18
Déjalo estar

Me quedé mirándome las manos mientras estábamos todos sentados alrededor de la mesa de roble. Lana, la atractiva representante de la discográfica, repartía al grupo papeles con mucha letra pequeña. Los chicos estaban leyendo en silencio, pero ella lo rompió para explicar los contratos en términos profanos. Intenté obviarla, y centrarme en lugar de en ella en la música que venía del piso inferior. Todavía no habían llegado ni siquiera a la mitad del concierto, así que Kellan y los chicos tenían tiempo más que suficiente para abrirse la puerta a esa oportunidad.

Cuando Lana dejó de hablar, Kellan alzó la mirada hacia ella y después miró a Matt y a Evan.

—¿Qué os parece, chicos? —preguntó con calma.

Como era la primera vez que oían hablar de ese contrato, ambos lo miraron con cara seria. Como si fueran uno solo, Matt, con su pelo rubio, peinado hacia arriba, y Evan, que llevaba el pelo castaño rapado, se giraron para mirarse. Entonces, ambos sonrieron y se giraron hacia Kellan. Matt asintió.

—Sí, cuenta con nosotros.

Kellan sonrió a sus hermanos de banda mientras Lana enseñaba a los chicos dónde firmar. Según lo que pude ver de los contratos, parecían bastante justos; no pretendían estafarlos ni nada parecido. Seguían teniendo el control sobre las canciones que producían y publicaban, así que Kellan podría seguir escribiendo su propio material. Los beneficios serían respetables desde el primer álbum, pero los contrataban para un total de tres, con opciones a más si tenían éxito. Y no me cabía ninguna duda de que así sería. Todavía tenía que conocer a alguien a quien no le gustara su música.

Mientras Kellan asentía y sonreía a sus amigos, oí un sonido de disgusto que provenía del otro lado. Algo triste, después del extraño momento con el teléfono de Kellan en el pasillo, miré a Griffin, que estudiaba ceñudo un trozo de papel.

—Oye, Kell, ¿te has leído esto? ¡No me creo esta mierda!

Matt se rió burlón y apostilló:

—Pues yo no me creo que sepas leer…

Griffin lo fulminó con la mirada, pero levantó lo que parecía una anotación del montón de papeles y se la pasó a Kellan. Él me echó una rápida mirada nerviosa.

—Sí lo he leído.

Mi curiosidad pudo más que mi sentido común, y pregunté a Griffin:

—¿Leer el qué?

Griffin levantó el papel hacia mí, como si supusiera que iba a poder leer esa pequeñísima fuente desde donde estaba sentada, a varios sitios de él.

—Aquí dice que no deberíamos mantener relaciones sexuales con ninguna de las chicas que nos rondan, ¡porque intentarán acostarse con nosotros sólo para quedarse embarazadas! Y entonces tendríamos que pagarles una asignación para el niño. ¡Y durante dieciocho años!

Se me quedó mirando perplejo con cara de asombro absoluto, como si nunca se le hubiera ocurrido algo así. Me habría parecido gracioso, pero como ya estaba de mal humor, entrecerré los ojos y miré a Kellan:

—¿Te han dado un folleto informativo sobre acostarte con fans?

Él se encogió de hombros y miró sus papeles.

—Es sólo un aviso.

Lana tomó la palabra para aclarar el tema.

—Es una precaución estándar que damos a todas nuestras futuras estrellas. Hay muchas personas diferentes que os pueden tener como objetivo, así que os damos unas pautas para que sepáis protegeros… y que no os manipulen. —Me sonrió con dulzura—. Es la forma que tiene la empresa de proteger su inversión. Es una práctica muy común hoy en día. —Después de soltar una risita, se encogió de hombros—. Los atletas tienen que hacer todo un seminario sobre el tema. —Se inclinó para buscar algo en su maletín, y murmuró—… Aunque rara vez escuchan.

Griffin resopló y tiró su bolígrafo.

—Bueno, ¿y qué sentido tiene ser una estrella del rock si no puedes tirarte a las fans?

Puse los ojos en blanco y me descubrí murmurando.

—Yo pensaba que esto iba de música.

Griffin, por desgracia, oyó mi comentario taciturno y decidió responder.

—No, no, estoy bastante seguro de que va de chicas.

Me puse colorada, y me apoyé en el respaldo con los brazos cruzados sobre el pecho. Idiota. Kellan extendió el brazo y me dio una palmada en el muslo. Quería apartarle de un golpetazo la mano por alguna razón. El comentario de Griffin se acercaba demasiado a la herida abierta. Oí a mi hermana dar una colleja a Griffin en la cabeza y volví a verlo quejándose a ella y frotándose la zona dolorida.

—¿Qué? —susurró él.

Ella puso cara de exasperación y sacudió la cabeza mientras Matt se reía del bobo de su pariente.

