19
De acuerdo

Había una actividad frenética en el aparcamiento cuando salí. Unos tipos cargaban las camionetas y los autocares, mientras los miembros de los grupos rondaban por allí y hablaban del espectáculo. Incluso había algunos fans extraviados que se habían colado. No vi ni a mi hermana, ni a Griffin en ninguna parte, pero Evan había detenido a Kellan antes de que pudiera llegar al autocar, y le estaba entregando su guitarra mientras hablaban durante un momento.

Cuando alcancé a Kellan, ya no parecía molesto. Me sonrió y me tomó de la mano. Evan le dio una palmadita en el hombro y se dirigió al autocar tras Matt.

Mientras los demás chicos empezaban a cargar sus cosas en los autocares, alcé la mirada a Kellan.

—¿Os marcháis?

Miró al suelo y se encogió de hombros.

—Sí. —Señaló a un conductor de autocar de mirada despierta que estaba bebiendo un enorme vaso de café—. Los conductores hacen turnos para que siempre haya alguien disponible. Como podemos dormir en los autocares, no nos quedamos en un sitio a pasar la noche, a menos que tengamos otro concierto cerca. —Me señaló con la cabeza—. El siguiente que tenemos es en Reno. —Tras una pausa, Kellan me miró con una ceja levantada—. ¿Por qué no vienes conmigo? Podrías tomar un vuelo a casa desde allí.

Colgándose la guitarra al hombro, me rodeó por la cintura con los brazos, y yo hice lo mismo, sonriendo al pensar en un largo viaje en autocar con él. Después fruncí el ceño al considerar las cuestiones logísticas que implicaba, además del billete de vuelta que amenazaba con vaciarme la cartera.

—Ya tengo el billete a casa, pero es desde aquí.

Ladeé la cabeza y odié no poder ser tan impulsiva como mi hermana. Si le dieran la oportunidad de saltar al autocar sin destino alguno, ni se lo pensaría.

Kellan apretó los labios y pensó:

—Bueno, ¿y si compras un billete de Reno hasta aquí? —Se acercó más a mí y me sonrió con picardía—. Entonces aún te serviría el billete.

Levanté la cabeza y le besé el mentón, aliviada porque no se hubiera enfadado demasiado después de admitir que no había confiado realmente en él.

—No quiero que te gastes tu dinero en mí, Kellan.

Se echó hacia atrás y se encogió de hombros.

—¿Y en quién iba a gastarlo? —Negando con la cabeza, añadió—: Además, sería también una forma de gastarlo en mí. —Me acercó más a él y apoyó su cabeza contra la mía—. Quiero pasar más tiempo contigo.

Solté el aire convencida, y acepté:

—Está bien, pero sólo si Anna viene también. No quiero dejarla aquí sola. Kellan sonrió, me condujo hacia el autocar y me dijo:

—Estoy seguro de que estará enrollándose con Griffin mientras hablamos.

Me encogí abochornada, sabiendo que probablemente tenía razón… en todos los sentidos.

Y, por supuesto, cuando volvimos a subir al autocar, los sonidos de alguien que estaba pasando un buen rato llegaron hasta nosotros. Me sonrojé de inmediato; Kellan se limitó a sonreír y a menear la cabeza. Cuando el ruido de algo que vibraba se mezcló con claros sonidos de aprobación, cerré los ojos horrorizada al recordar todos los… juguetes… que Anna había incluido en su equipaje.

Me llevó a un asiento vacío donde había dejado la bolsa antes, dejó la guitarra y señaló con la cabeza hacia la zona acortinada.

—Podría ir a buscar mi discman; así no tendrías que oírlos.

Lo detuve agarrándolo del brazo, avergonzada por Anna, aunque probablemente a ella le habría dado igual si él entraba o no.

—¡No!

Entre risas, Kellan se sentó en el mismo lado de la mesa que yo y me tomó de la mano.

—No pasa nada, probablemente estarán en el dormitorio de atrás.

Lo miré de soslayo y torcí el gesto.

—¿Hay un dormitorio de atrás?

Antes no había parecido querer llevarme a él.

Kellan torció los labios mientras asentía con la cabeza.

—Sí… En cierto modo Griffin se ha adueñado de él, así que imaginé que no te haría mucha gracia que te llevara allí.

Puse cara de desagrado sólo al pensar en hacer algo remotamente íntimo cerca de lugares en los que Griffin… se había acostado.

—Sí, has hecho bien.

El conductor subió de un salto al autocar, e hizo recuento de sus estrellas del rock. Cuando oyó tan claramente lo mismo que todos nosotros oíamos, el hombre barrigón suspiró y dijo:

—Está bien. ¿Quién está ahí? No quiero tener que ir a mirar… Otra vez.

