Capítulo 7
Ella se resistió a cambiar su ropa de caza por jeans una segunda vez, sosteniendo que le limitaba los movimientos. Él lo dejó pasar, asumiendo que el largo abrigo cubriría la mayoría de sus… atributos.
Lo que tenía Nueva York, pensó Harper luego de cruzarse con un tío de cabellos blancos hasta los hombros, dos aretes en la nariz y un peto de cuero negro, es que siempre había alguien vestido de modo más extraño que uno.
Él vestía su chaqueta rasgada, por motivos sentimentales. Y también por la práctica razón de que si iba a enfrentarse nuevamente a un demonio, no tenía sentido sacrificar otra prenda bajo las largas garras azules.
Tenía su Glock en una pistolera bajo el brazo, una 38 de refuerzo en una pistolera en el tobillo, un cuchillo de combate envainado a la cintura y una daga en su bota izquierda.
Hubiera preferido una Uzi, pero lo que tenía a mano tenía que serle suficiente.
—Me gusta mi trabajo —le dijo a Kadra—. Me gusta pensar que ayuda a las personas que vienen a verme con sus problemas. —Hizo una pausa para echar una prolongada mirada a su barrio, su ciudad, su mundo—. Pero este asunto de salir a salvar el planeta me excita muchísimo.
—Naciste para esto. —Cuando él la miró ella se encogió de hombros—. Eso es lo que yo creo. Nacemos con un propósito.
Cómo vivimos, cómo tratamos a los demás que viven con nosotros forma nuestro espíritu y determina si cumpliremos nuestro propósito o fracasaremos. Fuimos hechos para enfrentarnos juntos a esta noche. Desde el momento en que fuimos creados.
—Eso me gusta. E iré aún más allá. Fuimos hechos el uno para el otro.
Hechos para amarnos pensó ella, y para vivir solos en dos mundos diferentes. Su vida había estado llena de sacrificios, pero ninguno traería la pena que el que estaba todavía por hacer.
Harper condujo a Kadra hacia la estación de metro que se dirigía hacia las afueras. Ella hubiera saltado sobre el torniquete si él no se lo hubiera impedido bloqueándola.
—Tienes que usar una ficha, después lo cruzas.
—Éstas son barricadas muy débiles —señaló mientras las golpeaba—. Incluso un niño podría saltarlas.
—Sí, bueno, es una… tradición.
—Como un ritual —decidió ella satisfecha. Escuchó el rugido, sintió la vibración del suelo—. La tierra tiembla. —Estaba lista para arrastrarlo a lugar seguro, cuando él le cogió la mano.
—Es sólo el tren que se acerca. —Todavía sosteniendo su mano, la condujo hacia la plataforma en donde ella estudiaba a los otros pasajeros que aguardaban.
Era una enorme caverna muy iluminada. Ella nunca había visto tanta vida, tanto movimiento y magia en un solo lugar.
—Tu gente tiene tantos colores de piel. Es hermoso. Los han bendecido con tanta riqueza, con tanta variedad. —Cuando ella lo miró, vio que él le sonreía de modo extraño—. ¿Qué sucede?
—Nada. —Se inclinó hacia ella y para su total sorpresa la besó en los labios.
—No podemos unirnos aquí —dijo ella susurrando—. Es una actividad privada.
—No fue ese tipo de beso. Recuerda que hay de muchas clases.
—Pensé que estabas pretendiendo…
—¿Es ésa una palabra educada para decir que miento? De este lado del portal, la gente se besa todo el tiempo. Amantes, amigos, parientes. Completos desconocidos.
Ella gruñó.
—Ahora diré que estás mintiendo.
—El besarse es prácticamente un deporte mundial. Y esto te parecerá una locura: la gente paga para sentarse en un gran cuarto oscuro con un grupo de gente y ver imágenes de otras gentes en una pantalla, una versión más grande de la TV en donde viste béisbol. Una de las cosas que esas imágenes hacen frecuentemente es besarse.
—Creo que eres un arpista después de todo, porque cuentas historias fantásticas con gran facilidad y estilo.
—¿Nada en tu banco de datos que hable de películas?
Ella frunció el ceño, pero inclinó la cabeza y buscó en su memoria. Cuando sus ojos se abrieron luminosos de placer, él supo que ella lo había encontrado.
—Películas. —Probó la palabra—. Me gustaría ver una.
—Es una cita. —Escuchó el rugido del tren que se acercaba. Ahora tenían otra cita a la que atender primero.
