Matt
Cuando regresamos a la Ciudadela, Arkarian viene a recibirme, y sus ojos, habitualmente claros, se ven ahora oscuros y cansados.
—He convocado una reunión urgente en una de mis salas —dice.
—Vamos, pues.
—Primero quiero contarte lo que ha pasado.
—Me he enterado de lo de Neriah —le explico para ahorrar tiempo.
Aparecemos en una de las muchas salas laterales de Arkarian. Los demás ya han llegado. Algunos ya están sentados, formando un círculo muy parecido al del Tribunal, mientras que otros permanecen de pie, hablando. Dillon también se halla presente, como un miembro más del grupo. Me pregunto quién aprobó que se le concediera acceso a las salas de Arkarian. Probablemente lady Arabella. Es la que más ha trabajado con él. Así que ahora, aunque ya no tenemos a Neriah, seguimos siendo nueve.
—¡Matt! —Isabel me ve y echa a correr hacia mí, pero enseguida vacila.
Evidentemente está preocupada por los últimos acontecimientos, al igual que el resto de los presentes, pero en este momento sus ojos delatan algo más. Su expresión es atribulada, casi tímida, una expresión impropia de ella. Ya sé cuál es el problema: cree que el viaje que he hecho para conocer a Dartemis me ha cambiado. ¿Y ha sido así? Pues no lo sé. Yo me siento el mismo, sólo que ahora sé cosas que preferiría no saber. También he adquirido nuevos poderes, pero debo perfeccionarlos. Abro los brazos e intento bromear.
—¿No me saludas? ¡He estado fuera seis meses! ¿No has echado de menos a tu hermanito?
Sonríe y se acerca a mí. No soporto esa mirada de indecisión en sus ojos; instintivamente la atraigo a mis brazos. Apoya la cabeza contra mi pecho y me abraza con fuerza. Al cabo de unos momentos, levanta la mirada:
—La verdad es que sólo has estado fuera siete días. —Se separa de mí y me da un golpecito juguetón en el pecho—. Eso casi no merece un abrazo.
En los minutos siguientes me saludan los demás, pero la trascendencia de la reunión hace que enseguida todos ocupemos nuestros sitios. Arkarian se sienta deliberadamente a mi derecha y me dirige un gesto de asentimiento. Quiere que yo dirija la reunión. ¿Bromea, o qué? Me manda sus pensamientos. Entre Videntes de la Verdad no hace falta hablar para mantener una conversación. Cree que estoy preparado para comenzar a desempeñar el papel que me asigna la Profecía. Ojala poseyera yo su confianza. Respiro hondo y se me escapa un suspiro de resignación. En cierto modo, supongo que es así como me siento. Puede que haya desarrollado mis poderes, entre los que se cuenta ser Vidente, pero voy a necesitar mucha práctica antes de tener la suficiente seguridad en mí mismo como para utilizarlos.
Todo el mundo mira en derredor con incomodidad. Los pensamientos de Arkarian me empujan a dar el paso. «Ha llegado el momento, Matt. Cree en ti mismo y asume el control. Muéstrales a todos que eres nuestro líder.» Paseo la mirada entre los presentes y me pregunto si soy digno de liderarlos. La mitad son mayores que yo. ¡Uno incluso es profesor mío! ¡Y está el padre de Ethan, por el amor de Dios!
Paso a paso. Me llega el pensamiento de Arkarian, y me pregunto por dónde debería empezar. Debo eliminar inhibiciones. Intento concentrarme en otra cosa, y de repente noto como si en mi mente se hubiera despejado una zona. Mis ojos recorren las paredes de piedra y el suelo de tierra.
—¿Es segura esta sala?
—Todas mis habitaciones son seguras —contesta Arkarian.
—¿Podría oírnos... alguien?
—Eso no puedo garantizártelo.
Escudriño las paredes, buscando grietas sospechosas.
—Quiero que todo el mundo mantenga la cabeza gacha hasta que os diga que podéis levantarla.
Obedecen sin rechistar. Sirviéndome de mis nuevas habilidades, inundo la sala de una luz azul, que enseguida se espesa como una densa niebla, haciendo toser a Dillon y al señor Carter. Soplo suavemente hacia el centro de la habitación para crear un espacio seguro donde podamos hablar sin que nos oigan. Para mi alivio, funciona.
—Ya podéis levantar la vista.
