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Mi novio, la estrella del rock
Según el meteorólogo del Canal Cuatro, era el verano más caluroso jamás registrado en Seattle. Como sólo llevaba allí poco más de un año, me fie de lo que decía el buen hombre. Notaba el calor de la piel de cada persona por todos los empujones y tropezones de quienes me rodeaban. El roce de mi cuerpo contra aquellos desconocidos me provocaba cierto desagrado. E incluso resultó más repugnante que algunos desconocidos pensaran que, por estar en un grupo tan apiñado, tenían la posibilidad de invadir mi espacio personal. Esa tarde me quité a tortazos más manos del culo que todas las veces que había estado en el bar de Pete.
El sudor me chorreaba por la espalda y empapaba la camiseta que llevaba puesta, y por un momento maldije la ropa que había elegido. Levanté la vista hacia el cielo azul, completamente despejado, el sol del mediodía me dio de lleno en los ojos y me cegó. Me subí más las mangas cortas de la camisa negra que llevaba puesta y luego intenté hacerme un nudo sobre el ombligo con las dos puntas inferiores, como MaryAnn, una de las protagonistas de la Isla de Gilligan.
Luego sonreí al recordar por qué la llevaba puesta y qué hacía en mitad de aquella multitud de cuerpos sudorosos. Miré por encima de las pocas filas de gente acalorada que tenía delante de mí, me fijé en el escenario vacío y una oleada de nerviosismo me recorrió el cuerpo; pero no por mí, sino por mi novio. Era su gran día, para él y para su grupo, y empecé a moverme impaciente mientras esperaba a que subiera a ese escenario. Sabía que aparecería en cualquier momento para agarrar ese micrófono, y que la multitud que lo esperaba rugiría con un aullido ensordecedor.
Estaba impaciente.
Alguien me agarró por los brazos desnudos.
—¿No te parece increíble, Kiera? ¡Nuestros chicos van a tocar en Bumbershoot!
Miré a mi mejor amiga, compañera de trabajo y confidente: Jenny. No tenía la cara cubierta de sudor como yo, y sólo parecía estar algo sofocada, pero eso le daba un aspecto precioso. Sin embargo, le brillaban los ojos tanto como a mí. Su novio también tocaba por primera vez en el Seattle Music Festival.
Yo también la agarré por el brazo y, con la voz un poco aguda por la impaciencia, respondí:
—¡Lo sé! Todavía no me creo que Matt les consiguiera una actuación aquí.
Moví de un lado a otro la cabeza, impresionada porque que mi novio fuera a tocar en el mismo sitio donde Bob Dylan actuaría esa misma noche. Hole y Mary J. Blige tocarían durante los dos días siguientes.
Jenny apartó la mirada cuando un desconocido se dio de bruces con ella. El tipo parecía completamente emporrado. Con un gesto de resignación, se volvió de nuevo hacia mí y me dio con la coleta de cabello rubio en la cara.
—Evan me dijo que tuvo que esforzarse mucho para conseguirles este sitio. ¡Y es perfecto! Una tarde de sábado de un día de verano perfecto, y justo entre dos grandes actuaciones. No puede ser mejor.
Alzó la mirada hacia el cielo y los rayos del sol se reflejaron en las letras blancas de la camiseta negra que llevaba, idéntica a la mía. En ella se veía en grandes letras el nombre completo de nuestro grupo favorito, los Douchebags, aunque a menudo lo acortaban a D-Bags por motivos publicitarios.
Asentí cuando volvió a mirarme.
—Lo sé. Kellan me dijo que…
Un repentino estallido de sonido me interrumpió y miré de inmediato hacia el escenario. Sonreí de oreja a oreja al ver lo que había llamado toda la atención de la ruidosa muchedumbre. Nuestros D-Bags por fin habían decidido conceder al público el favor de aparecer.
Las filas que se encontraban justo delante de la puerta de acceso al escenario comenzaron a saltar y a aullar cuando Matt y Griffin salieron en primer lugar. La actitud de Matt era la de siempre, tranquila, y saludó al público con una sonrisa y un leve gesto de la mano. Luego se acercó al micrófono mientras se colocaba la guitarra. Le grité, pero los gritos de la gente que nos rodeaba no le permitió oírme. Paseó los ojos de color azul claro por la multitud con una mirada nerviosa mientras se ajustaba la cinta de la guitarra sobre los hombros.
El comportamiento de Griffin fue completamente diferente. Era el primo salido de Matt, que siempre andaba buscando llamar la atención. Al salir corrió arriba y abajo por la parte delantera del escenario chocando la mano del público y luego levantó el puño varias veces. Sus ojos, también claros, buscaron entre la multitud, y aunque no le gritaba a él, me oyó. Nos vio a Jenny y a mí algo alejadas de la primera fila, y nos señaló con la mano. Luego levantó dos dedos formando una uve delante de la boca e hizo unos cuantos movimientos sugerentes con la lengua que me pusieron las mejillas coloradas, más de lo que el sol asfixiante había conseguido. Aparté la mirada de inmediato.
Muchas de las personas que nos rodeaban a Jenny y a mí se volvieron hacia nosotras y se echaron a reír. La vergüenza que sentía se triplicó.
—¡Mmmm, Griffin! —exclamó Jenny con descaro, y luego se echó a reír con el gentío.
Meneé la cabeza en un gesto negativo, y deseé que mi hermana, Anna, no estuviera ese día en la toma de fotos para el calendario del restaurante Hooters. Así quizá podría mantener un poco a raya a su especie de novio.