A ella le gustó el tren que corría bajo tierra. Le gustaba cómo la gente se apiñaba en su interior, golpeándose unos a otros mientras se sostenían de agarraderas de metal. Había coloridos dibujos para estudiar y leer. Algunos describían un líquido mágico que le otorgaba a quien lo utilizara cabellos brillantes y excitantes. Otro aconsejaba practicar sexo seguro. Había un mapa sobre la pared para los viajeros extraviados, y otra imagen más que aseguraba que su elixir podía transformar la piel para volverla sexualmente atractiva a otras personas.
Kadra se inclinó para hablarle a Harper al oído.
—¿El sexo es la religión de tu mundo?
—Ah… podrías decir que mucha gente lo adora. ¿Por qué estás susurrando?
—Nadie habla. ¿Está permitido conversar?
—Claro. Es sólo que la mayoría de esta gente no se conoce entre sí. Son extraños, entonces no tienen nada que decirse.
Kadra pensó en ello y encontrándolo razonable tocó el hombro de la persona que estaba de pie a su lado.
—Yo soy Kadra, Cazadora de Demonios. Mi compañero en esta dimensión es Harper Doyle. Juntos perseguimos a Sorak.
El sonido que emitió Harper estaba a medio camino entre una risa y un quejido.
—Un ensayo —dijo con lo que esperaba fuera una sonrisa conciliadora—. Una obra nueva. Way, way, off Broadway. Cariño —le dijo Harper a Kadra cuando la mujer se alejó todo lo posible dada la presión de los otros cuerpos—, tal vez deberías hablar sólo conmigo.
—El presentarse a otros es una cortesía.
—Sí, bueno, pero empiezas a hablar de demonios y eso preocupa a la gente.
El tren se detuvo. Gente descendió, gente subió. Kadra frunció el ceño y se paró firme.
—Como tú dijiste, ¿cómo pueden defenderse contra Sorak si no son conscientes de su presencia?
—He pensado en ello. Pensé en acudir a la policía. La Guardia Nacional. —Frustrado, se pasó una mano por los cabellos—. Nadie nos creerá, y el tiempo que perdamos intentando convencerlos de que no somos candidatos para una celda acolchada sólo le dará a Sorak más ventaja.
—Dijiste que había demonios en tu mundo, que los ponían en jaulas.
—Hay en abundancia. Pero son de un tipo diferente a los que estás habituada a combatir. No son de otras especies, somos nosotros. La gente viene en muchos modelos, Kadra.
La mayoría son buenos, en el fondo son buenos. Pero hay muchos que no lo son. Entonces se aprovechan de los suyos.
—Aprovecharse de los de tu propia especie es el mayor pecado. Tú persigues a esos demonios. ¿Quién más los persigue?
—¿Lo ideal? La ley. Sólo que no siempre funciona. Hará falta más de un viaje en metro para que te lo explique. Ni yo siempre lo entiendo.
—Hay bien y hay mal. El bien siempre debe enfrentarse al mal así como el más fuerte debe proteger al más débil. Nada de esto puede cambiarse por atravesar un portal.
Él tomó su mano en la suya. Su visión era tan clara, pensó.
Y su espíritu tan puro.
—Te amo —murmuró—. Amo todo de ti. Sintió que la tibieza se apoderaba de ella llenándole el vientre, desbordando su corazón. —Me conoces tan sólo de un día.
—El tiempo no significa nada. —El tren se detuvo de golpe en la estación siguiente—. Pronto descenderemos. Sea lo que sea que suceda esta noche, necesito que creas lo que te estoy diciendo ahora. Te amo. Mi mundo era incompleto hasta que tú llegaste a él.
—Creo en lo que dices. —Se sentía extraña pero bien al apretar sus labios contra los de él—. Mi corazón está unido al tuyo.
Pero lo que ella no dijo, lo que no podía soportar decir, era que su mundo estaría para siempre incompleto cuando ella partiera.
—Estás pensando que cuando esto termine no seremos capaces de seguir juntos. —Le puso su mano sobre la mejilla, mantuvo su mirada en la suya—. Que tendré que quedarme en mi mundo, y que tú tendrás que regresar al tuyo.
—Hay sólo una cosa que ahora debería preocuparnos.
Y es Sorak.
—Cuando descendamos del tren, nos preocuparemos de Sorak. Ahora, somos tú y yo.
—Tienes una naturaleza dominante. La encuentro extrañamente atractiva.
