III
Tortuga
Rezo por su memoria…
Una vieja tortuga rígida y distraída,
que flotaba tan sólo porque perdía pie…,
incapaz de siseo y hasta de defenderse,
con su inútil escudo, contra los asesinos.
Las tortugas disfrutan de larguísima vida
y la vadean amorosamente,
fósiles medio helados, caballeros errantes
que visten la armadura de los sueños más locos.
Las más pequeñas trepan a las rocas
para tostarse al sol cómodamente.
Las tortugas tan sólo se defienden
cuando están en el agua y así han sobrevivido…,
no por filantropía de los hombres.
En vacaciones yo cacé tortugas.
Destrocé más de un acre de las plantas acuáticas
que rodean los nidos de la rata almizclera
y a su alrededor medran.
Desde un lado y de otro, mostrando su cabeza
de marrón franciscano, una tortuga sola aparecía
por uno de los veinte pantanos del contorno.
En aquel barrizal pisé la espalda
suave de una tortuga allí escondida.
Me daba la impresión de salir libre
de arenas movedizas. La agarré con los brazos
por lo que parecía ser su cola…
¿Cola? Era una de sus patas delanteras
y yo estuve en peligro de perder algún dedo.
Esta mañana, cuando el reflejo doble
que tiene el sol de invierno, me ha sacado
de la película de mis ensoñaciones,
me resultaba ajeno el dormitorio.
Veo, sobre el montón de mis vestidos,
tres tortugas sentadas, muy voraces,
el tronco de dos de ellas es áspero y oscuro…,
la tercera hociquea recubierta
de concha transparente y ambarina,
se trata de una cría que olisquea siseando
mi camisa vacía como si fuera leche.
Están muy decaídas y jadean;
lo que tengo de muerto les abre el apetito.
Cada vez que respiran, parece que se rompen;
de puntillas, inmóviles y ocultas,
muestran una sonrisa retorcida y repiten
los motes del colegio como si deseasen
revivir aquellos zafios días
en que como las bestias competíamos.
Nada, fuera del tiempo, nos ha pasado encima.
¿Te has preguntado qué sería de nosotros
en todos estos años? Pues estamos aquí.
Ellas (viejas amigas, las tortugas)
están ahí, como los equipajes…
Demasiadas películas
llaman nuestra atención desde sus rollos…
En un segundo pase, la más hambrienta de ellas
aguanta hasta el crepúsculo y su pico,
en el terrible instante de la retrospectiva,
me engancha por el cuello, me sumerge y ahoga,
mientras trozos arranca de mi carne
con sus uñas feroces, para más fácilmente
poderme devorar poquito a poco.