía y me empujó contra la estantería. Podía oler el alcohol en su aliento—. Es muy posible que tenga que castigarte esta noche —susurró.
Era tan erótico que al instante lo deseé, pero al segundo siguiente odié mi traicionero cuerpo por someterse tan rápido. Sin embargo, me costaba pensar ahora que su erección hacía presión justo donde la necesitaba. Me agarró una pierna, la colgó ligeramente de su cadera y pegó su maravilloso miembro erecto mucho más contra mí. Gemí levemente mientras cerraba los ojos y lo rodeaba con mis brazos.
—No… Estoy enfadada contigo —murmuré.
Un ligero murmullo de descontento subió por su garganta al mismo tiempo que pegaba la boca contra mi cuello.
—Me pone cachondo que te enfades —murmuró antes de recorrerme el cuello con la lengua hasta llegar a la oreja. Tomé aire y apoyé la cabeza contra la estantería que había detrás de mí mientras su cuerpo listo para pasar a la acción se restregaba contra mí.
Ah, joder.
Sus dedos desabrocharon con destreza la camisa del uniforme del bar de Pete y metió una mano por debajo para agarrarme un pecho. Sus dientes tiraron ligeramente del lóbulo de mi oreja antes de que sus ardientes labios los reemplazaran. Soltó un gemido leve y seductor mientras se pegaba contra mí, y antes de que me diera cuenta, me encontré casi jadeando y suplicando en silencio que me poseyera.
—Dios, te deseo… ¿tú me deseas? —murmuró siseando entre dientes.
La mano que no estaba dedicándome cariñitos se deslizó dentro de mis vaqueros y de mis bragas. Solté el aire de sopetón y abrí los ojos de golpe.
—No, Kellan. No.
Agarré su mano justo antes de que sus dedos pudieran tocarme. Dios, si me tocaba… estaríamos desnudos y el uno encima del otro al segundo después. Y yo sabía por experiencia que esa habitación no era lo que se decía exactamente segura.
Se apartó de mí para mirarme con el ceño fruncido. O intentó mirarme; sus ojos estaban enfocados y desenfocados al mismo tiempo.
—¿Por qué me paras? —dijo arrastrando un poco las palabras y pestañeando lentamente.
Suspirando, intenté hacer que sacara la mano de mis pantalones, pero de alguna manera logró bajarla un poco más.
—¿Estás borracho? —susurré al mismo tiempo que bajaba mi otra mano para sacar la suya.
Él se rió ligeramente; su mano no se movió ni un milímetro, ni siquiera poniendo yo todos mis esfuerzos. Rogué porque nadie entrara y nos pillara así.
—Probablemente —se rió en voz baja—, y quiero sexo contigo ahora.
Negué con la cabeza y apreté la boca.
—No, no voy a tener sexo contigo aquí detrás.
Acercó sus labios a los míos con el ceño fruncido. Yo me resistí, pero él me tentó con pequeños lametones y no tuve más elección que dejarlo entrar. El agarre que tenía contra su mano también se relajó una pizca.
—¿Por qué no? —murmuró—. Hice que Pete arreglara la puerta… está cerrada con pestillo, si eso es lo que te preocupa. —Deslizó la mano centímetro y medio más dentro de mis bragas, y yo lo dejé—. Además, es mi gran noche.
Haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad, me separé de su boca.
—¿Por qué le dijiste a Pete que arreglara la puerta?
Él se encogió de hombros y volvió a acercarse a mis labios.
—Me gusta este sitio. Esta habitación contiene… recuerdos felices para mí.
Evitándolo, alcé una ceja.
—¿Felices? ¿Que nos gritáramos el uno al otro es un recuerdo feliz para ti? —Me estremecí al recordar la noche en la que casi nos habíamos mandado a la mierda mutuamente. Había sido la peor pelea verbal en la que me había visto involucrada y esperaba que no volviera a repetirse nunca más.
Sonrió perezosamente; el alcohol que le recorría las venas se hacía evidente en sus facciones.
—¿Te acuerdas de que te he dicho que me pone cachondo verte enfadada? —Acarició uno de mis rizos ahí abajo con la punta de un dedo y yo solté un gemido mientras tiraba de su mano para subirla ni un ridículo milímetro. Su sonrisa se hizo más amplia y luego exhaló con suavidad—. Te dije que te quería en esta habitación. —Su voz era nostálgica. Luego sacudió la cabeza—. Debería habértelo dicho antes.
Al ver el amor en su mirada nublada por el alcohol, sonreí y solté una mano de su brazo para acariciarle la mejilla.
—Sí, deberías haberlo hecho. —Negué con la cabeza, suspirando—. Y yo debería habértelo correspondido.
Su expresión se tornó seria por un segundo y pegó su frente contra la mía mientras cerraba esos ojos tan perfectamente profundos.
—Sí, sí que deberías habérmelo correspondido. —Sonriendo tontamente, añadió—: Siempre has sido cabezona a más no poder. Te costó la vida misma admitir que sintieras algo por mí.
Me separé de él y fruncí el ceño tanto como su mano, que aún se encontraba dentro de mis bragas, me lo permitió. Él se rió un poco más y se inclinó para besarme.
—¿Qué? Sabes que tengo razón.
Su lengua rozó la mía y yo gemí. Consideré dejarlo hacer lo que quisiera conmigo. Después de todo sí que había conseguido arreglar la puerta…
Presintiendo, quizá, cuáles eran mis pensamientos, o a lo mejor demasiado borracho como para importarle, deslizó la mano más abajo para agarrarme con toda la longitud de la misma. Yo gemí, muriéndome por que levantara un dedo y me tocara. Sin embargo, no lo hizo. Simplemente dejó la mano ahí y me besó con pasión. Su respiración era más violenta, y cuando bajé los dedos para tocar, vacilante, su erección vi que también era más fuerte.
Quería gritar «¡Vale, vale, fóllame ya!», pero de repente me acordé del caos que habíamos dejado en el bar. Solté la mano y le empujé el hombro hacia atrás.
—Tienes que ir a cantar, Kellan. —Entrecerré los ojos e, ignorando la palpitante necesidad de mi cuerpo, le miré la cara; sus ojos estaban levemente vidriosos—. ¿Puedes hacerlo siquiera?
Asintió, riéndose.
—Puedo hacer muchas cosas estando borracho.