—Me pasa lo mismo. Cuando esto termine Kadra, hallaremos la forma. Eso es lo que la gente hace cuando se aman. Encuentran el camino.
Ella pensó en la esfera en su bolsa. La llave que era de su exclusiva propiedad hasta que acabara la batalla. El peso de la misma le hundía el corazón como una piedra.
—¿Y cuando no hay camino alguno?
—Entonces hacen uno. Sea lo que sea que tenga que hacer para que funcione, lo haré. Pero no te perderé.
—No puedo quedarme en tu mundo, Harper. Soy una cazadora, obligada por la sangre, juramento y honor, a proteger a mi gente.
—Entonces iré contigo.
Estupefacta, lo miró fijo.
—¿Abandonarías tu mundo, sus maravillas, por mí? ¿Por el mío?
—Por nosotros. Haré lo que haya que hacer para tener una vida a tu lado.
Las lágrimas le llenaron los ojos. Ella jamás habría derramado una lágrima por dolor, pero ahora una le corría por la mejilla. Por amor.
—No es posible. Nunca será permitido.
—¿Quién demonios está a cargo? Haremos una huelga de brazos caídos.
Ella se las ingenió para sonreír débilmente.
—Llevaría más que un viaje en metro explicártelo. Hay equilibrios, Harper, que deben mantenerse cuidadosamente. Yo estoy aquí para reparar un error y me ha sido permitida la entrada por el poder de la magia de Rhee. Cuando haya hecho lo que me han enviado a hacer, no tendré otra opción sino regresar. Tú no tendrás otra opción sino quedarte.
—Ya veremos. Ésta es nuestra estación.
—Estás enojado.
—No, ésta no es mi cara de enojado. Ésta es mi cara de «si puedo enfrentarme a demonios seguramente podré enfrentarme al cosmos». —Apretó su mano—. Confía en mí.
Ella no confiaba en nadie más. Si se le hubiera permitido tomar un compañero para toda la vida hubiera sido Harper Doyle. Su fuerza, su honestidad, su coraje le habían arrebatado el corazón. Ella extrañaría, por el resto de su vida su extraño sentido del humor, su valor, su boca hábil.
Cuando hubieran derrotado a Sorak, ella partiría rápidamente para evitarles a ambos el dolor de la partida. Y ahora ella atesoraría el tiempo que tenían juntos como compañeros. Ella disfrutaría la gran tarea que estaban destinados a cumplir juntos.
El primer asunto pensó Harper, era descender por las vías en dirección a los túneles sin llamar la atención de los policías del metro. Le explicó el problema a Kadra mientras avanzaban por la plataforma alejándose del grupo de pasajeros que aguardaban.
—Muy bien —dijo ella, y resolvió el dilema dando un salto a las vías.
—O podríamos hacerlo de esa manera —refunfuñó. Mostró su placa de identificación en dirección a un par de hombres de negocios que los miraban boquiabiertos—. Inspectores de tránsito.
Confiando en que suscribieran al credo neoyorquino de no meterse en lo que no les importaba, saltó.
—Muévete de prisa. —La tomó del brazo—. Permanece alejada de la luz. Una vez que entremos a los túneles nuestro objetivo principal es evitar ser aplastados sobre las vías por los trenes. Después está el asunto del tercer riel. ¿Ves eso? —Señaló—. Sea lo que sea que hagas, no lo pises, no lo toques. Te freirá como una trucha.
Tomó su linterna de bolsillo mientras seguían las vías al interior del túnel.
—Hay algunas áreas del sistema en donde las personas sin hogar arman sus refugios.
—Si tienen donde refugiarse, no pueden ser gente sin casa.
—Reservaremos la lección sobre los desamparados por la sociedad para más tarde. Alguna de la gente que se las ingenia para vivir aquí abajo está mentalmente inestable. Otros están meramente desesperados. Lo que nosotros buscamos, supongo que está en el área de mantenimiento. Apartado de las vías principales en donde hay lugar para establecer una guarida.
—No hay olor a gente o a demonios en este sitio.
—Hazme saber cuando eso cambie. —Sintió la vibración, vio el primer destello de luz en la oscuridad—. Un tren. A moverse.
Apuró el paso hacia el receso de una puerta de acceso, y apretándola contra sí se aplastó contra la puerta.
—Piensa en mantenerte delgada —le advirtió.
Se mantuvo firme mientras el rugido del tren resonaba y apretó los dientes mientras el aire golpeaba contra ellos. A través de las ventanas iluminadas del tren pasaban borrosos rostros y cuerpos.
