Matt

El viaje a Atenas me produce desasosiego. Cuando Arkarian vuelve a trasladarme a mi cama, me despierto con un sobresalto. El reloj digital que hay sobre el arcón junto a mi cama marca las dos de la madrugada. Me doy la vuelta e intento volver a dormirme, pero no dejo de pensar en la promesa hecha a Dillon. Una promesa que ya no puedo seguir manteniendo. Debo hablar con Dillon en cuanto tenga oportunidad.

Sin razón aparente, de pronto tengo la sensación de que algo no va bien en casa. Cierro un momento los ojos, buscando la causa. Me pregunto si se deberá a Neriah y a lo sucedido entre nosotros. Hemos vuelto a la misma hora, y ella debería estar durmiendo en la habitación de Isabel.

Decido que primero iré a ver a mamá. Aunque ahora siempre está con Jimmy, y el trabajo de éste es protegerla con su propia vida, sigue habiendo muchos peligros. Excepto ella, todos los que vivimos en esta casa somos miembros de la Guardia, y eso es una amenaza a su seguridad.

Pero mamá sigue durmiendo profundamente junto a Jimmy, que ronca a su lado. Mientras voy de la habitación de mamá a la de Isabel, intuyo algo inquietante y enseguida comprendo de dónde procede y su significado. Abro la puerta del dormitorio de Isabel de un empujón, despertando a Neriah.

—¿Matt? ¿Qué pasa?

—¿Dónde está?

Se frota los ojos.

—¿Quién?

—¡Isabel! —Para mostrarle a qué me refiero, enciendo la luz, aparto la manta y las sábanas y quedan al descubierto

dos almohadones colocados en el centro del colchón que simulan la forma de un cuerpo.

Neriah se acerca de puntillas a echar un vistazo. Me mira con expresión perpleja y levanta las manos. Ella no se da cuenta, pero sus pensamientos me dicen que ya se imagina qué ha pasado. Al comprender que estoy en su cabeza, protege sus pensamientos y me mira con expresión de desconcierto.

Comienza a hervirme la sangre. Jimmy entra en el dormitorio y, en cuanto nuestras miradas se cruzan, sé que lo sabe. Sólo de pensarlo, la sangre me hierve.

—¿Lo sabías?

Se me acerca con las manos extendidas.

—Escúchame un momento, Matt.

—¡Lo sabías y aún así la has dejado ir! No me digas que estabas al corriente de su engaño. ¿Qué clase de Protector eres?

—No levantes la voz o despertarás a tu madre.

Mientras me preparo para usar las alas, Jimmy me aferra ambos brazos.

—No vayas, Matt. Arkarian nunca le haría daño a Isabel. Ninguno de ellos tiene nada que ocultar.

Sacudo los hombros para soltarme y Jimmy sale despedido hacia atrás.

—Si es así, ¿por qué se ven en secreto en plena noche?

No espero a que me conteste. Lo que hago es utilizar mis alas, y al momento estoy en la oscuridad, delante de la entrada secreta de las salas de Arkarian. La ha traído aquí. Percibo la presencia de ambos a través de la tierra y la roca. «¡Abre la puerta, Arkarian! ¡Ábrela ahora!»

Nada. Igual que una araña tiende su red, proyecto mi mente a través de los pasillos, buscando. «Sé que mi hermana está ahí dentro, Arkarian. Si no tienes nada que ocultar, ¿por qué la traes aquí en secreto?»

Se abre la entrada y aparece un corredor oscuro. Dentro, el vestíbulo apenas está iluminado por dos velas que arden con luz tenue. Recorro furioso las parpadeantes sombras, intentando abrir una puerta tras otra, pero todas están cerradas con llave. Me detengo un momento e intento sosegar mi respiración. Eso me ayudará a averiguar en qué habitación están.

Al final Arkarian aparece ante una puerta, a mi izquierda.

—Sé que estás enfadado —dice—, pero antes de ver a Isabel deja que te lo explique.

«¡Explicar!»

—¿Qué hay que explicar? ¿Isabel está contigo o no?

Entonces Isabel sale por la puerta que Arkarian está protegiendo. Introduce los brazos en las mangas de su largo abrigo negro, rodea a Arkarian y se interpone entre ambos.

—¿Quieres calmarte un momento? No es que sea asunto tuyo, pero debes entender que necesitamos encontrar algún momento para estar juntos.

—En casa podrás explicarme todo lo que quieras.

—Matt, estás exagerando.

—He visto tu cama, Isabel. Lo habías planeado. Eso es lo que más me molesta. Que lo hayas hecho en secreto.

—Matt —dice Arkarian en voz baja—, si te tranquilizas comprenderás que la única razón de que haya venido aquí en secreto ha sido justamente porque temíamos que reaccionaras así.

—¿Ah, sí? ¿De veras? ¿Cómo sé que no mientes, ahora que acabas de demostrar lo falso que puedes ser? —Permanezco cerca de la puerta—. Isabel, quiero que vengas a casa ahora.