Se rió otra vez y yo fruncí el ceño, también recordando las previas revelaciones que mis compañeras de trabajo me habían desvelado.
—Sí, oí que te liaste con las camareras de Pete en Nochevieja cuando ibas ciego.
Él me miró con la mirada vacía y con una sonrisa satisfecha y aletargada en la cara y luego frunció el ceño.
—¿Qué?
Puse los ojos en blanco y tiré de su mano, que todavía seguía más que contenta en mis partes íntimas, hacia arriba.
—Kate, cabronazo. Nunca me dijiste que casi tuviste sexo con ella… y con Jenny también.
—Nunca llegué a hacer nada ni remotamente sexual con Jenny. Ella dijo que no. Y Kate… no cuenta —dijo arrastrando las palabras y poniendo los ojos en blanco.
Entorné los ojos y me acerqué a su cara. Él parpadeó mientras reajustaba su visión para mirarme.
—¿Qué quieres decir con que no cuenta?
Se encogió de hombros lentamente.
—Casi no cuenta.
Refunfuñando, por fin pude sacarle la mano de mis pantalones. Me puso morritos descaradamente mientras se la devolví; incluso me puso ojitos de cordero degollado. Sonreí a pesar de mis objeciones a su comentario y sacudí la cabeza.
—¿Qué voy a hacer contigo?
Su sonrisa se volvió lasciva al mismo tiempo que sus ojos se quedaban fijos en mis pantalones.
—Se me ocurren unas cuantas cosas.
Riéndome entre dientes, físicamente lo giré. Con suerte su… situación… no sería demasiado obvia para los clientes cuando lo volviera a sacar al bar. Si eso sucediera podría ser un poco humillante para él. Aunque bueno, pensándolo mejor, probablemente no lo fuera. Kellan no se avergonzaba de cosas que habrían matado de vergüenza a la mayoría de la gente. Seguramente se encogería de hombros sin más y se bebería otra cerveza.
Suspiró malhumoradamente a la vez que yo lo empujaba hacia adelante. Me reí entre dientes otra vez al darme cuenta de algo. Él volvió a mirarme una vez que llegamos a la puerta.
—¿Qué te hace tanta gracia? —murmuró frunciendo el ceño.
Sonreí ante la mirada de insolencia que tenía en su rostro y me reí un poco más.
—Bueno… Casanova… ya que estás viviendo a tope tu noche, ¿adivinas lo que podré hacer luego?
Él sonrió otra vez y pegó su cuerpo, tan preparado como antes para la acción, contra el mío. Desafortunadamente, yo también seguía más que lista y la sensación de estar pegados el uno al otro era total y completamente increíble. Empecé a cerrar los ojos, pero los abrí de nuevo cuando él me habló con un murmullo.
—¿Violarme?
Volví a empujarlo hacia atrás y levanté un dedo a modo de advertencia.
—No… —Sonreí con inocencia y alargué el brazo por detrás de él para abrir la puerta—. Podré conducir por fin el Chevelle otra vez.
Frunció el ceño y al instante empezó a protestar, pero yo lo obligué a empujones a atravesar la puerta. Ni loca iba a dejarlo conducir tras la fiesta.
Justo cuando estaba de nuevo en el pasillo, sin parar de balbucear de una forma bastante adorable que estaba bien y que por supuesto que podía conducir, Kellan comenzó a sonar. Bueno, el móvil que tenía en el bolsillo delantero empezó a sonar, pero como Kellan no estaba acostumbrado a llevar uno con él a todas partes, miró a su alrededor como si no tuviera ni idea de por qué despedía un ruidito. Comenzó a palparse el cuerpo con las manos para buscar la fuente del sonido. Riéndome le paré las manos y le coloqué una justo encima del ligero bulto que formaba su teléfono móvil.
—Oh, gracias a Dios que es el móvil. Pensé que era mi polla —murmuró mientras se reía tontamente él solo; la gente que pasaba por allí lo miraba con cara rara.
Al mismo tiempo que mis mejillas se coloreaban de rojo y me llevaba una mano a la boca, Kellan se sacó el teléfono del bolsillo y descolgó. Al escuchar su saludo, me pregunté al instante si debería hablar por teléfono teniendo en cuenta su estado. También me pregunté quién podría estar llamándolo… casi todos estábamos ya allí, o de camino.
—Tú, háblame —soltó alegremente de sopetón mientras se apoyaba en una cadera. Sacudí la cabeza en su dirección y le puse los ojos en blanco. Me apiadé de la persona con quien estuviera hablando. Al cabo de un momento, me imaginé quién era.
—¡Hombre! ¡Denny, colega! Tienes el puto don de la oportunidad. Esta noche es mi último concierto aquí y Kiera y yo estábamos… —exclamó Kellan con estridencia cayéndosele la cara de la sorpresa.
Abrí los ojos como platos e intenté inmediatamente quitarle el teléfono de las manos. De todas las personas con las que Kellan podía hablar estando borracho, Denny era la peor. Había demasiados temas delicados de los que accidentalmente podría empezar a charlar.
Kellan me fulminó con la mirada y se apartó de mi alcance dando un traspié hacia atrás.
—Relájate, Kiera, no iba a decirle que me acabas de dar calabazas… —Me quedé con la boca abierta. Acababa de decir eso tal cual al teléfono y había sonado muy, muy mal. Al percatarse su mente difusa de lo que había dicho, Kellan parpadeó y saltó rápidamente con—: Oh, Denny, no es que ella me haya hecho nada. No lo ha hecho. Y tampoco pasa tiempo ahí abajo, ya sabes a lo que me refiero —hizo una pausa para reírse por lo bajinis—, aunque imagino que eso ya lo sabes, ¿eh?
Volví a intentar quitarle el teléfono de las manos antes de que el muy idiota le dijera a Denny todo lo que éste no tenía por qué oír. Él mientras tanto fruncía el ceño e intentaba alejarse de mí.
—Lo siento, amigo, seguro que no te entusiasma mucho oír estas cosas. —Kellan hizo una pausa mientras Denny hablaba, luego Kellan se rió—. Sí, bueno, al menos no he dicho que nos has pillado en medio de la faena… eso sí que habría sido incómodo.
Cerré los ojos y negué con la cabeza. Idiota. Broma o no, Denny no tenía ninguna necesidad de imaginarnos a Kellan y a mí juntos. Escuché un silencio y abrí mínimamente un ojo para mirar a Kellan; estaba frunciendo el ceño.