Mientras tanto, Evan había aparecido en el escenario y, al ver el descarado comportamiento sexual de Griffin, miró hacia donde estábamos nosotras. Sonrió y saludó con la mano antes de mandarle un beso a Jenny. Ella lo atrapó en el aire y se lo devolvió. Su sonrisa dulce se hizo más amplia, pero después de saludarnos, se volvió para fijarse en dónde estaba, y en sus ojos oscuros apareció una expresión de asombro. Su gesto me hizo reír, y me alegré de que aquel chico, que era tan buena persona, dedicara unos segundos a disfrutar de su éxito.
Un momento después, el volumen de los gritos se hizo tan fuerte que me empezaron a pitar los oídos. Las chicas que estaban a mi lado, que parecían tener como mucho catorce años, comenzaron a abrazarse las unas a las otras y a exclamar: «¡Dios, Dios! ¡Ahí está! ¡Santo cielo, qué bueno está! ¡Oh, madre mía, madre mía!»
Sonreí y volví a menear la cabeza. Me sorprendía y divertía a la vez el efecto que mi novio roquero tenía en la gente. Por supuesto, lo entendía perfectamente. Recordaba muy bien la impresión que me causó la primera vez que lo vi. Y, en realidad, todavía lo hacía. El simple hecho de verlo salir lleno de confianza al escenario, un lugar que le pertenecía por completo, me provocó un cosquilleo por todo el cuerpo y un deseo enorme de tenerlo.
Kellan se dirigió con pasos lentos hacia el micrófono. O quizá se trataba de su paso habitual, pero mi mente había apretado el botón de acción a cámara lenta. Fuera cual fuera el motivo, me pareció que tardaba una eternidad en llegar hasta el micrófono. Caminó con una mano en alto, con la que saludaba al gentío que lo aclamaba, y se pasó la otra por maraña de pelo espesa, cuidadosamente despeinada, como si acabara de levantarse de la cama. El calor y el sudor hacían que su mata de color castaño claro resaltara todavía más, lo que me daba unas ganas tremendas de comérmelo.
Me mordí el labio inferior mientras él daba los últimos pasos lentos hacia el micrófono, y paseó la mirada por el público mientras ajustaba la altura del pie. Sabía por propia experiencia qué sentían las personas de la primera fila al recibir la mirada de esos ojos de color azul oscuro. Kellan tenía una forma de mirar que te hacía sentir la única persona del mundo, aunque estuvieras rodeada de una multitud; y si a eso le añadías su media sonrisa tremendamente seductora, el resultado era un hombre capaz de hacerte arder con una sola mirada. A mí ya me estaba encendiendo, y ni siquiera me había mirado directamente todavía.
Mientras giraba la cabeza de un lado a otro con la esperanza de verme, me fijé en su mandíbula, tan fuerte, tan masculina, tan increíblemente atractiva que casi te encogía el estómago. Las chicas que estaban a mi espalda también lo pensaban. Oí claramente entre el griterío cosas como «Esta noche me lo llevo a casa», «Dios, está para follárselo». Me resistí al impulso de darme la vuelta y decirles que llegaban tarde y que estaba pillado, y en vez de eso me concentré en no apartar la mirada de él. Sabía que no debía sentirme celosa o irritada por los comentarios de sus admiradoras, pero me parecían menos apropiados que los de las chicas de catorce años.
Los ojos de Kellan acabaron de buscar entre la otra mitad de la multitud, y finalmente miró hacia donde estábamos. Nos localizó a Jenny y a mí casi de inmediato, como por arte de magia. Mi amiga agitó la mano para saludarlo y luego le silbó. Me sonrojé y le sonreí cuando sus ojos de increíble intensidad se clavaron en los míos. Me hizo un gesto con la cabeza y movió los labios para decir: «Te quiero».
Las estúpidas que estaban detrás de mí empezaron a gimotear cuando se creyeron que se lo decía a ellas. Me contuve de nuevo para no decirles que lo conocía, y que era mío. Eso no cambiaría lo más mínimo lo que sentían por él y, en cambio, provocaría que me acosaran con una lluvia de preguntas sobre nuestra vida privada. Unas preguntas con unas respuestas que no quería dar a unas completas desconocidas. Ya había tenido muchas de ésas en la universidad antes de que Kellan y yo comenzáramos a estar juntos.
En vez de eso, moví los labios con discreción y le respondí que yo también lo quería antes de levantar los dos pulgares como gesto de ánimo. Se echó a reír al ver el gesto y meneó la cabeza. Estaba claro que confiaba plenamente en que la actuación iba a ir de miedo. Y así sería. No cabía duda de que Kellan se había preparado a conciencia desde hacía años para ese momento. Había tocado en bares y clubes de todo Los Ángeles y luego en Seattle, después de que murieran sus padres. En cierto sentido, llevaba preparándose para ese momento toda la vida.
Se colgó una guitarra del hombro y rodeó el micrófono con la mano. Los gritos se intensificaron de nuevo cuando quedó claro que iba a hablar. Oí su risa cálida por el sistema de altavoces, y luego: «¡Hola, Seattle!» Las chicas que me rodeaban comenzaron a saltar y a corear su nombre. Me eché a reír e intenté apartarme de las más enloquecidas, pero no tenía adónde ir, así que acabé tropezando con un par de tíos que tenía delante de mí.