Un grupo de chicos dejaron de prestar atención a lo que ocurría en la parte trasera del autocar para mirar al conductor. Entre risas, uno de ellos replicó:

—Es Griffin, que está divirtiéndose ahí detrás.

El conductor del autocar puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.

—¿Por qué no me sorprende?

Con un suspiro, se dirigió al asiento del conductor; era acolchado, más acondicionado para conducir una brillante nave espacial que un autocar. Cuando arrancó, el rugido del motor ayudó a sofocar los gritos de mi hermana, que pedía más, pero no lo suficiente para mi gusto.

Odiaba que todos los chicos pudieran oírla, con los ojos clavados en el grueso tejido, como si hubieran desarrollado la capacidad de ver a través de él, y desesperada me volví hacia Kellan. Él no estaba escuchando, pero agachaba la cabeza y sonreía para sí mismo. Con la esperanza de que no tuviera en la mente lo mismo que todos los demás chicos cachondos, le susurré:

—¿Estás enfadado conmigo?

Me miró de soslayo, su sonrisita desapareció y negó con la cabeza. Con un dedo, me pasó un mechón de pelo por detrás de la oreja, y me dijo con tranquilidad:

—No, no estoy enfadado. —Con un suspiro, buscó mi mirada—. Lo entiendo, Kiera. Entiendo por qué tenías dudas, entiendo por qué podías preguntarte si… —Cerró los ojos un segundo, puso las manos entrelazadas entre nosotros—. Sólo me gustaría que… —Sin acabar la frase, volvió a mirarme—. Está bien, lo pillo, y no estoy enfadado.

Solté el aire y sonreí. Entonces, me rodeó con el brazo y se acurrucó a mi lado. Me dio un beso en la cabeza, y desvió la mirada a la ventana: mientras salíamos de la ciudad, las luces de la calle se veían borrosas al pasar.

Justo cuando empezaba a quedarme dormida por el suave movimiento del vehículo, un coro de saludos irrumpió en el bus. Me desperté sorprendida, levanté la cabeza del hombro de Kellan justo a tiempo para ver a Griffin hacer una reverencia. Al parecer había acabado con Anna, y finalmente habían emergido de su escondite. Mientras salía, chocó los cinco con el tipo que estaba sentado más cerca de él.

Por si no era ya suficientemente asqueroso, resultó ser el mismo imbécil que había entrado cuando Kellan y yo estábamos solos en el autocar. El hombre se burló a espaldas de Griffin, pero se detuvo inmediatamente cuando Anna salió. Casi se le cae la mandíbula al suelo, lo que, por alguna razón, me hizo sonreír… probablemente porque sabía que ese capullo nunca tendría ni una oportunidad con ella. Quizá no comprendiera su encaprichamiento con Griffin, pero tenía ciertos límites.

Y Anna era la chica con la que cualquier chico querría estar, el equivalente femenino de Kellan. Casi todos se quedaban boquiabiertos cuando aquella belleza pasaba junto a ellos. Parecía la estrella de una película, que acababa de rodar una escena de amor, con el pelo perfectamente despeinado, de una manera que sólo la hacía más atractiva, y con el maquillaje intacto. No tenía ni idea de cómo podía salir con un aspecto tan maravilloso después de un divertimento como ése. Si hubiera sido yo, mi aspecto sería… peor que bueno.

Anna sonrió seductora a la multitud que la observaba, e incluso extendió el brazo para despeinar el pelo de uno de los chicos; cuando pasó pavoneándose, al chico se le quedó una sonrisa un poco idiota. Y todos se inclinaron para mirarle el culo. No pude evitar un gesto de exasperación, pero estaba acostumbrada a ese tipo de cosas. Anna también… Ni siquiera se inmutó.

Fue tras los pasos de Griffin, que, desgraciadamente, venía hacia nosotros. Con un suspiro de alivio, se sentó en el banco que había delante de nosotros, apartando sin miramientos mi bolsa del asiento y dejándola encima de la mesa. Anna se sentó a su lado, con la misma sonrisa de satisfacción. Como mínimo, se daban el uno al otro lo que necesitaban. Con suerte, aquel encuentro bastaría para dejar satisfecha a Anna durante un tiempo.

Griffin me sonrió de medio lado, y después miró a Kellan.

—El dormitorio está libre… si lo quieres.

Cuando yo ya estaba diciendo que no con la cabeza, Kellan dijo:

—Aquí estamos bien, gracias.

Ni loca iba a dar a ese público una actuación como la de mi hermana… ni borracha, ni sobria.

Kellan se dio cuenta de que algunos compañeros se retiraban a sus «dormitorios», y se volvió a mirarme.