—¿Denny? ¿Sigues ahí? —Tras otro segundo, las arrugas de su frente menguaron y una sonrisa de alivio ocupó su lugar—. No, la gira empieza mañana, estamos liándola a base de bien hoy en nuestra última noche en Seattle.
Suspiré y puse una mueca. No sabía que Kellan le hubiera dicho a Denny que se iba a ir unos meses. Me podía imaginar qué pensaría. Seguro que Denny no decía nada directamente, pero para sus adentros, habría establecido una comparación con el momento en el que me dejó a mí.
Intenté arrebatarle el teléfono una vez más tras preguntarme cómo evitar que Kellan le dijera algo estúpido a su amigo, estropeando así posiblemente la tenue amistad que los unía, pero él me mantuvo a raya tan lejos como su brazo le permitía mientras seguía cotorreando.
—Sí, lo sé. Seis meses, Denny. ¡En autocar, tío! Una gira de verdad en autocar, ¿te lo puedes creer? —Kellan hizo una pausa y luego ladeó la cabeza—. Sí, estoy entusiasmado de verdad… ¿Por qué?
Aprovechándome del breve momento de confusión de Kellan, le arrebaté el teléfono de la mano. Denny estaba riéndose cuando me llevé el móvil a la oreja.
—Hola, Denny, soy yo. Lo siento; ha estado… de celebración.
—Ya veo. Eh, ¿qué tal estás? —murmuró Denny, todavía riéndose entre dientes.
Sabía que se refería a la partida inminente de Kellan, pero respondí como si no supiera lo que me preguntaba.
—Oh, muy bien. El trabajo me mantiene ocupada y las clases son una locura, pero ahí voy.
Hubo una pausa y observé a Kellan. Había cruzado los brazos sobre el pecho y estaba moviendo el pie repetidamente contra el suelo como si de un adolescente petulante se tratara. Me mordí el labio para no reír. Tras el silencio, Denny volvió a hablar con voz seria.
—No, Kiera, me refiero a Kellan y su viaje.
Suspiré, cerré los ojos y me concentré en el teléfono.
—Sí, ya sé a qué te refieres. Estoy bien… de verdad. —Abrí los ojos y sonreí a Kellan; él me devolvió la sonrisa tambaleándose en el sitio levemente—. Es un gran momento para él. No se lo voy a arruinar…
Me mordí el labio; no quería decírselo a Denny.
Le escuché acabar la frase con un suspiro.
—Rompiendo con él para que lo deje todo y vuelva corriendo a por ti… aunque sea demasiado tarde.
Tragué saliva y le di la espalda a Kellan.
—Denny…
Denny se aclaró la garganta y se disculpó.
—Eh, lo siento. No quería entrar en eso. De verdad que no, Kiera. —Para ocultar su incomodidad, se volvió a aclarar la garganta—. Mira, llamaré más tarde cuando esté sobrio. Sólo quería desearle buena suerte en la gira. —Se rió ligeramente—. Aunque no es que la vaya a necesitar.
Sonreí tímidamente y volví a lanzar una mirada a Kellan, que se encontraba apoyado contra la pared del lado contrario, mirando fijamente la señal de salida al final del pasillo.
—Sí… se lo diré luego. —Ladeé la cabeza y la sacudí—. Gracias por llamar, Denny. Sé que significa mucho para Kellan.
Hubo un breve silencio.
—Sí… buenas noches, Kiera.
—Buenas noches, Denny.
Colgué el teléfono y lo mantuve en la mano durante un momento antes de devolvérselo a Kellan. Me estaba mirando atentamente otra vez y pestañeaba con lentitud. Cuando me acerqué a él y le tendí el móvil, él lo cogió de forma automática; seguía inexpresivo. Se lo metió en el bolsillo y, por fin, cambió de cara.
—Tengo hambre… ¿compartimos unas patatas fritas?
Solté el aire contenido en mis pulmones con un gran alivio y me alegré de que no fuera a empezar una pelea conmigo borracho por hablar con mi antiguo novio. Asentí.
—Suena genial. Haré que te preparen unas cuantas.
Asintió con una sonrisa radiante en los labios y luego me dio un rápido beso en la mejilla. A continuación recorrió el pasillo tambaleándose, pero en el proceso se paró con cada persona que le hablaba. Lentamente negué con la cabeza y recé para que no se indispusiera antes de que terminara la noche.
Aproximadamente una hora más tarde, se subió al escenario. El ruido en el local era ensordecedor, mientras los chicos se colocaban en sus posiciones para su última actuación oficial allí; el volumen estaba diez veces más fuerte de lo acostumbrado. Kellan tenía una expresión adorable en el rostro. Era una mezcla entre felicidad, alegría y emoción, con un toque de melancolía y una buena dosis de alcohol. Se había espabilado un poco tras haberle hecho tragarse un plato entero de comida, pero estaba bastante segura de que aún seguía sin sentir nada.
Se colgó la guitarra del hombro, agarró el micrófono con una mano y levantó la otra en dirección a la enorme multitud que se había girado hacia él; había gente todavía fuera, el bar estaba demasiado lleno como para acoger a más personas. Mientras los otros ajustaban sus instrumentos, Kellan barrió con los ojos a todos sus admiradores. Habría jurado que tenía los ojos azules un poco nublados cuando empezó a sacudir la cabeza con una expresión de incredulidad.
—Vaya… habéis venido muchos.
Les dedicó una radiante sonrisa tras hablar y la multitud respondió con un estridente grito de aprobación. Yo me encogí ante el sonido, pero Kellan sonrió más ampliamente.
Sacó el micrófono del pie y se acercó hacia el borde del escenario; yo recé porque no se cayera de culo al suelo.
—Quiero daros las gracias a todos por venir, por apoyarnos durante tanto tiempo. —Se detuvo y esperó a que el repentino ruido se disipara. La melancolía en su expresión se apoderó de él cuando miró directamente a los ojos a algunas de las fans frente a él. Suspiró y negó con la cabeza—. Voy a echar de menos esto…
Alzó la mirada y encontró la mía. Tardó un segundo en centrarse completamente en mí, pero, cuando lo hizo, se le iluminó la cara de nuevo.
—Voy muy pedo ahora mismo —murmuró, riéndose tontamente.