—Es más excitante estar fuera de la caja mientras pasa veloz que estar dentro.
Miró a Kadra mientras pasaba el último de los vagones.
—Uno de estos días deberás decirme cómo se entretienen en A’Dair. Estoy seguro de que me parecerá fascinante.
Intentó mantener un mapa mental mientras avanzaban a través del laberinto. Dos veces más se escabulleron en un estrecho refugio mientras otro tren pasaba veloz. Pero fue Kadra quien saltó en dirección a un túnel lateral.
—Aquí. Sorak ha estado por aquí.
Harper no percibió olor alguno en el aire estanco que no fuera grasa y el metal de las máquinas.
—¿Puedes decirme cuánto tiempo hace?
—Han pasado algunas horas, pero el olor está lo suficientemente fresco como para seguirle el rastro.
Ella avanzó con cuidado, sabiendo de los peligros de un refugio subterráneo controlado por un demonio. Mantuvo la voz baja al dar comienzo a la cacería.
—El Bok ve tan bien en la oscuridad como en la luz. Tal vez mejor. Luchará con más ferocidad para proteger su guarida que como lo haría para alimentarse.
—En otras palabras, la escaramuza de esta mañana fue sólo un adelanto de nuevos entretenimientos.
Ella pensó que estaba comenzando a comprender sus extrañas expresiones, asintió.
—Esta noche luchará a muerte.
Giró rápidamente arremolinando su abrigo y aferrando la empuñadura de su espada. Aunque él no escuchó sonido alguno la luz de la linterna de Harper delató una sombra en la oscuridad. Casi saca su arma cuando entonces reconoció el uniforme.
—Policía de tránsito. —Dijo por lo bajo a Kadra—. Déjame ocuparme de esto. Hey, oficial, Riley y Tripp del Post. Nos han autorizado para hacer una nota sobre…
Se interrumpió al ver que la figura daba un paso inseguro hacia él, y sus dientes como agujas brillaban bajo el delgado rayo de luz.
La boca entreabierta, hilera tras hilera de dientes. Las manos, terminadas en garras azules, en alto. Pero los ojos, los ojos seguían siendo terriblemente humanos.
—Ayúdeme. Por el amor de Dios, ayúdeme. —Y con un sonido atrapado a medias entre un sollozo y un aullido, dio un salto.
La daga de Kadra voló por el aire y se clavó en la garganta con un desagradable sonido a metal atravesando la carne. La sangre que brotó de la herida era de un rojo verdoso.
—El cambio no fue completo en éste —dijo Kadra.
—Todavía era humano. —Furioso Harper cayó de rodillas e intentó detectarle el pulso—. Maldición, era todavía un ser humano. Era un maldito policía. Lo mataste sin pensarlo.
—No era ni humano ni demonio, sino que estaba atrapado entre medias. Terminé con su vida para salvar la tuya.
—¿Eso es todo? —dijo Harper girando violentamente la cabeza y su mirada se clavó en la de ella—. ¿Vida o muerte? Él pidió ayuda.
—Le di la única ayuda que pude. ¿Acaso crees que me da placer? Con su muerte, uno de los míos muere. Ése es el equilibrio. —Ella se agachó y cogió su daga—. Ése es el precio.
—Podríamos haberlo llevado al hospital. Una transfusión de sangre, algo.
—¡Eso es una fantasía! —Guardó su daga—. Murió en el momento que Sorak lo besó. —Hizo un gesto en dirección al cuerpo mientras comenzaba a humear—. Infectado con sangre demoníaca. No había nada que pudiéramos hacer por él, ni en tu mundo ni en el mío. Si Sorak ha encontrado un humano para cambiarlo, entonces ha cambiado a otros.
Ella miró hacia la oscura boca del túnel. Ella prefería enfrentarse sola a la oscuridad, incluso si su propia muerte la aguardaba dentro, que a la ardiente acusación de sus ojos.
—Si eres incapaz de hacer lo que hay que hacer, regresa ahora. Yo seguiré sola.
—Pidió ayuda. Estaba asustado. Vi su terror. —Ahora lo único que Harper podía ver era un esqueleto ennegrecido—. Y no tuvo una oportunidad. —Deprimido, Harper se puso de pie—. Terminaremos esto juntos.
—Éste es el camino. Huelo sangre todavía fresca. —Y se encaminó hacia el interior del túnel.