—¿Quieres dormir un poco? Pareces cansada.

Griffin soltó unas risitas burlonas, porque claramente interpretó la inocente pregunta de Kellan en clave sexual. Después extendió el brazo hacia Anna y le puso la mano encima de uno de sus pechos, mientras le murmuraba al oído.

—No me canso de éstas. —Y se inclinó a besarle uno de los pechos por encima de la camiseta, me estremecí y levanté la mirada hacia Kellan.

—Sí…, por favor.

Pasé los dedos por el pelo de Griffin, mientras Anna echaba hacia atrás la cabeza y cerró los ojos, disfrutando de su atención. Cuando Kellan y yo nos levantamos, dijo con voz ronca:

—Nos vemos por la mañana, hermanita. —Con un ojo abierto, añadió—: Diviértete.

Le sonreí forzada, y tuve que resistirme a mis ansias de apartar de un bofetón a Griffin de su pecho. Antes de huir de ellos, hice una pausa para decirle:

—Mañana a primera hora tenemos que tomar un vuelo a Boise, y desde allí volveremos a casa.

Con los ojos cerrados asintió, sin importarle lo más mínimo cómo o si volvíamos a casa en absoluto. Solté un suspiro mientras me alejaba, con el deseo interior de poder vivir de forma tan despreocupada.

Unos cuantos chicos que seguían despiertos nos silbaron a Kellan y a mí, mientras nos retirábamos detrás de la cortina; uno incluso le dio una palmadita en el hombro. Con un gesto de resignación, esperé que no se decepcionaran demasiado cuando comprobaran que no pasaba nada. Aunque, en realidad, tras ver la cara con la que miraban a mi hermana, en cierto modo estaba encantada de decepcionarlos.

Algunas de las literas estaban ocupadas, y sus ocupantes ya roncaban, cuando Kellan me ayudó a entrar en la suya. Me reí un poco al hacerlo, porque me recordaba un poco a un campamento de verano. A un campamento de verano muy apretado.

Me puse de lado y me pegué tanto a la pared como pude, para dar a Kellan todo el espacio posible. Él se puso de lado también, mirándome, entrelazando las piernas con las mías. Sacó una manta fina que estaba cerca de los pies, y nos acurrucamos uno junto al otro lo mejor que pudimos. Estábamos tan cerca en la almohada que nuestras narices se tocaban, y nos sonreímos mutuamente.

Me besó con dulzura y liberó una mano para acariciarme el pelo. Los latidos del corazón se me aceleraron un poco cuando la intimidad del momento se apoderó de mí. Busqué sus labios en la penumbra, sólo quería besarlo durante un rato.

Ligeros y lánguidos, movíamos los labios a la vez, como si nunca nos hubiéramos separado. Kellan se apartó un momento y susurró:

—He echado esto de menos… y a ti… Te he echado mucho de menos…

Me retiré para poder observar su cara bajo esa suave luz.

—Yo también te he echado de menos… muchísimo.

Justo cuando sentía que mi corazón rebosaba de amor, y lo miraba tan fijamente como él a mí, una voz desde arriba dijo:

—Menos hablar… más follar.

La risa se contagió entre los que estaban allí y me sonrojé al recordar que no estábamos tan solos como creíamos. Kellan pegó un golpe en el techo de su cama con el puño.

—Cállate, Mark.

Escondí la cabeza en el pecho de Kellan y soltó una risita, mientras me frotaba la espalda. Al oído, me susurró:

—Podría acabar lo que había empezado antes… Si quieres.

Deslizó la mano hacia mi cadera, y cuando llegó al bolsillo trasero de mi pantalón, una parte de mí inmediatamente quiso que acabara, pero sabía que nunca conseguiría estar lo suficientemente callada, y menos con lo cerca que estábamos unos de otros, y lo último que necesitaba era no poder mirar a la cara sin avergonzarme a ninguno de los miembros de los grupos de aquella gira.

Mordiéndome el labio, suspiré y dije que no con la cabeza a mi pesar. Kellan sonrió, y volvió a acariciarme la cara.

—Entonces, ¿tendrá que ser en otro momento?

Asentí y acerqué su cabeza a la mía, para que al menos pudiéramos besarnos un poco.

No recordaba dónde estaba cuando me desperté. Ni siquiera estaba segura de si me encontraba despierta en absoluto. Mientras Kellan me tenía entre sus brazos, y yo descansaba la cabeza en su pecho, sentía que seguía soñando. No era una idea absurda, a menudo soñaba con Kellan. Sin dejar de pasarle la mano sobre los pectorales, me preguntaba cuándo me despertaría. Probablemente cuando llegara a la parte buena, o así pasaba siempre.

