El número 10 pasa al 7. Lara se le pone delante. Está acostumbrada a empujar al adversario hacia la línea lateral y a intervenir en el momento oportuno, pero la banda lateral de un campo grande es mucho más difícil de proteger. Además, el extremo derecho lanza la pelota muy por delante y echa a correr tras ella como una flecha. En un campo pequeño, el balón habría salido por la línea de fondo, pero en este caso el número 7, que ha superado a la gemela, lo alcanza antes de que salga del campo y hace un pase cruzado hacia el área.
En la jugada del segundo gol es Fidu el que calcula mal la salida tras un saque de córner y da un manotazo sin ton ni son al balón. Este acaba en los pies del número 10, que no tiene más que empujarlo al fondo de la red y agradecérselo.
El primer tiempo se convierte en una auténtica pesadilla.
Nico vaga por el centro del campo como un explorador que se hubiera perdido en el desierto. No sabe dónde ponerse, sus compañeros siempre le parecen demasiado alejados y lanza enseguida los pocos balones que le llegan lo más lejos posible, con la esperanza de que aterricen por donde anda Tomi. Mediada la primera parte tiene una especie de espejismo: entrevé la portería de los rivales y cree que puede llegar hasta ella. Chuta con toda la fuerza que le ha quedado en el cuerpo, pero la pelota se eleva y acaba junto al punto de penalti. El portero verdinegro tiene que salir de entre los palos para recogerla.
Tino, sentado en las gradas, anota en su bloc: «Como cabía esperar, Nico está perdido en medio del océano como un pez de colores».
A sus compañeros tampoco les va mejor.
Julio ha echado varios sprints, pero siempre lo ha detenido el defensa lateral. João ha conseguido hacer un par de regates, pero, al levantar la cabeza convencido de que podría ceder el balón, ha visto que aún tenía veinte metros por delante. Como si hubiera corrido en dirección contraria por una escalera mecánica que lo ha hecho retroceder.
Cada vez que Tomi ha detenido una pelota y ha intentado darse la vuelta para echar a correr hacia la portería, los defensores de Valdeacederas le han cerrado el camino.
La primera parte acaba con un resultado de 6 a 0 a favor de los verdinegros.
—A lo mejor se llama fútbol de once porque se meten once goles por partido… —comenta Fidu, abatido, durante el descanso.
—Estoy totalmente mareado… —dice Becan al tiempo que se sienta sobre un banco del vestuario—. Tengo la sensación de haber acabado de bajarme de una montaña rusa.
—No es un partido, es una novillada: ellos se pasan la pelota y nosotros corremos detrás… —se lamenta Tomi.
—¡Ni en el último maratón hice tantos kilómetros corriendo! —exclama Ígor.
—A lo mejor todavía estamos a tiempo de apuntarnos al campeonato de equipos de siete jugadores —concluye João.
Gaston Champignon levanta su cucharón.
—¡Una cazuela llena de alubias no bulle tanto como vosotros! En lugar de lamentaros tanto, ¡os tendríais que alegrar!
—¿Porque no nos han metido siete en lugar de seis? —pregunta Sara.
—No, porque hemos cometido un montón de errores, lo que quiere decir que podemos hacer un montón de progresos —responde el cocinero-entrenador—. Ya os lo he dicho antes: hoy no cuenta el resultado, sino saber qué tenemos que hacer para mejorar. Ahora ya lo sabemos.
—¿Por ejemplo? —pregunta Tomi.
—Por ejemplo, los chicos de Valdeacederas nos han enseñado que en el fútbol en campo grande hace falta paciencia —explica Champignon—. En nuestro campito podíamos hacer pases largos y echar enseguida a correr. En cambio, si lo hacemos aquí, nos cansamos demasiado, porque las distancias son mayores y, además, los compañeros no tienen tiempo de seguir la jugada y subir al ataque. No debemos tener prisa. Tenemos que avanzar pasándonos la pelota sin parar, como practicamos en los entrenamientos y como han hecho a la perfección nuestros adversarios. A ver si aprendemos que un pase horizontal o incluso hacia atrás no es una pérdida de tiempo, sino una forma de llegar a la portería contraria. ¿Entendido, João? No hay que ponerse sistemáticamente a driblar con la cabeza gacha. Y tú, Tomi, no tienes que intentar siempre girarte y regatear a los defensas. También puedes detener el balón, cederlo atrás a un compañero que esté sin marcaje y subir al ataque. Nico, no tengas miedo, que la pelota no te va a estallar entre los pies: puedes quedártela un poco y pasarla al compañero que tengas más cerca o incluso mandarla hacia atrás. No te obsesiones con los pases largos para los atacantes, ¿está claro? Más calma y mayor posesión del balón. ¡No tenemos nada que perder y un montón de cosas que aprender! ¿De acuerdo, Cebolletas?
