Matt

La Profecía es errónea. Yo no soy quien liderará a los Elegidos. En primer lugar dudo que alguna vez lleguen a elegirme. El Tribunal, o quienquiera que decida estas cosas, se equivoca.

Ahora nos encaminamos hacia las salas de Arkarian, quien debería tener algunas respuestas, al menos a lo que ha sucedido en la escuela. Ethan dice que Arkarian lo sabe todo. Pero éste cree que soy uno de ellos. De modo que la teoría de Ethan no puede ser cierta.

El señor Carter va rumbo al hospital, pero no le encontrarán nada, y él hará todo lo posible para evitar que le presten una atención innecesaria. Es mejor que procure pasar desapercibido enseguida, pues ya hay bastante confusión con esa misteriosa lluvia de meteoritos.

Rochelle está cuidando de Neriah. Si no fuera por lo importante que es en estos momentos ver a Arkarian, yo mismo me habría ofrecido voluntario. Hay algo en esa chica nueva que despierta en mí un curioso instinto protector, muy distinto al que siento hacia mi hermana Isabel. Es como si Neriah estuviera hecha de algo suave, hermoso... y extrañamente real. Pero por qué siento eso, y cómo ha llegado a ocurrir, es algo que ignoro. No estoy buscando una relación, y en fin, Neriah es la hija de Marduke. Y él es todo lo contrario de un ser bueno.

Junto a mí, Ethan e Isabel permanecen callados, y me pongo a pensar en Neriah. Me pregunto qué pasaría si fuésemos novios. Pero ¿a quién intento engañar? Eso nunca sucederá. Ninguna chica volverá a tener libre acceso a mi corazón.

Llegamos a la entrada secreta de las salas de Arkarian, que se encuentra a mitad de la montaña. Un trozo de pared de

roca del tamaño de una puerta pequeña se abre ante nosotros. Ha detectado nuestra presencia. Ethan e Isabel se apresuran a entrar, pero, ahora que estoy aquí, ya no tengo tanta prisa. A lo mejor las respuestas a mis preguntas no son las que quiero oír. Si ha habido un error, y no soy realmente un Elegido, ¿quiero que me lo confirmen? Ya hace más de un año que formo parte de la Guardia. He visto cosas, algunas más extrañas que la vida misma, sobre todo cuando estuve en el Inframundo. Y puesto que todavía no me han permitido emprender ninguna misión de verdad, la idea de que a lo mejor no ocurra nunca me llena de temor.

Respiro hondo y cruzo la abertura. Al instante la pared de roca recobra su forma habitual a mi espalda, y de nuevo me inunda esa incómoda sensación. La misma que experimento siempre que estoy en este lugar. No sé muy bien por qué. No se trata de claustrofobia ni de nada parecido. Quizá es porque todo ese asunto del otro mundo se hace repentinamente real y tengo que afrontarlo. La tecnología que Arkarian utiliza para visualizar el pasado no es más que un ejemplo.

Isabel regresa por el pasillo iluminado con velas, buscándome.

—¿Te encuentras bien? Me he dado la vuelta y no estabas. ¿Lo de esta mañana no te habrá afectado demasiado, verdad?

—Pues la verdad es que sí —replico sinceramente, aunque con una leve sonrisa.

Me tira de la manga.

—Vamos.

Tiene prisa. Prisa por ver a Arkarian, claro, que nos está esperando en su sala octogonal, rodeado de silenciosos aparatos de alta tecnología. La esfera holográfica tridimensional ilumina la habitación desde el centro y emite un zumbido que recuerda el latido de un corazón.

Arkarian está hablando con Ethan, pero no deja de mirar hacia el pasillo. Parece preocupado. Cuando ve a Isabel, una amplia sonrisa inunda toda su cara, y sus ojos de color violeta se dulcifican y arrugan en las comisuras.