—No eres quién para decirme lo que debo hacer —replica Isabel—. ¡Matt, tengo dieciséis años y tú no eres mi padre!

—No, pero resulta que él no está, ¿o sí?

En sus ojos aparece una expresión de dolor y pena. Al instante lamento mis palabras, pero lo único que quiero es que lo entienda. Fue por mi culpa que su padre nos abandonó hace mucho tiempo. Sabía que yo no era hijo suyo, y aunque intentó que la vida con mamá funcionara, ese hecho lo reconcomía. Se dio a la bebida hasta que al final pensó que Isabel estaría mejor sin él. Por eso tengo que cuidar de ella. El día en que el padre de Isabel se marchó, le prometí que cuidaría de ella.

Isabel suspira y me sigue hacia el exterior. Detrás de nosotros, la puerta secreta cambia de forma. Me recorre un estremecimiento cuando el frío penetrante me recorre los brazos desnudos. No me he molestado en ponerme la chaqueta, ni siquiera un suéter sobre la camiseta. Pero dejo de pensar en el frío cuando Isabel me mira con sus ojos brillantes.

—¿Cómo has podido hacerlo?

—¿El qué?

—¿Cómo has podido humillarme así?

Nunca la he visto tan furiosa. Extiendo un brazo para consolarla y hacerle comprender mis intenciones, pero ella se aparta. Su voz adquiere un tono desgarrador.

—¡No! ¡No te me acerques! ¡No vuelvas a hablarme nunca más!

Y se aleja corriendo. Me quedo mirándola en medio del frío aire de la noche. Si la he perdido no podré soportarlo. Echo la cabeza atrás y me quedo contemplando el claro cielo estrellado. No tarda mucho en comenzar a iluminarse. Ha sido un día horriblemente largo y he metido la pata desde el principio hasta el final.

El sonido de alguien respirando a mi espalda me hace dar un respingo. Es Arkarian. En sus ojos hay una expresión fría y distante.

—Acaban de informarme de que el rey Ricardo ha convocado una reunión de todos los Elegidos al amanecer. Nos veremos en una de mis salas. Notifícaselo a los demás —dice, y desaparece.

El desánimo me atenaza el estómago. El rey viene. Me pregunto qué quiere. Normalmente tendría el apoyo de Arkarian, pero ahora estamos completamente distanciados. Me pidió que confiara en él, y no lo he hecho. La verdad es que mi reacción ha sido desproporcionada, y no estoy seguro de poder arreglarlo.

Justo cuando acabo de informar a los demás, el alba ahuyenta los últimos restos de la noche. Al final soy el último en llegar. Hasta Dillon está presente, y aunque él no es, en sentido estricto, uno de los Elegidos, en su Iniciación Lorian dejó bien claro que debemos considerarlo uno de los nuestros. Todos están sentados a una mesa de madera en una de las salas de Arkarian. A un lado se encuentran Shaun, Jimmy y el señor Carter; al otro, Isabel, Ethan, Neriah, Dillon y Rochelle, por este orden. Arkarian, que permanece junto a la puerta, la cierra una vez he entrado. Intento mirarlo a los ojos, pero él aparta la vista y me cierra por completo sus pensamientos.

Al verme, Jimmy respira hondo. Lo he ofendido al acusarlo de no ser un Protector competente. Y aún tengo que hablar con Dillon, que mira a Neriah con ojos soñadores. Cuando se percatan de mi presencia, todos dejan de hablar y me miran. Nunca me he sentido tan aislado, tan solo. Es como si de repente fuésemos unos desconocidos. Neriah entrecierra los ojos y con el pensamiento me pregunta si estoy bien.

Antes de poder responder, el rey Ricardo se materializa ante nosotros. Sin saludar a nadie, me da unos golpecitos en el hombro con un dedo firme.

—Tú y yo tenemos que hablar... ahora —dice, y desaparece sin decirme dónde ha ido.

Busco los ojos de Arkarian.

—Iré contigo —me susurra al oído.

Es un alivio, pero no sé cómo interpretar su gesto.

—¿Dónde se ha metido?

Me señala el techo.

—Estará arriba, en algún lugar.

Utilizo las alas y sigo a Arkarian hasta lo alto de las montañas, y en efecto, allí está el rey Ricardo, paseando por la orilla del lago. Nos acercamos y él saluda a Arkarian con un movimiento de cabeza rígido pero cordial. Pero es a mí a quien dirige la pregunta:

—Dime, Matt, ¿crees que soy un traidor?

Por primera vez desde que le vi entrar en el dormitorio de Lathenia, tengo mis dudas al respecto. Sus ojos son tan claros al mirarme, tan sinceros, que se me hace difícil creer que fuera capaz de tal cosa. Le explico qué me ha hecho sospechar.

—Os vimos en el palacio de Lathenia. A los dos, juntos y riendo.

Asiente.

—Los miembros del Tribunal no nos pasamos el día sentados en círculo, Matt. Tenemos cosas que hacer.

—¿Me estáis diciendo que habíais ido al palacio de Lathenia para distraerla?

