Capítulo 5
El agente Ben Cole apareció junto al jardín de su casa el sábado por la tarde, cuando Megan estaba enfrascada en una de las tareas que más le aliviaban el estrés: la jardinería. Tenía las manos cubiertas con guantes de plástico y sostenía la pala con la que acaba de hacer un pequeño hoyo en la tierra húmeda de un parterre. Tenía las rodillas hincadas en el suelo y se disponía a plantar unas semillas de azaleas que le había regalado la señora Simmons cuando la voz grave de Cole le habló desde las alturas.
—¿Qué clase de planta es?
Megan alzó la cabeza y se rascó la nariz con el dorso de la mano cubierta de tierra. El agente Cole era un hombre muy alto y su rostro estaba recortado contra el cielo azul intenso del atardecer. Sus ojos castaños hacían juego con su sonrisa.
—Son azaleas —dijo—. ¿Qué le trae por aquí, detective Cole?
Cole se agachó a su lado y, aunque Megan tenía el olor de la tierra agarrado a la nariz, le llegó una vaharada de su potente perfume masculino.
—Llámame Ben, por favor. Quiero invitarte a tomar una copa —dijo sin rodeos—. Pensé hacerlo la otra noche, pero no era el momento oportuno.
El agente Cole estaba muy elegante con los pantalones chinos color crema y la camisa de seda verde esmeralda, y sus rasgos eran más simétricos que los del David de Miguel Ángel. Además tenía dinero o, de lo contrario, no podría permitirse los mocasines de marca o el Rólex auténtico que decoraba su muñeca izquierda, por no mencionar el último modelo de Porsche que había aparcado junto a su jardín. Su familia debía de ser muy adinerada, pues no creía que su sueldo de policía pudiera proporcionarle caprichos tan ostentosos.
—Estoy cubierta de tierra por todas partes y tengo el pelo hecho un desastre.
—Te esperaré aquí mientras tomas una ducha. A menos que tengas otros planes.
No los tenía. Hannah le había propuesto salir a tomar unas copas, pero Megan había preferido quedarse en casa. Siempre que salía con Hannah, su compañera de trabajo terminaba enrollándose con algún tío y ella tenía que regresar sola a casa. Sus planes de esa noche se limitaban a ver una película de alquiler, por lo que no le vendría mal salir un rato y despejarse. De paso, aprovecharía la ocasión para hacerle al agente Cole algunas preguntas.
—No los tengo —dijo—. Pero tardaré en arreglarme, si no te importa esperar… —Megan dejó caer las semillas en los hoyos del parterre y después los cubrió con los montoncitos de tierra.
—En absoluto. Me quedaré junto al coche mientras hago un par de llamadas —sonrió.
Megan se puso en pie y él la secundó.
—Enseguida me reúno contigo.
Megan se dio una ducha rápida y se concentró en hallar la razón por la que Ben Cole, a pesar de su atractivo físico y de su fluidez en el trato con las mujeres, no la impresionaba lo más mínimo. Otra mujer en su lugar habría estado encantada de salir un sábado por la noche con un tío tan guapo que tenía clase y buen gusto. Y además era policía, por lo que estaba garantizado que podía sentirse segura a su lado. Pero había algo en él que le causaba desconfianza.
Megan salió de la ducha y se embadurnó el cuerpo con una crema hidratante con olor a albaricoque. Entonces pensó en Taylor y no pudo evitar establecer comparaciones entre ambos policías. Derek Taylor tenía un aspecto más viril. Su sonrisa era taimada y su mirada penetrante, y cuando se hallaba cerca de él era como si a su alrededor hubiera un campo de ondas magnéticas hacia él que se sentía inexorablemente atraída. Habría preferido que fuera el agente Taylor quien se hubiera personado esa tarde en su casa, aunque a él no podría haberle sacado ni una migaja de información.
No le apetecía arreglarse en exceso. Apenas usó maquillaje porque no quería dar la sensación de que estaba interesada en él, aunque escogió un bonito vestido granate sin mangas porque le gustaba vestir bien.
Cole estaba apoyado en su coche con las manos metidas en los bolsillos y los tobillos cruzados. La observó fijamente mientras cruzaba el jardín, esbozando una sonrisa que, probablemente, habría acelerado muchos corazones femeninos. Megan no se inmutó.
—He pensado que primero podríamos acudir a un bar muy tranquilo que hay cerca de comisaría. ¿Te gusta la comida italiana? —le preguntó Cole, mientras rodeaba su Porsche deportivo de color negro y le abría la puerta.
