LA BALADA:
La balada del bebé de Selden
No vayáis al claro, jóvenes doncellas
de vestidos dorados.
No vayáis al claro
de Seldentown
Pues malvados son los hombres que os aguardan
para derribaros sin piedad.
Una doncella fue a Seldentown
y dejó de ser doncella.
El cabello suelto alrededor del cuello,
el vestido en las rodillas.
Un bebé pendía de su espalda,
un hermoso bebé.
Fue sola hasta el claro,
Se alejó demasiado del pueblo.
Un hombre se le acercó por detrás
y de un tajo cortó su cuello.
Un hombre se le acercó por detrás
y derribó a la hermosa doncella.
¿Y tú harás lo que quieras conmigo?
¿O me matarás de un tajo?
¿O lo que esperas es quitarme
mi virginidad hace tanto perdida?
¿Por qué me has traído tan lejos del pueblo
hasta este lecho de hierbas verdes?
Él no pronunció una palabra,
jamás dijo su nombre,
Tampoco habló de su origen,
ni del pueblo del que había venido.
Sólo pensaba en derribarla
y arrastrarla en su vergüenza.
Ya presto a cumplir su plan,
y cuando comenzaba a hacerlo,
El bebé a espaldas de la doncella
alcanzó la daga oculta
Y la cogió de la vaina
en la oscuridad del claro.
Y una y dos, las pequeñas manos
derribaron al hombre malvado
Que ya en el vientre de su madre
había concebido su perfidia.
Dios nos conceda a todas bebés tan hermosos,
y que nuestra vida sea tan larga como dichosa.