Suspirando, le besé el pecho, con el deseo de que, por una vez, en ese sueño nos dejaran acabar. Respiró hondo con satisfacción, y me abrazó con más fuerza.

—Buenos días… —dijo echándome el aliento al pelo.

Me hizo estremecerme y sonreír. Levanté la mirada hacia él y susurré:

—¿Estoy soñando o de verdad me he despertado a tu lado?

Me sonrió y se recolocó para poder verme mejor.

—¿Sueñas con despertarte a mi lado?

Asentí, levantándome un poco para mirarle el cuerpo por debajo de la manta fina. Fruncí el ceño.

—Pero normalmente estás desnudo en mis sueños, así que debo de estar despierta.

Riéndome en silencio, volvió a acercarme al pecho.

—Normalmente en mis sueños tú también estás desnuda —murmuró, mientras me besaba el cuello.

Me recorrió un escalofrío, pero se detuvo con los ronquidos, tosidos y los ocasionales… ruidos inesperados que surgían alrededor de nosotros. Kellan frunció el ceño.

—Lo siento, un apestoso autocar de chicos… no es exactamente romántico.

Suspiré y le acaricié la cara.

—Es mejor que nada.

Con su mano sobre la mía mientras nos acomodábamos sobre las almohadas, nos mirábamos a los ojos. Cuando recordé los muchos altibajos del día anterior, le acaricié el pulgar con el mío.

—Oye, ayer por la noche mencionaste que querías decirme algo… ¿Qué era? —murmuré, sin estar segura de si estaba lista para oírlo.

Kellan bajó la mirada y luego volvió a alzarla.

—Sí… —Desvió la mirada, probablemente hacia donde había guardado el móvil—. Bueno… —Con gesto ligeramente preocupado, me miró durante un momento a la cara, me sonrió, y se encogió de hombros—. No te conté la parte mala de firmar con la discográfica.

Me quedé perpleja, pues no esperaba que la conversación fuera por esos derroteros, y también tenía el desagradable presentimiento de que había cambiado de tema con sutileza.

—¿Qué? —susurré, mientras sentía que se me formaba un nudo en el estómago.

Bajó la mirada y sacudió la cabeza.

—En cuanto acabe la gira, en mayo, quieren que vayamos a Los Ángeles, para grabar el álbum. —Volvió a mirarme con un gesto de disculpa en la cara—. Mientras tanto, los chicos y yo tendremos que dedicar cada momento que tengamos libre a repasar las canciones, elegir las mejores… Perfeccionarlas. —Se encogió de hombros—. Tenemos que estar listos para cuando lleguemos allí…

Solté un suspiro, y sentí que se me agrietaba un poco el corazón.

—Básicamente no tendrás ni un momento para estar conmigo… durante un tiempo, ¿no?

Tragó saliva y meneó la cabeza.

—Lo siento. Necesitamos hacer esto, así que no podré ir de visita como esperaba. Lo lamento mucho.

Entonces fui yo la que tragó saliva.

—Está bien… Lo entiendo.

Bajé la mirada, mientras pensaba en todos los momentos juntos que ya nos habíamos perdido, y en los que nos íbamos a perder: nuestro primer día de San Valentín como pareja ya había pasado, y las flores que me había enviado hacía tiempo que se habían marchitado. Nuestro aniversario estaba a la vuelta de la esquina, sería dentro de un par de semanas, a mediados de marzo. El cumpleaños de Kellan era en abril, el mío, en mayo. Mi graduación…

Lo miré con ojos llorosos.

—¿Podrías volver en junio?

Asintió con la mano en mi mejilla.

—No pienso perderme tu graduación… Por nada del mundo. Aunque tenga que salir de una sesión de grabación… No me la voy a perder, Kiera.

Sonreí y respiré más tranquila al saber que, al menos, podría verlo dentro de… tres meses… Y después de eso… Suponía que volverían a irse de gira para promocionar el álbum. Mientras una sensación de tristeza se apoderaba de mí, me abrazó con fuerza y me acarició la espalda. Y tan bajito que casi no pude oírlo, me susurró:

—¿Y qué era lo que querías decirme tú?

Me puse rígida, porque no quería contárselo. Nunca se marcharía a Los Ángeles si supiera Denny había vuelto a mi vida. Habría alucinado si se enterara de que ahora mi ex era el amigo con el que me iba a comer, bastante frecuentemente, pero, lo cierto es que no quería contárselo a Kellan… porque sabía, en mi interior, que me había mentido respecto a lo que quería contarme. Tenía la certeza de que lo de no poder venir a casa era verdad, y probablemente era algo que quería mencionar, pero también estaba segura de que no era lo que había estado rondándole la cabeza la noche anterior. Estaba segura de que no tenía nada que ver con aquellas llamadas. Me mordí el labio, sin estar segura de qué responderle. Me erguí un poco para mirarlo y sacudí la cabeza.