Murmuré unas cuantas disculpas cuando se volvieron para mirarme fijamente, y la voz de Kellan me impactó de nuevo.
—Somos los D-Bags… por si no lo sabíais. —Se produjo otra oleada de gritos—. Y tenemos algo para vosotros… si lo queréis.
Alzó una ceja después de decirlo, y se quedó mirando a unas cuantas de las chicas que estaban en primera fila y que se comportaban de un modo demasiado sugerente para mi gusto, pero sabía que estaba fingiendo. Aunque el gesto de la cara decía «luego puedes follarme», no era eso lo que sentía en el corazón. Yo estaba en su corazón. Mierda, yo estaba tatuada encima de su corazón. Sonreí al darme cuenta de que ninguna de las mujeres presentes era consciente de ello. Bueno, aparte de Jenny.
Kellan levantó un dedo para acallar al gentío. Sorprendentemente, consiguió disminuir los gritos.
—¿Lo queréis? —preguntó de un modo sugerente.
La multitud indicó con gritos que quería lo que les ofrecían. Jenny le gritó su respuesta poniéndose las manos alrededor de la boca, y yo la imité.
Me fijé en que Kellan movía la cabeza al mismo tiempo que flexionaba la mano. Evan ya estaba sentado delante de la batería y movía el cuerpo siguiendo un ritmo que sólo oía él, al mismo tiempo que hacía girar una de las baquetas entre los dedos. Vi que mientras Kellan contemplaba a la multitud, Griffin intentaba que un par de chicas se levantaran las camisetas. No quise saber si lo conseguía.
Kellan se llevó una mano al oído.
—Bueno, si lo queréis, tengo que oíros pedirlo.
Se oyeron más gritos y más aullidos, y, a mi espalda, continuaron las sugerencias obscenas, pero no me importó. Ya no me importaba ninguna de ellas, porque Kellan volvía a mirarme fijamente, y la expresión de pura felicidad de su cara fue suficiente como para que merecieran la pena todas aquellas mujeres descaradas, todos los individuos que intentaban manosearme y todos los desconocidos sudorosos.
Cuando me sonrió, tuve la sensación de que su alma cobraba vida. A él le encantaba aquello. Aparte de mí, era lo único para lo que vivía Kellan. Era cierto que se esforzaba por comportarse como si no le importara, como si fuera algo que hacía simplemente por las noches. Sin embargo, con el tiempo me había dado cuenta de que era su modo de manejarlo. Creo que una parte de Kellan temía que se lo arrebataran. No había tenido la mejor de las infancias. De hecho, lo había tenido bastante difícil. Podía contar detalles horribles que harían que la mayoría de la gente saliera corriendo a refugiarse en la bebida y las drogas. Kellan, no obstante, había encontrado la música, y la música, junto a un apetito sexual intenso y saludable, lo habían salvado de pasar la vida esclavizado por unas adicciones que le hubieran destrozado la mente.
Entonces echó la mano hacia atrás y giró la muñeca, y Evan, que estaba esperando la señal, comenzó a tocar de inmediato.
La canción era rápida, pegadiza, y aunque ya la había oído un millón de veces, empecé a saltar por la emoción que me provocaba. Había algo en los cuerpos ruidosos y asfixiantes que se rozaban contra mí, en las vibraciones ensordecedoras de la música a todo volumen, y en el sol ardiente que nos quemaba a todos que provocaba descargas eléctricas a toda la muchedumbre allí reunida. A mí me dio un subidón. Apenas era capaz de imaginarme lo que debía sentir Kellan en esos momentos.
Su voz se armonizaba con la música de un modo perfectamente sincronizado. No importaba lo que sintiera en el escenario, a la hora de tocar, Kellan era un profesional. Las incontables horas de ensayo y los conciertos en locales pequeños que había dado por toda la zona habían dado resultado. Tenía una voz espectacular. Del gentío surgió un coro de chillidos agudos cuando por el micrófono resonaron las primeras estrofas por todo el recinto abierto. Era una de las primeras canciones del grupo, un clásico de los D-Bags, y muchas de las personas que me rodeaban comenzaron a corearla. Como había visto a Kellan escribir las letras de algunas de sus canciones, me causó impresión ver que la gente coreaba ahora esas mismas letras, sobre todo teniendo en cuenta el tamaño de la muchedumbre.
Brillaba al tocar y cantar. La atractiva media sonrisa de sus labios distraía de la canción. Siempre me sorprendía que pudiera cantar y tocar la guitarra al mismo tiempo. Yo apenas sería capaz de hacer una de esas dos cosas. Jenny agitaba las manos en el aire y chillaba y gritaba a su pareja, y yo hice lo mismo. Me sentía feliz de poder estar allí para apoyarlos, a él y al resto del grupo. Bueno, quizás a Griffin, no.
La canción acabó y la multitud respondió con un rugido estruendoso, incluidos los dos chicos que tenía delante de mí. Para Kellan y sus compañeros fue algo extático. Se merecían ese éxito. Para la siguiente canción, Kellan dejó la guitarra a un lado y sacó el micrófono del pie. El escenario era más amplio que el del bar de Pete, había más espacio para caminar, y también más espacio para que Kellan tonteara. Empezó la siguiente canción, y paseó la mirada por la multitud del mismo modo que solía hacerlo conmigo.
