Matrimonio[9]

I

Somos unos solventes y adecuados modelos

para el pintor Van Eyck:

clase media legítima… Servimos; parecemos

lo suficientemente verdaderos,

y de esa guisa, en Maidstone, nos reuníamos:

un padre de familia con su joven esposa

y con nuestras tres hijas

para posar con las mejores galas.

¡La cómoda amplitud de tu traje de flores,

se hacía al contraluz tan transparente!

Hasta en aquella foto,

en grupo y a color, de la familia,

tu perfil abultado se destaca

mostrando claramente tu embarazo.

Aun no habiendo nacido, en ella, Sheridan

en la fotografía era ya el centro

simétrico de la composición.

Oculto entonces, se desarrollaba

hasta para ser torpe y poderoso,

para ser el cronista de una guerra

desoladora y de memoria incierta.

Después sus misteriosos componentes

(su fantasía y sus inclinaciones)

le hicieron ir de duende a basurero,

o a despertar de pronto como también él era.

Este verano le encanta ser soldado

(para disgusto de su padre y madre):

a veces se convierte, con su chaqueta roja,

en independentista,

y otras es mercenario del rey Jorge III…

Sin que sepa por nadie

(¡quién le iba a contar (a él) esas cosas!)

que ambas posturas pueden

inexplicablemente hacerse compatibles…

La ambivalencia de las revoluciones

le ha hecho al mismo tiempo

medio británico y medio americano.

II

Me vuelvo a contemplar Los Arnolfini

y veo que ese joven,

comerciante italiano que pintara Van Eyck,

no fue ni sacerdote ni soldado.

En época de fe no le sonroja

presentarse sin armas, pálido y largo el rostro,

en su alcoba nupcial…

Quizás él fuese un medio judío

que de recién casado se fue a Brujas,

para, exiliado, obtener más ganancias.

Su mujer está encinta y él levanta una mano,

que al igual que su rostro,

es pálida y delgada, larga como una vela,

para así bendecirla…

Ella mientras sonríe, grávida, floreciendo…

Giovanni y Giovanna, incluso disfrazados,

parecen irradiar delicadeza…,

son sus trajes mejores que son los de los reyes.

El cuadro es excelente como lo son sus vidas:

un sutil entramado de detalles menudos…,

este dormitorio en donde todavía

arde una vela en el candelabro

y los melocotones se maduran

sobre el alféizar de sus ventanales…,

los zuecos de Giovanni por el suelo

están junto a los de ella, más pequeños;

de sang de boeuf teñidos, hacen juego

con el dosel de su impaciente cama.

En sencillez y amor se hacen rivales…

Como de porcelana, posa su mano ella

sobre la de él, mientras que la otra deja

en su vientre, a la altura

donde debe tener el hijo su cabeza.

Rezan y esperan, como si del cielo

soplase el mismo aire que cuando se casaron

y que ese viento fuese una visita

habitual y no el raro milagro

de la luz más exacta

para el sagrado instante del fotógrafo.

Giovanni y Giovanna… Ella a su esposo

le sobrevivirá por veinte años.