—Me encanta. —El interior del coche olía a cuero y al perfume de Ben.
—Estupendo, porque después he reservado una mesa en Giovanni.
Giovanni era uno de los mejores restaurantes italianos que había en Pittsburgh. Sus precios eran tan desorbitados como deliciosa era su comida; por ello, de vez en cuando, Megan se permitía el lujo de acudir. Le incomodó que Cole hubiera elegido un lugar como Giovanni. De repente, se sintió atrapada en una cita con tintes románticos que a Megan no le apetecía tener con él.
—Pensé que tomaríamos algo rápido. —Cole arrancó el potente motor de su coche y salieron disparados calle abajo.
—Si te hubiera dicho que íbamos a Giovanni habrías tardado mucho más tiempo en arreglarte. Estaba impaciente por estar contigo. —El halago le formó un nudo en el estómago y Megan miró al frente—. Ha llegado a mis oídos que tuviste una desagradable experiencia con la cárcel —comentó Ben.
La sorpresa hizo mella en ella. Había sido una completa ingenua al pensar que Derek Taylor sería discreto y guardaría silencio. No tenía sentido que la hubiera permitido salir por la puerta trasera si después había informado a toda la comisaría del incidente. Supuso que Ben también conocía el resto de la historia.
—Tu compañero disfrutó contándolo ¿verdad?
—Spangler no sabe guardar secretos.
—¿Spangler?
—Derek no soltaba prenda, así que Spangler hizo sus propias averiguaciones.
Entonces, Derek no la había delatado. Experimentó un súbito regocijo y el resentimiento se desvaneció tan rápido como había aparecido.
—No debí entrar en la casa, fue una auténtica estupidez.
—Sí que lo fue. ¿Qué pensabas encontrar?
Cole no le hablaba con la sequedad con que lo hacía Taylor, pero le parecía una amabilidad fingida. Era razonable que si trataba de seducirla se mostrara agradable con ella, aunque le molestara que hubiera entrado en la casa de Emily.
—No lo sé. Cualquier cosa que me ayudara con la investigación.
—¿Lo lograste?
Por supuesto, tenía el diario de Emily.
—No, pero dormí en una celda y conocí a Luke.
Cole se echó a reír.
—Derek no tiene ni idea de cómo seducir a una mujer. Yo te habría invitado a cenar.
—No creo que el agente Taylor tratara de seducirme —repuso Megan.
La corazonada de que Cole era un engreído se convirtió en un hecho tangible. A Megan le molestó que midiera las actuaciones de sus compañeros basándose en su pene, que sin duda era el motor que movía las suyas. Megan llegó rápidamente a la conclusión de que Ben Cole era un depredador curtido cuya intención era llevarla a la cama al final de la velada. ¿Continuaría sonriendo con tanta facilidad cuando le saliera el tiro por la culata?
Ben aparcó frente al bar que había a un par de manzanas de la comisaría de policía. La puerta del establecimiento estaba iluminada por un letrero de neón rojo que colgaba de una pared grisácea recientemente pintada. El murmullo de la clientela era audible desde fuera y, a través de la ventana exterior, se veía a un grupo de policías de uniforme que bebían jarras de cerveza y que reían a carcajadas. Aquél debía de ser el lugar donde los policías se relajaban después de un duro día de trabajo.
Cole le cedió el paso y Megan sintió la presión de decenas de miradas sobre su cuerpo. A su espalda, Ben Cole saludó a sus compañeros derrochando simpatía y buen humor, y Megan tuvo la impresión de que la había llevado allí con la única finalidad de exhibirla como si fuera un trofeo.
Ben señaló una mesa libre y Megan tomó asiento de inmediato. Él debió de percatarse de lo molesta que se sentía porque se apresuró en decir:
—No tenía ni idea de que este sitio estaría así de concurrido. Los sábados por la tarde hay menos clientela —mintió—. Si te sientes incómoda podemos ir a otro sitio.
Ben solía llevar allí a sus conquistas. Disfrutaba presumiendo de ellas ante sus compañeros de trabajo, pues la mayoría tenía una patética vida sexual. Él era la envidia del departamento, y todos le preguntaban sobre sus batallitas sexuales que Ben siempre les relataba con todo lujo de detalles.
A Megan no le apetecía volver a cruzar el bar, prefirió quedarse sentada mientras las miradas de curiosidad se iban diluyendo.
