24. Seis meses antes
Borracho. Completamente borracho. Así es como había quedado Tobías después que Megan le dejara beber una copa tras otra sin tener en cuenta las consecuencias. Audrey suspiró. Odiaba hacer el papel de madre, pero Devon estaba atendiendo una urgencia en la clínica y Marjorie estaba en su reunión semanal de la iglesia, así que solo quedaba ella. Haciendo uso de todas sus fuerzas, le llevó hasta su coche y condujo hasta el apartamento de Tobías. A pesar de que era pequeña, estaba a acostumbrada a levantar peso por su trabajo, así que se las arregló para llevarle hasta el sofá. Tobías protestó con voz ebria:
—Estoy bien…
—No, no lo estás —replicó Audrey en tono duro.
—Solo necesito dormir un poco.
—Necesitas más que eso. Urge que se te pase la maldita borrachera. Tobías, ¿es que no te das cuenta? Mañana tienes clase y si llegas con una resaca impresionante te despedirán.
—¿Y a ti qué te importa?
Audrey no hizo caso de su tono duro, sabía que era el alcohol el que hablaba por él. Así que le gritó:
—Ahora mismo vas a darte una ducha y voy a prepararte algo que hará que mañana puedas levantarte. ¿Entendido?
Tobías hizo ademán de contestar, pero estaba demasiado agotado para ello, así que hizo lo que le pedía. Sin embargo apenas podía tenerse en pie, así que Audrey le ayudó a llegar al baño y, cuando estuvieron allí, comenzó a desnudarle. Él trató de impedírselo:
—No es un buen momento…
—Ni se te ocurra pensar que quiero acostarme contigo. Pero dado que no eres capaz ni de quitarte la ropa lo haré yo. Y, tranquilo, soy enfermera así que estoy acostumbrada a ver hombres desnudos sin emocionarme. Así que no hagas las cosas más difíciles y colabora conmigo, te prometo que después te encontrarás mejor —replicó ella con el mismo tono que si fuera un niño.
Tobías aceptó la explicación y Audrey terminó de desnudarle para ayudarle a entrar en la bañera. Y, cuando lo hizo, una expresión de horror cruzó por su rostro. Trató de ocultarla, pero Tobías lo advirtió y, con los sentimientos a flor de piel por la bebida, masculló casi en un sollozo:
—Doy asco, ¿verdad?
Audrey se arrepintió al instante de su gesto y le aseguró en el tono más sincero del que fue capaz:
—No, claro que no. Es solo que jamás pensé que tu herida fuera tan grave.
Él la miró no muy convencido y Audrey lamentó profundamente sus palabras. Suspiró y comentó, solícita:
—Dejaré que te bañes solo, pero estaré cerca por si te mareas.
Se aseguró de que Tobías estaba bien apoyado en la pared de la ducha y salió del baño caminando a trompicones por la impresión. Había escuchado muchas veces la historia de cómo Tobías se había lesionado y su cojera era evidente, pero no era consciente de lo maltrecha que había quedado su pierna. Uno de sus principales fallos como enfermera era que se involucraba demasiado con el dolor de sus pacientes, se recordó. Pero Tobías no era un paciente. Hasta entonces, no se había fijado mucho en él. Era solo un chico agradable que estaba locamente enamorado de la estúpida de Megan. Y, sin embargo, al verlo desnudo y contemplar sus heridas, comenzó a entender por qué bebía de aquel modo. Tobías no había aceptado lo que le había sucedido, por ello se dejaba la vida en el bar de noche y de día se limitaba a ser como un fantasma. Y eso la trastocaba.
Compungida, esperó pacientemente a que él saliera de la ducha y le ofreció algo que le calmaría y que le ayudaría a dormir.
***
Eran las seis de la mañana cuando Tobías despertó. Un tenue rayo de sol se filtraba por la ventana, molestando a su vista todavía afectada por el exceso de alcohol. No recordaba cómo había llegado a su cama, solo que Audrey había estado allí con él y, maldita sea, seguía estándolo. La cabeza le estallaba con tanta fuerza que pareció que iba a rompérsele. Estaba desnudo bajo las mantas, lo cual tampoco ayudaba a tranquilizarle. Trató de levantarse, lo que despertó a Audrey, que le saludó con naturalidad:
—Buenos días. ¿Cómo te encuentras?
—Como si me hubiera pasado una apisonadora. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estás en mi cama? —preguntó, visiblemente preocupado.
Una suave sonrisa asomó a los labios de ella, que salió de debajo del edredón completamente vestida y le dijo:
—No ha pasado nada. Pero a pesar de la ducha fría y la medicación que te administré, estabas muy mareado y tuve miedo de dejarte a solas, así que decidí quedarme un rato a velar tu sueño. Y al parecer me quedé dormida, mis disculpas por eso. Pero, por suerte para ambos, tú estabas demasiado borracho para moverte y yo no me salgo de mi lado de la cama. Así que no hay nada de lo que avergonzarse o arrepentirse.