—Oh, no, hago mucho más que distraer a su alteza —dice con aire divertido—. Me crié en la familia real, y estoy muy familiarizado con las intrigas de la gente de alta alcurnia.

Ahora lo entiendo.

—Sois el espía de Lorian.

Suelta una risita.

—Prefiero que me consideres el protector de Verdemar. Haría lo que fuera con tal de que mis súbditos no sufran ningún daño. No soy el traidor, Matt. Todo señala a uno de los miembros del Tribunal. Lorian está convencido de ello, y yo le creo. Lo que has hecho en esa sala ha sido casi imperdonable. Al lanzar sospechas sobre mí, has corrido el riesgo de descubrir mi misión.

Suelto un gemido al darme cuenta de mi torpeza.

—Lo siento, milord.

—He dicho «casi imperdonable».

Está intentando ser amable. Mis ojos buscan los de Arkarian; esta vez no aparta la mirada, y veo que el dolor y la pena los ensombrecen. «He metido la pata completamente —le digo mentalmente—. Sabía que no estaba preparado para esto.»

Pero es el rey quien contesta:

—Bobadas. Serás un líder estupendo. Tengo mucho que hacer en Atenas y otros lugares. No puedo estar aquí siempre, Matt. Ése es tu trabajo. Ahora hay otra cosa que quiero discutir contigo. Es acerca de la visión de Isabel. Concretamente, sobre lo de Rochelle.

—Vio su muerte —dice Arkarian en un ronco susurro.

El rey asiente.

—Creo que sería una buena idea que no se enterara. —Nos quedamos en silencio y él prosigue—. También creo que deberías designar a alguien para que la vigile. Alguien en quien puedas confiar.

—¿Una especie de guardaespaldas? —pregunto.

—Exacto.

Es una idea estupenda, y me pongo a pensar en quién podría ser. La responsabilidad es enorme, vigilar y proteger la vida de Rochelle.

—Yo lo haré.

Pero el rey niega con la cabeza.

—Estarás demasiado ocupado con otros asuntos. Tiene que ser otra persona.

—No debería ser Ethan. Él... siente algo por ella. Y el hecho de conocer su posible destino le afectaría.

Pienso en Dillon, pero desechó la idea. A veces sus emociones son un poco inestables. Dirijo la mirada a Arkarian.

—¿Quién crees que debería ser?

Me devuelve la mirada, y pienso que no va a contestar.

—Isabel —dice por fin.

No había pensado en ella.

—¿Por qué?

—Para empezar, ella lo sabe. Ha visto con sus propios ojos cómo podría ocurrir. Sería la primera en reconocer la escena si llegara a producirse.

Naturalmente, tiene razón.

—Además —añade Arkarian—, sus habilidades defensivas son excelentes, y... Ethan es su mejor amigo. Ella le tiene un gran afecto y sabe que Ethan está enamorado de Rochelle. Isabel haría lo que fuera para no fallarles. Y también es leal a la Guardia. Asumiría su papel de protectora con la máxima lealtad. Y aunque no podrá vigilarla las veinticuatro horas, será eficaz. Y por ultimo, Isabel es una sanadora. Si ocurriera lo peor y Rochelle resultara herida, Isabel estaría a su lado.

Me quedo sin saber qué decir; la explicación de Arkarian es perfecta.

—Entonces queda decidido —dice el rey Ricardo—. Y ahora, antes de que bajemos a ese pozo asfixiante de ahí abajo, hay otra cuestión que debemos abordar. —Me mira fijamente—. Tu estrecha relación con Neriah ha de ser un secreto hasta que hayas hablado con Dillon.

Delante de mí, Arkarian enarca las cejas.

—¿Sabéis lo nuestro? —pregunto.

El rey levanta las manos unidas por los pulgares y las mueve como si fueran alas de pájaro.

—Os vi anoche revoloteando por encima de Atenas.

—¿Entonces erais vos? Pensé... —«que era Dillon».

—Y casi fue Dillon. Salió a buscar a Neriah y, al no encontrarla, comenzó a buscarte a ti. Yo me di cuenta, Matt, porque siempre vigilo las espaldas de los míos. Le dije que estabas en las bodegas mirando las colecciones de vinos, y que Neriah había ido a poner a prueba sus nuevos poderes con los pájaros de lady Arabella en el patio, y que no podía molestarla. Luego fui a buscarte.

Vuelve a hacer el movimiento de vuelo con las manos.

—Los dos tendréis que estar muy atentos a la hora de veros en secreto, al menos hasta que Dillon acepte que lo has engañado. Y ahora deberíamos volver. Quiero hablar con los Elegidos. Tenemos que ser capaces de confiar los unos en los otros. Estamos al borde de una batalla que podría acabar destruyendo la humanidad como la conocemos. No podemos ir divididos al campo de batalla, o perderemos. Debemos...

Mientras el rey prosigue, Arkarian me lanza una mirada acusadora, y yo comprendo que he perdido la fuerza que extraía de su amistad.