—Te quiero, Kellan, y no tienes nada de lo que preocuparte en lo que me concierne, pero no creo que pueda contártelo ahora mismo.

Frunció el ceño y se apoyó sobre los codos.

—¿Qué? ¿Por qué no?

Aunque me sentía muy culpable, sólo pude decir que no con la cabeza.

—Simplemente vas a tener que confiar en mí.

Se quedó algo boquiabierto y echó una mirada realmente rápida a su teléfono. Finalmente, supe por su gesto que lo comprendía. Sabía que yo era consciente de que no me lo había contado todo. Que lo que había estado a punto de contarme la noche anterior y lo que me había contado por la mañana eran dos cosas completamente diferentes. Se me humedecieron los ojos con la esperanza de que decidiera abrirse a mí, de que me contara la verdad. Me miró fijamente con los ojos algo brillantes.

Tragó saliva y asintió:

—De acuerdo —susurró, y me rompió el corazón.

Kellan y yo nos abrazamos y nos besamos mucho, pero apenas hablamos después de eso. Sentía una distancia entre nosotros, y odiaba irme así; temía que esa brecha se hiciera más grande cuando nos separáramos; pero si él no se abría a mí, yo no podría abrirme a él. Ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder, y sabía que ninguno lo haría… en el poco tiempo que nos quedaba.

Poco después de que me quedara dormida la noche anterior, Kellan había reservado un vuelo para Anna y para mí. Cuando el autocar por fin llegó a su destino, Kellan pidió un coche para que nos recogiera a todos a última hora de la tarde y así poder pasar juntos el mayor tiempo posible. Sorprendentemente, cuando llegó el momento de irnos, Griffin acudió al aeropuerto para despedirse. Intenté pensar que era un bonito detalle, pero lo cierto es que no me habría importado que desapareciera un rato.

Cuando nos despedimos en la zona de embarque, intenté que Kellan me mirara a la cara, y le rogué en silencio que hablara conmigo, aunque al mismo tiempo estaba aterrada de que lo hiciera. Me puso las manos en las mejillas, me dio un beso en cada una y después apoyó la cabeza contra la mía.

—No te enfades conmigo por el vuelo —murmuró.

Lo miré perpleja y eché un vistazo al panel de salidas que había tras él. Nos había comprado billetes directos a Seattle, de modo que mi billete de vuelta de Boise ya no servía para nada. Encogiéndose de hombros ante la expresión de mi cara, sonrió.

—Tienes que trabajar esta noche. Lo último que necesitas es tener que hacer una escala.

Suspiré: tenía razón. Negando con la cabeza, lo besé.

—Lo sé… Gracias.

Le devolví el beso y él murmuró:

—Cada penique vale la pena.

Me alejé un momento de él, procuré ignorar a Anna y a Griffin, que se estaban sobando mutuamente, y ladeé la cabeza.

—¿Kellan…?

Enarcó las cejas, parecía algo nervioso y reticente.

—¿Sí?

Estuve a punto de tender la mano y pedirle el teléfono. Quería hacerlo. Especialmente cuando había sonado esta mañana mientras estábamos desayunando. Él lo había ignorado, como hacía siempre, y me había puesto de los nervios, como cada vez que lo hacía. Sin embargo, no quería ser la novia que le revisara el móvil. Le había pedido que confiara en mí, así que tendría que hacer lo mismo.

Solté lentamente el aire mientras sacudía la cabeza, y susurré:

—Te echaré de menos.

Sonrió y pareció aliviado.

—Yo también te echaré de menos. Te llamo esta noche, ¿vale?

Asentí y le di un último beso antes de dirigirme a la puerta de embarque. Kellan siguió despidiéndose con la mano, mientras yo caminaba por el pasillo, arrastrando a mi hermana conmigo. Me di la vuelta cuando los chicos desaparecieron. Anna se reía y se inclinó a mi lado.

—Ves, Kiera, ¡te dije que sería una pasada!

Ahogué un suspiro de frustración. Habían pasado muchas cosas, algunas buenas, algunas malas, aunque no me referiría a nada de ello como una pasada. Bueno, quizá la parte del concierto… Había sido muy divertido. Y abrazar a Kellan, besarlo, dormir con él, oler su aroma de nuevo, también.

Le sonreí y asentí:

—Sí, tenías razón. Ha sido una pasada, Anna.

Se pasó bromeando casi todo el camino a casa.

Me sentía algo melancólica después de mi aventura con Anna en Boise, porque no dejaba de pensar en todo el tiempo que Kellan iba a estar fuera, en qué me ocultaba, y en lo que yo le escondía a él.