—A ver, no dice que no mantengas relaciones sexuales, sino que siempre deberías usar protección. —Matt apartó hastiado la mirada—. Puedes seguir acostándote con ellas, si quieres, pero ponte una gomita. —Se rió burlón, mientras sacudía la cabeza—. Y, por favor, hazlo. La última cosa que el mundo necesita es otro ser humano como tú.

Griffin fulminó a Matt con la mirada.

—¡Vete al diablo! —Con aspecto abatido, Griffin se volvió a mirar a Kellan—. ¿Es verdad? ¿Las chicas hacen eso?

Apretándome la pierna, Kellan se encogió de hombros.

—Algunas.

Volvió a coger su bolígrafo y Griffin empezó a firmar los papeles.

—Pues es una mierda.

Cuando Kellan acabó con su montón de papeles, se los entregó a Lana. Ella le sonrió mientras los guardaba en su maletín. Era una sonrisa amistosa, que indicaba claramente que le caía bien tanto a nivel personal como profesional. No es que me emocionara demasiado que fueran amigos, pero tampoco me sorprendió. Kellan hacía amigos allá donde fuera, aunque no siempre fuera consciente de ello. A veces creo que pensaba que estaba completamente solo en el mundo, pero no era así. Incluso sin mí, había un círculo de personas bastante amplio a quienes les importaba.

Después de darme un beso en la mejilla, me puso los labios junto a la oreja. Cerré los ojos y le oí susurrar:

—Me quedan todavía cuarenta y cinco minutos de tiempo libre… ¿Quieres que vayamos a algún sitio más privado?

Sólo pude asentir mientras me inundaba el deseo. Puede que siguiera teniendo dudas e inseguridades, todavía seguía cuestionándome si era demasiado cariñoso con Lana, o con otra fan, y tal vez aún quisiera sacarle el teléfono del bolsillo para leer sus mensajes secretos, pero al fin y al cabo, lo amaba y lo había echado mucho de menos, y quería estar a solas con él.

Kellan se levantó y dijo a los chicos que los vería antes de que se fueran. Matt y Evan me miraron, sonrieron y asintieron. Griffin seguía mirando el contrato terriblemente confundido. Anna se apoyó sobre su hombro, con los pechos pegados a su brazo. Su mirada se desvió y pasó a mirarle directamente el escote. Entonces ya no pareció tan confundido. De hecho, no pareció importarle el contrato en absoluto.

Llevándome galantemente la bolsa, Kellan me condujo fuera del edificio a través de una salida secreta, escondida. Daba al lugar donde estaban aparcados sus autocares detrás del teatro. Abrió la puerta de uno, se volvió para sonreírme, y me invitó a entrar con la cabeza.

—Vamos, te enseñaré dónde vivo ahora.

Solté una risita mientras le agarraba la mano. Nunca había estado en un autocar de gira antes. Había una serie de asientos acolchados, unos enfrente de los otros, bajo enormes ventanas, y mesitas insertadas entre ellos. De algún modo, me recordaba al interior de un tren y sonreí al recordar que mi primer viaje en tren había sido con Kellan…, y parecía que hubiera sido hace décadas.

Kellan dejó la bolsa encima de una de las mesas vacías, después fuimos a un área acortinada. En esa parte del autocar, separada por la pesada cortina, no había ventanas al exterior, la única luz que llegaba hasta nosotros era la de las pequeñas bombillas del suelo.

Kellan se giró hacia mí, me cogió por la cintura. Era un sitio tranquilo, nuestras respiraciones eran el único sonido que no absorbían las pesadas puertas de tela. Apoyando la cabeza contra la mía, dijo suavemente: «Bienvenida a mi dormitorio».

Recuperé la respiración cuando acercó los labios a los míos:

—¿Tu dormitorio? —suspiré.

La expectación de estar con él convertía mi cuerpo en gelatina.

Sus labios formaban un ángulo con mi boca, y me acariciaba la mandíbula. Dejé vagar la mirada mientras él echaba su aliento sobre mi piel.

—El mío y el de los otros chicos…

Deslizó una de las manos por mi espalda, mientras dejaba un rastro de suaves besos por mi cuello. Conforme mi respiración se aceleraba, levanté la cabeza para que no se encontrara con obstáculos en su camino.

Siguió murmurando, con una voz tan jadeante como la mía, mientras avanzaba y continuaba describiendo aquel hogar ambulante.

—Vamos todos encajonados en estos receptáculos, como sardinas.

Llegó a la base de mi garganta y siguió moviéndose hasta colocar la lengua en el centro. Se me escapó un jadeo y dejé caer la cabeza hacia atrás mientras le recorría la espalda con las manos.

Con un ruido de profunda satisfacción cuando llegó a la parte superior, me acarició la mejilla con la mano con la que no me agarraba el culo.

