Capítulo 2

El esfuerzo

Renault Espace: 30 800 €

BMW 318: 30 750 €

Good command of English: 30 000 €

Hace dos años dediqué parte de mi tiempo a realizar una encuesta informal pero no por ello menos curiosa. Enseñé las fotos anteriores a unas veinte personas por separado durante un mes, diciéndoles que se trataba de un regalo. Es decir, cada uno podía optar por aceptar como regalo un Renault Espace, un BMW 318, o un buen dominio del idioma inglés. Todos, absolutamente todos, eligieron el inglés. Ante tal variedad generosa y gratuita, que incluía el mágico obsequio del idioma inglés, la elección para ellos estaba clarísima: el inglés. Ya tendrían tiempo y dinero, decían, para comprar un coche estupendo, pero ¿el inglés?… era un sueño hecho realidad hacerse con un buen dominio de mi idioma, y además sin esfuerzo.

Después, a las mismas personas, les informé de los precios que usted ya conoce. Aun así, la elección seguía siendo el inglés. Para todos, desembolsar de golpe 30 000 euros era poco esfuerzo económico si con ello se quitaban de en medio y sin dolor el lastre del inglés.

Finalmente, cuando les decía que el importe de los 30 000 euros que tenían que gastar para dominar el inglés se desglosaba en 15 000 € en dinero y el equivalente en 15 000 € en tiempo y esfuerzo, todos, absolutamente todos, se mostraban más reacios y terminaban acobardándose. Ante este nuevo escenario, preferían el coche. No les resultó atractivo un excelente programa gratuito de inglés que no eliminase al mismo tiempo la inversión en tiempo y esfuerzo.

Money

Time

Effort

Por lo tanto, antes de continuar leyendo este libro, le recomiendo que reflexione un poco y decida si de verdad quiere tener un buen nivel de inglés. A diferencia de lo que muchos pregonan por ahí, el inglés no se aprende ni en cuatro meses ni sin dolor. Alcanzar un buen nivel exige una inversión mínima de 30 000 € bien en dinero, en esfuerzo o en una combinación de ambos. Ya sea dinero o esfuerzo, el factor tiempo siempre va a formar parte de la ecuación, puesto que es físicamente imposible llegar al mismo dominio que posee un profesional sueco o danés sin dedicar un mínimo de tres mil horas a la labor. Siento ser aguafiestas, pero me remito al conocido dicho «el que avisa no es traidor».

Como fundador e impulsor de mi empresa, Vaughan Systems, he trabajado durante décadas con personas que desean aprender inglés (más de 20 000 personas). Muchos me han dicho que para ellos era una cuestión de vida o muerte. Sin embargo, cuando les advierto del dinero y el esfuerzo que van a tener que invertir para paliar su carencia, se ofenden o se niegan a creerme. No les entra en la cabeza que aprender un idioma después de la pubertad cuesta más esfuerzo que sacarse una licenciatura universitaria. Creen que con cien horitas de clase o con un mes en Inglaterra se resuelve todo. Otros piensan que ese método revolucionario que se anuncia en la tele, ese método desarrollado por un «equipo de expertos» y con diccionario de regalo, les dará la solución definitiva y, como consecuencia, adornan la biblioteca de su salón con las bonitas tapas y atractivos lomos de toda una colección de fascículos. Son como mi amigo Olegario:

En busca del inglés

Tiene que estar a la vuelta de la esquina.

Tiene que estar, con sonrisa desplegada.

Allí estará en su forma genuina,

el inglés que necesito, esperando mi llegada.

Los fascículos que anuncian, a bombo y platillo

cada media hora en la televisión

¿me resolverán el problema, como al dedo el anillo?

¿Me darán el inglés, sin dolor ni incisión?

Tiene que estar a la vuelta de la esquina

la fórmula mágica que busco sin parar.

Si el inglés no aprendo, será mi ruina

así que venga buen inglés, te quiero declarar.

Es a ti a quien quiero, ¿no me oyes el corazón?

Desde joven te busco con ocho mil artes

pero mis esfuerzos hasta hoy sólo traen desazón

¿Por qué no me quieres? Me levantas baluartes.