Eso me preocupó un poco, pero lo dejé pasar. Estaba emocionado por encontrarse allí, emocionado por actuar. Había vuelto a su antiguo yo, el tipo agresivamente atractivo que había visto por primera vez en el escenario. Ese comportamiento cargado de sexualidad me pareció excesivo en ese momento, pero al público que me rodeaba le encantaba. Por todas partes, veía manos extendidas hacia él, incluso desde las filas que tenía detrás de mí. No tenía muy claro qué esperaban todas aquellas mujeres. ¿Qué saltara de cabeza desde el escenario? Fruncí el ceño. Sería mejor que no lo hiciera. Podía hacerse daño… o podían abrazarlo hasta matarlo.
Apoyó un pie en uno de los altavoces y se inclinó para darle la mano a una admiradora, y me pregunté por qué había elegido a ésa en concreto. ¿Le gustaría su cabello? ¿O era la que estaba más emocionada de esa fila? ¿Era la que tenía las… ganas más grandes? Meneé la cabeza en un gesto negativo y procuré apartar de mi cabeza esas ideas. Tenía tantas cosas en las que concentrarse que probablemente ni siquiera pensaba en lo que hacía. Simplemente reaccionaba ante una admiradora que le pedía un poco más. Y claro que podían tocarle. No era una arpía tan celosa como para no soportar unas cuantas caricias. Dentro de lo razonable, claro.
Además, Kellan era muy capaz de mantener limitados al escenario toda aquella clase de tonteos. Nunca se comportaba de ese modo cuando cantaba en nuestra vida diaria. Nadie se daría cuenta entre las actuaciones de que ya era casi una estrella del rock. La verdad es que para cualquiera que no tuviera la experiencia necesaria, hasta podía parecer alguien perezoso, pero yo sabía que su mente siempre estaba activa, aunque sólo estuviera tomándose una copa en el bar.
Conforme la temperatura del espectáculo subía, empecé a preguntarme si se quitaría la camiseta. No era una idea tan absurda. Ya lo había hecho antes en otras actuaciones. Por lo que me habían dicho, en un par de ocasiones. Se limpiaba el sudor de la cara con la parte inferior de la camiseta siempre que podía, y dejaba así a la vista todos sus abdominales, cada uno de ellos definidos con precisión. A juzgar por la sinfonía de gritos que se oían cada vez que lo hacía, seguro que al público le hubiera encantado que lo hiciera. Bueno, a la mayoría del público al menos.
No tenía muy claro cómo me sentiría si todas aquellas mujeres se quedaban mirando a mi novio de ese modo. Tampoco estaba muy segura de que me gustara la idea de que dejara a la vista su tatuaje. Eso me preocupaba más. Pero después de pasarse el borde de la prenda por la cara, dejaba que la tela de la camiseta blanca cayera hasta cubrirle de nuevo. Preferí pensar que él también quería que el tatuaje siguiera siendo un secreto, algo sólo entre los dos. Y así debía ser. Aunque estaba sobre su cuerpo, pertenecía a nuestra intimidad. Era lo que lo había mantenido en contacto conmigo mientras estábamos separados. Nos había ayudado a unirnos más cuando volvimos a estar juntos.
Una vez que se acabó el tiempo que tenían para actuar, los miembros del grupo hicieron unas cuantas reverencias y Kellan agradeció al público su atención. Mientras caminaba hacia atrás por el escenario lo vi más feliz que nunca. Sus ojos me buscaron entre la multitud. Estaba equivocada. La cara con la que me miró fue la más feliz que jamás le vi.
La multitud a nuestro alrededor comenzó a dispersarse. Algunos se quedaron para ver la siguiente actuación, mientras que otros se marcharon para buscar otros espectáculos. En Bumbershoot había decenas de artistas actuando a la misma vez, desde los nombres más importantes hasta los grupos locales, como los D-Bags. El año anterior estuve allí con ellos, cuando Kellan y yo sólo éramos amigos, bueno, todo lo amigos que pudimos ser, así que me resultó un tanto irreal ver su nombre en los carteles. Me llevé tres de esos pósters como recuerdo.
Jenny entrelazó un brazo con el mío entre risas y tiró de mí hacia el escenario. Los chicos se dedicaban a saludar al público y a desmontar sus instrumentos y aparatos. Kellan tomó su valiosa guitarra y me sonrió al mismo tiempo que me hacía un gesto mientras bajaba del escenario. Jenny y yo nos acercamos a la barandilla metálica que separaba la zona de bastidores del público. Por si acaso la valla no era advertencia suficiente, había un par de guardias de seguridad con camisetas amarillas que se dedicaban a indicar a los admiradores que se alejaran.
Me quedé esperando en el sitio por donde sabía que saldría Kellan, y por un momento deseé tener el valor de colarme detrás de la valla. Quería estar con él, quería darle un abrazo de felicitación, pues sentía que el pecho me iba a estallar de orgullo. Sin embargo, era una zona que estaba fuera del alcance de la gente corriente, como yo, y no quería montar una escena haciendo que me echaran aquellos tipos robustos, frente a los cuales el portero del bar de Pete parecía un enclenque.
Suspiré mientras veía a Evan y a Matt salir del escenario. Cuando vi a Griffin inclinarse para darse un largo beso con lengua con una rubia antes de salir del escenario, deseé una vez más que mi hermana estuviera allí. Anna era muy atractiva para cualquier hombre, y podía entrar en sitios vetados a chicas corrientes como yo.
