Las 21.16
Luce estaba sentada en su mecedora. La había colocado de manera que la calle estuviese en su campo visual. Así, la podía alcanzar una bala perdida. Cosa que le importaba un bledo. Bebía. Había sacado de la eterna alacena una nueva botella y trasegaba vodka por el gollete. Sentía cómo el alcohol dejaba felizmente en suspenso su juicio. Con el juicio suspendido, se sentía condenadamente inteligente.
Sola también. Se sentía sola. ¿Por qué no venía Rhino.
—Qué gili eres —dijo suavemente—. Qué gili eres si vendrá, será para matarte…
Se interrumpió. Esta última frase no era correcta. Por muy borracha que estuviese, Luce se las daba de hablar de manera impecable.
—Si vendrá —repitió—, ¿es para matarte?
No lograba ver lo que no iba bien en esta frase.