La multitud lo animó y gritó otra vez, y yo puse los ojos en blanco. Dios, esperaba que aún pudiera actuar, odiaría que su último concierto fuera un asco. La melancolía al pensar que ésa sería su última actuación estuvo a punto de poder conmigo, pero me resistí. Ya tendría tiempo luego para obsesionarme con eso. Por ahora, mientras estuviera ocurriendo, quería disfrutarlo. Sonriéndole, sacudí la cabeza y volví a mis quehaceres. Lo escuché reír de nuevo, y Evan inició su intro.
Empezaron tocando la canción nueva, y yo escuché atentamente mientras buscaba alguna indicación de que a Kellan le pasara algo, pero estaba perfectamente. Tenía el tono de voz perfecto e incluso su guitarra sonaba bien. Nunca en la vida, con sólo escucharlo, alguien habría adivinado que no era capaz ni de andar en línea recta. Memoria muscular… una de las verdaderas maravillas del universo.
Después de la canción nueva, la banda volvió completamente loco al bar con todos sus éxitos más famosos. Yo los observaba cada vez que podía. Kellan sonreía y flirteaba mientras miraba a lo que era su hogar desde encima de aquel pequeño escenario. No había nada más natural que verlo cantar junto a sus amigos con esa pared negra detrás decorada con varios estilos de guitarras, como telón de fondo. Aunque estuviera entusiasmada con lo que el futuro podría depararle, también iba a echar de menos esto.
A mitad de todo el repertorio, Kellan tocó y cantó mi canción. Paré de trabajar y me tomé un descanso para poder escucharlo. Era la canción que había estado cantando la noche en la que volvimos juntos. Era la canción que había escrito sobre nosotros, después de que le hubiera roto el corazón. La odiaba y me encantaba al mismo tiempo.
Atravesé la marabunta de admiradores como pude hasta llegar a la primera fila. Alguien me rodeó con los brazos y parpadeé al ver a mi hermana. Se había pasado por el bar tras su turno en Hooters y se había mezclado con la multitud. Le sonreí y luego centré toda mi atención en mi novio. Él me había seguido con la mirada a cada paso que daba entre la muchedumbre y ahora sus ojos me atravesaban fogosos mientras cantaba su melancólica oda al dolor y la pena. Todavía seguía haciéndome llorar.
Ladeó la cabeza hacia mí y se acercó al borde del escenario. Las admiradoras se volvieron locas al ver lo cerca que se encontraba y alargaron sus brazos para poder tocarlo. Les prestó atención durante un momento y se arrodilló justo delante de mí. Entonces, hizo caso omiso del mundo, de las admiradoras que le rozaban los vaqueros con sus dedos, y clavó los ojos en mí para dejarse el corazón en la canción. Para cuando acabó de cantar la última nota las lágrimas me caían por las mejillas.
Sonrió, aún de rodillas, y me indicó con el dedo que me acercara mientras él hacía lo propio. Olvidándome de que estaba en medio de un concierto, me limpié las lágrimas y me incliné hacia él para besarlo. Los gritos y chillidos que se escucharon cuando juntamos nuestros labios me recordaron que ya no estábamos solos en la trastienda. Al instante quise apartarme, muerta de la vergüenza, pero él alargó el brazo y me agarró de la cabeza. Se rió contra mi boca y me pegó más a él para profundizar el beso.
Me puse roja como un tomate al sentir cada par de ojos que había en el bar fijos en mí. Cuando por fin se apartó, sus labios sonreían con picardía. Sabía lo mucho que me molestaban esas cosas. Prefería quedarme en el fondo, donde nadie reparara en mí, que tener a todas esas mujeres mirándome con la boca abierta. Lo golpeé en el brazo y le lancé mi mejor mirada de «luego hablaremos de esto». Se volvió a poner de pie riéndose.
Al mismo tiempo que las admiradoras me empujaban, algunas haciéndome preguntas y el resto intentando ocupar mi lugar para inclinarse y, de alguna manera, pegar sus labios a los de él, serpenteé entre la multitud y pasé de largo a mi hermana y al resto de la gente que ahora observaba cada uno de mis movimientos. Aunque sentía que me moría de la vergüenza, sentía un cosquilleo en los labios, justo donde me había tocado.
Cuando el largo repertorio de la banda por fin acabó, la muchedumbre rompió en aplausos y silbidos. Kellan sonrió mientras asimilaba cada palmada y cada silbido; ahora, tras haberse pasado dos horas en el escenario, parecía más sobrio. Evan sonrió de oreja a oreja mientras chasqueaba sus palillos. Matt bajó la mirada al suelo mientras se descolgaba la guitarra del cuello, y Griffin levantó la barbilla y evaluó a la concurrencia con aires de sentirse como el mismo rey entre esas paredes.
Kellan agarró su guitarra por el mástil y levantó una mano pidiendo silencio. El bar se calló casi al instante y por un momento el único sonido que se escuchó fue el de las puertas al abrirse y cerrarse.
—Al grupo y a mí nos gustaría daros las gracias a todos otra vez. Sois los mejores fans que pudiéramos haber pedido nunca y vamos a echar de menos actuar para vosotros cada fin de semana… —dijo Kellan, sonriendo.
Se paró y se deleitó en la imagen de todo el mundo estando embelesado por él y luego, sonriendo con picardía, señaló a Matt.
—¡Ahora vayámonos todos a casa de Matt y cojámonos un ciego que no olvidemos en nuestra puta vida!
Un sonido atronador de conformidad estalló entre la multitud a la vez que Matt le fruncía el ceño a Kellan. Griffin le dio una palmadita en la espalda a la vez que el grupo se bajaba del escenario. Kellan guardó su guitarra en su funda y se la colgó del hombro; era el único que no dejaba su instrumento en el bar. Pensé que quizá Matt y Griffin se llevarían los suyos esta vez también, ya que no iban a volver, o al menos durante una buena temporada. Sin embargo, luego recordé lo que las chicas y yo estaríamos haciendo mañana al mediodía una vez que los muchachos hubieran dejado la ciudad. Guardaríamos sus cosas, la batería de Evan, las guitarras y todo el equipo de sonido que fuera suyo. Nos encargaríamos de todo para que no tuvieran que hacerlo ellos una vez que cerrara el bar, para que pudieran relajarse y disfrutar de su última noche en Seattle.