He hecho mil cosas para ganar tu afecto,

fascículos, libros y CDs a montones.

Del inglés prefiero obviar arquitecto

y construir mi inglés sobre buenos pontones.

Señal de mi amor es mi biblioteca

con libros preciosos y estuches de colores.

Pero mi inglés sigue siendo una pesada hipoteca

y las colecciones no logran quitarme los dolores.

Pero tiene que estar a la vuelta de la esquina.

¿Estás ahí, buen amigo? ¿Te he encontrado por fin?

Ahora doy clases con profesora neoyorquina

para avanzar tan rápido como en el agua el delfín.

Dos horas por semana en clase individual

solos ella y yo y el libro de gramática.

Necesito un progreso mucho más que gradual,

un avance de verdad, no de forma estática.

Pero el cambio no viene, estoy desconcertado.

Ni profes ni libros me dan lo que quiero.

¿Estaré al final muy poco capacitado

para controlar esta nave como un buen naviero?

Pero tiene que estar a la vuelta de la esquina.

En la próxima esquina, ahí tiene que estar.

En la tele anuncian una receta genuina

que mucho dinero no me va a costar.

Describen un método totalmente revolucionario,

elaborado con cuidado por un equipo de expertos.

Garantizan resultados y regalan un diccionario,

y afirman verdades que son grandes aciertos.

Ahí voy con mis cuartos a comprar el invento

con tapas y lomos de bello aspecto.

Hay estantes todavía en mi pequeño apartamento

para que el método me cunda y me marque el trayecto.

El pobre Olegario trata de comprar barata una solución que cuesta muy cara. Cree que algún día dará con un método milagroso capaz de enseñarle por fin inglés sin hacer ningún esfuerzo. Casi todo está escrito sobre métodos de inglés, algunos son mejores que otros, pero todos, sí, absolutamente todos son revolucionarios si el alumno les dedica tres mil horas de su tiempo.

Por tanto, le animo a comprar uno de los múltiples coleccionables que aparecen en los quioscos cada año, sobre todo el mío, pero le vuelvo a recordar: si quiere un método revolucionario, le competerá a usted convertirlo en tal. Si no, lo convertirá en un adorno más para su biblioteca.

He estado en muchas casas en España y he visto muchos coleccionables de inglés decorando estanterías. Siempre pregunto lo mismo: «¿Aprendiste algo con este método?». La respuesta siempre es la misma: «Le dediqué unos 40 minutos en total». Muchas personas buscan, como nuestro amigo Olegario, una solución con el inglés externa a su problema. Creen que un método, una academia o un profesor va a darles lo que necesitan, y no se les ocurre pensar que la solución definitiva está en uno mismo. Por tanto, aclaremos las cosas de una vez por todas. Las palabras que voy a decir a continuación no son las que más le gustaría leer, pero vuelvo a recordarle que en esto no soy ningún «traidor».

Nadie en la historia del mundo ha adquirido un buen dominio de un segundo idioma después de la pubertad sin haberle dedicado más de tres mil horas de atención… como mínimo.

Nadie en la historia del mundo ha adquirido un buen dominio de un segundo idioma a través de clases, profesores o métodos. De las tres mil horas mínimas, la mitad han consistido en momentos de apuros, vergüenza, tropiezos o sufrimiento en el día a día de la vida real.

No existe ni existirá jamás sistema o método alguno capaz de dotarle de un buen nivel de inglés sin que usted invierta las tres mil horas de rigor.

A mí me costó más de tres mil horas hacerme con un buen dominio del español… ¡y me costó este tiempo siendo lingüista y viviendo en España! Así que imagínese lo que le va a costar a usted aprender inglés siendo profano en lo pedagógico y viviendo a miles de kilómetros de donde se habla.

