Sombra

Debo pedir a Whitman que me preste

algunos de sus versos para poder mejor

cantar las alabanzas de esta noche…

Dos veces, sonriendo, me ha despertado él

enigmáticamente en plenitud de vida,

dos veces me ha llamado

muy delicadamente hacia este mundo.

Bendito sea el sueño, único dios del sueño,

y el Voyeur y la Madre,

el YO SOY inconstante del Job tempestuoso,

quien alivia

los inciertos murmullos que el corazón padece.

Cuanto se hace en el cielo es adorar,

sin nada comprender

de la invisible-noche-oscura…

Afortunadamente el paraíso

narcotizado de los cristianos

no puede ser soñado ni poblarse.

Si yo tuviese un sueño acerca del infierno,

en esa pesadilla

me encontraría a mí mismo preparando

mi mudanza de casa,

con todos los demonios preguntando

eternamente impertinencias varias.

He mirado la sombra de los cuervos

(ese augurio romano)

atravesar mi mano temblorosa,

un misterio difícil de descifrar

hasta para nosotros, por el modo,

casi ininteligible, de estar codificado…

Mientras estuve con algún amigo,

no me di casi cuenta de que tuviese manos.

(Un hombre sin esposa

es como una tortuga sin caparazón.)

Esta hora pendiente, este minuto

de tenia-solitaria, el minuto pendiente

en que aguardo a que llames…

¡Vaya dos patológicos seres que estamos hechos!

Todavía está el día

muy luminoso para poder dormir,

el tráfico es constante…

Suena el bajo plomizo, tuang-tuang, del manicomio…

todas las blanqueadas jerarquías

movientes y cambiantes,

igual de blancos que los celadores

de un hospital cuya obligación única

es consolar enfermos.