—No es tan espaciosa como tu cama de casa, pero hay sitio suficiente para dos…

Apoyó la cara contra la mía, y con los labios muy cerca de los míos, casi nos tocábamos. Era difícil centrarse en nada que no fueran sus labios, pero me obligué a mirar aquello de lo que me estaba hablando. Junto a las paredes de aquella área cerrada, había literas. Cuatro camas una encima de otra, con dos filas a cada lado. Cada cama tenía su propia cortina para cerrarla y tener un poco más de privacidad… supongo. Parecían excesivamente pequeñas y claustrofóbicas.

Kellan separó la mano de mi mejilla y señaló la litera que estaba a continuación de la hilera contra la que nos apoyábamos.

—Ésa es la mía —susurró él—. Mi casa lejos de casa, donde intento y consigo dormir un poco, en medio de un montón de tipos que roncan y apestan.

Soltó una risa, y después suspiró y volvió a reposar su mano en mi cara. Cuando retrocedió para volver a mirarme, tuve que reconocer que su cara estaba bellísima con la suave iluminación del suelo; con sus ojos oscuros buscó los míos.

—Donde sueño contigo… Donde te echo de menos…

Cuando me vio aferrarme a él, se le humedecieron un poco los ojos, e inmediatamente me ocurrió lo mismo a mí.

—Yo también te añoro, Kellan.

Entonces, ya no pude aguantar ni un minuto más, entrelacé la mano entre sus cabellos y apreté sus labios contra los míos. El soltó un quejido ante mi énfasis, y me devolvió el beso con la misma fuerza con la que yo lo besaba. El espacio tranquilo se llenó rápidamente de respiraciones aceleradas y gemidos ruidosos del momento en que volvíamos a conectar. Empujándome contra el marco de la cama, Kellan alargó el brazo para pasarme la pierna alrededor de la cadera. Le arañé con las uñas la espalda mientras su cuerpo se alineaba con el mío. Al diablo, tal vez debería dejar que me tomara allí mismo, contra esas mismas camas.

En todo momento su boca estaba en la mía, entregada a la necesidad. Alargué el brazo y le subí la camiseta. Me ayudó cuando estaba ya a mitad de camino, y la lanzó por encima de su hombro a algún punto que no llegué a ver. Pasé los dedos sobre las líneas sinuosas que formaban mi nombre sobre su pecho, y con un suspiro lleno de erotismo, me susurró algo que sonaba como a «Te quiero, te echo de menos» o incluso «Te deseo»… estaba demasiado aturdida para entenderlo con claridad.

Empujó su cadera contra la mía, la dureza de su deseo se complementaba con la dulzura del mío, le rodeé la cabeza con los brazos y lo atraje hacia mí. Dios, cuánto lo había echado de menos. Con los labios pegados a mi cuello, se abrió paso con los dedos por debajo de mi camiseta. Cuando llegó suficientemente alto, me apartó el sujetador y me besó con su boca caliente uno de mis pezones sensibles. Extremadamente sensible. Al parecer, mi pezón había añorado sus caricias, tanto como su boca llevarme al borde del clímax.

Confiada en que estábamos solos, solté un largo grito cuando estuvo a punto de hacerme perder todo el control con las caricias de su lengua. Gimió contra mi piel, mientras sentía que mi cuerpo se tensaba para llegar a ese momento glorioso. Apartándose un poco, usó rápidamente una mano para desabrocharme los vaqueros. Grité: «Sí», cuando sus dedos se dirigieron hacia el lugar que definitivamente me haría caer en una espiral de frenesí. Por mucho que sus notas hubieran sido eróticas y hubiera disfrutado de sus llamadas tórridas, nada podía compararse a que me tocara físicamente.

Estaba agarrada a sus hombros y jadeaba con todas mis fuerzas, anhelando que deslizara el dedo sobre mí, una sola vez, cuando un rayo de luz que entraba en la estancia me cegó.

De inmediato, Kellan sacó la mano de mis pantalones y me soltó el pecho, para ayudarme a volver a ponerme toda la ropa en su lugar. Fue un auténtico jarro de agua fría, justo cuando estaba a punto de llegar al clímax. Aun así, me esforcé por respirar como una persona normal.

Kellan también respiraba rápidamente cuando se colocó delante de mí, para protegerme de cualquier mirada, aunque él estaba mucho más desvestido que yo.