Denny, que seguía siendo atento conmigo, aunque no tenía por qué, se dio cuenta de que algo pasaba. Mientras se tomaba una cerveza verde, el color con que se honoraba la festividad irlandesa del día de San Patricio, no dejó de observarme durante mi turno, y en sus ojos pude leer claramente la preocupación. Habían pasado dos semanas desde mi visita a Kellan, así que ya llevaba quince días sin saber qué estaba haciendo exactamente. Y Kellan tampoco me había preguntado en qué andaba metida. Había entendido que si yo le habría esa puerta, él tendría que hacer lo mismo. Y no parecía dispuesto a dar ese paso.

Cuando suspiré mientras limpiaba una mesa que ya estaba limpia, sentí que Denny se ponía detrás de mí, y al volverme para mirarlo, vi que iba vestido con su elegante ropa de trabajo; estaba viendo tocar a Poetic Bliss en el escenario de los D-Bag.

—Es raro, ¿no?, que haya otras personas en el escenario tocando…

Sonreí y miré de reojo al escenario, donde Tuesday estaba improvisando un solo con la guitarra. Tuesday… que nombre tan ridículo.

—Sí, definitivamente… es raro.

—¿Estás bien, Kiera? No pareces muy alegre desde que volviste de tu viaje. ¿Pasó algo en Boise? —Denny se volvió a mirarme, con las cejas levantadas y me sostuvo la mirada.

Me mordí el labio y bajé la mirada a la mesa. Nadie más me había preguntado cómo me encontraba. Nadie más se había fijado en mi humor, ni siquiera Jenny. Por supuesto, como se había perdido el viaje improvisado, estaba algo disgustada con nosotras. Me había sorprendido un poco, porque Jenny era muy flexible, pero echaba de menos a Evan tanto como yo a Kellan, así que comprendía que se mostrara algo distante…, aunque me hubiera disculpado por no invitarla cada vez que se me había presentado la oportunidad.

—No lo sé —admití—. Tal vez…

Volví a mirarlo: tenía el ceño fruncido y parecía honestamente preocupado.

—¿Quieres que hablemos del tema? —preguntó suavemente, justo por encima de volumen de la música.

Como sabía que no tendría otra oportunidad para hablar con alguien del tema, asentí.

—¿Quieres venir a recogerme?

Denny me sonrió dulcemente y asintió.

—Claro. Nos veremos allí. Estoy segura de que todo irá bien, Kiera.

Me dio una palmadita en el hombro antes de darse media vuelta y marcharse.

Le sonreí, sorprendida, y observé cómo se iba charlar con Sam, que estaba junto a la pared más alejada. Lo había pensado antes y probablemente volvería a hacerlo: Abby era una chica muy afortunada.

Sorprendentemente, Anna ya estaba en la cama cuando llegué a casa, así que fui tan silenciosa como pude y puse a hervir agua para hacer té. Normalmente no me gustaba, pero con una buena dosis de miel y mucha leche, no estaba mal. A Denny, en cambio, le gustaba el té tanto como a mí el café, así que se lo preparé.

Unos diez minutos después, un ligero toque en la puerta señaló la llegada del antiguo rival de mi novio. Sonreí por su puntualidad, abrí la puerta y lo dejé entrar. Me dio un breve abrazo amistoso, que yo le devolví. Al notar el aroma del té, fue hasta la pequeña cocina con una sonrisita inocente.

—Justo sentía un antojo. —Se inclinó sobre la taza, y olió el Earl Grey—. Vaya, y es mi favorito también. —Fingió una expresión de sorpresa—. ¿Cómo lo has sabido?

Ladeé la cabeza por el deleite de escuchar el acento con el que entonaba las frases y afinaba las sílabas, y que hacía cualquier pregunta interesante.

—Eres un ganso —murmuré, sonriendo.

Poniéndose muy recto, cogió la taza que no estaba llena hasta la mitad de leche.

—Por eso me quieres —dijo él, mientras empezaba a bebérselo. Al darse cuenta de lo que había dicho, se detuvo y sacudió ligeramente la cabeza—. Bueno, supongo que sería más preciso decir «querías».

El gesto de Denny se endureció ligeramente al oír esa palabra, me apoyé sobre la encimera y suspiré. Parecía que estaba completamente bien y que había superado lo ocurrido, pero no era así, no al cien por cien. No le culpaba. De hecho, ni siquiera podía creer que estuviera en mi cocina en absoluto.

Como sabía que ya no quería más disculpas por mi parte, me encogí de hombros y dije:

—No, «querer» sigue siendo preciso. —Mientras daba un sorbo a su bebida, me lanzó una mirada que transmitía a la vez curiosidad y cautela. Para aclararlo, dije—: Eres mi mejor amigo, ¿no? Y los mejores amigos se quieren los unos a los otros.