—Este antro me recuerda a un bar que solía frecuentar cuando iba a la universidad —comentó ella, estudiando el entorno con mirada evaluativa. Entonces le vio a él. Estaba sentado en una mesa más al fondo y conversaba de forma distendida con alguien a quien Megan no podía ver. Las mesas y la gente que les separaban se lo impedían.
—¿Cómo se llamaba?
—¿El bar de la universidad? —Hizo un esfuerzo por apartar la mirada de Taylor para mirarle a él.
—Yo los conocía todos. Es posible que nos viéramos por allí, aunque jamás habría olvidado a una mujer tan hermosa.
Su comentario sonó tan manido que parecía decirlo a diario a todas las mujeres a las que conocía.
—No lo creo. Yo apenas tenía vida social. Vivía con la nariz enterrada en los libros.
Megan aprovechó que el camarero se acercó a la mesa para volver a mirar hacia el lugar donde se hallaba Derek. Estaba de perfil y su expresión era amable, pero cuando sus ojos se encontraron en la distancia a él se le congeló la sonrisa en la cara. Megan se puso tensa y Cole reanudó la conversación.
—Yo no terminé la universidad. Hice dos años de Derecho pero cuando tuve la edad requerida ingresé en la academia. Desde pequeño quise ser policía para atrapar a los malos. ¿Por qué te interesan los crímenes violentos?
—Supongo que yo también quiero atrapar a los malos. —Cole sonrió—. Cuando era pequeña quería ser policía, además de enfermera, pero afortunadamente descubrí a tiempo que era más eficiente con un bolígrafo que con una pistola.
—¿Sabes disparar?
—Tomé unas clases hace unos años pero no tengo puntería. —Jugueteó con el cuello de la botella de cerveza y vio la ocasión para desviar el tema hacia Emily Williams—. ¿Debo sentirme a salvo en Hazelwood?
—Completamente.
—¿Hacia dónde se dirige la investigación policial?
Megan se decidió a indagar aun a sabiendas de que a Cole le desagradaría que le preguntara tan directamente. No se equivocó, él hizo una mueca de rechazo y luego bebió un trago mientras negaba con la cabeza.
—Nada de trabajo esta noche.
—El juez ha dictado secreto de sumario pero la gente tiene derecho a saber cómo murió. Si me respondes a eso te prometo que no haré más preguntas.
Megan sabía qué tono de voz usar y qué actitud tomar para conseguir la atención de un hombre como Cole, al igual que sabía que sus ardides no funcionaban con Derek Taylor.
Él suspiró y se rascó la mandíbula. Después le ofreció lo que ella quería.
—Tenía varias heridas en el abdomen producidas por un objeto punzante.
Megan se puso a divagar a toda velocidad. La mayoría de los crímenes cometidos con arma blanca no eran premeditados y respondían a accesos de ira. El método común utilizado era el empleo de arma blanca. ¿Habría sido Malcom Helsen quien la empuñó?
—¿Habéis encontrado el arma del crimen?
Cole negó con la cabeza y sus ojos castaños brillaron de una forma extraña.
—No, quien lo hizo se llevó el arma consigo.
—¿Hay algún sospechoso?
—Se acabaron las preguntas sobre trabajo. ¿Por qué no me hablas de ti y empezamos a conocernos mejor? —replicó haciendo uso de un tono seductor.
A Derek no le gustaba sentarse al fondo del local porque Jackson casi nunca dirigía su atención hacia allí. Bajó el brazo con irritación y le llamó por su nombre cuando lo vio zigzaguear entre las mesas con la bandeja en la mano, pero no se hizo escuchar por encima del estruendo del local. También le había subido el volumen al televisor, que en esos momentos retransmitía un partido de los Pittsburgh Steelers contra los Arizona Cardinals. Al menos, los primeros iban ganando por una ventaja de 17 a 7.
Le fastidiaba reconocer que su repentina irritación también tenía que ver con la compañía que se había buscado Cole esa noche. Para qué negarlo. Se había quedado mudo de sorpresa cuando vio a Megan con su compañero de trabajo, una sorpresa tan desagradable que se le debió notar en la cara pues Annabelle le preguntó si le sucedía algo. Lo único que le sucedía era que tenía ganas de aplastarle la cara a Ben, pero le contestó a Annabelle que Jackson debería contratar a un ayudante que sirviera las mesas como Dios manda.
Exasperado con Jackson y consigo mismo, Derek se levantó de la silla y cruzó el establecimiento hacia la barra.