Kellan salió después de lo que me pareció una eternidad. Sin guitarra y sin el resto de los chicos del grupo. Aceleró el paso hacia mí y saltó la valla metálica. Los guardias de seguridad lo miraron, pero estaban más interesados en mantener a la gente fuera, y no dentro. Un pequeño grito surgió del grupo de admiradores que esperaban a su dios del rock, pero ese dios se dirigió directamente hacia mí.
Me rodeó de inmediato con los brazos y me levantó dándome un abrazo de oso. Pensé que con ese típico comportamiento exuberante suyo sería capaz de subirme a uno de sus hombros y dar vueltas sobre sí mismo conmigo encima. Le hubiera dejado hacerlo si no hubiera estado segura de que también me hubiera dado unas cuantas palmadas en el trasero, lo que me habría puesto colorada como un tomate. También prefería que hiciera ese tipo de cosas en un entorno más privado. Además, Jenny y yo no éramos las únicas chicas que estábamos esperando al grupo.
Por eso me eché a reír, pero le rodeé el cuello con los brazos para asegurarme de que no se dejara llevar mucho. Su olor me envolvió de inmediato. El aroma inconfundible que era exclusivamente suyo. Limpio, masculino, seductor… Era un olor que se me quedaba pegado, incluso en sueños.
Kellan se echó a reír también y me apretó con fuerza, y el aire se me escapó de los pulmones hasta que me dejó en el suelo de nuevo. Se apartó un poco y sus ojos de aquel color azul imposible me miraron fijamente.
—¡Ha sido tan divertido! Me alegro de que hayas venido… ¿Te ha gustado?
Los ojos le centellearon bajo un rayo de sol cuando me agarró de los hombros y se agachó un poco para mirarme directamente a los míos. Me reí más al oír la pregunta. ¿Lo decía en serio? Por supuesto que me había gustado. Me encantaba verlo actuar. Ponía una cara muy dulce cuando mostraba esa alegría. Era una expresión casi inocente. Le puse las manos en las mejillas y asentí.
—Me ha encantado. ¡Sois increíbles! Me siento muy orgullosa, Kellan.
Su rostro resplandeció todavía más al oír mis alabanzas, y luego pareció darse cuenta de algo que hasta ese momento se le había pasado por alto. Me echó un poco hacia atrás y bajó la mirada hacia mi pecho. Juro que sentí cómo me subía la temperatura del cuerpo sólo con esa mirada. Se detuvo a la altura de mi ombligo, que seguía al aire. Torció la boca con una mueca maliciosa y luego me miró de nuevo a los ojos con aquella mirada que surgía de debajo de unas pestañas perturbadoramente largas. El deseo voraz de su mirada fue suficiente para acelerarme la respiración. Los momentos de inocencia de Kellan no solían durar mucho.
—Me gusta tu camisa.
Su voz era puro sexo fundido. Sí, sexo… fundido.
Me ruboricé. Todavía era capaz de hacerme sentir que me miraba como la primera vez, como si no me hubiera visto ya mil veces.
Cuando estaba a punto de responder a su comentario, Kellan sufrió un ataque. No de un modo literal, pero varias manos femeninas le agarraron de los brazos y lo obligaron a girarse. Se echó a reír de un modo adorable y me soltó los brazos para dedicar algo de atención a sus admiradoras. Algunas de ellas me miraron levantando las cejas, pero, después, me ignoraron por completo. A mí me parecía bien. Prefería no llamar la atención junto a Kellan, si podía evitarlo.
Meneé la cabeza cuando él comenzó a firmar objetos y a dejarse hacer fotos con los móviles. Era muy extraño. Siempre me olvidaba de que casi era famoso. Me refiero a que estaba acostumbrada a que las chicas se le acercaran en el local de Pete, pero ahora no estábamos allí. Me resultó difícil aceptar que la fama le podía seguir hasta un espectáculo público como aquél. Luego vi a una de las chicas de la multitud que gritaban para que las atendiera bajarse el escote de la camiseta de tirantes y dejar a la vista la copa del sujetador para suplicarle que le firmara en el pecho. Kellan me lanzó una mirada rápida, pero luego lo hizo… y lo cierto es que tenía mucho sitio dónde firmar, no necesito explicar nada más.
Noté que se me encendían las mejillas y que se me formaba un nudo en el estómago. Vale, había intentado aceptar su estilo de vida, pero verlo con la cabeza metida en el pecho de una zorrilla mientras le firmaba ya fue demasiado. También lo fue ver cómo le ponía las manos en el culo a Kellan. Pensé en apartar de un empujón a la víbora, pero en ese momento, una mano firme me agarró del hombro.
—Kiera, te quiere. Sólo está jugando.
Giré la cabeza y vi que se trataba de Evan. Había salido del recinto vallado mientras yo estaba concentrada mirando a Kellan. Siempre me producía ese efecto: Kellan era capaz de hacerme olvidar todo lo que me rodeaba. Estaba tan acostumbrada a abstraerme con él que todo lo demás se convertía en un borrón de fondo, y ése era uno de mis puntos débiles, que me esforzaba por superar.
Evan sonrió a Kellan con su habitual rostro alegre mientras abrazaba a Jenny por la cintura con su brazo tatuado. La jovial rubia lo miraba con adoración. Kellan era el cantante principal, y además, era tremendamente atractivo, de modo que las chicas se fijaban mucho más en él, pero Evan también tenía sus admiradoras. En ese momento estaban detrás de él, a la espera de que aquel individuo dulce con aspecto de osito de peluche se apartara de su novia.
Me miró con sus cálidos ojos castaños y señaló a mi novio con su otro brazo tatuado.