Mientras me obsesionaba con ello, Kellan se abrió paso entre la gente para llegar hasta mí. Fue una ardua hazaña; lo paraban y lo toqueteaban a cada paso que daba. Incluso tuvo que rozarse con la chica con la que se había acostado en el pasado que habíamos visto antes en la universidad. Ella y sus amiguitas habían aceptado su invitación y habían ido a ver el concierto. Levantó la mirada hacia mí y rápidamente se deshizo de ella. No pude evitar la pequeña sonrisa que se dibujó en mi cara al ver el gesto de decepción en la suya.
Cuando por fin llegó hasta mí, me rodeó los hombros con un brazo. Suspiró en mi oído mientras me abrazaba y murmuró:
—No me puedo creer que ésta haya sido nuestra última actuación aquí. —Se separó y se encogió de hombros—. Este lugar es mi hogar.
Sacudí la cabeza y le acaricié la mejilla con mis nudillos.
—Volverás —dije como si nada, y Kellan torció el gesto.
En realidad no sabíamos si o cuándo el grupo iba a volver y si lo haría. Ir de gira podía desembocar en toda clase de posibilidades, y todas ellas apuntaban más alto que simplemente tocar en un bar pequeño cada fin de semana.
No quería pensar en ello, así que señalé su guitarra.
—¿Por qué no vas a guardarla en el coche y nos vamos con Matt a su casa? —Suspiré y negué con la cabeza—. Estoy segura de que estarás loco por llegar a tu fiesta.
Al darme cuenta de que mi hermana estaba detrás de él, la saludé con la mano rápidamente mientras ésta salía por las puertas con Griffin.
Sonriendo, Kellan movió el brazo que tenía alrededor de mis hombros hasta mi cintura.
—No, pienso ayudarte a limpiar aquí antes de irnos… juntos.
Conmovida por dentro, fruncí el ceño.
—Es tu fiesta… ¿no quieres ir? —Miré a la marabunta de gente que salía del bar y el desastre que dejaban tras ellos—. Podría tener que quedarme aquí otra hora más.
Kellan se rió entre dientes y volvió a entrar en mi campo de visión.
—No si puedo quedarme a ayudarte. —Sonrió y sacudió la cabeza—. Además, quiero pasar la noche contigo… no con un puñado de borrachos que apenas conozco.
Sonreí yo también y me incliné hacia él para besarlo.
—Vale, bien. Entonces vuelve en cuanto guardes la guitarra. —Él asintió contra mis labios y, riéndome un poco, añadí—: Y no te olvides de darme las llaves del coche.
Se apartó y arqueó una ceja.
—Me he espabilado en el escenario. Puedo conducir perfectamente.
Arrugué el ceño y entorné los ojos.
—¿Te acuerdas de haberle dicho antes a Denny que yo no paso tiempo «ahí abajo»?
Los ojos de Kellan se abrieron como platos al recordar esa conversación horriblemente vergonzosa que había tenido antes. Se mordió el labio y retrocedió un paso, preocupado porque le volviera a dar un guantazo en la cara.
—Ah, cierto… sí, te daré las llaves —murmuró.
Sonreí con complicidad y asentí. Sí, dejarme conducir era lo mínimo que podía hacer por mí tras ese pequeño comentario.
Kellan terminó hablando con algunos clientes habituales en vez de ayudarme, pero no me importó; estaba conmigo, lanzándome sonrisas cada vez que miraba. Prefería eso a que estuviera en la fiesta con un puñado de mujeres a las que les encantaría darle un regalo de despedida. Un regalo de despedida muy íntimo. Y a ellas seguramente no les molestaría ni lo más mínimo pasar tiempo «ahí abajo».
Cuando todos los clientes por fin se fueron y el local estuvo lo bastante limpio como para que los del turno de mañana no se acordaran demasiado de nosotros al día siguiente, Kellan y yo nos dirigimos a su coche. Kate, Jenny e incluso Rita nos siguieron hasta casa de Matt y Griffin. Kellan, enfurruñado durante todo el camino, me dijo que me dirigiera a las afueras de la ciudad. Era raro que Matt y Griffin compartieran una casa adosada en la periferia. No pegaba con Griffin. Francamente, siempre me lo había imaginado viviendo encima de un burdel o algo similar, y supongo que así sería si fueran legales en el país.
Aparcamos más o menos a ochocientos metros de la casa y después seguimos caminando hacia donde se celebraba la fiesta, que estaba llena hasta los topes. Mientras Kate y Jenny contaban a Rita anécdotas graciosas y ésta se reía, yo eché una ojeada al diminuto barrio y me pregunté cuánto tiempo pasaría antes de que alguno de los vecinos llamara a la poli por el ruido que las estrellas del rock estaban haciendo en plena noche.
Kellan abrió la puerta de entrada y entró cuando nosotros nos acercamos; aquella casa era otro hogar para él. El ruido de los altavoces con el bajo, grave y punzante, me golpeó los tímpanos primero, luego le siguió el murmullo y los silbidos de las docenas y docenas de personas. El sonido se amplificó más cuando Rita cerró la puerta a sus espaldas. Kellan me sonrió y asintió en la dirección en la que quería que nos moviéramos. Tras dejar el bolso y el abrigo en el armario que ya estaba completamente lleno, le cogí la mano.
Nos empezó a guiar directamente a través de la marabunta de gente que había en el salón. La casa de Matt y Griffin era mucho más grande que la de Kellan; el salón tenía un diseño espacioso que dejaba un amplio espacio para bailar en el centro. Un grupo de fiesteros claramente borrachos ya estaban dándolo todo. Un tipo grande y con barriga cervecera incluso estaba haciendo alguna clase de contoneo sexy, o eso debía de creer él, al mover y sacudir su barriga delante de un grupo de muchachas que no dejaban de reír tontamente. Kellan se rió entre dientes cuando pasamos por su lado y le dio una palmadita en el hombro para que nos dejara pasar. Las chicas al instante se pegaron a él como lapas y dejaron al gracioso bailarín con lo suyo.
Me agarré a la mano de Kellan con más fuerza y por fin logramos cruzar el gran tumulto de gente hasta llegar a la zona del comedor, donde un grupo de gente estaba sentado a una mesa de casi dos metros de largo. La mesa estaba bastante destrozada; la dura madera estaba arañada y abollada por todas partes, pero a la gente que ya iba bastante contentilla y que estaba jugando a las cartas para seguir bebiendo parecía no importarle en absoluto. Kellan se paró ante la mesa y observó el caos durante unos pocos segundos con una sonrisa divertida en la cara.