Miran alrededor y ven cómo la neblina parece pegarse al techo, a las paredes y el suelo.
—Ahora la habitación está protegida —dice en voz baja Arkarian—. Buen trabajo.
—Gracias, pero... —Me callo. ¿De qué sirve todo esto si no me muestro seguro? Si quiero que mis compañeros crean en mí, al menos tendré que aparentar que lo estoy. Veo a Dillon agitándose inquieto. No para de dar golpecitos con la punta del pie, de mesarse el pelo y hacer crujir los nudillos—. Antes de que empecemos, ¿tienes algo que decir, Dillon?
—¡Sí! —Se pone en pie prácticamente de un brinco—. ¿No os habéis enterado? ¡Marduke tiene a Neriah!
—Sí, lo he oído, y la rescataremos.
—¡Sea cual sea el plan, yo quiero ir!
Levanto la mano.
—Primero cuéntame qué pasó.
Suelta un ruido burlón y señala a Rochelle.
—¡Ella nos llevó a una trampa y luego dejó que Neriah se fuera!
Rochelle se pone en pie y dice:
—¡Eso... eso es mentira!
Detrás de ella, Shaun convence a Rochelle de que se siente.
—Tenía a Neriah en las manos —prosigue Dillon—, ¡pero dejó que se fuera, y cayó directamente en brazos de Marduke!
Rochelle se lleva una mano a la frente, como si intentase impedir que se le cayera el cerebro.
—Son acusaciones muy serias, Dillon.
—Estoy diciendo la verdad. Pregúntale a Ethan. Él estaba allí.
—Oigamos primero lo que dice Rochelle.
Esta me mira y sus ojos, habitualmente de un verde intenso, aparecen enrojecidos y ojerosos. Las manos le tiemblan visiblemente. Se las queda mirando como si fueran ajenas
a su cuerpo. En los dieciocho meses que llevamos juntos nunca la he visto tan afligida.
—Mis manos la quemaron. Y en cuanto al túnel, me pareció que era la mejor opción.
Arkarian, a mi lado, dice:
—Ahora llevas los guantes. ¿Dónde los tenías en ese momento?
—En el bolsillo de mi chaqueta, que me la había dejado en la casa. Luego volví y los recuperé.
—¿Cómo van tus clases con lady Arabella? —le pregunta.
Antes de que responda, Dillon se pone en pie con todo su cuerpo temblando de rabia.
—¿Te han dado clases para que aprendas a controlarlas y aun así la quemaste? —Responde a su propia pregunta con otra acusación—: ¡No te creo! Sigues trabajando para Marduke, ¿verdad?
Ethan se levanta como un rayo.
—¡Cállate, Dillon! Nadie tiene derecho a acusar a nadie en esta sala, ¿me has oído? ¡Aquí no se está juzgando a Rochelle! —Se vuelve hacia mí—. Yo vi lo que pasó, y sí, Rochelle soltó a Neriah. Pero no lo hizo a propósito. Neriah gritó cuando las manos de Rochelle la tocaron, y Rochelle la soltó de manera instintiva. Y el túnel era la única elección lógica, pues el que llevaba a las salas de Arkarian había quedado destruido.
Rochelle dice en voz baja:
—Estábamos en una situación extrema. Perdí el control.
—Sí, y nosotros perdimos a Neriah —replica Dillon.
—Entonces tendremos que rescatarla —digo para tranquilizarlos—. Y ahora, no se harán más acusaciones en esta sala.
Dillon sigue inquieto.
—Muy bien, pero tendréis que contar conmigo. —Sus ojos se desvían a mi derecha—. Arkarian, dile que me lleve.
Todos esperan a que éste conteste. Sus ojos parpadean ligeramente en dirección a mí, pero sus palabras se dirigen a todos:
—A partir de ahora Matt tomará todas las decisiones.
—¿Ah, sí? —replica Dillon, sorprendido—. Bueno, da igual, lo único que quiero es que recuperemos a Neriah.
Intento ignorar la insistencia de Dillon, aunque su pasión por Neriah es difícil de pasar por alto. Eso nublará su juicio, lo que podría poner en peligro la misión. No obstante, esa misma pasión hace que no tenga miedo, y eso podría ser algo favorable, sobre todo teniendo en cuenta adónde hemos de ir.