Isabel corre a abrazarlo con tal ímpetu que ambos salen despedidos hacia atrás trastabillando, hasta quedar ocultos tras una pantalla de cine, circunstancia que aprovechan para disfrutar de un momento de intimidad. Pero se les ve igual-

mente. El pelo de Arkarian, de un azul intenso, es como un telón que oculta la cara de Isabel. Se besan y, bueno, siguen besándose. Ethan me lanza una mirada, sonríe y niega con la cabeza. No puedo evitar soltar un gruñido y apartar los ojos. La relación de mi hermana con Arkarian me incomoda, pues en poco tiempo se ha vuelto demasiado intensa para mi gusto. Todo el mundo sabe que son almas gemelas, pero les queda toda la vida para estar juntos. ¿A qué viene entonces tanta prisa?

Finalmente se separan, y se comportan como si estuvieran avergonzados. Pero al poco la seriedad de los sucesos de la mañana nos trae de nuevo a la realidad.

Arkarian me saluda estrechándome el antebrazo. Sin embargo, al percibir la tensión que siento, me suelta lentamente. Tras una prolongada mirada, nos indica con un gesto que nos sentemos en unos taburetes de madera.

—¿Qué ha pasado ahí fuera? —Ethan es el primero en preguntar.

—Ha habido una reunión de los Inmortales —explica Arkarian—. Y no ha ido muy bien. Aunque mis informes son incompletos, parece ser que ambos han perdido los nervios.

Ethan hace un ruidito de burla.

—¿Y qué han hecho? ¿Jugar al ping-pong con el universo?

Arkarian esboza una sonrisa forzada.

—Algo así.

—¿Y qué me dices de Angel Falls? —pregunta Isabel—. En la escuela nos ha caído una buena. ¿Lo has visto? Al señor Carter han tenido que llevárselo al hospital.

—Sí, pero gracias a vosotros dos —Arkarian señala también a Ethan con una fugaz mirada—, Marcus se salvará. Según mis informes, los daños han alcanzado las costas este y oeste de Australia del Sur. Pero tienes razón en lo de la escuela, Isabel: los impactos más fuertes han tenido lugar en Angel Falls.

No hace falta ser un genio para saber lo que eso significa.

—¡Lathenia ha intentado matarnos! ¡Casi ha eliminado al señor Carter!

Isabel frunce el entrecejo.

—¿Y qué me decís de los suyos que viven ahí?

Ethan tiene la respuesta.

—Estaba dispuesta a sacrificar las vidas de sus propios soldados para acabar con algunos de nosotros.

—Estoy seguro de que a Lathenia le encantaría veros a todos eliminados —explica Arkarian—. Pero es un adversario muy inteligente. Perdió los nervios, como les suele pasar de vez en cuando a los hermanos...

Mi mente se pone a divagar ante esa afirmación. Es algo que puedo entender. Isabel y yo a veces nos peleamos, sobre todo cuando intento sobreprotegerla, o «asfixiarla», como le gusta decir a ella. Pero últimamente ha estado muy callada. No quiere líos. Hay algo en su mente de lo que no está dispuesta a hablar, o le da miedo, aunque me resulta difícil imaginar que Isabel pueda estar asustada. Lo único que sé es que algo le ocurrió cuando estábamos en el Inframundo, y que desde entonces no ha sido la misma conmigo.

Arkarian me mira intensamente. Ha oído lo que he estado pensando y parece preocupado. Se percata de que Isabel nos mira y procura tranquilizarse, fingir que no ha pasado nada. Vuelve la atención a Ethan.

—Lathenia ha trabajado muy duro en sus planes para conseguir su objetivo final. No es tan estúpida como para permitir que se lo estropee un arrebato de mal humor. Lo que pasó en Atos fue algo excepcional.

—Algo más ha ocurrido durante la lluvia cósmica —dice en voz baja Isabel.

Arkarian le agarra la mano.

—Sí, lo sé.

—¿A ti también te ha sucedido? —pregunta Isabel.

—A todos nosotros. Los nueve Elegidos hemos visto aumentados nuestros poderes.

—¡Lo sabía! —exclama Ethan, que comienza a entusiasmarse.

No puedo evitar burlarme de esa idea. Yo no me siento distinto, lo que no hace más que confirmar mis dudas. Una nada «aumentada» sigue siendo una nada.

Arkarian se vuelve hacia mí.

—Tengo noticias para ti.