Mientras los dos nos quedamos mirando a la persona que entraba a la zona de dormir, donde supuso que estaban los baños, me abroché rápidamente los vaqueros. Sin soltarme de los hombros desnudos de Kellan, miré por encima y descubrí a un tipo que iba vestido como un rockero desaliñado. Llevaba un peinado desastroso y patético, una pobre imitación de la imagen sexy de Kellan, en mi opinión. Era evidente que quería dejar claro que era un músico porque cumplía con todos los tópicos: un lápiz de ojos grueso, pulseras atadas en ambas muñecas y anillos en forma de calavera en cada uno de los dedos, pintados de negro. Para ser más evidente, sólo tendría que haberse grabado en la cara la frase: «Soy un rebelde y nunca me comprenderás».

Aunque esperaba que ese tipo no me hubiera oído casi llegar al orgasmo, y sabía que era imposible que no hubiera oído buena parte, me puse roja como un tomate. Él fingió sorpresa mientras sujetaba la cortina abierta, cegándonos todavía con la luz.

—Vaya, lo siento, Kellan… No pretendía interrumpir. —Se rió burlón y me sonrió mientras entraba en la estancia—. Hola, encanto, ¿qué tal?

Enterré la cara en el hombro de Kellan, deseando desaparecer. Ahora dos compañeros de gira de mi novio tendrían motivos para mortificarme. Maravilloso.

Kellan apartó al músico de un empujón en el hombro, intentando que saliera del área privada en la que intentábamos tener nuestro momento especial.

—Sí, bueno, estas cosas pasan, no te preocupes.

El hombre se rindió ante la fuerza de Kellan y se rió mientras volvía al otro lado de la zona acortinada.

—Sí, sí, ya me voy. —Cuando estaba abriendo el otro lado, se volvió con una mueca a Kellan y le dijo—: Joder, no sé cómo te las arreglas para conseguir montártelo siempre con la más guapa. —Me miró de arriba abajo—. Y dos en una noche… ya me gustaría a mí tener ese aguante.

Sentí que me quedaba lívida, mientras miraba a Kellan, que también parecía más pálido. Apenas oí al rockero decir:

—Oye, encanto, yo estoy disponible, por si quieres que echemos otro polvo después. No me importa quedarme con sus sobras… otra vez.

Yo estaba también demasiado aturdida para responder. En realidad estaba demasiado aturdida para hacer prácticamente cualquier cosa. En un par de frases, ese hombre acababa de confirmar todos mis mayores miedos. Kellan me engañaba… continuamente. Mientras oía las risas del rockero que se iba, aparté las manos de su cuerpo. Ya no me apetecía tocarlo. Lo observé cerrar los ojos, tragar saliva y volver a abrirlos. Casi a cámara lenta, se volvió hacia mí.

Sin pensar. Sin darme cuenta de lo que hacía. Mi mano reaccionó por sí sola, y le pegué una bofetada en la mejilla. El anillo de compromiso que llevaba en un dedo le arañó la piel, le hizo un corte en la mandíbula, y una gotita de sangre le cayó sobre la piel.

—¡Hijo de puta! —grité, alejándolo de mí, tanto como me permitía aquel espacio angosto.

Cerró los ojos y se frotó la mandíbula.

—Cielos, Kiera. ¿Podrías dejar que me explicara antes de empezar a gritarme?

Me miró con un destello de ira en los ojos, pero no era nada en comparación con la ira y la traición que yo sentía.

—¿Puedes explicar lo de «que te quedas con la chica más guapa»? ¿Puedes explicar lo de «dos en una noche»? ¿Puedes explicar lo de «que se queda con tus sobras… otra vez»?

Con un suspiro, Kellan se pasó la mano por la cara. Cuando volvió a mirarme, parecía menos enfadado. Yo no.

—Sí, Kiera, puedo explicártelo.

Le di un golpecito con el dedo en su pecho cincelado, lo empujé y le hice retroceder.

—¿Me estás engañando?

Me cogió la mano e intentó que entrelazáramos los dedos.

—No, en absoluto. —Se agachó para mirarme a los ojos, pero yo estaba tan furiosa que no podía ni mirarlo—. De verdad que no, Kiera. Ya te lo he dicho antes… Varias veces probablemente.

Tras respirar hondo, intenté hacerle con tranquilidad una pregunta. Me temblaba la voz, mientras intentaba controlarla.

—Entonces… ¿De qué estaba hablando?

Kellan me tomó la otra mano, para intentar que relajara la mano con la que le había pegado. Quizá pensó que si le daba otro golpe, no sería con la palma abierta. Es curioso, nunca me había considerado una mujer violenta antes de estar con él. Supongo que me había hecho sacar ese lado de mí.

Cuando vio que no conseguía nada intentando controlarme las manos, Kellan me tomó por las mejillas y me obligó a mirarle, aunque empezaban a humedecérseme los ojos. Contuve las lágrimas. No quería llorar.

Con el ceño fruncido, seguía intentando que lo mirara a la cara.