Megan le vio y siguió sus movimientos con atención, los cinco sentidos puestos en él. Se olvidó de Cole y su voz se fue extinguiendo hasta convertirse en un murmullo lejano. Algo irresistible envolvía a Derek Taylor, algo que iba más allá de su atractivo físico y que sus compañeros de trabajo también captaban. Era respeto y admiración lo que Taylor causaba a su alrededor aunque, en el caso de Megan, él también despertaba otra serie de emociones mucho más viscerales.
La oportunidad de devolverle el cheque que guardaba en su bolso desde hacía días se presentó justo entonces, y Megan aprovechó la ocasión.
—¿Me disculpas un momento? Enseguida vuelvo.
Mientras se abría camino entre mesas y sillas para llegar hasta el agente Taylor, Megan dirigió una rápida mirada a la mesa que el policía compartía con la mujer pelirroja que se retocaba los labios frente a un pequeño espejo de mano. Era una mujer atractiva, unos cuantos años mayor que él, aunque la nube de humo de cigarrillo y la distancia no le permitieron calcular su edad con precisión.
Megan sintió un pinchazo en algún lugar indefinido pero se apresuró a ignorarlo. Se apoyó en la barra y alzó la mirada hacia sus ojos azules, pero él no se hizo eco de su presencia hasta que Megan le saludó con amabilidad. Él, sin embargo, le devolvió el saludo sin ninguna emoción y el contacto de su mirada fue tan breve y superficial que Megan quedó desconcertada.
—¿Cómo es posible que Ben haya traído a una chica tan refinada a un garito como éste?
Derek saludó a Jackson y Megan aguardó a que terminaran la conversación sobre el partido de fútbol para contestarle.
—Es mejor que la cárcel.
—Ya, pero yo no trataba de impresionarla.
Mientras esperaba a que Jackson le sirviera las cervezas, Derek se giró hacia ella y se apoyó en la barra, cargando el peso sobre un brazo. La miró de forma rápida y se maldijo por encontrarla tan atractiva. Cole siempre estaba hablando de las mujeres a las que se ligaba y solía llevarlas al bar para que a sus compañeros se les cayera la baba, pues todo el mundo sabía dónde acababan sus citas. Derek jamás le había envidiado salvo ahora.
Megan encajó el desplante con profesionalidad.
—Tengo algo para usted. —Sacó el cheque de su bolso, tomó la mano de Derek y lo depositó sobre la palma. Su piel estaba caliente y su tacto la hizo vibrar—. Aquí tiene su dinero. He añadido veinte dólares más por gastos de gasolina. —Le dobló los fuertes dedos y alargó el contacto hasta que se sintió ridícula. Como si quemara, soltó la mano del agente.
«¿Qué diablos te pasa, Megan? Te comportas como si no hubieras estado con un hombre en tu vida.»
Él estaba tan cerca que, aunque el bar olía a tabaco y a cerveza, Megan aspiró su agradable olor a ducha que le llegó en suaves oleadas. Derek no apestaba a Emporio Armani como Ben, el suyo era un aroma a masculinidad, a su esencia natural.
—¿Por qué no ha incluido los gastos de limpieza de la tapicería? Su chucho lo dejó todo lleno de pelos.
—Eso no es cierto. Cepillo a Abby todos los días. —Él hizo un gesto y Megan advirtió que se estaba mofando.
—¿Se ha portado bien estos días, señorita Lewis?
—Creo que tenemos una concepción diferente sobre lo que es comportarse bien —contestó ella, algo más animada—. Pero sí, me he portado bien, no he vuelto a allanar la casa de mi vecina —bromeó.
Jackson puso sobre la barra las dos cervezas de Derek y le devolvió el cambio, que él guardó junto con el cheque en el bolsillo trasero de su pantalón.
—Sin embargo, tengo la sensación de que intenta abrirse camino empleando otros métodos. —Derek miró a Ben—. Cole no va a decirle nada útil sobre la investigación.
A Megan le molestó que él diera por hecho que estaba con Ben por ese motivo, aunque fuera cierto.
—No he salido con él con esa finalidad. El agente Cole se presentó en mi casa y me invitó a salir.
Megan no pudo ver que los puños de Derek se cerraron instintivamente. Luego él se volvió hacia la barra y cogió las cervezas con la intención de regresar a su mesa. Megan no se movió, porque de repente le pareció importante aclarar que no tenía ningún interés romántico en Cole, pero no le salieron las palabras.
Derek la miró como esperando a que desapareciera para que le dejara libre el camino.
—¿Su cita no cumple las expectativas?
—¿Por qué lo pregunta?
—Porque todavía sigue aquí.