Cuando una rubia puso morritos porque tenía que terminarse su cerveza casi llena, Matt llegó a nuestro lado y le dio a Kellan una palmadita en el hombro.
—Por fin, llegáis. La gente preguntaba por ti.
Sonreí al ver el rostro adorablemente ruborizado de Matt. Sus ojos estaban ligeramente desenfocados. Supuse que se había dejado llevar en su fiesta de despedida. Rachel apoyó la barbilla sobre su hombro por detrás de él y me sonrió. Sus ojos estaban radiantes y sobrios. Si Matt estaba sucumbiendo al alcohol, ella no. Le sonreí y la saludé con la mano. Me sentí al instante agradecida de que al menos una persona en esa fiesta se comportara de forma responsable.
Matt me sonrió y alzó las cejas.
—Hola, Kiera. Tenemos de todo… ¿qué quieres beber?
Miré a sus espaldas, hacia la cocina, y me percaté de que las largas encimeras estaban repletas de todo los tipos de cerveza y licor que existían en el planeta. Parecían estar mejor abastecidos que el propio bar de Pete. Me reí de Rita, que había entrado en la habitación por el otro lado y se encontraba ahora sirviendo copas, tal y como hacía en el bar.
Negué con la cabeza.
—Estoy bien, de verdad. Gracias.
Matt asintió y lo dejó pasar. Kellan se giró y me frunció el ceño.
—Eh, necesitas una copa.
Torcí el gesto y arqueé una ceja.
—¿Me vas a presionar tú a mí para que beba?
Él sonrió y puso los ojos en blanco. Se inclinó hacia mí y pegó los labios a mi oreja. Tuve que dejar de respirar por un segundo cuando su aliento me recorrió el cuello y mi cuerpo comenzó a arder.
—No quiero que te pases toda la noche pensando en que me voy.
Sus palabras hicieron que la pequeña llama de deseo que se había encendido en mi interior se apagara y me eché hacia atrás para mirarlo.
—No quiero que te pases nuestra última noche pensando en ello… pero lo harás, ¿verdad? —añadió frunciendo el ceño.
Suspiré y asentí de mala gana. Sí, su inminente partida era en todo lo que podía pensar en ese momento. Ni siquiera todas las distracciones de la fiesta podían evitar que dejara de pensar en ello durante mucho rato.
Él también suspiró, pero luego me rodeó la cintura con los brazos y me dio un beso en la frente.
—Quiero que te relajes y que te diviertas un poco conmigo. —Se agachó hasta estar a mi misma altura y levantó una ceja—. ¿Puedes hacerlo?
Respiré hondo y me tomé un momento para memorizar sus facciones. Me giré otra vez hacia Matt, que se había pasado toda nuestra breve discusión chupeteándole el cuello a Rachel, mientras ella intentaba hacer que parara, y le di unos golpecitos en el hombro. Cuando me miró parpadeando un par de veces, le señalé el alcohol que circulaba por la casa.
—Tomaré algo… dulce.
A Matt se le iluminó la cara y se inclinó hacia adelante para abrazarme. Esa muestra de efusividad fuera de lo normal me hizo reír tontamente mientras le daba unas palmaditas en la espalda.
—¡Te traeré la copa, Kiera! —exclamó y se puso manos a la obra como si yo fuera un miembro de la familia real al que tuviera que complacer.
Kellan se rió de su amigo mientras me besaba el cuello.
—Gracias —me murmuró al oído.
Estaba a punto de decirle que ya me lo agradecería luego si me emborrachaba y le vomitaba en el coche, pero justo entonces se oyó un grito en el salón por encima de la música. Kellan y yo retrocedimos para poder echar una ojeada a la gran estancia. Empecé a reírme al instante. Evan había encontrado a Jenny y, pequeña como era, se la había echado al hombro. La estaba achuchando un poco y dándole cachetadas en el culo de broma mientras ella chillaba.
Mientras Kate intentaba ayudarla a bajar al suelo, Jenny se reía y se agarraba al osito de peluche que era su novio. Me vio entre el gentío y levantó una mano.
—¡Kiera, ayúdame!
Evan se giró para mirarnos y giró a Jenny también en el proceso. Ella pataleó, pero Evan la tenía bien agarrada. Él nos sonrió a Kellan y a mí, y luego nos saludó rápidamente con la mano. Kellan le devolvió el saludo y se rió entre dientes; entonces me sonrió a mí con un brillo juguetón en los ojos.
Yo abrí los míos como platos y retrocedí.
—Ni se te ocurra, Kyle.
Le puse un dedo en el pecho cuando su sonrisa se volvió pícara y retrocedí hasta chocar con una de las sillas de la mesa. La muchacha que estaba sentada se puso de pie, tambaleándose, y me agarró por los hombros.
—Yo ya he terminado… juega tú.
Me obligó con fuerza a sentarme y lo hice con bastante brusquedad.
No había terminado de sentarme cuando de repente Matt apareció a mi lado y me tendió un vaso enorme lleno con algo medio naranja, medio rosa.
—Aquí tienes, Kiera. Algo dulce. —Se echó a reír mientras se erguía—. Como tú.
Sonreí a Matt y le di las gracias en el mismo momento en que alguien puso un par de dados frente a mí. Miré con el ceño a la morena que me los había dado y comencé a negar con la cabeza. No tenía ninguna intención de jugar. Ella puso los ojos en blanco, me los colocó en la palma y luego hizo que los soltara.
Toda la mesa gimió con sorna mientras miraba el par de unos que habían salido. Todos parecían saber lo que significaba… yo no tenía ni idea. Kellan empezó a reírse y yo, irritada, le lancé una mirada. Matt me dio una palmadita en el hombro para consolarme, y murmuró algo que sonaba como: «Te prepararé otra, Kiera».
Kellan señaló mi bebida.
—Los ojos de serpiente significan que tienes que beberte todo el vaso. —Me quedé mirándolo boquiabierta. Rita le pasó una cerveza y apoyó la mano en su hombro de una forma un poquito demasiado casual. Kellan levantó la cerveza en mi dirección—. De un tirón, nena.
Sonreí con suficiencia y sacudí la cabeza.