En el silencio que sigue, Rochelle dice:
—Neriah cree que, mientras ella esté con Marduke, su madre se encontrará a salvo y no habrá derramamiento de sangre. Me dijo que os lo hiciera saber... —Se interrumpe.
—Sigue —la animo a continuar.
Dillon se pone en pie, a punto de explotar.
—¡Siéntate, Dillon! Tu protesta ya ha sido escuchada. —Me vuelvo hacia Rochelle—. ¿Crees que Neriah está a salvo con Marduke?
—¡De ninguna manera! —contesta sin vacilar.
—¿Crees que deberíamos rescatarla?
—Por supuesto. Lo antes posible.
Detrás de ella, Shaun me pregunta:
—¿Sabes dónde la han llevado?
—La tienen prisionera en el palacio de Lathenia, en el Monte Olimpo.
—¡Demonios! —exclama Dillon, y le lanza a Rochelle otra mirada rebosante de odio—. Buen trabajo, Roh. Y ahora, ¿cómo piensas rescatarla de ese agujero infernal?
Las reacciones de Dillon son demasiado vehementes. Si continúa así, podría causarnos problemas. Vuelve a ponerse en pie y comienza a dar vueltas, formando un amplio círculo con los brazos.
—No lo entendéis. ¡Entrar en el palacio de Lathenia es imposible!
—Lo dices como si hubieras estado.
Por fin se queda quieto y me mira.
—Sí, bueno, he estado. Créeme, es una fortaleza helada concebida en el infierno.
¿Qué está diciendo?
—Algunos detalles podrían ayudarnos a comprender tu inquietud.
—Sus altísimos muros son de piedra, mármol y cristal impenetrable. Todo el palacio posee un severo sistema de seguridad. Decenas de centinelas vigilan los matacanes las veinticuatro horas, y hay tres hombres apostados en cada es-
quina. Además disponen de ballestas y flechas envenenadas que matan en segundos. Quien consigue cruzar las murallas exteriores, debe enfrentarse luego a los siete perros de Lathenia, que están entrenados para matar o destruir a cualquier persona o cosa que intente cruzar las murallas interiores. Ah, por cierto, ¿os he hablado del hechizo?
Esas palabras levantan murmullos entre los presentes.
—Todo el lugar está afectado por hechizos mágicos y malvados encantamientos.
—Gracias, Dillon. Puedes sentarte. Creo que nos hacemos una idea —digo.
Cuando toma asiento, advierto que, por muy inestables que sean sus emociones, no tengo más opción que llevarlo conmigo. Sus conocimientos de la prisión de Neriah son demasiado valiosos. A no ser que... Le lanzo una mirada a Rochelle.
—¿Qué sabes de ese lugar, Rochelle?
Se encoge de hombros.
—La verdad es que nada. Nunca he estado allí.
—Por supuesto que no estuviste —dice Dillon con resentimiento—. Tú eras la ayudante personal de Marduke. El no te habría compartido con Lathenia.
Este comentario enciende emociones por toda la sala. Ethan es el primero en saltar y condenar sus palabras, y casi todos los presentes reaccionan de manera airada contra Dillon. Sorprendentemente, es el señor Carter quien manifiesta su opinión con más contundencia:
—¡Basta, Dillon! ¡Has ido demasiado lejos!
—¿Por qué se pone de su parte? Todo el mundo sabe que no se fía de ella.
—La confianza hay que ganársela. Deberías recordarlo.
Levanto las manos para poner un poco de orden en la sala.
—Hemos de hablar de otras cosas antes de que decidamos... de que yo decida a dónde va cada uno. Lo primero es encontrar la llave que falta.
—¿Por qué no la buscamos dentro del palacio de Lathenia? —sugiere Arkarian.
Todos asienten.
—La llave no está allí —digo.
Me llegan preguntas de todas partes. Cuando se calman, les digo:
—Al parecer no fue Lathenia la que se llevó la llave de las ruinas del templo.
—Debe de haber sido el traidor —dice Jimmy—. Pero ¿quién puede tener ese poder? Entrar y salir del Inframundo ya es en sí una proeza.
Arkarian pregunta sin levantar la voz:
—¿Sabes dónde encontrar la llave?
Silencio. Todos esperan mi respuesta. Me recuerdo que no he de mencionar el nombre de Dartemis ni proyectarlo en pensamiento.
—Me han dicho que la busque en Atenas.