Megan se aclaró la garganta y su amor propio habló por ella.
—Las cumple perfectamente.
—Si me permite —respondió arrastrando las palabras.
Ella se hizo a un lado para dejarle pasar. Estaba furiosa, irritada, y no quería reconocer la razón. Pero la razón tenía el cabello rojizo y una cara muy atractiva. Y estaba sentada junto a él manteniendo una conversación relajada. Derek Taylor no llevaba ningún anillo, no estaba casado, pero era posible que tuviera una relación amorosa con aquella mujer. Una sensación desapacible anidó en la boca de su estómago mientras regresaba a su mesa. Eran celos.
«¿Pero qué diablos te pasa? Es muy atractivo y está buenísimo, pero no le conoces.»
Tras satisfacer su curiosidad sobre el motivo por el que Megan se había reunido con Derek, Ben reanudó la conversación sobre los restaurantes de Pittsburgh que le gustaba frecuentar; pero si bien a Megan le había resultado difícil conversar con él, una vez se hubo percatado de la presencia del agente Taylor en el bar, ahora le parecía imposible.
No pudo evitar lanzar alguna que otra mirada furtiva a la mesa del agente, y vio detalles entre él y su compañera que indicaban que se conocían desde hacía tiempo. La curiosidad irremediable que Megan sentía pronto encontró su réplica en la de Derek, y durante los siguientes minutos se estableció entre ambos un inquietante juego de miradas que aumentó su temperatura corporal. Hizo denodados esfuerzos por escuchar a Cole, el cual se creía tan excepcional que no reparaba en su evidente desinterés; pero ni pudo ni quiso ignorar esa mirada azul que la taladraba y la provocaba desde la distancia.
Una pregunta escapó de su garganta y burló los controles de su mente. Se la estampó a Ben en las narices e interrumpió la narración de sus óperas favoritas.
—¿Derek está casado?
«Era posible que estuviera casado pero que no le gustara llevar anillos, ni siquiera una alianza de matrimonio.»
Ben no recibió con simpatía su interrupción pero, después, la pregunta pareció hacerle gracia.
—¿Casado? ¿Quién lo aguantaría? Derek es un ermitaño y tiene mal humor. Además, trabaja demasiadas horas al día, carece de vida privada.
—¿Quién es ella? —preguntó.
—Annabelle. Coge el teléfono y archiva el papeleo de la oficina, y también ayuda a Derek en casa. —Esbozó una sonrisa torcida—. Supongo que también se acuestan juntos aunque lo mantienen en secreto.
Cole acababa de arrojarle un cubo de agua helada sobre la cara.
Derek había dejado a Martha en casa de Thelma y se había reunido con Annabelle para trazar el plan del día siguiente. Era su cumpleaños, y a Annabelle se le había ocurrido que podían ir todos juntos a Sandcastle, el parque de atracciones acuático.
Derek tenía pensado hacer una pequeña fiesta de cumpleaños en casa, invitar a algunos de sus compañeros de colegio y después dar un paseo en barco por el Allegheny; pero Annabelle expuso su idea con tanto entusiasmo que Derek no quiso desilusionarla. Cuando lo dejaron todo acordado, Annabelle cambió el rumbo de la conversación.
—¿Quién es la chica que está con Cole? —preguntó.
—Supongo que su nuevo ligue —dijo con resquemor y eso llamó la atención de la mujer.
—Eso es obvio. ¿De qué la conoces?
—Ella encontró el cuerpo de Emily Williams. Vive justo enfrente.
Vio que Megan sonreía por algo que había dicho Ben y Derek apretó las mandíbulas. La creyó cuando dijo que el agente Cole se había plantado en su casa para invitarla a salir, lo que no se tragaba era que no fuera a tratar de interrogarle. Eso debería de haberle puesto más furioso que lo otro, pero no era así. Necesitaba más horas de sueño, últimamente dormía poco y mal y su cabeza no estaba al cien por cien. Sí, estaba seguro de que se trataba de eso.
El agente Cole se esforzó porque la noche no fuera un fiasco, pero Megan perdió el poco interés que tenía en esa cita en cuanto Derek abandonó el local. Ni siquiera se despidió.
Si Cole hubiera compartido lo que sabía sobre el asesinato de Emily cuando Megan trató de sonsacarle durante la cena en Giovanni, no se habría ido a la cama con la sensación de que había perdido el tiempo. Y también se habría ahorrado la imagen de Derek Taylor apoyando la mano sobre la espalda de la mujer cuando se marcharon del bar.