—Miente, Kiera. Es probable que lo dijera para ponerte furiosa. Sabe quién eres. Todos aquí lo saben. Me paso todo el tiempo mirando ese álbum de fotos… —Sonrió con dulzura y sacudió la cabeza—. Todo el mundo cree que eres preciosa…

Le golpeé las manos.

—¿Por qué iba a mentir ese hombre? —dije poniendo especial énfasis en las palabras «ese hombre», para dejar claro que ahora estaba mucho más inclinada a creer que me estaba mintiendo.

Con un suspiro, Kellan sacudió la cabeza, apartando las manos de mí un momento.

—Porque fuimos la última banda que se unió a la gira y hemos conseguido ser los segundos del cartel. Porque Lana se interesó por nuestra banda y no por la suya —dijo él encogiéndose de hombros—. Porque es un imbécil infantil inmaduro, que me tiene una manía especial, Kiera, y si te hacía dudar de mí conseguiría que nos pasáramos la noche peleándonos en lugar… —Volvió a suspirar y levantó las manos—. Porque esto, justo lo que está pasando ahora, es lo que buscaba… es su forma estúpida de vengarse porque nuestra banda es mejor que la suya.

Al ver la expresión exasperada de su cara, me ablandé un poco. Sonaba plausible, pero igual que la mayoría de sus mentiras. Lo sé. En el pasado, cuando habíamos estado tonteando a espaldas de Denny, siempre había sido muy consciente de cuándo mentía, aunque se le daba muy bien.

—¿Por qué iba a creerte? —susurré.

Volvió a levantar los brazos agitado.

—¡No he hecho nada malo! ¿Por qué no me crees?

Justo entonces, como si el destino intentara fastidiarnos todavía más, el teléfono de Kellan hizo un ruido en su bolsillo; acababa de recibir un mensaje de texto. Cerró los ojos, y pareció maldecir nuestra mala suerte, igual que yo. Cuando volvió a abrir los ojos, me miró sin expresión.

Fruncí los ojos.

—¿Tienes que responder?

Sacudió la cabeza.

—No.

Apreté las mandíbulas, volví a cerrar las manos en puños y dije casi siseando:

—¿Cómo lo sabes? Podría ser importante.

Suspiró largamente antes de negar con la cabeza.

—Tú eres importante… Lo otro puede esperar.

Volvieron a humedecérseme los ojos

—¿Qué puede esperar? —susurré, sin estar segura de si su última afirmación me reconfortaba o no.

Se acercó a mí e intentó ponerme la mano en la mejilla:

—No estoy haciendo nada malo, cariño. Te quiero y te soy fiel. —Levantó el anillo, y tocó el metal con el pulgar—. Te lo prometí… Te lo prometo.

Dejó caer la frente suavemente contra la mía.

—No tenemos mucho tiempo para estar juntos. Por favor, simplemente, déjalo estar.

—¿Qué tengo que dejar estar? —susurré.

Dejó escapar otro suspiro, y sus labios se acercaron a los míos.

—Te amo, Kiera… Por favor, tienes que creerme.

Quería oponerme, quería gritarle para que me contara lo que me estaba ocultando, que me dijera algo que me hiciera creer en él, pero todas esas palabras cayeron en el olvido, cuando su boca lentamente se movió sobre mi piel.

Tal vez estaba siendo débil… tal vez no estaba preparada para saberlo. Por el motivo que fuera, en cualquier caso… lo dejé estar.

Tras tomarse un momento para calmarse, Kellan recuperó la camiseta, se la puso y nos tumbamos uno junto al otro en su litera. Había un compartimento en la pared y me fijé en las pertenencias que procuraba tener a mano: el cuaderno que le había regalado, su discman, el álbum de fotos que mi madre y mi hermana habían hecho para él, y el cochecito de juguete. Tragué saliva, y quise creerlo. Acaricié el cochecito.

Kellan suspiró y me besó en el hombro.

—Te quiero —murmuró.

Con el coche en la mano, recordé la conexión que teníamos, la forma en que se había abierto a mí, en que me había dejado entrar en su vida, como nadie antes, ni siquiera a sus compañeros de grupo. Entonces alcé la mirada y le respondí:

—Yo también te quiero…

Sonrió, tomó uno de mis mechones de pelo y me lo puso detrás de la oreja antes de seguir la cadena alrededor del cuello. Sacó el collar de mi camiseta, acarició con el pulgar el filo de la guitarra de plata; el diamante del centro brillaba, incluso en la tenue luz que nos rodeaba.

Frunció el ceño, la dulce sonrisa de sus labios desapareció mientras se miraba los dedos.

—Kiera… debería decirte algo…

Odiaba el nudo que se me había formado instantáneamente en el estómago. Aunque odiaba saber que me escondía cosas, inmediatamente recordé que yo tampoco se lo contaba todo. Mientras la culpa deshacía el nudo que ardía en mi interior, susurré:

—Yo debería decirte algo también…

Noté un destello de interés en sus ojos cuando me miró, frunciendo el ceño.

