APUNTES ASIÁTICOS

Como es sabido, hay varias Asias. La de la península Índica, la Central, la de China y la del Sudeste. En un futuro inmediato, se convertirá en la mayor manzana de la discordia —por ser objeto del voraz apetito de las superpotencias— el Asia Central, o sea, todo el «bajo vientre» de la antigua Unión Soviética hasta Afganistán, porque allí se hallan los yacimientos de petróleo cuya explotación está prevista para la segunda mitad del siglo XXI. Mientras no se encuentre un sustituto del petróleo, aquella región seguirá siendo un centro de tensión y lucha, sobre todo entre Estados Unidos y China. La guerra de Afganistán no es sino el comienzo de una gran crisis que, más o menos virulenta, se prolongará durante largos años.

La India, a su vez, conserva cierto equilibrio interior, aunque se nota que crece en fuerza esa corriente que algunos llaman «nacionalismo religioso». Aparecen fenómenos que hasta ahora eran desconocidos para aquella cultura, como es el surgimiento de organizaciones paramilitares fundadas por nacionalistas hindúes. Estos cambios están relacionados con la guerra musulmano-hindú por Cachemira. De manera que asistimos a una especie de militarización del hinduismo. Los hindúes empiezan a subrayar que son la civilización más antigua del mundo, cosa que genera en ellos no solo un sentimiento de orgullo, sino también de superioridad. No obstante, conviene recordar que tal civilización jamás ha mostrado signos de aspiraciones expansionistas. Aunque fue invadida desde el norte por los mongoles, es decir por el islam, nunca ha organizado incursiones en territorios ajenos con vistas a conquistarlos. Todo lo contrario: siempre ha permanecido encerrada dentro del marco de su tradición, su clima y su cocina.

Otro gran tema asiático es el lugar del islam en aquel continente. Al fin y al cabo, las mayores naciones islámicas están precisamente en Asia: Pakistán, Indonesia, Malasia…, toda la parte sudeste. Es difícil resumir en pocas palabras toda la riqueza y diversidad de aquel islam, pero sí se puede señalar que la combatividad, unida a un fuerte crecimiento de tendencias nacionalistas, es uno de sus rasgos característicos. La religión de Mahoma cimienta a aquellas sociedades y las hace sentirse fuertes.

China constituye un mundo aparte. Es un país extraordinariamente diversificado; a pesar de tener un poder centralizado y centralista, también allí actúan muchas fuerzas centrífugas. La diferencia entre la China de la costa y la interior es abismal. Las tendencias centrífugas también se observan en la zona de Xinjiang y, en general, en todos aquellos territorios que tienden hacia el Asia Central, o sea, hacia el islam.

En la región del Pacífico está naciendo, probablemente, una nueva civilización cuyo potencial le augura un gran futuro. Nunca antes, debido a las barreras en el transporte y las comunicaciones, se había soñado con aglutinar las culturas de aquella inmensa zona bañada por el océano Pacífico. Hoy, gracias a la revolución electrónica y tecnológica, dicha civilización por fin se podrá organizar. Y su potencial es enorme porque reúne los centros básicos del desarrollo tecnológico: California, la British Columbia canadiense, la costa oeste de América Latina, las islas del Pacífico, Australia, Nueva Zelanda, Tasmania, Indonesia, China, Japón y, finalmente, los confines orientales de Rusia. [22]

En la actualidad, el grueso del capital se concentra en Asia Central y Oriental. Allí se traslada el centro más dinámico de la economía mundial. El capital no fluye hasta allí solo por razones económicas, sino también culturales. Basándonos en las experiencias y fracasos de las doctrinas del desarrollo, empezamos a creer que hay ciertos elementos en la cultura que favorecen o retrasan el desarrollo. A la luz de las experiencias de las últimas décadas del siglo XX, se ha podido comprobar que, en este sentido, la mejor situación impera precisamente en las culturas asiáticas, las cuales brindan la oportunidad de reunir tres elementos sumamente importantes, a saber: la cultura tradicional de Asia, una cultura del trabajo, el ahorro y la disciplina; la más moderna tecnología (sobre todo norteamericana) de la civilización de la informática y la racional organización del trabajo (una aportación europea). A todo esto se añaden otros elementos que pueden fomentar el desarrollo. Es un territorio que durante muchos años no ha sido escenario de guerras. Estas civilizaciones no han creado fuertes fobias racistas. El ethos confuciano, el taoísmo, el budismo… siempre han favorecido la convivencia de los más diversos pueblos y naciones. También han sido portadoras de la tradición de una familia fuertemente unida y del elemento de la confianza. (…)