Dejó la bebida, y esbozó una media sonrisa.

—Sí, supongo. —Torció ligeramente el gesto, sacudió la cabeza y cruzó los brazos sobre el pecho—. Bueno, amiga, ¿y qué es lo que pasa?

Sin apartar la mirada de la taza fría en el mostrador, me tragué el dolor y el orgullo.

—¿Cómo supiste que te estaba engañando? —susurré, sintiendo que el corazón se me encogía y que la culpa me golpeaba como si me diera contra una pared de ladrillos. Ojalá nunca hubiera tenido que preguntarle algo semejante, pero de repente era relevante.

Aunque no lo veía, oí su expresión en su silencio. No me costaba imaginarme su mirada reflexiva, con una nota de dolor, pero también de preocupación. Finalmente, su acento llenó la habitación, era más cerrado, como le ocurría en las ocasiones en las que estaba dolido.

—¿Crees que Kellan te está engañando?

Lo miré, sólo ligeramente sorprendida. No era muy difícil sacar conclusiones de mi pregunta… y Denny era brillante.

—No lo sé… Tal vez. ¿Tú cómo lo supiste? ¿Qué hice para que empezaras a sospechar de mí?

Volví a tragar saliva, odiaba obligarlo a tener que contarme eso, y hacerle remover el pasado. Con un esfuerzo, bajó la mirada a la taza.

—No sé qué responder, Kiera.

Levantó la mirada, pero ahora su expresión era más sombría.

—Fue más un presentimiento que algo que hicieras. Te mostrabas callada, reservada, como si te estuvieras guardando algo, algo que quisieras decirme… pero no pudieras.

Se me humedecieron los ojos al captar las similitudes. Denny suspiró.

—Te está engañando, ¿no?

Incapaz de responder, bajé la cabeza mientras me rodaba una lágrima por la mejilla. Denny la oyó caer, pero no se movió de donde estaba.

—Lo siento, Kiera. No me sorprende, pero lo siento.

Pestañeé perpleja y me erguí.

—¿Te imaginabas que me engañaría?

Descruzó los brazos, Denny se pasó una mano por el pelo. Parecía incómodo, y suspiró.

—Mira, sé que lo quieres, pero lo conozco desde hace mucho… y no es… —Miró al techo durante un segundo y cerró los ojos. Cuando volvió a abrirlos, me miró a los míos—. Me cae bien Kellan, de verdad, pero no está hecho para estar con una sola persona. Ése nunca ha sido su estilo, Kiera. Siento que te esté pasando esto ahora, pero honestamente no puedo decir que me sorprenda, de hecho, estoy más sorprendido de que no ocurriera antes.

Me quedé boquiabierta mirándolo. Sentía que me estaba golpeando en el corazón. Una cosa era albergar esos miedos en mi interior, y otra, muy diferente, que uno de los amigos de Kellan me los confirmara. Y, aunque Denny tenía buenas razones para hacerme odiar a Kellan, ese tipo de jueguecitos retorcidos no era su estilo. Jamás lo habría dicho si no lo creyera de verdad. Por supuesto, él no conocía a Kellan tan bien como yo. Denny sólo sabía una pequeña parte del pasado de Kellan.

Se acercó a mí y me cogió de la mano.

—Siento mucho tener que decirte esto, de verdad, pero deberías entender cómo es la persona con la que tienes una relación. Y… no sabe ser fiel, Kiera. Simplemente no sabe.

Cuando noté que me iban a caer más lágrimas, rápidamente me las enjugué.

—Tú no lo conoces como yo, Denny. No sabes lo que ha pasado, el dolor con el que tiene que luchar, lo mal que lo ha tratado la vida. Crees que le pegaban de pequeño, pero es mucho peor que eso…

Cerré la boca porque no quería que se me escapara ningún secreto más de Kellan; yo no era quien para contar nada. Denny frunció el ceño y me dijo con desaprobación:

—Una infancia traumática no justifica que vayas por ahí… jodiendo a la gente. Aunque provengas de un entorno dramático, puedes ser una persona decente. Nada de eso te da vía libre para herir a las personas.

Suspiré y bajé la mirada.

—Lo sé… Sólo digo que la historia con Kellan es más complicada de lo que te imaginas.

—¿Por qué? —susurró él.

Me limité a mirarlo y a negar con la cabeza.

—No puedo decírtelo, lo siento.

Denny asintió, aunque noté su tristeza al darse cuenta de lo íntimos que éramos Kellan y yo.