—¿Decirme qué?

Después de tragar saliva, mientras intentaba mirarlo directamente a su cara perfecta, busqué una forma de romperle el corazón. Era totalmente consciente de que reaccionaría mal a las noticias de que su oponente había vuelto a la ciudad. Por supuesto, Denny ya no era realmente rival alguno, pero Kellan siempre había sentido que no estaba a su altura. De hecho, parecía convencido de que yo estaría mejor con él. Si se enteraba de que mi ex novio volvía a formar parte de mi vida, especialmente mientras él estaba fuera… podría ser nuestro fin.

Lágrimas de pavor me nublaron la visión, mientras consideraba los extraños y secretos mensajes de texto de los que Kellan claramente no quería hablar, la duda lacerante que un rockero imbécil había sembrado en mi cabeza tan rápidamente, los vídeos de su amistosa actitud hacia Lana que me ponían loca de celos, el temor que se enredaba en mis entrañas ante lo que necesitaba decirme ahora…

Tal vez lo nuestro ya había acabado, y no me había dado cuenta todavía…

—Bueno…

Mientras tartamudeaba pensando en qué decir, la puerta del autocar se abrió y una voz familiar llegó a nosotros desde el exterior.

—¿Kell? ¿Estáis Kiera y tú aquí?

La voz jovial de Evan me recordó a tiempos más sencillos, cuando Kellan y yo simplemente estábamos teniendo una aventura secreta a espaldas de mi novio. Vaya, jamás habría pensado que llegaría el día en que ese sórdido momento de mi vida se convirtiera en «una época añorada».

Kellan suspiró, después se inclinó hacia delante y gritó:

—Sí, estamos aquí.

Evan se acercó a nuestra sección del autocar mientras le oí aclararse la garganta.

—Estáis… ya sabes… ¿vestidos?

Kellan soltó una risita cuando me sonrojé.

—Sí… ¿qué pasa?

—Tenemos que salir dentro diez minutos, así que, ya sabes, deberíamos prepararnos.

Kellan parpadeó y se apoyó en los codos.

—¿Ya? Maldita sea… —Se levantó y se volvió a mirarme—. Lo siento… Es nuestro turno.

Asentí, tragando saliva.

—Lo sé.

Me tendió la mano, pero no parecía seguro de si aceptaría cogerla o no. Mientras suspiraba lentamente, me levanté y le cogí la mano. Al margen de nuestros problemas, seguía amándolo… con toda mi alma y mi corazón.

Con un suspiro de alivio, me besó el dorso de la mano, justo por encima de mi anillo de pedida. Servil, lo miré a la cara; seguía teniendo un arañazo en la mandíbula donde le había dado con mi anillo. Como me sentía culpable por haberle hecho daño, me acerqué y le besé la mandíbula. Le brillaban los ojos cuando se cruzaron con los míos, y asintió, como si comprendiera mi disculpa silenciosa.

—Vamos… ¿No quieres vernos tocar?

Cuando conseguí sonreír al fin, asentí ansiosa y tomé su mano en las mías.

—Sí, por supuesto.

Si había algo que podía cambiar mi humor en un abrir y cerrar de ojos era ver actuar a Kellan. También había echado eso de menos.

Nos reunimos con Evan fuera, y me rodeó con el brazo. Sonreí mientras me apoyaba en él y, para mis adentros, pensaba en preguntarle si sabía algo sobre Kellan que yo desconociera. Sin embargo, no se lo pregunté. En primer lugar, probablemente no me lo diría, dado que Kellan era su amigo y, hasta cierto punto, su jefe; Evan evitaría involucrarse mientras pudiera evitarlo. Además…, Kellan no había dicho nada a Evan de lo nuestro. Se había sorprendido cuando lo descubrió. Estaba bastante segura de que ninguno de los chicos sabría nada más que yo sobre Kellan. Tendría que confiar en que él me lo diría cuando estuviera listo, y con suerte, no fuera demasiado doloroso…

Volvimos por la entrada supersecreta para estrellas del rock, y nos abrimos paso a toda prisa hasta bastidores. Justin me saludó cuando pasamos a su lado; su grupo cerraba la noche, después de que tocaran los D-Bags. Me puse colorada al devolverle tímidamente el saludo. Ahora ni siquiera me sentía cómoda cerca de él.

Por suerte no vimos al rockero que había soltado todos aquellos chismes sobre Kellan. Creo que habría acabado dándole un puñetazo si me lo hubiera vuelto a encontrar.