—Es parte de su trabajo. Ya sabes, dejar a las admiradoras con la miel en los labios.
Miré a Kellan, que en ese momento se encontraba embutido entre dos chicas. Cada una de ellas le besaba una mejilla, mientras una tercera tomaba una foto del momento. Estaba segura de que esa imagen acabaría por todo Internet en cuestión de pocas horas. Suspiré. Al menos, ya no se dejaba besar en los labios desde que estábamos juntos. Antes, no solía hacerlo mucho. Y sí, esas fotos también estaban en Internet.
Me volví de nuevo hacia Evan y me encogí de hombros.
—Lo sé… Es que me gustaría que no fuera tan bueno en eso.
Mi voz sonó un poco huraña, y Evan se echó a reír mientras me daba unas palmadas en el hombro antes de volverse hacia sus admiradoras.
Evan firmó autógrafos con Jenny a su lado mientras conversaba con picardía con unas completas desconocidas. Jenny también lo hizo. Me mantuve un poco apartada de toda aquella locura y me sorprendió lo cómodos que parecían estar los dos. Yo preferiría morir antes que sufrir una presentación tras otra.
Dirigí la mirada a la amplia espalda de Kellan, donde una chica le había puesto la mano, demasiado abajo para mi gusto. Aparté los ojos con rapidez. No tenía sentido ponerme celosa. En vez de eso, miré hacia donde estaba Matt, que se había unido al grupo y que parecía tan incómodo como yo con todo aquello. Disfrutaba de las actuaciones, de estar encima del escenario, disfrutaba de crear y de tocar música. Ésas eran sus pasiones, pero en la parte de tener que tratar personalmente al público flaqueaba un poco más. Sin embargo, asintió con gesto educado mientras se hacía un par de fotos con las admiradoras y firmaba unas cuantas camisetas.
Del brazo de Matt estaba Rachel, su novia, que era igual de reservada. Era una preciosa combinación de rasgos asiáticos e hispanos, de piel morena y cabello castaño oscuro. Tenía la mano de su novio de pelo rubio y rizado entre las suyas, y no parecía celosa por la atención que su chico recibía, aunque tampoco parecía ansiosa por participar en aquello. A Rachel no le gustaban las multitudes, así que había visto el espectáculo desde una zona de césped cercana. Era más tímida y reservada que yo… lo que ya era mucho decir. También era la compañera de cuarto de Jenny. Matt y ella habían empezado a salir en primavera, más o menos al mismo tiempo que Kellan y yo formalizamos nuestra relación. Aquella pareja discreta seguía muy unida, sus personalidades armonizaban muy bien, y resultaban muy adorables.
El último miembro del grupo en dirigirse hacia el público que esperaba era menos adorable. Puse los ojos en blanco cuando Griffin apareció. Aprovechaba para toquetear a las chicas todo lo que le dejaban. Algunas le daban un tortazo, pero otras se echaban a reír. Siempre se volvía hacia las que se reían. Su modo de firmar autógrafos siempre incluía de algún modo la lengua. Verlo me revolvía el estómago. No entendía por qué a mi hermana le gustaba.
Griffin, que se parecía físicamente mucho a Matt, se apartó de la chica a la que acababa de meterle la lengua hasta la campanilla y giró la cabeza en busca de otra presa. Por desgracia, la mirada salida de Griffin tropezó conmigo. Torció los delgados labios en un gesto familiar y se dirigió hacia mí. Comencé a retroceder de un modo instintivo. Prefería mantener las distancias con él. Tenía cierta tendencia a… sacar la mano a pasear. Se pasó por detrás de las orejas varios mechones de la melena corta y rubia y abrió los brazos de par en par, aprovechando para rozar con una mano el pecho de una de las admiradoras.
—¡Kiera! ¡Mi futura amante! Me emociona que hayas venido a verme. —Se llevó una mano a los pantalones cortos llenos de bolsillos y se agarró… lo suyo—. ¿Te gustó lo que viste? —me preguntó al mismo tiempo que inclinaba la cabeza hacia un lado.
Me giré para marcharme, con el estómago en la boca. Griffin estaba ya demasiado cerca de mí, así que se colocó a mi lado y me agarró de una mano. Abrí los ojos aterrorizada cuando pareció que me la iba a poner en su entrepierna, pero alguien me arrancó la mano de la suya. Kellan se interpuso entre nosotros y le propinó un empujón en el hombro a Griffin.
—Vete a la mierda —le murmuró, e hizo un gesto de desesperación con la cabeza mientras ponía los ojos en blanco.
El bajista del grupo se encogió de hombros y encontró a otra chica dispuesta a tocarlo. Dejé escapar un suspiro de alivio y me apoyé en el costado de Kellan.
—Gracias.
Se echó a reír y me besó el cabello.
—De nada. Sé lo mucho que te gusta charlar con Griffin.
Reprimí un escalofrío mientras Kellan se despedía con la mano de algunas admiradoras que todavía no se habían marchado, con la esperanza de que se quedara y charlara con ellas todo el día. No. Griffin era probablemente la persona con la que menos me apetecía charlar de todo el mundo.
Kellan me hizo girar agarrándome con fuerza por la cintura para alejarnos de la zona vallada, en dirección al área principal del parque. Los miembros del grupo comenzaron a seguirlo sin pensarlo demasiado, igual que lo seguían a todas partes. Eché la mirada atrás y vi a Matt y a Evan paseando, llevando de la cintura a sus respectivas chicas. Griffin caminaba solo y, mientras tanto, se rascaba sus partes. En cierto modo, sí que seguían a Kellan adonde fuera. Cuando murieron sus padres, Kellan, hasta cierto punto, lo había dejado todo atrás para venir a Seattle, y ellos le habían seguido sin dudarlo un momento. Había sido así desde entonces.