He aquí una foto mía de cuando tenía 22 años. Acababa de licenciarme en Literatura y Lengua españolas en la Universidad de Texas, y en ese momento ya había leído más de 200 libros en el idioma de Cervantes, incluido el Quijote. Además, había vivido un año en España como estudiante. Incluso había leído en voz alta, encerrado en una habitación alquilada de la madrileña calle Doctor Esquerdo, cuatro novelas enteras de Pío Baroja, poniéndome en pie de vez en cuando para declamar párrafos enteros como si mil personas me estuvieran escuchando. Ya había absorbido por los oídos más de mil horas de español pronunciado por voces nativas aquí en España y en el campus de Austin, sede de la Universidad de Texas. Sí, tenía 22 años, una titulación superior y, se supone, un dominio de mi área de especialización. Pero no. Poseía un dominio del español todavía a años luz de lo que deseaba, por lo que opté por volver a España para estar dos años más y así perfeccionar todavía más los verbos, las expresiones, los modismos y la fonética. Quería cursar el doctorado en estudios hispánicos en Estados Unidos y dedicarme a la docencia, pero sabía que me engañaba a mí mismo si no tenía un dominio total y absoluto del español.

Así que a los 22 volví a España, ya licenciado, con la idea de pasar un par de años y dominar de una vez por todas la complicada gramática de la lengua española. Llegué con 300 dólares en el bolsillo y un pozo sin fondo de energía. Entendía a la gente muy bien, pero me notaba todavía algo lento en la expresión oral. La agilidad que tenía con los verbos no era absoluta, de modo que practiqué a solas sin parar. Lo más difícil de todo fueron los imperativos. Me costó horrores conseguir un dominio oral fluido. Todavía hoy en día me gusta contar a mis amigos españoles todo el esfuerzo que me supuso. En inglés existen solamente dos imperativos: el afirmativo y el negativo. Veamos como ejemplo el verbo «pedir».

En inglés tenemos los dos imperativos:

Afirmativo Ask me for it
Negativo Don’t ask me for it

En español existen dieciséis:

Usted singular afirmativo masculino Pídamelo
Tú singular afirmativo masculino Pídemelo
Ustedes plural afirmativo masculino Pídanmelo
Vosotros plural afirmativo masculino Pedídmelo
Usted singular negativo masculino No me lo pida
Tú singular negativo masculino No me lo pidas
Ustedes plural negativo masculino No me lo pidan
Vosotros plural negativo masculino No me lo pidáis
Usted singular afirmativo femenino Pídamela
Tú singular afirmativo femenino Pídemela
Ustedes plural afirmativo femenino Pídanmela
Vosotros plural afirmativo femenino Pedídmela
Usted singular negativo femenino No me la pida
Tú singular negativo femenino No me la pidas
Ustedes plural negativo femenino No me la pidan
Vosotros plural negativo femenino No me la pidáis

Si se fija en las dos formas inglesas, verá que son idénticas, salvo la inserción al principio de don’t para negar. Quien quiera hacerse con el español lo tiene bastante crudo. Tiene que recordar que en afirmativo los complementos directo e indirecto van después del verbo y unidos a él (pídemelo) y que en negativo se debe cambiar el modo verbal (pidas) y hay que colocar los complementos delante y separados (no me lo pidas).

Pero éstas y otras mil complicaciones más del español no me desanimaron y me propuse conseguir el objetivo de dominar el idioma. Y lo hice. Realmente no fue tan difícil porque puse mucho tesón e ilusión en la labor, lo que convirtió la tarea en algo estimulante que seguro me enriqueció intelectualmente. La disciplina gramatical y fonética que tuve que mantener durante tanto tiempo me agudizó la mente y, desde entonces, me ha ayudado a tener una capacidad de análisis y una perspicacia difícilmente alcanzables a través de otras actividades académicas o laborales.

¿Y a usted? ¿Le interesa dedicar al inglés el mismo esfuerzo que, yo al español? Muchos me han dicho que sí, aunque del dicho al hecho hay mucho trecho. Pero le advierto que si no me sigue en esto, si no decide abordar el inglés de la misma manera que lo hice yo hace años con el español, no va a llegar ni al kilómetro cien de los mil que debe transitar.

El camino secreto al inglés

Lo hago, lo hice, lo haré, lo he hecho,

estas cosas pronuncié sin rencor ni despecho,

mil veces al día en los años setenta,

labor que de sudores no estaba exenta.