El lujoso Porsche negro enfiló la avenida Glenwood pasada la media noche. Megan tenía muy claro que no iba a invitarle a entrar en casa. Era lo que él esperaba, pero ¿tan ciego estaba que no se había dado cuenta de que no estaba interesada en él? Se había pasado toda la noche esquivando sus halagos y mirando el reloj de pulsera a hurtadillas.
Nada más aparcar frente a la puerta le propuso tomar una última copa, pero Megan le dijo que estaba muy cansada. No era de los que se conformaban con un no como respuesta.
Ben le acarició el brazo con la punta de los dedos y se inclinó un poco sobre ella.
—Eres una mujer muy atractiva, Megan.
Le retiró el cabello y descubrió su oreja, pero antes de que se acercara con la intención de besarla Megan se retiró.
—Lo dejamos aquí. Lo he pasado muy bien pero he de irme a casa.
Megan abrió la puerta del coche y salió al exterior, esperando que él no la siguiera. No disfrutó de esa suerte, pues Cole abandonó el coche, la tomó por el codo y cruzaron el jardín hacia la puerta. La miró como si ella estuviera haciéndose la dura y su misión consistiera en insistir un poco más hasta vencer sus «fingidas» trabas.
Ya en el umbral, Cole tomó una mano entre las suyas y se la llevó a los labios.
—¿Por qué estás tan tensa? —Sus labios jugaron entre sus dedos rígidos.
—Sólo estoy cansada.
—Sé lo que necesitas para sentirte mejor. —Y la miró intensamente.
—¿Qué es lo que necesito, agente Cole?
Cole sonrió y le devolvió la mano.
—Una copa de vino y un buen masaje.
—No suena mal, pero me iré directamente a la cama. —Ben la desnudó con la mirada, que brilló con lascivia a la luz de la farola—. Sola —agregó Megan.
—¿Quién quiere pasar la noche solo?
—Es todo cuanto necesito en este momento.
Cole no se dio por vencido tan rápidamente y alzó la mano para acariciar su barbilla. Megan temía que creyera que su negativa a dejarle entrar en su casa se trataba de un juego, a pesar de que ella se había expresado de forma rotunda.
Megan abrió el broche de su bolso y metió la mano para coger las llaves. Ése fue el gesto que alertó a Cole de que iba en serio, así que la tomó por sorpresa de los brazos y la besó en la boca, como si pretendiera hacerla cambiar de opinión con sus besos. A ella no le gustó besar a Ben Cole, la obligó a abrir los labios y le metió la lengua en la boca. Megan se puso rígida y trató de separarse de él, pero el policía la asió con fuerza y profundizó el beso. Ella no se lo devolvió y su pasividad le llenó de frustración; sin embargo, un segundo después, Cole parecía disfrutar de sus denodados intentos por soltarse de esas manos que le rodeaban los brazos con fuerza.
Cuando Megan consiguió apartar la cara para exigirle que parara, tuvo la sensación de que la única razón por la que obedeció fue porque la señora Simmons había contemplado la escena desde la ventana de su casa y había salido al exterior para preguntarle si todo andaba bien.
—Sí, señora Simmons, todo está bien. —Megan consiguió contestar sin que la voz le temblara—. Él ya se marchaba. —Y le miró con desprecio—. ¿No es así, agente Cole?
El hombre tenía la respiración agitada, las aletas de la nariz se le habían ensanchado y los ojos castaños parecían cubiertos de una cortina de peligrosidad que brillaba de forma fulminante. Megan tenía el pulso acelerado aunque no de deseo precisamente, y las rodillas le temblaban de indignación, pero guardó la compostura ante él y con la mirada le indicó que se largara, esperando no tener que agregar ni una sola palabra más.
Las manos de Cole todavía asían sus brazos, pero esta vez entendió el mensaje y lentamente la soltó. Megan se sintió algo mejor cuando el aire volvió a circular entre los dos.
—Esto no va a quedar así.
Su tono amenazante salió en defensa de su orgullo hecho trizas.
—No estaba bromeando ni haciéndome la dura, agente Cole. Cuando digo que no, es que no.
—No eres más que una jodida calienta braguetas.
—Quiero que te vayas de mi jardín —dijo categórica.
Algo en la cínica sonrisa que esbozó Cole ratificó lo que había dicho hacía un momento: las cosas no iban a quedar así. Ella intentó aparentar serenidad, pero sólo cuando el Porsche negro se perdió en la oscuridad de la noche, se atrevió a respirar.