Los chicos dan a entender que han comprendido y, levantándose de sus bancos, se «chocan la cebolla» para animarse.
—Yo también he cometido errores en la primera parte —confiesa Champignon—. No he protegido bastante la defensa. En el segundo tiempo jugaremos con un solo delantero. Sale Ígor y entra Rafa. Tomi jugará a sus espaldas y, cuando ataquen los adversarios, retrocederá hasta la línea de cuatro mediocampistas. Así tendremos un dique de cinco jugadores por delante de la defensa. Pavel sustituirá a Nico. Veréis cómo ahora nos divertimos un poco.
Rafa entra al campo y explica a sus compañeros:
—Yo intentaré detener la pelota en ataque y protegerla para que tengáis tiempo de subir. Entonces nos la jugaremos. Tomi, cuando me acerque a ti y te la ceda hacia atrás, hazme un pase largo hacia delante sin esperar a que me dé la vuelta, ¿vale?
—Vale —responde el capitán.
En el segundo tiempo las cosas van mucho mejor.
El partido se equilibra al fin.
Con la nueva alineación, a los verdinegros les cuesta mucho más llegar al área: el filtro del centro del campo funciona. Una vez pasada la emoción, y cuando han cogido confianza con las dimensiones del campo, los marcajes de las gemelas, de Elvira y de Dani son cada vez más eficaces.
Pero donde más ha cambiado el aire del partido es en el ataque, gracias a Rafa, que está disputando un gran encuentro. Cada vez que toca el balón, Gaston Champignon se atusa el bigote por el lado derecho en el banquillo. Nadie esperaba que fuera tan bueno.
El italiano es de lo más habilidoso para defender el balón y así da tiempo a los centrocampistas a subir y lanzarse al ataque en masa. Como es alto, se le da muy bien jugar de cabeza y regatear, y es imparable cuando coge velocidad por las bandas. Así lo demuestra en el primer gol.
Rafa se escora hacia la izquierda para ayudar a João, marcado por dos defensores.
—¡Tacón! —grita el italiano.
João le pasa la pelota a Rafa de un taconazo, este echa a correr por la banda, dribla a dos adversarios, se interna en el área y, desde el centro, chuta con el interior del pie derecho una parábola que supera al portero y entra en la meta acariciando el palo más alejado.
El segundo gol lo marca con ayuda de Tomi.
El italiano defiende el balón al borde del área, acosado por tres defensas, retrocede hacia el centro del campo y pasa al capitán mientras lanza un grito: «¡Rápido!».
Tomi lanza la pelota de primeras hacia la portería. Rafa se gira como un rayo, se deshace de los marcadores gracias a su sprint y supera con suavidad al guardameta, que había salido de entre los palos para taparle huecos.
—Superbe! —exclama Champignon en el banquillo.
El partido acaba 9 a 2.
El cocinero-entrenador acoge a los Cebolletas en el vestuario con una sonrisa radiante. Ni siquiera después de ganar el campeonato se había sentido tan satisfecho.
—¡Maravilloso, chicos! ¡Os habéis superado!
—A lo mejor no se ha dado cuenta de que hemos perdido por 9 a 2, míster… —contesta Fidu.
—¡Pero en la segunda parte solo hemos perdido por 3 a 2! —rebate el cocinero-entrenador—. Ya nos ocuparemos del resultado en la liga. Yo hoy lo que quería ver eran mejoras y he visto muchas más de las que esperaba. ¡Si en unos pocos minutos hemos pasado de un 6-0 a un 3-2, quiere decir que también podremos hacer grandes cosas jugando once!
El propio Sergio, dando muestra de una gran deportividad, entra en el vestuario para felicitarlos.
—Espero de verdad que no nos toque jugar en vuestro grupo. Si aprendéis tan rápido, en unos meses seréis invencibles… ¡Felicidades y mucha suerte en la liga, chicos!
Los Cebolletas le dan las gracias y luego rodean a Rafa para felicitarle.
—Dinos la verdad —empieza Ígor—, ¿a que estabas acostumbrado a jugar en campo grande?
—Pues sí —contesta el italiano—. En el Roma siempre jugábamos once.
—Has metido dos goles que recordaban a los de Fernando Torres, el delantero centro de nuestra selección nacional… —comenta Nico.
—En realidad, mis amigos me llaman El Niño, el apodo de Torres… —confiesa Rafa.
—¡Pues a partir de hoy serás El Niño también para nosotros! —decide Fidu.
El italiano ve a Tomi sentado en un rincón del vestuario y exclama:
—¡Gracias por tu excelente pase, capitán!
Tomi se esfuerza por sonreír. No está satisfecho con su partido.
El periodista Tino ha apuntado en su bloc: «¿Será Rafa la nueva estrella de los Cebolletas?».