—Bueno, pues entonces quizá me equivoque. —Respiró hondo y sacudió la cabeza—. Pero si crees que te está engañando, Kiera…, probablemente así sea. —Sentí otra lágrima que me rodaba por la mejilla, y Denny me la secó—. Lo siento —susurró. Asentí y él añadió—: ¿Le comentaste que he vuelto a la ciudad?

Suspiré, sacudí la cabeza y me quedé mirando la mesa. Un jarrón lleno de brillantes rosas rojas adornaban el rincón; el ramo, a pesar de tener ya una semana, seguía en pleno apogeo. Era el regalo que Kellan me había hecho por nuestro aniversario. Había pedido que las llevaran al bar de Pete, pero ese día no me encontraba bien y me había ido a casa antes, así que no las había recibido hasta la noche siguiente. Nos habíamos perdido nuestra celebración de nuestro primer año juntos, cosa que no parecía augurar nada bueno.

Denny se inclinó a mirarme a los ojos.

—¿Por qué no se lo dijiste? Y no me digas que para no herir sus sentimientos. Puede ser una de las causas, pero ¿cuál es la razón real de peso para que no se lo dijeras?

Miré fijamente a Denny, e intenté librarme de esa dolorosa conversación. Como sabía que no podía, me encogí de hombros y susurré:

—Me oculta algo y, si él me esconde algo, yo también quería esconderle algo.

Se me escapó un sollozo cuando lo admití, y Denny finalmente me abrazó. Lo estreché con mucha fuerza cuando las lágrimas de miedo y frustración pudieron conmigo. Me odiaba a mí misma por sentir lo que sentía, por admitirlo delante de Denny, así que durante un momento me permití derrumbarme por completo. Denny sólo me sujetaba, no decía nada, sólo me acariciaba la espalda. Me imaginaba que agradecía al destino que su nueva relación no fuera tan complicada.

Cuando recuperé el aliento, me soltó y sirvió más té. Pasamos a sentarnos en el sofá, y le conté todo lo que me preocupaba: las fans, la exótica representante de la discográfica que podría salir en todas las revistas de moda, los mensajes de texto extraños y las llamadas de teléfono que Kellan me escondía, el hecho de que supiera que le estaba ocultando algo… y que no me insistiera para que se lo contara… porque él tampoco quería contarme su secreto.

Denny se limitó a escuchar, sin comentar nada del comportamiento de Kellan. Tampoco intentó convencerme de que mis miedos fueran infundados para darme falsas esperanzas. Cuando oyó todos los hechos, ni una sola vez me dijo que aquello no tenía importancia, que todo se arreglaría o que estuviera reaccionando exageradamente. Él sólo escuchaba y asentía, y, de repente, entendí por qué la gente se daba una a otra seguridad sin fundamentos. No oír pronunciar las palabras «seguro que no es nada» a la persona a la que le confiesas tus miedos, les da una base sólida, aunque no tengas pruebas para respaldarla.

Cuando acabé y ya no me quedaba nada más que decir, Denny cogió una costura del sofá, tal vez también se preguntaba qué decir. Lo observé, me sentía vacía y cansada por dentro. Entonces vio algo y se inclinó sobre el feo sofá naranja. Con ambas manos, sacó una cosa de un agujero en la tela, que prácticamente ya no solía mirar.

Cuando vi el trozo de papel, el ritmo del corazón tercamente se me aceleró. Era una última nota de amor de Kellan, un recuerdo del juego que me había preparado antes de marcharse de gira. Parecía que hubiera pasado toda una vida.

Denny la abrió mientras se me humedecían los ojos. Leyó unas líneas antes de entregármela. Con voz suave, dijo:

—Creo que esto es para ti.

Con las manos temblorosas, tendí la mano para coger el papel. Pestañeé para aclararme las lágrimas de los ojos y poder leer. Aguanté el aliento.

«Escondí esta carta con la esperanza de que la encontraras bastante después de que nos hayamos ido. Espero que la encuentres dentro de unos meses, cuando aún esté todavía fuera, de viaje, lejos de ti. No sé cómo estaremos después de todo este tiempo separados. Espero que nos hayamos unido. Espero que estemos más enamorados que nunca. Espero que, cuando vuelva, te mudes conmigo. Con toda honestidad, espero que cuando vuelva aceptes casarte conmigo algún día. Porque eso es lo que quiero, con lo que sueño. Que seas mía para el resto de mi vida. Espero que sientas lo mismo… porque no sé qué haría sin ti. Te quiero muchísimo, pero, si por alguna razón, nos hemos separado, si ya no estamos tan unidos, si algo se ha interpuesto entre nosotros, por favor, te lo ruego… no te rindas. Quédate. Quédate conmigo. Solucionémoslo juntos. Pero no me dejes… por favor.

»Te amo, tuyo siempre, Kellan».