—En realidad, ni siquiera estaba jugando…
Toda la mesa empezó a abuchearme y a mostrar su descontento; alguien incluso me lanzó el tapón de una botella. Kellan soltó una carcajada y se encogió de hombros al mismo tiempo que yo agarraba el vaso. Sabiendo que él quería que me soltara y que me divirtiera un poco, llegué a la conclusión de que ésa era una forma tan buena como cualquier otra, así que me bebí el contenido de una vez y me obligué a mí misma a tragarme el líquido lo más rápido que pudiera.
Quemaba horrores.
Lo que fuera que Matt me hubiera preparado era fuerte. Cuando terminé de tragarme el vaso entero, no pude parar de toser y los ojos me lloraban. Notaba que el estómago me ardía y la cabeza casi me flotaba. Sonreí a Kellan cuando la mesa estalló en vítores. Dios, teniendo en cuenta el nivel de aprobación que había obtenido, casi se podía pensar que beber era un deporte y que yo acababa de llevarme la medalla de oro.
—Oye, tu novia sí que sabe tragárselas bien… cabrón suertudo —le comentó alguien a Kellan cuando Matt me trajo otra bebida del mismo color melocotón que antes.
Kellan empezó a reírse, pero paró inmediatamente cuando se encontró con mi mirada glacial. Agarró al tipo de la chaqueta y lo levantó de la silla.
—Me toca —le dijo sentándose en su sitio. Yo sonreí mientras le pasaban los dados. Capullo. Ojalá a él también le salieran los ojos de serpiente.
A medida que la noche progresaba, mi suerte en el juego no mejoró. Parecía que cada vez que alguien hacía algo, yo era la que tenía que beber. El vaso apenas se separaba de mis labios y empezó a darme vueltas la cabeza cada vez más y más rápido conforme pasaba más tiempo sentada a la mesa. La bebida, sin embargo, se volvió más y más suave. Llegó un momento en que prácticamente parecía agua con sabor a chucherías.
La morena asquerosa sentada a mi derecha, que me había obligado a empezar ese fiasco en primer lugar, se rió tontamente y me dio cinco bebidas… porque sí. Después de soltar un juramento y empezar a bebérmelas, ella ladeó la cabeza de forma adorable hacia Kellan.
—Lo siento, Kellan, de verdad que no estoy intentando hacer que tu novia se emborrache.
Quise mirarla con malicia y murmurar: «Sí, sí que lo estás haciendo», pero todavía no había terminado con las copas que me habían adjudicado.
Kellan sonrió a la chica guapa de mi lado, pero antes de que mis celos pudieran aparecer en todo su esplendor, sus preciosos ojos azules buscaron los míos. Incluso ahora que mi cabeza funcionaba a trompicones pude apreciar la belleza que había en esos dos fosos oscuros.
—No, adelante, emborráchala —le dijo sin apartar la mirada de la mía. Luego, con una sonrisa pícara, añadió—: La probabilidad de que esta noche pille no aumentará si lo haces.
Quise ruborizarme y avergonzarme, pero lo cierto es que a esas alturas ya había tomado demasiado alcohol.
—¿Desde cuándo has necesitado tú ayuda con eso? —solté entre sorbos y riéndome.
Sorprendentemente alargué las palabras sólo un poco.
Kellan, con todo su encanto, arqueó una ceja en mi dirección mientras la mesa rompía a carcajadas. Se había espabilado un poco en el escenario, pero a juzgar por todo el tiempo que llevaba jugando a esto conmigo, tenía que estar tan mareado como yo. Dibujó una sonrisa de medio lado y se echó hacia delante en la mesa.
—Cierto… —murmuró con voz de borracho.
Estaba sentado a la mesa en el lado opuesto a mí, en diagonal, pero nuestros pies se tocaban por debajo. La mesa estaba llena de gente, y la habitación, de espectadores, pero cuando Kellan centró sus ojos en los míos y mi cuerpo se inundó de calor como respuesta a su mirada, podríamos haber pensado que estábamos solos.
Se pasó los dientes por el labio inferior; el movimiento era tan sexy que yo misma me mordí el mío. Luego bajó la voz hasta un tono seductor que normalmente solía usar sólo cuando estábamos solos y envueltos el uno en los brazos desnudos del otro.
—Pero a lo mejor puedo conseguir que hagas eso único que no…
De repente recordé que no estábamos solos, ni abrazados en la cama, y me puse casi de pie para cortarlo.
—¡Kellan Kyle! ¡Cierra la boca!
Él se rió y se recostó contra la silla. Unas cuantas personas de la habitación se rieron con él y yo, por fin, sentí cómo el rubor se apoderaba de mis mejillas. Se encogió de hombros y sacudió la cabeza.
—Sólo es una idea…
Cuando entorné los ojos en su dirección, con lo que únicamente conseguí que la gente se riera más, él ladeó la cabeza y se me quedó mirando de un modo claramente cariñoso.
—Eres una borrachina adorable, Kiera.
Sonreí y terminé de ponerme de pie; el estado de humor me había vuelto a cambiar. Me observó con curiosidad cuando me eché sobre la mesa y paré el juego por completo a la vez que todo el mundo se nos quedaba mirando como pasmarotes. Por una vez no me importó que lo hicieran. Kellan era todo lo que me importaba y quería que me besara… aunque tuviera que subirme a gatas en la mesa para conseguirlo.
Sonreí ante la imagen que había tomado forma en mi mente y lo llamé con el dedo. Arqueó las comisuras de los labios de una forma peligrosamente atractiva, se levantó ligeramente y se inclinó sobre la mesa también. Nuestros labios se unieron a mitad de camino; yo entreabrí los míos cuando su lengua me rozó. Mi nublada mente escuchó unas cuantas risas tontas y otros tantos silbidos, pero la suave piel de Kellan tenía toda mi concentración. Casi quise que me tumbara encima de esa superficie de madera estropeada y llena de cerveza.
Cuando empezaba a considerar muy seriamente la idea de tirar de él para que todo su cuerpo estuviera en contacto con el mío, una voz en particular se hizo escuchar entre todo el caos.
—¡Pero bueno! ¿Estamos jugando a la botella?
Kellan y yo nos separamos al mismo tiempo y le lanzamos una mirada molesta al incordio que nos había distraído. Cuando Griffin se acercó a la mesa, contuve un suspiro. Bueno, ya sabía que estaba en la fiesta… sólo era cuestión de tiempo que hiciera acto de presencia. Eché una mirada a su espalda y vi que mi hermana estaba echada contra una pared con una expresión satisfecha y familiar en el rostro. De repente no quise saber dónde se habían metido esos dos antes.