Quería dominar por completo la estructura,

quería meter vuestra lengua en cintura.

Quería que la gente apreciara mi talante,

incluso en una lengua para mí disonante.

El tema, el esquema, el emblema, el problema.

¿Por qué masculino? ¡Dios mío, qué dilema!

La mano, la moto, la llave, la mar.

¿Por qué femenino? Me voy a desinflar.

Pero con tiempo y una caña y un esfuerzo tremendo

aprendí vuestra lengua sin fisura ni remiendo.

Mi acento es guiri pero mi dominio cautiva,

y embauco a muchos con mi voz sugestiva.

Pero ¿sabes, amigo, el monto de mi inversión?

¿Sabes de veras el alcance de mi inmersión?

Dediqué tres mil horas a alcanzar el objetivo

de dominar vuestra lengua de un modo definitivo.

Si me costó tres mil horas y yo soy lingüista,

¿de verdad tú pretendes la misma conquista

del idioma inglés con clases convencionales,

esquivando al paso los esfuerzos excepcionales?

No seas iluso, que ya hay bastantes,

las palabras que siguen no son petulantes,

son el fruto de años observando el proceso

de aprender el inglés con un alto progreso.

Es blanco o negro, el gris no existe.

Con un esfuerzo a medias el resultado es triste,

tres mil horas son muchas, lo sé, lo comprendo,

pero con dedicar muchas menos no hay dividendo.

Si no puedes entrar en tan fuerte apuesta,

por falta de ganas o por lo mucho que cuesta,

entiendo, no problem, que apuntes más bajo

pero no pidas el cielo ni que te busque un atajo.

Aprende un inglés para andar por casa,

y deja de remover una tierra tan escasa.

… Y deja de remover una tierra tan escasa.

Llevo 35 años enseñando inglés a los españoles, y puedo contar con los dedos de las manos los éxitos reales que he visto. Los demás han hecho grandes proclamaciones, grandes resoluciones, para terminar picoteando alrededor del problema con esporádicas incursiones sin fruto alguno. Los llamo «carne de cañón de las academias», puesto que son los que financian la viabilidad de los centros de idiomas y de los profesores particulares. Son el motivo por el que dos generaciones de españoles han terminado gastando ingentes cantidades de dinero y tiempo a cambio de prácticamente nada. Su falta de visión, perseverancia, tesón y sacrificio les ha convertido en lo mismo que los cientos de miles de personas que cada mes de septiembre se apuntan a un gimnasio y luego no van nunca.

La diferencia, sin embargo, está en que, aunque un buen físico les hará sentir bien, un excelente inglés les abrirá puertas profesionales a diestra y siniestra, y les dará una libertad de elección que les imbuirá, a la larga, de una grata sensación de libertad en general, con la consecuente felicidad que conlleva.

Podría continuar con mil ejemplos más, pero sería en balde. ¿Sirve de algo? El español medio tiene poco interés en aprender inglés. Los niños y adolescentes odian el idioma porque se enseña en los colegios como si fuera una lengua muerta, como el latín o el griego. Los universitarios desdeñan su estudio, porque prefieren dedicar los dos meses importantes, enero y mayo, a prepararse para los exámenes y los demás meses a ligar en la cafetería de la facultad. Los recién licenciados optan por posponer el tema del inglés, porque lo perciben como una tarea demasiado ardua y poco estimulante. Y, finalmente, los adultos, por mucho que afirmen que «éste es mi año del inglés», casi se ofenden cuando les digo que les va a costar en dinero, tiempo y esfuerzo, el equivalente a un BMW de gama baja. Después, me entero de que sí se han comprado el coche, pero no el de gama baja, sino uno de gama media con un préstamo bancario a cinco años de 65 000 euros. Al final, siempre afloran las prioridades de la persona, y en el caso de usted, hasta que el inglés no sea de verdad su prioridad número uno, es mejor que se olvide del tema por completo y dedique su amor y su dinero a otras cosas, ya que sin dinero, tiempo y esfuerzo, no se aprende inglés… ni soñando.