Me preparo para que me echen, o para reconocer que he acertado desde el principio y que el Tribunal ha cometido un error.

Niega con la cabeza y esboza una sonrisa.

—¡Hombre de poca fe! Escúchame. Ya no eres el Aprendiz de Ethan.

Miro a los demás, que parecen tan confusos como yo.

—Pero... ¿cómo conseguiré mis poderes sin un mentor?

—Oh, tendrás uno.

—¿Vas a ser tú, Arkarian? —pregunta Isabel.

—No. Y no puedo decirte nada más del nuevo Entrenador de Matt. Hay otra cosa que él tiene que saber primero.

Ethan le interrumpe.

—He fracasado —dice—. No he sido capaz de entrenar a Matt y ahora el Tribunal está decepcionado conmigo. Nunca tendré otro Aprendiz.

—¡No, Ethan! —replica Arkarian—. Eres un buen Entrenador. Mira lo que lograste con Isabel en las pocas semanas que estuviste con ella.

—Sí, pero ella ya estaba preparada.

—Hay más cosas que aprender aparte de las artes físicas.

—Pero eso es todo lo que he podido hacer con Matt. Y ahora el Tribunal me despide para dárselo a otro.

—El nuevo Entrenador de Matt le enseñará cosas que tú no podrías enseñarle jamás. —Arkarian levanta una mano—. Cosas que nadie puede enseñarle. Nadie que sea de este mundo.

La explicación de Arkarian no mitiga mi confusión, aunque Ethan e Isabel parecen más dispuestos a aceptarla.

Arkarian se vuelve hacia mí.

—Hay otras cosas que tienes que aprender, aparte de controlar tus poderes. Es tu destino, Matt. Y tu nuevo Entrenador es un Maestro, un maestro por encima de todos los demás. Ha esperado esta oportunidad toda la vida.

—¿Ha esperado toda la vida la oportunidad de entrenarme a mí?

—Eso me han dicho. Volveremos a hablar de esto cuando se acerque el momento de su entrenamiento y me den más información.

—Pero Arkarian...

Me interrumpe:

—Basta por ahora. Aunque en esta sala estamos seguros, no podemos olvidar que entre nosotros hay un traidor. No os puedo decir más. —Se vuelve hacia Ethan—. En cuanto a ti, Ethan, tendrás un nuevo Aprendiz.

Isabel sacude la cabeza como si ya lo supiera.

—Es Neriah, ¿verdad?

—¿En serio? —Ethan no puede borrar una sonrisa de la cara.

—Sí, pero Neriah está clasificada como de alto riesgo. Marduke amenaza su vida. Está bajo la protección de la Guardia. De modo que nunca podréis entrenaros solos. Se os asignará un ayudante. Alguien que estará siempre vigilando.

—¿Quieres que lo haga yo? —pregunta Isabel.

—Voy a asignaros a Rochelle.

—¡A Rochelle! —El entusiasmo de Ethan cae en picado—. Pero, Arkarian, ¿te parece prudente?

Arkarian nos estudia uno por uno. Ninguno de nosotros le aguanta la mirada más de un breve segundo.

—¿Todavía no habéis aprendido a confiar en Rochelle? Es una Elegida, al igual que el resto de vosotros. Eso significa que los que están por encima de vosotros confían en ella. ¿Dónde está vuestra fe?

Así expresado, parece sensato bajar la guardia por lo que se refiere a Rochelle. Pero no sólo desconfío de ella porque antaño fuera espía de Marduke, sino por todo lo que hizo por él.

—Rochelle será tu ayudante, Ethan —confirma Arkarian—. Su habilidad como Vidente de la Verdad, ahora aumentada, significa que puede captar los pensamientos de los demás aunque no estén al alcance de su oído. Incluso puede oír los pensamientos de gente que esté detrás de una barrera, como una pared de ladrillos o un cristal grueso.

Ethan asiente y no dice nada, pero está claro que no le alegra trabajar con Rochelle. De todos modos, más le vale no involucrarse emocionalmente.

—Hay una última cosa que quiero comunicaros —dice Arkarian, concitando nuestra atención—. Debemos emprender una misión singular.