Cuando Griffin se quedó junto a Kellan y le dio una palmadita en la espalda, él se levantó y sacudió la cabeza.
—No, Griffin.
Éste no le hizo caso y se agachó hacia la mesa. Cuando encontró un botellín de cerveza vacío, lo tumbó en el centro y lo hizo girar. La gente alrededor de la mesa empezó a reírse con el nuevo recurso que habíamos añadido al juego.
Con todo el mundo riéndose entre dientes a nuestro alrededor, me volví a sentar, roja como un tomate. No había jugado a la botella desde el instituto y lo último que querría era hacerlo con Griffin. Incluso estando borracha lo tenía muy claro. La morena sentada a mi lado se mordió el labio al mismo tiempo que se quedaba mirando fijamente a Kellan; sabía exactamente quién quería que le tocara. Yo no tenía ninguna intención de dejar que su deseo se hiciera realidad. Aguafiestas o no, nadie excepto yo iba a besar a Kellan esta noche.
Griffin tenía una expresión ansiosa en la cara mientras observaba cómo el botellín marrón giraba cada vez más lento. Al mismo tiempo que la habitación se callaba, expectante, eché una mirada a Kellan; aún seguía de pie frente a su asiento con los brazos cruzados sobre el pecho mientras contemplaba a Griffin con una sonrisa de suficiencia en la cara. Me pregunté si Kellan estaba tan en contra como yo a que alguien que no fuera él me besara. Me pregunté qué haría si a la botella le daba por pararse apuntándome a mí. Ay, Dios, ¿y qué haría yo si me señalaba a mí? Griffin no lo dejaría pasar con un simple rechazo. Aunque tuviera que perseguirme por todo el país, no pararía hasta conseguir su beso.
Justo cuando intentaba poner en marcha todos mis adormecidos sentidos para poder huir por la puerta de atrás, el botellín dejó de dar vueltas, y la gente comenzó a reírse a carcajadas. No supe por qué hasta que bajé la mirada, y entonces yo también rompí a reír. La botellita por fin se había parado y señalaba claramente a… Kellan.
Kellan torció el gesto con desdicha al bajar la mirada hasta la mesa, y luego, de repente, volvió a mirar a Griffin, que seguía mirando fijamente a la botella, pensando probablemente que seguiría moviéndose. Griffin levantó la mirada hasta Kellan al escucharle decir «Ni hablar» y negar con la cabeza. La gente alrededor de la mesa se rió incluso con más ganas y yo también. Los ojos me empezaron a llorar mientras me agarraba los abdominales debido al esfuerzo.
Matt y Evan se acercaron para ver de qué iba todo aquel jaleo mientras Griffin gruñía. Luego se encogió de hombros.
—Lo siento. Las reglas son las reglas. La botella es la máxima autoridad.
Kellan negó con la cabeza otra vez mientras Evan y Matt se unían a las risas y se tronchaban junto a la pared.
—Griff, no estamos jug…
Kellan no pudo terminar la frase. Griffin alargó los brazos, le agarró la cabeza y lo atrajo hacia él para darle un beso… y no fue ningún piquito, no. Kellan se resistió por un segundo y luego consiguió liberarse. Retrocedió un paso con la mano levantada hacia él a modo de advertencia. Unas cuantas personas sentadas a la mesa tuvieron que secarse algunas lágrimas de los ojos debido a la risa, yo incluida. Supongo que estaba equivocada con eso de que nadie más que yo iba a besar a Kellan esa noche.
—¡Joder, hombre!
Mientras Kellan atravesaba a Griffin con la mirada, este último retrocedió un paso y lo contempló con perplejidad.
—¿Qué? —Ladeó la cabeza y le dio un buen repaso a Kellan con la mirada. Luego se encogió de hombros—. Sí, no entiendo qué tiene tanta gracia… mi listón está bastante más alto. —Hizo un gesto con la mano mientras Kellan gruñía y volvía a cruzarse de brazos—. A lo mejor si haces esa cosa con la lengua…
Evan y Matt se doblaron hacia delante de lo mucho que se reían. Jenny y Kate se les unieron cuando asomaron las cabezas para ver qué pasaba. Mi hermana se reía a carcajadas contra la pared e incluso la tímida Rachel lo hacía en silencio. Las pocas personas que se habían atrevido a darle un sorbo a sus bebidas, estaban intentando desesperadas no escupir el trago por todas partes. Yo de verdad que no quería reírme al ver a un hombre besar a mi novio… y luego echarle en cara lo mal que lo hacía, pero era demasiado gracioso y estaba demasiado borracha. Me reí tanto como los demás, o quizás incluso más, porque no me imaginaba nada peor que recibir un beso de tornillo de Griffin.
Kellan le dio un puñetazo a Griffin en el pecho por el comentario y luego se rió entre dientes y se separó de él.
—Vete de aquí, capullo.
Con gesto ofendido, Griffin se alejó de la mesa.
—Como quieras, sólo era una pequeña sugerencia. O lo tomas o lo dejas. —Agarró a mi hermana por la cintura y la atrajo hasta él para darle un beso como Dios manda. Yo me encogí de la vergüenza hasta que no se separaron. Griffin sonrió con suficiencia al ver el estado jadeante en el que la había dejado—. Me guardaré mis habilidades para gente que de verdad las sepa apreciar.
Anna soltó una risa y volvió a pegar los labios contra los suyos mientras Kellan ponía los ojos en blanco.
Matt le dio una palmadita en la espalda a Griffin y ambos abandonaron la estancia junto con Anna y Rachel. Matt seguía agarrándose la barriga con las manos de reírse tanto. Kellan cerró los ojos y negó con la cabeza lentamente. Cuando los volvió a abrir se giró para mirar hacia donde yo me encontraba, riéndome. Sonrió al verme disfrutar tanto de su incómoda situación y hizo un gesto de desaprobación con la cabeza.
Entonces recorrió la habitación llena de gente que aún seguía riéndose de su mala suerte con la mirada. Recogió su cerveza de la mesa riéndose entre dientes él también, y señaló con ella el juego que ya se había quedado olvidado.
—Bueno, sobra decir que… me retiro.