—¿En el palacio de Atenas? —pregunta Jimmy, incrédulo—. Pero todos aquellos en quienes confiamos están allí.
Shaun añade:
—Quienquiera que sea el traidor, por fuerza ha de ser alguien que tenga poderes y acceso a zonas de alta seguridad, así como a otros reinos.
—¿Sabes quién está exactamente bajo sospecha?
—No se mencionó ningún nombre —le digo.
Isabel extiende el brazo por delante de Ethan para tocarme.
—No podemos hacer esto solos. ¿Hay alguien en el palacio en quien podamos confiar?
Asiento para tranquilizarla.
—Nuestro propio rey, Ricardo. Él nos ayudará.
Todos emiten murmullos de aceptación. Cuando se hace de nuevo el silencio, Arkarian pregunta:
—Muy bien, ¿qué hacemos ahora?
Respiro hondo con la esperanza de que mis decisiones sean las correctas.
—Ethan, Isabel y Rochelle irán al palacio de Atenas para traer la llave, y, si hay suerte, descubrir al traidor. Pero si el hecho de identificar al traidor pone en peligro vuestras vidas, mantened el nombre de esa persona en secreto y regresad.
—Si Lorian no sabe que la llave está en su propio palacio, ¿qué opciones tenemos nosotros de encontrarla? —pregunta Ethan.
—Muy pocas, pero tú posees muchos recursos, y las manos de Rochelle son valiosísimas. —Lo miro para asegurarme de que lo comprende, pero enseguida me doy cuenta de que debo decirle algunas cosas que más vale no expresar en voz alta para no provocar malentendidos. Y así, utilizando mis
nuevos poderes de Vidente de la Verdad, le proyecto mis pensamientos sólo a ella: «No consideres tus manos un arma diabólica, sino una herramienta.»
Mis pensamientos la sobresaltan y abre mucho los ojos, pero permanece en silencio. Prosigo antes de que los demás se sientan incómodos y quizá se tomen a mal nuestra silenciosa comunicación. «Posees un enorme poder que aún debes desarrollar. Trabaja en ello, y no tengas miedo. Tan sólo ve con cuidado.» Me vuelvo hacia los demás, llamando rápidamente su atención.
—Arkarian y Dillon, vosotros vendréis conmigo al palacio de Lathenia a rescatar a Neriah.
Dillon tiene una de sus típicas reacciones.
—¡Sí! —exclama dando un salto.
Jimmy me lanza una mirada.
—Matt, no sé si has olvidado mis habilidades...
—Me han informado de ellas.
—Entonces debes saber que puedo ser de gran utilidad en ese palacio.
Las palabras de Jimmy provocan un silencioso gruñido en mi garganta, que intento tragarme. Aunque nunca nos hemos llevado bien, y me ha molestado su presencia en mi casa, Dartemis tiene a Jimmy en altísima consideración. Eso tendrá que ser suficiente para mí.
—En este momento tus talentos se precisan más aquí —digo. Y a todos les explico—: Lathenia se ha hecho con el control del Reino Medio. Ha reforzado su ejército allí donde están las almas perdidas. Como sabéis, ya han aparecido en la Tierra criaturas del mundo oscuro y tenemos que hacer todo lo posible para impedir que contacten con los humanos. —Me vuelvo hacia Jimmy para asegurarme de que entiende la misión que le estoy asignando—. Verdemar sufre una auténtica amenaza. Si se infiltran en esa antigua ciudad, la situación podría ser devastadora para nosotros. Jimmy, baja allí y fortifícala. Encuentra una manera de protegerla, por si ocurre lo peor. Preséntame un plan. Esa ciudad no es sólo lo que se ve cuando se recorren sus pasillos y senderos.
—Haré lo que pueda.
—Y yo, ¿qué quieres que haga? —pregunta Shaun.
—Cuando Arkarian se vaya, tendrás que vigilar la esfera. Lathenia está planeando algo gordo, algo que tendrá un efecto devastador en el presente y en el futuro. Vigila por si hay
señales de que se abre algún portal. Cuando eso ocurra, tendremos que mandar allí un equipo rápidamente.
Sólo queda una persona.
—¿Y yo? —pregunta el señor Carter.
—Marcus, a ti te necesitamos en la Ciudadela. Si seis de nosotros vamos a viajar en el tiempo, tus habilidades de coordinación serán esenciales. Tendrás que ser más preciso que nunca.