EL MITO:

Entonces Gran Alta depositó sobre la tierra a la reina de las sombras y a la reina de la luz ordenándoles que partiesen.

—Y vosotras dos llevaréis mi rostro —dijo Gran Alta—. Hablaréis con mi boca. Y obedeceréis mis órdenes para siempre.

Donde una pisaba, se encendía el fuego y el suelo quedaba abrasado bajo sus pies. Donde pisaba la otra, caía la lluvia anhelada y crecían los capullos. Así fue y así será. Bendita sea.