Agradecimientos
Nadie puede completar sola una empresa como ésta, por lo que me gustaría dar las gracias a todos mis amigos y a mi familia por su afecto y apoyo, y más en particular por no reprocharme que, en los últimos años, tan sólo una mitad de mí haya estado con ellos. La otra mitad estaba lejos, en la Escocia del siglo I.
A las amigas que me han proporcionado un inestimable y alentador apoyo editorial y me han ayudado a responder a la cuestión de los pantalones: Amber Trewenack, Tessa Evnan, Helen Jamieson, Kathryn Tenger, Claire Hotchin, Lisa HollandMcNair y Jo Ferrie.
A Amber, que lloró donde había que llorar y, con ello, me dio esperanzas. A mi gran hermano Mark Thompson, por brillar de orgullo y amor incondicional allí donde había que hacerlo. A mi maravillosa agente, Maggie Noach, por creer en mí con tanta fe. A mi editora, Yvette Goulden, por comprender lo que me proponía hacer, y a todas las personas de Orion por tratar a mi bebé con tanto respeto.
Patricia Croque me ayudó con algunas ideas en todo lo referente a los términos gaélicos. David Adams McGilp, del Kilmartin House Museum, hizo un aparte en una crisis audiovisual para hablar conmigo. A cambio, le he prometido hablar a todo el mundo de su maravilloso museo de Kilmartin, Escocia, a un tiro de piedra de Dunadd.
Muchas gracias también a Dorothy Watson, quien, de forma muy generosa, me ofreció un hogar temporal en Australia. A Claire, Graeme y Cassie Swinney, que me acogieron en su casa durante los últimos y tensos meses de edición, por las barbacoas, los esenciales gin-tonics, y su apabullante generosidad y amor cuando más necesitaba de ambos.
Y, por último, mis gracias más efusivas a Claire, que sembró la semilla, creyó en mí con inquebrantable ferocidad y sostuvo mi mano en todos y cada uno de los momentos en que derramé sangre, sudor y lágrimas.
Y a mi guapo marido, Alistair: por dar pie a los mejores detalles del argumento entre muchas pintas de muchos bares, por leer el relato incontables veces y, pese a ello, continuar emocionándose, por lidiar con mis crisis y, sobre todo, por ser pródigo en el amor y la fe. No lo habría logrado sin ti.