Cuando llegamos a la sala de espera que estaba justo al lado del escenario, miré al grupo que estaba despidiéndose e inclinándose ante la multitud. Los nervios me inundaron cuando Kellan me soltó la mano y cogió la guitarra. Me estaba poniendo nerviosa por él; la pequeña sección de la multitud que podía ver desde donde estaba, me parecía descomunal, y el ruido cuando presentaron a la banda de Kellan era ensordecedor, cien veces más fuerte que en el local de Pete. Kellan, no obstante, parecía muy tranquilo mientras esperaba con un pie en un peldaño, sonriéndome.

Justo cuando la multitud se calmó, me hizo una señal con la cabeza, después se giró y saltó al escenario. Sacudí la cabeza al verlo. Si tuviera que ponerme en su lugar, estoy segura de que me quedaría helada sobre aquel escenario, incapaz de moverme. El resto de los chicos lo siguió ahí fuera, y yo me quedé observando, fascinada. Evan y Matt saludaban, mientras Kellan y Griffin se agachaban para dar la mano a unas pocas fans afortunadas de las primeras filas.

El rugido de la multitud se hizo incluso mayor, y juraría que un par de las chicas a las que Kellan acababa de tocar estaban llorando. Todo parecía tan… irreal. Incluso sin que cada emisora de radio del país repitiera alguno de sus éxitos sin parar, aquellas chicas sabían quién era Kellan, y conocían a su banda. Los chicos lo tenían todo a su favor para alcanzar el éxito… incluso un contrato con el mismo sello discográfico que había lanzado el álbum de Justin.

Mientras pensaba en qué podía significar eso para nosotros, añadido a todo lo demás, mi hermana me rodeó la cintura con los brazos.

—¿No te parece emocionante, Kiera?

Me giré para ver a mi hermana, preciosa y vivaracha, y sentí celos momentáneamente por la simplicidad de su relación con Griffin. Ambos sabían exactamente lo que tenían y qué significaban el uno para el otro. Ni engaños, ni mentiras, ni celos, ni… nada. Se daban mutuamente lo que necesitaban, y, cuando lo conseguían, seguían cada uno por su lado. En cierto modo, era un juego en el que todos ganaban. Aunque también sonaba un poco vacío.

Apoyándome en sus brazos, asentí. Se me disparó la adrenalina cuando vi a Evan empezar la actuación. Después llegó el turno de Matt, y Kellan se incorporó; de repente, me sentí como si estuviéramos de vuelta en el loft de Evan, viendo actuar a los chicos. Sólo que en esa ocasión había mucho más público.

Se me dibujó una amplia sonrisa cuando la voz de Kellan llenó el teatro. Era tan bueno. Parecía que le costaba tan poco esfuerzo como respirar. Le había visto hacerlo borracho, deprimido, resfriado; demonios, incluso lo había visto subido en un escenario con una gripe estomacal. Con una pinta algo verdosa esa noche, pero su voz… siempre sonaba increíble.

Su presencia en escena era única. Kellan brillaba con luz propia. Era una de esas cosas que el rockero del autocar no comprendería jamás. No basta con disfrazarte y esperar que cuele, si no tienes auténtico talento: o tienes esa chispa o no la tienes. Y Kellan la rezumaba. Creo que, aunque fuera menos atractivo, seguiría captando todas las miradas. Simplemente era… especial.

Su actuación era más corta que cuando tocaban en el bar de Pete, puesto que compartían la noche con muchas otras bandas, pero la muchedumbre parecía satisfecha cuando acabaron. Me gustó que Kellan no hubiera tocado la canción melancólica que había escrito para mí mientras estábamos separados. No sé, incluso aunque la tocara en el local de Pete, no quería que gente de todo el país cantara mi canción.

En lugar de eso, el grupo se ciñó a sus mayores éxitos, todas las que me gustaban a mí y a los fans de casa. Aunque la noche no había salido según lo previsto, estaba encantada por haber seguido el impulso de mi hermana y haber volado hasta allí. Sabía que recordaría esa experiencia para siempre.

Con una reverencia final, Kellan sacudió la cabeza, se inclinó hacia delante y besó a la chica que lloraba en la mejilla. Parpadeé, perpleja ante lo que acababa de hacer, pero me reí cuando la chica se dejó caer como desmayada sobre sus amigas. Sacudí la cabeza por lo extraño que me resultaba todo aquello, mientras que Anna resoplaba encantada.

Después de bajar del escenario, saltando los peldaños de dos en dos, Kellan me estrechó en sus brazos. Llevado obviamente por adrenalina pura, me hizo girar en círculos, riéndose mientras yo chillaba. Noté la fuerza de sus brazos en mis muslos cuando me levantó, y echándose hacia atrás, me miró.

—¿Qué te ha parecido?

Con un suspiro, le pasé los dedos por el pelo y apoyé la cabeza contra la suya.

—Creo que ha sido una actuación perfecta, Kellan.