Volví a centrarme en el hombre que tenía al lado y le rodeé la cintura con el brazo. No era capaz de imaginarme cómo debió de ser aquel día. Estaba claro que tenía buenas razones para odiar a sus padres, que eran unos cabrones maltratadores sin amor alguno, y que le culpaban por todas las desgracias que les pasaban en la vida, pero a pesar de todo… eran su familia. La única familia cercana que había tenido jamás, y su muerte le afectó muchísimo.
En aquella época tenía diecinueve años. Sólo había pasado un año desde que había puesto fin a aquella tortura, desde que se había marchado de casa a Los Ángeles, nada más terminar el instituto. Según lo que contaba, prácticamente después de la ceremonia de graduación. No les había dicho que se marchaba, simplemente lo había hecho. Nunca lo habían buscado. Kellan me dijo una vez que cuando por fin los llamó para hacerles saber que, por lo menos, estaba vivo, ellos respondieron como si no les importara en absoluto, como si ya hubieran cumplido su trabajo y pudieran vivir sin preocuparse por él. Era un milagro que no hubiera acabado mal de la cabeza.
Capullos.
Griffin apareció de repente y le dio una palmada en la espalda a Kellan, lo que me sacó de aquellos pensamientos sombríos. Matt y Rachel lo seguían de cerca, y Griffin señaló a un grupo que estaba tocando a lo lejos. Se oía el ritmo del heavy rock en al aire cargado de calor.
—Vamos a echar un vistazo a los demás grupos. ¿Venís?
Kellan miró a Evan y a Jenny, pero en ese momento, ambos se miraban con arrobo, y parecían concentrados en una conversación que mantenían en voz baja, inaudible por la multitud de personas que andaban de un lado a otro cerca de nosotros. Unas cuantas de las chicas que pasaban miraron a los cuatro miembros como si les sonaran de algo, pero ninguna se detuvo más de un par de segundos.
Kellan bajó la vista para mirarme y preguntarme qué quería hacer, pero mi cuerpo respondió por mí. El estómago me gruñó con tanta fuerza que incluso Jenny interrumpió su momento de ternura para echarse a reír. Cerré los ojos un momento mientras notaba que el cuerpo de Kellan temblaba por la risa. Abrí un poco uno de los ojos para mirarlo fijamente, pero con eso sólo conseguí que se riera todavía más.
Kellan se volvió para mirar a Griffin y negó con la cabeza.
—Creo que antes vamos a comer algo. —Le dio una palmada en la espalda—. Luego nos vemos.
Contempló durante unos instantes cómo se alejaban los dos primos, tan parecidos físicamente, hasta que se perdieron entre la multitud, y luego me sonrió.
—¿Vamos a buscar algo de comer, ruiditos?
Sonreí con desdén y puse los ojos en blanco, pero un momento después me plantó sus labios sobre los míos y me importó muy poco que se burlara de mí. Me acarició la mejilla con la palma de la mano mientras entrelazaba los dedos en los mechones de pelo que tenía tras la oreja, y sus labios cálidos guiaron los míos al mismo tiempo que los abría un resquicio para tocarme la lengua con la punta de la suya durante un breve instante. En ese momento, dejó de importarme cualquier otra cosa.
Le posé la mano sobre el cabello e intenté hacer que inclinara la cabeza para que los movimientos suaves de su lengua cubrieran por completo la mía. Tampoco me importaría que me la pasara por todo mi cuerpo. Se echó a reír otra vez mientras se apartaba de mi boca. Sorprendentemente, ese breve acto de intimidad fue suficiente para que se me acelerara el corazón y la respiración. A Kellan le hacía falta muy poco para ponerme a cien.
Me sonrió con malicia e inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Necesitas un momento?
Recuperé la compostura y le propiné una palmada en el pecho antes de empezar a alejarme. ¿Acaso no había pensado precisamente unos minutos antes en que debía procurar que Kellan no me afectara hasta ese punto? Tuve la sensación de que tendría que trabajar en ello durante cierto tiempo. Me dirigí, un poco aturdida, hacia donde creía que estaba la comida. Kellan se rió un poco más fuerte y me agarró del codo para hacerme girar en la dirección contraria.
Me sonrió de ese modo tan seductor y pícaro suyo, y me señaló con la barbilla un sendero de cemento que estaba justo al lado contrario del punto hacia el que me dirigía.
—La comida está por allí. —Sonrió más todavía antes de seguir hablando—. A menos que tengas pensada otra cosa.
Me imaginé de inmediato que buscábamos un rincón apartado en aquel campus enorme para dejar que su lengua me hiciera toda clase de… cosas maravillosas y emocionantes. Jadeé un poco.
Sacudí la cabeza para librarme de todos aquellos pensamientos excitantes, y me dirigí hacia el punto donde podría satisfacer al menos uno de los apetitos que me invadían. No estaba dispuesta a practicar sexo en público con mi novio, una estrella del rock. Por mucho que a él le apeteciera eso, yo mantenía al menos un poco de autocontrol.
Kellan siguió riéndose, todavía divertido por lo que había pasado, me alcanzó con facilidad y volvió a pasarme el brazo por la cintura. Me sonrió mientras Evan y Jenny nos seguían, y me murmuró al oído.