—¡Sí! —exclama Ethan.

—¿Adónde vamos? —pregunta Isabel, y añade esperanzada—: ¿Tú también vendrás?

Arkarian tarda un poco en responder.

—Sí, yo también iré, Isabel, pero esta misión no es lo que tú piensas.

Isabel ha captado el tono serio de Arkarian y muestra signos de preocupación. Conozco a mi hermana: no puede ocultarme sus emociones, y menos en este momento, que le asoman a la cara mientras dirige la mirada hacia Arkarian con ansiosas arrugas de preocupación en torno a los ojos.

Éste le explica:

—Tenemos que volver al Inframundo.

—¡De ninguna manera! —grita Isabel—. ¿Por qué iban a enviarnos otra vez allí?

Arkarian le toca el brazo y dice:

—No, no te envían a ti, Isabel. —Desvía los ojos hacia Ethan—. Ni a ti. —Gira la cabeza hacia mí, y esta vez sus ojos no dicen que no—. Es a ti a quien envían, Matt. A ti, a mí y a Rochelle.

—¡Qué! —exclama Ethan.

Isabel se pone en pie de un salto y se queda mirando a Arkarian con los brazos en jarras.

—¡Si tú y Matt vais, entonces yo también iré!

Arkarian alarga un brazo para tocarla mientras intenta explicarse. Dejo de escuchar cuando él le dice algo en relación al tacto de Rochelle, y de que ahora puede visualizar los distintos componentes o capas que tiene bajo las manos, y que a él lo necesitan para abrir la brecha entre los mundos.

Sólo puedo pensar en que el Tribunal me eligió a mí. ¡A mí!

—Pero no tengo poderes.

Todo el mundo se queda callado y Arkarian dice:

—Sin tu presencia, Matt, nuestra misión sería absurda. Incluso sin poderes, eres el único que puede tocar la llave del cofre de las armas sin morir por ello. Ya lo hiciste una vez, cuando escapamos del templo antes de que Lathenia y Marduke lo destruyeran. Tú pensaste que era un dial que abría el pasadizo secreto entre nuestros mundos. Y en cierto modo lo era, pero su propósito era mucho más valioso. De modo que ahora tenemos que volver al templo y encontrar la llave entre las ruinas. Y debemos darnos prisa. Debemos encontrar esa llave antes de que lo haga Lathenia. Ya se han detectado movimientos en la brecha. Por eso hemos de ir enseguida.

Isabel sigue de pie, con los brazos en jarras y una expresión tensa. Ya la he visto furiosa otras veces, pero ahora parece a punto de explotar.

—¡Espera un momento!

Arkarian levanta la mirada y por un segundo me identifico con ella. Una leve sonrisa aparece en mi cara, y finjo toser para ocultarla con la mano. Cuando a mi hermana se le mete algo entre ceja y ceja, que Dios ayude a quien se entrometa.

Arkarian se levanta, alarga el brazo y le toca la cara con la mano abierta. La deja ahí como si intentara transmitirle una oleada de calma y tranquilidad.

—Podremos pasar sin ti. Confía en mí como yo confío en ti.

Isabel inhala profundamente y relaja la cabeza contra el pecho. Arkarian la rodea con los brazos y permanecen así unos momentos. Luego Arkarian mira a Ethan por encima de la cabeza de Isabel.

—Cuando me vaya, quiero que Isabel y tú controléis la esfera.

Ethan se incorpora en su taburete, con los ojos muy abiertos.

—¿Qué hemos de vigilar y qué períodos de tiempo?

—Hay dos portales que levantan sospechas, pero hasta ahora ninguno se ha abierto. Cuando eso ocurra, tendremos que actuar deprisa. No podemos permitir que se cierre el portal sin introducir un equipo.

Isabel vuelve la cabeza para escrutar la cara de Arkarian.

—¿Qué pretende esta vez la Diosa?

—Por lo que he podido averiguar, Lathenia tiene la mirada puesta en los exploradores.

Ethan casi se levanta de un salto.

—¿De verdad? ¿En quiénes?

Arkarian hace una pausa antes de contestar: —Cook. O Colón.