Tobías bajó los ojos, tímido, e insistió:
—¿Estás segura de que no hicimos nada?
—Comienza a ser ofensivo tanta preocupación por haber estado conmigo —protestó ella mientras se levantaba.
Tobías intentó seguirla pero seguía desnudo, así que rogó:
—Audrey, espera, no me refería eso, sino a que eres preciosa y deseable, pero también una chica maravillosa y odiaría haber hecho algo que te hiciera daño como haberme aprovechado de ti estando borracho…
Ella volvió a sentarse en la cama y suspiró antes de decir:
—Tobías, te lo dije anoche cuando te desnudé para ducharte, eres mi amigo, pero no me interesas de ninguna otra forma.
—¿Tú me duchaste?
—Al final lo hiciste tú solo, pero tuve que ayudarte a desvestirte. Y te garantizo que no pasó nada, soy enfermera y he duchado a más de un hombre sin que ningún pensamiento oscuro haya pasado por mi cabeza. Y ahora que hemos aclarado esto, será mejor que vaya a prepararte algo para desayunar, ambos tenemos trabajo y no hemos dormido demasiado.
Hizo ademán de marcharse, pero Tobías la retuvo preguntando:
—¿Viste mi pierna?
—Sí.
—Por eso nunca estarías conmigo ni sentiste nada al verme desnudo —musitó él con el tono roto.
—No estaría contigo porque no estoy enamorada de ti y tú tampoco lo estás de mí. Tus heridas no tienen nada que ver con ello. Y nada de eso importa cuando alguien te ama.
—A Megan le importa. Lo sé por la forma cómo me mira cuando la ve… —confesó Tobías.
Audrey respiró con fuerza y replicó:
—Sé que no quieres escuchar esto, así que solo lo diré una vez y luego fingiremos que no te he dicho nada, ¿de acuerdo?
Él la miró extrañado, pero aceptó con un gesto y Audrey añadió:
—Megan no te ama y no lo hará nunca. Si lo hiciera, no te dejaría conducir borracho. Tampoco que estuvieras siempre esperando detrás de ella y dándote solo sus migajas. Las personas que aman lo dan todo el uno por el otro, y ella jamás hará eso por ti.
—Pareces una experta en el amor —comentó él, sorprendido, ya que anteriormente no había escuchado a Audrey hablar de ningún chico, tampoco que tuviera citas con ninguno. Y aunque corría el rumor de que entre ella y Devon había algo más que una simple amistad o relación laboral, él estaba convencido de que no era cierto.
Audrey vaciló antes de contestar. No le gustaba comentar nada de su vida privada, así que respondió:
—Sé lo suficiente como para saber reconocerlo cuando lo veo. Y no es el caso de Megan ni creo que pueda llegar a serlo. Lo siento, pero tengo que ser sincera.
Los ojos de Tobías brillaron entristecidos y entonces Audrey hizo algo que le extrañó. Apartó la colcha, dejándole desnudo y colocó con suavidad la mano sobre la cicatriz de su pierna diciendo:
—¿Sabes lo que pensé anoche cuando vi esta cicatriz? Seré sincera, me horrorizó dos segundos. Sabía lo de tu accidente y tu cojera, pero no el alcance de tus heridas. Quizá por ello no había pensado demasiado en eso. Pero cuando te vi, comprendí lo que había detrás de esas cicatrices. El sufrimiento que debiste pasar, el valor que debiste tener para aguantar el dolor y los sueños que se te truncaron a raíz de todo ello. Me temo que a veces estamos tan compungidos por nuestros propios problemas que no nos damos cuenta de lo que sufren los demás. Es lo que me pasó a mí contigo. Verte me unió a ti, más de lo que podría haber hecho nada.
Hizo una pausa y tragó saliva. No solía sincerarse con nadie de ese modo, pero algo se había removido en su interior aquella noche al comprender lo que había sufrido Tobías. Apartó la mano de su pierna y la llevó hasta su mano, añadiendo:
—Durante todo el tiempo que nos hemos conocido te he visto como el amigo de Devon que bebía demasiado y solo pensaba en ligarse a la camarera. Pero ahora sé que hay mucho más detrás de ti. La vida ha sido dura contigo, pero eso no es excusa para seguir dilapidando lo que queda de ella. Así que tómate una ducha y un buen café, ve a clase y, cuando llegue la tarde, piensa si esto es lo que quieres hacer el resto de tu vida. Porque si es así, yo no podré estar siempre para salvarte. Pero hay otras opciones a las que podrías optar y tú lo sabes. Y Marjorie y yo te ayudaríamos con ello, solo tienes que estar dispuesto.
Tobías la miró sin saber qué decir y ella añadió:
—Será mejor que me vaya y desayune en la cafetería. Tienes mucho en lo que pensar.