Siempre que le preguntan, Quim Monzó explica que Mil cretinos es su libro más alegre, pero no es verdad. Hay —eso sí— humor: un humor negro que tiñe los diecinueve relatos de este libro, pero ¿alegría? Quizá confort, porque resulta alegremente reconfortante pasar cuentas con el dolor, con la vejez, con la muerte, con el amor y con el desamor, con las rencillas cotidianas, con el vacío del paisaje. En Mil cretinos Monzó observa, divirtiéndose, el apasionante equilibrio entre la dicha y la desdicha: el hervor de la tristeza bajo un cielo tan azul que resplandece de felicidad.