Me dejó en el suelo y me sonrió con dulzura. La última banda que tenía que actuar pasó por delante de nosotros, y Kellan se volvió para verlos ponerse tras los micrófonos. Con una sonrisa, me miró y enarcó una ceja.

—¿Quieres quedarte a ver a tu banda favorita?

Sonrojándome, eché una ojeada para ver a Justin en el escenario un microsegundo antes de girarme de nuevo a mirarlo a él.

—Mi segunda banda favorita.

Kellan se rió, le pasé los brazos alrededor del cuello y apoyé la cabeza en su hombro.

—Sólo quiero estar contigo… donde sea… —le susurré al oído.

Apoyó el mentón en mi pelo, asintió y me abrazó con fuerza.

—Vale —murmuró, antes de que la música del escenario sofocara su voz.

Los D-Bags se dispersaron: Evan y Matt hablaban emocionados del contrato que acababan de firmar, Griffin no le quitaba las manos de encima a Anna, y Kellan y yo nos quedamos donde estábamos, abrazándonos, balanceándonos ligeramente con la música que nos rodeaba. Sentí paz y, de nuevo, aquella satisfacción familiar. Si hubiera podido, me habría quedado así toda la noche. Me habría quedado abrazada a él para siempre.

Sin embargo, esa opción no entraba en nuestras posibilidades de esa noche y antes de poder darme cuenta, el espectáculo se había acabado y el personal técnico había empezado a desmontar el escenario. Kellan me apartó de en medio, y volvimos a la zona de bastidores, donde un grupo de fans se había reunido para poder ver a los chicos.

Como el profesional que era, Kellan se quedó y firmó autógrafos mientras yo esperaba en una silla, en una esquina. Ninguna de las chicas reparó en mí, y yo no tenía reparos en que Kellan se llevara toda la atención.

Después de un rato, alguien del club finalmente apareció para desalojar el local. El hombre se acercó, con una mirada imponente en la cara.

—Usted también señorita… Tiene que salir todo el mundo.

Me agarró del codo e instintivamente me solté, cosa que a él no le gustó nada.

—No puedes quedarte, todas las groupies tienen que irse.

Fruncí los ojos.

—Yo no soy una groupie.

Él puso los ojos en blanco, como si tuviera que oírse la misma cantinela todas las noches. Justo cuando me preguntaba cómo convencer a otro de los de seguridad de que no era una fan que acosaba a los chicos, Kellan intervino.

—Perdona, está conmigo.

El gorila se encogió de hombros y me dejó en paz. Entonces él me agarró de la mano, entrelazando sus dedos con los míos y volvimos a la salida secreta. Mientras caminábamos, me dedicó una sonrisa traviesa

—Ese pequeño incidente me ha recordado… ¿Qué has hecho exactamente para entrar al backstage?

Suspiré y me tapé la cara con la mano.

—No te gustará saberlo.

Se rió, girándose para caminar hacia atrás por el pasillo.

—Ahora definitivamente quiero saberlo —dijo, enarcó una ceja y me miró expectante.

Incapaz de resistir su mirada sensual, murmuré:

—Enseñar los pechos al tío de la puerta.

Kellan se detuvo en el acto y corrí hacia él.

—¿Que has hecho qué? —dijo sencillamente.

Fruncí el ceño, sacudí la cabeza y di un paso atrás.

—No pensaba dejarnos entrar hasta que Anna y yo le enseñáramos los pechos. Como mínimo yo llevaba sujetador… Anna, no.

Kellan apretó la mandíbula, y su expresión se endureció. Su cara me recordaba a la de la noche que había impedido que ese pervertido me sobara, la noche que se había ganado la cicatriz en las costillas.

—¿Qué aspecto tenía?

Escudriñó el pasillo que había detrás de mí, como si estuviera buscando al tipo.

Levanté la mano, para que centrara su mirada en mí.

—Oye, no pasa nada. —Hice una mueca y añadí—: Fue asqueroso y humillante, pero no me hizo daño. Ni siquiera me tocó.

No mencioné que había sobado un poco a Anna, ni que se había ofrecido a «hacérselo conmigo». La primera de dos invitaciones indeseadas aquella noche. ¿Cómo me había vuelto tan popular de repente?

Kellan soltó el aire, negando con la cabeza.

—¿Por qué has aceptado algo así? Podrías haberme llamado… Habría dejado dicho que te dejaran entrar.

Suspiré, acariciándole la mejilla.

—Quería darte una sorpresa.

Frunció los ojos.

—Pensabas que me acostaba con Lana. ¿Querías darme una sorpresa… o pillarme?

Me mordí el labio y sacudí la cabeza.

—No estoy segura —murmuré.

Kellan se dio media vuelta moviendo la cabeza incrédulo, y empujó la puerta para salir. Se me escapó otro suspiro y lo seguí lentamente.