—Eres tan adorable… ¿Qué voy a hacer contigo?
Para cuando llegamos a los puestos de pizza, ya se me habían ocurrido media docena de cosas que podía hacer conmigo.
Una vez que quedamos satisfechos de música y de comida, y con ya suficientes recuerdos como para guardar ese día en nuestra memoria para siempre, nos reunimos en la parte trasera del escenario para que los chicos recogieran sus instrumentos. Bueno, todos menos Evan. La batería no era algo que se pudiera transportar con facilidad, así que habían puesto una para que tocaran todos los grupos, a excepción de los más famosos, que tocarían al final de la noche. Ellos se traían sus propias baterías.
Cuando Matt, Griffin y Kellan se colgaron las guitarras a la espalda, el grupo comenzó a llamar mucho más la atención. Tenían habilitada una zona especial para que los miembros de los grupos salieran de un modo más discreto, pero Griffin se portó de la única forma que sabía e insistió en salir por la puerta principal. Era el que más disfrutaba de la popularidad de todos ellos. Estaba disfrutando mucho de sus quince minutos de gloria.
Nos tuvimos que detener para firmar unos cuantos autógrafos y a hacer unas pocas fotografías más. Me pareció que tardamos una eternidad en llegar al aparcamiento, pero por fin lo conseguimos. Jenny me dio un rápido abrazo y me dijo que nos veríamos a la mañana siguiente en el trabajo. Evan me dio un abrazo de oso y me dijo en tono de broma que también me vería en el trabajo.
Me despedí de ellos con la mano y con una sonrisa en los labios mientras se dirigían hacia el coche de Jenny. Probablemente irían al local de Pete, porque a Jenny le tocaba trabajar esa noche. A mí me habían dado la noche libre, así que podría pasarla con Kellan. Como habían tocado por la tarde en Bumbershoot, Kellan y los demás miembros del grupo también tenían la noche libre en el bar, pero seguro que se pasarían la noche allí de todas maneras. No había forma de mantenerlos alejados mucho tiempo del bar de Pete.
Me despedí de Matt con un breve abrazo, que me dio con un solo brazo. No era tan abiertamente afectuoso como Evan, y procuré respetar ese grado de relación con el que se sentía cómodo. Me sonrió con timidez y me dio las gracias por acudir a la actuación. Rachel también me sonrió y se despidió agitando la mano mientras ella y Matt guardaban su instrumento y el de Griffin en el Vanagon del propio Griffin.
Éste, al ver que me dedicaba a repartir abrazos a los miembros del grupo, decidió que él también quería uno. Comprobó si le olía el aliento echándoselo en la palma de la mano y luego se dirigió hacia mí. Puse una mano por delante para detenerlo, pero creo que lo más efectivo fue que Kellan carraspeó con bastante fuerza, lo que hizo que se detuviera en seco. Griffin puso los ojos en blanco y luego movió los dedos a modo de despedida.
—Nos vamos al bar de Pete. Nos vemos luego.
Kellan se echó a reír y le dio una palmada en la espalda antes de girarse para abrir la puerta de su viejo coche deportivo. Era un Chevelle Malibú, de 1969, como me había explicado una y otra vez Kellan. De color negro reluciente, y con numerosos cromados por todas partes. Probablemente era el único objeto, aparte de sus guitarras, que le importaba. Lo había comprado muy barato en Los Ángeles, y se había dedicado a repararlo durante la mayor parte del tiempo de ese primer verano de libertad. Era su orgullo y su alegría… y desde aquella vez que se lo había robado, no me había vuelto a dejar conducirlo.
Se sentó en el sillón de cuero, y me miró fijamente cuando me senté a mi vez.
—¿En tu casa o en la mía? —me preguntó exagerando la voz ronca y seductora.
Me eché a reír antes de inclinarme hacia él para besarle. Todavía intentábamos mantener nuestra relación en una situación estable e igualada, así que en vez de lanzarnos de cabeza a la zona roja en la que tan fácilmente podíamos caer, preferíamos tomarnos las cosas con calma, por lo que todavía vivíamos separados,
—En la mía —le contesté en voz baja. Intenté que mi respuesta sonara todo lo picante que pude, pero estoy segura de que no lo logré ni por asomo. A pesar de eso, Kellan se mordió el labio mientras me miraba a la cara. Me sonrojé de inmediato y me recosté poniéndome un mechón de pelo suelto detrás de la oreja—. Anna va a volver tarde esta noche, así que tendremos la casa para nosotros solos.
Sonrió todavía más mientras ponía en marcha el coche. El poderoso motor rugió al encenderse, con un gruñido tan atractivo como su sonrisa. Noté lo rojas que tenía las mejillas, y sacudí la cabeza.
—La facultad empezará dentro de poco, así que debería comenzar en serio con los preparativos.
Por supuesto eso no era lo que me apetecía hacer esa noche, pero sólo con la intensidad de su mirada conseguía excitarme, y odiaba que se diera cuenta del poderoso efecto que ejercía sobre mí. Deseé poder ser más sutil en las reacciones que me provocaba.
Kellan torció los labios, como si intentara contener la risa.
—Ya, cosas de la facultad. Se me dan genial… las cosas de la facultad.
En su boca apareció de nuevo esa sonrisa capaz de acelerarte el corazón, y nos marchamos del lugar que había conseguido hacer vibrar con su actuación.