El neoconfucianismo es una filosofía que vive su renacimiento. El confuncianismo se fundamentaba en la unión y la fuerza de la familia, en el respeto al trabajo y en el poder de la autoridad (bien entendida, fruto del reconocimiento de los valores que dicha autoridad representaba). Ahora renacen elementos de las enseñanzas de Confucio y en el actual contexto histórico y cultural constituyen una de las bases de la nueva civilización del Pacífico, la región más dinámica del mundo contemporáneo en lo que al desarrollo se refiere. [21]

Es natural y comprensible que, vista desde Europa, la mera idea de casta nos parezca intolerable. Solo que al discutir en torno a ella, los europeos no tomamos en cuenta los números. Las personas que están firmemente convencidas de que la división social en castas es correcta y justa no se cuentan por decenas ni cientos ni miles, sino que forman ¡masas gigantescas! Solo los hindúes pueden cambiar este sistema. Si no se produce un profundo cambio cultural y mental en el seno del propio hinduismo, la ley de castas seguirá vigente. Por injusta que sea —y ya lo creo que lo es— desde nuestro punto de vista. [22]

Campuchea, años setenta, jemeres rojos en el poder. Extractos del diario de la pequeña Peuw: «“No preguntéis por nada, ¡Angkar os protege!”. Oíamos esta palabra por primera vez. Durante mucho tiempo creímos que se trataba de un rey o un presidente. Sin embargo resultó ser una palabra de una nueva lengua que teníamos que aprender. Se refería a la organización suprema que velaba por los intereses de la nación».

Por voluntad de Angkar, un tío de Peuw, Vong, había ido a parar a un campo de reeducación. De sesenta participantes, solo tres sobrevivieron a aquel curso. «Regresaban a casa —escribe Peuw— cuando uno de ellos se permitió exhalar un suspiro: “¿Encontraré a mi pobre esposa?”. Enseguida lo detuvieron dos soldados y se lo llevaron al bosque. Nadie lo ha vuelto a ver desde entonces. Estaba prohibido mostrar sentimientos.

»Era todo lo que nos dijo el tío. Sus enseñanzas nos sirvieron para seguir con vida. “No hagáis preguntas, ni una”, era su principal consejo».

[Lapidarium I]

Kazajstán constituye, a mi entender, un compendio en miniatura de todos los conflictos entre Europa y Asia que sacuden al mundo. Poblado por representantes de todas las culturas posibles, desde rusos hasta coreanos, a veces se convierte en escenario de disputas entre las grandes religiones. A todo ello se añade la gran devastación ecológica fruto del imperialismo ruso. [56]

Hay culturas maravillosas que funcionan por separado, solas. Por ejemplo la china, que nunca se ha mezclado con otras. Al contrario que el crisol europeo, siempre fue, y sigue siéndolo, muy «suya», muy particular, lo que no le impide ser magnífica, extraordinaria, única. [2]

Confucio ha dicho que como mejor se conoce el mundo es sin salir de casa. Y no le falta razón. No es imprescindible desplazarse en el espacio; también se puede viajar hacia el fondo del alma. [58]

Frente al atrincheramiento de la cultura occidental al que exhorta Huntington, el gran intelectual malasio Anwar Ibrahim, autor de The Asian Renaissance (1997), dibuja un cuadro del futuro diametralmente opuesto. Asia, afirma, se está convirtiendo en el centro de gravedad del mundo del siglo XXI. Pues allí se han fundido las antiquísimas tradiciones del Estado, sus profundos valores éticos, la cultura del trabajo tenaz, el respeto a la autoridad, las fuertes ligazones familiares y la confianza mutua, todo ello condición sine qua non de todo progreso. La nueva Asia, ya posnacionalista, busca relaciones e intereses comunes con otros. Ibrahim desarrolla su visión optimista del mundo futuro de esta manera: Las diferentes civilizaciones no se enzarzarán en ninguna guerra. El lugar del conflicto lo ocupará el intercambio y el de la tensión, el diálogo (volvemos a la misma concepción de contacto entre civilizaciones que preconizaban, entre otros, Simmel y Mauss). (…)

«Nuestra metamorfosis consiste en que por primera vez desde hace siglos hemos dejado de tener la vista puesta en Europa, en Occidente. Ahora empezamos a mirarnos y a descubrirnos a nosotros mismos», escribe Ibrahim. [II]